EMDR: LIBERAR EL
PASADO
John Keats avid, un contratista de mediana edad padecía
violentos ataques de ira que estaban convirtiendo su casa en un auténtico
infierno. Un verano cuando tenía veintitrés años estaba trabajando como
socorrista, y una tarde un grupo de jóvenes estaban armando jaleo en la piscina
y bebiendo cerveza. David les dijo que el alcohol no estaba permitido. Los
chicos respondieron atacándole, y uno de ellos le sacó el ojo izquierdo con una
botella rota. Treinta años después, seguía sufriendo pesadillas y flashbacks
sobre el ataque. Era despiadado en sus críticas hacia su propio hijo
adolescente, solía gritarle por la más mínima infracción y era incapaz de
mostrar el más mínimo afecto hacia su esposa. En cierta forma, sentía que
su trágica pérdida del ojo le daba permiso para maltratar a los demás, pero
también odiaba la persona enojada y vengativa
en la que se había convertido. Había observado que sus esfuerzos por controlar
su rabia le mantenían siempre en tensión, y se preguntaba si ese miedo a perder
el control había hecho que el amor y la amistad fueran imposibles para él.
Mediante el procedimiento llamado «desensibilización y reprocesamiento por
movimientos oculares» (EMDR, por sus siglas en inglés):
Pedí a David que pensara en los detalles de su ataque y
que recordara las imágenes del ataque, los sonidos que escuchó y los
pensamientos que le cruzaron por la mente. «Simplemente deje que vuelvan
esos momentos», le dije.
Luego le pedí que siguiera mi dedo índice a medida que lo
movía de un lado para otro a unos treinta centímetros de su ojo derecho. En
cuestión de segundos, salió a la superficie una cascada de rabia y de terror,
acompañada por unas vívidas sensaciones de dolor, de sangre chorreando por la
mejilla y la sensación de no ver. Cuando evocó estas sensaciones, hice un
sonido alentador ocasional y seguí moviendo el dedo de un lado para otro. Cada
pocos minutos me detenía y le pedía que respirara profundamente.
Luego le pedí que prestara atención a lo que le pasaba por
la mente, que era una pelea que tuvo en la escuela. Le pedí que siguiera
percibiéndolo y que conservara ese recuerdo. Emergieron otros recuerdos,
aparentemente aleatorios: buscando a sus asaltantes por todas partes, queriendo
hacerles daño, peleando en un club. Cada vez que describía un nuevo recuerdo o
sensación, le pedía que prestara atención a lo que le venía a la mente y
retomaba los movimientos con los dedos. Al final de esa visita, parecía más
calmado y visiblemente aliviado. Me dijo que el recuerdo del ataque era menos
intenso, entonces era algo desagradable que había sucedido mucho tiempo atrás.
«Fue realmente una mierda –me dijo pensativamente–, y me mantuvo desequilibrado
durante años, pero me sorprende la buena vida que finalmente puedo forjarme
para mí mismo».
Nuestra tercera sesión, la semana siguiente, estuvo centrada
en las secuelas del trauma: su consumo de drogas y alcohol durante años
para lidiar con su ira. Al repetir más secuencias de EMDR, emergieron nuevos
recuerdos. David recordó que una vez habló con un guardia de prisiones que
conocía sobre asesinar a su asaltante encarcelado y que luego cambió de idea.
Recordar esa decisión fue profundamente liberador: había terminado por
considerarse un monstruo siempre fuera de control, pero darse cuenta de que
había desistido de la idea de vengarse le volvió a poner en contacto con el
lado consciente y generoso de sí mismo. Después se dio cuenta espontáneamente
de que estaba tratando a su hijo como él se había sentido con respecto a sus
asaltantes adolescentes. Al final de nuestra sesión, le pedí si podía reunirme
con él y con su familia para que pudiera contarle a su hijo lo que había
sucedido y pedirle perdón.
En nuestra quinta y última sesión, me dijo que estaba
durmiendo mejor y que por primera vez en su vida sentía una sensación de paz
interior. Al cabo de un año, me llamó para contarme que no solo su esposa y él
estaban más cerca el uno del otro y habían empezado a practicar yoga juntos,
sino que también sonreía más y disfrutaba mucho con la jardinería y la
carpintería.
SABER MÁS SOBRE EL EMDR
Mi experiencia con David es una de las muchas que he tenido
en las dos últimas décadas en las que el EMDR ayudó a dejar atrás las
recreaciones dolorosas del trauma. Mi introducción a este método fue a través
de Maggie, una psicóloga valiente y joven que dirigía un centro de
rehabilitación para chicas que habían sufrido abusos sexuales. Maggie salía de
una confrontación para entrar en otra, chocando con prácticamente todo el
mundo, salvo con las chicas de trece y catorce años que cuidaba. Consumía
drogas, tenía novios peligrosos y a menudo violentos, tenía altercados con sus
jefes y cambiaba constantemente de piso porque no aguantaba a sus compañeros de
piso (y no a la inversa). Nunca entendí cómo pudo movilizar suficiente
estabilidad y concentración para sacarse un doctorado en Psicología en una
reputada universidad. Maggie había sido derivada a un grupo terapéutico que yo
llevaba para mujeres con problemas similares. Durante su segunda reunión, nos
dijo que su padre la había violado en dos ocasiones, una cuando tenía cinco
años y otra cuando tenía siete. Estaba convencida de que había sido culpa suya.
Ella quería a su papá, explicó, y seguro que fue demasiado seductora para que
él pudiera controlarse. Escuchándola pensé: «En lugar de culpar a su padre,
culpa a todos los demás», incluyendo a sus terapeutas anteriores por no
ayudarla a mejorar. Como muchos supervivientes de traumas, contaba una
historia con sus palabras y otra con sus acciones, en las que seguía
reproduciendo varios aspectos de su trauma. Un día, Maggie vino al grupo
dispuesta a contar una extraordinaria experiencia que tuvo el fin de semana
anterior en una formación de EMDR para profesionales. En ese momento, yo solo
había escuchado que la EMDR era una nueva moda en la que los terapeutas movían
los dedos delante de los ojos de los pacientes. Para mí y para mis compañeros
académicos, sonaba como otra de las locuras que siempre abundan en psiquiatría,
y estaba convencido de que aquello terminaría siendo otra de las desventuras de
Maggie. Maggie nos contó que durante su sesión de EMDR había recordado
vívidamente la violación de su padre de cuando tenía siete años, la recordó
desde dentro de su cuerpo de niña. Pudo sentir físicamente lo pequeña que era;
pudo sentir el enorme cuerpo de su padre encima de ella y pudo oler el alcohol
en su aliento. Y sin embargo, según nos dijo, incluso al revivir el incidente
podía observarlo desde el punto de vista de su yo de veintinueve años. Rompió a
llorar: «Era tan pequeña… ¿Cómo pudo un hombre enorme hacerle eso a una niña
pequeña?». Estuvo un rato llorando y luego dijo: «Ahora ya está. Ya sé lo que
sucedió. No fue culpa mía. Yo era una niña y no podía hacer nada para evitar
que siguiera abusando de mí». Me quedé pasmado. Llevaba mucho tiempo buscando
la manera de ayudar a la gente a revisitar su pasado traumático sin volver a traumatizarse.
Parecía que Maggie había tenido una experiencia igual de realista que un
flashback pero sin embargo no había quedado embargada por él.
¿Podía la EMDR permitir a la
gente acceder de manera segura a las huellas del trauma?
¿Podía entonces transformarlas en recuerdos de acontecimientos que
sucedieron en un pasado lejano?
Maggie tuvo algunas sesiones más de EMDR y permaneció en
nuestro grupo el tiempo suficiente para ver cómo había cambiado. Estaba mucho
menos enojada, pero mantenía ese sentido del humor sarcástico que tanto me
gustaba. Al cabo de unos meses, empezó a salir con un hombre de un estilo muy
diferente del que siempre la había atraído. Dejó el grupo, afirmando que había
resuelto su trauma, y yo decidí que había llegado la hora de formarme en EMDR.
EMDR: PRIMERAS EXPOSICIONES
Como muchos avances
científicos, la EMDR se creó a partir de una observación casual. Un día de
1987, la psicóloga Francine Shapiro iba paseando por un parque, preocupada por
algunos recuerdos dolorosos, cuando se
dio cuenta de que los movimientos oculares rápidos reducían drásticamente su
angustia.
¿Cómo pudo desarrollarse esta importante modalidad de
tratamiento a partir de una experiencia tan breve?
Inicialmente escéptica sobre su observación, sometió su
método a años de experimentación e investigación, convirtiéndolo poco a poco en
un procedimiento estandarizado que podía enseñarse y probarse en estudios
controlados. Llegué a mi primera clase de EMDR necesitando cierto tratamiento
por mi parte. Mientras seguía los dedos de mi compañera con los ojos, una rápida
sucesión de borrosas escenas de mi infancia me vinieron a la mente: intensas
conversaciones familiares en la mesa del comedor, confrontaciones con mis
compañeros de clase durante el recreo, lanzamiento de piedras contra la ventana
de un cobertizo con mi hermano mayor…, todas ellas del estilo de las imágenes
vívidas, flotantes, «hipnopómpicas» que experimentamos cuando dormimos hasta
tarde un domingo por la mañana y que luego olvidamos en cuanto nos despertamos
completamente.
Al cabo de media hora, mi compañera y yo repasamos la escena
en la que mi jefe me dijo que iba a cerrar la clínica. Entonces me sentía
resignado: «Vale, ha sucedido, y ahora toca avanzar». Nunca miré hacia atrás;
la clínica se volvió a abrir y ha prosperado desde entonces.
¿Fue la EMDR la única razón por la que puede liberar mi ira y mi
aflicción?
Obviamente, nunca lo sabré del todo, pero mi viaje mental (a
través de escenas infantiles no relacionadas hasta dejar de lado el episodio)
no se parecía en nada a lo que había experimentado en la terapia
conversacional. Lo que sucedió después, cuando me tocó a mí administrar la
EMDR, fue aún más intrigante. Rotamos a un grupo diferente, y mi nuevo
compañero, que no conocía de antes, me dijo que quería abordar algunos
incidentes infantiles dolorosos relacionados con su padre, pero no quería
hablar de ello. Yo nunca había trabajado en el trauma de alguien sin conocer
«la historia», y me preocupaba y me aturdía que no quisiera compartir ningún
detalle. Mientras estaba moviendo los dedos delante de sus ojos, parecía
intensamente alterado (empezó a sollozar, con una respiración rápida y
superficial). Pero cada vez que le formulaba las preguntas incluidas en el
protocolo, se negaba a decirme lo que le venía a la cabeza. Al final de nuestra
sesión de cuarenta y cinco minutos, lo primero que dijo mi compañero fue que el
trato conmigo le había parecido tan desagradable que nunca me derivaría a
ningún paciente. Aparte de eso, añadió, la sesión de EMDR había resuelto
el problema del maltrato de su padre.
Aunque yo era más bien escéptico y sospechaba que esa
grosería hacia mí era un remanente de los sentimientos no resueltos hacia su
padre, no había duda de que parecía estar mucho más relajado. Fui a hablar con
mi profesor de EMDR, Gerald Puk, y le dije lo desconcertado que estaba. A ese
tipo claramente no le caía bien, y parecía muy alterado durante la sesión de
EMDR, pero ahora me estaba diciendo que su malestar duradero había
desaparecido.
¿Cómo podía yo saber que lo había resuelto o no si no quería
contarme lo que sucedió durante la sesión?
Gerry me sonrió y me preguntó si por casualidad me había
convertido en profesional de la salud mental para resolver alguno de mis
problemas personales. Le confirmé que la mayoría de las personas que me
conocían creían que podía ser así. Luego me preguntó si pensaba que era
significativo que la gente me contara las historias de sus traumas. De nuevo,
tuve que darle la razón. Luego dijo: «Sabes, Bessel, quizás debas aprender a
dejar de lado tus tendencias voyeuristas. Si para ti es importante escuchar las
historias de los traumas, ¿por qué no vas a un bar, pones un par de dólares
encima de la mesa, y le dices a tu vecino “Te pago una copa si me cuentas la
historia de tu trauma”? Es importante diferenciar entre tu deseo de escuchar
historias y el proceso de sanación interno de tu paciente».
Me tomé a pecho la advertencia de Gerry y desde entonces la
he compartido con mucho gusto con mis estudiantes. Terminé mi formación en EMDR
absorto con tres temas que siguen fascinándome a día de hoy:
·
La EMDR libera algo en la mente o en el cerebro
que nos da un acceso rápido a recuerdos e imágenes libremente asociadas del
pasado. Esto parece ayudar a poner la experiencia traumática en un
contexto o en una perspectiva mayor. La gente puede superar un trauma
sin hablar de él.
·
La EMDR les permite observar sus experiencias
de un modo nuevo, sin un intercambio verbal con otra persona.
·
La EMDR puede incluso ayudar cuando el paciente
y el terapeuta no tienen una relación de confianza. Esto es especialmente
interesante porque el trauma, de manera comprensible, raramente deja a la gente
con ganas de abrir el corazón y de confiar en los demás.
Desde entonces, llevo años practicando la EMDR con pacientes
que hablaban swahili, mandarín y bretón, idiomas en los que solo sé decir
«preste atención a esto», la instrucción clave en EMDR (siempre he tenido
conmigo a un traductor, pero básicamente para explicar los pasos del proceso). Como
la EMDR no requiere que los pacientes hablen sobre lo intolerable ni expliquen
al terapeuta por qué se sienten tan mal, les permite permanecer totalmente
centrados en su experiencia interior con, en ocasiones, unos resultados
extraordinarios.
EL ESTUDIO DE LA EMDR
La Trauma Clinic se
salvó gracias a un directivo del Departamento de Salud Mental de Massachusetts
que había seguido nuestro trabajo con niños y entonces nos pedía que nos
encargáramos de organizar el equipo de respuesta comunitaria ante el trauma
para el área de Boston. Aquello bastaba para cubrir nuestras operaciones
básicas, y el resto lo aportaba un enérgico equipo que amaba lo que estábamos
haciendo: incluir el recientemente descubierto poder de la EMDR para curar a
algunos de los pacientes a los que no habíamos podido ayudar anteriormente. Mis
compañeros y yo empezamos a enseñarnos mutuamente cintas de nuestras sesiones
de EMDR con pacientes con TEPT, lo cual nos permitía observar las drásticas
mejoras semana tras semana. Luego, empezamos a medir formalmente su progreso
con una escala de evaluación del TEPT estándar. También pudimos organizar con
Elizabeth Matthew, una joven especialista en neuroimagen del New England
Deaconess Hospital, la realización de escáneres cerebrales antes y después del
tratamiento a doce pacientes. Al cabo de solo tres sesiones de EMDR, ocho de
los doce presentaron una reducción significativa de sus puntuaciones del TEPT.
En sus escáneres, se veía un claro aumento de la activación del lóbulo
prefrontal después del tratamiento, así como mucha más actividad en el cíngulo
anterior y en los ganglios basales. Este cambio podría explicar la
diferencia en el modo en que experimentaban entonces su trauma.
Un hombre dijo: «Lo recuerdo como si fuera un recuerdo real,
pero era más distante. Generalmente me hundía en él, pero esa vez estaba
flotando por encima. Tuve la sensación de mantener el control». Una mujer nos
dijo: «Antes sentía cada uno de los pasos. Ahora es como un conjunto, en lugar
de fragmentos, así que es más manejable». El trauma había perdido su inmediatez
y se había convertido en una historia sobre algo que sucedió mucho tiempo
atrás. Posteriormente, obtuvimos financiación del Instituto Nacional de Salud
Mental para comparar los efectos de la EMDR con las dosis estándar de Prozac o
de un placebo. De nuestros 88 sujetos, 30 recibieron EMDR, 28 recibieron Prozac
y el resto placebo. Como suele suceder, la gente a la que se administró placebo
estuvo bien. A cabo de 8 semanas, su mejora del 42 % fue mayor que la de muchos
otros tratamientos que se promocionan como «basados en la evidencia». El grupo
de Prozac estuvo ligeramente mejor que el grupo de placebo, pero apenas. Esto
es típico de la mayoría de los estudios de fármacos para el TEPT: simplemente
el hecho de participar aporta del 30 al 42 % de mejoría; cuando los fármacos
funcionan, aportan de un 5 a un 15 % adicional. Sin embargo, los pacientes que
hicieron EMDR tuvieron resultados sustancialmente mejores que los que tomaron
Prozac o placebo. Después de ocho sesiones de EMDR, uno de cada cuatro estaba
completamente curado (sus puntuaciones de TEPT habían caído hasta niveles
insignificantes), en comparación con uno de cada diez en el grupo de Prozac.
Pero la verdadera diferencia se produjo con el tiempo: cuando entrevistamos a
nuestros sujetos al cabo de ocho meses, el 60 % de los que recibieron EMDR
tenían unas puntuaciones que indicaban que estaban completamente curados. Como
dijo el gran psiquiatra Milton Erickson, una vez que das un puntapié al tronco,
el río empezará a fluir. Cuando la gente empieza a integrar sus recuerdos
traumáticos, sigue mejorando espontáneamente. En cambio, todos los que 311
habían tomado Prozac recaían en cuanto dejaban de tomar el fármaco. Este
estudio fue significativo porque demostraba que una terapia centrada y
específica para traumas para tratar el TEPT como la EMDR podía ser mucho más
efectiva que la medicación. Otros estudios han confirmado que si los pacientes
toman Prozac o fármacos relacionados como Celexa, Paxil y Zoloft, sus síntomas
de TEPT a menudo mejoran, pero solo mientras sigan tomándolos. Esto hace que el
tratamiento farmacológico sea mucho más caro a la larga. (Cabe destacar que, a
pesar de la posición del Prozac como principal antidepresivo, en nuestro
estudio la EMDR también produjo una mayor reducción de las puntuaciones de
depresión que tomar el antidepresivo).
Otro hallazgo clave de nuestro estudio: los adultos con
historiales de traumas infantiles respondían de manera muy distinta a la EMDR
de los que se habían traumatizado en la edad adulta. Al cabo de ocho
semanas, casi la mitad del grupo con un inicio en la edad adulta que había
recibido EMDR tuvo una puntuación de completamente curado, mientras que solo el
9 % del grupo de los traumas infantiles mostró una mejoría tan pronunciada. Al
cabo de ocho meses, el índice de curación era del 73 % en el grupo de inicio en
la edad adulta, en comparación con el 25 % del grupo con historiales de maltrato
infantil. Este grupo de maltrato infantil presentó respuestas pequeñas pero
constantemente positivas al Prozac. Estos resultados refuerzan los hallazgos de
que: el maltrato infantil crónico causa unas adaptaciones mentales y biológicas
muy diferentes de los eventos traumáticos discontinuados en la edad adulta.
La EMDR es un potente tratamiento para los recuerdos
traumáticos atascados, pero no necesariamente resuelve los efectos de la
traición y del abandono que acompañan al maltrato físico o al abuso sexual en
la infancia.
Ocho semanas de
tratamiento de cualquier tipo en raras ocasiones es suficiente para resolver el
legado de un trauma de larga duración. En 2014, nuestro estudio sobre la EMDR
tuvo el resultado más positivo que el de cualquier otro estudio publicado con
personas que habían desarrollado un TEPT como reacción ante un acontecimiento
traumático en la edad adulta. Pero a pesar de estos resultados, y de los de
docenas de otros artículos, muchos de mis compañeros siguen siendo escépticos
con respecto a la EMDR, quizás porque parece demasiado buena para ser verdad,
demasiado simple para ser tan potente. Por supuesto, entiendo este tipo de
escepticismo (la EMDR es un procedimiento poco usual). Cabe destacar que en el
primer estudio científico sólido usando la EMDR en veteranos de guerra con
TEPT, se esperaba que la EMDR tuviera tan poco resultado que se incluyó como
condición de control para compararla con la terapia de relajación mediante
biofeedback. Para sorpresa de los investigadores, doce sesiones de EMDR
resultaron ser el tratamiento más efectivo. Desde entonces, la EMDR se ha
convertido en unos de los tratamientos para el TEPT aprobado por el
Departamento de Asuntos de los Veteranos.
¿ES LA EMDR UNA FORMA DE TERAPIA POR EXPOSICIÓN?
Algunos psicólogos han lanzado la hipótesis de que la EMDR
en realidad desensibiliza a las personas ante el material traumático y que, por
lo tanto, está relacionada con las terapias por exposición. Una descripción más
precisa consistiría en decir que integra el material traumático. Como
nuestra investigación mostró, después de la EMDR, la gente consideraba el
trauma como un acontecimiento coherente del pasado, en lugar de experimentar
sensaciones e imágenes separadas de todo contexto.
Los recuerdos evolucionan y cambian. Inmediatamente
después de que un recuerdo se deposite, sigue un lento proceso de integración y
de reinterpretación, un proceso que se produce automáticamente en la mente o en
el cerebro sin ninguna información del yo consciente. Cuando el proceso
termina, la experiencia se integra con otros acontecimientos vitales y deja de
tener vida propia.
Como hemos visto, en el TEPT este proceso falla y el
recuerdo permanece atascado, indigesto y crudo. Desgraciadamente, a pocos
psicólogos se les enseña durante su formación cómo funciona el sistema de
procesamiento de los recuerdos en el cerebro. Esta omisión puede generar unos
enfoques erróneos con respecto al tratamiento. A diferencia de las fobias (como
la fobia a las arañas, basada en un miedo irracional específico), el estrés
postraumático es el resultado de una reorganización fundamental del sistema
nervioso central basado en el hecho de haber experimentado una amenaza real de
aniquilación (o ver a otra persona aniquilada), que reorganiza la experiencia
propia (como inútil) y la interpretación de la realidad (el mundo entero es un
lugar peligroso).
Durante la exposición, los pacientes inicialmente se sienten
sumamente descompuestos. Cuando reviven la experiencia traumática, presentan
claros incrementos del ritmo cardiaco, de la presión arterial y de las hormonas
del estrés. Pero si logran permanecer en tratamiento y siguen reviviendo el
trauma, poco a poco tienen menos reacciones y suelen desintegrarse menos al
revivir el acontecimiento. Como resultado, sacan unas puntuaciones inferiores
en las escalas de TEPT. Sin embargo, por lo que sabemos, exponer simplemente
a alguien al trauma del pasado no integra el recuerdo en el contexto general de
su vida, y raramente le permite recuperar el nivel de interacción alegre con
las personas y las actividades que tenía con anterioridad al trauma. En
cambio, la EMDR, así como los tratamientos descritos en los siguientes
capítulos (sistemas familiares internos, yoga, neurofeedback, terapia
psicomotriz y teatro) se centran no solo en regular los intensos recuerdos
activados por el trauma, sino también en restaurar la sensación de agencia,
de interacción y de compromiso mediante la apropiación del cuerpo y de la mente.
PROCESAR EL TRAUMA CON LA EMDR
Kathy era una estudiante universitaria de veintiún años.
Cuando la conocí, parecía aterrorizada. Llevaba tres años de psicoterapia con
un terapeuta en el que confiaba y por el que se sentía comprendida, pero con el
cual no hacía ningún progreso. Después de su tercer intento de suicidio, el
servicio sanitario de la universidad la derivó hacia mí, esperando que la nueva
técnica de la que les había hablado pudiera ayudarla. Como varios de mis otros
pacientes traumatizados, Kathy era capaz de quedar totalmente absorta en sus
estudios. Cuando leía un libro o escribía un artículo de investigación, podía
bloquear todo el resto de cosas de su vida. Esto le permitía ser una estudiante
competente, aunque no tuviera ni idea de cómo establecer una relación de afecto
consigo misma, por no decir con una pareja. Kathy me contó que su padre la
había utilizado durante muchos años para la prostitución infantil, lo cual
normalmente me habría hecho pensar en usar la EMDR solo como terapia
complementaria. Sin embargo, resultó ser una virtuosa de la EMDR y se recuperó
totalmente al cabo de ocho sesiones, de largo el menor tiempo según mi
experiencia para alguien con un historial de maltrato infantil severo. Estas
sesiones se produjeron hace quince años, y recientemente la volví a ver para
hablar de los pros y los contras de la adopción de un tercer hijo. Era un
encanto: lista, divertida y alegremente implicada en su familia y en su trabajo
como profesora ayudante de desarrollo infantil. Me gustaría compartir mis notas
sobre el cuarto tratamiento con EMDR de Kathy, no solo para mostrar lo que
suele suceder en esas sesiones, sino también para mostrar cómo es la mente
humana en acción al integrar una experiencia traumática. Ningún escáner
cerebral, análisis de sangre ni escala de valoración puede medirlo; incluso una
grabación en vídeo solo puede transmitir la sombra de cómo la EMDR puede
liberar los poderes imaginativos de la mente. Kathy estaba sentada con la silla
en un ángulo de 45 grados respecto a la mía, a unos cuatro metros de mí. Le
pedí que pensara en un recuerdo especialmente doloroso y la animé a recordar lo
que había oído, visto, pensado y sentido en su cuerpo mientras se producía. (En
mis notas no aparece si me dijo cuál era ese recuerdo o no; supongo que
probablemente no, porque no lo anoté). Le pregunté si ya estaba «en el
recuerdo», y cuando me dijo que sí, le pregunté lo real que parecía en una
escala del uno al diez. Me dijo que un nueve. Luego, le pedí que siguiera el
movimiento de mi dedo con los ojos. De vez en cuando, después de completar una
serie de unos veinticinco movimientos oculares, le decía: «Respira
profundamente», y luego «¿Qué tienes ahora?» o «¿Qué te viene a la mente
ahora?». Entonces Kathy me decía qué estaba pensando. Cuando su tono de voz,
expresión facial, movimientos corporales o patrones de respiración indicaban
que ese era un tema emocionalmente significativo, le decía «Presta atención a
esto», e iniciaba otra serie de movimientos oculares, durante la cual ella no
hablaba. Aparte de pronunciar esas pocas palabras, yo permanecía en silencio
durante los siguientes cuarenta y cinco minutos. Esta es la asociación que hizo
Kathy tras la primera secuencia de movimientos oculares: «Me doy cuenta de que
tengo heridas de cuando me ataba las manos detrás de la espalda. La otra herida
es de cuando me marcaba para mostrar que era suya, y luego tengo [señala]
marcas de mordiscos». Parecía sorprendida pero asombrosamente tranquila al
recordar: «Recuerdo que me empapaba con gasolina (me hacía fotos con una
Polaroid) y luego me sumergía en agua. Fui violada por un grupo entre los que
estaban mi padre y dos de sus amigos. Estaba atada a una mesa; recuerdo que me
violaban con botellas de Budweiser». Tenía el estómago contraído, pero no
comenté nada aparte de pedirle a Kathy que mantuviera esos recuerdos en mente.
Después de unos treinta movimientos de un lado para otro, me detuve cuando vi
que estaba sonriendo. Cuando le pregunté en qué estaba pensando, me dijo:
«Estaba en una clase de karate, era genial. ¡Estuve genial! Les vi retroceder.
Yo gritaba “¿No veis que me estáis haciendo daño? No soy vuestra novia”». Le
dije: «Permanece aquí» y empecé la siguiente ronda. Al terminar, Kathy dijo:
«Tengo una imagen de dos “yoes”: esa niña lista y bonita… y esa pequeña zorra.
Todas esas mujeres que no podían cuidar de sí mismas o de mí o de sus hombres,
dejándome a mí teniendo que servirles a todos». Empezó a sollozar durante la
siguiente secuencia, y cuando paró dijo: «He visto lo pequeña que era, la
brutalidad hacia esa niña pequeña. No fue culpa mía». Asentí y le dije:
«Exacto, permanece aquí». La siguiente ronda terminó con Kathy diciendo: «Estoy
viendo mi vida ahora, mi gran yo sosteniendo a mi pequeño yo, diciéndole “Ahora
estás segura”». Asentí de modo alentador y seguí. Las imágenes siguieron
brotando. «Tengo imágenes de una excavadora arrasando la casa en la que crecí.
¡Se acabó!». Luego Kathy empezó con otro tema: «Estoy pensando en lo mucho que
me gusta Jeffrey [un compañero de clase]. Pensado que seguramente no querrá
salir conmigo. Pensando que no puedo sobrellevarlo. Nunca antes he sido la
novia de nadie y no sé cómo hacerlo». Le pregunté qué le parecía que necesitaba
saber y empecé la siguiente secuencia. «Ahora, existe una persona que solo
quiere estar conmigo, es demasiado simple. No sé cómo ser simplemente yo entre
hombres. Estoy petrificada». Mientras seguía mi dedo, Kathy empezó a sollozar.
Cuando paré, me dijo: «Tenía una imagen de Jeffrey y yo sentados en una
cafetería. Mi padre aparece por la puerta. Empieza a gritar a pleno pulmón y
lleva un hacha; dice: “Te dije que eras mía”. Me pone encima de la mesa; luego
me viola y viola a Jeffrey». Ahora lloraba intensamente. «¿Cómo puedes abrirte
a alguien cuando tienes visiones de tu padre violándote y violándonos a los
dos?». Quería consolarla, pero sabía que era más importante que sus
asociaciones siguieran avanzando. Le pedí que se centrara en lo que sentía en
su cuerpo: «Lo siento en los antebrazos, en los hombros y en el pecho derecho.
Solo quiero que me abracen». Seguimos la EMDR y cuando paramos, Kathy parecía
relajada. «Escuché a Jeffrey decir que estaba bien, que le enviaron aquí para
cuidar de mí. Y que yo no había hecho nada, y que solo quería estar conmigo por
mí». De nuevo, le pregunté qué sentía físicamente. «Me siento realmente en paz.
Un poco temblorosa, como cuando utilizas nuevos músculos. Cierto alivio.
Jeffrey ya sabe todo esto. Siento que estoy viva y que todo ha terminado. Pero
tengo miedo de que mi padre tenga otra niña, y esto me entristece muchísimo.
Quiero salvarla». Sin embargo, cuando continuamos el trauma volvió, junto con
otros pensamientos e imágenes. «Necesito vomitar… Tengo intrusiones de muchos
olores, colonia mala, alcohol, vómito». Al cabo de unos minutos, Kathy estaba
llorando profusamente: «Ahora estoy sintiendo realmente a mi madre aquí. Es
como si quisiera que la perdonara. Tengo la sensación de que a ella le ocurrió
lo mismo, no para de pedirme perdón. Me está diciendo que esto también le
sucedió a ella, que era mi abuelo. También me está diciendo que mi abuela lo
siente mucho por no estar aquí para protegerme». Yo seguía pidiéndole que
respirara profundamente y que se centrara en todo lo que le saliera. Al final
de la siguiente secuencia, Kathy dijo: «Siento que ya ha terminado. He sentido a
mi abuela abrazándome con mi edad actual, diciéndome que siente mucho haberse
casado con mi abuelo. Que ella y mi madre se están asegurando de que esto
termine aquí». Después de una última secuencia de EMDR, Kathy sonreía: «Tengo
la imagen de empujar a mi padre fuera de la cafetería y de Jeffrey cerrando la
puerta detrás de él. Él se queda dentro. Se le ve a través del cristal, todo el
mundo se está riendo de él». Con la ayuda de la EMDR, Kathy pudo integrar los
recuerdos de su trauma y recurrir a la imaginación para ponerles fin, logrando
una sensación de completitud y de control. Lo hizo con la mínima participación
por mi parte y sin tener que explicar los detalles de sus experiencias (nunca
tuve motivo para cuestionar su exactitud; sus experiencias eran reales para
ella, y mi función era ayudarla a lidiar con ellas en el presente). El proceso
liberó algo en su mente o cerebro que activó nuevas imágenes, sentimientos y
pensamientos; fue como si su fuerza vital hubiera emergido para crear nuevas
posibilidades para su futuro. 5 Como hemos visto, los recuerdos traumáticos
persisten como imá-genes, sensaciones y sentimientos desgajados, sin modificar.
Para mí, la característica más destacable de la EMDR es su aparente capacidad
de activar una serie de sensaciones, emociones, imágenes y pensamientos no
buscados y aparentemente no relacionados junto con el recuerdo original. Esta
forma de reensamblar informaciones antiguas en nuevos paquetes puede ser
simplemente la manera en que integramos las experiencias ordinarias, no 317
traumáticas, de nuestro día a día.
EXPLORAR LA CONEXIÓN CON EL SUEÑO
Se ha sugerido que la EMDR está relacionada con la fase REM
del sueño (movimiento rápido de los ojos), la fase el sueño en la que soñamos.
La investigación
había demostrado ya que el sueño, y en particular soñar, juega un papel muy
importante en la regulación del estado de ánimo. Como destacaba el artículo
en Dreaming, los ojos se mueven rápidamente de un lado para otro en la fase
REM del sueño, igual que en la EMDR. Aumentar nuestro tiempo en la fase REM
reduce la depresión, mientras que cuanto menos sueño REM tenemos, más probable
es que suframos depresión.
Obviamente, el TEPT se asocia claramente con los
trastornos del sueño, y la automedicación con alcohol o drogas altera aún más
el sueño REM. Durante mi época en la VA, mis compañeros y yo descubrimos
que los veteranos con TEPT se despertaban con frecuencia poco después de
entrar en el sueño REM, probablemente porque habían activado un fragmento del
trauma durante un sueño.
Otros investigadores también habían observado este fenómeno,
pero pensaron que era irrelevante para la comprensión del TEPT. Hoy sabemos
que tanto el sueño profundo como el sueño REM desempeñan importantes funciones
en el cambio de los recuerdos con el tiempo. El cerebro cuando duerme cambia la
forma de los recuerdos aumentando la huella de la información emocionalmente
relevante y facilitando la desaparición del material irrelevante. En una
serie de estudios interesante, Stickgold y sus compañeros mostraron que el
cerebro que duerme puede incluso entender información cuya relevancia no está
clara mientras estamos despiertos e integrarla en el sistema de recuerdos mayor.
Los sueños siguen reproduciéndose, recombinándose y reintegrando trozos de
antiguos recuerdos durante meses e incluso años. Actualizan constantemente
las realidades subterráneas que determinan aquello a lo que nuestra mente
despierta presta atención. Y quizás lo más relevante para la EMDR es que en el
sueño REM activamos asociaciones más distantes que en el sueño no REM o en
nuestro estado normal de vigilia. Por ejemplo, cuando los sujetos se despiertan
del sueño no REM y se les da una prueba de asociación de palabras, dan
respuestas estándar: caliente/frío, duro/blando, etc. Cuando se les despierta
del sueño REM, realizan unas conexiones menos convencionales, como ladrón/malo.
También resuelven simples anagramas más fácilmente después del sueño REM. Este
cambio hacia la activación de asociaciones distantes podría explicar por qué
los sueños son tan extraños. Stickgold, Hobson y sus compañeros descubrieron
por tanto que los sueños ayudan a forjar nuevas relaciones entre recuerdos
aparentemente no relacionados. Ver nuevas conexiones es la principal
característica de la creatividad; lo cual también es esencial para la curación. La
incapacidad de recombinar experiencias también es una de las sorprendentes
características del TEPT. Mientras que Noam (el niño que realizó el dibujo
de la cama elástica para salvar a las personas la próxima vez que ocurra otro
ataque a las Torres Gemelas) podía imaginar una cama elástica para salvar a
futuras víctimas de terrorismo, las personas traumatizadas están atrapadas
en asociaciones paralizadas: todas las personas que lleven turbante intentarán
matarme; todos los hombres que me encuentran atractiva querrán violarme.
Finalmente, Stickgold
sugiere un claro vínculo entre la EMDR y el procesamiento de los recuerdos en
los sueños: «Si la estimulación bilateral de la EMDR puede alterar los estados
cerebrales de un modo similar a lo que vemos durante el sueño REM, entonces
tenemos buenas pruebas de que la EMDR podría sacar provecho de los procesos que
dependen del sueño, que pueden estar bloqueados o ser ineficaces en los
pacientes con TEPT, para permitir un procesamiento adecuado de los recuerdos y
la resolución de los traumas».
La instrucción básica
en la EMDR, «Mantenga esta imagen en la mente y observe mis dedos moviéndose de
un lado para otro», puede perfectamente reproducir lo que sucede en el cerebro
cuando sueña. En el momento de la impresión de este libro, Ruth Lanius y yo
estamos estudiando cómo reacciona el cerebro, recordando un acontecimiento
traumático y una experiencia ordinaria, ante los movimientos sacádicos mientras
al sujeto se le practica una resonancia magnética funcional. Preste atención. ASOCIACIÓN E INTEGRACIÓN
A diferencia del tratamiento por exposición convencional, la
EMDR dedica poco tiempo a repasar el trauma original. El trauma en sí es
ciertamente el punto de partida, pero el enfoque es estimular y abrir el proceso
asociativo. Como nuestro estudio con Prozac y EMDR demostró, los
fármacos pueden mitigar las imágenes y las sensaciones de terror, pero
permanecen incrustadas en la mente y en el cuerpo.
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