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EL PRINCIPIO DE LA EXPLORACIÓN Y EL RIESGO RESPONSABLE

 

EL PRINCIPIO DE LA EXPLORACIÓN Y EL RIESGO RESPONSABLE

Una de las cosas que más interfiere con el proceso de desapego es el miedo a lo desconocido. La persona apegada, debido a su inmadurez emocional, no suele arriesgarse porque el riesgo incomoda. Jamás pondría en peligro su fuente de placer y seguridad. Prefiere funcionar con la vieja premisa de los que temen los cambios: «Más vale malo conocido que bueno por conocer». Enfrentarse a lo nuevo siempre asusta.

El anclaje al pasado es la piedra angular de todo apego. Aferrarse a la tradición genera la sensación de estar asegurado. Todo es predecible, estable y sabemos para dónde vamos. No hay innovaciones ni sorpresas molestas. Rescatar las raíces y entender de dónde venimos es fundamental para cualquier ser humano, pero hacer de la costumbre una virtud es inaceptable.

Muchas parejas entran en una especie de canibalismo mutuo, donde cada uno devora al otro hasta desaparecer. Se absorben como dos esponjas interconectadas. Sólo ven por los ojos de su media naranja.

¿Quién dijo que para establecer una relación afectiva uno debe encarcelarse? ¿De dónde surge esa ridícula idea de que el amor implica estancamiento? ¿Por qué algunas personas al enamorarse pierden sus intereses vitales? ¿El amor debe ser castrante? ¿Realmente el vínculo afectivo requiere de estos sacrificios? Los preceptos sociales han hecho desastres.

 Amar no es anularse, sino crecer de a dos. Un crecimiento donde las individualidades, lejos de opacarse, se destacan.

El principio de la exploración responsable (por «responsable» entiendo hacer lo que nos venga en gana, siempre y cuando no sea dañino ni para uno ni para otros) sostiene que los humanos tenemos la tendencia innata a indagar y explorar el medio. Somos descubridores natos, indiscretos por naturaleza. Cuando exploramos el mundo con la curiosidad del gato, todos nuestros sentidos se activan y entrelazan para configurar un esquema vivencial. Es entonces cuando descubrimos que el placer no está localizado en un solo punto, sino disperso y accesible. Y no estoy insinuando que haya que reemplazar a la pareja o engañarla. La persona que amo es una parte importante de mi vida, pero no la única. Si pierdo la capacidad de escudriñar, husmear y sorprenderme por otras cosas, quedaré atrapado en la rutina. Nadie tiene el monopolio del bienestar.

Puedes amar profunda y respetuosamente a tu pareja y al mismo tiempo disfrutar de una tarde de sol, comer helados, salir a pasear, ir a un cine, investigar sobre tu tema preferido, asistir a conferencias y viajar; en fin, puedes seguir siendo un ser humano completo y normal. Vincularse afectivamente no es enterrarse en vida, ni reducir tu hedonismo a una o dos horas al día. No hablo de excluir egoístamente al otro, sino de completarlo. Me refiero a dispersar el placer, sin dejar de amar a la persona que amas y sin perderte a ti mismo.

Hermann Hesse afirmaba: «Él había amado y se había encontrado a sí mismo. La mayoría, en cambio, aman para perderse».

Algunos individuos sienten celos de que su pareja disfrute sin estar ellos presentes. Ridículo. Por ejemplo, para los típicos hombres machistas es inconcebible que su esposa o novia tengan otras fuentes de gozo distintas de ellos. Les permiten algunas actividades secundarias, pero siempre y cuando no infrinjan la franquicia. Es más, cuando ven que la mujer ha encontrado una veta vocacional que pueda convertirse en pasión, se asustan: «Debo ser el centro de su vida», o, lo que es lo mismo: «Necesito disminuir su sensibilidad para que no se aleje de mi lado». Amputar la creatividad de la persona que se «ama» es la estrategia preferida de los inseguros.

Si tu pareja es poco creativa, trata de involucrarla en tus actividades; no en todas, pero sí en algunas. Si es tiesa, conservadora, insegura, frenada o quedada, sacúdela. Escandalízala en el buen sentido. Ponla a saltar al compás de una vida más inquietante: despéinala en público, hazle cosquillas en misa, impresiónala con un strip tease mal hecho o invítala a su propia fiesta sorpresa. Ríete y llénala de amor, al menos sabrás que no es de plástico. Pero si pese a todo sigue inmóvil e inmutable, no te detengas. Sigue explorando, descubriendo y «chismografiando» por tu cuenta. Es posible que si te ve independiente y feliz, se le mueva el piso y recapacite. Hay terremotos productivos. Y si no es así, pregúntate si realmente estás con la persona adecuada.

¿Por qué este principio genera inmunidad al apego afectivo?

Porque la exploración produce esquemas anti-apego y promueve maneras más sanas de relacionarse afectivamente, al menos en cuatro áreas básicas:

a)    Las personas atrevidas y arriesgadas generan más tolerancia al dolor y a la frustración; es decir, se ataca el esquema de inmadurez emocional.

b)    Una actitud orientada a la audacia y al experimentalismo responsable asegura el descubrimiento de nuevas fuentes de distracción, disfrute, interés y diversión. El placer se dispersa, se riega y desaparece la tendencia a concentrar todo en un solo punto (por ejemplo, la pareja). El ambiente motivacional crece, y se amplía considerablemente.

c)    Explorar hace que la mente se abra, se flexibilice y disminuya la resistencia al cambio. El miedo a lo desconocido se va reemplazando por la ansiedad simpática de la sorpresa, la novedad y el asombro. Un susto agradable que no impide tomar decisiones.

d)    Se pierde el culto a la autoridad, lo cual no implica anarquismo. Simplemente, al curiosear en la naturaleza, las ciencias, la religión, la filosofía y en la vida misma, se aprende que nadie tiene la última palabra.

Ya no se traga entero, y someterse no es tan fácil. Aparece un escepticismo sano y la interesante costumbre de preguntarse por qué.

Algunas sugerencias prácticas

1. JUEGO Y ESPONTANEIDAD

Los adultos perdemos la magia del juego y nos enconchamos. Racionalizamos tanto que nos constipamos.

Empieza por alguna travesura que no sea peligrosa.

Recurre al método del absurdo. Ionesco, el padre del teatro del absurdo, decía: «Tomad un círculo, acariciadlo, ¡se volverá vicioso!» Lo inaudito tiene su encanto. Lo descabellado genera cosquilleo, mariposas y una risita nerviosa encantadora.

Despreocúpate del qué dirán y de la adecuación social. El peor obstáculo para la espontaneidad es estar pendiente de la normatividad y de la opinión de los charlatanes. No estoy diciendo que debas ofender a nadie, sino que de vez en cuando es bueno mandar al «super yo» a dormir. Las mejores cosas de la vida ocurren bajo los efectos de la emotividad y el deseo. No le tengas miedo al rechazo.

Seguir las normas racionales está bien, pero ser esclavo de todas ellas indiscriminadamente es asfixiante

2. BUCEAR EN LO INTELECTUAL

No olvides que el cerebro funciona como un músculo: si no se trabaja, se atrofia.

3. INCURSIONAR EN EL ARTE

Algo similar ocurre con las artes. Muchas personas han encontrado una vena artística que jamás pensaron tener. ¿Nunca has pensado en tocar un instrumento? ¿Vas a esperar hasta la vejez para decidirte? ¿Querías ser bailarina? ¡Empieza! Entra a tus clases con la tranquilidad del que ya no quiere ser el mejor (nunca serás la estrella del Lago de los Cisnes) y verás que lo disfrutas.

Si tu pareja es una de esas personas cerradas, obsesivas y con la sensibilidad de una tortuga, mejor no la invites. No necesitas compañía para embelesarte con una bella pintura, una escultura imponente o el lamento de un saxofón al atardecer. Hay placeres que no son para compartir.

4. ENSAYOS DE COMPORTAMIENTO

Ensayar comportamientos que parecen ajenos a nuestra manera de ser aporta información valiosa sobre cómo somos realmente. Es una manera de explorar nuestro interior y, de paso, divertirse. Los ensayos se pueden hacer prácticamente en cualquier área. Intenta probar comidas nuevas y hacer de cocinero (descubrirás que cocinar es una forma de alquimia). No importa cuánto ensucies o rompas, tus menjunjes sabrán a gloria.

Cambia tu apariencia, a ver qué pasa. Renueva tu vestuario y tira esos vejestorios que todavía guardas. Ensaya peinados nuevos, tinturas de pelo, depiladas, cortes, colores audaces, o disfrázate de Drácula. Si eres introvertido, busca la moda más lanzada y exhíbete.

Ni qué hablar del sexo. Si tu pareja es de esas personas previsibles, insensibles y poco comestibles, sazónala. Invítala a que juntos se conviertan en una lujuria amorosa ambulante. Ensaya posiciones apócrifas y desconocidas hasta para el Kamasutra. Despójate del pudor y ámala desvergonzadamente. Un sexo sin creatividad es demasiado animal.

5. VIAJES Y GEOGRAFÍA

Ganas de salir y arriesgarse a conocer. Puedes ir a dondequiera que el presupuesto te lo permita. Puedes acampar de mala gana, pelear con los insoportables mosquitos, ingerir alimentos enlatados medio descompuestos, mojarte por la noche, soportar una invasión de arañas y, pese a todo, estar contento. Nadie recuerda las experiencias recatadas y prudentes del pasado. La memoria siempre gira alrededor de las locuras y las metidas de pata que alguna vez hicimos. Puedes vagar de un pueblo a otro, ir a una playa distante o al Viejo Continente, pero no te quedes quieto y fosilizado. Hay personas que siempre salen al mismo paseo, con la misma gente y en la misma época. Son viajes planeados, predecibles, esterilizados, controlados y, claro está, aburridísimos.

Acercarte indiscretamente a culturas y costumbres distintas te hará ciudadano del mundo.

6. CONOCER GENTE

La desconfianza es el peor de los males sociales. He visto gente tan ermitaña que no se soporta a sí misma. Frecuentar gente nueva es otra forma de explorar. Si tienes una pareja con «solitaria» y brotes esquizoides, estás en graves problemas. Una vejez sin amigos es una vejez triste y arrugada. Todas las personas, sin distingos de raza, sexo o religión, tienen algo importante que decir y algo que enseñar.

Como puedes ver, el principio de la exploración exalta tu juventud y tus ganas de vivir. Un individuo activo y dispuesto a vencer la rutina no creará tan fácilmente dependencia ni apegos. Será capaz de amar, pero no resistirá las ataduras.

Bibliografía

Walter Riso ¿amar o depender?

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