OBJETIVOS
PARA LA RELACIÓN CON UNO MISMO
Así como las relaciones interpersonales del dependiente
emocional se caracterizan por el exceso y la ausencia de selectividad, la
relación con él mismo lo hacen por el defecto y la presencia de la autocrítica destructiva. Con los demás, mucho y
como sea; con uno mismo, poco y malo. El gran déficit del dependiente emocional
reside en la calidad de su relación consigo mismo y en la tendencia sostenida
de prescindir de su propia persona para centrarse en la aceptación ajena, sobre
todo de la pareja.
El desequilibrio ya mencionado en los suministros afectivos
se intenta resolver siempre recurriendo al externo, lo cual menoscaba la calidad
del interno.
La autoestima
entendida como la relación con un ser querido
La autoestima es la relación positiva que tenemos con
nosotros mismos; en cierto modo, viene a ser el cariño que uno experimenta y
despliega hacia su propia persona. Tener "falta de autoestima" o una
"baja autoestima" significa que el individuo no se está queriendo lo
suficiente a sí mismo. El mayor problema es que del amor al odio no hay más que
un paso, y cuando no se quiere lo suficiente surgen la hostilidad y el desprecio
hacia uno mismo. Es decir, no es cuestión únicamente de falta de sentimientos positivos,
sino de la aparición inmediata de los correspondientes negativos: cuando el
individuo no se quiere no aparece la indiferencia, sino la agresividad.
En este sentido, la relación del sujeto consigo mismo sigue
los mismos parámetros que la relación con los demás, sobre todo con los seres
queridos. De la misma forma que queremos o detestamos a alguien, nos queremos o
detestamos a nosotros mismos: la baja autoestima consiste en que la persona no
se lleva bien consigo misma, es algo parecido a lo que sucede con el compañero
de trabajo con el que se "choca" más frecuentemente y al que no se le
dirigen precisamente sentimientos positivos, prefiriendo la presencia de otros.
Como la autoestima se refiere a los afectos positivos que
uno se dirige a sí mismo, podemos entonces equipararla a la relación positiva
que se tiene hacia un ser querido, que es el tipo de personas con el que se
produce una interacción significativa y satisfactoria. Si al dependiente
emocional le falta autoestima, se deduce que su relación consigo mismo debería
acercarse a la que se da con uno de sus seres queridos, porque es la manera de
establecer una interacción positiva.
Si lo pensamos bien, no es tan complicado, aunque todas las
cuestiones que giran en torno a nosotros mismos siempre poseen un grado de
abstracción que no debería ser tal, ya que dentro de nosotros se produce un
auténtico "lenguaje" o diálogo interior por el que nos decimos cosas
o sentimos igual que realizamos con los demás: "la próxima vez tendré que
estar más espabilado", "esto me ha salido perfecto",
"menuda pinta tengo hoy", "es la última vez que doy tantas
explicaciones", "más vale que me hagan caso porque soy el único que
sabe hacer este trabajo"...Son auténticas conversaciones con nosotros
mismos, más bien monólogos, que nos indican que no somos autómatas y que
tenemos vida afectiva dentro. Pero no sólo nos hablamos, sino que también nos
dirigimos gestos (por ejemplo, si nos miramos al espejo y nos vemos con mal aspecto),
sensaciones, etc Todo es calcado a lo que ocurre en las relaciones con otras
personas, pero en la intimidad de nuestro ser.
El dependiente emocional, al no tener una buena autoestima,
debe relacionarse consigo mismo igual que lo hace con un ser querido. Ahora
bien, los denominadores comunes de su relación con un ser querido serían:
a)
Ayuda y apoyo
A los seres queridos se les hacen favores, se les echa una
mano cuando es necesario. Por ejemplo, se ayuda a hacer una mudanza porque es
difícil para una sola persona, se ayuda igualmente a arreglar algo de casa si
el individuo es un "manitas", se realiza la declaración de la renta o
se arregla el ordenador si es avispado en estas cuestiones...
No sólo podemos ayudar en lo que podemos a alguien
significativo, sino que también, donde no alcanzamos, apoyamos moralmente. Por
ejemplo, si un ser querido está estudiando una oposición no podemos estudiar
por él, pero sí animarle si vemos que desfallece; si alguien está triste o
preocupado por una ruptura amorosa se le presta consejo y apoyo en lo que
necesite.
La cuestión es que las personas arropan a sus seres
queridos en situaciones complicadas, sea cual sea el grado de complicación, y
no se les deja de lado en una actitud pasiva.
b)
Protección
Si
hay alguna situación de vulnerabilidad en un ser querido, inmediatamente se le
defiende si es preciso. Por ejemplo, si está enfermo, se le cuida; si alguien
se porta mal con él, se recrimina a esa persona; si sufre acoso en el trabajo,
se le anima a denunciar...
El
planteamiento es el siguiente: si algo, como puede ser un virus, un accidente o
una inclemencia meteorológica, o alguien, como un desaprensivo, un compañero de
trabajo o un vecino, ataca a un ser querido, también está atacando al
individuo, por lo que habrá un comportamiento de arropamiento y defensa de
dicho ser querido junto a uno de respuesta al ataque externo, si procede.
c)
Consuelo
En
circunstancias negativas, las personas no se aprovechan de las mismas para
atacar a sus seres queridos o se muestran insensibles, sino que empatizan con
él y les ofrecen alivio.
d)
Elogio
A
las personas que se quieren se las valora positivamente, viendo las virtudes y
los puntos fuertes felicitándolas cuando consiguen logros. Si un ser querido
aprueba una oposición, se compra un coche nuevo, se saca una carrera o toma una
decisión adecuada, se le fe licita y se le reconoce el mérito con alegría, sin
escatimar lo más mínimo. Cuando no actúa de manera adecuada o no consigue un
logro al que optaba, podemos ser críticos de forma constructiva para que
aprenda de los errores si es que se han producido, pero sólo con la intención
de que los supere en el futuro y no vuelva a cometerlos.
e)
Amor incondicional
A los
seres queridos se les aprecia por quienes son, no por lo que son. Si yo ahora
mismo pregunto por qué quiere alguien a su hijo o a su madre no creo que nadie
me conteste que lo hace porque son los más listos, los más guapos o porque
tienen estudios, dinero o posición social. Simplemente se les quiere por
quienes son, sin más, suponiendo que la relación con ellos sea positiva, por
supuesto. A los seres queridos no les ponemos condiciones para quererlos, no
les decimos "si apruebas el carnet de conducir, te querré", "si
pierdes dos kilos, te querré" o "si la gente te hace caso, te
querré".
Elementos de la relación que el
dependiente emocional debería tener consigo mismo o, dicho de otra forma, los
componentes de una adecuada autoestima:
a) Ayuda y apoyo
Cuando la relación de un individuo consigo
mismo no es positiva, se escatima la ayuda que se presta y, desde luego, el
apoyo emocional que se proporciona. Por ejemplo, imaginemos a una persona que
está conduciendo su vehículo que, de repente, comienza a frenarse y a echar
humo. Se estaciona el coche en el arcén y se sucede esta cadena de
pensamientos: "¡Lo que faltaba! ¿Qué voy a hacer ahora? Todo me sale mal,
no doy una a derechas... Ahora no llegaré a tiempo al trabajo, me van a echar
la bronca, y a ver cómo voy a la tarde a hacer la compra sin el coche... "
Como podemos observar, durante un tiempo respetable el individuo hace de todo
menos ayudarse con su problema, menos resolverlo, que es lo que antes hemos
expuesto que se realiza con un ser querido dentro de una relación positiva con
él.
En este sentido, imaginemos ahora que el
individuo no es el conductor, sino que es un pasajero del vehículo, mientras
que el dueño del mismo es un ser querido. Si se produjera una situación similar
y se dejara el coche en el arcén, observemos lo que sucedería si dicho
individuo le dijera esto al conductor: "¡Lo que falta ha! ¿Qué vas a hacer
ahora? Todo te sale mal, no das una a derechas ... Ahora no llegarás a tiempo
al trabajo, te van a echar la bronca, y a ver cómo vas a la tarde a hacer la
compra sin el coche ... " ¿A que lo notamos muy extraño? Desde luego, con amigos
así, no hacen falta enemigos. Seguro que
la reacción normal habría sido más o menos así: "¡Qué mala suerte!, vamos
a llamar al trabajo para avisar de que hemos tenido una avería, y después
buscamos el teléfono del seguro para que pase la grúa a recoger el coche ...
". En unas circunstancias como estas, lo que se hace dentro de una
relación positiva es ayudar, sin más; es decir, contribuir a solucionar el problema
en la medida de lo posible, no limitarse a sufrir.
Otro ejemplo: un estudiante tiene un
examen la semana próxima y anda un tanto justo de tiempo para completar el temario.
Imaginemos que su autoestima no es la adecuada
y
que piensa más o menos esto: "¡Madre mía! Me queda una semana, pero tengo
muchos temas por estudiar. Como no me dé tiempo, seguro que suspendo, y si
suspendo la llevaré para septiembre. A este ritmo lo voy a tener complicado. ¿Y
si no me concentro bien por la tarde y no puedo estudiar el tema que tenía pensado?
Ya verás, no me va a dar tiempo". Imaginemos ahora a alguien que acaba de
romper una relación: "Esto es insoportable, nunca voy a encontrar a otra
persona como ella y seguro que me quedo solo toda la vida. Seguro que he hecho
un montón de cosas mal". Son dos ejemplos de situaciones complicadas en
las que la persona, en lugar de experimentar su propio apoyo, se deja llevar por
la negatividad.
Realmente,
más que seres queridos parecen auténticos demonios que disfrutan con el
sufrimiento del otro, o que intentan que no levante cabeza para nada. Si parece
injusto e incluso cruel este tipo de trato, ¿por qué un dependiente emocional o
una persona con baja autoestima es capaz de infligírselos? Si con un ser
querido es injusto, ¿por qué con uno mismo sí es justo? ¿Alguien se merece
esto?
Si
dentro de una relación positiva convenimos es que es normal ayudar al otro y
apoyarlo emocionalmente, habrá que aplicarse el cuento y actuar de esta manera,
sin escatimarse nada. Habrá que tratarse a uno mismo exactamente igual que se
trata a un ser querido, y si a un ser querido se le ayuda cuando tiene un
problema o se le apoya si está pasando un mal momento o le aparecen
complicaciones, lo lógico será que se proceda igual con uno mismo.
b) Protección
De la
misma forma que alguien defiende o protege a un ser querido, el dependiente
emocional deberá hacer lo propio con él mismo. Existen dos tipos de ataques en
estos casos: los que provienen del exterior y los que provienen del interior, y
con los dos habrá que proceder exactamente igual, tal cual se llevaría a cabo
con alguien significativo en el contexto de una relación positiva con él.
No
cabe duda de que en el caso de un dependiente emocional la principal protección
que tendría que llevar a cabo es la que concierne a su relación de pareja. Por
ejemplo, si el compañero empieza a insultar o a menospreciar al dependiente, lo
normal será que se proteja de esos ataques. ¿O vería normal ese dependiente un
encogimiento de hombros o incluso una asunción injustificada de culpas si esa
situación se estuviera produciendo con un ser querido? Seguro que en este caso
se saltaría en defensa de dicho ser querido, en lugar de decirle que algo habrá
hecho que esté mal o que se fastidie para preservar la relación a toda costa, que
esto es más importante que su persona.
En
el caso de la protección ante ataques del interior, de uno mismo, entramos en
el terreno de la autocrítica destructiva, que obviamente habrá que diferenciar
de la constructiva que sí es sana.
c) Consuelo
A un
ser querido se le reconforta cuando está atravesando un mal momento. Si una
persona que nos importa nos cuenta que acaba de suspender una oposición y
que
se encuentra abatida, lo lógico será que la intentemos consolar. Lo mismo
debemos de hacer hacia nosotros mismos.
d) Elogio
Valorar
positivamente a alguien importante para nosotros, centrarnos en sus puntos
fuertes sin cebarnos en sus carencias o reconocerle sus logros compartiendo la
alegría con él forma parte, de una relación positiva con dicha persona. Por lo
tanto, la valoración positiva de uno mismo, en la que se consideren las
virtudes en lugar de fijarse obsesivamente en los defectos, es una de las
piezas clave de la relación que el dependiente deberá tener consigo mismo.
e) Amor incondicional
A las personas
que queremos no les ponemos condiciones para quererles, no tienen que cumplir
determinados requisitos como si se tratara de una selección de personal para
que nos dignemos a hacerles caso. A las personas, cuando se las quiere de
verdad, se las quiere como son siempre y cuando, por supuesto, exista una relación
positiva en ambas direcciones. Pues bien, si algo falla cuando alguien se lleva
mal consigo mismo, como es el caso del dependiente emocional, es precisamente
el amor incondicional.
No
es preciso que los dependientes emocionales fallen en todos estos componentes
ni en el mismo momento.En algunos componentes puede no haber déficit, o lo que
es más probable, en algunas situaciones o circunstancias: por ejemplo, un
dependiente será autocrítico, no se defenderá ni se elogiará con determinadas
personas -sobre todo, con la pareja-, pero, sin embargo, sí podrá actuar de
otra manera en el terreno profesional.
Esto
es algo relativamente habitual, y lo es mucho más con los dependientes tipo B
que, como ya he dicho, tienen "dos caras". Sólo la cara más viciada,
que es la que presentan en el terreno afectivo, es la que más tenderá a fallar
en los componentes de la autoestima.
Cotizarse y hacerse
valer
Todos
los objetivos dirigidos a sí mismos ya mencionados debemos proyectarlos al
exterior en forma de cotización personal. Junto a otras pautas, como la lucha contra la necesidad de agradar,
es fundamental que el dependiente lance a su entorno más o menos próximo, tanto
presente como futuro, que a partir de ahora hay un cambio de reglas en la
relación con él.
Mejorar
la autoestima va en la línea de que el sujeto active su suministro afectivo
interno para erradicar el círculo vicioso, pero también va en la línea de
demandar del exterior lo que se empieza a producir en el interior. Cuando
alguien no se quiere o no se trata adecuadamente a sí mismo transmite señales
de esta situación, y entonces, con relativa facilidad, obtiene más o menos lo
que se da a sí mismo, es decir, falta de valoración, falta de protección... Si
uno no se valora o se defiende a sí mismo, es más complicado, aunque no imposible,
que obtenga elogios, respeto y buen trato de los otros.
La
cuestión es que la cotización personal del individuo que no presenta una
autoestima adecuada es baja. Mejorar la relación del sujeto consigo mismo
produce también un efecto en el exterior, como es el de incrementar esta
cotización para que los demás tengan claro que dicha persona vale, y vale
mucho. No hace falta que valgamás que nadie, pero desde luego no menos. Somos
nosotros, y no los demás, los que nos ponemos nuestro valor. Si nos consideramos
poca cosa, los otros nos verán poca cosa; si nos consideramos personas
importantes, los demás actuarán en la misma línea. Para ello, es fundamental
insistir en la idea de la cotización personal y de hacerse valer ante los
demás, sin que ello suponga pisotear al prójimo: basta con tener claro que la
vida propia y el sujeto en sí son muy importantes, porque con ello lanzamos un
mensaje de autovaloración y de firmeza que se capta con facilidad por el
entorno.
Por
ejemplo, si el dependiente emocional tiene una cita con alguien que acaba de
conocer y esa persona le deja plantado sin excusa alguna, hay que cotizarse,
hacerse valer y dar por finalizado el contacto con dicha persona. Si pasa el
tiempo y esa persona vuelve a llamar al dependiente como si nada hubiera
pasado, y este actúa en la misma línea, no se está cotizando ni se hace valer, mensaje
que se capta a la perfección y que viene a decir: "aquí podemos campar a
nuestras anchas". Esto debe terminar. A partir de ahora, haya pasado lo
que haya pasado y se trate con quien se trate, hay que mejorar la relación con
uno mismo y transmitir a los demás la idea de que hay un cambio de reglas por
el que la cotización del dependiente ha subido.
Dejar de atacarse
Se
trata de la lucha contra la autocrítica destructiva, elemento enormemente
distorsionador y que cobra un gran protagonismo en la vida de los dependientes
emocionales, sobre todo en épocas complicadas en las que el estado de ánimo se
encuentre especialmente bajo.
En
la critica constructiva se resalta tanto los aspectos negativos como los
positivos y se intenta buscar soluciones. En la critica destructiva sólo los
aspectos negativos.
Y
no se propone solución alguna; es más, parece que el propósito es el de hacer
daño a la persona de la que se habla sin ánimo de que mejore en sus puntos
débiles.
Pues
bien, la autocrítica sigue planteamientos similares, y puede ser tanto
constructiva como destructiva. En el primer caso se da un lenguaje interior más
comedido y, sobre todo, hay alternativas de mejora. Se detectan errores y se piensa
cuál es la mejor forma de solucionarlos en el futuro: evidentemente, uno no se
siente bien reconociendo errores, pero se
hace
para identificarlos y subsanarlos. En el segundo ejemplo no existe intención
alguna de solucionar los errores, que en lugar de describirse en un lenguaje
adecuado se formulan de manera global y utilizando expresiones más duras y
desafortunadas, llegando a catalogarse el sujeto como un "pésimo
profesor" sólo por un error puntual. No se formulan alternativas de mejora
quizá porque la intención no es la de mejorar ni la de aprender de los errores,
sino la de aprovecharse de ellos para atacarse con dureza.
¿Por qué alguien actúa así?
Cuando
alguien no ha sido adecuadamente querido, interioriza estos sentimientos y los
asume como propios; en muchas ocasiones, la autocrítica destructiva fue en su
día la crítica destructiva que se recibió de personas del entorno, aunque no
necesariamente porque, al final, lo que más daño hace es la idea de que no se ha
sido lo suficientemente importante para las personas más significativas, produciéndose
entonces la sensación de no ser el individuo válido o querible y generándose la
ya expuesta disfunción entre los suministros afectivos. El abuso del externo en
forma de necesidad afectiva y el poco uso del interno producen este tipo de consecuencias.
Por ejemplo, un profesor le dice a otro: "Madre mía, no das pie con bola,
los alumnos se han ido a su casa con una cara de aburridos que no sé cómo
vendrán mañana. Creo que eres un pésimo profesor y que tenías que haberte
dedicado a otra cosa". Si una situación así se produjera, aparte de que el
profesor en cuestión todavía estaría con la boca abierta por la contundencia e
insensibilidad de su compañero, no dudaríamos ninguno en catalogar a dicho
compañero de alguien duro, cruel, mal amigo o desagradable, por poner sólo unos
cuantos calificativos. ¿A que suena muy mal cuando vemos escritos estos
pensamientos, o cuando los imaginamos diciéndose realmente por parte de
terceras personas? Pues cosas así y mucho peores son las que personas con baja
autoestima, entre ellas los dependientes emocionales, se profieren sin que se
escandalicen aprovechando la libertad que da el hecho de que todo ocurra dentro
del propio individuo, en la más absoluta privacidad.
Un
ejemplo específico de un dependiente emocional sería: Imaginemos que acaba de
romper una relación con alguien que le era infiel constantemente sin apenas ocultarse,
y del que sufría un trato despectivo y vejatorio. En pleno impacto de la
ruptura, el dependiente, roto anímicamente, se dice lo siguiente: "Soy la
persona más horrible del mundo, nadie me quiere ni me querrá nunca. Seguro que
X buscaba a otras para olvidarse de mí o porque le repugnaba, y si yo no le
hubiera agobiado o si hubiera tenido siempre buena cara cuando me enteraba que
me engañaba no me habría dejado, o no habría continuado con esa actitud".
En
este ejemplo, observamos que la
autocrítica no persigue otro fin que el de atacar al sujeto, decirle cosas hirientes para que se sienta
todavía peor, porque no hay nada de constructivo en pensar así. Se busca siempre encontrar algún defecto
para magnificarlo, alguna posibilidad de encajar de cualquier forma un atisbo de
culpa o responsabilidad para que todo el peso de la moral y la justicia caiga
sobre el dependiente. La autocrítica destructiva es el vivo ejemplo para el
que la efectúa de que se lleva mal consigo mismo, de que no tiene los
sentimientos positivos que se requieren en una relación normal.
¿Cómo hacer que el dependiente emocional cobre
conciencia de lo duro que está siendo consigo mismo?
Para
que el dependiente cobre conciencia de lo duro que puede estar siendo, por
mucho que esté sintiendo realmente todo lo negativo que piensa, vamos a externalizar la situación antes descrita.
Ahora ya no es el sujeto el que se dice todo eso, sino que es un amigo íntimo
el que, conociendo las circunstancias de la ruptura, afirma lo siguiente:
"Eres la persona más horrible del mundo, nadie te quiere ni te querrá
nunca. Seguro que X buscaba a otras para olvidarse de ti o porque le
repugnabas, y si no le hubieras agobiado o si hubieras tenido siempre buena
cara cuando te enterabas de que te engañaba no te habría dejado, o no habría
continuado con esa actitud". Realmente, habría que ser mala persona para
tener la crueldad y la sangre fría necesarias como para efectuar esos
argumentos tan increíbles, con el único fin de herir al interlocutor. Pues eso es lo que uno, con total
impunidad, puede hacer consigo mismo. Por cierto, pensamientos así no son
nada extraños en la dependencia emocional, incluso mucho peores, como creer que
si una relación se rompe la vida no tiene sentido.
El
dependiente emocional se trata a sí mismo en ocasiones como sería incapaz de
hacer con sus seres queridos, y en lo que se refiere a la autocrítica
destructiva de una manera especial. A veces, en dicha autocrítica hay también
tacos, descalificaciones, desprecios e incluso agresiones físicas. ¿Está todo
esto justificado, a pesar de que ocurra en el interior de uno mismo? Si las
personas de nuestro alrededor no merecen ese trato, ¿por qué lo merece el
dependiente emocional? ¿Tan imperdonables son sus errores, tanta crueldad implacable
merecen?
¿Cómo erradicar la crítica destructiva?
1) En
primer lugar, lo que hay que llevar a cabo es una tarea de detección. La autocrítica destructiva, igual que otros
hábitos y rasgos, es una pauta muy arraigada que quizá se efectúe sin que el
sujeto sea muy consciente y basándose en automatismos, en costumbres adquiridas
desde hace mucho tiempo. El dependiente
se machacará en ocasiones casi sin darse cuenta porque no le va a llamar la
atención este comportamiento, de la misma forma que no le llamará excesivamente
la atención ser menospreciado por la pareja por la fuerza de la costumbre de no
ser bien tratado por personas significativas o por sí mismo.
En
este sentido, ser conscientes de que
actitudes así muy posiblemente se estén produciendo, debe alertar al
dependiente y estimularle a que intensifique su vigilancia hacia las mismas. No
se puede luchar contra lo que no se identifica, y no es tan difícil sondear a
diario, preferiblemente reflejando las conclusiones en una especie de diario
escrito o grabado, los comportamientos de autocrítica destructiva que se
produzcan en el individuo. Si existe alguna dificultad, el estado de ánimo
negativo sin que haya pasado algo desmoralizador en ese momento nos debe
alertar de que quizá se esté efectuando autocrítica destructiva.
2) Cuando
ya exista un cierto entrenamiento en la detección de estas pautas, hay que
pasar a una siguiente fase en la que
cesen los ataques. Efectivamente, dejar de atacarse es el principal
objetivo que el dependiente debería marcarse, de la misma forma que si las
críticas destructivas provinieran del exterior habría que exigir que
finalizaran de inmediato. Por ejemplo: Imagina que le doy una bofetada al
portero. Este se me queda mirando atónito y yo me marcho enseguida. Al día
siguiente, ocurre exactamente igual: bajo a la calle y le doy otra bofetada al
portero, marchándome de inmediato. Al tercer día, voy a hacer lo mismo pero el
portero ya está prevenido y se mantiene lejos de mí pidiéndome que deje de
pegarle, a lo que yo le contesto que no sé cómo hacerlo, que no puedo".
Si
esta explicación es surrealista, igual de surrealista es afirmar que uno no
puede dejar de criticarse, como si hubiera firmado un contrato a perpetuidad
por el que estuviera obligado a actuar así.
No tiene ni pies ni cabeza: si todos sabemos
cómo dejar de atacar a alguien, todos sabemos también, y el dependiente
emocional no es una excepción, cómo dejar de atacarse. Es muy sencillo: basta con querer hacerlo, con estar
firmemente convencido. Esto no significa que automáticamente le
desaparezcan las ganas de atacarse, o que milagrosamente le aparezca un gran
amor por sí mismo, o que deje de sentirse merecedor de esa hostilidad. Esto
puede ocurrir, pero a pesar de eso la persona tiene la posibilidad de no pegar
la bofetada, es decir, de no atacarse con dureza. Ese primer gesto de no
atacarse, incluso sintiendo que se lo merece, ya es un gran primer paso para la
lucha contra la autocrítica destructiva y, con ella, para la mejora de la
autoestima, de la relación del dependiente consigo mismo. Es un primer paso para
el funcionamiento del suministro afectivo interno, porque la persona está
haciendo algo para ella misma con el fin de defenderse y mejorar.
3) Con el
ataque detenido y con una dinámica más constructiva, la persona tiene que reflexionar sobre lo que iba a hacer.
Un ejercicio ideal sería externalizar las situaciones: ¿cómo habría actuado el
dependiente si en lugar de ser él el que motiva su autocrítica, es un ser
querido en idénticas circunstancias? ¿Le habría tratado con la misma dureza,
con la misma insensibilidad? Seguro que no, lo que indica la brutal injusticia
que las personas con baja autoestima
cometen continuamente, que es disponer de dos varas de medir el comportamiento,
una permisiva y comprensiva que aplica con los demás, otra implacable y
opresora que utiliza consigo mismo. Con la apariencia de un buen
comportamiento por la vara de medir que se utiliza con los demás, se esconde
alguien que no duda un segundo en
aprovechar la vulnerabilidad propia para machacarse sin piedad, sobre todo en
el momento en que utiliza la segunda vara de medir cuando se trata de asuntos
en los que el individuo mismo está implicado.
Externalizando las situaciones, el dependiente
emocional constatará que se estaba excediendo en su comportamiento y podrá
tener armas para incrementar el convencimiento de que no debe actuar así. Con
esto, el objetivo de "dejar de atacarse" estaría cumplido.
Lo ideal sería sustituir la autocrítica
destructiva por una pauta más saludable como la autocrítica constructiva, si es
que procede, o el consuelo, la protección u otros componentes de la autoestima
que fueran al caso.
Desde
luego, merece la pena realizar ese intento para no sólo limitarse a detener la
negatividad hacia uno mismo, sino ser más ambicioso y buscar la reconciliación
del dependiente emocional consigo mismo.
Centrarse en lo
positivo
Es
bien conocida la situación, tristemente real en ocasiones, del padre que
examina las notas de su hijo y se centra en el único "aprobado",
olvidándose del resto de calificaciones que son "notables" y
"sobresalientes". Cuando alguien se empeña en encontrar errores o
defectos casi con seguridad que va a conseguir su objetivo, bien minusvalorando
e ignorando las virtudes, bien magnificando dichos errores. En el ejemplo expuesto,
se producen ambas circunstancias: el padre ignora las notas altas de su hijo y
magnifica un aprobado considerándolo casi una afrenta, un error imperdonable.
Como es lógico, no podemos catalogar el comportamiento de este padre como justo
o positivo. En la relación del sujeto consigo mismo puede suceder exactamente igual.
Las personas con baja autoestima como los dependientes emocionales se centran
en lo negativo, focalizándose en exceso en los defectos o supuestos defectos
sin fijarse en otra cosa; es más, cuando alguien se comporta así, también se
fija más en las recriminaciones que recibe de los demás, ignorando los piropos
o virtudes que también provienen del exterior. Digamos que hay una lupa de
muchísimos aumentos para los errores -que, si no se dan, no hay problema en
crearlos- y un tupido velo para las virtudes y los logros.
De
la misma forma que es reprobable el comportamiento del padre del citado
ejemplo, o del clásico jefe que se fija sólo en una errata de un informe
perfecto y exhaustivo de 50 folios, el individuo con baja autoestima puede
actuar de manera similar y ser su conducta igual de censurable. No es de recibo
pasar de largo ante los méritos y buscar con esfuerzo los errores, porque
transmite la sensación de que no hay una valoración adecuada de lo que se hace.
La cuestión es detectar el fallo y dar una idea de defecto, de algo que no está
bien hecho.
De
la misma forma que se puede ser exigente en exceso con el rendimiento, también
se puede llevar a cabo esta pauta con otros aspectos personales. Los individuos
también se cuestionan si están siendo buenos padres, si están a la altura como
amigos, como pareja...
El
elogio es un componente de la autoestima que el dependiente emocional tiene que
llevar a cabo para reconciliarse consigo mismo. No es demasiado complicado de
efectuar: básicamente, hay que acostumbrarse a reconocerse los logros, a
valorarse positivamente cuando se realizan cosas buenas, y no a dejarlas pasar
como si fuera lo lógico o lo normal comportarse así. Si el individuo se fija,
no escatimará elogios para sus seres queridos si, por ejemplo, le dice alguno
que ha aprobado un examen. Está claro que era su obligación y que si lo ha
hecho es porque ha estado en su mano, pero esto no debería ser obstáculo para
que se le reconocieran sus logros.
Las
personas no somos naranjas que deben ser exprimidas hasta la última gota.
Precisamente, mejoramos nuestro rendimiento en la medida en que estamos más
felices, más satisfechos con nosotros mismos y menos amargados mirándonos con
lupa los fallos, escatimándonos elogios. Si hacemos cosas bien, es de justicia
que se reconozcan, y para ello debemos dar ejemplo con nosotros mismos. El niño
del ejemplo que enseña su boletín de calificaciones a su padre, cuando sea
mayor deberá pensar que sí merecía esa palmada en la espalda y que se le
escatimó de manera injusta.
El amor incondicional
No
hay nada peor en una interacción que poner condiciones al otro para quererle. El
planteamiento sería: "te querré si haces esto, o si eres esto otro; de lo
contrario, ya te puedes olvidar". Esta es la realidad del "amor"
con condiciones.
Cuando
queremos a alguien con condiciones le estamos presionando para que cambie su
forma de ser o de actuar, le estamos transmitiendo el mensaje de que tiene algo
dentro de sí mismo que no nos convence. Le estamos diciendo que no es un ser lo
suficientemente válido o "querible".
Por
ejemplo, el padre que ve las notas de su hijo está poniéndole como condición
para quererle que se exprima al máximo y que no se permita ningún error. Le
está
transmitiendo la idea de que, por mucho que
haga, nunca será suficiente, y hasta que no sea suficiente no le querrá.
Pensemos ahora en una chica que está distante desinteresada con su novio porque
ha echado un poco de barriga: está poniéndole como condición para volver a
estar bien con él que mejore su físico.
Imaginemos
ahora a un entrenador de fútbol del equipo del colegio que ignora por sistema a
los peores jugadores: está poniendo como condición para hacerles caso que jueguen
bien al fútbol.
Esto
no quiere decir que no podamos decir nada negativo a las personas con las que
nos relacionamos; en este sentido, cabe distinguir entre poner condiciones para
querer y la crítica constructiva. No hay problema alguno, compartamos o no la
opinión, en que un padre le diga a su hijo que sus notas están muy bien y que
todavía estarían mejor si no estuviera ese "aprobado", o en que una
chica le diga a su pareja dentro de una relación normal con ella que se está
descuidando un poco físicamente, o en que un entrenador de fútbol del colegio
sea amable con todos los jugadores y anime a los que van rezagados a practicar
más. Como mucho, podríamos decir que son personas algo pejigueras, pero si
realizan esos comentarios de una forma positiva no serían reprobables.
¿Cómo sabemos si dichos comentarios se formulan
adecuadamente?
Deberán tener dos características:
1) Formularse
con el propósito de que el individuo mejore.
Cuando
se quiere con condiciones, la motivación real no es que el individuo mejore,
sino transmitirle la idea de que sólo se le hará caso si se deja moldear.
2) Estar
en un contexto de una relación positiva
Si esos comentarios se hacen sin restar
interés, sin mostrar acritud o sin enfados no hay inconveniente en que se
realicen porque no se le está poniendo
al sujeto ninguna condición para quererle, para
estar bien con él. Es decir, si la relación es buena, no hay problema alguno en
que se formulen las críticas constructivas que se deseen, sean o no excesivas,
porque no se transmitirá la idea de que el sujeto es poco querible o poco
válido: se le quiere exactamente igual con y sin aprobado, con y sin barriga,
con y sin buena práctica del fútbol, aunque se intenta que se mejore en esos
aspectos. No obstante, lamentablemente, cuando aparecen comentarios así lo
frecuente es
que se produzcan en el contexto de una relación
negativa.
Los dependientes emocionales y, en general, las personas
con baja autoestima, pueden ponerse infinidad de condiciones para quererse. Lo
cierto es que cuando uno se pone condiciones para estar bien nunca va a estar
satisfecho, siempre habrá otra que haya que cumplir, porque el problema no está
en esa condición incumplida, sino en establecerla como requisito para que el
sujeto se dé algo que por justicia se merece.
De la misma forma que antes hemos distinguido entre querer con
condiciones y la crítica constructiva, podemos diferenciar entre quererse con
condiciones y la autocrítica constructiva. Por ejemplo, el chico del carnet
está en todo su derecho de desear aprobarlo y de anticipar que eso mejorará su
calidad de vida o su satisfacción, pero no deberá ponerse ese requisito para
esta bien consigo mismo. Si el individuo se dice algo para mejorar y en un contexto
de una relación positiva con él mismo, no hay inconveniente en que sea crítico
con su actuación o, mejor dicho, en que se ponga metas y objetivos.
Las metas y objetivos son elementos de una relación
adecuada con uno mismo: precisamente con la intención de incrementar la
satisfacción en la vida, se persigue crecer poco a poco en todos los ámbitos.
Es decir, el amor incondicional a uno mismo no debe suponer una postura de
conformismo por la que todo está permitido y no hace falta esforzarse por nada Realmente,
es justo al contrario: si nos queremos sin condiciones estaremos mejor con
nosotros mismos, y sin presión alguna en este sentido buscaremos lo más
positivo para nuestra persona, con lo que nos estableceremos metas y objetivos
con el único fin de tener alegrías y desarrollar nuestro potencial, pero
teniendo claro que estamos a muerte con nosotros mismos ocurra lo que ocurra.
Una vez más, en caso de dudas, se puede recurrir a
externalizar las situaciones, ejercicio muy útil para todas las cuestiones
relacionadas con la autoestima. Si tiene continuamente un pesar vinculado
consigo mismo que le impide llegar a estar bien, que se imagine a otra persona en
esa situación para observar si también le escatimaría el cariño.
Tanto el amor incondicional como los otros componentes de
la autoestima son los objetivos prioritarios para el tratamiento con el
dependiente emocional, algo que precisará de mucha constancia y paciencia
porque de un día para otro nadie cambia hábitos de relación tan arraigados; es
más, preferiblemente este proceso debería realizarse en un contexto terapéutico.
Para efectuarlo de la manera más adecuada conviene
establecerse pequeños objetivos poco a poco, sin ánimo de cambiar de golpe. Se
puede empezar por un componente e ir profundizando en él, aspirando
inicialmente a obtener algunos pequeños pasos que vayan animando a realizar más
y que "rompan el hielo".
Cuando se hayan obtenido avances significativos en ese
componente, será momento de pasar a otro, y así sucesivamente. Además, ayudarse
de una especie de diario en el que se apunten los logros y las dificultades
será muy interesante para aprender de los errores y para contribuir a la
instauración de nuevos hábitos, ya que la persona recordará que debe escribir
situaciones en dicho diario.
Por último, es muy importante para el dependiente emocional
que avance en su relación consigo mismo porque es básica para el
restablecimiento de su suministro afectivo interno, con lo
que obtendrá una disminución del exceso del suministro
afectivo externo a la que tendía. En este sentido, y en un contexto de descanso
de relaciones de pareja como el propuesto para
el síndrome de abstinencia, se puede aprovechar dicho
periodo libre de influencias externas para relacionarse mejor con el resto de las
personas y para aprovechar para reconciliarse consigo mismo.
No se puede dejar escapar la oportunidad de disfrutar de
los momentos de soledad y de replantearlos no como un desastre, un abandono o
un rechazo, sino como oportunidades perfectas para acelerar los objetivos
propuestos. La persona debe ser capaz de estar sola sin que eso suponga una
tragedia, porque realmente no lo es a pesar de las manipulaciones en esta línea
que se producen por parte de la necesidad afectiva. Tampoco es cuestión de
forzarse a estar solo: precisamente, en los periodos en los que no hay relación
de pareja seguro que la socialización es mucho mayor. No obstante, sí hay que
buscar momentos de intimidad o, como mínimo, aprovechar en positivo los que se produzcan.
Bibliografía
Castelló,
J. (2012). La superación de la dependencia emocional. Como impedir que el
amor se convierta en un suplicio. Ediciones Corona Boreals.
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