EL IMPACTO DEL ABANDONO EN EL PROCESO DE ORGANIZACIÓN NEUROLÓGICA Y SUS IMPLICACIONES EN EL APRENDIZAJE
EL IMPACTO DEL
ABANDONO EN EL PROCESO DE ORGANIZACIÓN NEUROLÓGICA Y SUS IMPLICACIONES EN EL
APRENDIZAJE
El ser humano nace en unas condiciones de inmadurez que no
pueden compararse a otras especies animales. La bipedestación supuso un
estrechamiento de la pelvis de las madres y al mismo tiempo un aumento de la inteligencia
y del tamaño del cerebro como fruto de la disponibilidad de ambas manos para
manipular. Como consecuencia de ello se produjo una diferencia considerable
entre el tamaño del cráneo y la anchura del canal del parto que hubiera
impedido la supervivencia de la especie. Para superar esta desproporción
céfalo-pélvica la naturaleza ideó un procedimiento genial: el bebé humano
nacería con un cráneo flexible y un cerebro inmaduro
que pudiera desarrollarse después del
nacimiento.
Así, al nacer, el cerebro de un ser humano se ha desarrollado
en un 25%1, lo que significa que el otro 75% habrá de hacerlo tras el
nacimiento.
Esta maravillosa maquinaria que es el ser humano experimenta un
desarrollo vertiginoso en sus primeros meses de vida, gracias a la interacción
con el ambiente y a la estimulación mediada a través de una figura que proporciona
seguridad y bienestar: la madre.
Satisfechas sus necesidades físicas y emocionales, el cerebro se
prepara para vivir cambios asombrosos que le harán recorrer, en apenas unos meses, millones de años de
evolución de la historia del hombre sobre la tierra. Veamos cómo sucede.
El desarrollo del cerebro
El ser humano presenta en el nacimiento millones de neuronas que
habrán de conectarse entre sí formando una compleja red de carreteras por las
que transite la información dentro del cerebro. Si bien la cantidad de neuronas
tiene cierta importancia en el desarrollo, lo verdaderamente crucial para
que pueda darse una adecuada organización neurológica son las conexiones que se
realicen entre ellas. Estas conexiones, llamadas sinapsis, serán la clave que permita la maduración de las distintas
áreas del cerebro encargadas tanto de las funciones orgánicas
necesarias para la supervivencia −respiración, digestión, sueño, etc.− como del
desarrollo motor, del procesamiento emocional, del rendimiento cognitivo y del comportamiento
social.
Las sinapsis se crean mediante la estimulación en los primeros meses y
años de vida, y van creciendo de manera ramificada y ascendente, es decir, primero
se organizan los centros más primarios del cerebro y posteriormente maduran los
más evolucionados. A medida que los niveles inferiores se van
desarrollando, los superiores pueden empezar a generar sinapsis creando
una red que será más compleja y sofisticada. Una vez creada una sinapsis
entre dos neuronas se desarrolla una funda protectora llamada mielina, cuya función es el aislamiento y protección de la sinapsis,
para hacer que la transmisión de información sea más rápida, segura y
completa. Si las sinapsis son carreteras, la mielina transforma las
carreteras en autopistas.
La estimulación que necesita el cerebro para madurar proviene
tanto del interior como del exterior:
·
Por una parte, contamos con un programa interno que lleva al
feto y al recién nacido a ejecutar una serie de movimientos que en primer
término son involuntarios y estereotipados y posteriormente llegan a ser
controlados y voluntarios.
·
Por otra, necesitamos de fuentes externas de estimulación
táctil, auditiva, visual y kinestésica; es decir, necesitamos del contacto
físico, el lenguaje, el movimiento y de un mundo entero para descubrir con
nuestros ojos. Sin duda, la principal fuente de estimulación será la madre
quien a través de sus abrazos, caricias, palabras y juegos se convertirá en una
figura primordial para el desarrollo del bebé.
Algunas estructuras cerebrales importantes para el aprendizaje
1) La parte más primitiva de
nuestro cerebro, aquella que debe funcionar correctamente para asegurar la
supervivencia del recién nacido, es el tronco del encéfalo. En su zona central encontramos el sistema de activación reticular (también conocido como
SAR), formado por una importante red nerviosa cuya función
es la de recibir señales de los sentidos −tacto, oído,
vista, movimiento− así como de los músculos y órganos internos y enviarla al córtex para que pueda ser procesada. Con ello se consigue un nivel de alerta que resulta imprescindible, entre otras cosas, para la puesta en
marcha del sistema de atención que
finalmente estará dirigido desde el córtex prefrontal.
Si un bebé no recibe dicha
estimulación porque no es tocado, abrazado,
mecido, o no se le permite moverse libremente, su tronco del encéfalo no podrá madurar, su tono muscular será
débil y su sistema atencional se verá
comprometido, pudiendo desarrollar en el futuro síntomas típicos de déficit de atención o problemas de
aprendizaje.
2)
En un segundo nivel, encontramos el sistema límbico o cerebro emocional en el que se hallan
importantes estructuras como el hipocampo (sede de la memoria) o la amígdala (encargada de impregnar
emocionalmente nuestras experiencias
antes de almacenarlas en la memoria).
El sistema límbico recibe
una información acerca de nuestro bienestar o malestar, de las situaciones que
nos provocan placer o miedo y la conecta con los aprendizajes almacenados que
guardan relación con dicha emoción. Además de recibir la información del
exterior a través de los sentidos y de nuestro propio cuerpo (hambre, sed,
frío, dolor)
es capaz de recibirla desde nuestros pensamientos, por lo que aquellas
ideaciones producidas por nosotros mismos pueden alterar nuestro estado
emocional.
Para que el sistema
límbico pueda desarrollarse es imprescindible la presencia de una figura de
apego que genere bienestar, afecto, seguridad y que, de modo fundamental,
ofrezca una estimulación táctil y vestibular.
Los resultados de los
conocidos experimentos de Harlow con monos Rhesus con madres de alambre y felpa
y con madres móviles y estáticas, son claros en relación a las necesidades de
los bebés relativas a la vinculación y a la exploración: los bebés necesitan
contacto y movimiento. En este sentido la madre, en la crianza, abraza al bebé,
le proporciona calor, le alimenta, le arrulla, le acuna, le mece. Un bebé que
ha carecido de la presencia de una figura de apego que ofrezca la estimulación
táctil y vestibular necesaria no habrá podido desarrollar adecuadamente su
sistema límbico, con las evidentes repercusiones de este hecho en todo aquello relacionado
con el comportamiento y el aprendizaje.
3) En la zona posterior
encontramos el cerebelo, una estructura cuya
función es la de favorecer la coordinación motriz, la armonía y fluidez de
los movimientos y el equilibrio. Recibe información de los sistemas táctil
y vestibular acerca de la posición del cuerpo en el espacio y de los ajustes necesarios
de aquél en relación con la fuerza de la gravedad. El cerebelo experimenta un
rápido crecimiento entre los 6 y los 12 meses de vida, justamente cuando el
bebé desarrolla ampliamente su motricidad a través del reptado, el balanceo, el
gateo y la deambulación.
Según los estudios de
Middleton, el cerebelo presenta importantes conexiones con el córtex
prefrontal, responsable de la atención, la planificación, el control de
impulsos, el lenguaje y los movimientos oculares, entre otros. Cuando el
cerebelo no ha recibido suficiente estimulación, las redes nerviosas del córtex
prefrontal no pueden madurar adecuadamente y por lo tanto funciones como la
atención, el autocontrol, la planificación o la lectura, estarán comprometidas
4)
En último término encontramos el neocórtex −también llamado córtex o corteza−, la capa que cubre
exteriormente todo el cerebro y que encuentra un alto grado de especialización
funcional en sus diferentes áreas. Así encontramos zonas responsables de
procesar los estímulos visuales, auditivos, táctiles, kinestésicos; de integrar
toda esta información, interpretarla y de generar una respuesta adecuada.
En el neocórtex se
encuentran las estructuras responsables del habla, la lectura, la escritura, la
manipulación, el pensamiento lógico y la abstracción, entre otras. El córtex prefrontal, en la zona anterior de la corteza, es el encargado de las funciones
ejecutivas entre las que hallamos la atención, la motivación, la planificación,
el autocontrol y la integración entre la emoción y el pensamiento. Para que
el neocórtex −y por lo tanto también el córtex prefrontal− pueda madurar, es
necesario que otras estructuras como el tronco del encéfalo, el sistema límbico
y el cerebelo se hayan desarrollado de manera adecuada. De lo contrario, el
córtex no recibirá correctamente la información: su estimulación a través
del SAR será insuficiente y, por lo tanto, ni el procesamiento será adecuado ni
la respuesta podrá ser ajustada.
¿Cómo se organiza el cerebro? La motricidad, la audición y la
visión
Existen una serie de factores neuropsicológicos que resultan de
crucial importancia para el aprendizaje y el comportamiento y que se
desarrollan desde el periodo prenatal y durante los primeros meses y años de
vida.
Nos centraremos en tres de ellos por su singular importancia en
el aprendizaje:
·
el desarrollo motor,
·
la audición y
·
la visión.
El desarrollo motor
Ya en la vida intrauterina el bebé experimenta el movimiento.
Desde entonces, y de modo crucial a partir del nacimiento, su desarrollo motor será
una de las claves que permita la organización neurológica mediante la
generación y mielinización de las sinapsis que van a permitir el procesamiento de
la información en nuestro cerebro.
En los primeros momentos de vida el movimiento viene
predeterminado por ciertos patrones involuntarios y estereotipados,
dirigidos desde el tronco del encéfalo, llamados reflejos primarios. Estos reflejos tienen la importante misión de asegurar
la supervivencia del recién nacido en un medio aún desconocido. Son reflejos
como el de succión −que permite la alimentación del bebé en contacto con el
pecho materno−, el de prensión −vestigio de nuestros antepasados
primates que necesitaban asirse al pelo de la madre desde el
nacimiento−, o el de Moro, que desempeña una importante función
como regulador del sistema de alerta y amenaza.
Estos reflejos, a medida que el bebé crece y madura, se inhiben
para dejar paso a movimientos voluntarios controlados por centros cerebrales
más sofisticados.
Esta maduración tiene lugar gracias a los movimientos
espontáneos que realiza el bebé en interacción con el medio y a la estimulación
que recibe de sus cuidadores, fundamentalmente de su madre. Cuando un bebé
chupa el pecho de la madre no sólo recibe nutrición y afecto sino también una
importante estimulación para poder inhibir su reflejo de succión y permitir el
desarrollo de un sistema de alimentación más complejo contribuyendo, a su vez,
a la maduración de algunas de las estructuras necesarias para el habla. Cuando
un bebé agarra el dedo de su madre está entrenando sus manos para llegar a
manipular objetos a voluntad, lo que constituye un paso decisivo en el
desarrollo de la inteligencia y permite, entre otras cosas, la preparación de
una importantísima función en nuestro mundo: la escritura.
Si un bebé no ha tenido oportunidad de moverse libremente por
estar recluido en una cuna o permanecer sujeto con arneses la mayor parte del
día− o si no ha recibido una estimulación que le permita repetir sus patrones
reflejos hasta que éstos queden inhibidos madurando las estructuras cerebrales
correspondientes, quedarán lagunas en los niveles más primitivos del cerebro
que bloquearán el desarrollo de otras regiones más sofisticadas como pueden ser
las relacionadas con la lectura, la escritura, el pensamiento lógico o el
sistema atencional. Estos reflejos primarios permanecen de forma aberrante
generando una inmadurez en el sistema nervioso central que puede interferir de
manera muy significativa en el comportamiento y el aprendizaje.
Son estos movimientos repetitivos los que permiten al bebé
adquirir un mayor control motor y alcanzar ciertos hitos en su desarrollo −como
el volteo, el arrastre o el gateo− que desempeñan trascendentales funciones en
la maduración cerebral.
Audición
Por lo que respecta al oído, éste no sólo tiene que ser capaz de
oír sino también de procesar correctamente la estimulación sonora. El
fascinante sistema de procesamiento auditivo central funciona en modo semejante
a una radio: en sus primeros meses de vida necesita sintonizar los sonidos que
escucha, situando cada uno de los fonemas de su lengua materna en la frecuencia
correspondiente. Ello le permitirá crear un registro fonológico para poder
adquirir el lenguaje, asociando a cada sonido o conjunto de ellos un
significado y, posteriormente y en coordinación con las estructuras encargadas
del habla, ser capaz de pronunciar sus primeras palabras.
A lo largo de los tres primeros años el niño tiene abierta la
ventana auditiva para registrar los distintos sonidos de su lengua materna −o
de aquellas lenguas a las que esté expuesto− y pasado ese plazo, el aprendizaje
de cualquier idioma será mucho más costoso. Una de las habilidades que el sistema
auditivo necesita desarrollar es la discriminación
auditiva −esto es, el diferenciar
entre unos fonemas y otros− y de ello depende, en gran medida, el dominio
del lenguaje y la correcta adquisición de la lectura.
Cuando un niño no ha logrado discriminar perfectamente entre
ciertos pares de fonemas, como pudieran ser /f/ y /z/ en el castellano, tendrá
dificultades a la hora de reconocer su grafía y de reproducirla, es decir,
podrá presentar problemas de lectoescritura.
El ser humano sólo puede reproducir verbalmente aquello que
percibe a través del oído. Si éste no ha tenido oportunidad de tener una rica,
completa y abundante estimulación auditiva difícilmente podrá dominar el
lenguaje, tanto en la vertiente comprensiva como en la expresiva. Pensemos
en un niño que ha pasado la mayor parte del día solo con una muy escasa
interacción con los adultos. O un niño que durante sus primeros años de
vida ha experimentado un ruido de fondo constante que le impide escuchar
con nitidez. En cualquiera de los dos casos, su estimulación auditiva ha
sido pobre por lo que su lenguaje, su pensamiento y su capacidad de
abstracción se resentirán. Las carreteras que soportan la información auditiva
estarán infradesarrolladas y con ellas todo lo que tenga que ver con la
comunicación verbal lo que se transferirá, llegado el momento, a los
procesos de lectura y escritura.
La estimulación auditiva también puede haberse visto interferida
por infecciones recurrentes de vías altas −otitis, catarros, sinusitis− que
provocan una pérdida temporal de la audición y pueden derivar en una hipoacusia
leve o en una dificultad para la discriminación auditiva, lo que hará que
el niño no capte con suficiente nitidez y volumen los estímulos auditivos. En
estos casos el niño no será capaz de procesar correctamente la información
sonora y dejará de atender o parecerá desconectado; la experiencia nos
ofrece ejemplos a diario de cómo estos niños con dificultades en el
procesamiento auditivo son diagnosticados con déficit de atención.
También encontramos el caso contrario: un niño que, al no haber podido
regular su sistema auditivo adecuadamente presenta una hipersensibilidad auditiva
(le dan miedo los ruidos, se aturde en ambientes bulliciosos, se tapa los
oídos…) por lo que es posible que manifieste problemas de concentración y lleve
su atención constantemente de un ruido a otro. En esta situación no son
pocos los niños que son diagnosticados de hiperactividad.
Todas aquellas desviaciones en el procesamiento auditivo, ya
sean hipoacusias,
hipersensibilidad auditiva, dificultades en la discriminación auditiva,
enmascaramiento de unos sonidos por otros etc., van a tener una importante repercusión en el
desarrollo cerebral, el aprendizaje y el comportamiento.
Visión
La vista procesa unas dos terceras partes de toda la información
que es enviada al córtex y supone un importante consumo energético. Cualquier dificultad
encontrada en el procesamiento visual tendrá un fuerte impacto en el
aprendizaje y el comportamiento del niño. Es importante tener en cuenta que el
sistema visual madura en paralelo al desarrollo motor. No estamos hablando del
órgano de la vista, sino del procesamiento de la información que llega al
cerebro a través de los ojos. Una cosa es el ojo y otra la carretera
que va del ojo al cerebro.
El hecho de tener dos ojos nos da el enorme privilegio de tener
una visión tridimensional, de poder calcular la profundidad y las distancias gracias
a la superposición de las imágenes enviadas por cada uno de nuestros ojos al
cerebro. Pero cuando nacemos, el sistema visual está muy lejos de ser capaz de
hacer esto; precisa de un importante recorrido en el que la visión de ambos
ojos ha de adquirir varias habilidades hasta poder ser eficiente, integrando en
una única imagen los estímulos visuales y siendo capaz de ver con nitidez los objetos
en movimiento y a diferentes distancias de manera rápida, cómoda y precisa.
Una de esas habilidades, que juega un destacado papel tanto en
el aprendizaje como en el comportamiento, es la convergencia, la fusión de las imágenes enviadas por ambos ojos en una
sola. Para que ello pueda producirse es necesario que el sistema visual sea
estimulado a través de contrastes de luz y oscuridad y de juegos realizados con
el bebé, como aquellos en los que se mueve un objeto llamativo frente a sus
ojos o se le invita a chocar o apilar juguetes. Esta convergencia será la que
evite la visión doble y la que permita ver el mundo circundante en tres
dimensiones; la que posibilite reconocer las letras para leer y la que nos haga
ser capaces de seguir una pelota en movimiento.
Esta coordinación
binocular experimenta un importante
empuje durante algunas fases del desarrollo motor del niño como el gateo, en el
que el patrón cruzado que se realiza al gatear pone en relación ambos hemisferios
cerebrales potenciando la maduración del cuerpo calloso y el trabajo en equipo
de los dos ojos, por lo que los niños que han vivido una escasa estimulación o
una limitación de la exploración motora del entorno difícilmente han podido
desarrollar de manera adecuada su sistema visual.
Neuroplasticidad
Sin embargo, es mucho todavía lo que se puede recuperar. Este
maravilloso cerebro con el que nacemos goza de plasticidad, de capacidad
para generar nuevas sinapsis a lo largo de toda la vida, siempre que reciba la estimulación
adecuada.
Por suerte, hay un creciente número de profesionales dedicados a
la búsqueda de nuevas terapias que posibiliten ofrecer aquellos estímulos que
necesita el cerebro para crear y mielinizar nuevas conexiones cerebrales que le
permitan rehabilitarse. Así, a través de terapias basadas en el movimiento y la
sensorialidad −como las terapias de integración de Reflejos, la terapia visual,
la terapia de reeducación auditiva26 o la integración sensorial− se ofrece al
cerebro una segunda oportunidad para generar las sinapsis que no se crearon en
su día, madurando las áreas cerebrales correspondientes que permitan alcanzar
un adecuado desarrollo
motor, emocional, cognitivo y social.
En uno de sus estudios, Mc. Phillips et al. ponen de
manifiesto la relación entre las dificultades lectoras, el desarrollo
neurológico temprano y la terapia de integración de reflejos primitivos28.
Esta terapia se basa en la repetición de ciertos movimientos semejantes a los
generados por los reflejos primarios en el periodo fetal y neonatal con el fin
de madurar las correspondientes estructuras cerebrales. En este estudio, se
demostró la relación entre la presencia del reflejo tónico asimétrico del
cuello y las dificultades lectoras y se evidenció la eficacia de un
programa de intervención basado en la inhibición de dicho reflejo a través de
movimientos específicos para la mejora de la lectura.
A modo de conclusión
El desarrollo cerebral requiere de un complejo sistema de
conexiones neuronales que se generan desde la vida intrauterina y, de manera fundamental,
a lo largo de los primeros meses y años de vida gracias al movimiento del bebé
y a la estimulación táctil, auditiva, visual y kinestésica.
Ello es imprescindible para que se produzca la maduración de las
diferentes estructuras que harán posibles los aprendizajes, la atención, la motivación,
la planificación y el control de impulsos.
Aquellos niños que han sufrido situaciones de abandono y han carecido de tales
estímulos, pueden presentar dificultades de aprendizaje y comportamiento y
síntomas de déficit de atención e hiperactividad como consecuencia
de una desorganización neurológica, fruto de la deprivación experimentada
en la primera infancia.
No obstante, es posible la rehabilitación de las estructuras
cerebrales escasamente desarrolladas gracias a la estimulación ofrecida por terapias
basadas en la neuroplasticidad, con el fin de alcanzar una maduración cerebral
adecuada.
Referencia bibliográfica
García, R. M. (2014). Neurología del abandono y
maltrato infantil.
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