CARACTERÍSTICAS DE
LOS DEPENDIENTES EMOCIONALES
Área de
las relaciones de pareja |
Área de las relaciones con el entorno
interpersonal |
Área de autoestima y estado de ánimo |
·
Necesidad excesiva del otro, deseo de acceso constante
hacia él ·
Deseos de exclusividad en la relación ·
Prioridad de la pareja sobre cualquier otra cosa ·
Idealización del objeto ·
Relaciones basadas en la sumisión y la subordinación ·
Historia de relaciones de pareja desequilibradas ·
Miedo a la ruptura ·
Asunción del sistema de creencias de la pareja |
·
Deseos de exclusividad hacia otras personas
significativas ·
Necesidad de agradar ·
Déficit de habilidades sociales |
·
Baja autoestima ·
Miedo e intolerancia a la soledad ·
Estado de ánimo negativo y comorbilidades frecuentes |
No
obstante, no es preciso que se cumplan todas estas características para hablar
de dependencia emocional.
0)
Necesidad
excesiva del otro, deseo de acceso constante hacia él
La
necesidad psicológica que el dependiente tiene hacia su pareja se puede
traducir en
1)
Prioridad de la pareja
por encima de cualquier cosa
El dependiente emocional pone a su relación por encima de todo, incluyéndose a sí mismo, a su
trabajo o a sus hijos en muchos casos. No tiene que haber nada que se
interponga entre el individuo y su pareja, que dificulte el contacto deseado
con ella. Obviamente, dentro de una normalidad, pero siempre observando esa
dinámica; por ejemplo, una persona va dejando poco a poco sus aficiones como el
gimnasio o las clases de pintura para estar más tiempo con su compañero, hasta
que prácticamente se convierte en su sombra; igualmente, una madre separada
inicia una nueva relación y deja continuamente a sus hijos con sus abuelos para
quedar todas las veces que pueda con el otro.
El dependiente deja de tener vida propia o, mejor dicho, vive la vida del otro
mientras que este lo permita. Si la pareja quiere ir a tomar cañas, pues a
tomar cañas; si desea quedarse en casa, no hay problema; si a las ocho llega
del trabajo, a las ocho estará el dependiente en perfecto estado de revista
para estar a disposición. Insisto en que todo dentro de unos límites de lo
razonable; por ejemplo, si el dependiente emocional llega de su propio trabajo
a las nueve tampoco va a salir antes incumpliendo sus responsabilidades
laborales, aunque ya intentará -si es que tiene esa posibilidad- cambiar su
horario porque, como he dicho, la pareja es lo más importante.
Las aficiones se van perdiendo, las amistades van
adquiriendo menos protagonismo, la familia pasa a un segundo plano...
Su estado de ánimo va en función de cómo está
su compañero: si detecta aceptación y consolidación de la relación, aunque esta
fuera insatisfactoria para un observador externo, él estará bien; si detecta
fisuras, inestabilidad o signos de rechazo, aunque la ruptura fuera lo mejor
con diferencia para un observador externo, sobrevendrá la angustia y el
decaimiento, que no habrá forma de encauzar por ninguna otra área de su vida
por muchas alegrías que estas deparen.
En definitiva, los dependientes son personas
que viven “enamorados del amor”, personas que consideran que su vida sólo
adquiere sentido dentro de una relación de pareja.
2)
Voracidad afectiva: deseo
de acceso constante
Para
entender este rasgo, es muy importante que nos imaginemos que el dependiente
puede decidir por sí mismo cómo, cuándo y de qué forma contacta con su pareja:
luego explicaremos por qué. Suponiendo esto, si por el dependiente fuera, tendría el mayor roce posible con su
pareja mediante todas las formas posibles. Por ejemplo, cuando ambos
miembros de la relación están en casa, procurando estar juntos el máximo tiempo
(nada de cada uno en su habitación,
o uno viendo el ordenador y el otro trabajando).
Asimismo, si la pareja sale con un grupo de amigos, estando todo el rato junto al otro y teniendo principalmente
interacción y contacto físico con
él.
Cuando
por obligaciones ambos están separados, se sirve de internet, el teléfono...como
ayudas inestimables para satisfacer la voracidad afectiva. El contacto puede
ser muy frecuente y excesivo, hasta el
punto de que llame la atención al entorno o de que ocasione algún problema en el trabajo. Ni que decir tiene que la persona con dependencia también presionará lo
que pueda para que su pareja,
inmediatamente que termine con sus obligaciones, marche presta a reunirse con ella.
Si por el dependiente fuera, estaría el máximo tiempo
disponible con la otra persona, y cuando esto no se consigue se compensa con
otros medios de comunicación con los que también tiene contacto. Este rasgo
está muy acentuado en algunos dependientes emocionales, pero no en todos.
A veces, la pareja no pone ninguna pega al comportamiento
veraz y “agobiante” del dependiente. Sin embargo, la mayoría de las veces la
pareja reclama su espacio y recrimina este tipo de comportamientos. Si a esto
se le añade que también es frecuente que los dependientes escogen como parejas
a personas que no siempre se comportan de manera sensible y afectuosa, lo más
normal sea que el otro ponga límites mediante los clásicos: “no me llames
tanto”, “quiero hacer esto solo” ... Y al dependiente no le queda otra que
aceptar estas condiciones para evitar el rechazo y la ruptura. Además, lo
normal es que dichos límites sean incluso abusivos porque el otro considera que
tiene privilegios en la relación, ya que el dependiente le pone un cheque en
blanco con sus nada disimulados deseos de contacto continuo y con su nada
disimulada fascinación hacia él.
3)
Tendencia a la
exclusividad en las relaciones
El
dependiente quiere a su pareja para él
solo: todo lo demás molesta, desde amigos hasta compañeros del trabajo,
pasando por los hijos. Dado que en las relaciones normalmente no se hace lo que
quiere el dependiente (salvo en un tipo especial de dependencia), al final la
pareja hará lo que le venga en gana. Pero, si por el dependiente fuera, no se saldría con amigos sino sólo el uno
con el otro, ni se harían comidas de trabajo ni nada parecido.
De
igual modo que la voracidad, la exclusividad es un aspecto que no se da en
todos los dependientes con la misma fuerza; incluso en algunos no se produce
más allá de lo normal.
4)
Idealización del
compañero
El
otro se convierte con el tiempo en alguien sobrevalorado, eso si no lo ha sido
desde el principio por tener un perfil determinado de endiosamiento o de
lejanía hacia los demás. Será muy difícil que un dependiente emocional se
enamore de alguien al que no admire o vea bastante por encima suyo, no desde un
punto de vista racional u objetivo, sino como una sensación que experimenta de
estar con alguien más importante o más elevado y que transmite deseos de estar
con él. Además de sobrevalorar a la pareja, se podrán distorsionar sus méritos
y capacidades. Por ejemplo, si es artista o empresario, será de los mejores; si
es más o menos atractivo, será el más guapo; si es prepotente en su forma de
hablar, será el más inteligente...
Al
final uno de los elementos que más influyen en esta idealización es cómo trata
la persona al dependiente emocional. Una idea bastante frecuente es que los
flirteos o pretensiones amorosas se consideran signos dde debilidad o de
comportamiento “baboso” (provenga de quien provenga), mientras que el
desprecio, el escaso interés o la prepotencia se interpretan como signos de
fuerza o elevación.
Realmente
lo que les convierte en idealizables, no son sus aspectos concretos, sino su
perfil general y, especialmente, el trato de dicho individuo hacia el
dependiente emocional.
5)
Sumisión hacia la pareja
El
trato hacia la pareja va a ser de subordinación, es decir, “de abajo a arriba”,
como si alguien muy bajito se dirigiera a un gigante al cual necesita. Les
permiten absolutamente todo, justifican todos sus actos y le intentan
satisfacer con lo que pida (permitir infidelidades, hacer siempre lo que quiera
la pareja, soportar las descargas de sus frustraciones, ser y actuar como
pretende o desea el compañero.
6)
Pánico ante el
abandono o el rechazo de la pareja
Hay
personas que encuentran incapaces de romper una relación porque afectivamente
lo encuentran devastador. El síndrome de abstinencia le supone terrorífico. El
dependiente emocional, en casos graves, puede aguantar prácticamente todo con
tal de que no se rompa la relación porque prefiere estar fatal dentro de ella
que sin sentido de la vida o de la existencia fuera. Esto produce un gran
terror a los rechazos en el seno de la pareja, a los comportamientos de escasa
aprobación o a los signos que se den por parte del otro que indiquen una falta
de interés o una falta de cariño.
En
esta situación es cuando empiezan a efectuarse los comportamientos de
comprobación, tan habituales en otros trastornos de ansiedad, y que tienen como
finalidad garantizar que la pareja está por la labor de continuar. Estos comportamientos
de comprobación consisten en: leer mensajes de texto buscando palabras
afectuosas, en pedir besos o abrazos para ver la reacción y para garantizar que
se dan, estar pendiente en cuanto se tarda en contestar a una llamada
perdida...
Hay
ocasiones en que dichos comportamientos de comprobación no son tales, más bien
son manifestaciones voraces del otro, de las intenciones de fusionarse con él.
7)
Trastornos mentales
tras la ruptura: el “síndrome de abstinencia”
Se
ha denominado síndrome de abstinencia por analogía a las adicciones a las
drogas. Este síndrome supone realmente el padecimiento de un trastorno mental
que variará según la persona y según la intensidad, pero que en general es un trastorno depresivo mayor con ideas
obsesivas, es decir, una depresión muy fuerte con pensamientos repetidos y
angustiosos en torno a un tema que en este caso es la relación perdida y todo
lo que ello conlleva: recuerdos, planes para reanudar la pareja, remordimientos
por supuestos errores cometidos...
El
golpe psicológico es tan brutal que no sólo hay una inmensa tristeza, sino que
además habitualmente se sufren síntomas
de ansiedad intensos que impiden la
concentración y que se traducen en molestias físicas o sensaciones muy
desagradables, y también en pensamientos sobre el poco sentido que tiene la vida que pueden derivar en ideas
suicidas. Las ideas suicidas se dan, aunque es más usual una pérdida muy
sustancial de apego por la vida.
Lo
que domina es el deseo de retomar la relación, las ideas continuas de, con
cualquier excusa, contactar con la otra persona para no tener la sensación de
pérdida o de desaparición definitiva.
Todo
este padecimiento desaparece de un plumazo con una simple llamada de la otra
persona. Donde hay lágrimas, ansiedad y auténtica desesperación, se pasa a la
tranquilidad y a la sonrisa.
8)
Búsqueda de parejas
con un perfil determinado
El
tipo de persona que suele preferir el dependiente emocional es normalmente
alguien engreído, distante afectivamente, egocéntrico, ya a veces hostil,
posesivo o conflictivo.
9)
Amplio historial de
relaciones de pareja, normalmente ininterrumpidas
Estas
personas suelen tener un listado inagotable de relaciones de pareja que se
producen desde la adolescencia. Viven su vida alrededor del amor y no la
conciben sin él: necesitan, o eso creen ellas, a alguien permanentemente a su
lado. Nada más terminar una relación o aún en pleno síndrome de abstinencia,
buscan otra persona para reemplazar a la anterior, incluso al mismo tiempo que
se intenta reanudar dicha relación rota.
Normalmente,
el tiempo que transcurre entre una relación de pareja y otra es muy escaso, y
cuando es largo puede deberse a diversas causas (mantener a su expareja como
amante y estar pendiente siempre de cualquier contacto con ella; que se
mantenga una actitud de constante flirteo por lo que el dependiente no se
siente realmente solo
No
todas las relaciones que mantiene un dependiente emocional son iguales a las
descritas. En ocasiones, tienen relaciones con personas más normales pero que
no terminan de ser satisfactorias y se siguen por no sentir la soledad, por no
experimentar la angustia de saber que no disponen de una persona
permanentemente disponible. Estas relaciones se continúan hasta que aparece
otra persona interesante que se ajustarían más al perfil del objeto (así
denominado por Castelló a la pareja)
10)
Baja autoestima
Por
lo general, los dependientes emocionales son personas que no se quieren a sí
mismas. Generalmente, se trata de individuos que no tienen un trato adecuado
consigo mismos.
No
se trata de la autoestima ligada al autoconcepto, sino de querernos tal como
queremos a una persona significativa: protegernos cuando nos atacan,
consolarnos si estamos sufriendo, ayudarnos cuando tenemos problemas haciendo
lo posible por resolverlos, valorarnos cuando hacemos las cosas bien,
alegrarnos si nos ocurren cosas positivas, y sobre todo no poner condiciones
para querernos.
Una
persona sin autoestima, sea como sea su autoconcepto: no se protege cuando
recibe ataques e incluso se los inflige ella misma, no se consuela si está
sufriendo sino que aprovecha la vulnerabilidad para atacarse más duramente, se
hunde ante las adversidades sin intentar resolver sus problemas, no se valora
cuando hace las cosas bien sino que se busca el error o el defecto, y se pone
condiciones para quererse como despuntar en el físico, tener estudios, posición
social...ya que cualquier pretexto es bueno con tal de escatimarse el cariño.
11)
Miedo a la soledad
Con
esa autoestima, el dependiente emocional no soporta estar solo, porque es como
estar continuamente junto a alguien al que detestamos. No aguantan estar mucho
tiempo solos en casa o con la perspectiva de no salir en todo el domingo:
enseguida se buscan planes o llaman por teléfono a alguien con cualquier
excusa. La soledad les provoca incomodidad, malestar e incluso ansiedad, y la
idea más o menos intensa de que no son importantes para nadie, de que nadie les
quiere y están abandonados.
También
tienen miedo a la soledad entendida como “estar sin pareja”. Aquí es un temor
cercano al terror: les da auténtico pavor no tener a alguien ahí sea como
pareja o como sucedáneo (una aventura, un flirteo continuado...). La
consecuencia, es el encadenamiento sucesivo de relaciones para evitar esas
sensaciones tan desagradables.
12)
Necesidad de agradar:
búsqueda de la validación externa
Este
rasgo no aparece en todos los dependientes, pero sí es bastante común.
Necesita
tanto la aprobación externa que lo pasa francamente mal cuando no la tiene o
cuando interpreta que ha sido rechazado. Suelen hacer comprobaciones para
verificar que es así.
Los
dependientes que se comportan así suelen se modélicos para los demás. No crean
conflictos con sus familiares más próximos, no ponen problemas para planificar
las citas con los amigos, se prestan a cualquier cambio de turno imprevisto que
haya en el trabajo, no se adhieren a ningún grupo, sino que intentan llevarse
bien con todas las personas...Son descritos por los otros como buenas personas
que intentan favorecer siempre y que se desviven por ayudar.
Lo
que hay en la base de estos comportamientos es el deseo intenso de encontrar
aceptación y acogida por parte de los otros. Para el dependiente saber que los
demás piensan bien de él y que estarán disponibles para sus necesidades
afectivas es fundamental. No obstante, cuando es la pareja la que no es
aceptada por otros, no hay inconveniente en enfrentarse activamente al entorno
o dejar de tener contacto con él. Hay casos en que incluso permiten que sus
parejas maltraten a sus hijos sin que necesariamente dichas parejas fueran sus
padres biológicos.
Los
dependientes que necesitan agradar presentan una tendencia muy marcada a la
validación externa. Esto significa que su valor no se lo dan a sí mismos, sin o
que lo cogen prestado del que reciben de los demás.
En
los dependientes con buen autoconcepto podrían disponer de validación interna
en aspectos no relacionados con el plano afectivo en el cual, continuaría
primando la validación externa. Por ejemplo, si realiza un buen trabajo y su
jefe lo cuestiona, esto sigue considerando que realizó un buen trabajo
(validación interna) pero si un compañero no lo invita a su cumpleaños se
considerará poco querible, poco válido por sentirse rechazado (validez
externa). En cambio, una persona con tendencia a la validación interna se
mostrará dolida o disgustada, pero respetaría la decisión o la criticaría sin
por ello alterar su idea sobre sí mismo porque su valía como individuo no
depende de la valoración o del rechazo ajenos.
Bibliografía
Castelló, J. (2012). La superación de la
dependencia emocional. Como impedir que el amor se convierta en un suplicio.
Ediciones Corona Boreals.
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