¿CÓMO APRENDER A QUERERTE?
Quererse a sí mismo es quizás El hecho
más importante que garantiza nuestra supervivencia en un mundo complejo y cada
vez más difícil de sobrellevar. Curiosamente, nuestra cultura y educación se
orientan a sancionar el quererse demasiado.
Nuestra
civilización intenta inculcar principios como el respeto al ser humano, el
sacrificio, el altruismo, la expresión de amor, el buen trato, la comunicación,
etc., pero estos principios están dirigidos al cuidado de otros humanos. El
auto-respeto, el autoamor; la autoconfianza y la autocomunicación, no suelen
tenerse en cuenta. Más aun, se considera de mal gusto el quererse demasiado. Si
una
persona
es amigable, expresiva, cariñosa y piensa más en los otros que en ella misma,
es evaluada excelentemente: su calificativo
es
el de "querida".
Si
alguien disimula sus virtudes, niega o le resta importancia a sus logros, es
decir; miente o se auto-castiga. No sólo rechazamos la autoaceptación honesta y
franca, no nos importa que sea cierta o no, sino que promulgamos y reforzamos
la negación de nuestras virtudes.
Absurdamente,
las virtudes pueden mostrarse, pero no verbalizarse. Si tienes un buen cuerpo,
se te permite utilizar tanga, minifalda o pantalones ajustados, pero se te
prohíbe hablar de ello. Si las personas se auto-elogian, así tengan razón,
producen rechazo y fastidio.
Esta
política de no hablar bien uno mismo en público, de no ser exagerado en auto
recompensarse, de no darse mucho gusto, de disimular; de gran modestia, etc.,
termina por convertirse en un valor del que hacemos uso con demasiada
frecuencia.
La
"virtud" de no quererse a sí mismo en público, se extiende a cuando
estamos solos. Al intentar dejar afuera el egoísmo excesivo, no hemos dejado
entrar el amor propio. Si el ser humano merece el respeto que se promulga por
ser algo especial, eso debe hacerse extensivo a tu propia persona. Por evitar
caer en la pedantería insufrible del sabelotodo, hemos caído en la modestia
autodestructiva de la negación de nuestras virtudes. Por no ser derrochadores, somos
mezquinos.
Este
estilo de excesiva moderación hacia uno mismo es el caldo de cultivo de la tan
conocida y temida depresión.
Tienes
el derecho a quererte y a no sentirte culpable por ello, a disponer de tu
tiempo, a descubrir tus gustos, a mimarte, a
cuidarte
y a elegir.
Desgraciadamente,
nuestra estructura mental se va formando más sobre la base de la evaluación
ajena que en la auto-evaluación, y nos hacemos víctimas de nuestro propio
invento. La auto-insensibilidad nos ha hecho olvidar aquellas épocas de la
niñez cuando todo
era
impactante y gratificante. Estamos demasiado orientados "hacia
afuera" (buscando la aprobación de los demás) y no gastamos el tiempo
suficiente en auto-halagarnos y en gustarnos.
Nuestro
sistema de socialización se ha orientado más a prevenir los excesos afectivos,
conocidos por los especialistas como "manías" (autoestima inflada,
demasiada confianza, etc.), que a los estados de tristeza y depresión causados
por inseguridad, auto imagen y autoconcepto negativo. La suficiencia y la
seguridad excesiva producen molestias. La inseguridad produce lástima. Por lo
general las personas tendemos a tomar partido por el más débil.
La
inmunidad al flagelo de la depresión sólo se logra si aprendes a quererte. Como
las mejores cosas, necesitas un trato especial. No puedes permitir que se te
lastime, ni darte el lujo de auto-destruirte estúpidamente.
Desde
pequeños nos enseñan conductas de auto-cuidado personal: lavarnos los dientes,
bañarnos, cortarnos las uñas, comer, controlar
esfínteres
y vestirnos.
¿Pero qué hay del auto-cuidado y de la higiene
mental?
No se nos enseña a querernos, a gustarnos, a contemplarnos
y a confiar en nosotros mismos. Además, aunque algunos padres
tenemos
esto como un desideratum, carecemos de procedimientos adecuados de
enseñanza. Tampoco se nos enseña a enseñar.
La
imagen que tienes de ti mismo es heredada o genéticamente transmitida.
Tal
como se desprende de lo dicho hasta ahora, es aprendida. El cerebro humano cuenta
con un sistema de procesamiento de la información que permite almacenar un
número prácticamente infinito de datos. Esa información, que hemos almacenado
en la experiencia social, se guarda en la memoria a largo plazo en forma de
creencias y teorías.
De
esta manera poseemos información de cosas u objetos, el significado de
palabras, situaciones, tipos de personas, actividades sociales,
etc.
Este conocimiento del mundo, equivocado o no, permite predecir, anticipar y
prepararse para enfrentar lo que vaya a suceder. Por ejemplo, si conoces a
una persona que dice ser racista y miembro activo del Ku KluxKlan puedes
predecir cómo pensará y actuará frente a determinadas situaciones. Podrías
anticipar su comportamiento ante una persona de color, lo que opina sobre el
racismo y su posición frente a las tradiciones.
Así
como construyes una representación interna del mundo que te rodea, también
construyes teorías y conceptos sobre ti mismo. La relación que
estableces con el mundo no sólo te permite conocer el ambiente, sino también
tu comportamiento frente a él.
Estas
experiencias de contacto con personas (amigos, padres, maestros) y cosas de tu
universo material inmediato, desarrollan idea de cómo eres en realidad. Los
fracasos y éxitos, los miedos e inseguridades, las sensaciones físicas, los
placeres y disgustos, la manera de enfrentar los problemas, lo que te dicen que
eres, lo que no te dicen, los castigos, etc., todo confluye y se organiza en
una imagen interna sobre tu propia persona: tu yo o tu autoesquema.
Puedes
pensar que eres torpe, feo, interesante, inteligente o malo. Cada uno de estos
calificativos son el resultado de una historia previa, donde has ido gestando
una "teoría" sobre ti mismo. Si crees ser un perdedor, no
intentarás ganar. Te dirás: "Para qué intentarlo, yo
no
puedo ganar" o "es imposible cambiar" o “no valgo nada".
Los
humanos mostramos la tendencia conservadora a confirmar, más que a
desconfirmar, las creencias.
Somos
conservadores por naturaleza, y esta economía del pensamiento nos vuelve tozudos
y llevados de nuestro parecer. Una vez establecida la creencia es muy
difícil cambiarla. Nos resistimos a revisar nuestra manera de ver las cosas.
Si configuras un auto-esquema negativo, él te acompañará por mucho tiempo si no
te esfuerzas en modificarlo.
En
resumen, lo que piensas y sientes acerca de ti mismo es aprendido y
almacenado en forma de teorías llamadas auto-esquemas. Hay autoesquemas positivos
y negativos. Los primeros te llevarán a estimarte, los segundos a
odiarte. Nadie contempla y cuida a una persona que odia. De manera
similar, si la visión que tienes de ti es negativa, no te expresarás afecto,
pues no creerás merecerlo. Si tu autoesquema es positivo y no lo
alimentas, se desvanecerá. Algunas personas, en lugar de
felicitarse, disimulan su alegría con un parco y flemático: "No es
nada" o "era mi deber". La negación del reconocimiento
personal es una forma de auto-destrucción.
En
los auto-esquemas se entrelazan cuatro aspectos fundamentales que, para fines
didácticos, intentaré separar. En realidad, se fusionan en un todo indisoluble
y conforman el núcleo principal de la auto-valoración personal. Pueden
convertirse en sólidos cimientos sobre los cuales podrás edificar un yo fuerte
y seguro, o en la principal fuente de autoeliminación y auto-menosprecio. Ellos
son:
·
el
Autocontrol (qué piensas de ti mismo),
·
la
Auto-estima (qué tanto te gustas) y
·
la
Auto-eficacia (qué tanta confianza tienesen ti mismo).
Si
fallas en alguno, será suficiente para que tu auto-esquema se muestre cojo e
inestable.
Pese
a que los auto-esquemas negativos pueden destruirnos, los humanos mostramos la
inexplicable tendencia a conservarlos y alimentarlos.
La
extraña conducta de mantener los auto-esquemas a toda costa, puede ser mortal
para tu salud mental. Las personas depresivas, por ejemplo, muestran esta
tendencia a confirmar lo malo. Si se consideran feas, descuidan su figura para
corroborar así su fealdad; si piensan que son poco inteligentes, fracasan en
los exámenes; si creen ser víctimas, juegan el papel de mártires o buscan el
castigo; etc. Esta manera de confirmar la auto-valoración negativa comportándose
como si realmente fuera cierto, es muy común. Los psicólogos
sociales
han llamado a este mecanismo, generalmente inconsciente, profecías auto-realizadas.
Si
tu auto-esquema está irracionalmente estructurado, distorsionarás la realidad.
Te
sentirás estúpido pese a ser inteligente, horripilante sin serlo, incapaz
siendo capaz y, finalmente, intentarás castigarte por no creerte
merecedor
de una felicitación.
Un
aspecto interesante para señalar es que las personas con problemas de autoaceptación
son demasiado "duras" con la auto-crítica y "blandas"
cuando critican a otra gente. En cambio, los sujetos que muestran una
buena auto-estima, se protegen siendo más bien suaves a la hora de auto-evaluarse.
Un acto de suficiencia en beneficio propio. ¿Quién dijo que debíamos
ser objetivos las veinticuatro horas? De ninguna manera estoy sosteniendo
una actitud compulsiva a engañarse a sí mismo. Simplemente pienso
que a veces “hacer la vista gorda" frente a pequeños e insignificantes
errores o defectos personales es útil para la salud mental.
Es
preferible una posición optimista de leve sobre-estimación, a una actitud desgarradoramente
pesimista con uno mismo y una actitud positiva para con otros. El amor
empieza por casa.
Bibliografía
Riso, W. (s.f.). Aprendiendo a quererse a sí mismo.
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