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LA CULPA Y LA VERGÜENZA

La culpa y la vergüenza se mencionan en relación con un mismo tipo de eventos o situaciones, sin embargo, la propia experiencia cotidiana nos dice que tanto lo que nos provoca una y otra emoción como la experiencia subjetiva de cada una de ellas es bien diferente. No obstante, la distinción no es tan fácil a la hora de definir dónde reside la diferencia.

¿En qué se diferencian la culpa y la vergüenza?

En torno a esta cuestión existen tres posiciones fundamentales:

1)    Desde el punto de vista de los científicos sociales, la vergüenza es una emoción más pública, una emoción que surge de la desaprobación de los demás y requiere de la presencia (real o imaginada) de los otros; mientras que la culpa es una emoción más privada, que surge de la propia desaprobación y no requiere de observadores externos.

2)    Desde el punto de vista de la teoría psicoanalítica ambas emociones son elicitadas por distintos tipos de transgresiones o fallos. La culpa aparece cuando se transgreden ciertas normas o reglas, y la vergüenza, cuando no se alcanzan ciertos estándares o metas. En términos psicoanalíticos, mientras que la culpa es el resultado de un conflicto entre el yo y el superyó o conciencia moral, la vergüenza surge del conflicto entre el yo y el yo ideal.

3)    Las dos posiciones anteriores coinciden en que lo determinante es el tipo de evento antecedente. Sin embargo, Tangney (1999), defiende que la diferencia no es tanto el tipo de evento antecedente como el modo en que la persona interpreta sus transgresiones o fallos.  Sostiene que mientras que en la experiencia de vergüenza el foco de atención de la persona es el “self” (Yo hice esa cosa horrible), en la culpa lo es la conducta (Yo hice esa cosa horrible).

 Esta diferencia, aparentemente sutil, hace que la experiencia fenomenológica de una y otra emoción, así como sus implicaciones en el terreno social y personal, sean muy diferentes. La evidencia empírica cuestiona las dos primeras distinciones y apoya claramente esta última convirtiéndose hoy en día en el punto de vista dominante. Sin embargo, también hay datos empíricos que apoyan las otras distinciones propuestas. Wallbot y Scherer (1995) encontraron que mientras la vergüenza a menudo es provocada por factores externos, la culpa es una experiencia emocional más interna, y mientras que la vergüenza se asocia al fracaso en el logro de metas, la culpa se asocia a la transgresión de normas. No obstante, en este estudio se encontraron diferencias culturales revelando los resultados que estas dos diferencias entre culpa y vergüenza eren en unos países (España y varios países de habla española como México, Venezuela y Chile) más nítidas que en otros (entre los que se encontraban países de habla inglesa, como EEUU, Nueva Zelanda; y países con fuerte influencia de la ética protestante donde la experiencia de vergüenza tendía a prestar algunos rasgos de la culpa)

El estudio de Pascual y colaboradores (2003) permite concluir que bajo el término de vergüenza en castellano se engloban experiencias emocionales provocadas, al menos, por tres tipos de situaciones:

1)    Situaciones en las que hay un sentido de exposición, esto es, la persona queda expuesta al juicio de otros, y se ha cometido una falta mínima, muy leve (en inglés se hablaría de embarrassment)

2)    Situaciones en las que hay un sentido de exposición y se ha cometido una falta más seria pero no moral

3)    Situaciones en la que hay un sentido de exposición y se ha cometido también una falta seria y de carácter moral (denominada por Pascual, “vergüenza moral”)

Por otra parte, bajo el término culpa se engloban experiencias emocionales provocadas por, al menos dos tipos de situaciones:

1)    Situaciones en las cuales la persona comete una falta que supone un daño para una tercera persona (“culpa interpersonal”)

2)    Situaciones en las que la persona contraviene su propio sentido de lo que “debe” ser (“culpa intrapersonal”).

Además, los resultados apoyan la validez de los siguientes criterios para discriminar entre una y otra emoción en nuestro contexto cultural:

·         La influencia del juicio ajeno

·         La percepción de controlabilidad del acto

·         La tendencia a la huida/reparación

No obstante, no apoyan, el criterio relativo al diferente foco de atención yo/conducta

En otras palabras, dichos resultados llevan a concluir que, en nuestra cultura, la culpa, en comparación con la vergüenza, depende, más que del juicio negativo de los demás, del juicio negativo del propio sujeto sobre su acción, una acción que el sujeto percibe como controlable. Además, la culpa si bien a veces puede llevar también a la huida de la situación para eludir un castigo que se intuye severo, normalmente no lo hace, y en cambio favorece la puesta en marcha de algún tipo de acción para solucionar la situación.

No obstante, los resultados de este estudio muestran que hay un tipo de experiencia emocional, la vergüenza moral, que, aunque queda subsumida en el término castellano vergüenza y de hecho presenta claros rasgos de la vergüenza (mayor influencia del juicio ajeno, percepción del acto como menos controlable, mayor tendencia a la huida), presenta algunos rasgos en común con la culpa: en particular la tendencia a la reparación, pero también el hecho de que el acto que la provoca es percibido por la persona no simplemente como un comportamiento no deseable, sino como algo ético/moralmente, tal como ocurre en el caso de la “culpa interpersonal”, el tipo de culpa más frecuente.

Implicaciones de la culpa y la vergüenza en el ámbito interpersonal

Mientras que la vergüenza provoca un deseo de escapar de la situación, de desaparecer, la culpa mantiene a la persona ligada a la situación interpersonal, señalándole el camino hacia la acción reparadora. Más que respuestas de evitación, los sentimientos de culpa provocan deseos de confesar, pedir perdón, reparar el daño hecho y actuar de otro modo en el futuro. Por tanto, la culpa parece ser una emoción más positiva, con un mayor valor moral, que la vergüenza.

No obstante, ambas emociones pueden jugar un papel determinante en la acción y estar en la base de acciones altamente morales en favor de los demás. Por ejemplo, personas que han vivido situaciones extremas donde el compromiso con una causa como sería la ayuda a los judíos perseguidos por la Alemania nazi implicaba costes altos cuando se les pregunta qué les movió a actuar de ese modo, dicen que sentían que tenían que hacerlo, porque si no, habrían sentido vergüenza de sí mismas posteriormente. Del mismo modo, muchas acciones miserables no se llevan a cabo simplemente por “vergüenza moral”.

Los sentimientos de culpa son más positivos en el ámbito interpersonal

En primer lugar, diversos estudios muestran que la culpa (tanto la culpa “rasgo” o disposicional como la culpa “estado” o situacional) tiende a asociarse con la empatía. Se ha constatado que las personas tendentes a sentir culpa suelen ser personas bastante empáticas, mientras que las tendentes a la vergüenza, ante el sufrimiento ajeno, son poco propensas a experimentar empatía centrada en el otro y, en cambio, tienden a experimentar malestar personal. Esta relación es consistente con los planteamientos de Hoffman (1998), quien sostiene que la “culpa interpersonal” surge de la conjunción de la reacción empática ante el sufrimiento ajeno y la conciencia de ser el agente causal de dicho sufrimiento. Atendiendo a la distinción entre culpa y vergüenza que defiende Tangney, la vergüenza, al focalizarse en el yo en su conjunto, deja poco espacio para la atención al sufrimiento ajeno, mientras que la culpa, al focalizarse en la conducta específica, favorece, en principio, que el sujeto atienda a las consecuencias de su conducta en los otros.

En segundo lugar, diversos estudios muestran que la vergüenza (tanto disposicional como situacional) tiende a asociarse con la ira. Así, se ha constado que las personas tendentes a la vergüenza suelen ser también tendentes a los sentimientos de ira, hostilidad, resentimiento y suspicacia, mientras que las tendentes a la culpa no muestran tales rasgos (Tangney, 1995). Asimismo, se ha constatado que la disposición a experimentar vergüenza se asocia a una regulación constructiva de la misma. Los estudios sobre la vergüenza situacional muestran resultados similares: las experiencias de vergüenza, en general, implican una mayor animadversión y agresividad hacia los otros que las de culpa.

Tangney (1999) explica esta asociación entre vergüenza e ira señalando que, en la experiencia de vergüenza, la hostilidad que inicialmente se dirige hacia uno mismo fácilmente puede volverse hacia el exterior en un esfuerzo por proteger su yo. Sin embargo, bien podría ser que esta tendencia de la vergüenza a transformarse en hostilidad sea típica de países que promueven el “yo independiente”, y no tanto de otras culturas que promueve un yo más interdependiente, y en las que más bien serían las reacciones de orgullo las que vivirían como amenazantes y provocarían la puesta en marcha para reducirlas.

Bibliografía

Fernández, E., García, B., Jiménez, M. P., Martín, M. D., & Domínguez, F. J. (2011). Psicología de la Emoción. Madrid: Universitaria Ramón Areces.


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