LA EXPOSICIÓN EN
IMÁGENES
La
exposición y la prevención del ritual (EPR) constituyen el núcleo del programa
autodirigido. Puede potenciarse y aumentarse su eficacia mediante técnicas
adicionales. Las personas con trastorno obsesivo compulsivo sufren por la
presencia de poderosas imágenes que tratan sobre posibles peligros presentes y
futuros. Éstas surgen con frecuencia en situaciones relativamente carentes de
peligro, con todo casi siempre son intensas y amenazadoras. Esta imaginería
sobre futuros eventos desastrosos fomenta la preocupación obsesiva y los
rituales compulsivos.
La meta
de la realización de la EPR es liberarse de preocupaciones innecesarias sobre
posibles peligros y desastres. La EPR in vivo implica
confrontar las situaciones que se temen en la vida real, de modo que se aprenda
que es muy improbable que ocurra aquello que teme. Sin embargo, existen
situaciones que son imposibles o simplemente nada prácticas para recrearse en
la vida real con miras a la exposición y la prevención del ritual. Por ejemplo,
Mary necesitaba ir más allá de la EPR in vivo.
La
experiencia de Mary
Su mayor
temor era contagiarse del virus del SIDA y transmitirlo después a las personas
que cuidaba. Detentaba en un conocimiento adecuado del modo en el que se transmitía
realmente el virus del SIDA. Pero no podía librarse de la sensación de que
cualquier actividad diaria, tal como usar un baño público, lavarse las manos o
encontrarse en el trayecto de una tos o un estornudo errante, podría ponerle en
peligro.
Mary se
lavaba las manos al menos cien veces diarias y se daba duchas de una hora de
duración. Su temor a enfermarse de SIDA implicaba imágenes de una incapacidad
cada vez mayor para encargarse de su familia. Pensaba en que era muy estresante
no vivir de acuerdo a sus responsabilidades como esposa y madre. También
experimentaba imágenes en las que era la responsable de la enfermedad de los
demás, con la concomitante vergüenza derivada de decepcionar a su familia
cercana y lejana.
La
exposición y la prevención del ritual para tales situaciones temidas tal como
el empleo de baños públicos y el lavado de manos fue muy útil, pero también se
demostró que era necesario efectuar la EPR para contrarrestar las temidas
imágenes de futuros desastres que implicaban contraer el virus del SIDA. Esta
es la razón de la utilidad de la exposición en imágenes.
PRACTICANDO LA
EXPOSICIÓN EN IMÁGENES
La exposición
en imágenes posibilitará que experimente pensamientos desagradables y
generadores de ansiedad y que los mantenga brevemente
en su mente sin sentir un malestar excesivo. Puede ayudarle a reducir la ansiedad
cuando experimente un pensamiento negativo y a aprender a aceptar tales
cogniciones como lo que son: simples pensamientos.
Con el
tiempo, es probable que los pensamientos generadores de ansiedad pierdan
intensidad.
Otros
ejemplos de imágenes que generan temor sobre un futuro daño y peligro incluyen
el de ser considerado responsable de un crimen, ser rechazado por los demás, ir
a la cárcel, perder a un ser amado y volverse loco. La meta de la exposición in
vivo es suministrar oportunidades reales para llegar a habituarse a situaciones
temidas, pero el objetivo de la exposición en imágenes es proveer de
oportunidades para llegar a habituarse a los propios pensamientos.
Paso 1
Escriba, en tres o cinco minutos, una
narración en primera persona, en tiempo verbal presente (“Yo soy...”),
describiendo la situación temida que surgiría si usted no comprobara o
ejecutase un ritual o conducta compulsivos. Incluya todos los desencadenantes
del temor que fueran relevantes, así como las situaciones evitadas.
Escríbalo como si estuviese describiendo la escena de una película, paso a
paso. Hágalo del modo más vívido posible. Incluso puede ampliar la escena y
sus desencadenantes del miedo hasta llegar al absurdo.
Al igual
que la exposición in vivo, su exposición en imágenes debería crear un nivel de
USAs (unidades subjetivas de ansiedad) inicialmente alto. Cuanto mayor sea el
nivel de USAs que pueda tolerar en su narración, mejor será el efecto general.
Sin embargo, algunas imágenes (por ejemplo, la muerte de un ser amado) pueden
parecer demasiado espeluznantes para incluirla en la redacción, especialmente
en un inicio. En este caso, describa una situación que genere niveles medios de
temor 60/75 USAs. Cuando se haya habituado a esa situación, elabore otra
narración con imágenes más amenazadoras –en el
rango de 80-90 USAs.
Paso 2
Grabe
en una cinta una narración que dure entre 3 y 5 minutos y escúchela una y otra
vez durante un mínimo de 45 minutos diarios. La narración se escuchará de modo continuo. Es útil
registrar su nivel de USAs tras escuchar la historia empleando el
formulario de registro de la exposición en imágenes (EI) que sigue a
continuación. Su objetivo es oír la narración reiteradamente hasta que
su nivel de USAs descienda a 20 o menos. Esto indica que es probable que
haya ocurrido la habituación. Ésta exige a menudo unos 45 minutos pero,
como cada individuo que padece trastorno obsesivo compulsivo es
diferente, puede ser menos tiempo o quizás más. Cuando las imágenes de esta
narración ya no evoquen un malestar excesivo, escriba otras historias empleando
más situaciones que generen temor hasta que sus terribles imágenes hayan
sido neutralizadas.
Formulario de registro
de la exposición en imágenes (EI)
Evalúe
su nivel de USAs (0-100) en cada sesión de EI tras cada repetición de la
narración. Usted puede fotocopiar este formulario para su
empleo
diario. Necesitará un formulario para cada sesión.
Fecha:_________________
Tiempo total de EI_________________
USAs
USAs USAs
1.________________
7.__________________ 13 __________________
2.________________
8.__________________ 14.__________________
3.________________
9.__________________ 15.__________________
4.________________
10._________________ 16.__________________
5.________________
11._________________ 17.__________________
6.________________
12._________________ 18.__________________
Media
del nivel de USAs en esta sesión (total de USAs / número de veces que escuche la
grabación): _____________
La
experiencia de Mary con la exposición en imágenes
Debido a
que Mary consideró las imágenes de la muerte de su familia cercana demasiado
espeluznantes como para empezar con ellas, su narración inicial grabada para la
exposición en imágenes consistió en visualizaciones amenazadoras que trataban
de generar una ansiedad moderada (alrededor de 75 USAs). Se imaginaba causando
una enfermedad a alguien que conocía muy bien y que después aquél sufría una larga
y dolorosa agonía y muerte causada por el SIDA. Eligió a una vecina que era
madre soltera. Su narración describe una situación (siendo consciente de que
ésta es extremadamente improbable e incluso ridícula) en la que su
“negligencia” provoca que su vecina se “contagie”.
Implica
que debe cargarse con la total responsabilidad por la enfermedad y muerte de su
vecina, y con las imágenes y expectativas de un futuro ridículo ante su propia
familia, los parientes y la comunidad.
Mary
escuchaba la narración de tres minutos durante una hora y media todos los días
durante la primera semana, evocando fuertes sentimientos de pesar y terror.
Narración
del temor de Mary
Me
encuentro sentada en la mesa de la cocina y suena el timbre de la puerta. Es mi
vecina que viene a pedirme prestado algo de azúcar. Le doy un vaso
de azúcar pero, como mis manos están húmedas porque estaba
cocinando, el vaso se resbala. Cae al suelo, estallando en cientos de pedazos.
Algunas de las afiladas porciones cortan la piel de mi vecina, pinchándole y
haciéndole sangrar.
Agarro
un pañuelo para humedecerlo en agua y lavarle los cortes y mientras miro a otra
parte, la vecina camina hacia la silla “contaminada” de mi marido y se sienta
en ella para atender los cortes de su pierna.
Al
percatarme de lo que ha sucedido ¡me quedo paralizada del horror! ¡Sus heridas
abiertas seguramente harán que contraiga el SIDA! Curo los cortes de
mi vecina y finalmente se va. Medio año después, tras
visitar su apartamento, ella me revela aterrorizada que acaba de ser
diagnosticada de SIDA y que
la causa fue lo que sucedió hace unos seis meses, en mi
apartamento. Me encuentro totalmente devastada. ¡He causado esta desgracia y
ahora mi vecina va a morir por ello! ¡Soy tan descuidada e irresponsable...!
Durante
los siguientes meses percibo el deterioro en la salud de mi vecina. Cada vez
está más delgada y débil. Sé que acude todas las semanas al médico para obtener
el tratamiento para la enfermedad. ¡Tiene cuatro niños pequeños que se verán
huérfanos debido a mi negligencia! Durante las siguientes semanas se enferma
más y más. Se vuelve incapaz de cuidarse de sí misma. No puedo dejar de ver la
mirada de esos pobres niños. Mi familia rehuye de mí por mi conducta tan
irresponsable. No puedo soportar el dolor de vivir con este error el resto de
mis días.
En un
inicio, Mary se resistía a escuchar la grabación, estaba incluso aterrorizada.
Era como si el hecho de simplemente escuchar estos pensamientos enunciados en
voz alta causase, de algún modo, que acontecieran mágicamente esos terribles
hechos. Tras oír la historia unas treinta veces, se distraía de las terribles
imágenes insensibilizándose o pensando en eventos inocuos que simplemente
surgían en su cabeza. Cada vez que su mente vagaba, se esforzaba para centrarse
en las imágenes del casete.
Durante
la segunda semana, Mary informó que la escucha del casete
estaba
volviéndose cada vez menos perturbadora. Indicó que era
capaz de
recitar de memoria la narración, como un guión de película
que
hubiera memorizado. Para cuando terminó la segunda semana,
Mary
manifestó que su nivel general de USAs se encontraba alrededor
de
30-40, aburriéndose con ello. Las imágenes que experimentaba tenían
un
impacto mucho menor que al inicio. Entonces ideó otra narración,
empleando
esta vez imágenes de sí misma enfermándose con el
virus
del SIDA por el contacto con un vagabundo. Se mostró poco dispuesta
a
infundir en la narración imágenes dolorosas tal como no
encontrarse
con sus hijos cuando éstos crecieran y otras donde era despreciada
por su
familia.
Tras
escuchar reiteradamente la cinta, la temible imaginería, aunque
perturbadora,
comenzó a perder su dolorosa carga e intensidad. Se
convirtió
en algo que difícilmente podría “suceder”. Con ulteriores
repeticiones,
su “cerebro lógico” logró superar más las imágenes irracionales
del
trastorno obsesivo compulsivo. Tras otra semana de exposiciones
diarias
ante estas imágenes, fue capaz de tolerarlas con una
incomodidad
mucho menor.
La
experiencia de Melody con la exposición en imágenes
¿Recuerda
el caso de Melody en el capítulo 1? Era la mujer que necesitaba
comprobar
la puerta, la cocina, las ventanas y los electrodomésticos,
ocupando
cada vez más todo su tiempo. Le abrumaba el temor de
que
pudiera dañar a alguien. Fue diagnosticada con un trastorno obsesivo
compulsivo
y sus síntomas mejoraron con la medicación. Diez años después, como exitosa
abogada de 33 años de edad, todavía se
encontraba
enfrentándose al trastorno obsesivo compulsivo.
Los
síntomas de Melody incluían la comprobación compulsiva del
automóvil
por la noche. Ella temía que su coche no funcionara por la
mañana
debido a un pinchazo en la rueda, una fuga u otro fallo mecánico.
Se despertaba
todas las noches y dedicaba entre una y dos horas a
comprobar
las fugas y los pinchazos de su coche. La lluvia, el aguanieve,
la nieve
no eran impedimento para llevar a cabo su ritual nocturno.
¿Qué
temía que ocurriera por la mañana si descubría que su coche
no
funcionaba? Describía sentimientos de horror al pensar que llegaba
tarde al
trabajo, que era despedida del mismo y echaba a perder su
carrera.
Su temor final era defraudar a sus padres. Aquí presentamos
su
narración de la exposición en imágenes:
Es el
primer día en mi nuevo empleo como abogada para una prestigiosa
firma.
Me estoy preparando para acudir al trabajo. Salgo del apartamento,
bajo
las escaleras y miro mi coche. Súbitamente me quedo conmocionada y
horrorizada
con lo que veo. Una rueda está completamente pinchada.
¡Me
pregunto cómo demonios voy a ir al trabajo! Puedo sentir el sudor que
surge
por todos mis poros... Camino alrededor del coche y ¡me espanto al ver
que
hay un charco de aceite bajo el motor!... Abro el capó y me impresiono al
ver
que hay aceite desparramado por todo el compartimento del motor –en las
piezas,
el sistema eléctrico, por todo el radiador y los cables– todo está revestido
con
una sustancia viscosa y grasienta.
Me
metí en el coche para arrancarlo, pero es imposible... Miro al asiento de
al
lado y mi corazón late todavía más fuerte cuando veo una mancha de aceite
en el
suelo del lado del copiloto... Me siento desesperada e indefensa... Subo
la
escaleras para telefonear a un taller y que me ayuden, pero me informan que
están
atendiendo muchas llamadas y que no podrán venir a revisar el coche
durante
varias horas, si es que llegaran a poder... Telefoneo a otro taller y me
cuentan
la misma historia... Llamo a otro y otro más... Todos están muy ocupados
y no pueden
ayudarme ahora.
El
sudor empapa mi cuerpo ahora, mi corazón late tan acelerado que creo
que
voy a sufrir un ataque... Llamo a mi jefe para informarle de que no voy a
llegar
al trabajo hasta dentro de unas horas si es que llego hoy... Me responde con un
tono frío, crítico y severo: “Si este es el modo en el que te desempeñas
como
profesional, ¡entonces quizás no merezcas realmente trabajar en la abogacía!
¿Cómo
puede ser un buen abogado alguien tan irresponsable y descuidado?”.
Le
rogué que tuviera en cuenta que había sucedido algo totalmente
imprevisto,
algo que no estaba en mis manos, ¡pero sin resultado alguno! Mi
jefe
replicó que, por su parte, debería buscarme otro trabajo, ¡pero que
probablemente
ninguna
firma de la ciudad contrataría a alguien tan irresponsable
y
descuidado en sus responsabilidades profesionales como yo!
Me
sentí rechazada, desesperanzada, desanimada y furiosa... ¿Cómo diablos
iba a
encontrar otro trabajo en esta ciudad? Quizás no lo logre nunca...
¡Alguien
tan descuidado e irresponsable no merece trabajar con personas que
tienen
problemas!... Se divulgará que soy una irresponsable y tras diez entrevistas
de
trabajo, nadie me contratará para ningún empleo... Y ningún hombre
querrá
estar con alguien tan irresponsable... Finalmente me convertiré en
una
carga para mis padres y la sociedad. Terminaré sin hogar alguno –viviendo
en la
calle.
Melody
grabó esta ocurrente narración en un casete y la escuchó
una y
otra vez durante una hora todos los días. Ella fue capaz de describir
vívidamente
las imágenes de su narración. Su nivel de USAs tras
su
escucha inicial era de 85. Las imágenes provocaban una ansiedad
muy
intensa, incluso lágrimas, ante la sola idea de ser reprendida por
su jefe
y encontrarse sin empleo. Tras una semana de escuchas reiteradas,
su nivel
de USAs descendió al rango de 60-80.
Pero, a
mitad de la segunda semana, informó que la historia tan
repetitiva
se había vuelto monótona, incluso aburrida. Su nivel de
USAs se
redujo a 20-30. En esta ocasión, tras las reiteradas escuchas, se
encontró
más capacitada para acceder a su mente “racional” y, de este
modo,
logró tranquilizarse con la idea de que su desempeño laboral
había
sido juzgado por su jefe como excelente.
Aunque
el pensamiento de un perjuicio catastrófico para su carrera
todavía
le seguía molestando, la idea de ser despedida de su trabajo en
este
momento por un potencial retraso se convirtió en absurda, en una
posibilidad
muy remota. Un beneficio adicional de la escucha del casete
fue una
mayor conciencia de su excesivo perfeccionismo y del modo en el que éste
impregnaba su vida. El ejercicio reforzó su habilidad
para
bloquear sus rituales nocturnos de verificación del automóvil.
Tras
cinco semanas escuchando el casete, nunca más se levantó por la
noche a
comprobar el coche.
La
experiencia de Robert
Robert,
un vendedor de 32 años, presentaba desde hacía 6 meses un
trastorno
obsesivo compulsivo. Sus síntomas implicaban una preocupación
e
inquietud obsesivas por la posibilidad de atropellar a alguien
cuando
estuviera conduciendo. Vivía en una pesadilla de culpa,
miedo y
terror cada vez que se encontraba al volante. Un simple
bache en
la carretera, un ruido inesperado, una sombra o el fulgor de
una luz
le generaban palpitaciones cardíacas; frenaba con un chirrido
de
ruedas y volvía al lugar para asegurarse de que no había ocurrido
accidente
alguno. Para aliviar sus sentimientos de pánico y terror,
Robert
debía regresar al lugar en el que pensaba que podría haber
sucedido
el accidente.
Tan
pronto como se aseguraba al respecto, su ansiedad descendía
pero
sólo por unos instantes. Se repetían los fuertes sentimientos de
duda,
exigiendo de nuevo otro viraje en redondo para volver al lugar
del
“accidente”. Conducir cerca de colegios, niños y ciclistas era especialmente
atormentador
para sus nervios. Los baches y las bandas de
frenado
se sentían como si fueran cuerpos sin vida que yacían tumbados
en la
carretera, disparando su compulsión de buscar señales de
que
hubiera atropellado a alguien.
Al
efectuar la exposición en imágenes, Robert describió la peor de
sus
pesadillas –que era responsable de un accidente de tráfico que terminaba
con él
en la cárcel. Se incluyen imágenes de culpa, vergüenza
y
pérdida de libertad:
Estoy
fuera con una pareja de amigos... estamos desahogándonos viendo un
partido
de fútbol en un pub. Tomo una cerveza, después algo de picar y, cuando
termina
el juego, conduzco de vuelta a casa. Paro en la gasolinera que se
encuentra
a media milla de casa para repostar. Entro, pago, vuelvo al coche.
Cuando
salgo del parking y me meto en la carretera principal siento de repente
un
fuerte golpe... una sacudida en el coche...me hago a un lado, detengo el
auto
y salgo para ver qué ha ocurrido.
Es
casi seguro que me encuentre con el cuerpo de un niño tirado en el suelo
y
ensangrentado. Mi corazón empieza a palpitar, mi estómago se revuelve
cuando
veo esta horripilante escena. El chico parece tener unos 7 años y se
encuentra
inconsciente. Hay sangre por doquier. Veo las manchas de sangre
en el
parachoques. ¡Atropellé a este pobre inocente niño! Levanto la vista y veo
un
coche de la policía con la sirena puesta, después aparecen varias ambulancias
alrededor
del lugar. Mi sufrimiento es insoportable. ¡La vida de este inocente
niño
pende ahora de un hilo por culpa de mi conducta temeraria y descuidada!
¡Si
hubiera sido más cauto o si hubiera sido más responsable nada de
esto
hubiera sucedido!
Se
traslada al niño al hospital más cercano. Sus padres, terriblemente turbados
y en
estado de shock, entran en la sala de urgencias. Me miran con desprecio.
Me
preguntan por qué lo hice. Me quedo mudo. Siento como mi mundo
está
llegando también a su fin. Tras unas horas se me notifica que el niño ha
muerto.
El más enfermizo de los sentimientos me invade. Vomito. El dolor y
el
remordimiento son abrumadores.
Tras
algunos días, la oficina del sheriff me notifica que voy a ser acusado de
homicidio
sin premeditación y conducción temeraria. Si se me condena, me
enfrento
a una sentencia de prisión y varios años de libertad condicional. En
vez
de discutir los cargos, acepto la culpa. En una breve aparición ante el
tribunal,
se me
sentencia a 10 años de cárcel. Soy escoltado fuera de la sala y se
me
lleva a una prisión del condado. Allí, afronto los siguientes diez años de mi
vida
entre una serie de criminales que han ejercido todo tipo de violencia sobre
las
personas. La sensación de confinamiento, de pérdida de libertad, de que mi
vida
se escurre es demasiado dolorosa de soportar.
Robert
grabó esta narración en el casete y la escuchó durante 45
minutos
diarios a lo largo de 10 días. Su nivel inicial de USAs era de
95.
Aunque se sintió extremadamente incómodo en un principio, una
vez que
repitió la escucha se encontró con que su nivel de USAs había
descendido
a 50 en la segunda semana. Además, combinó la exposición
en
imágenes con la práctica, empleando la exposición in vivo y la prevención del
ritual (véase el capítulo 6 para obtener más información
al
respecto). En resumen, con el uso combinado de la exposición
en vivo
y en imágenes, Robert fue capaz de mantener bajo control sus
síntomas
del trastorno obsesivo compulsivo.
CUANDO NO FUNCIONA LA
EXPOSICIÓN EN IMÁGENES
Aquí son
pertinentes unas palabras de advertencia. Hay algunas personas que no deberían
intentar la técnica de la exposición en imágenes sin la supervisión de un
terapeuta cualificado. Entre ellas se incluyen a individuos que padecen un
trastorno obsesivo compulsivo severo y que, a la vez, mantengan la férrea creencia
de que sus pensamientos obsesivos son reales y tienen sentido (esto se denomina
también “ideas sobrevaloradas”), junto con una historia de psicosis o un trastorno
límite de la personalidad.
A
continuación, se presenta un listado con los problemas habituales que pueden
surgir mientras se efectúa la exposición en imágenes así como sus posibles
soluciones.
• Si usted no puede
tolerar los niveles de ansiedad de su exposición en imágenes:
Abrevie
su narración, reduzca la ansiedad que genera. Consiga que su exposición en
imágenes genere unos 50-60 USAs y no 90-100. Si usted pudiera convertir la
historia en algo realmente absurdo, incluso ridículo, le quitará fuerza al
argumento. Sin embargo, algunas imágenes (por ejemplo, la muerte de un ser
amado) pueden parecer excesivamente horripilantes para ser incluidas en una
narración, especialmente en un principio. En este caso, describa una situación que
genere niveles medios de temor –60-70 USAs. Cuando se haya habituado a dicha
situación, redacte otra narración con imágenes más espeluznantes –en el rango
de los 80-90 USAs.
• Si su
exposición en imágenes no genera demasiada ansiedad:
Su
narración puede ser demasiado genérica. Hágala más vívida e incluya imágenes
específicas y alteradoras de situaciones que usted tema. Por ejemplo, si
usted teme enfermarse en un futuro, describa una imagen específica donde se
encuentre en un hospital enganchado al suero y a la máquina de oxígeno, o donde
se le deja solo e incapacitado siquiera para llamar a la enfermera y etc. Usted
podría estar bloqueando todo el impacto emocional de la experiencia mientras
escucha. También pudiera estar distrayéndose, pensando en otras cosas durante
la reproducción del casete. Intente introducirse en las palabras, sentimientos
e imágenes tanto como le sea posible.
• Si el solo hecho de
imaginar la escena temida no basta para provocar ansiedad:
Algunas
personas carecen de habilidad y padecen dificultades para imaginar escenas de
un modo vívido. Simplemente deben experimentar “el asunto real” para activar un
nivel apropiado de ansiedad. Si tal fuera su caso, podría beneficiarse de la
exposición in vivo y de la prevención del ritual.
C., P., & M., H. B. (2003). Guía práctica del
TOC. Pistas para su liberación. Desclée de Brouwer.
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