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LA EVITACIÓN FÓBICA TRANSITORIA VERSUS DURADERA

 

LA EVITACIÓN FÓBICA TRANSITORIA VERSUS DURADERA

La evitación fóbica transitoria o resistencia situacional

Es un estado pasajero que puede deberse a una variedad de factores, tales como la elección del momento oportuno o la falta de habilidades, conocimientos o apoyo. Pero una vez que tenemos el suficiente apoyo y las suficientes habilidades, habitualmente seremos capaces de seguir delante de forma relativamente eficaz. Kluft (1995,2007) lo define como reticencia, más que como resistencia.

Puede ser útil saber si la evitación fóbica de un paciente se debe a un problema pasajero (una ruptura reciente de una relación, el miedo a una determinada emoción o recuerdo, o la aparición de una nueva parte disociativa) o si la resistencia del paciente a cambiar es más duradera.

La resistencia situacional o transitoria (reticencia) generalmente se resolverá dentro del contexto de la relación terapéutica, con confianza, psicoeducación, tranquilización y colaboración. Pero estas intervenciones directas rara vez funcionan en el caso de la evitación fóbica, que se ha convertido en parte integrante de la forma que el paciente tiene de afrontar la vida en general.

La resistencia duradera

Se trata de la expresión de una fobia persistente y generalizada a la toma de conciencia y al cambio. Los pacientes que muestren una evitación fóbica como parte de su forma permanente de ser serán los más difíciles de tratar. No obstante, la terapia logrará alcanzar sus objetivos cuando el terapeuta haya sido capaz de permanecer reiteradamente paciente, persistente, curioso, comprometido y sin ponerse a la defensiva, y haya sabido mantener unos límites sanos.

Algunos pacientes han desarrollado una forma de ser que les mueve a evitar fuertemente -y a veces a oponerse agresivamente- al cambio, la toma de conciencia o cualquier influencia relacional procedente del terapeuta. Su evitación fóbica inunda sus vidas cotidianas y contribuye a mantener los problemas crónicos de relación en casa y en el trabajo. De forma característica estos pacientes tienen problemas graves asociados al apego y a la regulación, con niveles elevados de reactividad emocional y de rigidez, y escasa capacidad de mentalización.

Los pacientes con una resistencia duradera tienen múltiples estratos de evitación fóbica, dispuestos a la manera de una serie de muros entre ellos y aquello que temen. En razón, de ello, puede que rehúyan casi todos los intentos de entrar en contacto con aquello que evitan, por inocuo que pueda ser.

Esto dejará al terapeuta sintiéndose irremediablemente descalificado e incompetente, y a veces frustrado y enfurecido. Lo cual, a su vez, conducirá a la contrarresistencia. De ello, se derivará un círculo que reforzará y prolongará el impasse (callejón sin salida)

El cambio en el caso de estos pacientes es “un milagro derivado del esfuerzo y la dedicación”. La terapia suele ser lenta y ardua para el paciente y para el terapeuta, y seguir un curso desigual a lo largo de muchos años. Tales pacientes necesitarán mucho más espacio para poder sentirse autónomos, con la sensación de llevar las riendas, y encontrar ellos sus propios objetivos terapéuticos.

Bibliografía

Van Der Hart, O., Steele, K., & Boon, S. (2018). El tratamiento de la disociación relacionada con el trauma. Bilbao: Desclée De Brouwer, S.A.

 

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