MENTALIZACIÓN
El proceso terapéutico se basa en dos grandes aspectos:
·
la relación de apego (alianza
terapéutica) que se establece entre el paciente y el terapeuta
·
la capacidad de mentalización de ambos
para poder lograr un equilibrio mental y físico que traiga salud al paciente.
La mentalización es la función reflexiva
que permite observarnos a nosotros y a los demás con sus estados mentales, que
incluyen deseos, objetivos, valores o actitudes (Fonagy y Luyten, 2014).
Cuando nace, el bebé
depende completamente de sus cuidadores y van a ser ellos el espejo en el que
va a mirarse para posteriormente verse a sí mismo. La imagen que vea reflejada
en sus cuidadores será la que internalice como su verdadero yo.
Si los padres son capaces de mentalizar, esto
es, de regularse emocionalmente a sí mismos y de hacerlo con los demás,
el niño tendrá una base segura desde la que explorar el mundo y un
refugio seguro al que regresar cuando haya incertidumbre. Si esto no ocurre, el
niño tendrá que buscar estrategias de
autoregulación diferentes para poder
sentir que tiene capacidad de controlar su entorno (Hart, 2011).
La mentalización tiene lugar
en las relaciones paterno-filiales, en la escuela, en las amistades o en las
relaciones de pareja.
Ejemplo: Un profesor de Secundaria de 34 años que viene a consulta por
una depresión que le deja agotado y sin energía. Siempre ha sido una persona
muy deportista y esta astenia le molesta doblemente. Su pareja viene con él y
se ve desde el primer momento que hay una gran complicidad entre ellos. Le pido
a ella que espere en la sala de espera y me quedo a solas con él. Cuando le
pregunto sobre su pasado, lo primero que me dice es que a los psicólogos nos
encanta hablar de la infancia y que la suya fue un desastre con un padre
alcohólico y una madre agotada con fibromialgia.
T: ¿Qué tal tu relación de pareja?
C: Eso es lo mejor que me ha pasado en la vida, desde que
nos conocimos y nos enamoramos somos un apoyo mutuo el uno para el otro Los dos
tenemos familias muy complicadas y no podemos contar con ellos. Cuando estoy a
su lado, me siento completamente seguro. Tenemos nuestras diferencias, por supuesto,
pero sé que de alguna manera las superaremos.
T: A los psicólogos nos gusta decir que con ella te sientes
visto, que puede leer dentro de ti.
C: Es exactamente eso.
Dentro de las diferentes partes de nuestra personalidad,
Fonagy (Lorenzini & Fonagy, 2013) describió inicialmente un yo reflexivo u
observador interno de la vida mental. Sin este observador no somos capaces de
diferenciar las experiencias subjetivas de las realidades objetivas. Cuando
hay una inundación de emociones que nos impiden razonar o pensar con claridad,
no se pueden evaluar las diferencias entre sentimientos y hechos (Allen,
2013). El apego y la mentalización son dos conceptos que van totalmente unidos,
ya que los padres capaces de regularse emocionalmente ayudan a sus hijos a
hacerlo.
Cuanto más seguro haya sido el apego, mayor capacidad de
mentalización encontraremos en los niños, tanto en su infancia como a lo
largo de toda su vida.
La capacidad de mentalización en la adolescencia y la edad
adulta se basan en los sistemas de regulación del afecto que tuvimos en la
infancia. En los trastornos subyacen experiencias y aprendizajes que han tenido
una carga emocional muy fuerte desde los primeros años de vida y que han provocado
una necesidad de alerta constante y, consecuentemente, de estrategias de regulación
para poder mantener una estabilidad emocional. En muchos casos estas se convierten
en la patología.
Como podemos ver en la siguiente figura, los padres se
relacionan de forma diferente con sus hijos en función de su propio tipo de
apego. Los padres, al servir como un espejo donde se refleja el niño,
generan unas variables psicológicas diferentes en el niño en función de cómo se
vea reflejado en las mentes de los padres.
Diferencias de los padres en relación con los hijos según tengan un
apego seguro o inseguro
Padres apego seguro |
·
Interés y curiosidad por los estados internos
del niño ·
Comprender que los estados mentales de uno
influyen en los estados mentales del niño a lo largo de toda su vida ·
Entender la dificultad de poder conocer estos
estados, no frustrarse |
Padre apego inseguro |
·
Dificultad para jugar con el niño y
coordinarse con sus necesidades ·
Tendencia a hacer interpretaciones erróneas de
las intenciones del niño, generalmente de tipo negativo ·
Tendencia a creer que se conoce perfectamente
los estados internos del niño sin ser así ·
Falta de interés en todo lo relativo a las
necesidades del niño |
Hay cuatro variables que
son fundamentales a la hora de describir los procesos de mentalización (Fonagy
y Luyten, 2014):
Automático-voluntario: Los seres humanos, ante
situaciones de alerta, crean estrategias de regulación para soportar la incertidumbre.
Estas pueden ser adaptativas o volverse rígidas y patológicas. En estos casos,
se convierten en patrones automáticos. Los individuos con alta capacidad de mentalización
pueden aumentar su repertorio de conductas y emociones para actuar de forma
flexible y voluntaria frente a diferentes circunstancias.
Enfocado interna-externamente: Los individuos
con una alta capacidad de mentalización pueden reconocer los estados
emocionales internos tanto de sí mismos como de los demás. Las personas con
una alta mentalización son capaces de no desbordarse por estados internos
negativos y no ser siempre suspicaces o miedosos frente a las reacciones de los
demás.
Orientado a uno mismo-orientado a otros: Las
personas que han sentido culpa y vergüenza en la infancia encuentran que sus
relaciones con los demás pueden resultar muy dolorosas y crean estrategias para
protegerse del malestar. La estrategia más común es cuidar de los demás
(cuidador) o cuidar solo de uno mismo (narcisista). Por ejemplo, la persona
intuye que no merece ser amada por sí misma y necesita hacer cosas por los
demás para ser aceptado o, en el otro extremo, no espera nada de nadie y
considera que todo el mundo debe cuidarlo (narcisista).
Cognitivo-afectivo: Los padres, en función de su
propia mentalización, influirán en sus hijos. En función de sus aprendizajes tenderán
a dar más importancia a los valores cognitivos o a los afectivos. Ser capaces
de variar de un enfoque más racional a otro más emocional y viceversa en
función de las circunstancias es muy importante para lograr una regulación
emocional, tanto interna como en relación a los demás.
Nuestro objetivo en la terapia será ayudar a los
pacientes a aprender a «mentalizar», enseñarles a hacer aquello que no pudieron
aprender en los primeros años de vida. Como figuras de apego transitorias,
los terapeutas debemos darles el espacio y la confianza para que puedan conocerse,
ayudándoles a entender sus problemas y dándoles las herramientas para lograrlo.
Con la mentalización, flexibilizamos los patrones que se han vuelto rígidos
y patológicos, y los transformamos en adaptativos y flexibles. Mentalización
es flexibilidad; lo opuesto a las estrategias de control que son rígidas y
automáticas.
Recordar algo es crear un recuerdo nuevo y la
presencia de un terapeuta que genera confianza puede ayudar a reprogramar el
valor emocional de lo que ocurrió. Los hechos no pueden cambiarse, pero
sí la valencia emocional asociada a ellos. Esto permite flexibilizar los
patrones de respuesta en el presente ante situaciones que recuerden a hechos
del pasado.
Gran parte de lo que ocurrió en los primeros años de vida
permanece en la memoria implícita (inconsciente) de forma procedimental y
egosintónica. Las inmersiones de los clientes en las sensaciones del pasado
en presencia del terapeuta permiten revivir lo que ocurrió, integrándolo en la
memoria explícita. Para poder mentalizar debemos trabajar con los recuerdos
tanto implícitos como explícitos; integrándolos podemos utilizar la memoria
de trabajo. Solo los seres humanos tienen la capacidad de
«mentalización».
Una vez que los pacientes se sienten seguros con nosotros,
como terapeutas y personas, sus patrones de conducta se irán haciendo más
flexibles y podrán acceder a sus recuerdos sin miedo, de una forma integrada
(cognitiva y emocionalmente); no habrá necesidad de seguir reprimiéndolos o
disociándolos. Esto les permitirá utilizar recursos más sofisticados para
resolver situaciones del presente. Paradójicamente, devolvemos a los
pacientes una sensación de control sobre cosas que antes sentían como
incontrolables y que, por lo tanto, ya no necesitan controlar.
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