¿QUÉ
ES LA DISOCIACIÓN?
La disociación es tal vez la forma más profunda de no
percepción. De hecho, a los trastornos disociativos de les ha dado el nombre de
“síndromes de no percepción” y “trastornos de realidad múltiple”. La
disociación implica una división de la personalidad del paciente en distintas
partes disociativas, cada una de las cuales tiene su propio sentido de la
identidad y cierto grado de perspectiva en primera persona, junto con unas
emociones, pensamientos, creencias, sensaciones, percepciones, predicciones,
acciones físicas y conductas específicas. Cada una de las partes disociativas
de la personalidad del paciente incluye una percepción única de la realidad que
puede contradecir la realidad de las otras partes disociativas, junto con una
asombrosa actitud de indiferencia hacia las profundas inconsistencias.
La
disociación es una división de la personalidad del paciente en distintas
partes, cada una de las cuales tiene su propio sentido de la identidad y siente
demasiado poco o demasiado mucho como consecuencia de la no percepción. Estas
vivencias paradójicas son el sello distintivo de la incapacidad de percibir el
trauma
Por ejemplo, una chica recuerda que su hermano mayor era un
sádico que maltrató físicamente y abusó sexualmente de ella y de la hermana.
Existe evidencia del maltrato y de los abusos. A pesar de ello, la chica no es
capaz de tomar conciencia plena de su historia traumática. Durante el
transcurso de una sesión sus partes disociativas pueden afirmar: Mi hermano
abusó de mí; nadie ha abusado sexualmente de mí. Quiero mucho a mi hermano; no
tengo ningún hermano; un gigante espantoso vivía dentro del armario de mi
habitación y salía a hacerme daño cada vez que me iba a dormir.
En el mundo disociativo del paciente pueden coexistir
declaraciones contradictorias, y cada una de ellas ser vivida como verdadera
por alguna parte del paciente, pero no por las demás. El terapeuta no puede
saber con seguridad si el hermano abusó de ella, pero no le corresponde al
terapeuta dilucidad la verdad. El paciente le encontrará su propio sentido a lo
que sucedió con el apoyo natural y compasivo del terapeuta, quien amablemente
señalará las inconsistencias y con el tiempo ayudará a todas las partes
disociativas a aprender a resolverlas. Lo que sí puede estar seguro el
terapeuta es que la chica está terriblemente problematizada con su hermano, de
que está padeciendo enormemente, y de que está evitando algunas percepciones
importantes. Tomar consciencia de estos conflictos y evitaciones y resolverlos,
se convertirá en el centro de atención del tratamiento.
La parte aparentemente normal de la personalidad o PAN hace
referencia a las partes disociativas que funcionan en la vida cotidiana. Por
ejemplo, la parte adulta de la chica que evita el pasado traumático y trata de
seguir adelante con la vida cotidiana. Siente demasiado poco, como una especie
de entumecimiento emocional y físico, amnesia, incapacidad de sentir placer, y
una creciente evitación de estímulos potencialmente desencadenantes y evitación
de la exposición a experiencias novedosas, lo que va estrechando y constriñendo
cada vez más su vida. Se queda abstraída con facilidad, desarraigada del
presente, sin pensar en nada en absoluto. No siente su propia piel y se ha
abrasado en la ducha en más de una ocasión, porque no acaba de sentir completamente
el calor. La parte adulta no es consciente de que hayan abusado sexualmente de
ella y, en este mismo sentido, percibe demasiado poco.
La parte emocional de la personalidad o PE son las partes
disociativas fijadas al período del trauma. Siente constantemente que están
abusando sexualmente de ella. Esta parte siente demasiado. Es una niña
estancada en el período de la traumatización, en la defensa frente a los
peligros o las amenazas para la vida, ya sean reales o percibidos
subjetivamente como tales. En esta parte da muestras de una desregulación
fisiológica extrema, sintiendo demasiado; desbordada por el miedo, la vergüenza
o la rabia, las sensaciones sexuales y los recuerdos corporales. A veces, se
cierra y se repliega totalmente sobre sí misma, hasta el punto de que le
resulta difícil reconocer el presente. En razón de ello, siente demasiado poco
el presente.
Como “la espectadora”, una parte de ella misma observadora
y crítica, vive la experiencia de los abusos desde una gran distancia, sin
ninguna emoción a excepción de rabia y desprecio hacia la niña que no supo
parar aquello. Esta parte es consciente del trauma, pero siente demasiado poca
emoción, como si la experiencia no le hubiera sucedido a ella. Aunque recuerda
los abusos sexuales, la parte disociativa espectadora continúa siendo incapaz
de situarlos dentro de un contexto realista, culpabilizando a la niña de haber
provocado los abusos.
Así, cada parte disociativa incluye formas únicas de no
percepción que contribuyen a prolongar los conflictos internos y que deberán
ser abordadas en el tratamiento.
Los extremos de “demasiado mucho” y demasiado poco son
manifestaciones de la vivencia extremadamente contradictoria de las personas
traumatizadas, que simultáneamente saben (en algunas partes de ellos mismos9 y
no saben (en otras partes de ellos) qué fue lo que sucedió. Saber y no saber
son vivencias importantes que coexisten y generan conflictos extremos en los
pacientes disociativos. Dicha contradicción entre ambas vivencias implica que
no ha llegado a una percepción plena. El
terapeuta deberá advertir el conflicto y llevarlo a la conciencia del paciente
de manera que invita a la curiosidad prudente sin tomar partido.
Las partes
disociativas como manifestaciones de la no percepción
Las creencias
sustitutivas, las realidades alternativas que ayudan al paciente a
evitar la percepción realista, incluyen las partes disociativas. Los fenómenos
asociados a las partes disociativas (edades, sexos, preferencias, actividades y
demás) vienes a ser a la manera de un engaño psicobiológico que astutamente
contiene y oculta aquello que no puede ser percibido por el paciente. Las
partes disociativas son el reflejo de personas heridas y vulnerables diciéndose
esencialmente a ellas mismas y al terapeuta: “No te fijes en ese hombre que hay
detrás de la cortina”, en un esfuerzo por desviar la atención de las realidades
terribles que no obstante deberán ser plenamente percibidas.
Simultáneamente, las partes estancadas en las experiencias
traumáticas sienten de manera violenta y descarnada que el trauma está teniendo
lugar en este preciso momento. Pero incluso estas partes son incapaces de
percibir que el pasado ya pasó y que el presente es diferente. Están tan fijadas al horror, la rabia, el
miedo o la vergüenza, que el terapeuta puede llegar a sentirse desbordado y
distraído por su intensidad y su viveza, como le puede ocurrir al paciente.
La resiliencia y los puntos fuertes de la parte adulta del paciente pueden
quedar olvidados. Las partes infantiles
estancadas en el período de la traumatización pueden empujar al terapeuta a
cuidar a los pacientes, en lugar de tratarlos como adultos cuya tarea
terapéutica consiste en tomar consciencia de que las partes infantiles les
pertenecen a ellos en su condición de adultos.
El problema de la
equivalencia psíquica
El terapeuta deberá mantener la atención centrada en
descubrir las no percepciones del paciente, y no las características
fascinantes de las partes disociativas en sí mismas.
Los pacientes disociativos suelen manifestar la denominada
equivalencia psíquica, es decir, sienten la realidad interna (las partes
disociativas, los flashbacks, incluso los pensamientos y emociones) como
realidades poderosamente externas y reales.
Fonagy et al (2005) describen la equivalencia psíquica como
un defecto en la capacidad de mentalizar, pero también se debe igualmente a la
lógica del trance, que es extrema, hipnótica y habitual en los pacientes
disociativos, en los que el pensamiento crítico y la lógica crítica quedan
suspendidos transitoriamente. En razón de ello, puede que vean a las partes
disociativas como personas reales, en lugar de como partes de sí mismos de las
que reniegan, Sienten los flashbacks como hechos reales que están ocurriendo en
el presente, y no como recuerdos del pasado. Pueden, literalmente, percibir al
terapeuta como el perpetrador, porque se sienten objeto de malos tratos y
abusos sexuales en el aquí y ahora. Pueden tomar una fuerte sensación de ser
malos como una evidencia insoportable de que son malos verdaderamente y de
hecho.
¿Cómo deben actuar los
terapeutas ante la equivalencia psíquica?
No deberán entrar en el juego de la equivalencia psíquica
en relación con las partes disociativas, es decir, no deberán confundir las
partes disociativas del paciente que son manifestaciones de la no percepción
extrema, con personas reales que deberían ser tratadas separadamente y de
manera diferentes las una respecto de las otras.
El antídoto de la equivalencia psíquica será, en primer
lugar, estar presentes y plenamente
conscientes (mindful), y en segundo lugar mentalizar (retroceder para tomar distancia y reflexionar acerca de
lo que está sucediendo), lo que desembocará en la percepción realista.
Por ejemplo, debemos comprender que las partes infantiles carenciadas
incluyen anhelos de cercanía e intimidad,
que de forma característica el yo adulto que funciona en la vida cotidiana niega, rechaza con repulsión, o considera
amenazantes y peligrosas. Estas partes de la personalidad no son niños reales, sino las
representaciones psicobiológicas de lo que todavía no es posible percibir
realistamente. Como tales partes “niñas” de ellos mismos, el paciente evita la
percepción realista de que ahora es una persona adulta y debe hacer el duelo
por aquellas cosas que no recibió en la niñez. Como parte adolescente, puede
exteriorizar impulsivamente o reprimir y guardarse para sus adentros la
agresividad o sexualidad que la parte adulta se niega a reconocer como propias,
lo cual protege a la parte adulta y debe encontrar un equilibrio entre libertad
y responsabilidad. Una parte “matona” y agresiva puede estar estancada en una
defensa de ataque y no percibir realistamente que ya no hay ninguna necesidad
de atacar. Dicha parte también pudiera evitar la percepción realista de que
verdaderamente era un ser vulnerable e indefenso durante la experiencia de los
abusos. El terapeuta deberá reconocer y ayudar al paciente a aceptar estas
percepciones realistas de manera pausada en el tratamiento eficaz de la
disociación.
Bibliografía
Van Der Hart, O., Steele, K., & Boon, S. (2018). El
tratamiento de la disociación relacionada con el trauma. Bilbao: Desclée De
Brouwer, S.A.
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