TRATAMIENTO DE LAS PARTES ENRABIETADAS
Y HOSTILES DEL PACIENTE
El enfado, la rabia y la agresividad hacia uno mismo, hacia
otras partes disociativas y hacia otras personas es un elemento nuclear
bastante común en el tratamiento de los pacientes disociativos.
Razones por las que la rabia y la hostilidad se vuelven crónicas en
los pacientes disociativos:
1)
De forma característica estos pacientes han sido
gravemente invalidados, ignorados, heridos, traicionados y a veces incluso
torturados durante largos períodos, al tiempo que sintiéndose incapaces de
ponerle fin a sus tormentos.
Por sí solo, esto ya sería suficiente para generar una
rabia enorme en cualquiera de nosotros, como parte de la defensa de ataque que
se activa de manera natural.
2)
De niños con frecuencia a estos pacientes les
ayudaron poco o nada a aprender a regular y expresar adecuadamente el enfado
normal, mucho menos a afrontarlo y superarlo. A menudo, de niños a muchos
de estos pacientes no se les permitía expresar ninguna clase de enojo, mientras
que los adultos que les rodeaban no se contenían y se mostraban sumamente destructivos
cuando se enfadaban. A otros de ellos jamás le pusieron límites ni conocieron
freno en sus conductas agresivas.
Las partes disociativas encolerizadas son temidas
y evitadas internamente por la mayoría de las otras partes disociativas, y
en particular por aquellas partes que funcionan en la vida cotidiana. A fin de
cuentas, las conductas agresivas hacia uno mismo y hacia los demás pueden
interferir en el funcionamiento bajo toda una variedad de formas, personales y
sociales. De ello se sigue internamente un círculo ininterrumpido de rabia y
de vergüenza.
Cuando más eviten los pacientes sus partes disociativas
encolerizadas y destructivas, más agresivas se volverán, y más avergonzarán
a otras partes disociativas y serán avergonzadas, a su vez, por otras partes de
ellos.
La rabia crónica profundamente arraigada en la manera general
de ser del paciente puede desbordar y agotar al terapeuta, que puede sentirse
asustado, intimidado, humillado, paralizado, frustrado y avergonzado, o
enzarzarse a u vez en unas reacciones de ataque o avergonzantes recíprocas. Si
estas partes del paciente no se abordan pronto en la terapia, la terapia puede
irse rápidamente al traste. Cuando los terapeutas sientan que tienen dudas y no
acaban de decidirse a trabajar con las partes enfadadas y hostiles del
paciente, deberá buscar inmediatamente el apoyo de un asesor especializado.
Las partes enrabietadas y hostiles suelen ser con
frecuencia uno de los impedimentos principales para:
·
Comprometerse en la labor de la terapia
·
Participar en las relaciones con los demás
·
Reducir las autolesiones
·
Propensión al suicidio
·
Resolver los recuerdos traumáticos
Por tanto, un objetivo importante para los terapeutas será
conseguir crear una alianza de trabajo con estas partes disociativas, cuanto
antes mejor.
Ahora bien, las partes encolerizadas sienten una profunda
vegüenza y se defienden enormemente contra la firme creencia de que son
excepcionalmente perversas y despreciables. La actitud defensiva de estas
partes se ver reforzada por la vergüenza que sienten los pacientes por el mero
hecho de que existan semejantes partes de ellos mismos. A estas partes les
aterra sentir apego por el terapeuta y ven la relación terapéutica como algo
peligroso, principalmente porque tienen miedo de que el terapeuta jamás las
aceptará.
La aceptación compasiva por parte del terapeuta ayuda al
paciente a implicarse en la terapia y resolver su agresividad. El terapeuta puede
mostrarse compasivo, al tiempo que sin dejar de poner límites a las conductas
inapropiadas.
Bibliografía
Van Der Hart, O., Steele, K., & Boon, S. (2017). El
tratamiento de la disociación relacionada con el trauma. Bilbao: Desclée De
Brouwer.
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