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LA VERGÜENZA

 

LA VERGÜENZA

La vergüenza y la culpa son emociones secundarias universales en los seres humanos (Etxebarria, 2003).

La vergüenza cumple una función social: regular nuestro comportamiento frente a los demás e inhibe emociones o comportamientos negativos.

Las causas de la vergüenza difieren en función de variables personales, religiosas y culturales.

La vergüenza se experimenta en los primeros años de vida en relación con los cuidadores y es una activación del parasimpático que sirve para inhibir un

comportamiento que se vive como erróneo (Schore, 1994; Nathanson, 1992). Al regañar a sus hijos, la mayoría de las veces de forma controlada, los padres les generan una sensación de vergüenza y malestar con el fin de educarlos y evitar conductas peligrosas o inapropiadas. Estos recuerdos de inhibición y falta, si son recurrentes, se almacenan a largo plazo en forma de memoria somática.

En el apego seguro (Tipo B), estas rupturas momentáneas del vínculo de apego resultan sanas y permiten un aprendizaje y una autonomía del niño, que aprenderá paulatinamente a regularse por sí mismo en el ámbito social en ausencia de sus cuidadores.

En el apego evitativo (tipo A), el niño acomoda su comportamiento a lo que cree que sus padres esperan de él. Su comportamiento se basa en la inhibición de sus deseos. Al dar prioridad a las partes corticales, es capaz de evitar las sensaciones de malestar. A veces el precio a pagar son enfermedades somáticas, ansiedad o conductas compulsivas como adicciones o anorexia en la edad adulta, por la incapacidad para afrontar sensaciones que fue necesario disociar.

Los individuos con apego ansioso (Tipo C), como hemos visto, tienen dominancia de las áreas subcorticales, lo que les lleva a sentir en demasía. Basan su conducta en sus sensaciones y están permanente activados. Tienden a sufrir trastornos de pánico, obesidad o bulimia, ansiedad generalizada y depresión.

La sensación de vergüenza patológica va siempre relacionada con la creencia de «no valgo», es decir, soy defectuoso. Esta percepción distorsionada de la realidad se compensa con acciones que ayuden a reducir el malestar.

Gradiente de dos tipos de personalidad muy comunes para reducir la sensación de malestar:

A)    Cuidador

Pertenece al tipo A. Puesto que el niño ha aprendido que no es válido, generalmente porque no se han atendido sus necesidades, puede esforzarse en demasía por valer; es decir, puede cuidar y preocuparse de los demás como forma de ser aceptado.

«Ya que nadie te va a querer por lo que eres, puede que te quieran por lo que haces».

Estas conductas suelen estar muy potenciadas por los cuidadores (profesores, padres, hermanos, etc.) ya que suelen ser niños muy buenos que no resultan nada conflictivos. El problema es que cuanto más se esfuerzan por agradar a los demás, más difícil es que vean y sientan sus necesidades, que son incapaces de expresar.

La rabia y el malestar durante la infancia (y posteriormente en la adolescencia y edad adulta) quedan totalmente disociados, evitando el conflicto a toda costa por miedo a ser rechazados. Suelen tener mucho miedo a la separación afectiva real o imaginaria.

En este tipo de personas, la vergüenza se manifiesta siempre en forma de disculpas, atenciones no pedidas, etc. Presentan frecuentemente somatizaciones y ansiedad, y buscan un médico o psicólogo que les ayude a atenuarla, sin ser conscientes de que son su comportamiento y sumisión constantes los que provocan el malestar.

Las principales características de las personas con un patrón de conducta cuidador son:

Preocupación excesiva porque los demás estén bien, por supuesto por encima de su propio bienestar. Caen con mucha frecuencia en conductas ansiosas.

Negligencia en el autocuidado.

Sensación de culpa y vergüenza constantes. Nunca consideran que son suficientemente buenos o que han hecho todo lo que debían por los demás.

• Evitan el conflicto a toda costa, haciendo concesiones muy importantes con tal de que no haya problemas.

Observan a los demás para poder evaluar cómo deben sentirse ellos, son los típicos pacientes que cuando entran en la consulta están más preocupados de cómo está el terapeuta que de cómo están ellos.

Ejemplo: Una paciente hija única, tiene 28 años y vive con su madre, que quedó viuda cuando ella era pequeña. Le hago ver que solo la forma de expresarlo es peculiar, no es que ella haya perdido a su padre, es que su madre se quedó viuda. La demanda es que le ayude a explicarle a su madre que quiere irse de la casa y vivir sola. Cada vez que intenta explicarle que quiere independizarse, su madre le hace un montón de reproches y la chantajea para que no se vaya, del tipo «¿Dónde vas a estar mejor que aquí?», «¿Qué voy a hacer sola sin ti?» y el archiconocido «¿Así me pagas todo lo que he hecho por ti?».

Las situaciones de inversión de roles, negligencia en el cuidado por parte de los progenitores y abandono real o emocional, llevan al niño a vivir constantemente invirtiendo mucha energía en sostener el vínculo de apego, lo cual crea unas características fisiológicas, conductuales y emocionales que hacen que desarrolle una alta ansiedad ante cualquier estímulo que le suponga una amenaza, sobre todo en cuanto a su vinculación emocional con los demás. Desde niños, aprenden a vivir analizando cómo se sienten los demás, gastando mucha energía en estrategias con el fin de sentir que no hay conflictos. Aprenden a vivir preocupados por los demás, lo que hace que sientan miedo a la hora de explorar el mundo, y que a la vez no puedan estar tranquilos cerca de los demás por miedo a ser rechazados.

B)    Narcisista

Al igual que en el caso anterior, el niño ha aprendido que nadie va a atender sus necesidades, pero al dar predominio a las áreas más corticales puede evaluar el mundo de una forma fría y poco emocional. Es como si pensara:

 «Ya que nadie va a cuidarme, solo yo podré cuidar de mí mismo».

Estos individuos no sienten la vergüenza en la adolescencia y edad adulta, porque de pequeños fueron incapaces de tolerarla (Neborsky, 2001).

Igual que en la personalidad del cuidador compulsivo, aquí hay mucha rabia, pero, a diferencia del caso anterior, se mostrará hacia fuera, tratando de que todos hagan lo que él quiere y vivan para él. La ansiedad no existe porque no gasta ni un segundo en observarla, pero cuando aparece la vive de una forma intolerable. Estos pacientes son muy reacios a acudir a consulta y cuando lo hacen es porque el malestar es intolerable o porque son obligados por algún familiar.

A menudo pueden maltratar a familiares y amigos como forma de lograr sus fines sin importarle las consecuencias (tendencia a la psicopatía). Harán cualquier cosa con tal de no sentir la sensación de no ser válidos.

Ejemplo: Un paciente ha trabajado toda su vida como médico en la administración pública y está a punto de jubilarse. Acude a terapia porque tiene un dolor en el pecho muy fuerte que sus compañeros descartan que sea orgánico. Está muy enfadado con ellos porque considera que no toman en serio su malestar; también está muy enfadado con el sistema andaluz de salud porque considera que ha trabajado mucho y no le recompensan dándole una jubilación que considera merecida. También está molesto con su mujer y su hija porque no le dan los cuidados que necesita y se quejan de que él protesta mucho. Está enfadado con los políticos porque no ayudan a solucionar los problemas del país y no se habla con casi nadie de su familia por un problema con la herencia de su padre.

T: ¿Seguro que tiene usted razón en todo? Pero, ¿no ha contado con la posibilidad que quizás lo que tiene usted es ansiedad debido a que está en continua tensión?

C: Por eso vengo, porque todo el mundo me insiste que tengo que ir a un psicólogo, pero yo no le veo a esto ningún sentido.

Yo, como psicólogo, empiezo a sentir que también se está enfadando conmigo.

Las principales características de las personas con personalidad narcisista son:

No empatizan. Aparentemente no necesitan a nadie.

Fingen no tener ningún miedo al rechazo.

Autocuidado patológico que no tiene en cuenta las necesidades de los demás.

La sensación de culpa y vergüenza existe, pero muy profunda. Nunca están satisfechos y exigen cada vez más a los demás.

No tienen aparentemente miedo al conflicto, pero evalúan bien si la otra persona puede ser un rival o actuará de forma sumisa. Suelen relacionarse con personas cuidadoras que atienden todas sus necesidades.

 

 

VERGÜENZA

 

Cuidador

·         Preocupado por los demás

·         Rabia no expresada

·         Busca ayuda

 

Narcisista

·         Preocupado por sí mismo

·         Expresa enfado constantemente

·         No necesitan a nadie

 

     En este sentido se pueden dar rasgos de personalidad totalmente distintos para tolerar y evitar la sensación de poca valía, en relación con uno mismo y con los demás. Es otro ejemplo de cómo en psicología podemos llegar a situaciones opuestas partiendo del mismo síntoma.

Cuando la vergüenza (sensación de poca valía) se vuelve una sensación muy molesta, los niños desarrollan patrones de personalidad diferentes para poder tolerarla. En un extremo pueden evitar a toda costa el conflicto y en el otro puede serle completamente indiferente cómo se sientan los que le rodean. En una forma sana se encontraría un equilibrio entre los dos extremos, lo que conocemos como alguien «egoísta»: un individuo que es capaz de cuidar de sí mismo y que, al mismo tiempo, tiene en cuenta las necesidades de los demás.

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