APRENDER A RECONOCER QUE LOS DERECHOS SON VALORES
Recordemos
que las personas inasertivas, como mecanismo de defensa, tienden a
quitarle
importancia a los hechos,
("No es tan importante") aunque se revienten por
dentro.
Sin embargo, ante el abuso, la indignación siempre se siente aunque
intentemos
negarla
o reprimirla.
Analiza
el siguiente diálogo que tuve con una joven universitaria cuando se enteró de
que
su
novio le era infiel, y saca tus conclusiones:
Ella:
Esa es su naturaleza... No lo voy a cambiar... Me disgusta que sea así, pero a
la hora de la verdad todos los
hombres
son iguales.
Terapeuta
(T): ¿Estás de acuerdo con la infidelidad?
Ella:
No.
T:
Pero aceptas que él sea infiel.
Ella:
¿Y qué puedo hacer?
T:
Decirle que no estás de acuerdo.
Ella:
Eso no va a hacer que él cambie.
T:
No importa, estarías ejerciendo el derecho a manifestar tu desacuerdo.
Ella:
Y con eso ¿qué?
T:
¿No piensas que mereces una pareja fiel?
Ella:
Pues, sí...
T:
¿Entonces?
Ella:
Entonces, nada.
T:
¿No crees que tienes el derecho a ser tratada con respeto?
Ella:
No sé, a lo mejor no es un derecho...
T:
¿Qué cosa?
Ella:
La fidelidad.
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T:
¿Prefieres acepar que te sea infiel a correr el riesgo de perderlo?
Ella:
No tengo opción.
T:
Sí la tienes.
Ella:
No voy a hacerlo.
La
fidelidad no era para ella un valor verdadero, sino un valor
conceptual y ambiguo
pues,
en la práctica, en el contexto real de su relación afectiva, toleraba el engaño.
El
sentimiento
de indignación, si es que existía, estaba oculto o reprimido. Debido al
apego
afectivo,
mi paciente prefirió resignarse a la infidelidad antes de asumir el riesgo de
perder
al hombre que supuestamente amaba. Pudo más el miedo y el “antivalor”, que los
principios
y la asertividad.
Ten en cuenta la
siguiente:
Cuando
el derecho es considerado efectivamente como un valor, se convierte en algo
visceral,
se siente en cada rincón del cuerpo, nos recorre por dentro y nos eriza la
piel,
se
nos sale de las manos y explota frente a nuestras narices. Es un valor.
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