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LO QUE NO ES UN TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO

 

LO QUE NO ES UN TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO

Tan importante como comprender qué es un trastorno obsesivo compulsivo es saber qué no es. Muchas formas de conducta repetitiva pueden etiquetarse erróneamente como “trastorno obsesivo compulsivo”.

Superstición, rituales y las oraciones

El DSM IV postula:

La conducta ritual prescrita culturalmente no es, en sí misma, indicativa de un trastorno obsesivo compulsivo a menos que exceda las normas culturales, acontezca en lugares y momentos considerados inapropiados por otras personas de esa misma cultura, e interfiera con un rol social funcional.

Las transiciones vitales importantes y el duelo pueden conducir a una intensificación de la conducta ritual que, en un clínico poco familiarizado con el contexto cultural, podría provocar la impresión de ser una obsesión... Las supersticiones y las conductas repetitivas de comprobación se encuentran habitualmente en la vida cotidiana. Sólo debería considerarse un diagnóstico de trastorno obsesivo compulsivo si consumen tiempo en exceso o generan un deterioro o distress clínicamente significativos.

Es fundamental reconocer que ciertas conductas repetitivas o rituales pueden deberse a influencias culturales o religiosas, y no al trastorno

obsesivo compulsivo. Los rituales y conductas repetitivas forman parte del repertorio normal de conductas que todos poseemos. La oración, por ejemplo, puede constituir una parte importante de nuestra vida diaria. La mayoría de las personas ejecuta algún tipo de conducta de naturaleza ritual y repetitiva durante el curso normal de su vida cotidiana, y muchos de tales individuos son supersticiosos. Pero cuando tales conductas toman el control, dando lugar a un deterioro significativo, a distress o ansiedad, o consumen tiempo en exceso, puede sospecharse de un trastorno obsesivo compulsivo.

Casi todo el mundo se preocupa y, en ocasiones, excesivamente. Las preocupaciones derivadas del trastorno obsesivo compulsivo son generalmente absurdas e irracionales. Ignorarlas nos hace sentir ansiosos e inquietos. Una preocupación excesiva que sea racional, aunque exagerada, puede constituir un síntoma de depresión.

Muchas personas son compulsivas, pero no padecen un trastorno obsesivo compulsivo. Prestan una atención cuidadosa a detalles y procedimientos y se preocupan de modo patente por las normas, el reglamento y por hacer las cosas del modo “correcto”.

Por otro lado, las compulsiones de los pacientes con trastorno obsesivo compulsivo son inoperantes, molestas, incluso embarazosas y vergonzosas (Pedrick, 1997).

Abuso de sustancias y juego patológico

Aunque muchos problemas conductuales se consideran “compulsiones”, no necesariamente se ajustan a la definición clínica de trastorno

obsesivo compulsivo y, por lo tanto, no se consideran como tal. Entre ellos se incluye el juego patológico y el consumo de sustancias, incluyendo drogas y alcohol.

 La principal diferencia entre el trastorno obsesivo compulsivo y tales trastornos adictivos, o impulsivos, es que los pensamientos obsesivos y las conductas compulsivas son, en su mayor parte, no deseados y desagradables. Al contrario que en el caso de las adicciones, el trastorno obsesivo compulsivo no conlleva ninguna anticipación de saciedad o placer. Las conductas de esta enfermedad se llevan a cabo para reducir la incomodidad y la preocupación, no por el placer instantáneo que provocan.

Trastornos alimenticios

La preocupación compulsiva, y más que excesiva, por la comida y la delgadez que se percibe en trastornos tales como la obesidad, la anorexia nerviosa y la bulimia presenta puntos comunes con el trastorno obsesivo compulsivo.

Debido a que muchas de las personas que sufren anorexia presentan también síntomas evidentes de trastorno obsesivo compulsivo, se sospecha que existe una fuerte relación entre estas dos patologías (Hecht, Fichter y Postpischil, 1983).

El trastorno de personalidad obsesivo compulsivo

Cuando pensamos en personalidad, generalmente lo hacemos en frases que describen la conducta global de la gente: “Tiene una personalidad afectuosa y agradable” o “Su personalidad es fuerte, tenaz o dominante”, etc.

Una personalidad constituye un conjunto consistente, duradero, “desde la cuna a la tumba”, de respuestas aprendidas y heredadas genéticamente ante una multitud de situaciones y desafíos vitales. Se trata de características que no varían en gran medida durante el ciclo vital.

Cuando un “estilo” de personalidad o un conjunto de características de personalidad provocan un exceso de estrés o dificultades en la vida, se puede afirmar que una persona padece un “trastorno de personalidad”.

De acuerdo con el DSM-IV-R, las personas con trastorno de personalidad obsesivo compulsivo (TPOC) se caracterizan por la preocupación

por los detalles, normas, listas, la disciplina, el perfeccionismo y el control interpersonal a expensas de la flexibilidad, la franqueza y la eficacia. Perciben el mundo en blanco o negro, en términos de todo nada. No existen áreas grises. Cualquier cosa exenta de perfección es inaceptable.

Este patrón comienza en el inicio de la vida adulta y se halla presente en una serie de contextos variados en la vida de la persona.

En el ámbito laboral, la gente que padece este trastorno tiende a ser altamente eficiente, confiable y organizada, pero a menudo con demasiada

exageración. Pueden llegar a dedicarse con excesivo celo a detalles de la tarea, perdiendo con frecuencia de vista “el bosque entre los árboles”.

En sus vidas personales, desdeñan el cambio y la espontaneidad; en vez de ello prefieren lo previsible, la repetición y un modo de vida

excesivamente rutinario. Tienden a mantener sus emociones y su conducta bajo un control excesivo y dan la impresión de ser bastante fríos y reservados.

Diferencias entre el trastorno obsesivo compulsivo y el trastorno de

personalidad obsesivo compulsivo.

Aunque las personas con trastorno obsesivo compulsivo presentan con frecuencia características del trastorno de personalidad obsesivo

compulsivo, sólo un porcentaje mínimo (entre un 6% y un 25%) padecen en realidad un trastorno de personalidad obsesivo compulsivo en

toda regla (Baer y Jenike, 1998).

La principal diferencia entre ambas patologías estriba en el grado de deterioro vital. Las personas con trastorno obsesivo compulsivo sufren de un modo substancial por su problema y desean deshacerse de éste. Por otro lado, los individuos que padecen un trastorno de personalidad obsesivo compulsivo, rara vez se sienten incómodos o sienten la necesidad de recibir ayuda por sus dificultades. A menudo desconocen los problemas que originan sus conductas hasta que se lo plantean compañeros de trabajo o familiares que se han visto afectados negativamente por su comportamiento.

Cuando un sujeto con trastorno obsesivo compulsivo sufre, a la vez, un trastorno de personalidad obsesivo compulsivo, ciertas características tales como la rigidez, el perfeccionismo y la necesidad de control convierten a las conductas del trastorno obsesivo compulsivo en elementos más difíciles de modificar. Esto se debe, en gran medida, a la renuencia de la persona con trastorno de personalidad obsesivo compulsivo a aceptar una orientación e intervención externa –lo cual implica que ellos no son “perfectos”. Desafortunadamente, cuando alcanzan un punto en el que están preparados para enfrentar con entusiasmo sus problemas, todo parece ya perdido. Sin embargo, en el momento que se alcanza el “punto más bajo” llega la oportunidad del cambio.

Bibliografía

C., P., & M., H. B. (2003). Guía práctica del TOC. Pistas para su liberación. Desclée de Brouwer.

 

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