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LA DESPERSONALIZACIÓN Y LA DESREALIZACIÓN (D-D) Y SU RELACIÓN CON LA ANGUSTIA EXISTENCIAL

 

LA DESPERSONALIZACIÓN Y LA DESREALIZACIÓN (D-D) Y SU RELACIÓN CON LA ANGUSTIA EXISTENCIAL

Por practicidad conceptual, mi intención es atender, al menos en un principio, a la despersonalización como un trastorno neurótico en sí mismo y no como un síntoma más de otra categoría diagnóstica, si bien aún no se sabe con exactitud si puede hablarse de un trastorno de despersonalización en estado puro, esto es, de una despersonalización — y desrealización— descontaminada de muchos otros síntomas que forman parte de la idiosincrasia de otros trastornos, y que se integran mejor en el cuadro diagnóstico de estos. Por mantener el rigor, para hablar de la vivencia d-d seguiré el manual diagnóstico DSM-IV, pues es el que se ha ido siguiendo principalmente a lo largo de todo el ensayo. La personalización designa la sensación de control sobre los contenidos de nuestra conciencia, mientras que, durante un episodio de despersonalización, el sujeto se siente ajeno a sí mismo y a su propia conciencia, que se vuelve extraña y distante. Es necesario diferenciar la despersonalización del delirio nihilístico, en el que el sujeto afirma que todo ha desaparecido.74 A diferencia del ICD-10, el DSM-IV incluye el trastorno de despersonalización en la categoría de trastornos disociativos y lo define como la persistencia de episodios o crisis de despersonalización caracterizadas por el sentimiento de extrañeza hacia uno mismo y por hacer sentir al individuo como un espectador o un observador de su propio yo.75 La despersonalización puede definirse como la experiencia en la que el sujeto siente que ya no es quien controla su pensamiento, de este modo, el individuo imagina y siente que ya no lleva las riendas de sí mismo. La experiencia de despersonalización puede entenderse como un desdoblamiento del yo, durante el que la conciencia se desdobla para ser espectadora de sí misma, sintiéndose ajena y distante y siendo incapaz de identificarse y de confluir en una sola. De su parte, la desrealización se entiende como la vivencia del sujeto de extrañeza hacia el mundo exterior, hacia la realidad, que el individuo percibe como irreal. Ambas experiencias, desrealización y despersonalización, están relacionadas, aunque no sine qua non, es decir, aunque se entienden como vinculadas, un mismo sujeto puede haber padecido episodios de despersonalización sin haber padecido un solo episodio de desrealización y viceversa. Ante la incapacidad  para describir estas vivencias de forma clara, los individuos suelen acudir al uso de metáforas, que habitualmente enuncian tras proferir la expresión ‘como si’, pues nunca pierden el contacto con la realidad y son capaces de identificar las sensaciones producidas durante estos episodios como aparentes o irreales, por lo que puede asegurarse que los episodios de despersonalización y desrealización constituyen un tipo de neurosis y no llegan a caer del lado de la psicosis, si bien pueden, junto con otros síntomas, formar parte de los inicios de algún tipo de trastorno psicótico. Un ejemplo de la manera de describir una vivencia de despersonalización sería el que apunta Restrepo a propósito de una mujer con estos episodios: ‘la paciente se quejaba de que el lado izquierdo de su cuerpo se sentía extraño, como si no le perteneciera. También, en ocasiones, ella tenía la sensación de que los dedos de su mano derecha repentinamente se le caían de la mano, o como si sus miembros desaparecieran; y un ejemplo de desrealización, que también señala Restrepo a propósito de las declaraciones de otro sujeto: ‘sostiene que todo en su vida ordinaria parece ser igual, pero que hay algo que falta: eso que le es propio a cada cosa. Se queja de que cada uno de sus sentidos, de que cada parte de sí mismo es como si estuviera separada de él y, por tanto, no le produjeran ninguna sensación. (…) Que sus ojos ven y que su espíritu percibe, pero que la sensación de lo que ve está completamente ausente. Parece haber un acuerdo generalizado respecto a la relación del trastorno de despersonalización con la ansiedad y con las crisis de angustia y los ataques de ansiedad, tal y como expone Rafael Kichic, pues un alto porcentaje de los sujetos que padecen un trastorno de despersonalización tienen algún tipo de antecedente de alguno de los trastornos comprendidos en la categoría de trastornos de ansiedad (aunque se han dado determinados hallazgos que podrían cuestionar esta hipótesis y que, por las dimensiones de este ensayo, no me es posible entrar a analizar).

En el DSM-IV se sostiene que ‘en las crisis de angustia se observan muy a menudo despersonalización y desrealización; sin embargo, no debe hacerse el diagnóstico de trastorno de despersonalización por separado cuando la despersonalización y la desrealización aparecen exclusivamente en el transcurso de las crisis. Esto es tanto como aseverar que para hablar de un trastorno de despersonalización propiamente dicho y no de un síntoma de un trastorno de ansiedad a o una añadidura a una crisis de angustia o ansiedad determinada, hemos de asegurarnos de que los episodios de despersonalización se dan de manera reiterada y no exclusivamente ligados a crisis.

En el CIE-10-ES podemos encontrar algo parecido, pues en él se asevera que ‘el número de sujetos que experimentan este trastorno de forma pura o aislada es pequeño. Más comúnmente, los fenómenos de despersonalización-desrealización ocurren en el contexto de las enfermedades depresivas, en el trastorno fóbico y en el trastorno obsesivo-compulsivo. Sin embargo, como ya subrayé con anterioridad, no se sabe exactamente si es plausible hablar de un trastorno de despersonalización puro. Además, si tratamos de mantener la tesis de que la d-d constituye un trastorno por sí misma, tenemos que desvincularla, al menos en algún componente, de los elementos de angustia y ansiedad, lo cual no parece tan fácil de realizar. Pero, ¿por qué la d-d está tan íntimamente ligada al concepto de angustia?

Partiendo de la tesis de que existe un modo de experiencia corporal que puede entenderse como existencial, es plausible aseverar que los episodios de despersonalización y de desrealización, en la medida en la que suponen un alejamiento de la experiencia corpórea, tienen un fuerte componente de angustia como causa ante la que se reacciona, y han de ser considerados como episodios o manifestaciones de crisis existenciales, ya que ‘experimentar el mundo como extraño y totalmente desprovisto de toda significación práctica sería un sentimiento existencial’84, por lo que la despersonalización y la desrealización remiten directamente a un modo de manifestación psicológica defensiva o elusiva de la existencia misma, se dé a partir de una crisis de angustia, de ansiedad o no se vincule con crisis de ningún tipo. Desde mi punto de vista, la despersonalización y la desrealización pueden entenderse como estrategias específicas de evitación que el sujeto procura aplicar, generalmente de manera inconsciente, para no hacer frente o no responsabilizarse de aquello que le produce angustia y ansiedad —incluyendo aquí las cuatro grandes fuentes de angustia que son cada uno de los supuestos existenciales—; de este modo, tal y como afirman Søren Ventegodt y otros a propósito de la despersonalización y desrealización, ‘la ruptura en estas áreas vitales de la existencia humana (…) constituye un estado mental y existencial que impide al paciente el asumir la responsabilidad de su propia vida y del funcionamiento normal, las cuales son las características centrales de un estado psicótico ‘ 85. Es decir, la despersonalización y la desrealización pueden entenderse como una disfunción existencial que no permite que el sujeto se responsabilice de su propia vida (la cuestión de que a partir de estas vivencias pueda incurrirse en psicosis ya ha quedado planteada como algo plausible pero no necesario). Por tanto, intuitivamente, que el individuo eluda la asunción de responsabilidades existenciales mediante la despersonalización y la desrealización no es más que un mecanismo adaptativo por evitación que ha ido adquiriendo y conformando como estrategia a la hora de soportar los envites de existencia, que necesariamente pasan por la angustia (latente o no).

Yalom parece coincidir en que la angustia juega un papel fundamental en la despersonalización y desrealización, especialmente la angustia ante la muerte, pues al menos en un 50% de los casos el síndrome de despersonalización surge por una muerte cercana al sujeto, que es la que lo desencadena. Algo similar parece señalarse en el ICD-10, en donde se sostiene que ‘los fenómenos de despersonalización-desrealización son similares a las llamadas experiencias cercanas a la muerte, asociadas con momentos de extremo peligro para la vida. Por su parte, si hablamos de un episodio de despersonalización y desrealización sin el componente de crisis de angustia —por ejemplo, en relación a la ansiedad y a las crisis ansiosas en el sentido que se viene sosteniendo—, la angustia subyacerá como un componente más, aunque no de manera tan explícita como en el caso de las crisis de angustia. Esto es debido a que, como se ha venido diciendo, la angustia está íntimamente relacionada con la existencia, y en la medida en la que podemos hablar de la despersonalización y la desrealización como un alejamiento prudencial de la existencia, la d-d tiene que estar ligada a la angustia de un modo u otro. Esto se ve más claramente si entendemos la despersonalización como aislamiento intrapersonal con causas existenciales y la desrealización como aislamiento existencial. Conforme a este argumento podría sostenerse que todo tipo de trastorno de evitación hacia lo existente, como una esquizofrenia, pasa necesariamente por el concepto de angustia, aunque este solo se encuentre latente (esto explica, de otra parte, por qué la d-d puede aparecer en los inicios de trastornos psicóticos, que no son más que distanciamiento de la realidad) y es susceptible de ser analizado desde una perspectiva existencial en la medida en la que alude directamente a la elusión de responsabilidades, que es una de las preocupaciones de este tipo de psicoterapia.

De hecho, cualquier trastorno mental puede ser tratado desde este punto de vista existencial, es decir, como vinculado a al menos uno de los cuatro supuestos existenciales. Llegado este punto, quizá no pueda sostenerse la idea de que exista un trastorno de despersonalización propiamente dicho si es el caso de que para que este se constituya de manera distintiva sea menester desvincularlo definitivamente de la angustia. Sin embargo, la existencia del trastorno de angustia por un lado y del trastorno de despersonalización por otro podría salvarse si, en el caso del trastorno de angustia, tal y como expuse en el apartado anterior, hablamos solo de la angustia existencial paralizante y si, en lo relativo al trastorno de despersonalización, estamos dispuestos a debilitar su definición, mitigando la rigidez de esta. Es decir, el trastorno de despersonalización como entidad nosológica puede salvarse si, en lugar de definirse distintivamente por su pureza (y conforme a lo que se ha venido defendiendo, en la medida en la que la experiencia de d-d se vincula a la angustia, no se podría hablar de esta vivencia de despersonalización como algo puro), se explicara por la intensidad de sus componentes —la angustia y la d-d—. Así, un sujeto con un trastorno de angustia podría experimentar la desrealización como un posible síntoma, pues la desrealización lleva implícito el concepto de angustia existencial, pero la angustia existencial no implica necesariamente desrealización. Por su parte, otro individuo podría padecer un trastorno de desrealización sin sobrellevar un trastorno de angustia, pues el trastorno de despersonalización se caracteriza por la frecuencia y lo paralizante de los episodios de d-d, que no tienen por qué darse como ligados a una crisis de angustia —es más, podría ligarse a una crisis de ansiedad—, aunque siempre estén vinculados a un sentimiento de angustia existencial.

 Esta angustia existencial, en la medida en la que es inherente a la misma existencia, tal y como sostuve en el epígrafe anterior, no conforma, si no es paralizante, una patología.

Bibliografía

Autor: Alvarado Díaz, Cristina (Graduada en Filosofía por la Universidad de Oviedo). Público: Estudiantes y egresados de la carrera de Filosofía o Psicología, cualquier persona interesada en la materia. Materia: Filosofía, Psicología. Idioma: Español. Título: El trastorno de despersonalización y desrealización desde el punto de vista de la psicoterapia fenomenológica-existencial.

 

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