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TEORÍA POLIVAGAL

 

TEORÍA POLIVAGAL

Dos características relevantes de la Teoría polivagal: el sistema de compromiso social y la retroalimentación de nuestros órganos corporales que contribuyen a los sentimientos subjetivos manifestados en nuestros estados de ánimo y emociones.

El sistema de compromiso social es una colección funcional de vías nerviosas que regulan los músculos estriados de la cara y la cabeza. El sistema de compromiso social proyecta sensaciones corporales (es decir, “siénteme”) y es un portal para cambiar las sensaciones corporales a lo largo de un continuo que se extiende desde un estado de calma seguro que promueve la confianza y el amor hasta un estado de vulnerabilidad que provocaría reacciones defensivas.

“Mírame” incluye un atributo importante del sistema de compromiso social, ya que el proceso de mirar a una persona es a la vez un acto de compromiso y proyecta el estado corporal del observador. Basándose en el estado corporal proyectado por el observador, la persona que está siendo ‘mirada’ sentirá que la persona que “le mira” es acogedora o indiferente.

“Siénteme” incluye la reacción del cuerpo a la conducta de compromiso y la proyección de las sensaciones corporales en la conducta de compromiso.

Las palabras “Mírame, siénteme”, proporcionan una metáfora de la comunicación bidireccional dinámica entre el estado corporal y los procesos emocionales durante una interacción social. Para que la interacción social propicie el apoyo mutuo y permita una co-regulación del estado fisiológico, las claves expresadas a partir de la diada de los sistemas de compromiso social necesitan comunicar seguridad y confianza mutuas. Cuando esto ocurre, los participantes activos, ya sean el niño y el padre o una pareja de adultos, ambos están a salvo, uno en brazos del otro.

La relación entre las conductas sociales de compromiso y los estados fisiológicos es un producto evolutivo de la transición de los reptiles primitivos extintos a los mamíferos. A medida que los mamíferos evolucionaron, las modificaciones en su neurofisiología les permitieron señalar y detectar los estados afectivos de los individuos dentro de su especie. Esta innovación les dotó de la capacidad para detectar si, en un momento dado, es o no seguro el acercamiento para hacer contacto físico, y para crear relaciones sociales.

Alternativamente, si las señales del otro reflejan defensa o agresión, entonces el compromiso se dará por terminado inmediatamente sin conflictos o posibles

lesiones.

A través de los procesos evolutivos, los nervios y estructuras que definen el sistema de compromiso social regulando la expresión facial, la ingestión, la escucha y la vocalización acabaron integrándose en una vía neural del sistema nervioso autónomo, que calma el corazón y regula a la baja las defensas. Los

procesos evolutivos que fueron relacionando los estados fisiológicos con los circuitos que producen (por ejemplo, expresiones faciales y vocalizaciones) y detectan (por ejemplo, sonidos y sabores) características de la emoción son una característica típica de los mamíferos.

Funcionalmente, esta conexión integral entre el estado corporal y las expresiones vocales y faciales permitió a los congéneres generar compromisos con aquellos que expresan señales de seguridad; lucha o huida con aquellos que expresan señales de peligro y fingir estar muertos, pareciendo inanimados, cuando eran incapaces de luchar o de huir. Este sistema bidireccional que une los estados corporales con las expresiones faciales y las vocalizaciones proporcionó el portal de comunicación social que incluye los requisitos para la co-regulación y los mecanismos para calmar y reparar la co-regulación que sigue a la des-regulación.

Este sistema integrado incluye la regulación neural de los músculos de la cara y la cabeza, que a su vez son señales de que el otro es alguien a quien uno puede acercarse con seguridad. Incrustado en el sistema de compromiso social está nuestra búsqueda biológica de la seguridad y un imperativo biológico

implícito para conectar y co-regular nuestro estado fisiológico con el otro. Cómo nos miramos el uno al otro es una característica fundamental de esta capacidad de conectarse, donde transmitimos señales sutiles de intención, de entendimiento y de sentimientos compartidos.

Estas señales, a menudo covariantes con la entonación o la prosodia de la vocalización, son también estados fisiológicos de comunicación. Solo cuando estamos en un estado fisiológico de calma podemos transmitir señales de seguridad al otro.

Estas oportunidades de conexión y co-regulación determinan el éxito de las relaciones, ya sean relaciones madre-hijo, padre-hijo, u otro tipo de relaciones. El sistema de compromiso social no es solo una expresión del estado fisiológico del individuo, sino que puede actuar como un portal de detección de señales de socorro o de seguridad en el otro. Cuando se detecta seguridad, la fisiología se calma. Al detectar peligro, la fisiología se activa para la defensa.

Dentro de la teoría polivagal, el estado fisiológico se considera como una variable interviniente poderosa que puede influir en cómo un estímulo constante o ataque ambiental se manifiesta en el comportamiento. Podemos conceptualizar esto como modelo “estímulo-organismo-respuesta” o modelo “S-O-R” en la que la “O” es el estado fisiológico.

Dentro de las diadas sociales, incluyendo los ejemplos descritos en Mírame, siénteme, nuestro estado fisiológico interviene en la detección de riesgo o

seguridad por parte de nuestro sistema nervioso. A la inversa, la detección o la experiencia del riesgo y la seguridad cambian nuestro estado fisiológico.

Contrariamente a la suposición de que la seguridad es producto de la eliminación de la amenaza, la teoría polivagal hace hincapié en el papel insustituible de las señales de seguridad en el reclutamiento de los circuitos neuronales del sistema de compromiso social. Cuando se activa el sistema de compromiso social, este inhibe de forma activa los circuitos neuronales asociados con la defensa, tales como la implicación del sistema nervioso simpático en las conductas de movilización de lucha y huida.

La interrelación bidireccional entre el estado fisiológico y la detección de riesgo reside en un proceso que la teoría polivagal define como neurocepción.

Neurocepción no es percepción, ya que no requiere un conocimiento de los estímulos que desencadenan la respuesta. Curiosamente, a pesar de que, en general, no somos conscientes de los ‘disparadores’ de la neurocepción, solemos ser conscientes de nuestras reacciones fisiológicas que se manifiestan

en forma de sentimientos. La neurocepción juega un papel importante en el desarrollo de relaciones seguras dentro de la familia y entre el cliente y el terapeuta. Funcionalmente, las señales que desencadenan una neurocepción de seguridad pueden cambiar el estado fisiológico lo suficiente como para producir calma y facilitar comportamientos de compromiso social espontáneo. Sin embargo, las señales que desencadenan una neurocepción de peligro o amenaza para la vida, o las señales asociadas con sentimientos de amenaza anteriores provocarán espontáneamente un cambio en el estado fisiológico, en el sentido de reforzar los comportamientos defensivos activos de lucha o huida, o pasivos de desconexión, colapso y disociación.

La teoría polivagal respeta el hecho de que nuestras respuestas psicológicas, físicas y conductuales dependen de nuestro estado fisiológico. La teoría enfatiza la comunicación bidireccional entre los órganos del cuerpo y el cerebro a través el nervio vago y otros nervios implicados en la regulación del sistema nervioso autónomo.

Bibliografía

Mírame, siénteme (Cristina Cortés)

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