LOS
SUMINISTROS AFECTIVOS Y SU DESCOMPENSACIÓN
Las personas tenemos dos tipos de suministros
afectivos: uno externo y otro interno.
·
El
suministro afectivo externo es todo lo que nos llega de positivo por
parte de los demás en cuanto a valoraciones, aceptación, acogimiento, sentirnos
importantes, protegidos, escuchados o queridos. Dicho suministro nos viene
tanto de personas muy significativas como la pareja, los padres, los hijos, los
hermanos o los mejores amigos, de personas menos significativas como
compañeros, conocidos o vecinos, o incluso de desconocidos (de hecho, si
entramos en una panadería, saludamos y nadie nos responde no nos sienta
demasiado bien, de la misma forma que nos enfadamos cuando nos pitan en el
coche siendo personas que, al fin y al cabo, no conocemos de nada). Como es
lógico, a medida que el individuo es más significativo, su aportación afectiva
es de mayor magnitud e importancia.
·
El
suministro afectivo interno es la aportación afectiva que proviene de
nosotros mismos o, dicho de otra manera, nuestra autoestima. Como ya he dicho,
podemos relacionarnos con nosotros mismos de igual forma que nos relacionamos
con los demás; cuando dicha relación es positiva, nos estamos aportando
afectivamente, es decir, se están produciendo "entradas" de ese
suministro afectivo interno. Estas "entradas" o aportaciones pueden
ser de diversa índole: elogiarnos cuando hacemos algo bien, buscar lo positivo
de nuestro desempeño en lugar de fijarnos sólo en las carencias o en lo
negativo, protegernos cuando nos atacan, evitar la autocrítica que no sea
constructiva, ponernos manos a la obra para resolver algo en lugar de
simplemente sufrirlo...
Todas las personas necesitamos aportaciones
tanto de nuestro suministro afectivo externo como del suministro afectivo
interno, para así gozar de una salud mental adecuada. El problema surge cuando
uno de los dos suministros no se utiliza, o bien se utiliza en escasa medida.
Si uno
de los suministros afectivos no funciona, el otro tendría que compensar esta
carencia
Es bastante conocido lo que sucede cuando el
suministro afectivo externo es el que flaquea (y no necesariamente porque todo
el mundo se ponga en contra de uno, sino también porque sea decisión libre y
voluntaria del individuo prescindir de los demás): la persona compensa
proporcionándose más del interno. Es lo que sucede con las personas arrogantes
y narcisistas, con aires de grandeza y con una absoluta despreocupación hacia
la gente: con ellos mismos tienen suficiente y no quieren saber nada del otro
salvo que les vayan a favorecer en algo. Pero, claro, esta desconexión afectiva
de los demás se tiene que compensar con una sobreutilización del suministro
afectivo interno, es decir, viéndose uno a sí mismo como alguien especial,
superior, privilegiado...
En un lenguaje coloquial, cuando alguien
adquiere fama (véase algún joven cantante, actor o futbolista, para nombrar
profesiones de mucho renombre social) se suele decir que "se le puede
subir a la cabeza". Lo que ocurre en estos casos es que el individuo se
cree demasiado lo que le dicen y entonces tiene una "inflación" en su
suministro afectivo interno, resultando entonces goloso requerir menos aportes
del suministro afectivo externo porque dichos aportes precisan de empatía, de
capacidad de ponerse en el lugar del otro. El individuo se va despreocupando de
los demás (salvo que estos sirvan para continuar ensalzando su ego) y disminuye
su necesidad del suministro afectivo externo, sobreutilizando el interno y
asumiendo cada vez más que efectivamente es alguien con poder y privilegios,
superior al resto de los mortales.
En la dependencia emocional tal es la baja
autoestima de estas personas que infrautilizan su suministro afectivo interno,
o sea, no producen las suficientes aportaciones por sí mismas, teniendo este
hecho como consecuencia que se desee compensar este déficit recurriendo en
exceso al suministro afectivo externo, a los demás. Dicho de otra manera: como
uno no se quiere lo suficiente a sí mismo, depende de recibir esa atención, aprobación
o aceptación del otro. Si ese "otro" es, además, alguien con el que
se mantiene una relación de fusión como la que proporciona una relación de
pareja, y además se idealiza y sobrevalora (recordemos que la otra persona
supone la compensación de un déficit afectivo interno), nos da como resultado
la pauta normal de comportamiento de un dependiente emocional.
De todo esto se desprende no sólo la peculiar
forma de desenvolverse del dependiente con su compañero sentimental, sino también
su manera de relacionarse con el resto de las personas. Los dependientes son
personas que necesitan agradar en exceso por su gran deseo de ser aceptadas y,
en consecuencia, por su enorme terror a ser rechazadas.
Asimismo, el dependiente adquiere su sentido y
su valía en referencia a los demás, mientras que una persona normal
afectivamente hablando considera lo que le viene de los otros, pero también lo
que surge de sí misma. Por ejemplo, si a un dependiente emocional se le dice
que tiene mala cara y que la ropa no le favorece se le puede hundir, mientras
que si se le dice a una persona normal lo más seguro es que no le haga
demasiada gracia el comentario y, o bien lo asimile porque sea acertado, o bien
lo ponga en entredicho por detectar mala fe en esa afirmación.
En resumen, el dependiente siempre tiene el foco puesto en los demás, mientras que
una persona normal emocionalmente lo tiene tanto en los demás como en sí mismo.
Bibliografía
Castelló, J. (2012). La superación de la
dependencia emocional. Como impedir que el amor se convierta en un suplicio.
Ediciones Corona Boreals.
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