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PREVENIR LAS RELACIONES CON PERSONAS CELOSAS

 

PREVENIR LAS RELACIONES CON PERSONAS CELOSAS

Especialmente importante es conocer bien a la pareja antes de contraer un compromiso más o menos definitivo; si se puede, antes de tener relaciones que contribuyan a una dependencia afectiva, antes de ir a vivir juntos y, una vez que se vive juntos, antes de tener hijos o adquirir compromisos legales. Esta sucesión de pasos suele hacer más profundo el vínculo emocional y vuelve más difícil el enmendar la situación si todo fuera mal. Esto quiere decir que hay que tratar mucho a la otra persona, en el sentido habitual de interactuar sobradamente con alguien. Lo más valioso es saber qué espera el otro de la relación. A menudo, no lo sabe ni uno mismo, pues esta expectativa se va revelando poco a poco y puede cambiar con el paso del tiempo. El conocimiento mutuo suele rebajar las aspiraciones.

Lo sensato es conocer al amante o a la amante en diferentes situaciones, favorables y desfavorables, lo que requiere tiempo:

·         Observar, estudiar y analizar bien las aspiraciones, los intereses y los conflictos que afecten a la otra persona y a sus allegados, por ejemplo, si sufren o pueden sufrir presiones por parte de alguien.

·         Saber su proyecto de vida, sus deseos, si sus expectativas respecto a quienes le rodean se ajustan más o menos a la realidad. Si hay coherencia entre lo que dice, piensa y hace. Muy importante es saber si es una persona flexible capaz de adaptar metas y deseos a sus circunstancias objetivas.

·         Valorar su educación y el medio en el que se ha formado, de lo que se puede tener noticia directamente o a través de personas que le o la conocen de hace tiempo.

·         Tener presente a quién pide consejo y opinión, si lo hace, en temas relevantes. Quiénes han sido las personas que han influido en su vida, quiénes considera sus modelos y a quién le gustaría imitar.

·         Conocer sus opiniones y actitudes hacia temas importantes para la pareja: dinero, empleo, hijos, vivienda; y hacia otras personas: parientes, amigos, compañeros de trabajo, antiguos novios. Y más aún respecto al pasado: su ambiente, sus amigos, su familia.

·         Compartir experiencias comunes, por ejemplo, en viajes de trabajo o de placer, y comprobar cómo se comporta.

·         Observar y preguntar a menudo cómo se siente, especialmente en situaciones incómodas o adversas.

·         Explorar cómo son sus reacciones ante las críticas hacia su persona y acciones. Sobre todo, hablar mucho y de muchas cosas. Así será más difícil que esconda algún aspecto de su forma de ser o de su comportamiento que pueda traer problemas de celos o de otro tipo en el presente y en el futuro.

Dicho todo esto, las diferentes circunstancias de cada uno pueden no hacer fácil esta exhaustiva exploración de la pareja. Se vive más atado a las cosas que a uno le rodean de lo que parece. La inercia impide explorar otras ciudades, otros países o entornos, y otras actividades profesionales. El resultado puede ser una limitación para conocer gente interesante y atractiva, lo que lleva a muchas personas al aislamiento, e incluso a una soltería o una soledad no deseada. De igual modo, las mismas condiciones, ayudadas por la pasión y un exceso de confianza, empujan a otras a comprometerse en relaciones no saludables que, a la larga, lamentan haber iniciado. Las fases de cortejo y seducción, relativamente rápidas en nuestros tiempos, se han caracterizado siempre, como cualquier encuentro social, por el intento de presentar la imagen más favorable de uno mismo hacia el o la pretendiente. En este esfuerzo por causar una buena impresión es fácil que se oculte información personal que se piensa que puede perjudicar a uno. También es fácil que se exageren o inventen méritos que le hagan más atractivo como futura pareja. Al mismo tiempo puede que se disimulen conductas de vigilancia y control que pudieran interpretarse como injerencias u obsesiones. Como todo el mundo es consciente de los procesos de idealización que acompañan al cortejo y la pasión, mucha información se «filtra», se «descuenta» o es esperable, de manera que se pone en cuarentena para irla verificando poco a poco.

Los psicópatas y los celosos manipuladores suelen presentarse como personas encantadoras, simpáticas y serviciales, hasta el momento en el que existe un vínculo que les permite acceder a los bienes que desean y arrebatarlos. Otra recomendación es evitar comprometerse sentimentalmente con personas que padezcan trastornos mentales graves o que se manifiesten como excesivamente impulsivas o agresivas. Estoy más de acuerdo con lo segundo que con lo primero. Algunas enfermedades psíquicas, como la esquizofrenia, son controlables con fármacos y quienes las sufren pueden ser excelentes esposos y padres, sin plantear más problemas que cualquier persona mentalmente sana. Lo que no falla nunca es conocer bien a la persona con la que se desea compartir la vida y los bienes. En modo alguno se trata de volver a los dilatados y mojigatos noviazgos de antaño, pero sí de saber con quién se comparte y disfruta lo más valioso que se posee: uno mismo.

Es fácil pensar que no debe haber dificultades para detectar a los celosos patológicos. El problema es que en las primeras etapas de una relación se pueden confundir las conductas de retención y de control, con una atención y un cariño intensos. Por otro lado, lo que todo el mundo desea es experimentar

precisamente esa pasión que acompaña al enamoramiento inicial. Más fácil es seguir y detectar señales de alerta, para valorarlas y comprobarlas, pasado ya un tiempo, cuando la relación se va cimentando y se van afrontando en común los distintos aconteceres de la vida. El discurrir de la vida, las experiencias que se suceden, observar y conocer al otro deben ayudar a salir de dudas.

     Si uno se encuentra ante alguien suspicaz, con reacciones exageradas o airadas ante el mínimo contratiempo o ante una opinión contraria, es lógico pensar que estos rasgos se acentúen con el paso del tiempo. Se dispararán en situaciones desfavorables, que abundan en la vida. Si aún se está a tiempo y se tiene la determinación suficiente, es el momento de romper. Como se ha dicho, más difícil es hacerlo cuando la relación está firmemente establecida y asentada.

     La presencia de celos manipuladores, la vida insoportable por el continuo acoso o las agresiones físicas o verbales son señales para pedir ayuda y abandonar a la otra persona. Nunca será demasiado tarde ni demasiado pronto.

Bibliografía

M., M. J. (2016). Celos. Claves para comprenderlos y superarlos. Paidós.

 

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