PERFILES
HABITUALES DENTRO DE LOS DEPENDIENTES EMOCIONALES
La mayoría de los dependientes emocionales, y
mucho más si son del sexo femenino, son dependientes estándar (ver
características de las personas dependientes emocionales), pero, no todos los
dependientes estándar son iguales, más allá de las lógicas diferencias
individuales que existen entre cada persona.
Castelló (2012) ha diferenciado dos tipos que
se parecen más cuando se revisa el comportamiento dentro de una relación de
pareja enfermiza, pero que presenta muchas diferencias al observar al individuo
fuera de dicha relación: tipo “A” y “B”.
Tipo A
Están muy
preocupados por su imagen ante el exterior, por lo que los otros puedan pensar
sobre ellos, generándoles gran angustia la sensación de no ser adecuadamente
considerados o aceptados. Como es lógico, con este perfil focalizado en los
demás y con tendencia a la sumisión,
su comportamiento en las relaciones más íntimas irá en la misma línea. Si buscan agradar y ser aceptados por
sistema, todo se multiplica con la pareja: les consienten absolutamente todo,
les basta con una simple muestra de interés para darse por satisfechos, dejan
que el otro campe a sus anchas y haga lo que le plazca... En este sentido,
muchas relaciones de los dependientes tipo A parecen menos absorbentes que las
que llevan a cabo los tipos B; cabe decir que esto sucede no porque los tipo A tengan
menos tendencia a la exclusividad o a la posesividad, sino porque aceptan de
mejor grado las normas que provienen de su pareja. Si la pareja quiere irse con
los amigos o incluso a "buscar plan", se le permite porque, en caso
contrario, puede enfadarse.
En ocasiones, el control de estas personas sobre
los dependientes es tal que llegan a asumir sus planteamientos: por ejemplo, se
pueden justificar infidelidades con ideas sobre la apertura de las relaciones
(eso sí, apertura siempre por parte de un miembro, no de los dos) y el
dependiente interiorizar esos planteamientos e incluso defenderlos. Esto no
ocurre porque los dependientes tengan poca personalidad, sino porque su miedo a
la ruptura es tal, y su anulación a la pareja, con la consiguiente idealización
de esta, es tan grande, que les va bien dejarse llevar por esas
racionalizaciones para así no poner en peligro la relación.
Estos dependientes emocionales, tienen fama de
buenas personas, y en cierto modo así es. No obstante, si profundizamos
descubrimos que su buen comportamiento
no depende sólo de sus sentimientos altruistas, sino que más bien se debe a su
deseo continuo de ser aceptados por los demás. Si hacen tantos favores,
escuchan tantos problemas o se desviven tanto es por conseguir aprobación y
evitar el rechazo y el abandono.
El dependiente tipo A es muy sumiso en sus relaciones de pareja y está muy dominado por su
necesidad afectiva.
Manifiesta en gran medida su baja autoestima y se muestra muy condicionado en sus relaciones
interpersonales por el deseo de agradar, de ser aceptado; esto conduce a
que sea considerado por la mayoría como una buena persona, nada conflictiva y
con muchas ganas de favorecer, de desvivirse por los demás. Y efectivamente así
es, el miedo al rechazo y la consecuente tendencia a la búsqueda de aceptación
por parte de los demás
Tipo B
Los dependientes emocionales tipo B se
comportan como tales dentro de las relaciones de pareja, pero de forma algo
distinta fuera de ellas; lo que sucede es que, por la esencia de su problema y al igual que los tipo A, sólo conciben su
vida con una relación de pareja y, además, esta debe tener siempre prioridad,
exclusividad y máximo protagonismo en la actividad cotidiana del individuo, por
lo que, aparentemente, son perfiles muy similares. Pero cuando los vemos
relacionarse con nosotros o nos cuentan cómo los consideran los demás y cómo
son sus relaciones con los otros es cuando observamos las diferencias con el
tipo A.
Fuera
de las relaciones de pareja, son personas que aparentan mejor autoestima y que no tienen tanta necesidad
de agradar; es más, pueden describirlas los demás como antipáticas,
conflictivas o prepotentes, aunque no necesariamente. En sus trabajos no se llevan
bien con todo el mundo, tienen trifulcas y rencores, manifiestan mal carácter....
Otros dependientes de este tipo se muestran más bien distantes y poco
amigables, con escasas ganas de comunicarse y en un cierto tono de sequedad.
Eso sí, no son de esta manera con todo el mundo porque tienen sus amigos o su
grupo de compañeros en el trabajo con los que sí se llevan bien; es decir, no están
peleados con todas las personas. Con los que sí que se llevan bien pueden
presentar pautas y comportamientos de sumisión y búsqueda de aceptación
similares a los de los dependientes tipo A.
Podemos imaginarnos a estos dependientes como a
personas que tienen una doble cara: una
la enseñan sobre todo a sus parejas (que cubren lo más importante de su vida,
tanto en calidad como en cantidad) y en menor grado a otros seres queridos;
mientras que la otra cara, que ya no es de dependiente, la muestran ante los
demás. Esta segunda cara sí puede
tener mayor autoestima y, en consecuencia, menor tendencia a buscar
compulsivamente la aceptación de los demás. Por ejemplo, a los cantantes o
jugadores de fútbol que "se le sube la fama a la cabeza", abusaban de
su suministro afectivo interno en detrimento del externo. Si se van un mes de
vacaciones a una isla perdida donde no les conoce absolutamente nadie y, por lo
tanto, no sienten esa admiración por parte de los demás que alimenta su ego y
que les ayuda a considerarse superiores. En esas situaciones, seguramente se
mostrarán más vulnerables y más predispuestos a relacionarse con los otros para,
así, compensar este déficit -aunque inicialmente exista un rechazo a esta
situación por considerarla ofensiva para el ego-.
De la misma forma, hay personas que pueden "desconectar" de los demás
por diferentes circunstancias y, al hacerlo, mostrar una imagen de sí mismos en
la que no tiene cabida la necesidad afectiva, que permanece latente a la
espera de encontrar personas que se ajusten más a las expectativas. Estos
dependientes tipo B son más selectivos
y restrictivos que los anteriores porque no
despliegan sus lazos afectivos indiscriminadamente, sino que lo hacen sólo sobre
los escogidos, y, muy especialmente, sobre sus parejas. Es entonces cuando se les
"activa" su cara dependiente y, con ella, la baja autoestima y la necesidad de agradar al otro. A este fenómeno Castelló (2012) lo ha denominado "oscilación vinculatoria", porque la persona pasa de un periodo
de vinculación afectiva con el otro
-en este caso, muy intensa por ser la propia de la dependencia emocional- a otro en el que está más desconectada
del entorno, apareciendo entonces
una posible hostilidad y una mayor utilización del suministro afectivo interno, de la autoestima. Por ejemplo,
podemos imaginarnos enfadados con un ser querido, donde mostraríamos una cara con mayor desvinculación afectiva, hostilidad y lucha
reivindicativa por nuestra posición;
y después imaginarnos reconciliándonos con él, donde enseñaríamos una faceta más conciliadora, vinculada afectivamente con el ser querido, menos agresiva e
incluso sumisa y arrepentida para
congraciarnos con el otro. Los
dependientes tipo B consiguen
satisfacer sus necesidades afectivas con los "escogidos", y al mismo
tiempo intentan defenderse de los demás por considerarlos insatisfactorios y
rechazantes, preservando así su autoestima.
Los dependientes tipo B son personas que muchas
veces gozan de un cierto éxito personal, especialmente en el ámbito laboral (por
ejemplo, empresarios, profesionales de prestigio o reconocidos...) Son las
típicas personas de las que nadie, salvo los muy allegados, se podría esperar
que pueden comportarse con sumisión, autoanulación o idealización del otro en
sus relaciones más íntimas, especialmente en las de pareja, precisamente porque
ante la gran mayoría muestra una faceta con mayor defensa de sus propios
intereses e incluso con cierta hostilidad o prepotencia: una faceta en la que
no activan su tendencia a satisfacer sus inmensas necesidades afectivas, ya que
la reservan para su pareja o, en su defecto, para los más íntimos. Digamos que
son individuos que han adquirido la capacidad de concentrar dichas necesidades afectivas
en pocas personas, permitiéndose el lujo de desconectar en cierto modo de los
demás al disponer, en estas situaciones, de mayor suministro interno.
Estas personas, con posibilidad de
"cambiar de cara" o de oscilar afectivamente de un polo vinculado a
otro desvinculado de los demás, suelen
tener relaciones de pareja de mayor exclusividad y posesividad. Esto se
debe a que reservan o "concentran" sus demandas afectivas inmensas en
pocas personas, muchas veces sólo en la pareja, porque no las buscan en el
resto de los individuos.
Además de esto, pueden intentar imponer su
voracidad afectiva al otro porque se muestran más beligerantes que los
dependientes tipo A, aun conservando su comportamiento en pareja de sumisión e
idealización. Por supuesto, si la pareja se niega en rotundo, acabará acatando
la decisión, pero "dará más guerra" para conseguir sus propósitos.
De la misma forma, en su historial de
relaciones de pareja nos puede sorprender que exista alguna relación en la que
hayan asumido un rol no subordinado, sino dominante. La posibilidad de estos
individuos de "cambiar de cara" les capacita para tener relaciones de
pareja estrechas y absorbentes que satisfagan su necesidad afectiva, aunque sea
con personas que no se adapten a sus preferencias y las utilicen para paliar su
miedo a la soledad. Este tipo de relaciones se denominan "relaciones de transición" y son más
comunes en los dependientes tipo B, que presentan menores problemas en utilizar
a personas para satisfacer sus demandas afectivas, aunque los dependientes tipo
A también llevan a cabo estas relaciones sin demasiados inconvenientes en
abandonar luego a estas parejas por encontrar otras que consideren más interesantes.
El gran denominador común de estos dos tipos de
dependencia emocional, y por supuesto también de las "formas
atípicas" de dependencia emocional, es tanto la inmensa necesidad afectiva
volcada en las parejas como la manera egoísta de quererlas, una manera que
podríamos denominar "amor
egoísta". Puede parecer que el término "amor egoísta".
Querer a otro de una
forma egoísta es quererlo para nosotros, es
decir, sin preocuparnos realmente por él ni poniéndonos en su lugar:
simplemente se tiene la necesidad o la intención de que esté junto a nosotros.
Muchas veces, los maltratadores se comportan de
esta forma: quieren a sus parejas para ellos y, de hecho, el mayor peligro que
corren las víctimas es cuando amenazan con abandonar la relación o cuando
efectivamente la dejan. Los maltratadores ven frustrado su deseo enfermizo y
egoísta del otro y lo agreden e incluso lo matan, algo que indica que realmente
no deseaban lo mejor para esa persona, sino simplemente que estuviera ahí. Por
ejemplo, pensemos en una madre que desea mucho estar con su hija de 9 años
porque se siente muy sola. Le encanta jugar con ella y ver la televisión,
disfruta mucho de su presencia. Imaginemos ahora que esta niña tiene un sábado
por la tarde el cumpleaños de una amiguita, que se lo dice a su madre y que
esta se niega a que vaya porque entonces se quedará muy triste y muy sola. Esto
es un querer de forma egoísta ya que sólo se está preocupando de satisfacer sus
deseos afectivos sin ponerse en el lugar de la niña.
El amor
egoísta es una constante en todos los tipos de dependencia emocional,
porque se quiere mucho y muy intensamente, pero de una manera insana, como si
fuera absorbente y más centrada en la
satisfacción de una desesperación personalque en el verdadero deseo de estar
con alguien. El amor sano está "personalizado", es decir, se quiere
a una persona y no vale cualquiera para reemplazarla; sin embargo, en muchas
ocasiones, un dependiente puede estar llorando y rabiando por la ruptura con
una persona X, y prescindir por completo de ella casi sin acordarse al aparecer
una persona Y -que, mientras se sufría el síndrome de abstinencia por la
persona
X, se buscaba activamente-. Es más, muchos
dependientes van buscando un recambio de pareja cuando, por algún motivo, quieren
romper con la que están en ese momento o cuando anticipan un posible abandono
por parte de su actual compañero, y ese recambio será el futuro centro de
atención, obsesión e interés, pasando la anterior pareja a ser un "rey
destronado".
Bibliografía
Castelló, J. (2012). La superación de la
dependencia emocional. Como impedir que el amor se convierta en un suplicio.
Ediciones Corona Boreals.
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