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OBJETIVOS PARA LA RELACIÓN CON UNO MISMO

 

OBJETIVOS PARA LA RELACIÓN CON UNO MISMO

Así como las relaciones interpersonales del dependiente emocional se caracterizan por el exceso y la ausencia de selectividad, la relación con él mismo lo hacen por el defecto y la presencia de la autocrítica destructiva. Con los demás, mucho y como sea; con uno mismo, poco y malo. El gran déficit del dependiente emocional reside en la calidad de su relación consigo mismo y en la tendencia sostenida de prescindir de su propia persona para centrarse en la aceptación ajena, sobre todo de la pareja.

El desequilibrio ya mencionado en los suministros afectivos se intenta resolver siempre recurriendo al externo, lo cual menoscaba la calidad del interno.

La autoestima entendida como la relación con un ser querido

La autoestima es la relación positiva que tenemos con nosotros mismos; en cierto modo, viene a ser el cariño que uno experimenta y despliega hacia su propia persona. Tener "falta de autoestima" o una "baja autoestima" significa que el individuo no se está queriendo lo suficiente a sí mismo. El mayor problema es que del amor al odio no hay más que un paso, y cuando no se quiere lo suficiente surgen la hostilidad y el desprecio hacia uno mismo. Es decir, no es cuestión únicamente de falta de sentimientos positivos, sino de la aparición inmediata de los correspondientes negativos: cuando el individuo no se quiere no aparece la indiferencia, sino la agresividad.

En este sentido, la relación del sujeto consigo mismo sigue los mismos parámetros que la relación con los demás, sobre todo con los seres queridos. De la misma forma que queremos o detestamos a alguien, nos queremos o detestamos a nosotros mismos: la baja autoestima consiste en que la persona no se lleva bien consigo misma, es algo parecido a lo que sucede con el compañero de trabajo con el que se "choca" más frecuentemente y al que no se le dirigen precisamente sentimientos positivos, prefiriendo la presencia de otros.

Como la autoestima se refiere a los afectos positivos que uno se dirige a sí mismo, podemos entonces equipararla a la relación positiva que se tiene hacia un ser querido, que es el tipo de personas con el que se produce una interacción significativa y satisfactoria. Si al dependiente emocional le falta autoestima, se deduce que su relación consigo mismo debería acercarse a la que se da con uno de sus seres queridos, porque es la manera de establecer una interacción positiva.

Si lo pensamos bien, no es tan complicado, aunque todas las cuestiones que giran en torno a nosotros mismos siempre poseen un grado de abstracción que no debería ser tal, ya que dentro de nosotros se produce un auténtico "lenguaje" o diálogo interior por el que nos decimos cosas o sentimos igual que realizamos con los demás: "la próxima vez tendré que estar más espabilado", "esto me ha salido perfecto", "menuda pinta tengo hoy", "es la última vez que doy tantas explicaciones", "más vale que me hagan caso porque soy el único que sabe hacer este trabajo"...Son auténticas conversaciones con nosotros mismos, más bien monólogos, que nos indican que no somos autómatas y que tenemos vida afectiva dentro. Pero no sólo nos hablamos, sino que también nos dirigimos gestos (por ejemplo, si nos miramos al espejo y nos vemos con mal aspecto), sensaciones, etc Todo es calcado a lo que ocurre en las relaciones con otras personas, pero en la intimidad de nuestro ser.

El dependiente emocional, al no tener una buena autoestima, debe relacionarse consigo mismo igual que lo hace con un ser querido. Ahora bien, los denominadores comunes de su relación con un ser querido serían:

a)      Ayuda y apoyo

A los seres queridos se les hacen favores, se les echa una mano cuando es necesario. Por ejemplo, se ayuda a hacer una mudanza porque es difícil para una sola persona, se ayuda igualmente a arreglar algo de casa si el individuo es un "manitas", se realiza la declaración de la renta o se arregla el ordenador si es avispado en estas cuestiones...

No sólo podemos ayudar en lo que podemos a alguien significativo, sino que también, donde no alcanzamos, apoyamos moralmente. Por ejemplo, si un ser querido está estudiando una oposición no podemos estudiar por él, pero sí animarle si vemos que desfallece; si alguien está triste o preocupado por una ruptura amorosa se le presta consejo y apoyo en lo que necesite.

La cuestión es que las personas arropan a sus seres queridos en situaciones complicadas, sea cual sea el grado de complicación, y no se les deja de lado en una actitud pasiva.

b)      Protección

Si hay alguna situación de vulnerabilidad en un ser querido, inmediatamente se le defiende si es preciso. Por ejemplo, si está enfermo, se le cuida; si alguien se porta mal con él, se recrimina a esa persona; si sufre acoso en el trabajo, se le anima a denunciar...

El planteamiento es el siguiente: si algo, como puede ser un virus, un accidente o una inclemencia meteorológica, o alguien, como un desaprensivo, un compañero de trabajo o un vecino, ataca a un ser querido, también está atacando al individuo, por lo que habrá un comportamiento de arropamiento y defensa de dicho ser querido junto a uno de respuesta al ataque externo, si procede.

c)      Consuelo

En circunstancias negativas, las personas no se aprovechan de las mismas para atacar a sus seres queridos o se muestran insensibles, sino que empatizan con él y les ofrecen alivio.

d)      Elogio

A las personas que se quieren se las valora positivamente, viendo las virtudes y los puntos fuertes felicitándolas cuando consiguen logros. Si un ser querido aprueba una oposición, se compra un coche nuevo, se saca una carrera o toma una decisión adecuada, se le fe licita y se le reconoce el mérito con alegría, sin escatimar lo más mínimo. Cuando no actúa de manera adecuada o no consigue un logro al que optaba, podemos ser críticos de forma constructiva para que aprenda de los errores si es que se han producido, pero sólo con la intención de que los supere en el futuro y no vuelva a cometerlos.

e)      Amor incondicional

A los seres queridos se les aprecia por quienes son, no por lo que son. Si yo ahora mismo pregunto por qué quiere alguien a su hijo o a su madre no creo que nadie me conteste que lo hace porque son los más listos, los más guapos o porque tienen estudios, dinero o posición social. Simplemente se les quiere por quienes son, sin más, suponiendo que la relación con ellos sea positiva, por supuesto. A los seres queridos no les ponemos condiciones para quererlos, no les decimos "si apruebas el carnet de conducir, te querré", "si pierdes dos kilos, te querré" o "si la gente te hace caso, te querré".

     Elementos de la relación que el dependiente emocional debería tener consigo mismo o, dicho de otra forma, los componentes de una adecuada autoestima:

a)     Ayuda y apoyo

Cuando la relación de un individuo consigo mismo no es positiva, se escatima la ayuda que se presta y, desde luego, el apoyo emocional que se proporciona. Por ejemplo, imaginemos a una persona que está conduciendo su vehículo que, de repente, comienza a frenarse y a echar humo. Se estaciona el coche en el arcén y se sucede esta cadena de pensamientos: "¡Lo que faltaba! ¿Qué voy a hacer ahora? Todo me sale mal, no doy una a derechas... Ahora no llegaré a tiempo al trabajo, me van a echar la bronca, y a ver cómo voy a la tarde a hacer la compra sin el coche... " Como podemos observar, durante un tiempo respetable el individuo hace de todo menos ayudarse con su problema, menos resolverlo, que es lo que antes hemos expuesto que se realiza con un ser querido dentro de una relación positiva con él.

En este sentido, imaginemos ahora que el individuo no es el conductor, sino que es un pasajero del vehículo, mientras que el dueño del mismo es un ser querido. Si se produjera una situación similar y se dejara el coche en el arcén, observemos lo que sucedería si dicho individuo le dijera esto al conductor: "¡Lo que falta ha! ¿Qué vas a hacer ahora? Todo te sale mal, no das una a derechas ... Ahora no llegarás a tiempo al trabajo, te van a echar la bronca, y a ver cómo vas a la tarde a hacer la compra sin el coche ... " ¿A que lo notamos muy extraño? Desde luego, con amigos así, no hacen falta enemigos.  Seguro que la reacción normal habría sido más o menos así: "¡Qué mala suerte!, vamos a llamar al trabajo para avisar de que hemos tenido una avería, y después buscamos el teléfono del seguro para que pase la grúa a recoger el coche ... ". En unas circunstancias como estas, lo que se hace dentro de una relación positiva es ayudar, sin más; es decir, contribuir a solucionar el problema en la medida de lo posible, no limitarse a sufrir.

Otro ejemplo: un estudiante tiene un examen la semana próxima y anda un tanto justo de tiempo para completar el temario. Imaginemos que su autoestima no es la adecuada

y que piensa más o menos esto: "¡Madre mía! Me queda una semana, pero tengo muchos temas por estudiar. Como no me dé tiempo, seguro que suspendo, y si suspendo la llevaré para septiembre. A este ritmo lo voy a tener complicado. ¿Y si no me concentro bien por la tarde y no puedo estudiar el tema que tenía pensado? Ya verás, no me va a dar tiempo". Imaginemos ahora a alguien que acaba de romper una relación: "Esto es insoportable, nunca voy a encontrar a otra persona como ella y seguro que me quedo solo toda la vida. Seguro que he hecho un montón de cosas mal". Son dos ejemplos de situaciones complicadas en las que la persona, en lugar de experimentar su propio apoyo, se deja llevar por la negatividad.

Realmente, más que seres queridos parecen auténticos demonios que disfrutan con el sufrimiento del otro, o que intentan que no levante cabeza para nada. Si parece injusto e incluso cruel este tipo de trato, ¿por qué un dependiente emocional o una persona con baja autoestima es capaz de infligírselos? Si con un ser querido es injusto, ¿por qué con uno mismo sí es justo? ¿Alguien se merece esto?

Si dentro de una relación positiva convenimos es que es normal ayudar al otro y apoyarlo emocionalmente, habrá que aplicarse el cuento y actuar de esta manera, sin escatimarse nada. Habrá que tratarse a uno mismo exactamente igual que se trata a un ser querido, y si a un ser querido se le ayuda cuando tiene un problema o se le apoya si está pasando un mal momento o le aparecen complicaciones, lo lógico será que se proceda igual con uno mismo.

b)   Protección

De la misma forma que alguien defiende o protege a un ser querido, el dependiente emocional deberá hacer lo propio con él mismo. Existen dos tipos de ataques en estos casos: los que provienen del exterior y los que provienen del interior, y con los dos habrá que proceder exactamente igual, tal cual se llevaría a cabo con alguien significativo en el contexto de una relación positiva con él.

No cabe duda de que en el caso de un dependiente emocional la principal protección que tendría que llevar a cabo es la que concierne a su relación de pareja. Por ejemplo, si el compañero empieza a insultar o a menospreciar al dependiente, lo normal será que se proteja de esos ataques. ¿O vería normal ese dependiente un encogimiento de hombros o incluso una asunción injustificada de culpas si esa situación se estuviera produciendo con un ser querido? Seguro que en este caso se saltaría en defensa de dicho ser querido, en lugar de decirle que algo habrá hecho que esté mal o que se fastidie para preservar la relación a toda costa, que esto es más importante que su persona.

En el caso de la protección ante ataques del interior, de uno mismo, entramos en el terreno de la autocrítica destructiva, que obviamente habrá que diferenciar de la constructiva que sí es sana.

c)    Consuelo

A un ser querido se le reconforta cuando está atravesando un mal momento. Si una persona que nos importa nos cuenta que acaba de suspender una oposición y

que se encuentra abatida, lo lógico será que la intentemos consolar. Lo mismo debemos de hacer hacia nosotros mismos.

d)   Elogio

Valorar positivamente a alguien importante para nosotros, centrarnos en sus puntos fuertes sin cebarnos en sus carencias o reconocerle sus logros compartiendo la alegría con él forma parte, de una relación positiva con dicha persona. Por lo tanto, la valoración positiva de uno mismo, en la que se consideren las virtudes en lugar de fijarse obsesivamente en los defectos, es una de las piezas clave de la relación que el dependiente deberá tener consigo mismo.

e)     Amor incondicional

A las personas que queremos no les ponemos condiciones para quererles, no tienen que cumplir determinados requisitos como si se tratara de una selección de personal para que nos dignemos a hacerles caso. A las personas, cuando se las quiere de verdad, se las quiere como son siempre y cuando, por supuesto, exista una relación positiva en ambas direcciones. Pues bien, si algo falla cuando alguien se lleva mal consigo mismo, como es el caso del dependiente emocional, es precisamente el amor incondicional.

 

No es preciso que los dependientes emocionales fallen en todos estos componentes ni en el mismo momento.En algunos componentes puede no haber déficit, o lo que es más probable, en algunas situaciones o circunstancias: por ejemplo, un dependiente será autocrítico, no se defenderá ni se elogiará con determinadas personas -sobre todo, con la pareja-, pero, sin embargo, sí podrá actuar de otra manera en el terreno profesional.

Esto es algo relativamente habitual, y lo es mucho más con los dependientes tipo B que, como ya he dicho, tienen "dos caras". Sólo la cara más viciada, que es la que presentan en el terreno afectivo, es la que más tenderá a fallar en los componentes de la autoestima.

Cotizarse y hacerse valer

Todos los objetivos dirigidos a sí mismos ya mencionados debemos proyectarlos al exterior en forma de cotización personal. Junto a otras pautas, como la lucha contra la necesidad de agradar, es fundamental que el dependiente lance a su entorno más o menos próximo, tanto presente como futuro, que a partir de ahora hay un cambio de reglas en la relación con él.

Mejorar la autoestima va en la línea de que el sujeto active su suministro afectivo interno para erradicar el círculo vicioso, pero también va en la línea de demandar del exterior lo que se empieza a producir en el interior. Cuando alguien no se quiere o no se trata adecuadamente a sí mismo transmite señales de esta situación, y entonces, con relativa facilidad, obtiene más o menos lo que se da a sí mismo, es decir, falta de valoración, falta de protección... Si uno no se valora o se defiende a sí mismo, es más complicado, aunque no imposible, que obtenga elogios, respeto y buen trato de los otros.

La cuestión es que la cotización personal del individuo que no presenta una autoestima adecuada es baja. Mejorar la relación del sujeto consigo mismo produce también un efecto en el exterior, como es el de incrementar esta cotización para que los demás tengan claro que dicha persona vale, y vale mucho. No hace falta que valgamás que nadie, pero desde luego no menos. Somos nosotros, y no los demás, los que nos ponemos nuestro valor. Si nos consideramos poca cosa, los otros nos verán poca cosa; si nos consideramos personas importantes, los demás actuarán en la misma línea. Para ello, es fundamental insistir en la idea de la cotización personal y de hacerse valer ante los demás, sin que ello suponga pisotear al prójimo: basta con tener claro que la vida propia y el sujeto en sí son muy importantes, porque con ello lanzamos un mensaje de autovaloración y de firmeza que se capta con facilidad por el entorno.

Por ejemplo, si el dependiente emocional tiene una cita con alguien que acaba de conocer y esa persona le deja plantado sin excusa alguna, hay que cotizarse, hacerse valer y dar por finalizado el contacto con dicha persona. Si pasa el tiempo y esa persona vuelve a llamar al dependiente como si nada hubiera pasado, y este actúa en la misma línea, no se está cotizando ni se hace valer, mensaje que se capta a la perfección y que viene a decir: "aquí podemos campar a nuestras anchas". Esto debe terminar. A partir de ahora, haya pasado lo que haya pasado y se trate con quien se trate, hay que mejorar la relación con uno mismo y transmitir a los demás la idea de que hay un cambio de reglas por el que la cotización del dependiente ha subido.

Dejar de atacarse

Se trata de la lucha contra la autocrítica destructiva, elemento enormemente distorsionador y que cobra un gran protagonismo en la vida de los dependientes emocionales, sobre todo en épocas complicadas en las que el estado de ánimo se encuentre especialmente bajo.

En la critica constructiva se resalta tanto los aspectos negativos como los positivos y se intenta buscar soluciones. En la critica destructiva sólo los aspectos negativos.

Y no se propone solución alguna; es más, parece que el propósito es el de hacer daño a la persona de la que se habla sin ánimo de que mejore en sus puntos débiles.

Pues bien, la autocrítica sigue planteamientos similares, y puede ser tanto constructiva como destructiva. En el primer caso se da un lenguaje interior más comedido y, sobre todo, hay alternativas de mejora. Se detectan errores y se piensa cuál es la mejor forma de solucionarlos en el futuro: evidentemente, uno no se siente bien reconociendo errores, pero se

hace para identificarlos y subsanarlos. En el segundo ejemplo no existe intención alguna de solucionar los errores, que en lugar de describirse en un lenguaje adecuado se formulan de manera global y utilizando expresiones más duras y desafortunadas, llegando a catalogarse el sujeto como un "pésimo profesor" sólo por un error puntual. No se formulan alternativas de mejora quizá porque la intención no es la de mejorar ni la de aprender de los errores, sino la de aprovecharse de ellos para atacarse con dureza.

¿Por qué alguien actúa así?

Cuando alguien no ha sido adecuadamente querido, interioriza estos sentimientos y los asume como propios; en muchas ocasiones, la autocrítica destructiva fue en su día la crítica destructiva que se recibió de personas del entorno, aunque no necesariamente porque, al final, lo que más daño hace es la idea de que no se ha sido lo suficientemente importante para las personas más significativas, produciéndose entonces la sensación de no ser el individuo válido o querible y generándose la ya expuesta disfunción entre los suministros afectivos. El abuso del externo en forma de necesidad afectiva y el poco uso del interno producen este tipo de consecuencias. Por ejemplo, un profesor le dice a otro: "Madre mía, no das pie con bola, los alumnos se han ido a su casa con una cara de aburridos que no sé cómo vendrán mañana. Creo que eres un pésimo profesor y que tenías que haberte dedicado a otra cosa". Si una situación así se produjera, aparte de que el profesor en cuestión todavía estaría con la boca abierta por la contundencia e insensibilidad de su compañero, no dudaríamos ninguno en catalogar a dicho compañero de alguien duro, cruel, mal amigo o desagradable, por poner sólo unos cuantos calificativos. ¿A que suena muy mal cuando vemos escritos estos pensamientos, o cuando los imaginamos diciéndose realmente por parte de terceras personas? Pues cosas así y mucho peores son las que personas con baja autoestima, entre ellas los dependientes emocionales, se profieren sin que se escandalicen aprovechando la libertad que da el hecho de que todo ocurra dentro del propio individuo, en la más absoluta privacidad.

Un ejemplo específico de un dependiente emocional sería: Imaginemos que acaba de romper una relación con alguien que le era infiel constantemente sin apenas ocultarse, y del que sufría un trato despectivo y vejatorio. En pleno impacto de la ruptura, el dependiente, roto anímicamente, se dice lo siguiente: "Soy la persona más horrible del mundo, nadie me quiere ni me querrá nunca. Seguro que X buscaba a otras para olvidarse de mí o porque le repugnaba, y si yo no le hubiera agobiado o si hubiera tenido siempre buena cara cuando me enteraba que me engañaba no me habría dejado, o no habría continuado con esa actitud".

En este ejemplo, observamos que la autocrítica no persigue otro fin que el de atacar al sujeto, decirle cosas hirientes para que se sienta todavía peor, porque no hay nada de constructivo en pensar así. Se busca siempre encontrar algún defecto para magnificarlo, alguna posibilidad de encajar de cualquier forma un atisbo de culpa o responsabilidad para que todo el peso de la moral y la justicia caiga sobre el dependiente. La autocrítica destructiva es el vivo ejemplo para el que la efectúa de que se lleva mal consigo mismo, de que no tiene los sentimientos positivos que se requieren en una relación normal.

¿Cómo hacer que el dependiente emocional cobre conciencia de lo duro que está siendo consigo mismo?

Para que el dependiente cobre conciencia de lo duro que puede estar siendo, por mucho que esté sintiendo realmente todo lo negativo que piensa, vamos a externalizar la situación antes descrita. Ahora ya no es el sujeto el que se dice todo eso, sino que es un amigo íntimo el que, conociendo las circunstancias de la ruptura, afirma lo siguiente: "Eres la persona más horrible del mundo, nadie te quiere ni te querrá nunca. Seguro que X buscaba a otras para olvidarse de ti o porque le repugnabas, y si no le hubieras agobiado o si hubieras tenido siempre buena cara cuando te enterabas de que te engañaba no te habría dejado, o no habría continuado con esa actitud". Realmente, habría que ser mala persona para tener la crueldad y la sangre fría necesarias como para efectuar esos argumentos tan increíbles, con el único fin de herir al interlocutor. Pues eso es lo que uno, con total impunidad, puede hacer consigo mismo. Por cierto, pensamientos así no son nada extraños en la dependencia emocional, incluso mucho peores, como creer que si una relación se rompe la vida no tiene sentido.

El dependiente emocional se trata a sí mismo en ocasiones como sería incapaz de hacer con sus seres queridos, y en lo que se refiere a la autocrítica destructiva de una manera especial. A veces, en dicha autocrítica hay también tacos, descalificaciones, desprecios e incluso agresiones físicas. ¿Está todo esto justificado, a pesar de que ocurra en el interior de uno mismo? Si las personas de nuestro alrededor no merecen ese trato, ¿por qué lo merece el dependiente emocional? ¿Tan imperdonables son sus errores, tanta crueldad implacable merecen?

¿Cómo erradicar la crítica destructiva?

1)    En primer lugar, lo que hay que llevar a cabo es una tarea de detección. La autocrítica destructiva, igual que otros hábitos y rasgos, es una pauta muy arraigada que quizá se efectúe sin que el sujeto sea muy consciente y basándose en automatismos, en costumbres adquiridas desde hace mucho tiempo. El dependiente se machacará en ocasiones casi sin darse cuenta porque no le va a llamar la atención este comportamiento, de la misma forma que no le llamará excesivamente la atención ser menospreciado por la pareja por la fuerza de la costumbre de no ser bien tratado por personas significativas o por sí mismo.

En este sentido, ser conscientes de que actitudes así muy posiblemente se estén produciendo, debe alertar al dependiente y estimularle a que intensifique su vigilancia hacia las mismas. No se puede luchar contra lo que no se identifica, y no es tan difícil sondear a diario, preferiblemente reflejando las conclusiones en una especie de diario escrito o grabado, los comportamientos de autocrítica destructiva que se produzcan en el individuo. Si existe alguna dificultad, el estado de ánimo negativo sin que haya pasado algo desmoralizador en ese momento nos debe alertar de que quizá se esté efectuando autocrítica destructiva.

2)    Cuando ya exista un cierto entrenamiento en la detección de estas pautas, hay que pasar a una siguiente fase en la que cesen los ataques. Efectivamente, dejar de atacarse es el principal objetivo que el dependiente debería marcarse, de la misma forma que si las críticas destructivas provinieran del exterior habría que exigir que finalizaran de inmediato. Por ejemplo: Imagina que le doy una bofetada al portero. Este se me queda mirando atónito y yo me marcho enseguida. Al día siguiente, ocurre exactamente igual: bajo a la calle y le doy otra bofetada al portero, marchándome de inmediato. Al tercer día, voy a hacer lo mismo pero el portero ya está prevenido y se mantiene lejos de mí pidiéndome que deje de pegarle, a lo que yo le contesto que no sé cómo hacerlo, que no puedo".

Si esta explicación es surrealista, igual de surrealista es afirmar que uno no puede dejar de criticarse, como si hubiera firmado un contrato a perpetuidad por el que estuviera obligado a actuar así.

No tiene ni pies ni cabeza: si todos sabemos cómo dejar de atacar a alguien, todos sabemos también, y el dependiente emocional no es una excepción, cómo dejar de atacarse. Es muy sencillo: basta con querer hacerlo, con estar firmemente convencido. Esto no significa que automáticamente le desaparezcan las ganas de atacarse, o que milagrosamente le aparezca un gran amor por sí mismo, o que deje de sentirse merecedor de esa hostilidad. Esto puede ocurrir, pero a pesar de eso la persona tiene la posibilidad de no pegar la bofetada, es decir, de no atacarse con dureza. Ese primer gesto de no atacarse, incluso sintiendo que se lo merece, ya es un gran primer paso para la lucha contra la autocrítica destructiva y, con ella, para la mejora de la autoestima, de la relación del dependiente consigo mismo. Es un primer paso para el funcionamiento del suministro afectivo interno, porque la persona está haciendo algo para ella misma con el fin de defenderse y mejorar.

3)    Con el ataque detenido y con una dinámica más constructiva, la persona tiene que reflexionar sobre lo que iba a hacer. Un ejercicio ideal sería externalizar las situaciones: ¿cómo habría actuado el dependiente si en lugar de ser él el que motiva su autocrítica, es un ser querido en idénticas circunstancias? ¿Le habría tratado con la misma dureza, con la misma insensibilidad? Seguro que no, lo que indica la brutal injusticia que las personas con baja autoestima cometen continuamente, que es disponer de dos varas de medir el comportamiento, una permisiva y comprensiva que aplica con los demás, otra implacable y opresora que utiliza consigo mismo. Con la apariencia de un buen comportamiento por la vara de medir que se utiliza con los demás, se esconde alguien que no duda un segundo en aprovechar la vulnerabilidad propia para machacarse sin piedad, sobre todo en el momento en que utiliza la segunda vara de medir cuando se trata de asuntos en los que el individuo mismo está implicado.

Externalizando las situaciones, el dependiente emocional constatará que se estaba excediendo en su comportamiento y podrá tener armas para incrementar el convencimiento de que no debe actuar así. Con esto, el objetivo de "dejar de atacarse" estaría cumplido.

Lo ideal sería sustituir la autocrítica destructiva por una pauta más saludable como la autocrítica constructiva, si es que procede, o el consuelo, la protección u otros componentes de la autoestima que fueran al caso.

Desde luego, merece la pena realizar ese intento para no sólo limitarse a detener la negatividad hacia uno mismo, sino ser más ambicioso y buscar la reconciliación del dependiente emocional consigo mismo.

Centrarse en lo positivo

Es bien conocida la situación, tristemente real en ocasiones, del padre que examina las notas de su hijo y se centra en el único "aprobado", olvidándose del resto de calificaciones que son "notables" y "sobresalientes". Cuando alguien se empeña en encontrar errores o defectos casi con seguridad que va a conseguir su objetivo, bien minusvalorando e ignorando las virtudes, bien magnificando dichos errores. En el ejemplo expuesto, se producen ambas circunstancias: el padre ignora las notas altas de su hijo y magnifica un aprobado considerándolo casi una afrenta, un error imperdonable. Como es lógico, no podemos catalogar el comportamiento de este padre como justo o positivo. En la relación del sujeto consigo mismo puede suceder exactamente igual. Las personas con baja autoestima como los dependientes emocionales se centran en lo negativo, focalizándose en exceso en los defectos o supuestos defectos sin fijarse en otra cosa; es más, cuando alguien se comporta así, también se fija más en las recriminaciones que recibe de los demás, ignorando los piropos o virtudes que también provienen del exterior. Digamos que hay una lupa de muchísimos aumentos para los errores -que, si no se dan, no hay problema en crearlos- y un tupido velo para las virtudes y los logros.

De la misma forma que es reprobable el comportamiento del padre del citado ejemplo, o del clásico jefe que se fija sólo en una errata de un informe perfecto y exhaustivo de 50 folios, el individuo con baja autoestima puede actuar de manera similar y ser su conducta igual de censurable. No es de recibo pasar de largo ante los méritos y buscar con esfuerzo los errores, porque transmite la sensación de que no hay una valoración adecuada de lo que se hace. La cuestión es detectar el fallo y dar una idea de defecto, de algo que no está bien hecho.

De la misma forma que se puede ser exigente en exceso con el rendimiento, también se puede llevar a cabo esta pauta con otros aspectos personales. Los individuos también se cuestionan si están siendo buenos padres, si están a la altura como amigos, como pareja...

El elogio es un componente de la autoestima que el dependiente emocional tiene que llevar a cabo para reconciliarse consigo mismo. No es demasiado complicado de efectuar: básicamente, hay que acostumbrarse a reconocerse los logros, a valorarse positivamente cuando se realizan cosas buenas, y no a dejarlas pasar como si fuera lo lógico o lo normal comportarse así. Si el individuo se fija, no escatimará elogios para sus seres queridos si, por ejemplo, le dice alguno que ha aprobado un examen. Está claro que era su obligación y que si lo ha hecho es porque ha estado en su mano, pero esto no debería ser obstáculo para que se le reconocieran sus logros.

Las personas no somos naranjas que deben ser exprimidas hasta la última gota. Precisamente, mejoramos nuestro rendimiento en la medida en que estamos más felices, más satisfechos con nosotros mismos y menos amargados mirándonos con lupa los fallos, escatimándonos elogios. Si hacemos cosas bien, es de justicia que se reconozcan, y para ello debemos dar ejemplo con nosotros mismos. El niño del ejemplo que enseña su boletín de calificaciones a su padre, cuando sea mayor deberá pensar que sí merecía esa palmada en la espalda y que se le escatimó de manera injusta.

El amor incondicional

No hay nada peor en una interacción que poner condiciones al otro para quererle. El planteamiento sería: "te querré si haces esto, o si eres esto otro; de lo contrario, ya te puedes olvidar". Esta es la realidad del "amor" con condiciones.

Cuando queremos a alguien con condiciones le estamos presionando para que cambie su forma de ser o de actuar, le estamos transmitiendo el mensaje de que tiene algo dentro de sí mismo que no nos convence. Le estamos diciendo que no es un ser lo suficientemente válido o "querible".

Por ejemplo, el padre que ve las notas de su hijo está poniéndole como condición para quererle que se exprima al máximo y que no se permita ningún error. Le está

transmitiendo la idea de que, por mucho que haga, nunca será suficiente, y hasta que no sea suficiente no le querrá. Pensemos ahora en una chica que está distante desinteresada con su novio porque ha echado un poco de barriga: está poniéndole como condición para volver a estar bien con él que mejore su físico.

Imaginemos ahora a un entrenador de fútbol del equipo del colegio que ignora por sistema a los peores jugadores: está poniendo como condición para hacerles caso que jueguen bien al fútbol.

Esto no quiere decir que no podamos decir nada negativo a las personas con las que nos relacionamos; en este sentido, cabe distinguir entre poner condiciones para querer y la crítica constructiva. No hay problema alguno, compartamos o no la opinión, en que un padre le diga a su hijo que sus notas están muy bien y que todavía estarían mejor si no estuviera ese "aprobado", o en que una chica le diga a su pareja dentro de una relación normal con ella que se está descuidando un poco físicamente, o en que un entrenador de fútbol del colegio sea amable con todos los jugadores y anime a los que van rezagados a practicar más. Como mucho, podríamos decir que son personas algo pejigueras, pero si realizan esos comentarios de una forma positiva no serían reprobables.

¿Cómo sabemos si dichos comentarios se formulan adecuadamente?

 Deberán tener dos características:

1)    Formularse con el propósito de que el individuo mejore.

Cuando se quiere con condiciones, la motivación real no es que el individuo mejore, sino transmitirle la idea de que sólo se le hará caso si se deja moldear.

2)    Estar en un contexto de una relación positiva

Si esos comentarios se hacen sin restar interés, sin mostrar acritud o sin enfados no hay inconveniente en que se realicen porque no se le está poniendo

al sujeto ninguna condición para quererle, para estar bien con él. Es decir, si la relación es buena, no hay problema alguno en que se formulen las críticas constructivas que se deseen, sean o no excesivas, porque no se transmitirá la idea de que el sujeto es poco querible o poco válido: se le quiere exactamente igual con y sin aprobado, con y sin barriga, con y sin buena práctica del fútbol, aunque se intenta que se mejore en esos aspectos. No obstante, lamentablemente, cuando aparecen comentarios así lo frecuente es

que se produzcan en el contexto de una relación negativa.

 

Los dependientes emocionales y, en general, las personas con baja autoestima, pueden ponerse infinidad de condiciones para quererse. Lo cierto es que cuando uno se pone condiciones para estar bien nunca va a estar satisfecho, siempre habrá otra que haya que cumplir, porque el problema no está en esa condición incumplida, sino en establecerla como requisito para que el sujeto se dé algo que por justicia se merece.

De la misma forma que antes hemos distinguido entre querer con condiciones y la crítica constructiva, podemos diferenciar entre quererse con condiciones y la autocrítica constructiva. Por ejemplo, el chico del carnet está en todo su derecho de desear aprobarlo y de anticipar que eso mejorará su calidad de vida o su satisfacción, pero no deberá ponerse ese requisito para esta bien consigo mismo. Si el individuo se dice algo para mejorar y en un contexto de una relación positiva con él mismo, no hay inconveniente en que sea crítico con su actuación o, mejor dicho, en que se ponga metas y objetivos.

Las metas y objetivos son elementos de una relación adecuada con uno mismo: precisamente con la intención de incrementar la satisfacción en la vida, se persigue crecer poco a poco en todos los ámbitos. Es decir, el amor incondicional a uno mismo no debe suponer una postura de conformismo por la que todo está permitido y no hace falta esforzarse por nada Realmente, es justo al contrario: si nos queremos sin condiciones estaremos mejor con nosotros mismos, y sin presión alguna en este sentido buscaremos lo más positivo para nuestra persona, con lo que nos estableceremos metas y objetivos con el único fin de tener alegrías y desarrollar nuestro potencial, pero teniendo claro que estamos a muerte con nosotros mismos ocurra lo que ocurra.

Una vez más, en caso de dudas, se puede recurrir a externalizar las situaciones, ejercicio muy útil para todas las cuestiones relacionadas con la autoestima. Si tiene continuamente un pesar vinculado consigo mismo que le impide llegar a estar bien, que se imagine a otra persona en esa situación para observar si también le escatimaría el cariño.

Tanto el amor incondicional como los otros componentes de la autoestima son los objetivos prioritarios para el tratamiento con el dependiente emocional, algo que precisará de mucha constancia y paciencia porque de un día para otro nadie cambia hábitos de relación tan arraigados; es más, preferiblemente este proceso debería realizarse en un contexto terapéutico.

Para efectuarlo de la manera más adecuada conviene establecerse pequeños objetivos poco a poco, sin ánimo de cambiar de golpe. Se puede empezar por un componente e ir profundizando en él, aspirando inicialmente a obtener algunos pequeños pasos que vayan animando a realizar más y que "rompan el hielo".

Cuando se hayan obtenido avances significativos en ese componente, será momento de pasar a otro, y así sucesivamente. Además, ayudarse de una especie de diario en el que se apunten los logros y las dificultades será muy interesante para aprender de los errores y para contribuir a la instauración de nuevos hábitos, ya que la persona recordará que debe escribir

situaciones en dicho diario.

Por último, es muy importante para el dependiente emocional que avance en su relación consigo mismo porque es básica para el restablecimiento de su suministro afectivo interno, con lo

que obtendrá una disminución del exceso del suministro afectivo externo a la que tendía. En este sentido, y en un contexto de descanso de relaciones de pareja como el propuesto para

el síndrome de abstinencia, se puede aprovechar dicho periodo libre de influencias externas para relacionarse mejor con el resto de las personas y para aprovechar para reconciliarse consigo mismo.

No se puede dejar escapar la oportunidad de disfrutar de los momentos de soledad y de replantearlos no como un desastre, un abandono o un rechazo, sino como oportunidades perfectas para acelerar los objetivos propuestos. La persona debe ser capaz de estar sola sin que eso suponga una tragedia, porque realmente no lo es a pesar de las manipulaciones en esta línea que se producen por parte de la necesidad afectiva. Tampoco es cuestión de forzarse a estar solo: precisamente, en los periodos en los que no hay relación de pareja seguro que la socialización es mucho mayor. No obstante, sí hay que buscar momentos de intimidad o, como mínimo, aprovechar en positivo los que se produzcan.

Bibliografía

Castelló, J. (2012). La superación de la dependencia emocional. Como impedir que el amor se convierta en un suplicio. Ediciones Corona Boreals.

 

 

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