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EL TERAPEUTA CENTRADO EN EL CLIENTE




El terapeuta centrado en la persona parte de la suposición que tanto él como el cliente son dignos de confianza. Esta confianza reside en la creencia de que cada organismo, de acuerdo con la concepción organísmica, posee un movimiento subyacente e intuitivo que se dirige hacia la realización constructiva de su potencia inherente.


Todas las personas poseen en su interior capacidad para conducir sus propias vidas de forma personalmente satisfactoria y socialmente constructiva. Dada una específica relación de ayuda, en la que permitimos a la persona descubrir su sabiduría interior y confiar en sí misma, ésta llevará a cabo elecciones cada vez más constructivas y sanas (Kisschenboum y Henderson, 1989).

De acuerdo con esta perspectiva no tendría mucho sentido ningún tipo de planteamiento terapéutico. Si el organismo tiende naturalmente hacia su propia realización se supone que: a) este objetivo se alcanzará inexorablemente; b) la intervención externa en ese proceso es innecesaria, sino inútil. Esta visión rousseauniana de la naturaleza humana no es compartida, sin embargo, en su radicalismo por los psicólogos humanistas, en general, ni por Rogers, en particular. Se acepta que: a) agentes externos puedan interferir por exceso o defecto en el proceso de desarrollo organísmico, al igual que un exceso de proteínas o minerales de cualquier nutriente, o su defecto, puedan resultar perjudiciales para un organismo; (b) un medio hostil o traumático puede afectar gravemente al organismo, produciendo una debilidad o desviación en un proceso de realización; (c) ciertas condiciones pueden tener un efecto terapéutico reparador, denominadas facilitadoras, permitiendo la reanudación o continuación del proceso de autorrealización del proceso de convertirse en persona. Estas condiciones facilitadoras son las que fundamentan la concepción de la terapia de Rogers.

Insiste en la singularidad del individuo, no existen dos individuos iguales y comparables, y la personalidad humana es tan compleja que no puede justificarse la etiquetación diagnóstica de las personas. El terapeuta centrado en la persona sabe que no puede desvelar completamente el mundo perceptivo del cliente y que el cliente mismo sólo puede conseguirlo con gran esfuerzo. Además, el mundo perceptual del cliente está deteriorado por las experiencias que ha rechazado o que ha asimilado en el autoconcepto.

Autoconcepto, hace referencia a la representación perceptual o consciente que la persona tiene de sí misma, independientemente de lo mejor o peor que se halla articulado esta imagen. En este sentido, se distingue del “yo organísmico”, es decir, del organismo humano esencialmente fiable, perceptible en los procesos fisiológicos del cuerpo entero, el cual, sólo es accesible a través de la vivencia inmediata o experiencing. De este modo, experiencia inmediata del yo organísmico y autoconcepto no siempre van de acuerdo, es decir, representación y experiencia pueden estar en contradicción e interferir mutuamente.

El autoconcepto se desarrolla en el tiempo y depende en parte de las actitudes de aquellos que constituyen las personas significativas. P.ej., decir a una niña “¡no sabía que eras tan mala! cuando está mirando por la cerradura hace que la niña se quede espantada y confundida. Su experiencia inmediata, la curiosidad, que es una tendencia natural es interpretada por el padre como una actitud maliciosa.

Esta discrepancia entre experiencia y representación puede dar lugar a una auto-imagen o autoconcepto poco fiable de sí misma o a una actitud de obediencia exterior pero de desacuerdo interno con la imagen propuesta por el padre, manteniendo la congruencia con la experiencia y protegiendo el autoconcepto.

Por tanto, donde la persona está rodeada de individuos que condenan o castigan (no importa cuán sutilmente) la conducta que emana de la experiencia inmediata, ésta resulta confundida. Si la persona crece entre personas que establecen este tipo de relación distorsionada, probablemente desarrollará una imagen de sí misma radicalmente disociada de su yo organísmico. En tales casos, el autoconcepto puede convertirse en el mayor enemigo del yo organísmico y debe ser sometido a una transformación radical si se desea que la tendencia actualizante se establezca por sí misma.

El terapeuta centrado en la persona trabaja con clientes que han perdido prácticamente contacto con la tendencia actualizante interna tratando de crear un clima relacional donde es posible reestablecerla. Tales personas se han visto rodeadas de otras que no confían en la capacidad innata de los seres humanos para avanzar hacia el pleno desarrollo de su potencial. Estas condiciones son las que establecen las bases para el desarrollo de las diversas patologías.

Las personas psicológicamente sanas son aquellas que han tenido la suerte de vivir en ambientes propicios para el desarrollo del autoconcepto compatible con sus experiencias organísmicas, sin tener que censurarlas ni distorsionarlas para hacerlas aceptables. Están bien situadas para alcanzar un nivel de libertad psicológica para funcionar plenamente (fully functioning).

Principales características de las personas psicológicamente sanas (Rogers, 1961):

·         Abiertos a la experiencia: Primer rasgo y el más importante. Son capaces de escucharse a sí mismos y a los demás y de experienciar lo que les sucede sin sentirse amenazadas. Muestran un alto grado de consciencia, especialmente en lo que concierne al mundo de los sentimientos.

·         Habilidades para vivir plenamente el momento de la experiencia propia: Segundo rasgo. Se confía en la experiencia en vez de temerla y ésta se constituye así en la fuerza moldeadora de la personalidad que va emergiendo, en lugar de verse sesgada o manipulada para encajar en alguna estructura de la realidad preconsciente o en algún autoconcepto preservado.

·         Confianza organísmica, la cual está ausente en las personas que han sido víctimas de los juicios adversos de los demás. Donde mejor se muestra es en el proceso de toma de decisiones que consideran sus experiencias organísmicas como las fuentes de información más valiosa y fiable para decidir sus acciones en cualquier situación, mientras que muchos individuos se apoyan en fuentes externas.

·         Percepción de libertad personal: Para Rogers, el sentido de responsabilidad para determinar las propias acciones y sus consecuencias constituyen una señal de salud. El individuo no siente en su interior que esté preso por las circunstancias, por el destino o por la herencia genética, sin negar con ello su influencia real. Subjetivamente, la persona se experiencia como un ser libre y activo.

·         Creativa: En el sentido de que puede acomodarse a las condiciones cambiantes de la vida, desarrollando nuevas formas de adaptación y desarrollo. Es poco probable que sean conformistas, aunque se relacionarán con la sociedad de modo tal que les permita implicarse totalmente sin quedarse aprisionadas por las convenciones o la tradición.

Bibliografía

Rojí, B., & Saúl, L. A. (2013). Introducción a los tratamientos psicodinámicos, experienciales, constructivistas, sistémicos e integradores. Madrid.

María Jesús Suárez Duque

Psicóloga y Educadora Social

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