ALIANZA TERAPÉUTICA
El origen del trastorno es un déficit en las conexiones
emocionales entre el niño y los cuidadores. Las áreas del cerebro que se verían
más afectadas serían el córtex orbitofrontal y la amígdala (Schore,
2003; Siegel, 2010).
El cerebro mantiene su plasticidad durante toda nuestra
vida, por tanto, también se modifica y desarrolla después de la infancia. La
terapia a través de la relación paciente-terapeuta podría lograr experiencias
correctoras que modifiquen la forma en que procesan la información y ayudarles
a autorregularse y sentirse mejor. (Siegel, 2010)
En nuestra consulta vamos a tener que establecer una relación
de complicidad y confianza para poder lograr que nuestros pacientes tengan
una nueva base segura para poder enfocar la vida de una manera distinta. Tan importante o más que las técnicas y conocimientos
que apliquemos será la relación que establezcamos para restituir las heridas en
la autoestima que se produjeron durante los primeros años de vida.
Según Dworkin (2005) hay varios factores que determinan cómo
nos relacionamos con los demás y que son importantísimos en la relación entre
el paciente y el terapeuta:
El reflejo de orientación: Es la respuesta de atención
que tenemos ante cualquier estímulo, sea positivo o negativo. En nuestra
consulta se produce con la primera impresión, en el primer encuentro. Posteriormente
cuando notamos que hay algo que destaca en la comunicación verbal o corporal.
La valoración: Estaría relacionada con la amígdala y es
la evaluación que hacemos cuando hay un nuevo estímulo para decidir si es
anodino o resulta interesante. En la práctica clínica sería la valoración
que hace el paciente de nosotros, cuando nos observa y valora si mostramos
interés o nos aburrimos, si estamos concentrados o dispersos. En la
consulta resultará vital mostrar el máximo interés porque, como hemos
visto, este tipo de pacientes vendrán con valoraciones sobre sí mismos, de
vergüenza, y que nadie está interesado en ellos, por lo que son extremadamente
sensibles a cualquier muestra que ellos valoren como de rechazo.
Cada vez que haya alguna revelación que consideremos que
al paciente le cuesta darnos, debemos reforzarla muy positivamente para
animarle a que puede compartir con nosotros cualquier cosa sin temor a resultar
aburridos o ser rechazados.
Modelos mentales: Son los esquemas que creamos para
poder entender cómo funciona el mundo y que repetimos una y otra vez de forma
inconsciente. En terapia nuestro trabajo será muchas veces cambiar estos
modelos mentales a otros más adaptativos.
Activación: Es la reacción que se provoca en el cerebro del paciente
tras la valoración de atracción o de rechazo. Respecto al terapeuta es lo
que hará que el paciente se sienta cómodo en las sesiones y abierto a nuestras
sugerencias y a mostrar intimidades, miedos.
En el caso de que provoquemos rechazo crearemos
situaciones de bloqueo que tendremos que trabajar intensamente para poder
llevar la terapia a buen puerto.
Estados mentales: Se refiere al modo de actividad
cerebral (los modelos internos de trabajo) que se producen en un
momento determinado. La creación de estos estados de una forma positiva
(de forma negativa es lo que hace el paciente en su vida diaria) en la consulta
pueden provocar una regulación cognitiva y emocional que le ayuden a sentirse mucho
mejor en su vida diaria. En muchos casos estos estados vendrán provocados
por diferentes partes emocionales que toman el control en
diferentes momentos de estrés.
Resonancia: Es la forma más profunda de vinculación emocional. Es
cuando nos conectamos emocionalmente con el paciente, y este percibe que
entendemos y comprendemos sus necesidades y preocupaciones. Es muy
importante resaltar que en muchos casos es importante no resonar excesivamente.
El paciente no quiere a un terapeuta que no pueda soportar sus traumas o que
llore con él en la terapia. Tenemos que resonar con nuestros pacientes, pero no
dejarnos afectar en exceso. Muy poca resonancia con el paciente puede ser
tan negativa como demasiada.
Co-regulación: Es cuando permitimos que al resonar con el paciente tanto
este como el terapeuta cambien sus estados emocionales. Es también el acuerdo
de la demanda de la terapia, el acuerdo del precio de las citas o aclaración de
malentendidos. Es una sincronización de objetivos. En los estadios de la
infancia es el proceso vital del apego, el niño busca co-regularse con los
cuidadores y el paciente buscará co-regularse con el terapeuta.
Alineación: Es cuando cambiamos para poder aproximarnos al estado
del otro. A veces se puede hacer de forma interesada y otras puede ocurrir
de forma natural. Por ejemplo, si vemos a un paciente que siente vergüenza
podemos bajar la vista unos segundos para hacerle sentir más cómodo y después
volver a mirarlo para que sienta que no tiene de qué avergonzarse.
Flexibilidad de la respuesta: La mayoría de las
patologías se basan en patrones rígidos conductuales, emocionales o
cognitivos que no pueden cambiar y nosotros debemos tratar de modificar esa
rigidez haciendo que el paciente valore nuevas formas de enfocar el problema.
En muchas ocasiones los terapeutas podemos sentirnos frustrados porque
nuestras terapias no tienen efecto o nos irrita algo de nuestros pacientes y es
importante que seamos flexibles en la forma de actuar.
Es importante resaltar que también forman parte de la
relación terapéutica las obligaciones por parte del paciente, como son
cumplimiento de las condiciones que se hayan pactado de pagos, horarios, puntualidad,
anulación de citas, etc., el miedo a romper la alianza puede llevar al
terapeuta a no explicar con claridad todos estos temas o a evitarlos en caso de
incumplimiento lo que llevará a una frustración del terapeuta que perjudicará
el tratamiento. Una vez más insisto que con el paciente debemos resultar empáticos,
pero también hay que saber poner límites en la relación terapéutica.
Resulta obvio que si lo que provocó el origen del trastorno
fue la ruptura de la relación diádica del paciente cuando era niño con sus
cuidadores, nosotros en nuestra práctica clínica vamos a tratar de fomentar
una relación que sustituya a la anterior creando una base segura para poder
expandirla a diferentes situaciones en su vida diaria. Según el psicoanálisis
en esa relación diádica entre terapeuta y paciente se van a dar imágenes especulares
que serán un reflejo de vivencias anteriores de ambos.
Conceptos
importantes a tener en cuenta: como la transferencia, la contratransferencia y
el trauma vicario (Wallin, 2015):
A) Transferencia: Término
heredado del psicoanálisis que significa la función psíquica mediante la
cual un sujeto transfiere inconscientemente y revive, en sus vínculos nuevos, sus
antiguos sentimientos, afectos, expectativas o deseos infantiles reprimidos... (Tomado
de Wikipedia).
Si, como hemos visto, ha sido la ruptura del vínculo de
apego quien creó los cimientos de la falta de confianza y posterior ansiedad
del paciente, en nuestra consulta debemos crear unos vínculos sanos que
reemplacen esas experiencias tempranas por otras de aceptación y valía «... los
terapeutas debemos mostrar una receptividad similar (a la de unos buenos
padres) con los pacientes cuya experiencia interna interpersonal resulta tan amenazadora,
sobre todo porque ellos tienen muy poca capacidad de comprensión compasiva
consigo mismos, muy poca conciencia de su propia intencionalidad y muy escasa
confianza de que sea posible gestionar su experiencia...» (pág. 67, Wallin,
2015).
Uno de los elementos más importantes a trabajar con los
pacientes será la vergüenza, ya que estos sentirán un profundo miedo al
rechazo por parte del terapeuta, igual que lo sintió en su pasado.
Tendremos que trabajar socavando poco a poco las resistencias sin dejar que
el paciente se sienta presionado ni que perciba que no nos interesa su problema
ya que estos pacientes resultan extremadamente suspicaces en sus
relaciones personales (defensas). Cada vez que se produzca alguna
revelación que sintamos que ha sido importante para el paciente debemos
reforzarla, agradeciendo el esfuerzo que ha debido suponerle y la confianza que
han puesto en nosotros.
En mi práctica terapéutica me he encontrado multitud de situaciones
que el paciente tenía miedo de comentarme por miedo al rechazo, miedo a
asesinar a unos sobrinos, miedo a mirar a los genitales de otras personas,
impotencia sexual o haber tenido relaciones sexuales con un hermano, haber
sufrido abusos sexuales... En todos los casos reacciono de la misma manera agradeciendo
la confianza que han mostrado hacia mí y tratando de normalizar lo que me han
contado. Primero empatizando con lo doloroso que les ha debido resultar
vivir con eso dentro y explicando que no ha podido evitarlo, no tenía
herramientas para manejar eso de otra manera.
Debemos ser realistas explicándoles que nosotros solo
vamos a ser compañeros en su camino, pero que la parte más importante la
tendrán que hacer ellos.
B) Contratransferencia.
Si la transferencia es lo que los pacientes ponen inconscientemente en los
terapeutas, este término se refiere a lo que ponemos nosotros en nuestra
relación con los pacientes. Todos sentimos que hay pacientes que nos
resultan más aplicados, otros que hacen que las sesiones se hagan eternas o que
hagan que nos sintamos frustrados porque no avanzan o tienen en cuenta nuestras
directrices terapéuticas.
Con los pacientes que tienen ataques de pánico, fobias
sociales o miedos irracionales es muy fácil que el terapeuta se sienta muy
frustrado por no entender de dónde provienen esos miedos o la incapacidad de
los pacientes para poder enfrentarse a ellos.
Algo que también puede ocurrir es que el paciente
confiese algo que le resulta muy doloroso contar y que el terapeuta no sea
capaz de permanecer empático. Este tipo de pacientes son expertos en ver
rechazo donde ni siquiera lo hay; si perciben en nosotros algo de vergüenza o
rechazo hacia ellos, poder recomponer la alianza terapéutica va a suponer un
esfuerzo enorme. Con esto no quiero decir que debamos permitir faltas de respeto
incumplimientos en las condiciones pactadas, etc. pero sí que hay que extremar
las precauciones para ver las necesidades de los pacientes más allá de lo que
ellos expresan.
Hay una cuestión que resulta muy personal dentro de la
contratransferencia que son las auto- revelaciones del terapeuta respecto a
situaciones en las que ha sentido miedo o vergüenza y cómo las vivió y
resolvió. Si bien, estas pueden ayudar al paciente a normalizar sus emociones,
en exceso puede resultar perjudicial por ver al terapeuta débil.
Es esta una cuestión muy personal que estará marcada por
la intuición y preferencias del terapeuta. Obviamente el tipo de apego del
terapeuta resultará muy importante en la relación terapéutica, uno más
evitativo se mantendrá emocionalmente más alejado del paciente mientras que uno
más ambivalente puede empatizar mucho más con las emociones y vergüenza que le
trae a consulta, a veces incluso demasiado.
C) Trauma vicario o
fatiga por compasión: Sería la traumatización que sufren los profesionales
que trabajan en temas relacionados con la salud de otras personas, estar en contacto
con personas que sufren o escuchar historias de dolor, puede afectar por una excesiva
empatía al terapeuta haciéndole perder eficacia o simplemente contaminando su esfera
privada.
Uno de los mayores miedos de cualquier terapeuta es perder a
un paciente de forma drástica porque decida acabar con su vida. El suicidio de
un
paciente es algo a lo que todos los terapeutas estamos
expuestos. Los pacientes que acuden a nuestras consultas lo hacen con un
profundo malestar y
con mucha urgencia en resolver sus problemas y debemos tener
cuidado para que no nos contagien con su ansiedad y su urgencia en solucionar
el trastorno con excesiva rapidez (Leeds, 2012). El profesional de la salud
debe ser empático, pero no dejar que sea el paciente el que marque la agenda de
la terapia.
Los pacientes pueden poner muchas expectativas (muchas veces
mágicas) en el terapeuta y sentirse muy frustrados si la terapia no va al ritmo
que esperaban o pueden tratar de cuidarlo y querer entrar en la vida privada
del terapeuta.
En otros casos vamos a sentir mucha empatía por pacientes
que han sufrido todo tipo de abusos a lo largo de su vida, no pueden trabajar
debido a sus problemas y no pueden costearse el tratamiento o nos hacen sentir
como las únicas personas que se han preocupado por ellos en toda su vida.
Los terapeutas que tienen tendencias cuidadoras pueden
sobreimplicarse en la terapia, permitiendo llamadas telefónicas a cualquier
hora, aceptando ir a casa del paciente o no cobrando las sesiones, el resultado
será muy probablemente que el terapeuta esté cada vez más frustrado por la
falta de avances y agotado respecto al paciente, lo que acabará perjudicando a
ambos.
Quizás lo más recomendable para el terapeuta sea
chequearse periódicamente y si percibe que cuando piensa o está con el paciente
siente ansiedad tendrá que evaluar qué le está ocurriendo y si es necesario
buscar supervisión para volver a recolocarse en su lugar en la terapia.
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