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TRASTORNOS DE ANSIEDAD INFANTIL

 


 

La ansiedad es una emoción propia de todas las personas, que consiste en una activación del SNA ante estímulos que pueden suponer una amenaza. Posee, por tanto, un carácter adaptativo, sin embargo, se convierte en patológica cuando:

  • ·         Alcanza una intensidad demasiado elevada o
  • ·         Aparece en situaciones donde no hay motivo de alarma real

Los niños y adolescentes, al igual que los adultos, pueden manifestar un trastorno de ansiedad. Determinados sucesos como el comienzo del colegio, el nacimiento de un hermano, la pérdida de un familiar o un cambio de casa, pueden precipitar la aparición del problema. Algunos trastornos son más frecuentes en la infancia que otros, p.ej., el TAG. Otros son problemas específicos a una edad determinada, como la ansiedad cuando el niño se separa de los padres o de otras figuras de apego. A pesar de compartir muchas similitudes con la ansiedad en el adulto, la reacción del niño a los síntomas difiere significativamente de éstos. Las consecuencias negativas de la ansiedad infantil pueden afectar más que en la vida adulta, dado que pueden interferir con el proceso de crecimiento y maduración en el que se encuentra el niño. Además, las repercusiones inciden en el ámbito social, escolar, personal y familiar del niño, y pueden evolucionar hacia patologías más severas.

1.  Trastorno de ansiedad por separación (TAS)

La ansiedad al separarse de los padres o de las figuras de apego es muy frecuente en la infancia.

Suele iniciarse a los 6 meses de edad, pero es al comienzo de la niñez, en torno a los 2 años, cuando el miedo se intensifica.

Durante la infancia temprana, el temor ante la ausencia de las personas ligadas afectivamente al niño supone un mecanismo de protección frente a los peligros del entorno. Cuando la ansiedad es desproporcionada o supera a los esperado para el desarrollo evolutivo del niño, puede constituir un TAS.

La prevalencia del TAS se estima en torno al 4% en niños y adolescentes jóvenes, con una incidencia mayor en el sexo femenino. La edad media de los niños que padecen el trastorno es de aproximadamente 9 años (Echeburúa, 2009).

Para su diagnóstico es necesario que el niño manifieste ansiedad elevada ante la separación de las figuras de apego o del hogar o ante la anticipación de éstas. La ansiedad suele ir acompañada por otros síntomas que deben persistir al menos durante 4 semanas, como:

  • ·         Malestar excesivo
  • ·         Quejas somáticas
  • ·         Preocupación persistente
  • ·         Negativa a ir al colegio, a estar solo, a dormir si no está acompañado...
  • ·         El trastorno resulta incapacitante para el niño, puesto que repercute de forma negativa en su actividad y desarrollo.

2.  Trastorno de ansiedad generalizada (TAG)

El TAG es el trastorno psicológico más frecuente en la infancia tras el TAS, con una prevalencia del 3%. La edad media de los niños que la padecen es de 13 años y su incidencia es similar en ambos sexos.

El TAG se define como la preocupación excesiva no vinculada a situaciones, eventos u objetos específicos. Se puede considerar como una forma crónica de ansiedad, de tipo predominantemente cognitivo y de naturaleza incontrolable, cuyo diagnóstico en la infancia requiere que el niño manifieste esa ansiedad y preocupación excesiva al menos durante 6 meses con referencia a una gran diversidad de situaciones o momentos. Algunos de los síntomas que suelen acompañar al trastorno:

  • ·         Impaciencia
  • ·         Fatiga
  • ·         Dificultad para concentrarse
  • ·         Irritabilidad
  • ·         Alteraciones del sueño
  • ·         Tensión muscular

Los niños y adolescentes con TAG informan de preocupación en una gran variedad de áreas. Las preocupaciones suelen hacer referencia al desempeño o competencia en la escuela y a la aprobación social incluso cuando el niño no se encuentra expuesto a una situación de evaluación. Los niños que presentan este trastorno son:

  • ·         Perfeccionistas
  • ·         Inseguros de sí mismos
  • ·         Insatisfechos al ver que no consiguen los resultados esperados

Las preocupaciones van acompañadas por quejas somáticas, como dolor de estómago y de cabeza.

3.  Trastorno de pánico

El trastorno de pánico se caracteriza por la presencia recurrente de ataques de pánico que duran minutos u horas. Estos consisten en síntomas aversivos, somáticos y cognitivos que alcanzan su mayor intensidad en los 10 primeros minutos para disminuir gradualmente, siendo los síntomas más característicos los siguientes:

a)    Palpitaciones, sacudidas al corazón o elevación de la frecuencia cardíaca

b)    Sudoración

c)    Temblores

d)    Sensación de ahogo o falta de aliento

e)    Sensación de atragantamiento

f)     Opresión o malestar toráxico

g)    Náuseas o molestias abdominales

h)    Inestabilidad, mareo, desmayo

i)     Sensación de irrealidad o despersonalización

j)     Miedo a perder el control o volverse loco

k)    Miedo a morir

l)     Parestesias

m)  Escalofríos o sofocos

El trastorno es más frecuente en niñas que en niños y su prevalencia es baja en edades tempranas, observándose una prevalencia general en los adolescentes del 1%. Suele iniciarse al final de la adolescencia o a mitad de la treintena.

En ocasiones el trastorno de pánico puede ocurrir con agorafobia, definida como el temor intenso a encontrarse en situaciones de las que resulta difícil escapar o pedir ayuda en caso de que se presente un síntoma.

4.  Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)

El TOC se caracteriza por la presencia de obsesiones y/o compulsiones recurrentes e intrusivas que interfieren de forma significativa en el funcionamiento del sujeto.

Una obsesión puede ser un pensamiento, imagen o sensación que se repite frecuentemente; una compulsión es una conducta repetitiva que el paciente siente la necesidad de realizar como respuesta a una obsesión, reduciendo su ansiedad al llevarla a cabo.

Mientras que los adultos reconocen las obsesiones y compulsiones como irracionales, los niños pueden no cumplir dicha condición. De hecho, los niños y adolescentes manifiestan una clara resistencia a informar de sus síntomas, sus obsesiones y sus rituales. A excepción de esta particularidad, el TOC se presenta en la población infantil de forma similar a los adultos. Los rituales de lavado, comprobación y puesta en orden de los objetos son particularmente frecuentes en los niños, como lo es la tendencia a implicar a los padres en ellos.

Es un trastorno poco frecuente en la infancia, pero su severidad es igual o mayor que en la población adulta. Su sintomatología tiene una duración media de dos años, lo que constituye un período de tiempo considerable teniendo en cuenta la edad del niño. Su incidencia es mayor en niños que en niñas.

Patrones principales de síntomas del TOC en niños y adolescente:

  • ·         Obsesiones de contaminación, seguidas de compulsión de lavado o evitación compulsiva de objetos considerados contaminados que son difíciles de evitar, como el polvo, la orina, los gérmenes. El niño afirma tener miedo a contaminarse, se niega a tocar determinados objetos y se limpia continuamente.
  • ·         Duda patológica u obsesión de duda, seguida por la compulsión de comprobación. La duda sobre si ha cerrado un grifo lleva al niño a comprobarlo repetidas ocasiones, sin que estés seguro posteriormente de haberlo hecho.
  • ·         Pensamientos intrusivos obsesivos sin compulsiones. Suelen ser pensamientos repetidos de un acto sexual o agresivo reprochable para el niño.
  • ·         Necesidad de simetría o precisión que le lleva a una lentitud excesiva a la hora de realizar actividades sencillas.

5.    Trastorno por estrés traumático (TEPT)

El TEPT se produce como consecuencia de la exposición del niño a un acontecimiento estresante y extremadamente traumático, o cuando observa o tiene conocimiento de una situación en la que existe una amenaza para la vida de otras personas.

No todos los niños y adolescentes que experimentan un suceso traumático desarrollan un TEPT. En la aparición del trastorno influye:

  • La proximidad y recurrencia del suceso
  • Las habilidades de afrontamiento
  • Los recursos de apoyo con los que cuenta el niño

La prevalencia del trastorno suele estimarse en función de la ocurrencia de sucesos traumáticos, lo que implica que ¾ partes de la población podría estar expuesta y en riesgo, por tanto, de aparición del trastorno. Algunos estudios precisan que el trastorno se ha observado en el 74% de los niños directamente expuestos a una experiencia traumática catorce meses después del suceso (Nader, Pynoos, Fairbanks y Frederick, 1990).

Terr (1979) observó que un grupo de víctimas de un secuestro revivía el acontecimiento a través de juegos estereotipados y repetitivos. Los niños mostraban determinadas conductas de etapas del desarrollo ya superadas y trastornos cognitivos, como afirmar que presagiaron el acontecimiento traumático en forma de sueño antes de que ocurriera.

En los niños más mayores el TEPT se manifiesta mediante pesadillas sobre el acontecimiento traumático que se pueden generalizar a otras temáticas. A diferencia de los adultos, los niños no suelen tener la sensación de revivir el pasado. La experimentación del trauma se puede reflejar en el niño en juegos de carácter repetitivo, como el choque continuo de sus coches de juguetes tras haberse visto implicado en un grave accidente de tráfico. En algunos niños se ha observado la creencia de que no vivirán tanto para llegar a adultos o también ideas sobre poseer una capacidad especial que les permite pronosticar futuros acontecimientos desagradables. Los síntomas físicos se manifiestan principalmente como dolores de estómago y de cabeza. Estos síntomas pueden iniciarse tiempo después del suceso traumático, llegando a darse meses o años más tarde.

 

Referencia bibliográfica

Comeche, M. I., & Vallejo, M. (2012). Manual de Terapia de conducta en la infancia. Madrid: Dykinson-Psicología.

 

 

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