DIAGNÓSTICO
DIFERENCIAL DE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL
El diagnóstico diferencial es el proceso que hay que
efectuar cuando se desea establecer con precisión qué patología o patologías
sufre el paciente. Debemos partir de una hipótesis diagnóstica. A continuación,
tenemos que proceder al descarte de otros trastornos mentales y enfermedades
médicas que puedan explicar también la sintomatología. Es necesario realizar un
buen diagnóstico diferencial con aquellos otros trastornos tipificados en las
nosologías que puedan explicar mejor la problemática del paciente.
Patologías para excluir:
Trastorno de la personalidad por dependencia
Trastorno del estado de ánimo
Trastorno límite de personalidad
Trastorno de la
personalidad por dependencia (TPD)
Se refiere a la dependencia instrumental, no a la emocional.
Se basa en un sentimiento
de incompetencia personal, de dificultad a la hora de tener iniciativas o tomar
decisiones, que se acompaña de una tremenda necesidad de otra persona que pueda realizar estas actividades por
el sujeto, para así protegerlo y
cuidarlo.
Estas personas tienen un severo problema de autonomía, es decir, no poseen los recursos suficientes como para desenvolverse
adecuadamente por sí mismos.
A la hora de realizar el diagnóstico diferencial hay que
valorar si la necesidad que el paciente presenta está mediatizada por
sentimientos de minusvalía, por una sensación extendida de desvalimiento que le
motiva a buscar simplemente protección y apoyo ante los avatares de la vida. Si,
en cambio, la necesidad de los demás no obedece a estos motivos sino a otros
puramente afectivos, en los que no hay ningún interés material o práctico
suficiente como para dar cuenta de ella, se trataría de dependencia emocional.
Además de efectuar el descarte basándonos en la motivación
de dependencia, existen datos adicionales que nos pueden ayudar. En el TPD, por
ejemplo, el sujeto del que se depende no es necesariamente la pareja, porque lo
que el sujeto busca no es el vínculo afectivo que sólo puede producirse en el
seno de una relación amorosa. Cualquier otra persona cercana como familiares o
amigos puede cumplir la función que el dependiente instrumental requiere de
ellos. Además, los dependientes emocionales suelen ser muy autosuficientes
desde muy temprano en sus vidas porque han tenido que arreglárselas por sí
mismos. En el TPD suele ocurrir lo contrario, han estado muy sobreprotegidos en
su infancia y niñez y, en cierto modo, aislados de los supuestos peligros de la
vida, o estando expuestos a ellos han contado siempre con alguien que se hacía
cargo de la situación.
Trastorno del estado
de ánimo
Principalmente ante el trastorno depresivo mayor y el
trastorno distímico no sólo hay que realizar el diagnóstico diferencial, sino
determinar su presencia porque pueden ser comórbidos a la DE, pueden coexistir
con ella.
Durante un episodio depresivo mayor o a lo largo de un
trastorno distímico se nos muestra en las entrevistas triste, desganado o
desesperado, estado de ánimo similar al que puede tener un dependiente
emocional y mucho más si está atravesando momentos especialmente difíciles en
su relación de pareja. Pero además las similitudes con la dependencia emocional
se extienden si se mantiene esta situación anómala pudiendo llegar la propia
pareja a reaccionar de manera similar al objeto con desprecios, rechazo e
incluso aprovechamiento de la situación (evidentemente, lo más usual es una
reacción de protección y apoyo, aunque con el tiempo pueda surgir agotamiento).
Ante un paciente en estas circunstancias podemos
hipotetizar que es un caso de dependencia emocional, sin darnos cuenta de que
el desequilibrio de la relación y la actuación del objeto (que no sería tal)
sería simplemente una consecuencia de la patología depresiva.
En las entrevistas habrá que precisar con exactitud si
antes de los síntomas depresivos la persona era distinta, más activa, autónoma,
comuna autoestima adecuada. También se sondeará la relación premórbida que
mantenía con su pareja para valorar la presencia o no de desequilibrio. Si la
relación era equilibrada, será también un dato en contra de la presencia en ese
paciente de DE.
Se debe realizar una breve biografía en la que se incluyan
relaciones de pareja anteriores, relaciones con las personas significativas en
la infancia y la niñez...Si las parejas anteriores fueran equilibradas, si hubo
períodos prolongados de soledad en los que el estado de ánimo era normal y si
no existieron carencias afectivas o relaciones perturbadoras, tendremos más
información relevante a la hora de descartar DE
Los trastornos del estado de ánimo no excluyen la presencia
de DE; es más lo más común es su asociación o comorbilidad en algún momento de
la vida del dependiente. Pero hay que determinar si el trastorno afectivo es
consecuencia del problema o más bien es su causa, porque de ser así no
procedería el diagnóstico de DE
Trastorno límite de
personalidad
Un paciente con TLP puede aparecer en nuestra consulta con
fuerte ánimo depresivo, sentimientos de abandono y una necesidad emocional exagerada
de otro, que puede ser la pareja. Además, es más común en mujeres.
Sin embargo, la dependencia emocional que ocurre dentro del
TLP no se da sólo con la pareja, sino con muchas relaciones interpersonales. El
dependiente emocional encuentra una cierta compensación en el seno de las
relaciones de pareja, quizás por tener una personalidad más estable y adaptada
que el sujeto con TLP. Por tanto, si el sujeto presenta dependencia con muchas
personas, hay que pensar en la posibilidad de que no padezca dependencia
emocional.
Por otra parte, en el TLP los sujetos alternan con
frecuencia y facilidad sentimientos de dependencia con reacciones de ira,
minusvaloración y desprecio hacia las personas de las que supuestamente
dependían emocionalmente. Estas actitudes son consecuencia de su valoración
personal y subjetiva de un supuesto intento de abandono por parte de las otras
personas. Estas reacciones, que en definitiva son de desvinculación, están
caracterizadas por una ira muy característica y explosiva, que puede provocar
agresiones verbales y físicas.
Al igual que los dependientes emocionales, las personas con
TLP se autodesprecian, pero en determinados momentos éstas lo hacen con mucha
más intensidad y crudeza, hasta el punto de autoinfringirse lesiones, cortes...,
o de llevar a cabo actividades temerarias y perjudiciales, como conducir a toda
velocidad, abusar de sustancias o darse atracones de comida y provocarse
después vómitos.
Los dependientes emocionales son más estables y predecibles
que las personas con TLP. Éstas se caracterizan por la inestabilidad en
diferentes áreas, como la anímica, la interpersonal y la de su esquema
personal. La autoestima de los dependientes emocionales es siempre baja, la de
los sujetos con TLP es más variable. Habitualmente es muy baja, pero alternan
rápidamente con períodos en los que su desvinculación afectiva es grande, y en
consecuencia su autoestima se independiza de su relación con los demás y
aumenta. En esta situación, el sujeto se nos muestra arrogante y soberbio, con
una gran carga de hostilidad y un sentimiento de superioridad hacia los demás,
que posiblemente remitirá en poco tiempo para volver al estado más habitual de
baja autoestima.
Estas fluctuaciones anímicas no las padece el dependiente
emocional, ni tampoco presenta el resto de síntomas propios del TLP:
autoagresiones, impulsividad, explosiones de ira, sensación de vacío crónico,
amenazas e intentos de suicidio...
Bibliografía
Castelló, J. (2005). Dependencia emocional. Características
y tratamiento. Madrid: Alianza Editorial.
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