EL TRASTORNO OBSESIVO
COMPULSIVO EN NIÑOS
Cuando tratas de progresar aparecen obstáculos. Yo los he
sufrido; todo lo
el mundo los padece. Pero los obstáculos no deben
detenerte. Si corres hacia
una pared, no la rodees ni te rindas. Imagínate cómo trepar
por ella, cómo
traspasarla o idea algo al respecto.
–Michael Jordan
Los
estudios empíricos han demostrado que entre un tercio y la mitad de los
casos de trastorno obsesivo compulsivo identificados en adultos se iniciaron
durante la infancia. La patología puede desarrollarse en la infancia, la
adolescencia o la juventud temprana (March y Mulle, 1998).
En el
trastorno obsesivo compulsivo infantil, es más frecuente la historia familiar
del padecimiento que en el trastorno iniciado en la edad adulta, lo cual nos
conduce a pensar en que los factores genéticos desempeñan más de un papel en
su génesis (Geller, 1998).
Pueden
pasar meses o años antes de que los padres lleguen a percatarse de que su hijo
padece un problema porque los niños ocultan con frecuencia sus obsesiones y sus
conductas compulsivas. Tratan de suprimir sus síntomas hasta que se encuentran
solos o, al menos, hasta que vuelven del colegio a casa. Los niños
experimentan una necesidad muy fuerte de ser aceptados por los demás, de integrarse
en su grupo de iguales. Las extrañas conductas y las absurdas compulsiones
son embarazosas para los niños, de modo que las ocultan.
Es mejor
tratar pronto el trastorno obsesivo compulsivo. Cuanto más tiempo pase sin
recibir terapia alguna, más generalizados pueden llegar a ser los síntomas.
Invaden cada vez más la vida del niño y convierten la enfermedad en algo
todavía más complejo de tratar (Yaryura-Tobias y Neziroglu, 1997b).
Con una
terapia no se asegura que el trastorno obsesivo compulsivo desaparezca al
llegar a la edad adulta. Algunos niños pueden padecer síntomas leves cuando
llegan a adultos o quizás no experimenten ninguno. Otros logran la remisión;
sus síntomas desaparecen, pero vuelven después, durante el período adulto. El
trastorno obsesivo compulsivo cambia a menudo con el tiempo. Los síntomas
experimentados en la etapa adulta pueden ser diferentes a los vividos en la infancia.
¿Por qué en ocasiones
desaparecen los síntomas con el tratamiento y reaparecen más adelante?
Nadie lo
sabe con exactitud, pero las hormonas y el estrés pueden provocar cambios en la
estructura biológica que afecten, de ese modo, a la expresión de los síntomas del
trastorno obsesivo compulsivo (Yaryura-Tobias y Neziroglu, 1997b).
NIÑOS Y RITUALES:
¿PODRÍA TRATARSE DE UN
TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO?
En algún
punto durante el curso del trastorno, los adultos con trastorno obsesivo
compulsivo reconocen que sus obsesiones y compulsiones
son excesivas o poco razonables. Esta condición diagnóstica
no se aplica a los niños. Éstos pueden adolecer de una conciencia cognitiva adecuada
para efectuar este juicio (March y Mulle, 1998). Incluso los adultos con
trastorno obsesivo compulsivo, cuando se encuentran ansiosos y obsesivos,
podrían no percatarse de que están siendo poco razonables.
La
mayoría de los niños pasan a través de una serie de etapas evolutivas caracterizadas
por las conductas y rituales compulsivos que parecen constituir una respuesta a
las necesidades del niño de controlar su ambiente, así como controlar los
temores y ansiedades infantiles.
Los
rituales y conductas compulsivas son más evidentes durante el momento de
dormirse. Las palabras y acciones del niño se vuelven más repetitivas. Pueden
vestirse y desvertirse varias veces, tocar objetos de un determinado modo,
preparar el pijama, o decir “buenas noches” reiteradamente (Pedrick, 1999). El niño puede, por ejemplo, exigir
que el padre apague la luz de una determinada manera, que le bese y que
pronuncie un “buenas noches” de un modo muy expresivo. Si se trastoca la
rutina, puede generarse una pataleta. Si se olvida un pequeño detalle o
no se efectúa adecuadamente, le puede solicitar al padre que lo vuelva a
realizar.
La Dra.
Henrietta Leonard, que estudió la relación entre los rituales y supersticiones
evolutivas infantiles y el trastorno obsesivo compulsivo, escribió que entre
los cuatro y los ocho años los rituales evolutivos son más intensos
(Leonard, 1989). Los niños expresan su creencia de que las niñas tienen
“bichitos”, una forma de contaminación imaginaria en la que los chicos
deben evitar vehemente ser tocados por las chicas. Hacia los siete
años es habitual coleccionar cosas (la “acumulación” del trastorno
obsesivo compulsivo). Cromos, cómics, muñecos y muñecas se encuentran
entre los objetos coleccionables más populares.
Entre
los siete y los once los juegos de los niños se vuelven de una naturaleza muy
ritual y vinculados a normas.
Si rompe las reglas de un juego es probable que se enfrente a las
pataletas de “¡Eso no vale!”. En la adolescencia, los rituales pueden
disminuir pero es habitual que persista una preocupación obsesiva por una
cierta actividad, música o ídolo deportivo.
Las supersticiones son
conductas semejantes a las rituales y son habituales en los niños normales. Son
formas de “pensamiento mágico” en los que los niños creen en el poder de sus
pensamientos o acciones para controlar los eventos del mundo. Los números de la
“suerte” y las rimas ayudan a generar una sensación de control y dominio.
Estos
rituales infantiles normales anticipan la evolución, fortalecen la
socialización y ayudan a los niños a enfrentarse a la ansiedad por separación.
Los rituales de los niños más pequeños les ayudan a desarrollar nuevas
habilidades y definen su ambiente. A medida que maduran y evolucionan
hacia la etapa adulta, la mayoría de estas conductas de naturaleza ritual
desaparecen por sí solas. En contraposición, los rituales de los niños
con trastorno obsesivo compulsivo persisten avanzada la etapa adulta.
Estos rituales son dolorosos, incapacitantes y generan sentimientos de
vergüenza y aislamiento. Los intentos por abandonar estos rituales
generan una ansiedad extrema.
Los
padres de un niño con trastorno obsesivo compulsivo se encuentran con
frecuencia alarmados, confundidos y frustrados por la insistencia y
preocupación de sus hijos por los rituales de limpieza, orden o comprobación.
Con frecuencia los padres reaccionan de modo extremo, mediante la intimidación
o la permisividad pasiva. Si los padres reaccionan con excesos y tratan de
interrumpir sus conductas, el niño puede volverse hostil y extremadamente
ansioso. Si los padres consintieran los rituales, el niño nunca aprendería a
confrontar sus temores. Aparte de la frustración, muchos padres le consienten
al hijo y pueden incluso ayudarle con desgana con los rituales, por ejemplo efectuando
varias coladas de su ropa ante la insistencia de que está “contaminada”.
La
historia de Wanda
El arte
es por lo general una de las materias favoritas en los alumnos de tercero. Pero
no es el caso de Wanda. El pegamento y el engrudo viscosos, la acuarela, la
tiza, la hedionda arcilla. Era una pesadilla. Su única vía de escape era el
baño. Suspiraba de alivio, se ponía en pie de un salto y salía rauda hacia la
puerta cada vez que la profesora le permitía ir. Corría hacia el baño bajo el
vestíbulo. Cincuenta escaleras. Las contaba y sabía exactamente cuántas eran;
cincuenta en cada ocasión.
Entonces
empezaba el ritual. Siempre consistía en la misma rutina. Tras abrir el grifo
del agua caliente, separaba sus dedos y los enjuagaba. Después ponía el jabón
en medio de la mano izquierda. Se sentía aliviada cuando se lavaba cada dedo
una y otra vez. Veinte veces cada dedo. Tras el lavado, tomaba el papel de
manos y secaba el agua cuidadosamente, asegurándose de no tocar el grifo con
las manos. Si lo hacia, se lavaba de nuevo. Debía lavarse varias veces y cada
vez con más frecuencia.
Las
salidas al baño llegaron a ser más asiduas, no sólo durante la clase de arte
sino a lo largo de todo el día. Sin aviso alguno, parecían presentarse en su
cabeza pensamientos intrusos. En un inicio, lavarse las manos le ayudaba
durante unas horas, quizás para todo el día. Pero
los
pensamientos se volvieron cada vez más continuos. Y el lavado de
manos
aliviaba su ansiedad durante sólo unos minutos.
La Sra.
Chester, profesora de Wanda, llegó a preocuparse por las
constantes
salidas al baño de la niña y por sus manos enrojecidas y con
la piel
agrietada. También constituía un problema que parecía soñar
despierta.
El resto de los niños empezaba a reírse a sus espaldas cuando
Wanda no
parecía escuchar las instrucciones o no lograba contestar
a una
pregunta cuando se le cuestionaba. La madre de Wanda estaba
preocupada
por su conducta. Había tratado, con varias lociones, las
manos
enrojecidas y agrietadas de Wanda pero sin resultado alguno.
La madre
de Wanda le dijo: “¡Las manos sanarían si simplemente
dejaras
de lavártelas tanto!”. Pero no se percataba de que ella no
podía
“parar”. Nunca había escuchado nada sobre el trastorno obsesivo
compulsivo
y asumía que su constante lavado de manos era un
hábito
que podría abandonar con determinación y fuerza de voluntad.
O que
quizás perdería esa costumbre con el tiempo. Los niños
pasan
por etapas. Cuando la Sra. Chester recomendó una evaluación
psiquiátrica,
la madre llevó de inmediato a Wanda al pediatra. Éste
le
remitió a un psiquiatra que le diagnosticó un trastorno obsesivo
compulsivo.
La
historia de Tom
Tom fue
en cierta ocasión un estudiante con calificaciones de sobresaliente, ahora
sacaba aprobados, suspensos y algún muy deficiente ocasional. Sabía cuáles eran
los apuntes, pero rara vez los utilizaba para sus deberes. Cuando lo hacía ya
era tarde. Suspendía los exámenes porque no podía terminarlos. No tenía el
tiempo suficiente. ¿Era vago? ¿Rebelde? No: padecía un trastorno obsesivo
compulsivo.
Tom temía
cometer errores. Comprobaba sus deberes repetidamente hasta que pasaba el
plazo de entrega. Entonces se percataba de que no tenía sentido dárselos al
maestro. Los exámenes constituían auténticas pesadillas. Respondía a dos
preguntas, después verificaba su trabajo, dos preguntas más y una nueva
comprobación. Y sus redacciones debían ser perfectas: pulcras, escritas de un
modo ordenado sin que ninguna de sus letras o números se tocaran entre sí. Sus
textos estaban repletos de borrones, a veces hasta el punto de agujerear el
papel. Tom no comprobaba sólo los papeles. Su preparación para dormirse le
exigía, con frecuencia, una hora entera. Primero debía verificar la puerta,
después la cocina, los aparatos eléctricos, ventanas, armarios y los bajos de
la cama. Sus padres le decían que no debía comprobar esas cosas, pero él
persistía. Cuando discutía con ellos al respecto empezaba de nuevo. Así que
aprendieron a dejarle solo mientras hacía las verificaciones. Al igual que los
padres de Wanda, pensaban que con el tiempo abandonaría este hábito.
Los
padres de Tom trataron de hablar con él sobre sus rituales de comprobación.
¿Qué podría pasar si no verificaba las cosas? Sus respuestas eran vagas.
Alguien podría resultar herido. No sería capaz de dormirse. La más habitual de
las respuestas era: “No sé, tengo que comprobarlo”.
Su madre
llevó a Tom al médico, quien lo refirió a un psiquiatra.
Tras un
examen completo, éste explicó que Tom padecía un desorden neurobiológico
denominado trastorno obsesivo compulsivo. Cuando el psiquiatra explicó en qué
consistía, la madre de Tom empezó a llorar.
“¡Doctor,
le he contagiado a Tom el trastorno obsesivo compulsivo! Lo ha aprendido de mí.
Yo no compruebo, pero me preocupo por las cosas y dispongo todo con un cierto
orden. Todo lo que hay en los cajones y los armarios tiene un lugar específico
para ser colocado”.
El
psiquiatra explicó que no le había contagiado la enfermedad. Ésta no se aprende.
Se trata de una disfunción neurobiológica. A veces varias personas de la familia lo padecen porque
el trastorno obsesivo compulsivo parece tener una base genética. Una vez que se
completó el diagnóstico, Tom y su madre empezaron a trabajar juntos en una terapia
cognitivo-conductual.
LA LIMPIEZA, LA
COMPROBACIÓN, LA ENUMERACIÓN Y LOS NIÑOS
Las obsesiones que se
centran en la contaminación son las que se registran con más
frecuencia en los niños (Piacentini y Grave, 1997). Los temores de contaminación,
por medio de la suciedad y los gérmenes, conducen a la evitación de los
supuestos contaminantes y a un lavado excesivo. Los niños pueden lavarse más
frecuentemente, de un modo auto-prescrito o durante períodos de tiempo
inusualmente largos.
Una
obsesión relacionada con la contaminación produce en ocasiones el efecto
contrario. En estos
casos, el temor a contaminarse áreas del cuerpo, objetos personales o ambos,
lleva a la renuencia o a rehusar por completo a tocar esas partes corporales u
objetos. Mire si el calzado está desatado, los dientes sin lavarse, la ropa
está sucia y si se encuentra despeinado, especialmente en niños conocidos
previamente por ser pulcros y acicalados.
Las compulsiones de
comprobación son
también habituales en los niños y adolescentes con trastorno obsesivo
compulsivo. Estas compulsiones son precipitadas con frecuencia por el temor
al dañarse uno mismo o a los demás, o el niño puede encontrase preocupado por
una duda extrema. Comprobar elementos tales como las puertas, los
interruptores de la luz, las ventanas, los enchufes y los electrodomésticos puede
llevarle varias horas a diario. El niño también dedica varias horas a tareas
escolares que pueden realizarse en una sola hora o sentirse impelidos a
comprobar reiteradamente las respuestas de las tareas, hasta el punto de que la
comprobación interfiere con la finalización de los deberes.
Algunos
niños con trastorno obsesivo compulsivo sufren obsesiones con los números.
Pueden tener números “seguros” e “inseguros”, repetir acciones una cierta
cantidad de veces o contar, repetitivamente, hasta un cierto número. Los niños
también pueden repetir acciones, tal como atravesar una entrada hasta
conseguir “sentirse bien” o cruzar de un modo auto-prescrito. Busque preguntas repetitivas,
la lectura reiterada de frases y abundantes marcas de borrado en los papeles, derivadas
de borrar y escribir palabras o números.
Los rituales de
simetría pueden manifestarse por un atado y re-atado de los cordones
del calzado o por colocar, de modo constante y reiterado, los objetos hasta que
se distribuyan equitativamente. Los objetos deben disponerse de una manera tal
que al niño le parezcan simétricos (Pedrick, 1997). Muchos niños con trastorno
obsesivo compulsivo sufren dificultades para llevar ciertas prendas de vestir.
También es frecuente la hipersensibilidad al tacto, el sabor, el olor y el sonido.
Con
frecuencia se percibe en los niños con trastorno obsesivo compulsivo el temor a
dañar a los demás, o a herirse personalmente, así como una
moralización y religiosidad excesivas. Los niños y adolescentes con
trastorno obsesivo compulsivo presentan a menudo una tendencia hacia el perfeccionismo
y la rigidez o terquedad. Es probable que presenten una inteligencia
por encima de lo normal, un código moral semejante al de un adulto, más ira y
culpa, unas fantasías más activas y que sean más subversivos.
Señales de trastorno
obsesivo compulsivo en los niños. Estos síntomas deben consumir mucho tiempo,
causar un estrés acusado o interferir significativamente con la vida personal
•
Preocuparse patentemente por la suciedad y los gérmenes.
•
Acicalado o lavado de manos frecuentes, a menudo siguiendo un ritual; manos
enrojecidas y con la piel agrietada debido al excesivo lavado.
• Idas
largas y reiteradas al baño.
•
Evitación del patio del recreo y de proyectos artísticos “sucios”, especialmente
de todo lo pegajoso.
•
Cordones sueltos porque pueden encontrarse “contaminados”.
• Evitar
tocar ciertos objetos “sucios”.
•
Preocupación excesiva por las secreciones y desechos corporales.
•
Insistencia por tener la cosas con un cierto orden.
• Tener
que contar o repetir las cosas un cierto número de veces; disponer de números
“seguros” y “malos”.
•
Repetir rituales, tal como pasar una y otra vez por las puertas de un
determinado modo, sentarse o levantarse de las sillas de una cierta manera o
tocar objetos una cantidad fija de veces. Esta conducta puede confundirse con
el despiste o el aburrimiento.
•
Comprobación excesiva de elementos tales como puertas, luces, cerraduras,
ventanas y deberes.
•
Tomarse un tiempo excesivo para llevar a cabo las tareas. Pueden encontrarse
numerosas marcas de borrado en el trabajo escolar.
•
Repasar una y otra vez las letras o los números con el bolígrafo o el lapicero.
• Temor
excesivo a dañarse uno mismo o a los demás, especialmente a los padres.
• Temor
a errar o a haberse equivocado ya.
•
Acumulación o coleccionismo excesivos.
• Irse a
casa tras la escuela para realizar las tareas, comprobando incansablemente el
trabajo realizado.
•
Abandonar las actividades y amigos habituales.
•
Ansiedad e irritabilidad excesivas si se interrumpen las rutinas habituales.
• Soñar
despierto (el niño puede estar dedicado a las obsesiones).
• Falta
de atención, incapacidad para concentrarse o enfocarse en algo (confundido a
veces con el déficit de atención).
•
Alterarse fácilmente, incluso de un modo violento, por detalles nimios y
triviales.
• Conductas
repetitivas que incluyen retroceder caminando sin rumbo por el vestíbulo, etc.
•
Ausencias injustificadas a la escuela.
•
Tardanza persistente para llegar a la escuela y las citas.
•
Necesidad excesiva y repetitiva de ser tranquilizado con que no ha hecho,
pensado o dicho algo reprensible.
•
Efectuar frecuentes preguntas cuando ya se le ha dado la respuesta.
• Volver
a leer y escribir, borrando repetidamente.
AYUDA PARA NIÑOS CON
TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO
Los
adultos por lo general buscan tratamiento porque el trastorno obsesivo
compulsivo está interfiriendo con sus vidas. Los niños no siempre reconocen
que padecen un problema. A menudo son llevados al médico cuando
exhiben una conducta inaceptable y problemas escolares.
Los
jóvenes y sus padres necesitan saber que existe esperanza y ayuda para los
niños con trastorno obsesivo compulsivo.
Al igual
que en el caso de los adultos, el uso combinado de medicación y terapia
cognitivo-conductual es considerado, con un gran consenso, como el mejor tratamiento
para el trastorno obsesivo compulsivo infantil (March y Mulle, 1998).
Discuta sus opciones con el equipo médico de su hijo. Usted podría
querer intentar en un primer momento solo la terapia
cognitivo-conductual o combinar ésta con la medicación.
En los
casos graves, probablemente querrá empezar con los fármacos antes de que se
inicie la terapia cognitivo-conductual. Ambos elementos combinados constituyen
una poderosa herramienta para luchar contra el trastorno obsesivo compulsivo.
Medicación
Al igual
que en el caso de los adultos, cinco medicamentos componen la primera línea de
defensa en la terapia con medicamentos para los niños con trastorno obsesivo
compulsivo: Anafranil, Prozac, Zoloft, Paxil y Luvox.
Se
necesitan más de 12 semanas de la dosis adecuada para determinar si una
medicación en concreto será efectiva.
Si no fuera el caso, hay una gran posibilidad de que otra sí lo sea. Es
necesario que el niño realice un intento de resistir los síntomas del
trastorno obsesivo compulsivo mientras se prueba la medicación. En este
punto es donde la terapia cognitivo-conductual puede
resultar útil:
entrenando
al niño en técnicas de confrontación para las preocupaciones obsesivas y para
resistir las compulsiones.
Si no se
logra un alivio adecuado del síntoma, pueden sumarse otras medicaciones a uno
de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) de la
lista anterior. En ocasiones la medicación añadida a los ISRS son la
buspirona, clonazepam y neurolépticos. El Anafranil también puede combinarse con
uno de los ISRS.
Los efectos
conductuales colaterales,
incluyendo la irritabilidad, la impulsividad y la hipomanía, son a veces
un problema a la hora de consumir la medicación para el tratamiento del
trastorno obsesivo compulsivo. Si aconteciesen tales efectos
secundarios, puede ajustarse la dosis del medicamento o probarse otra
diferente. Regular la dosis en los niños es muy delicado porque cuando
se retira una medicación se introduce otra. Un período de ajuste, si se
requiere, da lugar en ocasiones a cambios erráticos en la conducta del
niño.
Muchos
niños tratados con medicación contra el trastorno obsesivo compulsivo padecen alteraciones
del sueño. Es importante determinar si se debe a los fármacos o si se
vincula con síntomas del trastorno obsesivo compulsivo. Las obsesiones y
compulsiones empeoran a menudo durante el momento de acostarse. Los
pensamientos intrusos pueden dificultar que el niño se duerma. Puede
servir incrementar la medicación y centrar la terapia cognitivo-conductual en
estas cuestiones.
Por otro
lado, la medicación contra el trastorno obsesivo compulsivo puede interferir
con el sueño. Puede ser de ayuda el hecho de tomar la dosis más temprano o
reducir la dosis de ésta. Ocasionalmente el médico añadirá, de modo transitorio,
otra medicación para ayudar al niño a dormirse.
Los
niños metabolizan rápidamente los medicamentos, por lo que es especialmente
importante darle los fármacos prescritos a intervalos regulares. Esto ayuda a
mantener incluso sus niveles en sangre y reduce la posibilidad de una
abstinencia.
La
adolescencia constituye un período turbulento para cualquiera y los
adolescentes con trastorno obsesivo compulsivo no conforman la excepción. La rebeldía, la
conducta histriónica y el inconformismo pueden interferir con el
tratamiento de dicha disfunción. La conducta histriónica, la agitación y
la hiperactividad pueden ser potenciadas por los medicamentos empleados
en el tratamiento del trastorno obsesivo compulsivo. La terapia cognitivo-conductual
puede posibilitar que se reduzcan los efectos secundarios al reducirse
las dosis del fármaco.
Terapia cognitivo-conductual
Los
niños pueden beneficiarse del programa autodirigido con algunas modificaciones
y añadidos. El primer paso hacia la recuperación es reconocer que la lucha
contra el trastorno obsesivo compulsivo implica un esfuerzo colectivo. Todos juegan
un papel importante: padres, hermanos, otros familiares, terapeutas, médicos y
personal escolar. La utilización del programa autodirigido debería constituir
un trabajo de equipo.
Hay que educar
al niño y a los padres sobre el trastorno obsesivo compulsivo. Esto estimula la
cooperación con la evaluación y el tratamiento. Ir al médico le da miedo al
niño, especialmente si sospechara que está loco o que padece una grave
enfermedad que carece de remedio. Saber la verdad, que existe esperanza y
tratamiento, reduce en gran medida su ansiedad.
Es
importante desde un inicio, y de un modo claro y llano, considerar al trastorno
obsesivo compulsivo como el problema y no al niño.
Definir
el trastorno obsesivo compulsivo como un problema médico que implica
verdaderamente al funcionamiento del cerebro libra al niño y a la familia de
toda culpa. Esto
posibilita que los padres dirijan su energía hacia donde es pertinente:
al tratamiento de la patología.
Explique
al niño, en un lenguaje que pueda entender, qué es el trastorno obsesivo
compulsivo y la terapia cognitivo-conductual. Represente a la enfermedad
como un problema de química cerebral en términos tales como: “fallo del
ordenador”, un “circuito cerebral que chirría” o un “hipo cerebral”. Compare,
por ejemplo, la terapia de conductacon la alarma de un coche. ¿Recuerdas la
primera vez que escuchaste la alarma? Probablemente te preocupaste porque a
alguien le estaban robando el coche. Tras comprobar algunos de los coches
cuando se apagaron sus alarmas, te percataste, sin duda alguna, de que por lo
general se trataban de falsas alarmas. Empezaste a ignorarlas. Ahora cuando
escuchas la alarma de un coche, date cuenta de ello, sigues con lo que estabas
haciendo. Con la exposición y la prevención del ritual, observamos las
obsesiones y tratamos de ignorar la ansiedad. Con la práctica, nos damos cuenta
de que son alarmas falsas. Cuando ignoramos la ansiedad y evitamos las
compulsiones, la ansiedad desaparece gradualmente.
Claves para ayudar a
los niños a liberarse del trastorno obsesivo compulsivo
• Subraye
que su hijo no es el trastorno obsesivo compulsivo. Los horribles pensamientos
y las persistentes preocupaciones no son
realmente
el niño. Es sólo el trastorno obsesivo compulsivo.
• Explique
el trastorno obsesivo compulsivo de un modo comprensible. Compare, por
ejemplo, las obsesiones con los hipos. Atacan
sin
previo aviso y no son fácilmente controlables.
• Trate
de entender qué obsesiones y compulsiones son las que está experimentando
exactamente su hijo. Con frecuencia los niños y
los
adolescentes se encuentran horrorizados por sus pensamientos obsesivos y sus
conductas compulsivas, pensando que son demonios. Tratan de mantener todo ello
en secreto, incluso lo ocultan a sus padres y terapeutas.
• Ayude
a su hijo a distinguir entre las obsesiones y las compulsiones porque cada
una de ellas de trata de un modo diferente: la exposición se emplea en el caso
de las obsesiones y la prevención del ritual para las compulsiones. Tratar de
evitar las obsesiones es contraproducente.
• Otorgue
un nombre al trastorno obsesivo compulsivo: el Sr. Preocupación, la Sra.
limpiadora, el aguado, el pegajoso, los comprobadores y el recuento, son sólo
algunas de las sugerencias. O Fred, Sam, Pete, Molly o Jane. Esto ayuda a
“externalizar” el trastorno obsesivo compulsivo. Diviértase con su hijo
mientras proponen juntos un nombre para el trastorno. Al emplear el nombre
cuando se hable de éste se refuerza la idea de que el problema es la enfermedad
y no el niño. Se convierte en un enemigo en vez de en un mal hábito. Los
adolescentes pueden considerar esto demasiado infantil y podrían preferir
llamar al trastorno obsesivo compulsivo por su término médico. Eso está bien
porque también sirve para externalizar la patología.
• Convierta
el trabajo de la exposición en algo divertido y desafiante. La madre, el
padre y el niño deberían encontrarse en el mismo equipo, trabajando
juntos para luchar contra el oponente: el trastorno obsesivo compulsivo.
Profesores, consejeros, médicos y terapeutas también son miembros
importantes del equipo.
• Emplee
un sistema de refuerzo para animar a su hijo a persistir en el duro trabajo
de enfrentarse al trastorno obsesivo compulsivo. Un sistema de vales funciona
bien. Al final de cada semana, otorgue premios de acuerdo al número de vales
conseguidos. Los premios también pueden ser tiempo para dedicarlo al ordenador,
la televisión y hablar por teléfono, así como excursiones con la familia o los
amigos. También pueden emplearse certificados impresos por ordenador para
reforzar el logro de ciertos hitos del programa autodirigido. Los refuerzos
ayudan al niño a recordarle que el trastorno obsesivo compulsivo es el enemigo
y a alentar su orgullo por vencer la enfermedad.
• Los
niños manejan mucho mejor la patología cuando comprenden que no es su culpa y
que no están solos. Aquí es donde puede ser extremadamente
beneficioso un grupo de apoyo para niños que padecen esta enfermedad.
Contacte con la Fundación para el Trastorno Obsesivo Compulsivo para
obtener información sobre los grupos de apoyo padres/hijo existentes en
su zona.
•
Observe que seguir el programa autodirigido puede simplemente ser demasiado
abrumador para muchos hijos y sus padres. En este caso, el tratamiento
profesional es lo indicado.
TRASTORNO
NEUROPSIQUIÁTRICO AUTOINMUNE PEDIÁTRICO
ASOCIADO CON LOS
ESTREPTOCOCOS
El
inicio del trastorno obsesivo compulsivo en la infancia ha sido vinculado con
los estreptococos grupo A beta hemolíticos, la bacteria que provoca la
“garganta de estreptococos”. Se piensa que el cuerpo genera formas de
anticuerpos anti-neuronales contra la bacteria. Estos anticuerpos interactúan
entonces con el tejido neuronal del ganglio basal en el cerebro. Se cree que
esto conduce a los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo o que intensifica
los ya existentes. En otras palabras, el cuerpo genera anticuerpos que no sólo
combaten los estreptococos sino que también atacan el tejido cerebral.
Los
niños cuyo trastorno obsesivo compulsivo es el resultado de esta relativamente
inusual reacción auto-inmune del cuerpo muestran una mejora significativa o
incluso la desaparición de los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo
cuando la infección con estreptococos es tratada con antibióticos (March y
Mulle, 1998).
Es
importante obtener un tratamiento inmediato para las infecciones de
estreptococos. Un inicio o empeoramiento súbitos de los síntomas del trastorno
obsesivo compulsivo acompañados por un malestar en las vías respiratoria
superiores justifica una visita al médico para buscar signos de una infección
por estreptococos.
EL TRASTORNO OBSESIVO
COMPULSIVO Y DISFUNCIONES RELACIONADAS
Los
niños y adolescentes con trastorno obsesivo compulsivo padecen a menudo uno o
varias alteraciones más. El síndrome de la Tourette, tics, trastorno por
déficit de atención con hiperactividad, problemas de aprendizaje, depresión y
otros trastornos de ansiedad son percibidos con frecuencia en los
niños y adolescentes con trastorno obsesivo compulsivo. La depresión
tiende a empezar una vez establecido el trastorno obsesivo compulsivo.
Es posible que aquella se genere como respuesta al trastorno obsesivo
compulsivo (Piacentini y Grame, 1997; March y Mulle, 1998).
Cuando
los niños padecen una o más patologías, es importante coordinar la terapia
cognitivo-conductual para el trastorno obsesivo compulsivo con los tratamientos
de las demás alteraciones. Médicos, terapeutas, profesores, consejeros y padres
necesitan trabajar con el niño como un equipo para empezar a dominar al
trastorno obsesivo compulsivo y sus trastornos relacionados.
Síndrome de la Tourette
El síndrome
de la Tourette es un trastorno neurológico, heredado genéticamente, que afecta
a unas 200.000 personas en los EEUU (Koplewicz, 1996). Se caracteriza por movimientos
corporales y vocalizaciones reiterados e involuntarios. A éstos se les
denominan tics. Los síntomas empiezan antes de los 21 años y duran,
al menos, un año. Los hombres padecen el síndrome de la Tourette
entre 3 y 5 veces más que las mujeres. Lo sufre sólo uno de cada 2.000
niños, pero al menos un 15% de los infantes padecen tics transitorios
(Koplewicz, 1996). Se trata de tics que aparecen y desaparecen. En una
minoría de los casos, la vocalización puede incluir frases y palabras
socialmente inapropiadas. A este fenómeno se le denomina coprolalia.
Estos exabruptos vocales no son ni intencionales ni voluntarios.
Los
movimientos involuntarios pueden incluir el parpadeo, aclararse la garganta o
sorber por la nariz repetidamente, empujar con los brazos,
dar patadas, encogerse de hombros y saltar. Es habitual que los niños y adultos que
padecen el síndrome de la Tourette sufran también síntomas del trastorno
obsesivo compulsivo (McDougle y Goodman, 1997).
Lista de chequeo del síndrome de la Tourette
Los tics
pueden describirse como impulsos súbitos de efectuar virtualmente algún
movimiento o sonido. Éstos pueden incluir:
•
Parpadeo.
•
Bizquear.
•
Chuparse los labios.
• Torcer
el cuello.
•
Encogerse de hombros.
•
Golpear con los brazos.
•
Morderse las uñas.
•
Pisotones.
•
Escupir.
• Toser.
•
Silbar.
•
Tararear.
•
Tartamudear.
• Cambios
súbitos en el tono, ritmo o volumen del discurso.
• Frases
cortas y con frecuencia carentes de sentido.
•
Blasfemar.
Muchos
niños con síndrome de la Tourette también padecen algún otro trastorno
neuropsiquiátrico, tal como el trastorno por déficit de atención con
hiperactividad o el trastorno obsesivo compulsivo. Cuando un niño padece tanto
el síndrome de la Tourette como el trastorno obsesivo compulsivo, es importante
distinguir entre los tics y los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo
porque los tratamientos difieren.
Con
frecuencia es difícil afirmar si un síntoma es un tic o un ritual del trastorno
obsesivo compulsivo. La principal diferencia es que el tic es precedido por
una sensación física, mientras que en un trastorno obsesivo compulsivo la
compulsión es precedida por un pensamiento.
Déficit de atención/Déficit de atención con hiperactividad (DA y DAH)
El
déficit de atención con hiperactividad es el trastorno neuropsiquiátrico más
frecuente en los niños. Afecta a entre un 3% y un 5% de los niños, Su
frecuencia es entre 4 y 9 veces mayor en niños que en niñas (Koplewicz, 1996).
El déficit de atención y el déficit de atención con hiperactividad se
caracterizan por la falta de atención y la impulsividad: es
decir, por la dificultad para mantener la atención centrada en algo y por
ser susceptible a un amplio abanico de distracciones.
Cuando
el déficit de atención va acompañado por la hiperactividad (una inquietud
excesiva e incontrolable e incapacidad para sentarse hasta el punto de que ello
interfiere en la escuela y el colegio), se emplea el término de “déficit de
atención con hiperactividad”.
Para diagnosticarse un déficit de atención y el déficit de atención con
hiperactividad, los síntomas deben:
•
Encontrarse presentes antes de los siete años.
• Ser
crónicos (más de 6 meses de duración).
•
Hallarse presente en casa y en el colegio.
• Causar
problemas importantes en el niño.
• Estar
casi siempre presentes.
Otros
trastornos pueden generar la falta de atención, impulsividad e hiperactividad.
Entre éstos se encuentran los trastornos de ansiedad, la depresión y
trastorno neuropsiquiátrico autoinmune pediátrico.
Estos
deberían tenerse en cuenta cuando los síntomas empiezan después de los siete
años (Swedo y Leonard, 1998). La mayoría de los trastornos
neuropsiquiátricos pueden provocar problemas en la atención y la concentración
similares a los síntomas del déficit de atención.
Los
niños que padecen un trastorno obsesivo compulsivo parecen, con frecuencia,
desatentos y distraídos cuando en realidad se centran en sus
pensamientos obsesivos. Aunque algunos niños con trastorno obsesivo
compulsivo también experimentan un déficit de atención con o sin
hiperactividad, los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo se confunden
con frecuencia con los del déficit de atención con o sin hiperactividad.
Los niños con trastorno obsesivo compulsivo que parezcan preocupados por
los pensamientos obsesivos y lleven a cabo rituales compulsivos con
frecuencia son diagnosticados por error con un déficit de atención con o
sin hiperactividad.
La
historia de Stevie
Hasta el
cuarto año de escuela, Stevie fue un buen estudiante. Pero ese año se volvió
cada vez más distraído y parecía soñar despierto la mayor parte del tiempo.
Cuando éste no era el caso, se encontraba fuera de su asiento. Su profesor
siempre estaba con la misma canción de “¡Siéntate Stevie!”. Rara vez entregaba
los deberes porque normalmente los perdía o los olvidaba. Suspendía los
exámenes porque nunca los terminaba.
A primera
vista, parecía obvio que Stevie padecía un déficit de atención con
hiperactividad. Pero una cuidadosa evaluación mostró que padecía un trastorno
obsesivo compulsivo.
¿Cuáles
son las claves de este diagnóstico?
• Los
síntomas de Stevie no empezaron hasta que tuvo 9 años.
• Una
evaluación más completa revelaba que cuando Stevie se encontraba “soñando
despierto”, en realidad se enfocaba en sus
pensamientos
obsesivos.
• Stevie
dejaba su sitio en clase con frecuencia, pero sus movimientos tenían un fin.
Sus pensamientos obsesivos implicaban el temor de que a su madre le iba a pasar
algo malo. Se sentía temporalmente aliviado cuando tocaba una puerta, pared o
ventana. Lo que parecía un modo de vagar alocadamente era una táctica para
ocultar los rituales de toque.
• Los
exámenes no se terminaban y las tareas se perdían debido al constante chequeo.
Por la noche dedicaba horas a hacer los deberes, comprobando una y otra vez las
respuestas. Frustrado, tiraba por lo general sus deberes antes que entregarlos
de un modo imperfecto.
En estos
momentos, se percatará indudablemente de la importancia de efectuar un
diagnóstico adecuado en los niños con trastornos neuropsiquiátricos.
La
investigación ha revelado qué medicamentos y terapias funcionan mejor en cada
uno de los casos. El primer paso es lograr un diagnóstico adecuado. Después es
importante el apoyo familiar para todo aquél que se enfrente a un trastorno
obsesivo compulsivo, pero especialmente en el caso de los niños.
AYUDA FAMILIAR PARA
LOS NIÑOS CON TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO
La
implicación de la familia es importante para cualquier persona que esté
luchando por liberarse del trastorno obsesivo compulsivo. En los niños, dicha
implicación es crucial. La familia necesita trabajar colectivamente en su lucha
contra el trastorno obsesivo compulsivo.
Áreas específicas en la que los padres pueden ayudar a sus hijos cuando se
enfrentan a la enfermedad:
Aceptación
y justicia
¡El
trastorno obsesivo compulsivo es injusto! No es justo para el niño que lo
padece ni para sus hermanos. Éstos últimos pueden sentir que él o ella “sale
impune” de sus malas conductas debido a su disfunción. Probablemente estén en
lo cierto. De nuevo, la educación le ayudará a toda la familia a entender la
conducta del trastorno obsesivo compulsivo. Ayuda mucho dar un nombre a la
enfermedad. En vez de culpar al niño, los hermanos pueden culpar a su
patología.
Ayude
a la familia a diferenciar entre justicia e igualdad. Todos somos diferentes. Todos tenemos
habilidades, necesidades y problemas distintos. El niño que padece un trastorno
obsesivo compulsivo simplemente se encuentra con que tiene dicha disfunción por
problema. Todos los niños necesitan ser tratados de acuerdo a sus necesidades individuales.
Esto puede que no sea equitativo, pero es justo.
Emplee
ejemplos de la vida diaria para ilustrar esta diferencia entre igualitario y
justo. Tommy puede estar en los Boy Scouts. ¿Le compraría también a Sally un
uniforme de los Boys Scouts? Naturalmente que no, pero si ella se interesara
por el fútbol, le compraría un equipo. Si Sally llevara gafas, ¿haría que Tommy
llevase gafas para que Sally se sintiera mejor? ¿Le diría a Sally que no
llevara gafas porque Tommy no las tiene? Por supuesto que no, eso no sería
justo. Señale que cada uno de nosotros es diferente. No tratamos a nadie por
igual. En vez de ello, tenemos en cuenta las necesidades de cada uno.
Ahora
redacte una lista de los diferentes intereses y necesidades de cada uno de sus
hijos:
______________________________________________________________
______________________________________________________________
______________________________________________________________
¿Les
trata de un modo diferente a cada uno? ¿Eso es justo?
______________________________________________________________
______________________________________________________________
Redacte
un listado de los diferentes intereses y necesidades de los amigos de sus
hijos:
______________________________________________________________
______________________________________________________________
¿Sus
hijos participan en juegos distintos con los diferentes amigos? ¿Eso es justo?
______________________________________________________________
______________________________________________________________
Estructura
y disciplina
La
estructura es muy importante en cualquier familia. Los niños se sienten más
seguros cuando saben que pueden depender de una rutina diaria. Los síntomas
obsesivos-compulsivos tienden a ser más severos cuando las rutinas se trastocan
debido a cambios vitales. Las vacaciones son divertidas, pero pueden traer
consigo todo un conjunto nuevo de pensamientos obsesivos y de conductas
compulsivas. Un niño con trastorno obsesivo compulsivo se desempeña mejor en un
ambiente estructurado y dicho entorno beneficiará también al resto de la
familia.
Establezca
reglas y expectativas claras. Péguelas en la nevera.
Exponga
las reglas de un modo positivo. “Harás los deberes antes de ver la televisión”,
en vez de “NO habrá televisión hasta que estén hechos los deberes”. “Puedes ver
la televisión dos horas al día” en vez de “No habrá televisión más de dos horas
al día”.
Realice
un listado de sus principales reglas familiares:
______________________________________________________________
______________________________________________________________
Redacte
un programa de actividades. No tienen por qué tratarse de las mismas a diario,
pero permita que su hijo sepa cuál será el programa de cada día. Trate de que
la cena, los deberes y el momento de acostarse sean a la misma hora la mayoría
de los días. ¿Qué sucede si las cosas no se someten al programa previsto? Ayude
a su hijo a aceptar los cambios. A las personas que padecen un trastorno
obsesivo compulsivo les disgustan las modificaciones, pero forman parte de la
vida. Necesitamos aceptarlo.
¿Cuál
es el programa de actividades de su familia?
Desayuno:____________
Comida:
____________
Cena:
____________
Deberes:
____________
Hora de
acostarse: ________
Otras
actividades:___________________________________________
El
estrés exacerba el trastorno obsesivo compulsivo, especialmente al inicio del
tratamiento. Trate de mantener un ambiente carente de tensión. Un entorno
estructurado, una actitud positiva y una aceptación incondicional reducirán en
gran medida el estrés en casa.
A veces
los niños encontrarán menos amenazador ser castigados que enfrentarse al
trastorno obsesivo compulsivo. Una mala conducta podría formar parte de una
compulsión o podría constituir una conducta de evitación. Naturalmente, un mal
comportamiento no tiene por qué relacionarse obligatoriamente con la
compulsión.
¿Qué
ocurre con la disciplina para la desobediencia que no guarda relación con el trastorno
obsesivo compulsivo?
¡Emplee
sus vales! Establezca un registro de los vales para todos los niños. Recompense
la conducta positiva con un vale. Estas conductas pueden ser diferentes para
cada uno de los niños, dependiendo de la edad, el temperamento y la
personalidad.
Consiga
que los niños se impliquen en pequeñas metas y elijan las conductas a
reforzarse. Al final de cada semana, canjee los vales por pequeños premios.
Acompañe los vales y los premios con alabanzas.
Incluso
cuando el niño no gane premio alguno, alábele por intentarlo.
Reúna a
la familia. ¿Qué conductas desea reforzar?
______________________________________________________________
______________________________________________________________
Efectúe
un listado de las cosas que podrían emplearse como premios:
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______________________________________________________________
Los
niños con trastorno obsesivo compulsivo podrían necesitar elementos que le
recuerden que su conducta se halla fuera de control.
Decida
con antelación qué señal va a utilizarse cuando la conducta sea inapropiada. El
marido de Cherry hace lo siguiente: cuando se encuentran con otras personas y
sabe que ella se está implicando en una conducta compulsiva, él le propina un
pequeño codazo. No espere la perfección.
Las
personas con trastorno obsesivo compulsivo que se plantean un objetivo quieren
lograr éste justamente ahora y de un modo perfecto. Ayude a sus hijos a
entender que la perfección no es necesaria.
Los
niños con trastorno obsesivo compulsivo se comportan igual de bien que lo
harían los niños que no padecen esa disfunción. Necesitan disciplina para las
conductas negativas que no puedan controlar. Cuando la medicación y la terapia
cognitivo-conductual empiecen a aliviar el problema, las expectativas de los
padres podrían incrementarse.
Cherry
admite que, durante un tiempo, utilizaba el trastorno obsesivo compulsivo para
justificar sus conductas inapropiadas. “La gente simplemente debe entender que
padezco un trastorno obsesivo compulsivo”. Ésta era su excusa. El terapeuta de
su hijo puede ayudarle a decidir qué conductas negativas deben someterse a una
disciplina y cuáles no.
El “tiempo fuera” constituye
una gran técnica disciplinaria. Elija un lugar para el “tiempo fuera”. El dormitorio
no es el mejor de los lugares.
Un
minuto de “tiempo fuera” por cada año de edad es una buena regla empírica. Por
ejemplo, el “tiempo fuera” para un niño de cuatro años es de cuatro minutos.
Sea claro sobre qué conductas conducen al “tiempo fuera”. Pero usted podría
afirmar que “cuando le doy un ‘tiempo fuera’ a mi hijo, yo también estoy en
‘tiempo fuera’” ¡Es cierto! Planifique actividades que pueda realizar durante
su “tiempo fuera”. Por ejemplo, sería un buen momento para ponerse a leer una revista.
Los deberes
Incluso
con aquellos niños que no padezcan un trastorno obsesivo compulsivo, la casa
puede convertirse en un campo de batalla en el momento de tener que hacer los
deberes. Puede ser extremadamente frustrante para muchos de los niños con trastorno
obsesivo compulsivo. Sin embargo, hay ciertas cosas que puede hacer para ayudar
a su hijo a efectuar los deberes.
Para
hacerse una idea de a lo que se enfrenta su hijo, trate de completar una página
de sus deberes con las obsesiones y compulsiones que éste experimenta. Por
ejemplo, escriba de un modo muy pulcro, borrando cuando se cometa un “error”.
Los errores pueden consistir en letras que se tocan entre sí o que no son lo
suficientemente nítidas. Cuando se encuentre en mitad de la tarea, tire la hoja
y comience de nuevo. O complete una hoja de los deberes mientras se repite una
preocupación que puede experimentar su hijo. Repítasela una y otra vez, al
menos una vez cada 30 segundos.
Piense
sobre cómo debe de ser todo para los niños que se demandan ser perfectos. No
sólo deben completar sus deberes, sino que deben hacerse de un modo ideal.
Deben lograr la máxima de las calificaciones.
Seguramente,
podrá percatarse de lo tentador que podría ser evitar hacer los deberes o no
hacerlos en absoluto.
Planifique
el tiempo dedicado a realizar los deberes. El momento previo o posterior a la
cena es bueno para muchas familias. Diseñe actividades tranquilas para antes de
los deberes. Con frecuencia es difícil centrarse en los deberes tras jugar en
la calle de un modo muy entusiasta. Trate de no permitir que su hijo se
implique en alguna actividad que no pueda finalizarse antes de que se hagan los
deberes. Muchas personas con trastorno obsesivo compulsivo experimentan
dificultades para dejar alguna actividad hasta que ésta se haya finalizado.
Mantenga
cada noche un momento para realizar los deberes –incluso cuando no los haya. Si
a su hijo no le han encargado tareas, anímele a que lea un libro, escriba una
historia, practique con las matemáticas o efectúe algunas actividades de
aprendizaje. O distribuya las “tareas de la mamá” o las “tareas del papá”. Los
niños aprenderán pronto que son más toscas que los que asigna el profesor.
Trate de que haya al menos 30 minutos de tiempo dedicado a las tareas de clase.
Ayude a su hijo a desmenuzar sus tareas en otras más pequeñas de modo que
parezcan menos abrumadoras. Podrían ayudar el hecho de
establecer descansos. Permita que los niños se levanten y
se muevan un poco, sin que lleguen implicarse en ninguna actividad.
Los
deberes deberían realizarse, siempre que sea posible, en el mismo lugar.
Disponga de una buena iluminación y mantenga cerca una buena cantidad de
recambios. Surta su sitio con papel, lapiceros, bolígrafos, rotuladores,
tijeras, cualquier cosa que se necesite asiduamente para realizar los deberes.
Esto reduce la necesidad de salir a buscar las cosas. Permita que su hijo le
ayude a elegir un lugar para hacer los deberes. Si no pudieran realizarse en el
mismo sitio cada noche, coloque el material necesario en una caja de modo que
pueda moverse de un lugar a otro.
Comuníquese
con los profesores. ¿Su hijo está entregando las tareas?
Mantenga
un registro de la cantidad de tiempo que dedica su hijo a los deberes. Si fuese
excesivo, quizás alguno de los profesores reduzca la cantidad de ejercicios
para casa hasta que mejore el trastorno obsesivo compulsivo.
Recompense
el hecho de que se finalicen los deberes, sin quejas ni pataletas, con
alabanzas. Incorpore los refuerzos de las tareas de la escuela en su programa
de vales. Al completarse los deberes se conseguirá un buen vale para las
recompensas. También se logra otro vale si hace las tareas de la escuela sin
quejarse.
Finalmente,
nos gustaría realizar una recomendación que es desafiante. Apague la
televisión y consiga que toda la familia se implique en el período de tiempo
destinado a hacer los deberes. La madre y el padre pueden emplear este tiempo
para leer o trabajar con las facturas y los papeleos de los trámites. Nada es
más alentador que ver a la madre y el padre leyendo libros. Si usted tiene
niños en edad preescolar, use este tiempo para leerles un libro o trabajar con
números, letras y formas.
Nuestro
tiempo de deberes es de ____ a ____
¿Qué
harán los miembros de la familia cuando no tengan tareas escolares?
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Escuela
El
profesor y el consejero de la escuela del niño son los miembros importantes del
equipo en la lucha con el trastorno obsesivo compulsivo, pero el personal
escolar puede carecer de conocimientos referentes a esta disfunción. Como
padre, usted puede ayudar, suministrando información a las escuelas local. El vídeoThe
Touching Tree (disponible también a través de la Fundación para el
Trastorno Obsesivo Compulsivo), mejorará su comprensión. Comuníquese con los
profesores de sus hijos mediante visitas, llamadas telefónicas y escritos.
Infórmeles de los síntomas nuevos, de los cambios en la medicación, de los
efectos secundario de éstas, del progreso de la terapia cognitivo-conductual y
de las conductas a reforzar en su hijo.
Bibliografía
C., P.,
& M., H. B. (2003). Guía práctica del TOC. Pistas para su liberación.
Desclée de Brouwer.
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