GUÍA PRÁCTICA PARA VENCER LA
DEPENDENCIA EMOCIONAL (Walter Riso, 2013)
Ser autónomo desde el punto de vista emocional no es dejar
de amar o ser un lobo estepario, se trata de seguir gobernándose a uno
mismo, de ser fiel a los propios principios y no entregar la dignidad personal
a cambio de nada ni siquiera en nombre del amor. Podemos vincularnos a otro
sin someternos y sin aplastar el yo y hacer que nuestra relación de pareja sea
motivo de crecimiento y bienestar si logramos mantener un punto de control
interno.
Se trata de racionalizar el amor, un poco, lo suficiente y
necesario para que no sea sólo sentimiento. En un vínculo afectivo interviene
mucho más que la emoción y el eros. No te la pasas haciendo el amor, también
tienes vida social, compartes proyectos, pasas momentos difíciles, resuelves
problemas, cuidas y te cuidan, en fin, la estructura de la experiencia amorosa
va mucho más allá de "sentir": se piensa, se analiza y se delibera
entre dos o con uno mismo. Amor pensado, amor sentido, amor ejecutado:
cognición, emoción y conducta. Esa es la matriz. Algunos pondrán más énfasis en
un aspecto que el otro, eso va en gustos y estilos, pero necesitas de tres
elementos siempre:
·
Eros (deseo/erotismo),
·
Philia (amistad/empatía) y
·
Ágape (cuidado/dulzura).
Hacer el amor con la mejor o el mejor amigo y con ternura.
¿Qué más se puede pedir? Porque si quieres y necesitas más, quizás hayas
sobrevalorado el amor y tengas idealizado lo que es amar. De ser así, esta
sobreexigencia te hará infeliz a ti y a tu pareja ya que nunca alcanzarás la
meta de "perfección" y "divinidad emocional".
Cuando amas o accedes al amor que te dan, lo haces con toda
tu humanidad a cuestas. Lo bueno y lo malo, la virtud y el vicio, lo oscuro y
lo maravilloso que hay en ti. El idealismo afectivo no es un don, es un síntoma
que te hará vivir frustrado las veinticuatro horas. El amor debes construirlo,
inventarlo y rearmarlo todos los días de tu vida. Por eso, el gerundio es mejor
que la afirmación: "Te estoy amando" en vez de "te amo"
como un producto listo y terminando.
Paso 1. Tener claro qué es apego y qué es desapego afectivo
Hay dos formas de comprender el apego afectivo:
1.
El apego afectivo es una vinculación
mental y emocional (generalmente obsesiva) a ciertas personas, originada en
la creencia irracional de que ese vínculo proveerá de manera única y permanente,
placer, seguridad o autorrealización.
Léase bien: "permanente"
(indestructible, eterno, inmodificable, arraigado). En consecuencia, la persona
apegada estará convencida de que sin esa relación estrecha sentimental
(adherente o dependiente) le será imposible ser feliz, alcanzar sus metas
vitales o tener una vida normal y satisfactoria. El pensamiento central que
agobia a los dependientes es como sigue: "Sin él o ella no soy nada o
muy poco" o "Sin él o ella, no podré sobrevivir ni realizarme
como persona". Es imposible vivir libre y sanamente con semejante
lastre.
2.
Entonces: lo que define el apego no es tanto
el deseo sino la incapacidad de renunciar a él cuando debe hacerse, y
podríamos decir que tal renuncia es conveniente, si el vínculo resulta dañino
para la salud mental y/o el bienestar de uno, el mundo y la gente que nos
rodea.
Concretamente y
respecto al amor, renunciar a una relación, al menos en principio, debería
hacerse cuando:
(a) ya no te aman,
(b) tu
autorrealización vital se ve afectada, y
(c) si tus principios se ven vulnerados.
¿Que implica desapegarse?
1.
Desapegarse nada tiene que ver con dureza de
corazón, indiferencia o insensibilidad, y no es así. El desapego no es
desamor, sino una manera sana de relacionarse, cuyas premisas son:
·
independencia (soy dueño de mis actos),
·
no posesividad (no me perteneces ni te
pertenezco) y
·
no adicción (podría prescindir de ti).
2.
Declararse afectivamente libre es promover
afecto sin opresión, es distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la
ternura. El individuo que decide romper con la adicción a su pareja
entiende que desligarse psicológicamente no es fomentar la frialdad afectiva,
porque la relación interpersonal nos hace humanos (los sujetos “apegados al
desapego” no son libres, sino esquizoides). No podemos vivir sin afecto, nadie
puede hacerlo, pero sí podemos amar sin esclavizarnos. Una cosa es defender el
lazo afectivo y otra muy distinta ahorcarse con él. El desapego no es más que
una elección que dice a gritos: el amor es ausencia de miedo.
3.
La persona no apegada (emancipada) es capaz de
controlar sus temores al abandono, no considera que deba destruir la propia
identidad en nombre del amor, pero tampoco promociona el egoísmo y la
deshonestidad. Desapegarse no es salir corriendo a buscar un sustituto
afectivo, volverse un ser carente de toda ética o instigar la promiscuidad. La
palabra libertad nos asusta y por eso la censuramos.
4.
Un adolescente que había decidido “desprenderse
amando”, le envió una carta a su novia contándole la noticia, la cual ella
devolvió, en una pequeña bolsa de basura, vuelta añicos. Cito a continuación un
trozo de la misma: Si estás a mi lado, me encanta, lo disfruto, me alegra, me
exalta el espíritu; pero si no estás, aunque lo resienta y me hagas falta,
puedo seguir adelante. Igual puedo disfrutar de una mañana de sol, mi plato
preferido sigue siendo apetecible (aunque como menos), no dejo de estudiar, mi
vocación sigue en pie y mis amigos me siguen atrayendo. Es verdad que algo me
falta, que hay algo de intranquilidad en mí, que te extraño, pero sigo, sigo y
sigo. Me entristece, pero no me deprimo. Puedo continuar haciéndome cargo de mí
mismo, pese a tu ausencia. Te amo, sabes que no te miento, pero esto no implica
que no sea capaz de sobrevivir sin ti. He aprendido que el desapego es
independencia y esa es mi propuesta... No más actitudes posesivas y
dominantes... Sin faltar a nuestros principios, amémonos en libertad y sin
miedo a ser lo que somos.
Paso 2. Reconocer la dependencia en uno mismo
Se trata de que aprendas a identificar si posees los
criterios para ser dependiente o si muestras alguna tendencia a serlo. Los
siguientes puntos te orientarán al respecto. La dependencia es un continuo, por
lo tanto, puedes sufrir de más o menos apego a tu pareja según muestres más o
menos de las características mencionadas. Haz un análisis cualitativo y observa
hasta dónde reúnes los requisitos. De todas maneras, si posees dos o más de
ellos, es posible que estés con un pie en la dependencia.
1. Necesidad imperiosa de estar cerca de la persona
amada o sentir amor la mayor parte del tiempo.
2. Abstinencia manifiesta, si no se tienen las
manifestaciones de afecto o la persona amada disponible. Es decir, desorganización
conductual, malestar, ansiedad o simplemente desasosiego, similar a lo que
ocurre con una persona adicta a cualquier droga química a la cual se le retira
la misma.
3. Incapacidad de controlar la compulsión de estar con la
persona amada.
4. Se emplea mucho
tiempo mental y físico en mantenerse cerca de la pareja u obtener amor.
5. Altos niveles de
obsesión, preocupación y/o comportamientos vigilantes y controladores por miedo
a perder la fuente del placer/seguridad (temor al abandono, a un engaño, o a la
soledad).
6. Reducción de actividades sociales, laborales o
recreativas (reducción hedonista) para estar con la persona amada.
7. Pese a tener claras las consecuencias negativas de amar
sin límites (v. g. depresión, descontrol, ansiedad, baja autoestima,
desorganización conductual, violencia intrafamiliar), se sigue manteniendo el
estilo de vida dependiente.
Si las respuestas a las anteriores preguntas fueran
afirmativas, debes asumir que sufres de dependencia emocional y, por lo tanto,
no te queda más remedio que hacerle frente y vencer
Paso 3. Revisa tu historia
Desde el punto de vista histórico personal una de las causas
de la dependencia afectiva se origina en la manera en que nos relacionamos con
nuestros padres o cuidadores primarios (figuras de attachment). Si los primeros
años de vida estuviste sometido o sometida a un vínculo distante, frío,
lejano, pero, sobre todo, fluctuante y poco predecible desde el punto de
vista afectivo, podrías haber desarrollado un attachment ansioso inseguro,
lo cual predispone a crear relaciones amorosas adultas inestables y apegadas.
Las personas con este tipo de attachment suelen enamorarse
y desencantarse con facilidad, son celosas, posesivas y muy emotivas e
irritables ante los conflictos con su pareja, y desarrollan un autoconcepto
pobre y ambivalente.
En la infancia
desarrollamos el "tono afectivo" que guiará gran parte de nuestra
percepción del mundo y las relaciones interpersonales. No es definitivo ni
determinista porque lo puedes modificar, pero a veces no es tan fácil porque se
mete a fuego en nuestra mente y corazón. Como sea, arrastramos esas primeras
experiencias y las cargamos a veces como lastres. Si tus padres cuidadores no
fueron consistentes en expresarte amor, si fueron ambivalentes, un día parecía
que te querían con locura y al otro día, por el motivo que sea, parecían
alejarse, crearon en ti una ambigüedad emocional una imposibilidad de
establecer una base afectiva segura y estable. Mucha gente busca recuperar
ese equilibro básico a lo largo de la vida y no se da cuenta que es imposible
recuperar algo irrecuperable. Es el caso de una mujer que a raíz de una
privación afectiva y un attachment inseguro en su primera infancia quería
ganarse el afecto de todos. Halagaba a todo el mundo y daba refuerzos
indiscriminadamente de manera inmerecida con tal de "comprar" afecto
(que linda eres, que inteligente, eres extraordinario, eres maravilloso). Era
experta en detectar qué necesitan los demás para ella darles en el clavo. En el
fondo de su ser había un gran vacío: no se había sentido amada por sus padres.
El padre había sido amoroso sólo si le iba bien en el trabajo y la madre vivía
amargada porque no tenía dinero; así, el amor que recibía de sus progenitores
dependía de la economía del país y de la hogareña. ¡Muy difícil de manejar!
Pregunta sobre tu historia. Dedícale unos minutos al día a
repasar y a escribir un diario sobre cómo te fue en la infancia. La idea no es
que te regodees en el sufrimiento, ni te quedes con el dedo en la llaga, sino captar
lo esencial, mirar qué tipo de déficit tuviste y hacer borrón y cuenta
nueva. No puedes cambiar el pasado, pero sí el presente. Hay que dejar caer
las cargas y no tratar de llenar vacíos antiguos. Es mejor construir espacios y
territorios seguros en el aquí y el ahora.
Ir al pasado para obtener claridad y establecer una
secuencia causa efecto, pero, insisto, sin hacer un culto al dolor de lo que
podría haber sido y no fue. Si descubres que tuviste un attachment ansioso
inseguro, sabes que allí hay un punto oscuro que debes resolver, un punto de
quiebre en el cual no debes quedarte. No intentes obtener en otras fuentes
lo que no tuviste en su momento. Ya pasó. No busques resarcir el vacío
buscando desesperadamente llenarlo. No hay nada que llenar, sólo comprender y
construir una base segura en el aquí y el ahora. Ya sabes que no quieres
algo fluctuante e impredecible. Ya sabes que para ti la estabilidad
emocional es importante; pues no te enredes con quien no te la brinda, y listo.
No esperes peras del olmo, no insistas si ves que el otro va para el sur cuando
tú quieres ir para el norte. Tira tus señales a ver si alguien las recoge como
son, sin tergiversar nada. Y a tus padres, perdónalos, ámalos de una manera
distinta a la que ellos lo hicieron, dales esa consistencia que a ti te faltó.
El rencor le quita espacio al amor, se opone a él, lo aniquila, lo esconde, lo
maltrata.
Paso 4. Determina tu madurez emocional
Detrás del apego se esconde un esquema de inmadurez
emocional que hace a las personas más susceptibles al placer y muy poco
tolerantes al dolor. Una especie de infantilismo cognitivo y egocentrismo
que hace que las personas no sean capaces de desapegarse. Recuerda que todo
apego esconde un niño que hace pataleta.
Dos tareas para que lleves a cabo:
1.
Analiza este caso a ver si te identificas. Una
paciente cuya resistencia a la incomodidad era mínima y cuando tenía hambre,
sueño o cualquier otra necesidad biológica o psicológica, le atacaba el mal
humor. La carencia desorganizaba su repertorio y la volvía incapaz de lidiar
con cualquier problema, por más simple que fuera. Además, era altamente
susceptible a crear adicciones, porque el disfrute la dominaba y no era capaz
de renunciar a él.
La vulnerabilidad era de doble vía: o quedaba enganchada
a cada situación placentera o entraba en crisis cuando las cosas no ocurrían
como esperaba. Su existencia era un sufrimiento continuo, porque hiciera lo
que hiciera, la realidad no se acoplaba a sus exigencias. En su cuerpo de mujer
adulta habitaba una niña egocéntrica que se negaba a crecer y con una
tolerancia a la frustración extremadamente baja. Sólo al cabo de varios meses
de terapia empezó a modificar el patrón de inmadurez y la creencia de que la
vida era una prolongación de su ser. En una cita me dijo, como una expiación:
“¡Qué duro es crecer!”.
2.
¿Cómo saber si alguien es emocionalmente inmaduro?
Los investigadores
coinciden en algunos puntos. Trata de ubicarte en el siguiente perfil y llega a
tus conclusiones. Si eres una persona que no ha madurado lo suficiente
(infantilismo cognitivo), tendrás, al menos, tres o más de las siguientes
características:
·
Bajos umbrales para el dolor.
·
No soportarás la incomodidad, provenga de
donde provenga.
·
El menor sufrimiento será una pesadilla y
harás cualquier cosa para evitar el dolor físico o psicológico.
·
Búsqueda exagerada de sensaciones. Tu
actitud será la de un devorador de emociones. Nada te será suficiente y te
comportarás como un adicto a la novedad y a la estimulación. Baja tolerancia a
la frustración. Si las cosas no son como te gustaría que fueran, te dará ira y
harás pataletas, sofisticadas o disimuladas, pero pataletas al fin.
·
Afrontamiento dirigido a las emociones.
Cuando tengas un problema, te preocuparás más en aliviar el malestar que
sientes, que en resolver la cuestión en sí (lo que perpetuará los problemas
porque quedarán inconclusos y sin solucionar).
·
Poca introspección. Tendrás dificultades
para observarte a ti mismo, lo cual hará que poseas un autoconocimiento pobre.
·
Ilusión de permanencia. Mantendrás y
defenderás la creencia irracional de que el mundo es estático y poco cambiante.
Tu mente no estará preparada para la pérdida.
·
Elevada impulsividad. Tu autocontrol será
deficiente y los estímulos tendrán un gran poder sobe tu conducta. Te faltará
actitud reflexiva. Es probable que actúes y luego pienses. Madurar implica ser
capaz de "ver lo que es" de manera realista y quitarse el velo del
autoengaño sin anestesia. Cuando el príncipe Siddhartha descubrió que existía
la vejez, la muerte y la enfermedad, despertó a una cruda realidad. Maduró
emocionalmente por la fuerza y gracias al realismo más descarnado. Su padre y
el séquito que lo rodeaba le habían hecho creer que todo era hermoso, cómodo y
eterno para mantenerle a "salvo" del sufrimiento natural que acompaña
la experiencia de vivir. Posteriormente, la dolorosa verdad lo convirtió en
Buda.
Paso 5. Identifica tu ilusión de permanencia
Junto con la inmadurez emocional, el trasfondo último de
todo apego afectivo es la ilusión de permanencia.
Todo pasa, todo transcurre, no importan las objeciones que
tengas ni las rabietas que hagas. Habitamos la incertidumbre y tenemos que
improvisar para sobrevivir: somos seres móviles tratando de adaptarse a
escenarios abiertos que nunca se resuelven definitivamente. No niego la
importancia de la planeación, sino que debemos ser flexibles y no pegarnos
ciegamente a nada: las cosas que tienes, las personas que amas desaparecerán un
día. Nada es tuyo, la vida te lo alquila, te lo presta para que disfrutes
mientras lo tienes. Vista así, la existencia asusta.
Impermanencia de todas las cosas: el amor, el poder, la
vida, el sufrimiento, la espiritualidad, la salud, la familia, los hijos, el
trabajo, y así hasta el infinito. La ilusión de permanencia o impermanencia
(anicca, en pali) es quizás el factor principal que nos impide "abdicar
sanamente" de los apegos. Aceptar la impermanencia te permite decir:
"Se acabó" o "Se fue", sin tratar de recuperar lo irrecuperable.
Es hacerle el "duelo a una relación" cuando el goce se desvanece o
concluye; es la sabiduría de la extinción.
¿Cuántas veces has querido traer de regreso a alguien que ya
no vendrá? ¿Cuántas veces te has quedado en "lo que podría haber sido y no
fue", en vez de aceptar la pérdida? No existen puntos medios para un
desapego bien procesado: hay que dejar ir lo que se ha perdido, dejarlo
morir, desaparición.
Paso 6. Separa enamoramiento de amor
El enamoramiento es un estado emocional/biológico
cuyo origen está anclado en la procreación. Cuando lo sientes, todo tu ser se
involucra en él, es categórico y holístico, invade tu cerebro y tu cuerpo, y te
lleva de las narices. Según la mayoría de los expertos en el tema, dura un
tiempo (un año, poco más poco menos, salvo honrosas excepciones) y tiende a
declinar y a extinguirse. A veces quedan brasas a veces sólo cenizas. En
ocasiones, la gente se sorprende: "Hace un tiempo hubiera matado por ella
o él y hoy no siento absolutamente nada ¿qué me pasó?”. Se fue el efecto
arrebatador, la manía, la locura o la divina locura, como la llamaban los
griegos.
El amor es un conjunto más estable y regular de tres
elementos:
·
Eros (atracción, erotismo, sexo, deseo),
·
Philia (amistad, comunicación, compartir
proyectos, alegría) y
·
Ágape (ternura, compasión, dulzura).
Los tres elementos en cantidades distintas y elegidos por
cada pareja, pero para que haya un amor completo (jamás perfecto) deben
estar los tres. El deseo te empuja, la amistad te hace pensar y la compasión
se anuda altruistamente al otro. Hay algo de razón y de razonable en el
amor, a diferencia del enamoramiento.
Características más importantes del enamoramiento:
• Idealización (magnificación desproporcionada del
otro).
• Exclusividad (fidelidad bioquímica, es decir, nadie
más existe fuera de tu pareja, ni siquiera en términos estéticos o de
simplemente sentirse "atraído", curioso o inquieto. No existe,
literalmente, nadie más).
• Apego/atracción sexual (pensar que nada tiene
sentido sin el otro, adicción cruda y dura).
• Ilusión de permanencia (creer que el amor es único,
eterno, irrevocable e incondicional, que será la excepción a las reglas de la
naturaleza y la vida).
• Pensamientos obsesivos (toda la mente estará al
servicio de la otra persona, las veinticuatro horas, segundo a segundo, no
podrás pensar en nada más).
• Sentido de fusión (simbiosis, almas gemelas)
• Riesgos irracionales (la conducta se hace
compulsiva y sin medir consecuencias: "Por ti haría todo y a cualquier
costo").
El enamoramiento parece rayar en la patología y, en
ocasiones, no es otra cosa que una obsesión exacerbada. ¿Entonces no hay que
vivirlo?
Es imposible no hacerlo. Hay que modular, regular,
equilibrar un poco. Saber y estar consciente de que es un estado transitorio
y, que por más "agradable" que sea, es un arma de doble filo si te
vuelves tonalmente irracional.
Separa amor de
enamoramiento y ubícate a ver dónde estás parado.
Paso 7. Identifica y ataca tus autoesquemas maladaptativos
Un autoesquema maladaptativo es una teoría que has
elaborado de tu persona desde temprana edad, tus rasgos, tu manera de pensar y
actuar, y qué tanto te aceptas o no. Tu mente genera teorías y modelos de
todo lo que la rodea, e incluso de ti mismo. Si tu teoría es constructiva,
servirá a tu crecimiento, y si es destructiva alimentará negativamente el
autoesquema: pensarás, sentirás y actuarás a favor de la visión enfermiza y
distorsionada de lo que eres. Te destruirías poco a poco.
Algunos de estos autoesquemas y cómo hacerles frente:
1. Minusvalía:
"No soy capaz de enfrentar la vida solo o sola" (baja autoeficacia)
Sentirte incapaz de enfrentar la vida solo o sola, te llevará a buscar algún
"protector" o "guardaespaldas afectivo". Es muy fácil
confundir el amor con la fuente de seguridad. La secuencia que lleva esto es
como sigue:
– Déficit: Baja
autoeficacia/autoconfianza.
– Miedo: Desamparo
y desprotección (soledad).
– Apego: A la
fuente de seguridad interpersonal.
La clave es ponerte a prueba. Desde hoy, haz una lista de
lo que crees que no eres capaz de hacer e inténtalo. No tienes que hacerlo bien
al principio, sólo inténtalo, sólo actuar de acuerdo al sentido que marca el
crecimiento. Baja la autoexigencia y el perfeccionismo. Insisto: no se trata
que lo hagas bien, sino de tirarte al ruedo, tropezar, equivocarte y volver a
intentarlo. Nada es tan difícil. El apego encontrará un escollo para seguir
allí: un espíritu rebelde, una pizca de audacia. Yo sé que el miedo te frena,
pero sólo es posible vencerlo enfrentándolo. Al comienzo tendrás la adrenalina
por las nubes, pero al poco tiempo tu organismo se acostumbrará, su sabiduría
te llevará paso a paso. Si te tratas a ti mismo o a ti misma como una inútil
terminarás por serlo. Sólo te pido que seas poco más audaz y experimentes. No
estamos hablando de que vayas a la guerra ni empuñes las armas o tengas que
enfrentar a un psicópata asesino, sólo digo que VIVAS. Ya verás de lo que eres
capaz cuando dejes de menospreciarte. El apego perderá el terreno fértil donde
se ha instalado.
2. No soy querible:
"Es imposible que alguien me quiera" (inamabilidad) ¿Realmente
piensas que eres la excepción en el universo conocido y que "nadie"
podrá amarte nunca? Pues siento contradecirte. No es así. A esta hora, en
muchos lugares del mundo e incluso muy cerca de ti, hay más de una persona
dispuesta a entregarte su corazón. Claro está: si dejas que lo haga, si les
avisas que estás dispuesta o dispuesto, si te mercadeas, en el buen sentido. Es
muy difícil amar a quien no se deja y convencerlo de que es querible. La
secuencia que lleva esta autopercepción negativa es la siguiente:
– Déficit: Baja autoestima.
– Miedo: Al desamor (soledad).
– Apego: A las manifestaciones de afecto.
La idea de "no soy querible" proviene de
experiencias afectivas negativas en la temprana infancia o de algún
"déficit afectivo" preadolescente o adolescente. Las personas que
piensan así, escapan, se esconden y evitan el contacto porque han visto
bloqueadas sus habilidades sociales y de comunicación. Si ves que estas
habilidades están muy limitadas y son cada vez más escasas, es bueno pedir
ayuda profesional. Un aspecto importante para pelear contra el "no soy
querible" es modificar las verbalizaciones negativas respecto a tu
persona. Cambiar el diálogo negativo por uno más benévolo y menos injusto,
suele ser muy productivo para la salud mental. No es tan difícil. Déjate
amar, deja que alguien te conozca, no pongas tantos requisitos; por más que
quieras parecerlo, no eres horrible. Quizás seas víctima de tu propio invento y
esa es la paradoja aparente: un lado tuyo busca desesperadamente que lo
amen, pero el miedo a la frustración y a la desilusión hace que prefieras la
soledad.
3. Abandono:
"Si alguien llega a quererme se aburrirá de mí" (inestabilidad)
Algunas personas desarrollan lo que podríamos llamar "amorofobia".
Una historia reiterada de fracasos afectivos que las llevan a pensar que nunca
podrán hallar una pareja estable. Por el motivo que sea, las cosas se
desbaratan y las relaciones no duran, se acaban intempestivamente y casi
siempre sin tener claro el por qué. Y este es el primer aspecto que debes
aclarar; "¿por qué?". Quizás seas muy exigente o no sabes elegir
tus parejas y te enganchas a aspectos o características del otro que no son
importantes. Recuerda que una buena relación es el conjunto de muchas cosas
y debes tener claro qué es importante para ti. Hay gente que tiene la tendencia
a establecer vínculos nocivos y parejas tóxicas, como si quisieran castigarse.
La secuencia déficit-miedo-apego es como sigue:
– Déficit: Vulnerabilidad a la rupturas.
– Miedo: Al
abandono/separación (soledad).
– Apego: A las señales de permanencia/estabilidad.
Si eres susceptible a las rupturas, a la pérdida o al
fracaso afectivo, es decir, si te sientes poco exitoso en el amor y desarrollas
un miedo al abandono/separación que te impide relacionarte cómodamente, te
apegarás a cualquier tipo de vínculo afectivo que te brinde estabilidad o
permanencia, así no seas tan feliz ni ames tanto al otro. Lo importante será
que no te "dejen", a cualquier pecio (bienestar y dignidad incluida).
Para hacerle frente al miedo a la inestabilidad
afectiva, ensaya estas tres tareas:
a)
En primer lugar debes tener presente que eres
tú quien elige y decide estar con alguien, por lo tanto, sin que te vuelvas
ultra exigente, trata de tener claro qué es importante para tu persona en una relación
y qué no lo es. Haz una lista y organízala prioritariamente, de lo que resulta
vital a lo menos significativo. No hay listas buenas ni malas.
b)
La segunda tarea consiste en ponerle el pecho
a la soledad. Enfrentarla, perderle el miedo y empezar a vivirla o
habitarla con una actitud nueva. Estar sola o solo no es una desgracia. No
hablo de desolación (la imposibilidad radical de no poder estar nunca ni jamás
con nadie: familia, amigos, etc.), sino no tener vínculos afectivos de pareja. Aunque
no lo creas, los momentos de soledad te vuelven apacible y te permiten estar en
un contacto íntimo con tu persona. La meta es hacerle frente a la soledad como
una tarea de inoculación y de fortalecimiento interior para que te vuelvas
menos susceptible. Ve a un cine sin compañía, a un teatro, sal a comer fuera.
Tómate unas vacaciones sin compañía, como un turista anónimo, quédate a solas
con tu persona, habla menos, busca el silencio, regodéate en tu ser. Adopta un
estilo donde la soledad, así sea de tanto en tanto, no sea incompatible con tu
manera de ser. La tolerancia a la soledad se logra por dos técnicas o
ejercicios: (a) el rol fijo (jugar a ser solitario y adoptar el papel de
"esquivo" y asilado; un juego: "Hoy me comportaré como un
ermitaño...") y, (b) resistir un poco más la incomodidad del
retiro/aislamiento voluntario e ir sacando callos (no salir corriendo a buscar
alguien que te acompañe como si fueras un incapacitado social).
c)
No juegues el papel de víctima. Es
posible que cuando te sientas solo o sola, tu mente empiece a dramatizar la
cuestión. No empieces a sabotearte con frases como: "Todos están con
alguien", "Nunca encontraré a alguien que me quiera" o
"Nadie me quiere". Un paciente se imaginaba a sí mismo, envejecido y
en un asilo de ancianos donde era maltratado por unas cuantas enfermeras
despiadadas. Así es la mente: te mete en un hoyo y te hunde, si no haces nada
para evitarlo. Hay que evitar estas imágenes negativas, hay que combatirlas.
Primero debes darte cuenta de que la realidad no es tan cruel. Luego, detén el
pensamiento negativo o catastrófico mediante la palabra "¡alto!".
Puedes decirla en voz baja o voz alta. Y de inmediato, cambia la imagen por una
neutra y relajante (v. g. un río que corre, descansando debajo de una árbol en
una tarde fresca, ver un amanecer, estar con tus hijos, etc.). En fin: combatir
la imagen negativa, luchar contra ella. Piensa que de no hacer nada, serás
víctima de ti mismo.
4.
Fracaso: "Nadie me admira"
(autoconcepto) Si tu autoconcepto falla, si no piensas bien de ti mismo, podrás
negarte a cualquiera que te alabe y hable bien de ti. Admiración y amor van de
la mano. Puedes admirar sin amar, es verdad, pero lo contrario es imposible. La
gente que piensa que es incompetente o fracasa en la vida se apegará a cualquiera
que le endulce los oídos en cuanto a sus capacidades y habilidades: "¡Eres
genial!", "¡Nunca conocí a un ser más maravilloso!", "¡Eres
brillante!"
La secuencia de sus déficits, miedos y apegos era como
sigue:
– Déficit: Bajo autoconcepto.
– Miedo: A la desaprobación/desprecio.
– Apego: A la admiración reconocimiento.
Por más que insistas no eres un fracaso o una fracasada
total. Habrás tenido muchísimos éxitos en tu vida y en muchas áreas, por eso
debes calibrar la regla con la que te mides y buscar un punto medio. Ni un
extremo ni el otro. Nadie aprende por ensayo/éxito, sino por ensayo y error.
¿Qué harás cuando tu pareja te critique y encuentre defectos en ti? ¿Pensarás
que ya no te ama? ¿Te separarás porque ya no será "incondicional"? Lo
único que necesitas, lo único que te hará sentir realmente bien con tu persona
es que te apruebes a ti mismo, tú con tú, sin intermediarios. Sin remilgos,
sin pañitos de agua tibia.
5.
Inasertividad: "Debo negociar mis
principios con tal de mantener la relación" (autorrespeto) El apego
corrompe. Te arrastra, te hace negociar con tus principios y con tus códigos
más sentidos. Cada vez que entregas derechos a cambio de amor, prostituyes ese
amor. Lo compras o lo alquilas, lo degradas. Un amor sin límites es peligroso porque
implica aceptar al otro "haga lo que haga". ¿Sabes decir
"no", así sea de tanto en tanto?
La incapacidad de oponerse es mortal para la
estructura psicológica personal, te quita autorrespeto y barre con tu
autoestima. Humillarte para que no te dejen, es perder dignidad, es vender el
alma cambio de una aparente tranquilidad. El problema es que luego no
podrás verte al espejo sin avergonzarte.
La secuencia es
como sigue:
– Déficit: Baja asertividad/bajo autorrespeto.
– Miedo: A ejercer
o defender los derechos.
– Apego: A tener
contento al otro, a su consentimiento.
No puedes tener una relación plena y saludable si no hay
una comunicación fluida. Ser franco y directo, obviamente con consideración y
amabilidad, abre las compuertas de un diálogo fecundo y honesto. No importa
adonde conduzca, porque es preferible saber con qué se cuenta a vivir engañado.
Paso 8. Identifica y ataca aquellas creencias irracionales
que te mantienen anclado a la dependencia y te alejan del realismo afectivo
¿Qué es realismo afectivo?
Es ver las cosas como son en
lo que se refiere al amor. Cruda y llanamente, eliminar todos los sesgos y
autoengaños posibles. Tenemos la tendencia a magnificar y exaltar las personas
que queremos, y a minimizar y menospreciar las que no queremos. Amar a tu
pareja no es rendirle pleitesía, sino ver la relación en su real dimensión y no
hacer castillos en el aire, sobre todo cuando las cosas no van bien o se
acabaron. Para vencer estos errores en el procesamiento de la información hay
que pensar como científico. Recolectar datos de la manera más objetiva posible
y hacer de tripas corazón. Acomodarte a los hechos y que ellos te indiquen el
camino.
¿No te quieren?
Aprende a perder: empaca y vete. El
otro se lo pierde. Recuerda que el amor que te prodigan no dice nada de lo
que vales. No amamos las cosas porque son valiosas, las vemos valiosas porque
la amamos.
¿Te hicieron a un lado? ¿Te echaron?
Pues deprímete si quieres, pide
ayuda, elabora el duelo, pero no te alejes de "lo que es", no te
enredes en lo que "debería ser" o "podría ser y no fue".
¡Acepta! ¡Déjalo ir! Un caso para que analices: P. R. era un hombre de cuarenta
y un años, separado hacía ocho meses porque su mujer se había enamorado de otro
y lo había abandonado con la frialdad de las mujeres que nunca han amado. Solo,
bastante deprimido y profundamente herido, inició la típica persecución y
conquista masculina: una mujer que se hiciera cargo de él y, de paso, que lo
amara. Luego de salir con varias postulantes y de renegar de las opciones que
el medio ofrecía, decidió orientar sus baterías hacia una mujer casada,
compañera de oficina, confidente y terapeuta aficionada. La imperiosa urgencia
de él por recuperar su estatus social y un pobre matrimonio de parte de ella, hicieron
que rápidamente tejieran planes y proyectos de vida futura. Ella se iba a
separar y él asumiría gustoso el papel de esposo en segundas nupcias y padre
putativo de sus hijas. El entusiasmo de mi paciente se acercaba a la euforia y,
a veces peligrosamente, al delirio. Se veían hasta cuatro veces por semana, se
llamaban a cada rato y no podían vivir el uno sin el otro. Sus afinidades, casi
que totales, incluían humor, valores altamente sincronizados, sexo desbordado
con orgasmos múltiples y compatibilidad sobrada en actividades intelectuales,
musicales y culinarias. La pareja perfecta. Como de acuerdo con mi experiencia
profesional los amantes que difieren en su estado civil no suelen llegar a
ningún lado, le sugerí a P. R. moderación, prudencia y bastante realismo
para no salir lastimado. Cuando uno de los implicados está casado y el otro
plenamente disponible, el que sale perdiendo es el segundo. Aunque el
sentimiento de amor suele ser considerado como un factor determinante para
contraer nupcias, el desamor no es visto como un motivo necesario y suficiente
para desbaratar un casamiento. Dicho de otra manera, para que hubiera causal
válida de divorcio el esposo de la amante de mi paciente debería haber matado a
alguien, violado a un niño o estar 22 muerto. Mi cliente insistía en mantener
las expectativas. Frases como: “Ella se va a separar la próxima semana” o “Ya
tenemos fecha”, se habían hecho comunes en las consultas. Sin embargo, a último
momento siempre aparecía un “pero”. Una de las veces, el marido había entrado
en depresión; en otra ocasión, los negocios andaban mal y, en la última, el
suegro agonizaba. Aunque mis confrontaciones eran sistemáticas y firmes, P. R.
no hacía más que disculpar las reiteradas dudas y retrocesos de su futura
consorte. Por ejemplo, si él afirmaba: “Ella no es capaz de vivir sin mí”, y yo
contestaba: “Parecería que tampoco es capaz de vivir sin el marido”, respondía
con furia e indignación: “¡Eso no es así! ¡Usted no comprende!”. Nuestras citas
eran una especie de lucha grecorromana, donde cada vez que trataba de
concretarlo, él intentaba escabullirse mediante excusas de todo tipo: “No es
tan fácil”, “A ella la educaron las monjas”, “Es la hija menor de ocho
hermanos”, “El marido no la deja separarse”, “Es muy apegada a sus hijos”, “El
papá le pegaba cuando niña”, “Fue muy consentida”, “Es muy ansiosa”, “Si
pudiera estaría conmigo”, “La mamá era alcohólica”; en fin, la lista era de
nunca acabar. Pero ninguno de sus argumentos contemplaba la posibilidad de que
ella no lo quisiera lo suficiente como para jugársela por él. A la hora de la
verdad, poco importaba si era débil, insegura o tímida; lo importante para mi
paciente era que la espera lo alejaba cada día más de la posibilidad de
conocer a otras personas que sí estaban disponibles. Por fin, al cabo de
año y medio de tires y aflojes, la mujer se separó. El esposo se fue de la casa
y ella decidió encarar valientemente el costo de estar con el hombre que amaba.
Infortunadamente, y para sorpresa de muchos (incluido el esposo), su impulso
duró apenas dos semanas. La culpa, las niñas, la mamá (sobre todo la mamá), la
suegra, el psiquiatra y su mejor amiga, entre otros mediadores, la hicieron
cambiar de opinión. Aunque hubo varios intentos posteriores, todos fueron
infructuosos. El miedo la empujaba hacia atrás. Hace unos días, P. R. (quien
sigue esperándola y asistiendo de vez en cuando a la consulta) y su amante de
cabecera, cumplieron cuatro años de relación clandestina. Lo festejaron en un
restaurante de poca monta, pero bien ubicado y escondido. En la última sesión
trajo una “buena nueva” difícil de creer: “Esta vez sí se va a separar”.
Probablemente estemos ante la versión adulta de La historia sin fin. Un poco de
realismo bastaría: “Creo que te amo, pero no soy capaz de seguir adelante”, sin
embargo, el apego nubla la vista y los sentidos.
Algunas de las creencias típicas
que te impiden ver la realidad del amor, por más cruda que sea:
a) “Me
quiere pero no se da cuenta” Este pensamiento está sustentado en una idea
totalmente irracional. Cuando una persona está enamorada, lo sabe, lo siente,
lo vive en cada pulsación, porque el organismo se encarga de avisarle. No pasa
desapercibido. El amor llega como un huracán grado diez. Los síntomas son
evidentes, tanto a nivel fisiológico como psicológico. Si alguien no se diera
cuenta de que el amor lo está atravesando de lado a lado, deberíamos pensar que
algo en su cerebro anda mal. El amor nunca es ignorante. Sé realista y no te
dejes embaucar por tu propia mente o por mentiras ajenas. Anota esto en algún
sitio y repásalo una y otra vez: Si alguien no sabe que te quiere, no te
quiere.
b)
“Los problemas psicológicos que tiene le impiden
amarme”
Nadie niega que hay
estilos personales en la manera de amar, pero algunos son francamente
insoportables. Por ejemplo, si la “manera de amar” de mi pareja incluyera
antipatía, indiferencia, egoísmo, agresión e infidelidad, no me interesaría
acoplarme a su modo afectivo. Más aún, si fuera capaz, cuestionaría seriamente
la relación. Una cosa es tener un estilo no patológico, un modo idiosincrático
de amar o una propuesta sana y, otra, una proposición insalubre que te hundirá
si intentas acomodarte a ella.
El principio es
claro: si el estilo de amar de tu pareja viola tus derechos personales,
corre lo más lejos posible. Un psicópata, un esquizoide, un narcisista,
sólo por poner algunos ejemplos, tendrán su "modo de amar", pero ese
modo te hará papilla. No representan un "punto de vista" sino un
síndrome, un conjunto de síntomas que harán de tu vida un infierno. Analiza
este caso y llega a tus conclusiones: Una de mis pacientes llevaba seis meses
de casada. En ese tiempo el marido había accedido a tener solamente dos
relaciones sexuales, incluido el periodo de luna de miel. Las dos experiencias
habían seguido la misma rutina: él se acostaba boca arriba, no movía un dedo,
se tapaba la cabeza con las sábanas, y sollozaba e insultaba mientras ella
tenía que hacer toda la faena, obviamente sin muchos resultados. Aunque habían
estado tres años de novios, la señora se había casado virgen y no era muy
experta en la materia. Luego de explicarle que el comportamiento de su esposo
distaba bastante de una conducta sexualmente funcional y aceptable, le sugerí
que hablara con él para expresarle su inquietud y para invitarlo a las citas.
Ella temía confrontarlo con el tema, pero aceptó. A la otra consulta llegó más
contenta y tranquila. Cuando le pregunté por su tarea, me dijo que estaba mucho
mejor porque el marido le había explicado que esa era su “manera de amar”, que
no había nada de qué preocuparse y que muchos hombres hacían el amor de ese
modo. Traté de hacerle comprender que la ausencia de contacto físico, la
incapacidad de eyacular y la falta de deseo configuraban un estilo que no la
iba a satisfacer, ni sexual ni afectivamente. Le agregué que, a mi entender,
estábamos ante una alteración psicoafectiva o ante un problema sexual que
requería de tratamiento. Luego de meditar al respecto unos instantes, decidió
tapar el sol con la mano: “Quizás usted tenga razón, pero quiero darme la
oportunidad de acoplarme a su estilo, a ver qué ocurre... A lo mejor no fui lo
suficientemente buena para él o la equivocada soy yo... Si no soy capaz, le
prometo que vuelvo a las citas”. A veces, sobre todo si la pareja es perezosa y
pasiva, poner el problema en uno y asumir la responsabilidad total de las
fallas afectivas crea una extraña sensación de alivio. Sentirse culpable es
muy desagradable, pero asumir la carga genera una ganancia secundaria: “Si yo
soy la causa del problema, la mejoría de la relación dependerá de mí y sólo de
mí”. Mi paciente volvió a los dos años, con un nuevo motivo de consulta.
Había tenido relaciones sexuales con otro hombre y estaba decidida a no seguir
engañándose a sí misma: “Mi marido está enfermo... Ya me di cuenta de que su
comportamiento no es normal, pero se niega a recibir ayuda”. Las comparaciones
no siempre son odiosas.
c) “Ya se va a
separar”
A los enamorados
hay que frenarlos no empujarlos. Si la persona que esperas te amara de verdad,
sin pretextos ni excusas, ya se habría separado y estaría a tu lado. No sé si
sería exitosa la relación, pero estaría a tu lado e involucrado hasta el alma.
¿No es así? Pues lo siento.
En la vida hay
cosas que no se piden, porque esas cosas deben darse espontáneamente. Si
tienes que presionar, acosar y amenazar a la persona que amas para que se
separe, vas por mal camino. Decir muchas veces: “No puedo separarme”, puede
significar: “No tengo el coraje de hacerlo”. El principio es concluyente: si
verdaderamente te amaran, estarían contigo.
¿Qué hacer? Ponte una fecha, sin
postergaciones. Dale esa última oportunidad. No hables mucho, sólo pon una
fecha a corto plazo y deja claras las consecuencias. Por ejemplo: "Si
dentro de veinte días no está conmigo definitiva y libremente, yo me abriré al
mundo y no quiero volver a verte. Conoceré gente y tendré una vida normal. Ya
no quiero ser tu amante". Y si llegado el día aparece un nuevo pedido de
"postergación", o cualquier evasiva. EMPACA Y VETE.
d) "No es tan
horrible"
Minimizar,
empequeñecer o disimular los defectos de tu pareja es una manera de sesgar la
información y si te descuidas podrías terminar relacionándote más con una
imagen ideal creada por ti que con la persona real. Los individuos apegados
tienden a reducir los defectos de su pareja al mínimo para hacer más llevadera
la relación y disminuir los riesgos de ruptura. Cuando la minimización se
exagera, se convierte en negación: “Todo está bien”, “No hay problemas” o “Todo
es soportable”. El apego tiene la peligrosa propiedad de amplificar las
virtudes y achicar las deficiencias según convenga. Todo el sistema de
procesamiento de información se coloca al servicio de una mentira autogenerada.
No lleves a tu pareja a la estratosfera ni al infierno. No la condenes ni le
rindas pleitesía, mírala a los ojos, de igual a igual, sin fanatismos. No eres
su fan, eres su pareja. No la endioses. Si no eres capaz de estar con alguien
de carne y hueso con su humanidad a cuestas, lo bueno, lo feo y lo malo, pues
aléjate. El típico argumento: “Los hay peores”, automáticamente quita
importancia a cualquier defecto y minimiza el problema, como si la estadística,
por pura comparación, tuviera la extraña virtud de embellecer lo feo y sanar lo
malo.
Una mujer,
altamente dependiente e insegura, aceptaba que su marido tuviera otra mujer con
el pretexto de que “Todos los hombres son infieles”. Un señor pretendía
justificar el alcoholismo de su esposa argumentando que toda nuestra cultura es
alcohólica. Una joven adolescente se negaba a terminar una relación en la cual
el novio la agredía frecuentemente, asegurando que había parejas peores y que a
la mayoría de sus amigas los novios las trataban mal. El apego nos hace ver
lo anormal como normal, invierte los valores y revuelca los principios. “Ya no
recuerdo lo malo” (memoria selectiva) Algunas personas dependientes
manifiestan una clara distorsión a la hora de recuperar información: se olvidan
de los problemas y recuerdan solamente las buenas cosas de la relación, cuando
hay recordarlo todo. Un análisis adecuado no debe excluir los datos
negativos. “Mi vida de pareja fue perfecta”, es una forma de esconder la
suciedad bajo el tapete. Maquillar las desdichas del pasado para que parezcan
más llevaderas y menos sufribles, no hará que mejoren. Si alguien dice con
orgullo: “Nuestra vida afectiva ha sido un lecho de rosas”, yo me pregunto: ¿Y
de las espinas, qué? Ocultar los síntomas hace que la enfermedad pase
desapercibida y empeore.
Si estás en el plan
de terminar una mala relación, no puedes olvidar las experiencias negativas,
por el contrario, las debes incorporar con beneficio de inventario. No se trata
de magnificarlas y volverse obsesivo, sino de darles el puesto que se merecen.
Si tu pareja te ha maltratado, ha sido infiel o te ha explotado en algún
sentido, estos hechos cuentan (¡y de qué manera!), a la hora de tomar
decisiones. Negar o evitar esa realidad te conduciría indefectiblemente a
repetir los mismos errores en otras relaciones. No se trata de maquinar
venganzas o tomar desquite, sino de ver hasta qué punto se justifica invertirle
energía positiva un amor en decadencia. “Todavía me llama”, “Todavía me
mira”, “Todavía pregunta por mí” La necesidad de mantener el amor a toda
costa puede llevar a interpretar ciertos hechos aislados como indicadores de
que todavía hay amor.
Una llamada
telefónica de la persona que “supuestamente” nos ama puede estar motivada por
muchas cosas distintas al amor: una simple nostalgia pasajera, confirmar un
chisme, sentimientos de pesar o de culpa. Uno de mis pacientes, recién
separado, interpretaba las llamadas de su ex mujer para pedirle dinero como
indicios de reconciliación: “Creo que le estoy haciendo falta”, me decía. Sus
ilusiones terminaron abruptamente cuando le llegó una demanda por alimentos.
Una mirada puede significar que todavía le gustas a tu “ex”, pero eso nada
tiene que ver con el afecto. Puede tratarse de “atracción recordatoria”,
reminiscencias hormonales o incluso estéticas. Una mirada puede estar originada
en la intriga de ver “cómo sobrevive sin mí”, si bajó o subió de peso, cómo se
vistió o con quién anda. Si la mirada está impregnada de picardía y seducción,
es posible que haya algo más, pero no significa necesariamente proximidad
afectiva.
Un experimento para
que analices: De manera similar, si preguntan por ti el motivo puede ser pura y
simple curiosidad. Antes de entusiasmarte, asegúrate de la razón. Una de
mis pacientes se alegraba muchísimo de que su ex novio (que la había dejado por
otra después de cinco años de noviazgo, sin previo aviso y a “palo seco”)
indagara de vez en cuando por ella. La duda se había vuelto preocupante y
metódica: “¿Por qué pregunta por mí?”, “Si ya no me quiere ¿por qué anda
averiguando cosas mías?”. La mala interpretación la llevaba a vislumbrar
rastros de un afecto que había dejado de existir hace tiempo. Cuando le pedí
que eliminara la incertidumbre, se quitara el dilema de encima y hablara con
él, accedió. El experimento fue muy productivo, aunque doloroso. Descubrió
que el supuesto “interés” del amor de su vida no era otra cosa que una forma de
expiar la culpa por haberla abandonado. El hecho determinante y cruelmente
definitivo fue cuando él decidió hacer de Cupido: “Yo sé que no soportas la
soledad y quiero ayudarte... Me gustaría presentarte un amigo que llegó de
Estados Unidos y quiere conocer gente...”. A veces hay que sujetar al toro por
las astas y destruir las quimeras que nos impiden enterrar la relación.
La estrategia más recomendable en estos casos
es cambiarse inmediatamente de carril: eliminar la angustia de la espera de
“Ojalá fuera posible”, por el sufrimiento realista de la sana resignación: “No
hay nada que hacer”.
e) “Todavía
hacemos el amor”
Como vimos en el
apartado del apego al sexo, la sexualidad puede moverse exclusivamente en el
terreno de lo fisiológico y crear adicción. Se puede hacer sexo sin hacer el
amor, o se puede tener sexo sin tener amor. Cualquier persona puede apegarse
sexualmente a otra, aunque no haya afecto.
En un número
considerable de parejas separadas, el deseo sexual sigue presente, no obstante
que el afecto haya desaparecido. En otros casos, a pesar de haber tenido una
relación sexualmente fría, la libido se alborota inesperadamente después del
distanciamiento. De la noche a la mañana, la o el “ex” comienzan a transformarse
misteriosamente en los seres más sensuales y eróticos del universo. Una
atracción tardía y desconocida hasta entonces hace su aparición, sacude el
sistema límbico y los impulsa a un éxtasis de consecuencias impredecibles.
Ser deseable no implica ser querible. En
suma: deseo no es amor. “Todavía no tiene otra persona” o “Todavía está
disponible” El pensamiento que alimenta la esperanza del reencuentro es el
siguiente: “Si la persona que quiero aún sigue sola, tengo oportunidad”. O, en
una versión más entusiasta y atrevida: “Soy irreemplazable” o “No ha podido
olvidarme”.
f) “La persona que
amo prefiere estar sola a estar conmigo”.
Mortal para
cualquier ego. Si la persona que dices que te quiere prefiere estar sola a
estar contigo, pon en duda su amor. Por definición, ningún enamorado,
pudiendo elegir, prefiere la soledad afectiva a estar con la persona amada.
En estos casos, es mejor irse con el amor a otra parte. “Se va a dar cuenta de
lo que valgo”
Es posible que en
ciertos casos esta afirmación tenga asidero en la realidad y, algún día, la
persona que hoy nos rechaza caiga en la cuenta, se arrepienta sinceramente y
haga un reconocimiento público del viejo amor perdido. Pero el problema es de
tiempo, es decir: ¿cuánto hay que esperar? ¿Semanas, meses, años? ¿Se justifica
la demora? ¿No es mejor oxigenar la vida con alguien que no necesite retiros
espirituales y ausencias lejanas para reconocer que somos queribles?
A pesar de que el sentido común sostiene que
las cosas hay que perderlas para valorarlas, desde mi punto de vista y
refiriéndome exclusivamente a una cuestión de respetabilidad personal, el
solo hecho de que tengan que “perderme” para “valorarme” es ofensivo, además de
fastidioso. Si eres una de esas personas que está esperando la evaluación,
a ver si pasaste el examen como pareja, recuerda que no eres un objeto de
compraventa. El avalúo afectivo siempre es insultante. Según las
estadísticas: los que dudaron afectivamente una vez, vuelven a dudar. Puede
haber más exámenes. Es mejor no vivir en ascuas. Si no te aman hoy, no te
aman.
g) “Dios me va a
ayudar”, “Fui donde un brujo” o “Me hice la carta astral”
Cuando las tácticas
de recuperación mágico-religiosas se activan, la cosa está grave: la
desesperación ha tocado fondo.
Un caso para que
analices: Una de mis pacientes era experta en el tema del ocultismo afectivo.
Debido a que su relación pendía de un hilo todo el tiempo (el marido le había
sido infiel quince veces en doce años de matrimonio), había decidido entrar al
mundo de la Nueva Era y de los santos para sostener el vínculo y esperar el
“milagrito” de que el hombre sentara cabeza. El despliegue de sortilegios,
rezos y oráculos era impresionante: velas de colores, grupos de oración,
ofrendas, promesas, cartas astrales, quiromancia, tarot, regresiones y videntes
de toda índole habían contribuido a la supervivencia afectiva de la angustiada
mujer. Según los datos recogidos por los expertos, parecía tratarse de “un
excepcional caso de almas gemelas, donde una se había desajustado por motivos
kármicos” (o sea, nadie tenía idea de lo que estaba pasando).
Obviamente, el
señor, ajeno a todo designio cósmico, seguía levantando polvareda entre el sexo
opuesto, sin distingo ni consideraciones. Hace poco, después de una resaca
monumental y de un ataque de arrepentimiento “posbebida”, surgió una nueva luz
de esperanza: el hombre prometió cordura. Más aún, al regreso de un viaje le
trajo un perfume de regalo (cosa que nunca había hecho) con una bella tarjeta
donde juraba y rejuraba, otra vez, ser fiel hasta la muerte. Ella corrió donde
su asesora espiritual (experta en tarot) para reforzar el cambio, y colocó
velas por toda la capilla. A los dos días, la intuición (habría que decir
costumbre) de mujer engañada le hizo revisar el automóvil de su marido a fondo,
palmo a palmo, como lo hacen los celosos inteligentes. El resultado de la
pesquisa, desgraciadamente, fue positivo. Detrás del asiento, camuflado y
empacado, encontró el cuerpo del delito: el mismo perfume, con una tarjeta
distinta para otra destinataria. Luego de un escándalo mayúsculo, arañazos,
insultos, objetos rotos y la negación persistente y reiterada del inculpado,
ella decidió poner punto final y solucionar de una vez por todas el problema.
Despidió a la consejera (ahora consulta a una señora chocoana que lee el tabaco
y que es “muy acertada”) y recurrió a un nuevo santo (no recuerdo el nombre)
porque el anterior no mostraba “interés”. Definitivamente, la fiebre no está en
las sábanas. Poner la solución afuera es cómodo, pero también arriesgado
porque desvía nuestra atención de la realidad y nos vuelve cada vez más
incompetentes. Es posible que mi paciente deambule de adivino en adivino
por el resto de sus días, buscando el prodigio de una resurrección imposible de
alcanzar.
h)
“Mi amor y comprensión lo curarán”
Cuando nos convertimos en redentores,
consejeros o psicólogos de la persona amada, distorsionamos la esencia del
amor. He conocido gente (sobre todo mujeres) cuyo objetivo afectivo es redimir
al pecador o curar al enfermo. Por desgracia, el supuesto poder de curación del
amor de pareja deja bastante que desear. Por el contrario, el amor mal
dosificado (a veces llamado incondicional) puede producir ganancias secundarias
y reforzar el comportamiento que, precisamente, se pretende cambiar. Por
ejemplo, querer curar a una persona infiel crónica dándole amor a granel y
siendo tolerante con sus engaños, es una inocentada con rasgos de complicidad.
De manera similar, pretender que un alcohólico controle su adicción
exclusivamente mediante afecto indiscriminado es casi que imposible. Los que
están en Alcohólicos Anónimos saben mejor que nadie que el amor por sí solo no
es suficiente para modificar una conducta adictiva. Algunas personas con
vocación de mártires deciden “adoptar” a la pareja y echarse al hombro la
reparación de todos sus males. Sin más armas que un amor brioso y desbordante
de optimismo, emprenden la rehabilitación del ser amado: “Mi amor lo hará
cambiar”, “Cuando se sienta amado, se dará cuenta de sus errores” o “El amor todo
lo puede” (algo así como el Club de “Sanadores Afectivos”).
Aunque los
románticos entren en crisis y el idealismo amoroso se vuelva añicos, el
realismo afectivo es imprescindible para poder desapegarse.
i) "Me
alejaré, pero no del todo"
A no ser que se
trate de un paciente internado y bajo control médico directo, alejarse
paulatinamente de la fuente de adicción no es la estrategia más recomendada.
“Voy a consumir cada día menos crack”, puede resultar risible para los que
saben del tema. La adicción no se rompe lentamente. Puede haber
retrocesos, avances y recaídas, pero la lucha es a muerte. Para una persona con
predisposición a la adicción, no hay medias tintas. Un sorbo, una fumada o el
mínimo consumo pueden ser definitivos para que la oscura puerta del vicio
vuelva a abrirse. “Voy a dejar a la persona que amo porque no me conviene, pero
poco a poco”, es como decir que me inyectaré menos. Es un típico autoengaño. En
realidad, lo que queremos es prolongar la permanencia del estimulante afectivo.
Un caso para que analices: Una de mis
pacientes llevaba una total doble vida. Tenía un novio desde hacía cuatro años,
que le brindaba tranquilidad, estabilidad y fidelidad, y un amigo desde hacía
tres, que le ofrecía emoción, lujuria y energía en proporciones abrumantes. Su
razón marcaba un camino: alejarse del amigo porque se iba a casar con el novio.
Su emotividad señalaba otro camino: terminar con el aburrido novio y entrar en
un delicioso cortocircuito abierto y sin tapujos con el amigo. Ambos tiraban
para su lado y la presionaban: “Casémonos” y “déjalo”. Lo que ella
verdaderamente pretendía era rescatar lo mejor de cada uno, sin perder a
ninguno. La situación se había vuelto insostenible. Llevar una vida por partida
doble, no solamente era agotador sino que la fibra de la moralidad empezaba a
resquebrajarse. La culpa no le daba tregua y la ansiedad la estaba matando.
Luego de analizar sesudamente las opciones, decidió dejar al amigo, bajar las
revoluciones y quedarse con la seguridad que el novio le ofrecía. Sin embargo,
su elección todavía no estaba bien afianzada: “Pongamos una meta de dos meses,
doctor... Yo creo que es más fácil si lo hago despacio...”.
Introducir el
desamor paso a paso es como colocar lentamente una jeringa para que duela
menos. Como es obvio, ella no fue capaz; cada “mini” distanciamiento la
empujaba a acercarse más. Cada reunión era una despedida a medio terminar, un
acto inconcluso que había que volver a retomar, una excusa para seguir. Al cabo
de dos meses de penosos intentos, me comunicó que había estado pensando mejor
la cosa y que al que iba a dejar ahora era al novio. Su propuesta no me
sorprendió demasiado: “Pongámonos una meta de dos meses, doctor... Yo creo que
es mejor... No quiero que él sufra...”. En el momento de escribir este relato,
ya han pasado cuatro meses de estar dejando al novio, y a veces, cuando la
nostalgia de lo que podría haber sido hace mella, reconoce que el amigo, pese a
todo, no llena totalmente sus expectativas. Atrapada sin salida.
j) “Sólo seremos
amigos”
Cuando una relación
se rompe, es prácticamente imposible ser amigo o amiga de la persona que
todavía se ama. Los que defienden lo contrario no saben de qué están hablando.
Para sobrevivir a la pérdida, algunos adictos afectivos se inventan un engendro
amoroso que no es ni una cosa ni la otra: el “amigovio”, una mezcla de amigo
adelantado y novio venido a menos, con toqueteo incorporado. No tardarán en aparecer
variaciones sobre el mismo tema. Es posible que comencemos a ver “esposovios”
(esposos que parecen novios), “amantosas” (una mezcla de amante, esposa y
ventosa) y otros experimentos afectivos que permitan mantener la ilusión de un
encanto que ya no existe.
k)
“Sólo seremos amantes”
Un amante enamorado
es un amante desubicado. Convertirnos en amantes de la persona amada, con la
excusa de no alejarnos del todo, es la peor de las decisiones. No solamente
impedimos la elaboración del duelo, sino que perpetuamos el sufrimiento por
tiempo indeterminado. Y si la relación era muy mala o poco conveniente, peor,
porque desperdiciamos una buena oportunidad para terminar de una vez por todas
con la tortura de estar mal emparejado.
Paso 9. Cuatro pensamientos negativos
que te atan a la dependencia: identifícalos y atácalos
a)
"No puedo vivir sin él o ella"
¿Realmente no puedes? Te sorprendería saber la cantidad
de personas que lo logran.
Quizás pienses que
eres débil y necesitas alguien más fuerte que se haga cargo de ti. El
pensamiento: "No puedo vivir sin mi pareja", es derrotista y muestra
una clara falta de autoestima. Si piensas así, el otro hará de ti lo que
quiera. Tendrás un amo que te manejará como un títere. Sí es posible vivir sin
él o ella, sólo es intentarlo. No digo que no duela, pero con el tiempo,
gracias al duelo, descubrirás que sí puedes y que incluso podrás sentirte
"liberado" del peso de un ex que ya no aporta nada.
Todos pueden. Todos se recuperan. Piensa en tu primer
amor y recuerda cómo hubieras dado la vida por él o ella y, sin embargo, hoy
sólo es un recuerdo más, plano y casi insulso. El miedo se vence
enfrentándolo. No te subestimes, eres capaz, ten confianza en tu
fortaleza, te sorprenderás cuando te encuentres cara a cara con la
situación temida. Respétate, no te humilles suplicando amor o protección.
Eres un ser libre e independiente. Estar enamorado no es estar esclavizado.
b)
"Nunca
encontraré otra persona igual"
Las hay, y muchas. Para descubrirlas hay que soltar
amarras y correr el riesgo. Atreverse, exponerse. Amar es para valientes. Pero
debes tener en cuenta que las parejas no vienen listas de fábrica. Cada quien
va acoplándose a la otra mitad. Somos piezas de rompecabezas distintos que
deben limarse para poder coincidir y hacer clic. El amor no es un proceso
acabado y definitivo, siempre está reinventándose a sí mismo. Por eso, la
palabra "amando" describe mejor la realidad que la afirmación
"te amo". La nueva persona que entre a tu vida se amoldará a ti y
tú a ella, aprenderá lo que te gusta y viceversa. Cada uno sabrá qué hacer para
que el empalme sea exitoso. No hay nadie imprescindible. Recuerda: la nueva
relación, tú la inventas a tu amaño. La construyes a tu buen querer y entender.
Y esa es la buena noticia: depende de ti.
c)
"Creo que ya no me quiere"
No sé si tienes razón o no. Quizás sea verdad que no te
quiere, pero lo ideal es salir de dudas. Si es verdad, aprende a perder y
retírate dignamente, mutis por el foro. Y si no es así, deberás modificar tus
interpretaciones erróneas y tus sesgos cognitivos: estás viendo o sintiendo lo
que no es. En esto debes ser realista, porque lo que te matará es la duda. Haz
una lista de lo que necesitas para sentirte amado y confronta la situación. No
te quedes de brazos cruzados lamentándote.
¿Es ilusión tuya? ¿Te estás imaginando el desamor del
otro o en verdad es así? Esa es la clave. Ver lo que es, crudamente y sin
anestesia, y actuar en consecuencia. Quita el "creo". Responde con
certeza: ¿Te ama o no te ama? Repito: y si confirmas que no te ama,
pregúntate qué haces allí. El amor no se mendiga. Empaca y vete. Es
mejor un sufrimiento digno, que una falsa calma donde has tenido que
humillarte.
d)
"Necesita alguien mejor que yo"
Si te
menosprecias, nunca estarás bien con nadie. Y si crees que tu pareja es un ser
especial, menos. En una relación debe haber un balance entre cómo nos
percibimos a nosotros mismos y cómo percibimos al otro. Debe haber cierto
equilibrio. Si consideras que el otro es un semidiós, te sentirás mal. Y si
crees que eres un ser por encima de lo normal, sufres de narcisismo. Las
personas con baja autoestima suelen pensar que sus parejas les están haciendo
casi que un favor queriéndolas. Siempre se sienten por debajo y subestiman sus
propias capacidades. Sin caer en el narcisismo, nunca has pensado: "¡Qué
suerte tiene mi pareja de tener una persona como yo!". No porque seas
genial, sino porque eres una buen ser humano, que es lo que vale a la hora de
la verdad. Y si tu media naranja cree que "merece" algo mejor,
mándalo a la porra. En el amor hay que saber cuándo no vale la pena seguir
luchando. Tú no quieres que te amen con lástima o como si te hicieran un favor.
Si no te aman bien y con admiración, es preferible estar solo o sola.
Pensar que uno es "poco" para la pareja es un error porque esto no se
mide así. Podrías decir que son incompatibles, pero no que eres
"menos". Grábate esto a fuego en tus neuronas: no puedes amar si
no te quieres a ti mismo.
Paso 10. Hacia un estilo de vida antiapego: el principio de
la exploración y el riesgo responsable
Una de las cosas que
más interfiere con el proceso de desapego es el miedo a lo desconocido.
La persona apegada, debido a su inmadurez emocional, no suele
arriesgarse porque el riesgo incomoda. Jamás pondría en peligro su fuente de
placer y seguridad. El anclaje al pasado es la piedra angular de todo apego.
Lee este caso y reflexiona al respecto: Una de mis pacientes
acababa de salir de un noviazgo de ocho años. El novio había decidido terminar
porque estaba cansado y quería tener nuevas experiencias. Después de tantos
años, uno no sabe qué es peor, si terminar o casarse. Los noviazgos tipo
Matusalén no suelen ser de buen pronóstico. De todas maneras, decidieron estar
un tiempo separados. El verdadero problema se presentó cuando la joven tuvo que
enfrentar el reto de vivir sin él. Desde los inicios de la adolescencia habían
estado juntos y su vida había girado alrededor de él. Durante ocho años, no
había hecho más que estar a su lado como un fiel escudero, al pie del cañón.
Casi no tenía amigas, ni grupos de referencia, ni vocación, ni inquietudes,
nada. Sólo un trabajo rutinario que apenas le gustaba. Cuando llegó a mi
consultorio, se mostraba perpleja, como si hubiera nacido ayer. El novio le
había suministrado lo necesario para sobrevivir afectivamente hasta el momento,
y ahora le tocaba empezar de cero. Sus gustos eran los de él, sus amigos
también y sus aficiones eran prestadas. Una pantalla de cine en blanco. Por
primera vez tenía que mirarse a sí misma, cuestionarse y ver qué le ofrecía el
mundo. Se demoró más de un año en adquirir el espíritu de exploración natural
que poseen la mayoría de las personas. Aunque el novio nunca volvió a aparecer,
fue capaz de cultivar sus inquietudes y mirar más allá de lo evidente. Hay
noviazgos que atrofian la capacidad de sentir y adormecen el alma.
La exploración produce esquemas antiapego y
promueve maneras más sanas de relacionarse afectivamente, al menos en cuatro
áreas básicas:
a)
Las personas atrevidas y arriesgadas generan
más tolerancia al dolor y a la frustración.
b)
Una actitud orientada a la audacia y al
experimentalismo responsable asegura el descubrimiento de nuevas fuentes de
distracción, disfrute, interés y diversión. El placer se dispersa, se riega
y desaparece la tendencia a concentrar todo en un solo punto (por ejemplo, la
pareja).
c)
Explorar hace que la mente se abra, se
flexibilice y disminuya la resistencia al cambio. El miedo a lo desconocido
se va reemplazando por la ansiedad simpática de la sorpresa, la
novedad y el asombro.
d)
Se pierde el culto a la autoridad, lo
cual no implica anarquismo. Simplemente, al curiosear en la naturaleza, las
ciencias, la religión, la filosofía y en la vida misma, se aprende que nadie
tiene la última palabra. Aparece un escepticismo sano y la interesante
costumbre de preguntarse por qué.
Algunas
sugerencias prácticas:
a)
Juego y espontaneidad.
Los adultos
perdemos la magia del juego y nos enconchamos. Racionalizamos tanto que nos
constipamos. Empieza por alguna travesura que no sea peligrosa.
b)
Bucear en lo intelectual.
Lo cortés no quita
lo valiente. Jugar en el área intelectual es investigar. Husmear en los logros
de la mente puede resultar apasionante. Cada día hay más divulgación
científica. Temas que antes eran sólo para eruditos en la materia, hoy están
disponibles para cualquier lector inquieto. Curiosear en la naturaleza es
verdaderamente apasionante. No hace falta tener un laboratorio ni usar bata
blanca, sino aventurarte a buscar información. No olvides que el cerebro
funciona como un músculo: si no se trabaja, se atrofia.
Algo similar ocurre
con las artes. ¿Hace cuánto que no te sientas en un parque a leer poesías? La
poesía no es para señores de barba y sandalias, o para declamadores de rimas
prosaicas y deprimentes. La literatura es para cualquiera que sea sensible a la
palabra. No escuches a los expertos en arte, son artistas frustrados. No tienes
que ser un especialista, saber fechas, lingüística avanzada o estar en cinco
talleres de escritores. Simplemente debes leer, sentir y disfrutar. Para dejar
que las letras entren en tu alma, tienes que mandar la mitad del cerebro a otra
parte y creer ciegamente.
¿Hace cuánto que no vas a una obra de teatro,
un concierto o un cine para sombríos intelectuales? Acercarse al arte es el
mejor de los comienzos para crear una actitud antiapego. No necesitas compañía
para embelesarte con una bella pintura, una escultura imponente o el lamento de
un saxofón al atardecer. Hay placeres que no son para compartir.
c)
Ensayos de comportamiento.
Ensayar
comportamientos que parecen ajenos a nuestra manera de ser aporta información
valiosa sobre cómo somos realmente. Es una manera de explorar nuestro interior
y, de paso, divertirse. Los ensayos se pueden hacer prácticamente en cualquier
área. Intenta probar comidas nuevas y hacer de cocinero (descubrirás que
cocinar es una forma de alquimia). No importa cuánto ensucies o rompas, tus
mejunjes sabrán a gloria. Cambia tu apariencia, a ver qué pasa. Renueva
tu vestuario y tira esos vejestorios que todavía guardas. Ensaya peinados
nuevos, tinturas de pelo, depiladas, cortes, colores audaces o disfrázate de
Drácula. Si eres introvertido, busca la moda más lanzada, tómate un
tranquilizante y exhíbete. Ni qué hablar del sexo. Si tu pareja es de esas
personas previsibles, insensibles y poco comestibles, sazónala. Invítala a que
juntos se conviertan en una lujuria amorosa ambulante. Ensaya posiciones
apócrifas y desconocidas hasta para el Kamasutra. Despójate del pudor y
ámala desvergonzadamente. Un sexo sin creatividad es demasiado animal. Viajes
y geografía. Para pasear sólo se requiere de espíritu de aventura, de alma
de conquistador. Ganas de salir y arriesgarse a conocer. Puedes ir a
dondequiera que el presupuesto te lo permita. Puedes acampar de mala gana,
pelear con los insoportables mosquitos, ingerir alimentos enlatados medio
descompuestos, mojarte por la noche, soportar una invasión de arañas y, pese a
todo, estar contento. Nadie recuerda las experiencias recatadas y prudentes del
pasado. La memoria siempre gira alrededor de las locuras y las metidas de pata
que alguna vez hicimos. Puedes vagar de un pueblo a otro, ir a una playa distante
o al Viejo Continente, pero no te quedes quieto y fosilizado. Hay personas que
siempre salen al mismo paseo, con la misma gente y en la misma época. Son
viajes planeados, predecibles, esterilizados, controlados y, claro está,
aburridísimos. Acercarte indiscretamente a culturas y costumbres distintas, te
hará ciudadano del mundo.
Paso 11. Hacia un estilo de vida antiapego: el principio de
la autonomía o hacerse cargo de uno mismo
Las personas que sufren de apego afectivo son las que más bloquean la autonomía,
porque sus necesidades son demasiado fuertes. La adicción a otro ser humano
es la más difícil de erradicar, y más aún cuando la motivación de fondo es la
necesidad de seguridad/protección. Mientras el principio de la exploración facilita
la obtención de reforzadores y la pérdida del miedo a lo desconocido, el principio de
la autonomía permite adquirir confianza en uno mismo y perder
el miedo a la soledad.
La autonomía produce esquemas antiapego y promueve maneras más sanas
de relacionarse afectivamente, al menos en tres áreas básicas:
Las personas que se vuelven más
autónomas mejoran ostensiblemente su autoeficacia, adquieren más confianza
en sí mismas y se vuelven más autosuficientes. Se previene y/o se vence el
miedo a no ser capaz. La libertad educa y levanta los umbrales al dolor y al
sufrimiento. Al tener que vérselas con el mundo y luchar por la propia
supervivencia, elimina la mala costumbre de evitar la incomodidad. Se previene
y/o se vence el miedo a sufrir. Los sujetos que adoptan la autonomía como una
forma de vida adquieren mejores niveles de auto observación y una mayor
autoconsciencia. Considerando que la soledad está en la base de todo apego,
se previene y/o se vence el miedo a la soledad.
Algunas sugerencias prácticas:
a)
Hacerse cargo de uno mismo.
Aunque la comodidad
te ofrezca sus ventajas, ya es hora de que dejes la inutilidad a un lado.
Hacerte cargo de ti mismo es un placer indescriptible, mucho más que ser
cómodo. Cuando seas capaz de resolver las cosas sin ayuda, tendrás la
maravillosa sensación de andar por la vida a doscientos kilómetros por hora.
Desde hoy, no delegues lo que puedas hacer. Los intermediarios nunca hacen bien
el mandado. Si tienes la manía de consultarlo todo, date el gusto de
equivocarte. Si te equivocas, creces; si no te equivocas, te estancas.
Empieza por hacer
una lista de las cosas que tienes por arreglar o solucionar y que has
dilatado por no contar con un “experto” disponible. Define tus prioridades,
haz un orden del día y de las tareas a cumplir. Eso sí: ¡no postergues más!
Simplemente empieza e incomódate hasta los huesos. Aunque llueva y truene, no
habrá excusas. Cuando dejes de encomendarte a otros y te hagas responsable de
tus actos, descubrirás tu verdadera fortaleza. Si has jugado con tu pareja el
papel de ser la inútil o el inútil, cámbialo. Cuestiona ese rol.
b)
Disfrutar la soledad.
Haz las paces con
la soledad. Quédate con ella unos días. Pruébala, a ver a qué sabe. Puedes
empezar por salir solo. Sin compañías de ningún tipo, ni parientes ni amigos.
Ve un día al cine, a la hora pico, cuando todo el mundo va acompañado, y haz la
fila con cara de ermitaño despechado. Muéstrate solitario. Deja que algunos te
miren con pesar (“Pobre, no tiene con quién venir”). ¡Y qué importa! ¿Acaso necesitas
tener un bulto al lado para ver la película? Un sábado por la noche, reserva
lugar en el restaurante de moda de la ciudad. Ponte tu mejor gala y llega sin
compañía. Acércate a la mesa sin más séquito que el camarero, y cuando te
pregunten si esperas a alguien más, contesta con un lacónico “no” (como
diciendo “hoy no necesito a nadie”). Pide un buen vino y degusta la comida como
si fuera la mayor exquisitez. Compórtate como un epicúreo. Ignora las miradas.
Descubrirás que, afortunadamente, no eres tan importante. A los cinco minutos
nadie se fijará en ti. Pasarás totalmente desapercibido hasta para los más
chismosos. Saca a pasear tu soledad con garbo y decoro. Airéala. No la escondas
como si fuera un acto de mal gusto. No te avergüences de andar con ella.
Muéstrate como un ser independiente. A la hora de la verdad, no eres más que un
ser humano al que a veces le gusta estar a solas.
c)
Busca el silencio.
Contémplalo.
Acércate a él sin mucho ruido. Saboréalo. Cuando llegues a tu casa, no corras a
conectarte al televisor, la radio, la computadora o el equipo de música.
Primero, relájate. Quédate un rato incomunicado con el mundo. ¿No te has dado
cuenta de que tu cerebro está sobreestimulado? Desagótalo. Elimina toda nueva
información por un tiempo. No hables con nadie. Enciérrate por dos o tres días.
Descuelga el teléfono. Aíslate. Practica la mudez. También puedes quedarte unas
horas sin estímulos visuales. Tápate los ojos y juega a ser invidente.
Desplázate por tu casa y trata de hacer algunas actividades sin mirar. Utiliza
los sentidos silenciosos como el tacto, el olor y el movimiento. Busca un lugar
apartado, donde la naturaleza esté presente y escápate por unos días. Aléjate
del bullicio artificial y busca el sonido natural. Deja que tu atiborrada mente
se oiga a sí misma sin tanta interferencia. Medita y mírate por dentro en la
calma de una quebrada, o en el concierto de los animales nocturnos (no discutas
con los grillos). Disfruta del “tic tac” de la lluvia. Reposa bajo un árbol y
deja que la brisa se insinúe. Esto no es sensiblería de segunda, sino ganas de
vivir intensamente los sonidos del silencio.
d)
Estar sin pareja.
Si eres una persona que no tiene pareja y se
siente sola, no te apresures a buscar a alguien con la desesperación del
adicto. No te pegues de la primera opción. La experiencia me ha enseñado que
cuanto menos se busque el amor, más se encuentra. El deseo descontrolado asusta
a los candidatos de cualquier sexo. Si la ansiedad se nota y las ganas te salen
por las orejas, espantarás a cuanto ser humano se te acerque. Borra el cartel
de tu frente: “Busco pareja”, y cambia su contenido por uno más decente: “Estoy
bien así”. Declárate en estado de soledad por un año. Pero no porque eres de
malas, sino porque tú lo decidiste: “No voy a tener a nadie durante un tiempo”
(claro que, si aparece el amor de tu vida, la cosa cambia). Cuando hagas las
paces con la soledad, los apegos dejarán de molestar. Ponte a prueba. Haz
exactamente lo que temes. No esperes que la situación llegue, provócala.
e)
Llama al miedo. Rétalo.
A la hora de la
verdad, no es más que química corriendo por tus venas. Es incómodo, pero no
duele. Trata de estar atento a las oportunidades. Cuando algún evento te
produzca temor, míralo como una ocasión para fortalecer tu coraje. Esa es la
clave. El principio de autonomía te enseña a ser independiente. A ver por ti
mismo sin convertirte en antisocial. Te muestra el camino de la emancipación
psicológica y afectiva. Cuando una persona decide tomar las riendas de su vida,
los apegos no prosperan tan fácilmente. Se caen, se apagan. Si ejerces el
derecho a ser libre, serás capaz de enfrentar las situaciones difíciles
(problemas afectivos incluidos), la soledad será una oportunidad para crecer
(no estarás tan pendiente de que te amen), confiarás más en tus capacidades (no
esperarás que la pareja te proteja), fortalecerás tu vulnerabilidad al daño y
no temerás tanto el abandono. En conclusión, serás más valiente.
Paso 12. Hacia un estilo de vida
antiapego: el principio del sentido de vida
Los que logran tener ese sentido especial de trascendencia muestran una
serie de ventajas para la supervivencia que otras personas no tienen: viven más
tiempo, mejoran sustancialmente su calidad de vida, se enferman menos, afrontan
las enfermedades terminales con más entereza, crean inmunidad a muchas
enfermedades mentales, pierden el miedo a la muerte y, lo que es más
importante, son supremamente resistentes a crear apegos de todo tipo.
El sentido de vida produce esquemas
antiapego y promueve maneras más sanas de relacionarse afectivamente, al menos
en cuatro áreas básicas:
Las personas que adquieren un sentido de vida logran distanciarse de
las cosas mundanas, y adquieren una visión más completa y profunda de su
vida. En general, no se apegan tanto a las cosas terrenales, incluido el
afecto. No es que no les interese lo material, sino que logran ubicarlo en
el sitio que se merece. De manera similar a lo que ocurre con el principio de
exploración, el principio del sentido de la vida permite una expansión de la
consciencia afectiva. Al haber otras fuentes de satisfacción, la
preferencia motivacional por el otro deja de existir. Se debilita el
esquema de exclusividad placentera por la pareja y se promueve la independencia
psicoafectiva.
El gusto por la vida también empieza a incluir la propia autorrealización.
La trascendencia permite redimensionar la experiencia del sufrimiento. No es
que se soporte más el dolor, sino que se diluye, se reubica en otro contexto y
se le otorga un nuevo significado. Las personas con una vida espiritual
intensa son más fuertes ante la adversidad y emocionalmente más maduras.
Aprenden a renunciar y a darse por vencidas cuando deben hacerlo.
Participar en la idea de un proyecto universal me otorga un sentido de
pertenencia especial. Un punto de referencia interior con la esencia misma de
la vida, que elimina la necesidad de protección y disminuye la vulnerabilidad
al daño. La idea de una misión personal nos exonera de inmediato de cualquier
apego.
Algunas sugerencias prácticas
a)
No matar la vocación.
En la vida nunca
hay que resignarse a vivir infeliz. La autorrealización es un derecho que
tienes por el solo hecho de haber nacido. Si tienes la convicción de no estar
trabajando en lo que verdaderamente te gusta, o te sientes subutilizado,
enfréntalo. No importa cuántas obligaciones tengas, abre el abanico de
posibilidades. No estoy diciendo que seas irresponsable, lo que te sugiero es
no darte por vencido. Manda hojas de vida a Raimundo y todo el mundo, lee los
clasificados, habla con los amigos y cuéntale al mundo para qué sirves. Diles
cuáles son tus talentos y pelea contra tu mala ubicación en la vida. Escarba en
tu pasado para rescatar aquella vieja vocación de adolescente. Si no puedes
trabajar en ella, conviértela en tu pasión alterna. Retómala. Saca tiempo
para esa habilidad que te encanta y no te cansa. No pienses si lo haces
bien o mal. Eso no importa, sino que te agrade, que te diviertas y que goces
intensamente. La pasión no es negociable. Pon a rodar tu talento. Es tuyo.
Te pertenece como los ojos, la nariz o el pelo. No pidas permiso, no te
justifiques ni trates de convencer a nadie. Si te gusta “jardinear”, llénate de
tierra hasta la coronilla; al que le incomode, que se tape los ojos. Inscríbete
en un curso de Jardinería IV, cómprate el libro del “jardinero feliz” (con
seguridad hay uno) y comienza a coquetearle a cuanta planta encuentres. Es más,
haz el amor con ellas. Si te gusta la carpintería, no necesitas herramientas
profesionales. Clavos, martillo y madera: por algo se empieza. Si te gusta la
música, enciérrate a escucharla. Si te gusta cantar, canta. En la ducha, en la
calle, colgado de un autobús, en la misa, en las reuniones encopetadas, los
domingos al amanecer, en la desventura y en la alegría. Cántale cara a cara a
tu vecino insoportable o a tu mejor amante. Pero canta. Si no te mantienes en
forma revolcando tus talentos desde adentro, se oxidarán. Haz las paces con la
imaginación.
b)
Naciste para
algo especial.
Como a la gran mayoría, es posible que aquel
pequeño esbozo de genialidad infantil haya sido cercenado por tus padres, en
nombre del futuro y “Por tu bien”. Pero no es así. Si estás desarrollando tus
talentos, lo que es, la vida se encargará de los detalles. La mayoría de las
personas deambulan de un lugar a otro tratando de sobrevivir por sobrevivir.
Ese no es el camino. Busca en tu interior y saca a relucir tu singularidad.
Ábrele un espacio a tu vocación. Si la reprimes, estarás perdiendo mucho más
que una oportunidad. Estamos hablando de tu vida. No importa qué tan exitoso o
exitosa seas. Importa un bledo cuánto vendió tu empresa o si pudiste cumplir
con los objetivos. Si tuvieras un cáncer o fueras víctima de un secuestro, los
indicadores de venta serían un dato de mal gusto. Si no eres tú en persona, la
verdadera, la única, la irreproducible, sólo serás una incipiente imitación.
Una sombra platónica. Empieza hoy. Vuelve a tu infancia y rescata la más
antigua y recalcitrante capacidad. Tráela al presente, ponla a funcionar a toda
máquina y disfrútala sin reparos, con el embeleso del que tiene un juguete por
primera vez. Si haces lo anterior y comienzas a fortalecer tu realización
personal, el apego afectivo empezará a perder funcionalidad. Ya no será tan
necesario. E incluso, puede llegar a ser un estorbo, porque el desarrollo de
tus potencialidades habrá ocupado el primer lugar.
c)
Expandir la consciencia.
Si no eres una
persona plástica o un compulsivo acaparador de objetos materiales, te habrás
hecho las tres preguntas existenciales típicas: “¿Quién soy?”, “¿Qué hago
aquí?” y “¿Para dónde voy?”. Y no significa desorientación, sino duda
metódica. Existencialismo cotidiano y preguntas de transeúnte. Eres
producto de millones de años de evolución. Una evolución que posee el atributo
de ir hacia arriba en lo complejo. El animal hace contacto con la naturaleza;
pero tú, además, haces contacto con tu interior. Posees autoconsciencia, la
capacidad de pensar sobre lo que piensas. Eres materia transformándose en espíritu.
Tienes la increíble misión personal de conocerte a ti mismo. Cuando te auto
observas y te descubres, es el universo entero el que se observa a sí mismo.
Eres un momento, un instante fugaz en la inmensidad del cosmos, pero formas
parte de un proceso en expansión universal, infinitamente mayor, que te
contiene. Todos estamos de paso y vamos de regreso a casa. Viniste a contemplar
la creación, a mirarla, a disfrutarla y a cuidarla. Somos obreros del universo.
Polvo de estrellas, como dicen. En nosotros se reproduce la historia de toda la
humanidad, y tú puedes tener acceso a ella.
d)
Haz un ejercicio sencillo.
Cierra los ojos y
trata de pensar que estás conectado con los objetos y personas de tu mundo
inmediato. Trata de romper el aislamiento mental. Imagínate que la realidad
material tuviera infinidad de capas y lograras descender por ellas hasta
encontrar que en la profundidad subatómica somos exactamente la misma energía.
Como si todos fuéramos puntas de icebergs aparentemente desconectadas, pero unidas
por un continente subterráneo. No estás solo. El aislamiento es una ilusión.
Todo afecta a todo. Aunque no se note inmediatamente, lo que ocurre en
otras latitudes, tarde que temprano, influye sobre ti. Eso implica que lo
que hagas con tu vida afectará a otros. Tú eres el mundo. Eres la
consciencia de la humanidad, y si lo asumes así, entenderás que tu
responsabilidad es tremenda y apasionante. Puedes comenzar a leer sobre
religión. ¿Por qué no? ¿No te parece interesante investigar las religiones
comparadas? El budismo, el catolicismo, el hinduismo, el cristianismo, el
taoísmo, el judaísmo y el islamismo. ¿No estaremos hablando de lo mismo en
distintos idiomas? Aunque el conocimiento no necesariamente genera el fenómeno
de la fe, puede enriquecerla y evitar que caigas en el pensamiento mágico, la
credulidad extrema o la ignorancia. Einstein decía: “Sostengo que el
sentimiento religioso cósmico es el motivo más fuerte y más noble que anima la
investigación científica”. La ciencia te pone los pies en la tierra para que
puedas saltar más lejos. Intenta leer teología. Indaga en las creencias, asiste
a algunos cultos, conversa con los creyentes y los ateos. Investiga. No para
elegir, sino para conocer. La posición existencial que asumas irá apareciendo
sola. Se irá gestando en ti sin mucha alharaca y sin tanta pompa. Dios casi
no habla, pero cuando lo hace, su lenguaje es inconfundible. El escritor griego
Nikos Kazantzakis lo expresaba así: “Dije al almendro: ‘Háblame de Dios’, y el
almendro floreció”. Intenta husmear en tu interior. Bucea.
e)
Estudia tus estados internos.
Puedes utilizar la
meditación, el yoga, la oración o cualquier otro método, pero saca un rato para
evaluar tu existencia. Instala una línea directa con Dios para hablar con él
cada vez que te plazca, y si está ocupado, insiste. Recuerda que cuando
hablamos de trascender estamos diciendo que te salgas de la inmediatez y vayas
más allá de los límites de la apariencia. No tienes que ser sor Teresa de
Calcuta, San Francisco de Asís o la versión latina del “pequeño saltamontes”. A
tu estilo y a tu medida, cuando hayas abierto la puerta de la trascendencia,
harás conexión con algo especial. Y no tendrás que hacer un peregrinaje a
Tierra Santa, La Meca o el Tíbet. Bastará con dejar salir lo que tenías encerrado
en tu interior.
Paso 13. El amor digno: lee este
pequeño cuento y medita sobre él
Como verás, el mensaje gira alrededor de la siguiente premisa: “No
puedo amar a quien no me quiere. No tiene sentido entregarme a alguien que no
quiere estar conmigo. Si no me aman, no me respetan o me subestiman, no me
merecen como pareja”.
Analiza el siguiente cuento y anota
tres conclusiones y/o enseñanzas que te deje su lectura en relación al
autorrespeto:
Cuentan que una bella princesa
estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de
todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y
tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre
los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que
amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo: “Princesa, te
he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte,
te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor... Estaré cien días sentado bajo
tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo
puestas... Esa es mi dote...”. La princesa, conmovida por semejante gesto de
amor, decidió aceptar: “Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me
desposarás”. Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado,
soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la
vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su
empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando, la cortina de la ventana
real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble
gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso
algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día
noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo
monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una
hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad
de la infanta, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó
lentamente del lugar. Unas semanas después, mientras deambulaba por un
solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa:
“¿Qué fue lo que te ocurrió...? Estabas a un paso de lograr la meta... ¿Por qué
perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?”. Con profunda consternación y
algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: “No me ahorró ni un día
de sufrimiento... Ni siquiera una hora... No merecía mi amor...”.
El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad. Cuando
damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la
vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta
el último rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de
serlo, al menos merecemos comprensión. Que se menosprecie, ignore o desconozca
fríamente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el
mejor de los casos, ligereza. Cuando amamos a alguien que además de no
correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar
equivocado. Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La
cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, empaco y me voy.
Nadie se quedaría tratando de agradar y disculpándose por no ser como les
gustaría que fuera. No hay vuelta de hoja.
En cualquier relación de pareja que
tengas, no te merece quien no te ama, y menos aún, quien te lastima. Y si
alguien te hiere reiteradamente sin “mala intención”, puede que te merezca,
pero no te conviene.
Bibliografía
Riso, W. (2013). Guía Práctica para vencer la
dependencia emocional. Phrònesis.
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