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MODELOS EXPLICATIVOS DEL TRASTORNO DE SUEÑO

 MODELOS EXPLICATIVOS DEL TRASTORNO DE SUEÑO

Debido a que los problemas y trastornos de sueño son muy diversos, es imposible formular un único modelo que dé explicación de los diferentes factores que puede influir en la ocurrencia y mantenimiento de todos estos trastornos.

 

Por ello, para abordar la evaluación y el tratamiento de los trastornos concretos desde la perspectiva cognitivo conductual, es útil tener en cuenta los siguientes modelos:

1.   Modelo de cronificación de los problemas de sueño

 

El sueño es una función corporal bastante vulnerable por lo que con frecuencia puede verse afectada, en mayor o menor medida, por las enfermedades físicas, las preocupaciones u otros problemas psicológicos. Lo normal es que, una vez finalizada la situación conflictiva se vuelva a los patrones normales de sueño, pero, algunas personas continúan experimentando problemas de sueño después de que dicha situación haya finalizado o se ha resuelto, pudiendo llegar a desarrollar un trastorno de sueño.

 

El modelo de cronificación de los problemas de sueño de Spielman y Glovinski (1991) es un modelo de diátesis-estrés donde los factores de aprendizaje están ampliamente representados. Integra los factores que predisponen a la persona a padecer problemas de sueño, con aquellos que en determinadas circunstancias (situaciones de estrés) precipitan la aparición de un episodio agudo y con las conductas desadaptadas que en muchos casos acaban perpetuando el trastorno de insomnio crónico.

 

Factores de riesgo o predisposición (factores de vulnerabilidad) a padecer problemas de sueño (Morín, 1998)

 

      Ser mujer. Es dos veces más frecuente en mujeres que en hombres.

 

      La edad.  Con los años se van produciendo cambios en los patrones de sueño que, junto al padecimiento de algunas enfermedades contribuyen a que éste sea un problema frecuente en la vejez.

 

      Tener algún familiar que presenta un patrón de sueño alterado. Aunque no se sabe si se debe a una predisposición genética o al aprendizaje de hábitos inadecuados relacionados con el sueño.

 

      La activación neurovegetativa. Las personas que padecen insomnio suelen estar más activadas que las que duermen bien y está claro el papel de la activación como mediador del insomnio, lo que no parece estar tan claro es si la activación es sólo la causa o también la consecuencia de tener un patrón de sueño crónicamente alterado.

 

Entre los factores que, en interacción con los factores predisponentes, podrían contribuir a precipitar un problema de insomnio, el estrés es el más frecuentemente asociado. Experiencias frecuentemente asociadas con el inicio de un episodio agudo de insomnio son la muerte de un ser querido, el divorcio, problemas de salud, familiares o laborales (Morin, 1998).

 

Se llaman factores perpetuantes a las estrategias que con frecuencia las personas ponen en marcha ante los episodios transitorios de insomnio y que, con el tiempo, acaban convirtiéndose en hábitos incorrectos que mantienen el propio problema de sueño. Entre las conductas perpetuantes está el incremento del tiempo de permanencia en la cama, conducta que con frecuencia el paciente insomne pone en marcha como un intento de compensar la falta de sueño o el carácter no reparador de éste, Concretamente suele observarse una tendencia a acostarse más temprano y/o levantarse más tarde, junto a la conciliación de pequeñas siestas nocturnas. Todos estos comportamientos conducen al empeoramiento erróneo de la oportunidad de dormir con la habilidad de dormir, lo que, a la larga, conducirá a que la persona se despierte periodos de tiempo prolongados durante la noche (Pelis y cols., 2009).

 

Por otro lado, las investigaciones realizadas apuntan a que cuando las persona realiza en la habitación actividades diferentes del dormir (a excepción de la actividad sexual), el dormitorio y la cama acaban asociándose con dichas actividades y dejan de ser estímulos elicitadores del sueño. Es decir, las actividades que se realizan en la cama y el dormitorio para distraerse de los problemas de sueño (leer, ver la televisión, oír la radio...), acaban siendo factores que contribuyen a perpetuar el propio problema de sueño (Boozin y cols., 1991).

 

2.   Modelo integrador del insomnio (Morin, 1998)

 

Se trata de un modelo basado en el esquema estímulo-organismo-respuesta-consecuencias propio del análisis funcional de la conducta, mediante el que se analiza de forma microanalítica las interacciones entre las diferentes variables implicadas en la aparición y cronificación de los problemas de insomnio.

 

Morín (1998) considera el papel de la activación como antecedente de los problemas de insomnio, es decir parte de asumir que la activación regula el equilibrio entre sueño y vigilia y que un nivel excesivo de activación interrumpe la secuencia natural de relajación y somnolencia que conducen al sueño.

 

La activación (emocional, cognitiva, fisiológica) puede ser producida por muy diferentes estímulos y situaciones y manifestarse mediante los diferentes niveles de respuesta, especialmente a nivel fisiológico (incremento de la frecuencia cardíaca, de la tensión muscular...) y cognitivo (pensamientos intrusivos), aunque el modo en que se manifiesta la activación es peculiar de cada persona. La activación suele jugar un papel determinante (causal) al inicio de los problemas de sueño; además, con el paso del tiempo juega un importante papel en su exacerbación y mantenimiento.

 

Con los problemas de sueño suelen surgir una serie de cogniciones disfuncionales (preocupación por déficit de sueño, pensamientos reiterativos sobre las consecuencias, explicaciones poco realistas, atribuciones erróneas) y hábitos desadaptativos que, de forma circular se van retroalimentando y contribuyen al mantenimiento de la activación y, por ende, de los problemas de sueño. Esas cogniciones son disfuncionales por varios motivos:

 

1)      Porque contribuyen a mantener y/o incrementar el estado de activación que es incompatible con el sueño

 

2)      Porque esas expectativas y pensamientos anticipatorios del insomnio suelen conducir a la persona a poner en marcha una serie de conductas compensatorias (p.ej. acostarse más temprano, dormir siestas diurnas, tomar fármacos...) que, aunque inicialmente puedan ayudarla a paliar el déficit de sueño-vigilia y a perpetuar los problemas de sueño.

 

Asimismo, es necesario tener en cuenta los procesos de condicionamiento que pueden producirse entre ciertas actividades que la persona insomne suele realizar en la cama para distraerse de sus problemas de sueño (leer, ver la tele...) y que, al ser incompatibles con el propio sueño, suelen quedar asociados precisamente con el no-dormir.

 

Las consecuencias de una noche de insomnio se manifiestan a la mañana siguiente mediante alteraciones diversas (del estado de ánimo, disminución del rendimiento, fatiga...), contribuyendo a recordar a la persona sus problemas de sueño e incrementando su nivel de activación.

 

Cuando los problemas para conciliar y mantener un sueño reparador se padecen de forma reiterada, las consecuencias diurnas se acentúan, por lo que la persona suele acabar por asumir la incontrolabilidad de su insomnio, lo que conduce a una mayor alteración de su estado de ánimo (por indefensión) y a un incremento de su activación cognitiva que, irremediablemente, contribuyen a la exacerbación, mantenimiento y perpetuación de sus problemas de insomnio.

 

3.   Modelo conductual interactivo del sueño (Buela-Casal y Sierra, 2001)

 

Propone que, tanto en la evaluación como en el tratamiento, tanto la duración como la estructura del sueño vienen determinadas por cuatro dimensiones: tiempo, organismo, conducta y ambiente.

 

1)      El Tiempo recoge los aspectos temporales del sueño, es decir, se trata de dar respuesta a la pregunta ¿cuándo y cuánto duerme la persona?, considerando para ello el ciclo circadiano sueño-vigilia, o tiempo que la persona permanece dormida (y despierta) a lo largo de las 24 horas del día.

 

2)      Los factores intrínsecos del Organismo, es decir la edad de la persona, sus preferencias y necesidades de sueño, así como su estado fisiológico. Se trata de dar respuesta a la pregunta ¿cómo duerme la persona?

 

3)      Las Conductas que realiza la persona y que pueden afectar el sueño. Se trata de dar respuesta a la pregunta ¿qué hace para dormir?, donde se podrían integrar tanto las conductas facilitadoras del sueño (p.ej. cenar moderadamente, relajarse...) como las que pueden inhibirlo (p.ej. hacer ejercicio antes de acostarse, repasar en la cama los problemas del día...)

 

4)      El Ambiente, recoge información del ambiente físico en el que la persona duerme (¿dónde duerme?), sobre todo de aquellos aspectos que pueden contribuir a facilitar o dificultar la conciliación y el  mantenimiento de un sueño reparador: temperatura de la habitación, presencia de ruido, comodidad de la cama...

 

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