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IDENTIFICA QUÉ TE IMPIDE SER ASERTIVO

 

IDENTIFICA QUÉ TE IMPIDE SER ASERTIVO

¿Qué te impide actuar asertivamente, decir “no”, y no dejarte manipular o explotar?

Es posible que en ocasiones sientas el impulso vital a actuar y a defenderte, pero algo te

frena. Una fuerza supremamente poderosa y opuesta al enfado entra a escena con el fin

de aplacar la rebelión e impedirte comportarte como quisieras.

Imaginemos que una persona inasertiva está haciendo una fila larga y tediosa, y que un

extraño, con el mayor descaro, le quita el puesto. ¿Qué podríamos esperar y predecir de

un sujeto no asertivo en esta situación? ¿Qué pasaría en su interior? Veamos.

Es probable que no haga ni diga nada. Muy posiblemente, en su interior se

desencadenaría una lucha simultánea entre dos procesos opuestos: uno mental y otro

emocional. De una parte, la indignación activaría el organismo para un ataque a gran

escala, sus funciones entrarían en alerta roja y la artillería más pesada de todas, la

biológica, apuntaría directo a la cabeza de su oponente. Pero al mismo tiempo, un

sistema de creencias altamente evaluativo, empezaría a moderar la ofensiva. Una duda

metódica y existencial, orientada a predecir consecuencias, bloquearía el sistema de

acción y lo obligaría a revisar la cuestión y a temblar. La firme intención de protestar, de

no darse por vencido, de hacerse respetar hasta las últimas consecuencias, comenzaría,

lenta e inexorablemente a ceder terreno ante un enemigo difícil de enfrentar: el miedo. Y

es probable que termine diciendo: “Tranquilo señor, pase adelante, bien pueda, a mí no

me molesta, no tengo afán, con mucho gusto...”.

La lista de temores que nos impiden ser asertivos, puede ser larga y variada. Sólo para

citar algunos: miedo a parecer torpe, miedo a la respuesta agresiva del otro, miedo a

perder el control, miedo a ser inadecuado, miedo a sentirse culpable, miedo a no saber

qué decir, y así. De acuerdo a la historia personal, cada quien va fabricando sus propios

fantasmas. Si gana el sentido de la dignidad, habrá respuesta asertiva, si triunfa el miedo,

habrá evitación/sumisión.

Analiza este relato y saca tus conclusiones:

Hace poco, estaba en una larga fila esperando un taxi. Era de noche y había huelga de taxistas, así que los

automóviles llegaban a cuentagotas. El clima era tenso, pesado y húmedo. El mal humor podía sentirse en cada

uno de los que allí estábamos. De pronto, apareció una mujer de unos sesenta años, de pelo muy blanco,

arrastrando un carro de supermercado lleno de paquetes. Despacio, se arrimó al primer puesto y se quedó

mirando con gesto de súplica a la mujer que estaba de primera. Al cabo de unos minutos, posiblemente por la

presión, la mujer la invitó a tomar su sitio: “Hágase aquí, yo le cedo mi lugar”, y dio un paso atrás. La anciana

agradeció con gesto benevolente y se acomodó como una gallina dispuesta a poner un huevo.

De inmediato, todos despertamos del sopor como si hubiéramos recibido un choque eléctrico. Yo comencé a

experimentar una mezcla de ira y ansiedad que fue creciendo lentamente, ya que me había sentido indirectamente

manipulado por la señora de las canas que, a la hora de la verdad, no se veía tan impedida. Quería hablar y

expresar mi molestia, pero a la vez temía que la gente me viera como una especie de monstruo insensible,

después de todo, se trataba de una mujer de edad. Sin embargo, la manera en que se habían dado los hechos me

tenía molesto.

Estaba a punto de abrir la boca, cuando un señor mayor, más valiente que yo, soltó un grito: “¡Señora, haga la fila

como todos!”. Nadie se inmutó, sólo hubo silencio. Una segunda voz, dijo: “¡Llevamos aquí casi una hora!”. Y

así, por contagio, uno a uno, los habitantes de aquella interminable fila, fuimos expresando nuestra insatisfacción.

Al cabo de un rato, la señora que había ofrecido el espacio, ya harta de las quejas, protestó furiosa: “¡Ya basta!

¡No es para tanto! ¿No ven que yo le cedí mi puesto?”. Esa fue la gota que rebasó el vaso. El dilema moral estaba

planteado. En realidad, la mujer no había cedido su puesto sino el de todos. No hubo consenso, ni encuestas

previas, ni intercambio de opiniones: habíamos sido involucrados en un acto aparentemente humanitario, sin

nuestro consentimiento. Si la “buena samaritana” hubiera sido consecuente con su acto caritativo, debería haber

cedido de verdad su puesto y haberse ido al final de la fila.

Lo que quiero resaltar es que junto a la ira que sentí, desde mi punto de vista, razonable

y valedera, surgió un miedo inhibitorio que bloqueó mi capacidad asertiva: el miedo a

parecer malo o insensible. Durante unos minutos, pudo más el temor al rechazo que mi

indignación.

Finalmente, la anciana saltó ágilmente al primer taxi que llegó y se alejó, sin importarle

demasiado las manifestaciones de repudio en su contra. Indudablemente ella no estaba

tan incapacitada como quería aparentar.

¿Qué nos impide ser asertivos?

Aunque la ansiedad social es quizás el principal obstáculo para que la conducta asertiva pueda consolidarse, no es el único factor. Las creencias

irracionales y los malos aprendizajes, también pueden influir negativamente.

Los dos factores que más neutralizan la posibilidad de ser asertivo:

(a) La culpa anticipada y el miedo a herir psicológicamente a los demás y,

(b) El miedo a la evaluación negativa y a comportarse de manera inapropiada.

 

 

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