EL APEGO: AUTORREGULACIÓN EMOCIONAL
Si bien es indudable que la genética desempeña un papel fundamental en el
desarrollo mental, sabemos por los estudios
de epigenética que los genes también pueden ser influidos por condiciones ambientales.
Por ejemplo, la predisposición genética a producir
mayores cantidades de cortisol o
de serotonina está muy influenciada por cómo se sentía la madre durante el embarazo y los primeros meses de vida del bebé (Yehuda,
2016).
Las relaciones que establecemos con nuestras figuras
de apego nos ayudan a entender cómo vemos el mundo, cómo vivimos los
conflictos y cómo nos relacionamos con los demás. Bolwby (1993) define la
conducta de apego como «... cualquier forma de conducta que tiene
como resultado el que una persona obtenga o retenga la proximidad de otro
individuo, diferenciado y preferido, que suele ser concebido como más fuerte o más
sabio» (pág. 292). Pero el apego es más que la proximidad física; incluye
también la necesidad de una conexión emocional, a partir de la cual el niño
obtiene la seguridad necesaria para explorar su entorno.
Los «modelos internos de trabajo» que creamos durante la
infancia y guardamos en nuestra memoria implícita determinan la forma
en que vemos el mundo y cómo esperamos que este se comporte con nosotros.
Contienen las expectativas que tenemos respecto a nosotros mismos, a las
personas significativas y a nuestras relaciones con ellas. Estos modelos
aprendidos en la infancia van a ser vitales en la edad adulta porque van
a determinar el modo en que nos relacionamos con los demás (Pietromanco y Feldman,
2006).
Los niños que han tenido figuras de apego disponibles y
atentas a sus necesidades, crearán una representación de sí mismos como
personas válidas. Aquellos que hayan tenido figuras de apego inconsistentes o
abusadoras desarrollarán una sensación del self como defectuosos o no válidos
(Cassidy, 2000).
Si cerramos los ojos y dedicamos unos segundos a recordar a
las personas más cercanas de nuestra infancia, experimentaremos diferentes
sensaciones: amor, miedo, asco, admiración, etc. Aquellas personas con las que
nos sentíamos seguras son las que nos generaron una sensación de calma que nos
ayudó a sentirnos aceptados e importantes. En cambio, las personas que nos
provocan sensaciones desagradables cuando las recordamos son aquellas que nos
hacían sentirnos en alerta. El miedo o la alerta resultan incompatibles con un
desarrollo mental sano.
Desde el momento del nacimiento, el bebé mantiene contacto y
se relaciona con factores internos (sensaciones) y externos, tales como los
cuidadores y los objetos físicos. Todos estos aspectos se interrelacionan e
influyen mutuamente para construir un sentido del yo.
Para poder estudiar la relación del niño con los cuidadores,
Ainsworth y sus colaboradores (1978), muy influenciados por Bowlby, realizaron
una serie de experimentos para evaluar cómo se comportaban los niños cuando se
inducía una situación de miedo y poder así estudiar la reacción de los niños y
su relación con los progenitores.
Las relaciones del individuo están marcadas por las
relaciones de apego con las otras personas, los objetos externos y las
sensaciones propias. Para poder conseguir una regulación emocional sana se
tiene que producir un equilibrio correcto entre estos tres factores.
Este experimento consta de dos partes:
·
La primera, se visitó a la madre y al niño (de
unos 18 meses de edad) en el hogar y se observó cómo se relacionaban entre sí.
·
La segunda parte se realizó en el laboratorio,
induciendo situaciones de estrés en el niño y observando cómo reaccionaba con
respecto a su madre.
Ambos se encontraban en una habitación; el niño jugaba con
juguetes mientras la madre observaba. Pasados unos minutos entraba un extraño
que permanecía con ambos unos minutos y luego la madre abandonaba la habitación.
Al poco tiempo, la madre regresaba y el extraño se retiraba. Unos minutos más
tarde, la madre se marchaba de nuevo y dejaba al niño completamente solo
durante otro par de minutos (Hill, 2015).
A raíz de los resultados, establecieron tres tipos de apego
en función de la relación del niño con la madre. Demostraron que la
sensibilidad materna es el determinante de la calidad de apego a los 12 meses.
Las madres inconsistentes tienen hijos ansiosos, las madres que rechazan
tienen hijos que evitan y las madres sensibles tienen hijos seguros.
Posteriormente, vieron que algunos niños no entraban en
ninguna de las clasificaciones anteriores y crearon otra categoría adicional
más, el apego desorganizado.
En investigaciones posteriores, dedujeron que el apego de
los niños coincidía casi siempre con el de los padres. En EL 70% de los casos,
se produce el mismo tipo de apego hacia ambos progenitores y en el 30% restante
puede haber estilos diferentes de apego con el padre o la madre, abuelos,
hermanos u otros familiares (Feeney et al.,2001).
Estrategias asociadas a los diferentes tipos de apego tanto
en los niños como en los cuidadores (Holmes, 2011)
TIPO DE APEGO |
ESTRATEGIA PROGENITOR |
ESTRATEGIA EVOLUTIVA NIÑO |
Apego seguro (tipo B) |
A largo
plazo, capaz y con voluntad de invertir mucho esfuerzo por
la responsabilidad de cuidar del hijo. |
Maximiza el aprendizaje
a largo plazo. Mantiene
la inversión del progenitor
“sano”. |
Apego evitativo (tipo A) |
A corto
plazo, sin voluntad de invertir en el hijo. Desinterés
o rechazo del hijo. |
Maximiza la supervivencia
a corto plazo. Evita
al progenitor no protector o cuidador. |
Apego inseguro (ambivalente) (tipo C) |
Corto plazo, incapaz
de invertir energía en el hijo. Esfuerzos
de ser buen progenitor, pero con recursos inadecuados. Incoherente,
preocupado, pero no rechaza al hijo. |
Maximiza la maduración
a corto plazo. Mantiene la inversión
de roles. Hay parentificación. |
Apego desorganizado (tipo D) |
Ninguna o
muy poca inversión en el hijo. La figura de
apego es también fuente de maltrato o miedo. |
Mantiene
mucha energía en la defensa,
no puede madurar. Falta de
coherencia en la acciones
de la vida, parejas... |
Las cuatro fases que tienen
lugar durante el desarrollo del niño con los cuidadores en relación al apego
son (Bolwby, 1995):
Fase de preapego (primeros 2 meses):
·
Son las conductas que se activan en el bebé independientemente
de la figura de apego.
·
Son indiscriminadas e innatas, es decir instintivas,
y se producen en presencia de cualquier figura humana (p.ej., orientar la mirada
hacia una persona, dejar de llorar ante la cercanía de un adulto o sonreír).
Fase de formación del apego (de los 2 a los 6 meses):
·
El bebé puede reconocer a la madre frente
a otras personas desconocidas.
·
Las conductas anteriores se enfocan cada vez más
exclusivamente en la madre.
·
Si la madre no es capaz de regular
emocionalmente al niño, se activarán simultáneamente los circuitos del apego y
el miedo, con efectos desastrosos para el desarrollo emocional del niño.
Fase de apego (de los 6 meses a los 3 años):
·
En esta etapa se consolida la relación de apego
con la madre y los cuidadores principales.
·
Se produce el desarrollo del hipocampo,
que comenzará a regular la activación de la amígdala.
·
Se desarrollan plenamente otros tres sistemas
conductuales que van a ser muy importantes el resto de la vida.
a)
Sistema defensivo: Son las reacciones de miedo o
cautela frente a personas o situaciones desconocidas. El niño usa a los
cuidadores como base y refugio seguro, y puede comenzar a valorar el
origen y la intensidad de las amenazas.
b)
Sistema afiliativo: Es la consolidación del afecto
con las figuras próximas que se convertirán en figuras de apego. Si estas no
cubren las necesidades del niño o son fuente de amenaza (es decir, activan el
sistema del miedo), el niño no podrá desarrollar los sistemas de regulación
emocional.
c)
Sistema exploratorio: Permite al niño poder ir creando
poco a poco su independencia. Está muy relacionado con el sistema del miedo,
ya que si este se activa, resultan imposibles la exploración y el juego. Si la
figura de apego es ansiosa y/o sobreprotectora, no permitirá al niño
desarrollar su autonomía, lo que provocará falta de recursos y autoestima en la
edad adulta.
Fase de formación de una relación mutua (de los 3 años en
adelante):
·
Con la aparición del lenguaje, el niño aprende a
internalizar comportamientos sociales y empieza a tener control sobre
sus impulsos.
·
Se consolida la autorregulación en relación con
los demás.
Estas cuatro fases son muy importantes para que se den dos
aspectos que son fundamentales para el desarrollo sano de la mente del niño, la
afiliación/apego y la exploración. Estos dos sistemas permiten al niño sentirse
querido y seguro para poder jugar y explorar. Si hay miedo, la exploración es
imposible y se busca la cercanía de los cuidadores. Si estos son también fuente
de la amenaza, el niño se encontrará en una situación paradójica de búsqueda de
cercanía y alejamiento simultáneamente. En casos graves, llevará al colapso y
la disociación.
Si el cuidador es ansioso, el niño percibirá que la
exploración puede ser peligrosa e inhibirá las conductas de juego y autonomía.
Cuando llegue a la pubertad, no tendrá los recursos necesarios para ser una
persona segura y relacionarse con los demás de forma adecuada.
Si el cuidador es frío y el niño no se siente querido y validado, tendrá
problemas de autoestima y confianza en sí mismo.
Bowlby (1983)
sugirió que hay tres circunstancias que determinan la relación entre el apego y
la posterior aparición de trastornos en la edad adulta:
• Cuando uno de los padres muere (o ambos) y
el niño no percibe control sobre los acontecimientos, desarrolla una sensación
de desesperanza e impotencia sobre cualquier evento traumático
posterior.
• Cuando el niño es incapaz de desarrollar
(tras muchos intentos) una relación de apego seguro con sus
progenitores desarrollará una sensación de ser defectuoso. Cuando
se produzcan acontecimientos de pérdidas o rechazo en su vida posterior, la persona
percibirá que es defectuosa.
• Cuando los padres dan al niño el mensaje de que es
incompetente o no merece ser amado, este desarrollará una valoración
de sí mismo como de una persona que no merece amor y, por tanto, a la
que nadie podrá amar.
La
sensación de seguridad y la ausencia de miedo permiten que el niño pueda tener
un apego seguro. Cuanto menor sea la seguridad y mayores sean el miedo o la
alerta, más patológicas serán las relaciones de apego con los cuidadores.
Ejemplo: Una paciente llegó a consulta aquejada de una fuerte ansiedad
y un miedo generalizado a casi todo. Emprender cualquier tarea o hacer
algo que se saliera de lo habitual se podía convertir en un suplicio de miedo y
ansiedad. Al preguntarle por su relación con su madre, me dio un ejemplo
que resultaba muy significativo. «Mi padre trabajaba por las noches y mi madre
era muy asustadiza. Así que en verano, cuando mi padre se iba a trabajar a las
8 de la noche, mi madre bajaba todas las persianas y nos decía que era de noche
y que había que dormir y ella se metía en la cama y se tapaba entera hasta la
cabeza por su miedo a estar sola. En invierno era más fácil de llevar, pero en
verano, cuando aún era de día, yo escuchaba a las niñas jugar en la calle y me
sentía fatal de no poder tener una madre como las demás».
Ejemplo: Un paciente de unos 40 años. Impresionaba por sus buenos
modales; eran excesivos, casi podría decir empalagosos. Todo era corrección
y daba la impresión de ser una persona que se estaba conteniendo
constantemente. Su demanda era que se sentía solo y no entendía por qué no
conseguía tener una relación de pareja como otros hombres de su edad. Nunca
había tenido novia, ni tan siquiera un flirteo. Su relación con las mujeres
se reducía exclusivamente a prostitutas. Era muy difícil conseguir
que diera detalles sobre su infancia. Su madre era viuda y su padre
murió cuando él era muy pequeño. Se criaron los dos solos, sin familiares
que ayudaran a su madre. No recordaba tener amigos en la infancia ni
haber sufrido ningún trauma importante. A la pregunta de cómo era la relación
con su madre, me contestó que era una persona muy religiosa (recordaba
que rezaban juntos el rosario todas las noches) y muy estricta en relación a
la comida, el orden o la limpieza. Cuando le pregunté si podía recordar
alguna muestra de cariño de su madre, no fue capaz de darme un solo ejemplo.
Estos dos casos nos muestran dos
formas patológicas de relaciones interpersonales con los cuidadores. En
el primer caso, el miedo de la madre impedía que la paciente pudiera sentirse
como una niña normal y hacer lo mismo que hacían sus amigas. En el segundo
caso, la vida de Antonio era un desierto emocional en el que no había
una sola muestra de afecto; lo único importante eran las formas de cara a los
demás. Ambos casos resultan igual de traumáticos: uno por exceso
de protección y el otro por falta de amor.
Los niños con un apego más evitativo sacrifican la
cercanía para evitar el rechazo o la agresión; el niño aprende que tiene
que valerse por sí mismo y no puede confiar en los demás. En cambio, los
que tienden a un apego ansioso o ambivalente, se aferran al cuidador
incluso en ausencia de peligro por una hiperactivación de la conducta de apego.
Aprenden que es peligroso estar solos o sin un protector cerca. En
el apego desorganizado se produce un acercamiento-alejamiento
de las figuras de apego que provoca la imposibilidad de crear una base
segura (Holmes, 2001).
El tipo de relación que se establece con los cuidadores
determinará el tipo de apego en el niño:
BAJA
EVITACIÓN |
·
Apego seguro ·
Apego ansioso-resistente |
ALTA EVITACIÓN |
·
Apego evitativo ·
Apego desorganizado |
BAJA ANSIEDAD |
·
Apego seguro ·
Apego evitativo |
ALTA ANSIEDAD |
·
Apego ansioso-resistente ·
Apego desorganizado |
Los dos factores principales son el grado de evitación (falta de
afecto) de la familia y el grado de ansiedad (alerta o miedo).
Balbi (2008) defiende
dos modelos diferentes dentro del apego ansioso:
Estilo hiperprotector:
·
Son los padres que están permanentemente
asustados y con miedo a que le pase algo al niño.
·
Suelen ser padres fóbicos o con trastornos de personalidad.
·
Las explicaciones que dan sobre por qué tienen
que hiperprotegerlo incluyen razonamientos como «el mundo es un sitio muy
peligroso», «si a ti te pasara
·
algo malo, yo me moriría», «me gusta mucho estar
contigo y no quiero quedarme sola».
·
No se ejerce una coerción directa, pero sí un
chantaje emocional que hace que el niño no pueda independizarse del progenitor
y perciba la coerción como una muestra de cariño de los padres.
Estilo coercitivo o amenazante:
·
Mantienen la cercanía con amenazas, haciendo
saber al niño que, si se aleja, podría ocurrirle algo malo o grave al padre.
·
Se da una relación de apego invertido
(parentificación) en la que el hijo es quien tiene la obligación de cuidar al
padre.
En ambos casos, el niño sentirá que ha de tener la
cercanía de los padres para sentirse bien, pero a su vez estará encadenado con
miedo de alejarse de ellos y, por lo tanto, no podrá desarrollar las conductas
exploratorias necesarias para un correcto desarrollo emocional.
El apego seguro permite al niño regularse
emocionalmente en contacto con los cuidadores y sentir que hay afecto.
El apego evitativo implica una carencia de afecto y el apego ansioso no
permite al niño regularse porque los padres no saben hacerlo.
MODELO DINÁMICO DE
MADURACIÓN
Patricia Crittendern, alumna de doctorado de Mary Ainsworth,
creó a partir del modelo de su maestra otro más complejo al que llamó Modelo
Dinámico de Maduración (DMM, por sus siglas en inglés)
Según Crittendern (2015), existe una relación directa
entre las estrategias de apego que se adquieren en la infancia y la selección
de pareja en la adolescencia y en la edad adulta. Sobrevivir a la infancia
primero y poder reproducirse después son los dos objetivos vitales de la
especie humana. El niño vivirá con un tipo de apego u otro en función de dos
criterios:
• Fuente de información: cognitiva versus afectiva
(racional o emocional). Esta se relaciona sobre “cuándo” se puede esperar
algo bueno (un beso) o algo peligroso (enfado y crítica). Estaría relacionado
con las áreas corticales.
• Grado de integración de la información: integrada versus
no integrada. Está relacionada con las áreas subcorticales y hace relación
lo malo-bueno. Es decir de bienestar-malestar.
Se pueden dar las
siguientes circunstancias:
A)
La cognición y el afecto se desarrollan de forma integrada.
·
Es lo que conocemos como apego seguro (tipo B).
·
Estos individuos utilizan de forma equilibrada
tanto las áreas subcorticales relacionadas con las emociones como las
corticales relacionadas con el control y la cognición.
·
Saben adaptarse a las circunstancias y son
flexibles en las respuestas.
·
Pueden estar cerca y alejarse de forma sana de
sus cuidadores.
·
Cuando se enfrenten a situaciones de estrés en
la edad adulta, son capaces de elaborar respuestas B)Bequilibradas que
impliquen a las áreas racionales y emocionales del cerebro.
B)
Los individuos con un patrón evitativo (tipo A) utilizan la
cognición como forma de enfrentarse a la incertidumbre y a la falta de afecto.
·
Predomina el uso de las áreas corticales.
·
Los niños con esta estrategia de regulación organizan
su conducta cognitivamente, a partir de las respuestas predecibles de los
padres, e inhiben la manifestación del afecto negativo haciendo lo que
creen que los padres esperan de ellos, intentando no ser una molestia o una
carga (que es como se sienten).
·
En la edad adulta, querrán tener todo bajo
control y la ansiedad aparecerá cuando esas estrategias de control fallen o se
vean desbordadas.
Ejemplo: Un paciente con éxito en lo profesional y un
gran deportista, que corre maratones y considera que su vida es feliz. Viene a
terapia de pareja obligado por su mujer con la que lleva casado 3 años y con la
que tiene un hijo de un año. Él considera que la terapia no es necesaria y que
en realidad no tienen ningún problema. Cuando le pregunto a su pareja por qué ha
decidido hacer la terapia, me contesta: «No puedo más, es demasiado control en
todo. Son demasiadas manías con el orden, con la limpieza, con los horarios;
tengo la sensación de que nunca hago nada bien. Nunca hay un momento para el
placer o para dejarnos llevar. Todo son obligaciones y control. Es muy bueno,
pero nunca hay un abrazo, un beso o un momento para algo romántico. Ni siquiera
es cariñoso con el niño». Le pregunto a él que opina de todo esto y responde:
«Yo hago lo que creo correcto, pago mi parte de las facturas, no bebo, no voy con
otras mujeres... Ya no sé qué más hacer. Yo no tengo ningún problema. Es verdad
que no soy cariñoso, pero es que en mi familia nunca hemos sido de besos o
abrazos, con hacer las cosas bien era suficiente».
C)
Los individuos ambivalentes o ansiosos (tipo C) dan predominio a la
emoción, a las áreas subcorticales.
·
La cognición se usa poco y no planifican,
como modo de regularse contra la incertidumbre de no saber si esperar algo
bueno o malo.
·
Utilizan un afecto exagerado para
relacionarse con los cuidadores.
·
Aprenden a alternar emociones de cólera y
sumisión.
Ejemplo: Una paciente viene a consulta después de llamar
tres veces preguntando dudas sobre la eficacia de la terapia. Ha ido a muchos
psicólogos y ninguno ha podido ayudarla. Está cansada de terapias y me deja claro
desde el primer momento que soy su última esperanza.
—¿Qué te trae a la consulta? ¿En qué puedo ayudarte?
—Tengo muchísima ansiedad. No puedo dormir. Mi novio
creo que va a dejarme porque cada vez que estamos juntos es para discutir
y cuando no estoy con él lo llamo pidiéndole que me perdone. Me arrepiento
mucho de las cosas que le digo cuando estoy enfadada, pero es que cuando estoy
con él me pongo de los nervios.
—¿Con quién vives ahora?
—Con mi madre. Es muy nerviosa y yo creo que lo que me pasa
es en gran parte culpa de ella. Siempre está con miedos. Que si me voy a quedar
sin trabajo, que tenga cuidado por la calle, que si no le gusta mi novio.
Siempre ha sido así, recuerdo cuando tenía 12 o 13 años y mis amigas salían
juntas en pandilla los sábados y a mí no me dejaba ir porque decía que era
peligroso.
·
El individuo da prioridad a las emociones
porque resulta muy difícil predecir qué va a ocurrir. Basa su estrategia en
buscar contacto emocional y físico constante. No soporta la separación
de los cuidadores y siempre siente miedo y ansiedad.
·
Cuando sea adulto percibirá que es incapaz de
tener el control.
·
Sentirá ansiedad constantemente y no sabrá cómo
crear estrategias para poder regularse y disminuirla.
·
Pueden ser adultos que desconfíen de las
intenciones de los demás o extremadamente confiados: no existe término medio.
D)
El niño con un apego desorganizado no podrá dar prioridad a ninguna
área cerebral debido a que las personas que deben protegerle son la fuente de
la amenaza.
·
Mostrarán conductas extremas, desde la
ausencia total de emociones hasta una labilidad emocional excesiva.
·
Serán niños acosadores o acosados.
·
En la edad adulta, serán personas problemáticas
con situaciones de riesgo en aspectos académicos, laborales, familiares.
·
En mujeres, se desarrollará una tendencia
a sufrir trastorno límite de la personalidad y, en varones, conductas
antisociales.
Ejemplo: Una chica de 26 años muy delgada, con ojeras y aspecto
descuidado, que da la sensación de sufrir mucho. Tiene trabajos eventuales y no
puede pagarse la terapia, pero una tía suya («la madre que nunca he tenido») le
obliga a venir y le paga el tratamiento.
—¿Cuál es el momento más feliz que recuerdas de tu vida?
—¿El momento más feliz? No recuerdo mucho de mi infancia.
Pero sí recuerdo que me dio mucha pena cuando me fui del hospital por una
operación de anginas que me hicieron con 8 años. Quizás los 15 días que pase
ahí son los más felices de mi vida.
—Una estancia en el hospital y más con esa edad es algo
muy traumático.
—Tú no lo vas a entender. Yo ahí tenía niños con los que
jugar, las enfermeras me cuidaban. Mis padres venían a verme a diario y no se
peleaban nunca cuando estaban allí. Incluso un día me trajeron un peluche que
todavía guardo. Lo malo fue cuando salí del hospital; volví a casa y vi que
todo seguía igual. Las peleas de mis padres, las drogas en casa, darme palizas
por cualquier cosa...
Crittenden redefinió el concepto de «sistema interno de trabajo»
de Bowlby y lo denominó «representaciones disposicionales». Son las representaciones
que se crean el niño entre el contexto y los cuidadores, junto con la
expectativa de la respuesta que obtendrá como resultado de sus acciones. Estas
representaciones van cambiando con la edad a medida que cambian las amenazas y aparecen
nuevos recursos (Crittendern, 2015). Para esta autora, las experiencias tempranas
harán que el niño busque unas estrategias de regulación durante la infancia para
relacionarse con los cuidadores. Estas se usarán en la adolescencia a la hora de elegir pareja
y, posteriormente, se consolidarán en la edad adulta.
El modelo presenta diferentes estrategias que irán cambiando
o consolidándose en tres fases diferenciadas como son la infancia, adolescencia
y madurez. Crittenden (2015) clasifica cada tipo de apego a su vez en
diferentes subtipos.
Crittenden (2015) opina que los tres tipos de apego
principales pueden ser divididos a su vez en subtipos que definen de forma más
exacta los mecanismos de regulación en función de los recursos y las amenazas.
No comparte el modelo desorganizado y lo sustituye por el tipo AC o A/C.
TIPO |
DENOMINACIÓN |
DESCRIPCIÓN NIÑOS |
A1-2 |
Socialmente superficial |
·
Idealizan a las figuras de apego al no
integrar sus cualidades negativas (A1) o denigrando el yo (A2). |
A3 |
Cuidador compulsivo |
·
Se protegen a sí mismos protegiendo a sus
figuras de apego. ·
Durante la niñez intentan alegrar (usando
afecto positivo) a aquellas figuras de apego que perciben como tristes o
deprimidas |
A4 |
Obediente compulsivo |
·
Tratan de protegerse haciendo todo lo que creen
que los padres quieren que haga, especialmente cuando estos son
amenazantes o están enfadados. ·
Muchas veces piensan que solo serán queridos
si sobresalen en algo. |
A5 |
Promiscuos afectivos y sexuales |
·
De niños han aprendido a no confiar en los
demás y se relacionan de forma superficial, sin afecto. ·
Los adultos de este modelo tienden a
mantener relaciones superficiales tanto de afecto como sexuales. ·
Esta estrategia aparece en la adolescencia
cuando las relaciones íntimas se pueden percibir desde la traición. |
A6 |
Autosuficiencia compulsiva |
·
Se protegen no confiando en nadie más que
en ellos mismos. ·
Esto los protege de los otros. pero a costa de
pagar el precio de la soledad. ·
Evitan la intimidad en la edad adulta. |
A7 |
Idealización delirante |
·
Han sufrido mucho maltrato en la infancia y
se protegen imaginando que las figuras que los han maltratado los protegerán.
·
Este patrón solo se da en la edad adulta. |
A8 |
Yo inexistente |
·
Debido al abuso en la infancia, en la edad
adulta se protegen haciendo lo que creen que los otros quieren. |
B1-5 |
Seguros y equilibrados |
·
Integración de las predicciones temporales y
de afecto. ·
Tienen una amplia gama de comportamientos
adaptativos. ·
En la edad adulta transmiten seguridad a su
pareja y a su descendencia. |
C1-2 |
Intimidante/desvalido |
·
Divide, exagera y alterna un despliegue
de sentimientos negativos para atraer la atención y manipular a los demás. |
C3-4 |
Agresivo/indefenso fingido |
·
Suelen alternar agresividad con aparente
indefensión, para hacer que los otros obedezcan por temor o ayuden por
miedo a que no puedan valerse por sí mismos. |
C5-6 |
Punitivo/Seductor |
·
Están obsesionados con la venganza y/o
obsesionados con el rescate. ·
Culpan a los demás de sus problemas y exageran
su afecto negativo. ·
Esta estrategia se desarrolla en la
adolescencia. |
C7-8 |
Amenazante/Paranoico |
·
Implica la voluntad de atacar a cualquiera
combinado con el temor a todos. ·
Sería un narcisismo o una paranoia extrema. |
A/CAC |
Psicopatía/TLP |
·
Estos individuos toman los patrones más
extremos de A y C: Mezclan el engaño con la distorsión de la realidad. |
En función de si las estrategias son más de control (tipo A) o emocionales
(tipo C) o apego seguro (tipo B)
A medida que aumenta la amenaza y/o disminuyen los recursos disponibles,
se pueden dar subtipos de apego distintos con rasgos de personalidad
diferentes. El proceso es dinámico a lo largo de la vida: algunos subtipos de
apego aparecerán en la infancia, otros en la adolescencia y otros en la edad
adulta. Estos subtipos pueden variar en el tiempo por una relación de amistad o
de pareja, o por una relación terapéutica, que permita no sentirse amenazado
y/o que ayude a potenciar los recursos existentes. Esto hará que el individuo
pueda modificar su tipo de apego en sentido ascendente hasta llegar a lo que se
conoce como «apego seguro adquirido» (Feeney y Noller, 2001).
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