HEREDABILIDAD VERSUS APRENDIZAJE DE LA TIMIDEZ
En relación con la etiología de la timidez tradicionalmente
han existido dos posturas contrapuestas (aquélla que defiende una supuesta base
hereditaria y la que enfatiza el factor aprendizaje como determinante en el
desarrollo de la misma) que, a su vez, han ido entroncándose a medida que ha
avanzando la investigación en este ámbito.
Del mismo modo que en el caso de la introversión y a la
inhibición conductual, algunos autores sugieren la existencia de correlatos
neurobiológicos para la timidez. Horn, Plomin y Rosenman (1976)
concluyeron, a través del estudio con gemelos, que la timidez constituye un
rasgo más heredable que otros rasgos de personalidad. Posteriormente, a
partir de investigaciones realizadas con gemelos univitelinos y bivitelinos,
diversos autores apoyan también la hipótesis de una transmisión genética de la
timidez (Torgensen, 1979; Cheek y Zonderman, 1983 y Plomin y Daniels, 1986).
Sin embargo, Kagan y Reznick (1986) señalan que, solamente algunos niños
nacen con cierta vulnerabilidad genética y que no todos los niños etiquetados
como tímidos lo son como resultado de una predisposición temperamental. El
hecho de nacer con esta predisposición hace más probable que el niño llegue a
ser tímido, dado que los patrones temperamentales han demostrado estar
relacionados con tipos de conducta posteriores. En esta línea, un niño con
un determinado patrón de temperamento desarrollará un trastorno psicológico en
función de la actitud de los padres ante el estilo de conducta del niño (Alexander,
Roodin y Gorman, 1991).
Otros autores proponen también que, aunque el rasgo de
timidez pueda ser heredado, este puede ser exacerbado o modificado a partir de
las interacciones que el niño tenga con los otros (Emde, Robert, Plomin,
Robinson, Corley, DeFries, Fulker, Reznick, Campos, Kagan y Zahn-Waxler, 1992 y
Robinson, Kagan, Reznick y Corley, 1992), pero que, aun cuando los niños
puedan aprender un comportamiento social adecuado a través del modelado de
interacciones sociales por parte de sus padres, solamente un escaso número de
niños etiquetados como tímidos en su primer año de vida será capaz de llegar a
convertirse en sujetos extravertidos a la edad de 7 años (Kagan, 1989 y
Galvin, 1992).
En esta línea, las experiencias sociales aprendidas modifican
pautas de conducta genéticamente determinadas (Cheek y Buss, 1981) y numerosos
comportamientos se pueden adquirir a través del aprendizaje social mediante la
observación de modelos (Bandura, 1987), de forma que padres extravertidos
pueden modelar conductas exitosas socialmente en sus hijos tímidos y padres
tímidos o poco sociables pueden provocar que sus hijos desarrollen conductas de
timidez.
Así mismo, otras experiencias pueden incidir en el origen y mantenimiento de
la timidez, por ejemplo, el sentirse rechazado por los compañeros
puede originar comportamientos de timidez en el niño o el padecimiento de
enfermedades o anomalías que afecten a la imagen física también pueden
determinar el surgimiento de la timidez (Echeburúa, 1993). Una de las causas
considerada como más relevante para que una persona llegue a ser tímida es la
falta de vivencias sociales. Así, el aislamiento social durante la infancia
perturba enormemente el normal desarrollo de la expresión emocional (Gray,
1993).
En los sujetos tímidos es frecuente encontrar parientes
que también lo son, tal y como demostraron Rosenbaum et al. (1991) en un
estudio en el que encontraron una correlación del 80% entre el padecimiento
de altos niveles de ansiedad interpersonal en los padres y conductas de timidez
en los hijos. Por el contrario, la riqueza de vivencias sociales parece
disminuir la incidencia de las conductas de timidez. En esta dirección apuntan
los resultados de un estudio llevado a cabo por Buss (1986) en hijos del
personal del ejército americano. En él se demostró que estos niños manifestaban
una tasa de timidez más baja que los niños de la población general cuando
alcanzaban la adolescencia o la edad adulta. Como concluye el autor,
posiblemente las frecuentes mudanzas habían facilitado en estos niños el
desarrollo de un cierto desenvolvimiento en sus relaciones interpersonales. En
suma, podemos conceptualizar la timidez como un rasgo del temperamento, con
todo lo que ello implica, es decir, algo estable, presumiblemente heredado, que
aparece de forma temprana en la vida del niño, observable en una gran variedad
de situaciones sociales y que probablemente determina el posterior desarrollo
de la personalidad, la emocionabilidad y la conducta social. A pesar de
todo, puede llegar a ser modificado por el aprendizaje resultante tanto de
la observación de la conducta de los padres como de las experiencias vividas
por el niño a lo largo de su infancia.
Bibliografía: ASPECTOS COGNITIVOS, EMOCIONALES, GENÉTICOS Y
DIFERENCIALES DE LA TIMIDEZ Cano Vindel, A.; Pellejero, M.; Ferrer, M. A.; Iruarrizaga,
I. y Zuazo, A. Universidad Complutense de Madrid (Spain).Revista REME
(revista electrónica de motivación y emoción: http://reme.uji.es/articulos/acanoa5610802100/texto.html)
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