MODELO COGNITIVO PARA
EL TRATAMIETO DE LA ANSIEDAD
La terapia
cognitivo-conductual se basa en la idea de que la depresión, la ansiedad y
la ira son consecuencia de pensamientos negativos distorsionados en el aquí y
el ahora.
Esta teoría
explica por qué nos sentimos como nos sentimos, pero no aborda varias
cuestiones importantes:
• ¿Por
qué son algunas personas tan vulnerables a los cambios dolorosos de estado de
ánimo, mientras otras dan la impresión de ser felices y confiadas siempre y por
naturaleza?
• ¿Por
qué las diversas personas son vulnerables a diversos tipos de problemas? Por
ejemplo, algunas personas nos hundimos cuando nos critican, mientras que otras
se ponen furiosas cuando alguien les corta el paso en el tráfico.
• ¿Cómo
se explica el momento de aparición de los episodios de depresión, de ansiedad o
de ira y qué es lo que desencadena, de entrada, estos episodios?
Aquí es donde
intervienen las creencias contraproducentes (CCP). Sus actitudes
y sus valores personales explican sus vulnerabilidades psicológicas. Cuando
haya determinado usted sus CCP, sabrá exactamente por qué se trastorna y
cuándo es probable que se trastorne en el futuro.
Existen
dos tipos básicos de CCP: las CCP individuales y las CCP interpersonales.
Las creencias contraproducentes
individuales
Las CCP individuales suelen
ser ecuaciones de autoestima que le dicen lo que tiene que ser o que
hacer para convertirse en un ser humano como es debido. La fórmula básica sigue
el esquema:
«Necesito X para sentirme feliz y realizado».
X puede
ser la perfección, los logros, el amor o la aprobación de los demás. He aquí
algunos ejemplos de creencias contraproducentes individuales:
• Perfeccionismo:
usted cree que siempre debe intentar ser perfecto. Siempre que fracasa o que
no alcanza un objetivo, se riñe sin piedad y se dice que no es tan bueno como
debería ser.
• Perfeccionismo
percibido: cree que tiene que impresionar a todo el mundo con su talento o con
sus logros para que le aprecien y le acepten. Cree que sus amigos y sus colegas
no le respetarán si descubren que usted tiene algún defecto o que es
vulnerable.
• Adicción
a los logros: usted basa su autoestima en su inteligencia, en su talento,
en sus logros o en su productividad.
• Adicción
a la aprobación: cree que necesita la aprobación de todos para valer la
pena. Siempre que alguien lo critica o lo desaprueba, usted se pone a la
defensiva y se siente amenazado.
Las creencias
contraproducentes interpersonales
Las
creencias contraproducentes interpersonales conducen a conflictos con otras
personas. Suelen ser expectativas
acerca de lo que sucede en las relaciones personales estrechas e íntimas.
Dan forma a nuestra manera de entender lo
que tenemos que hacer para ser amados y respetados, y de
cómo nos
tratarán las demás personas. He aquí algunos ejemplos:
• Inculpación:
usted cree que es inocente y que la persona con la que no se lleva bien es
la culpable de los problemas en sus relaciones personales.
• Verdad:
usted está convencido de que tiene razón y de que la otra persona se
equivoca.
• Prerrogativas:
usted cree que la gente tiene que pensar, sentir y comportarse tal como
usted espera. Cuando no lo hacen así, se enfada y se siente frustrado.
• Adicción
al amor: cree que la única felicidad verdadera se alcanza al ser amado por
una persona que a usted le importa. Cree que si lo rechazan o si se queda solo,
estará condenado a sufrir sentimientos de vacío y de falta de valor.
• Sumisión:
cree que usted tiene que satisfacer las necesidades y las expectativas de
todo el mundo, aunque para ello tenga que hacerse desgraciado a sí mismo. El
amor se convierte en una forma de esclavitud, porque usted siente que siempre
tiene que dar, dar, dar, para ser amado.
• Narcisismo
percibido: usted cree que las personas que le importan serán centradas en
sí mismas, explotadoras y frágiles. Siente que jamás podrá ser abierto ni
espontáneo, ni decirles cómo se siente por dentro porque se escandalizarán y lo
rechazarán.
• Fobia
a los conflictos: usted cree que la ira, los conflictos y los desacuerdos
con las demás personas son peligrosos y deben evitarse.
Diferencia entre un
pensamiento negativo y una CCP
Muchas
personas no comprenden la diferencia entre un pensamiento negativo y una CCP. Sus
CCP están presentes siempre, pero los pensamientos negativos sólo salen
a la luz cuando usted está trastornado.
Supongamos,
por ejemplo, que usted tiene una adicción a los logros. Esto significa que basa su autoestima
en su productividad, en su estatus social, en su inteligencia o en sus logros.
Mientras las cosas le marchen bien en sus estudios o en su carrera profesional,
se sentirá razonablemente feliz y satisfecho. Pero en cuanto fracase o no
alcance sus objetivos, será vulnerable a cambios dolorosos del estado de ánimo.
En ese punto, se le inundará la mente de pensamientos negativos tales como:
«Soy un
fracasado. ¿Por qué he metido la pata de esa manera? ¡No debería haber cometido
ese error!».
Sus
vulnerabilidades pueden ser diferentes. Por ejemplo, si tiene usted una adicción al amor,
se sentirá razonablemente feliz y realizado mientras mantenga una relación
amorosa con una persona que le importe. Pero si se siente solo, rechazado o no
amado, puede caer en una depresión grave porque se siente sin valor.
Identificar
sus creencias contraproducentes es algo más que un mero ejercicio de
autoconocimiento.
Cuando
modifique usted esas creencias, será mucho menos vulnerable a los cambios
dolorosos de estado de ánimo en el futuro. Disfrutará de más creatividad, productividad, alegría e
intimidad.
Puede
localizar sus propias CCP por medio de la técnica de la flecha descendente:
Seleccione
un pensamiento negativo de su registro diario de estado de ánimo y trace bajo
el mismo una flecha descendente. La flecha sirve de símbolo que representa
preguntas como la siguiente:
«Si este
pensamiento fuera cierto, ¿me trastornaría? ¿Qué significaría para mí?».
Cuando
usted se haga estas preguntas, le vendrá a la mente un nuevo pensamiento negativo.
Escríbalo justo debajo de la flecha y dibuje otra flecha por debajo de él.
Formúlese de nuevo los mismos tipos de preguntas. Si repite este proceso varias
veces, generará una cadena de pensamientos negativos. Cuando usted repase estos
pensamientos, podrá determinar con facilidad sus creencias contraproducentes.
Le
enseñaré cómo funciona. Un joven llamado Rasheed estudiaba para ser piloto y
estaba nervioso porque tenía que hacer el examen de la Administración Federal
de Aviación (FAA). Aunque Rasheed era el primero de su clase, estaba nervioso y
tenso constantemente porque se preguntaba:
«¿Y si
suspendo el examen?».
Es bueno
convertir las preguntas retóricas del tipo «Y si en afirmaciones cuando se
trasladan a la columna de «Pensamientos negativos» del registro diario de
estado de ánimo. Así podrá desmentir con más facilidad ese pensamiento.
Rashee escribió
«Puedo suspender el examen» en su registro diario de estado de ánimo.
Pedí a
Rasheed que trazara una flecha descendente por debajo de este pensamiento y le
dije:
—Rasheed,
sabemos que eres un gran estudiante, de modo que lo más probable es que hagas muy
bien el examen. Pero vamos a suponer lo contrario. Imaginémonos que
verdaderamente suspendes el examen de la FAA dentro de seis meses. ¿Qué
significaría eso para ti? ¿Por qué te trastornaría eso?
—Entonces,
quedaría mal delante de mis compañeros —dijo.
Le dije
que escribiera esto bajo la flecha y que pusiera otra flecha debajo. Después,
le pregunté:
—Y
entonces, ¿qué? Supongamos que suspendes el examen y que quedas mal delante de
tus compañeros. ¿Qué significará eso para ti? ¿Por qué te trastornaría eso?
—Entonces,
me perderían el respeto —dijo él.
Yo le
pedí que escribiera eso también y que pusiera otra flecha debajo. Repetimos
este proceso varias veces hasta que acabamos con el pensamiento: «Eso
significaría que yo no valgo nada».
En
general, uno ya ha terminado con la técnica de la flecha descendente cuando
llega a un pensamiento como éstos:
• Eso
significaría que no valgo nada.
• Eso
significaría que la vida no vale la pena.
•
Entonces no podría volver a ser feliz nunca.
Éstas
son las CCP de Rasheed encontrados:
•
Perfeccionismo.
•
Perfeccionismo percibido.
•
Adicción a la aprobación.
• Adicción
a los logros.
•
Falacia del foco.
•
Falacia del reguero de pólvora.
Estas
creencias son extremadamente comunes en las personas que padecen ansiedad
por la actuación.
La
preocupación de Rasheed no se debía al hecho de que debía hacer el examen, sino
a su manera de pensar en ello. Al parecer, basa su autoestima en sus logros y
en recibir la aprobación de todos.
Es muy
perfeccionista y supone que sus compañeros de clase serán tan dados a juzgar y
a criticar como él. Se siente como si estuviera actuando en un escenario, bajo
la luz de un foco, y como si tuviera que impresionar a sus amigos para que
éstos le apreciaran. También cree que sus amigos son como clones, que reaccionarán
todos exactamente de la misma manera, de modo que si uno de ellos lo desprecia,
todos lo despreciarán. Naturalmente, estas actitudes lo someten a una presión
enorme.
Si
bien las CCP siempre contienen un fondo de verdad, tienden a ser muy engañosas.
En
primer lugar, Rasheed era el primero de su clase, de manera que no era muy probable
que suspendiera el examen. Un cierto porcentaje de los estudiantes que hacen el
examen de la FAA suspenden la primera vez, pero se les permite examinarse de
nuevo, de modo que las ideas catastrofistas de Rasheed no eran realistas. No
era verdad que su carrera profesional fuera a hundirse ni que su vida fuera a
parar a la basura si no aprobaba el examen al primer intento. Además, lo más
probable era que los compañeros de Rasheed estuvieran mucho más dispuestos a
aceptarlo que lo que él se imaginaba, y que se preocuparan mucho más de su
propia actuación que de la de Rasheed.
Le
propuse que preguntara a varios compañeros si se sentirían desilusionados con
él si suspendía el examen y si tenía que presentarse otra vez. Se enteró que
sus compañeros se preocupaban por el examen tanto como él y de que les
representaba un alivio saber que él se sentía igual que ellos, ya que siempre
aparentaba mucha confianza. Al final, Rasheed aprobó el examen al primer
intento y con muy buena nota.
La
técnica de la flecha descendente es fácil de aprender y puede aportarle
enseguida una gran riqueza de información valiosa sobre sus propias actitudes y
creencias. Parta siempre de un pensamiento negativo de su registro diario de
estado de ánimo. No tiene importancia qué pensamiento
sea el
que elige; por lo tanto, elija uno que tenga interés para usted. Trace bajo el
pensamiento una flecha descendente y pregúntese a sí mismo: «Si esto fuese
verdad, ¿qué significaría para mí? ¿Por qué me trastornaría?». Le vendrá a la
cabeza un pensamiento nuevo, que podrá apuntar debajo de la flecha.
Si repite este proceso varias veces, llegará por fin al fondo. Repase entonces la lista de creencias contraproducentes comunes:
Normalmente, sus CCP serán evidentes. Este ejercicio
le ayudará a comprender por qué es usted vulnerable a los tipos de problemas de
estado de ánimo que le han estado molestando. Naturalmente, no bastará con sólo
comprenderlo. Hay que desarrollar un sistema de valores más gratificante.
¿Cómo modificará usted
una creencia contraproducente (CCP)?
El proceso tiene tres pasos:
1. Realice
un análisis de costes-beneficios (ACB): éste es siempre el primer paso. No
se sentirá motivado para cambiar la creencia hasta que no vea que los
inconvenientes son mayores que las ventajas.
2. Revise
la creencia: vea si es capaz de encontrar una creencia nueva que conserve
todas las ventajas, pero elimine los inconvenientes.
3. Ponga
a prueba la creencia: en muchos casos podrá realizar un experimento para
ver si la CCP primitiva era realista o válida. Aquí es donde usted convierte la
comprensión intelectual en verdadero cambio emocional a nivel visceral.
Paso 1. El análisis de
costes-beneficios
Por
ejemplo, la creencia: «Siempre debo intentar ser perfecto».
¿Se le
ocurren algunas ventajas de este esquema mental?
Pregúntese:
«¿De qué
manera me ayudará esta actitud?», «¿Cuáles son los beneficios de pensar de esta
manera?».
Escriba
la lista en la columna de «Ventajas». Después, pregúntese de qué manera le hará
daño este esquema mental. ¿Cuáles son las deventajas de intentar ser perfecto?
¿Qué precio pagará por creer eso? Haga una lista de costes del perfeccionismo
en la columna de «Desventajas».
Recuerde
que lo que debe escribir es una lista de las ventajas y las desventajas de
intentar ser perfecto o de basar su autoestima en ser perfecto. No escriba
una lista de las ventajas y de las desventajas de ser perfecto. Lo más
probable es que ser perfecto no tenga ninguna desventaja, pero
¡no es
posible serlo!
Enumere
todas las ventajas y las desventajas de
intentar ser perfecto.
Cuando
haya terminado, sopéselas y escriba en los dos círculos de la parte inferior
dos números que sumen 100. Si las ventajas son mayores que las desventajas, el
número del círculo de la derecha será mayor. Recuerde que a veces una ventaja
fuerte pesa más que muchas desventajas, y viceversa.
Si
las ventajas de una creencia son mayores que sus desventajas, eso significa que
esa actitud le da resultado, por lo que probablemente no haya motivo para
modificarla o para renunciar a ella. Si sus desventajas son mayores, eso
significa que la creencia no le está dando muy buen resultado. En tal caso,
podrá revisarla.
Paso 2. Revisar la
creencia
Cuando
haya caído en la cuenta de que las CCP tienen siempre un lado saludable y un
lado malsano, la tarea de modificarlas le resultará más fácil. No tiene por qué
sentir que sus valores personales son completamente irracionales y ridículos, y
tampoco tiene que renunciar a todas sus creencias.
En vez
de ello, puede llevar a cabo una cierta puesta a punto mental que le permita
liberarse de la parte negativa de cualquier CCP mientras conserva lo que ésta
tiene de positivo.
Vamos a
suponer que las desventajas de intentar ser perfecto son mayores que las
ventajas.
¿Qué
podría decirse a sí mismo en vez de «Siempre debo intentar ser perfecto»?
Escriba aquí sus
ideas
antes de seguir leyendo:
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Solución
Existen
muchas maneras de revisar cualquier CCP, incluso la del perfeccionismo. He aquí
un planteamiento posible:
No tiene
nada de malo que intente hacer un trabajo excepcional, pero si intento ser
perfecto tendré mucho estrés, preocupaciones y desilusiones. Cuando cometa un
error o no consiga un objetivo, no tengo por qué sentirme humillado ni sin
valor. Siempre hay posibilidades de mejorar. Puedo optar por ver mis errores
como oportunidades para el aprendizaje y para el desarrollo personal.
Si usted
adoptara esta actitud, lo único que dejaría de tener sería mucho estrés, mucha
tensión y muchas dudas. Hasta podría acabar siendo todavía más productivo y
creativo porque se sentiría más relajado y porque su autoestima no estaría
constantemente en peligro.
Paso 3. Poner a prueba
la creencia
La
revisión de la CCP conduce al cambio intelectual y le aporta algo en que
apoyarse, pero es posible que, muy dentro de sí, siga creyendo que la CCP es
cierta.
Por
ejemplo, aunque se dé cuenta de que su perfeccionismo le hace estar deprimido y
angustiado, quizá siga sintiendo que debe intentar ser perfecto. También puede
creer que le pasará algo terrible si deja de reñirse y castigarse cada vez que
no alcanza sus objetivos. El paso 3 conduce al cambio a nivel visceral. Usted
pone a prueba la CCP para descubrir si tenía alguna validez de entrada.
Un
catedrático de Medicina llamado Nate que tenía una baja autoestima y
sentimientos de inadecuación personal. Un día, Nate me trajo una copia de
su currículo. Me quedé impresionado. Tenía más de sesenta páginas con títulos de
artículos de investigación publicados, premios prestigiosos que había recibido
y conferencias que había pronunciado en congresos importantes en todo el mundo.
Le pregunté cómo podía compaginar su baja autoestima con todos aquellos logros.
Él me dijo que cada vez que miraba su currículo se sentía desanimado y se decía
a sí mismo que los trabajos de investigación de sus colegas eran mucho más
rigurosos e importantes que los suyos. Dijo que sus trabajos parecían «blandos»
y consistían principalmente en estudios teóricos, más que en investigaciones
puras y duras en el laboratorio con verdaderos tejidos. Me dijo: «Doctor Burns,
por muchas cosas que logre, nunca me parecen lo bastante buenas. Tengo la
sensación de estar escalando sin descanso para llegar a la cumbre de la montaña
más alta. Pero cuando alcanzo la cumbre, en vez de tener una sensación de
logro, veo a lo lejos otra montaña más alta y el corazón se me cae a los pies
porque tengo que ponerme a escalar otra vez. ¿Dónde está la recompensa? ¿Cuándo
voy a recoger los beneficios?».
Estaba
claro que el perfeccionismo era una de las CCP de Nate. Se decía a sí
mismo: «Si no puedo hacer algo a la perfección, no vale la pena que lo haga».
Aunque se daba cuenta de que su actitud le estaba desgraciando la vida, no se
animaba a dejarla. Creía que, sin su perfeccionismo, tendría que conformarse
con una vida de mediocridad.
Le
propuse que usara el balance de placer/perfección para poner a prueba
esta creencia.
Le dije
que escribiera en la parte superior de la hoja: «Si no puedo hacer algo a la
perfección, no vale la pena que lo haga», y le pedí que escribiera en la
columna de la izquierda una lista de diversas actividades con posibilidades
de placer, aprendizaje, desarrollo personal o logros. Le animé a que
incluyera una variedad amplia de actividades, y no sólo cosas relacionadas con
su trabajo.
Le pedí
que hiciera una predicción del grado en que cada actividad sería satisfactoria
y gratificante, en una escala del 0% (nada satisfactoria) al 100%
(totalmente satisfactoria). Le recalqué que debía hacer esas predicciones sobre
el papel antes de realizar cada actividad. Después de completar cada
una, podría anotar en qué medida había sido satisfactoria y gratificante cada
una de ellas sirviéndose de la misma escala.
También
le pedí que puntuara la perfección con que realizaba cada actividad
en una escala del 0% (la peor posible) al 100% (perfección absoluta). Así
podría descubrir:
• Si era
verdad que sólo disfrutaba de las cosas que hacía perfectamente.
• El
grado en que sus niveles de satisfacción previstos coincidían con los niveles
de satisfacción reales.
• Qué
actividades eran las más gratificantes y cuáles las menos.
A la
semana siguiente, Nate tenía algunos resultados interesantes que comentarme.
Una de sus actividades había sido pronunciar el discurso de bienvenida a los
nuevos alumnos de medicina. Nate se encargaba de dar ese discurso todos los
años, pues le consideraban el orador con más carisma
de la
facultad.
Nate
había previsto que el discurso resultaría satisfactorio en un 70%, pero su
satisfacción real había sido sólo del 20%. Aquello era sorprendente, teniendo
en cuenta que le habían aclamado todos, puestos en pie, durante medio minuto, y
que él mismo había valorado su nivel de perfección en un 90% en esa actividad.
Le
pregunté por qué era tan bajo su nivel de satisfacción. Él me explicó que, como
siempre le aclamaban puestos en pie, tenía por costumbre cronometrar las
aclamaciones. El año pasado, al final de su conferencia, los alumnos de
medicina le habían aclamado puestos en pie durante más de un minuto. Este año,
sólo le habían aclamado medio minuto. Nate se había sentido desilusionado y
había empezado a temer que estaba en decadencia.
La
segunda anotación en el balance de placer/perfección de Nate resultaba
igualmente curiosa. El domingo por la tarde había descubierto que se había roto
una cañería en su cuarto de baño y se había inundado el suelo. Nate había
decidido intentar arreglarla él mismo en vez de llamar a un fontanero. Su nivel
de satisfacción previsto era de sólo un 10%, ya que no se le daba muy bien arreglar
cosas de casa y no había intentado nunca hacer ningún trabajo de fontanería. Dado
que tuvo que hacer varios viajes a la ferretería para comprar herramientas y
piezas y para pedir consejos sobre cómo hacer la reparación, no consiguió
arreglar la cañería hasta las 10 de la noche. Explicó que cualquier fontanero
la podría haber arreglado en cinco minutos, y por eso había valorado su nivel
de perfección en un 5%. Pero su nivel de satisfacción para esta actividad era del
100%. De hecho, estaba muy contento. Dijo que era la cosa más satisfactoria que
había hecho desde hacía años.
El
resultado del experimento de Nate no concordaba con su creencia de que no valía
la pena hacer las cosas si no las hacía perfectamente. Empezó a darse cuenta de
que había pasado por alto muchas fuentes de satisfacción en su vida, como pasear
por el bosque con su mujer, aunque no eran excursionistas de categoría mundial,
jugar al squash con su hijo, aunque no eran unos campeones, o simplemente salir
con su familia una tarde calurosa de verano a tomarse unos helados.
Este
experimento tuvo una repercusión significativa en los sentimientos de
autoestima de Nate y en su carrera profesional. Me dijo que sus sentimientos de
ansiedad y de inferioridad se habían reducido y que su productividad incluso
había aumentado porque ya no se preocupaba tanto por tener
que
hacerlo todo perfectamente.
Puede
que sus CCP sean muy distintas de las de Nate, pero el proceso básico de
revisarlas y de ponerlas a prueba será semejante. Cuando haya identificado una
CCP que parezca que le está causando problemas, podrá realizar un ACB. Si las
desventajas de la creencia son mayores que sus ventajas, intente modificar la
creencia para poder liberarse de las desventajas mientras conserva las
ventajas. Entonces podrá poner a prueba la creencia para ver si era verdadera.
El tipo de experimento que realizará usted dependerá de la creencia que está
poniendo a prueba y de los tipos de situaciones que le trastornan.
Vamos a
practicar los tres pasos para modificar una CCP. Elija de la lista siguiente
una CCP que le interese:
• Adicción
al amor. No puedo sentirme verdaderamente feliz ni realizado sin ser
querido. Si me rechazan o me quedo solo, me sentiré sin valor y desgraciado.
• Perfeccionismo
percibido. Los demás no me querrán ni me respetarán si ven que soy un ser
humano deficiente.
• Prerrogativas/Inculpación.
La gente debe ser como yo espero que sea.
Ahora,
cumplimente un ACB para la creencia que ha elegido.
Pregúntese
de qué manera le ayudará la creencia y de qué manera le hará daño.
Cuando
haya completado la lista de todas las ventajas y las desventajas que se le
ocurran, escriba en los círculos de la parte inferior dos números que sumen 100
para indicar qué lista le parece más potente.
Recuerde
que debe enumerar las ventajas y las desventajas de la creencia.
Supongamos que está trabajando con la adicción al amor. Trace una lista de las
ventajas y de las desventajas de basar su autoestima y su capacidad para la
felicidad en el hecho de ser amado. ¡No prepare una lista de las
ventajas y de las desventajas de ser amado! ¡Desventajas, no tiene
ninguna! Al menos que a mí se me ocurran.
Pero si
basa usted su autoestima en el amor de los demás, habrá muchas consecuencias
positivas y negativas. En el lado positivo, si usted se siente amado, se
sentirá feliz y sentirá que vale algo. En el lado negativo, el rechazo puede
ser devastador y su necesidad de amor puede ahuyentar a las personas.
Vamos a
suponer que las desventajas de la creencia son mayores que las ventajas. Usted
puederevisar la creencia de modo que las desventajas desaparezcan. Pruebe si es
capaz de revisar la
creencia
de la adicción al amor: «No puedo sentirme verdaderamente feliz ni realizado
sin ser querido.
Si me
rechazan o me quedo solo, me sentiré sin valor y desgraciado». Escriba a
continuación
su
creencia revisada:
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Solución
Una
posibilidad sería revisarla de la siguiente manera:
No es
prudente depender de otra persona para sentirme feliz o valioso, ya que, si esa
persona me rechaza, mi mundo se vendrá abajo. Además, mi necesidad de amor
puede espantar a la gente y minar mis relaciones personales. Estar con una
persona amada es estupendo, pero las cosas que hago por mi cuenta también
pueden ser enormemente gratificantes.
He aquí
otro planteamiento que también podría dar resultado:
Puedo
desear las relaciones amorosas sin necesitarlas. El amor de otra persona
nunca puede volverme valioso y su rechazo tampoco puede dejarme sin valor. Si
una persona está enfadada conmigo, puedo intentar entender cómo se siente y
preguntarle si he hecho algo que la ha irritado o que ha herido sus sentimientos.
Si hablamos, podemos acabar por sentirnos mucho más unidos. Si la persona se
niega a hablar del problema y decide rechazarme, será una desilusión, pero no
el fin del mundo, y desde luego que no quiere decir que yo no valga nada. La
verdad es que más bien daría algo que pensar sobre la otra persona.
Cuando
usted revisa una CCP, tiene mucho lugar para la creatividad y para la
individualidad. Además, si revisa la creencia reflexionando bien, puede incluso
librarse de lo malo sin renunciar a lo bueno. No tendrá que renunciar a nada de
lo que usted valora o en lo que usted cree. Desarrollará un sistema de valores
más robusto y realista que no se le hundirá encima cuando las cosas se pongan
difíciles.
Cuando
haya revisado su creencia, querrá cambiarla a nivel visceral. ¿Qué clase de
experimento puede realizar para poner a prueba la creencia: «No puedo sentirme
verdaderamente feliz ni realizado sin ser querido? ¿Si me rechazan o me quedo
solo, me sentiré sin valor y desgraciado»? Escriba aquí sus ideas:
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Solución
Podría
organizar actividades a solas y actividades con los demás y comparar en qué
medida son gratificantes y satisfactorias. Para realizar este experimento,
utilice la hoja de predicción de placer.
Creencia a poner a prueba |
|||
Actividades planificadas que puedan producir placer,
aprendizaje, desarrollo personal (consigo misma o acompañada. En caso de
acompañada poner con quien |
Previsión de la Satisfacción prevista (0% nada en
absoluto/100% máximo). Se cumplimenta antes y tras realizar la actividad |
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|
|
La técnica del qué
pasaría
La técnica de la flecha descendente
le ayuda a localizar las creencias contraproducentes que lo hacen
vulnerable a la ansiedad, a la depresión y a los problemas en sus relaciones
con las demás personas. La técnica del «Qué pasaría si» le
ayuda a desvelar una fantasía terrorífica que desencadena su ansiedad.
Cuando usted plante cara a esa fantasía, podrá derrotar sus miedos para
siempre.
Kristin
era una mujer divorciada que vivía en Filadelfia con sus dos hijos, de 9 y 11
años. Procedía de una familia destacada y se dedicaba con interés a las
actividades caritativas. Sin embargo, hacía años que padecía agorafobia y no
podía salir de su casa a no ser que fuera acompañada por sus hijos o por un
amigo de confianza.
Le pedí
que cumplimentara un registro diario de estado de ánimo (RDEA) para
enterarme de qué era lo que temía tanto.
El suceso trastornador de su
RDEA era, simplemente, pensar en ir andando sola a la tienda.
Se sentía deprimida,
angustiada, culpable, humillada, deficiente, sola, avergonzada, desanimada y
frustrada.
Se decía a sí misma: «Si voy andando a la tienda yo sola, podría
pasarme algo terrible».
Esta técnica
es semejante a la de la flecha descendente, pero va dirigida concretamente a
la ansiedad. Usted traza una flecha descendente bajo un pensamiento
negativo de su registro diario de estado de ánimo y se formula preguntas tales
como: «¿Y si esto fuera verdad?», «¿Qué es lo peor que podía pasar?», «¿Qué es
lo que más temo?». Le vendrá a la cabeza una fantasía nueva. Escríbala debajo
de la flecha y trace otra flecha por debajo del nuevo texto. Siga formulándose
preguntas del mismo tipo: «¿Y si sucediera esto?», «¿Qué es lo que más temo?».
Si repite el proceso varias veces, le conducirá hasta la fantasía nuclear que
está desencadenando sus miedos.
Pedí a
Kristin que trazara una flecha descendente bajo su pensamiento negativo y le
dije: «Supongamos que decidieses ir andando a la tienda tú sola. ¿Qué es lo
peor que podría pasarte? ¿Qué es lo que más temes?».
Kristin
dijo: «Podría caérseme el pañuelo en la acera sin que me diera cuenta de que lo
había perdido». Yo le pedí que escribiera este pensamiento debajo de la flecha
y que trazara otra por debajo del pensamiento. Nuestra conversación prosiguió
de esta manera:
DAVID:
Supongamos que pasara eso. Se te cae el pañuelo, camino de la tienda. ¿Qué
pasaría entonces?
¿Qué es
lo que más temes?
KRISTIN:
Bueno, podría cometerse un crimen terrible en el mismo lugar donde yo perdí mi
pañuelo. Podrían asesinar a alguien allí.
DAVID:
De acuerdo; escribe eso, pues, bajo la flecha y traza otra bajo el nuevo
escrito. Ahora, supongamos que pasara eso. Dejas caer el pañuelo en la acera y
se comete un asesinato en ese mismo punto. ¿Qué pasa entonces? ¿Qué es lo que
más temes?
KRISTIN:
La policía podría encontrar mi pañuelo en el lugar del crimen y localizarme por
él. Podrían usar muestras de ADN, por ejemplo.
DAVID:
Bueno. Escribe eso y traza otra flecha por debajo. Ahora, vamos a suponer que
la policía encuentra tu pañuelo. ¿Qué pasa entonces?
KRISTIN:
Y bien, podrían llegar a la conclusión de que la asesina he sido yo y
detenerme. No tendría coartada, ya que iba sola.
DAVID:
De acuerdo; supongamos que la policía te detiene y te interroga y que no tienes
coartada. ¿Qué pasaría si sucediera eso? ¿Qué es lo que más temes ahora?
KRISTIN:
Podrían llevarme a juicio y condenarme por asesinato.
DAVID:
¿Y después?
KRISTIN:
Después me encerrarían en la cárcel para el resto de mi vida.
DAVID:
Está claro que a nadie le gustaría pasarse el resto de su vida preso. Pero ¿qué
significaría eso para ti? ¿Qué tiene la cárcel para darte tanto miedo?
Kristin
exclamó entonces: «Mis hijos tendrían que criarse solos, sin su madre. Yo no
estaría allí, a su lado». Se echó a llorar y pareció que habíamos tocado un
punto sensible.
Cuando
Kristin hubo llorado a gusto, le pedí que me hablase más de aquel miedo.
Naturalmente, a ninguna madre le gustaría verse en la cárcel y separada de sus
hijos, pero aquellas circunstancias parecían tremendamente improbables. ¿Por
qué se preocupaba tanto Kristin de sus hijos?
Kristin
me explicó que Tom, su hijo de 11 años, había estado causando problemas en la
escuela. Además, varios vecinos se habían quejado de que alguien había estado
rompiendo ventanas por la noche. Algunos días más tarde, la policía había
pillado a Tom tirando piedras a las ventanas de los vecinos y había amenazado
con enviarle a un centro de menores si no cambiaba. Kristin había recibido
también informes de la escuela según los cuales Tom iba muy atrasado en los
estudios y tenía peleas. Estaba enfadada con Tom, pero no se atrevía a hacer
valer su autoridad.
Había
intentado imponerle disciplina a base de amor y de lógica, pero estas
estrategias no habían dado resultado. También se sentía frustrada porque su ex
marido mimaba mucho a los niños y no le apoyaba en sus esfuerzos por imponerles
disciplina. Sin embargo, Kristin no había expresado estos sentimientos en voz
alta porque ella era una persona muy amable y no quería provocar problemas.
Parece
que detrás de los miedos de Kristin se esconden algunas emociones. En su
fantasía, la condenan por un delito que no ha cometido. Pero, en su fuero
interno, en realidad teme que Tom se esté convirtiendo en un delincuente. Tiene
ira, pero se siente culpable porque cree que todo es por su culpa, y por eso,
en sus fantasías, es ella la que termina en la cárcel. Al mismo tiempo, castiga
a Tom porque éste tiene que criarse sin su madre. Los psicoanalistas llaman a
esto «la
solución masoquista». Dicho de otro modo, usted puede castigar a
alguien con tal de que se castigue a sí mismo todavía más.
Cuando Kristin
esconde bajo la alfombra sus sentimientos de ira, éstos vuelven a salir,
disfrazados de fantasías temibles. Uno puede intentar hacer caso omiso de
su ira, pero ésta vuelve a salir siempre de manera indirecta. La ansiedad es
casi siempre la expresión simbólica de cómo se siente uno por dentro.
Kristin
y yo hablamos de cómo podía imponer disciplina a Tom de manera firme pero
cariñosa.
Ella
estaba deseosa de aprenderlo porque era consciente de que su amabilidad no
estaba dando resultado. También le enseñé cómo podía comunicarse de manera más
práctica con su ex marido para que los dos pudieran dejar de pelearse y
empezaran a trabajar juntos y en equipo. Las habilidades de Kristin para
el trato interpersonal y su confianza en sí misma aumentaron considerablemente.
El
profesor de Tom envió una nota a Kristin informándole de que las notas y la conducta
del chico habían mejorado notablemente, y algunos meses más tarde lo eligieron
delegado de su clase.
Si bien
habíamos resuelto algunos de los problemas que rondaban por debajo de la
superficie,
Kristin
seguía teniendo miedo de salir sola de casa. Tarde o temprano tendría que
plantar cara a ese miedo. Yo la animé a que un sábado por la mañana saliera
sola de su casa y se sentara en un banco de un parque que estaba a varias
manzanas de su casa. Le dije que se quedara sentada en el banco hasta que la
ansiedad se le pasara o mejorara notablemente, aunque tardase una hora o más.
Le dije que podía llevarse un cuaderno e ir anotando cada pocos minutos la intensidad
de su ansiedad en una escala del 0% (ninguna ansiedad) al 100% (pánico puro).
También podría anotar cualquier pensamiento o fantasía temible que tuviera.
Esta técnica se llama «autoseguimiento».
Kristin
dijo que la tarea le parecía terrorífica, pero accedió a probarla porque estaba
determinada a superar su agorafobia. Le dije que si la ansiedad empezaba a
abrumarla, podía distraerse concentrándose intensamente en algo que captase
toda su atención. Kristin dijo que se llevaría su cubo de Rubik por si le hacía
falta.
Llegó
por fin el gran día. Kristin se obligó a ir andando hasta el parque y a
sentarse en un banco. Su ansiedad subió al 90% y la inundaban las fantasías de
que la detenían y la metían en la cárcel. Pero se quedó allí sentada y se forzó
a soportar la ansiedad durante casi veinte minutos.
De
pronto, vio a un policía que estaba a unos quince metros de ella. La ansiedad
le subió al 100% y tuvo un impulso casi irresistible de echar a correr hacia su
casa. Pero recordó su promesa de no marcharse, por muy angustiada que
estuviera, de modo que se puso a mirarse los pies, intentando pasar
desapercibida. Veía al agente por el rabillo del ojo y deseaba desesperadamente
que se marchara.
En vez
de ello, el policía se volvió y empezó a caminar despacio hacia ella. ¡Terror
puro! Kristin sacó su cubo de Rubik y se puso a juguetear con él. Pero el
policía se acercaba cada vez más. De pronto, vio dos zapatos negros en la
acera, ante ella, y comprendió que el agente la miraba fijamente, esperando
algo.
Kristin
comprendió que la habían pillado. Dejó el cubo de Rubik en su regazo y levantó
las manos al frente para que el policía le pudiera poner las esposas. Pero
cuando levantó la vista vio que era el agente O’Reilly, un viejo policía
irlandés al que conocía desde que era niña. El policía le dedicó una sonrisa
amable y le dijo: «¡Buenos días, Kristin! Bonito día. ¡Me alegro mucho de que
salga!».
Los
temores de Kristin se desvanecieron en un instante. Pasó unos minutos charlando
con entusiasmo con el agente O’Reilly y después paseó durante varias horas por
el centro de Filadelfia, haciendo compras y todas las demás cosas que llevaba
años sin poder hacer. Dijo que durante todo ese tiempo no sintió el menor
atisbo de ansiedad. Jamás volvió a sufrir agorafobia.
En la recuperación
de Kristin intervinieron cinco técnicas:
En
primer lugar, desvelamos la fantasía que se encontraba en la raíz de sus
miedos empleando la técnica del «Qué pasaría si». Al
mismo
tiempo, pusimos de manifiesto la frustración y la ira que habían estado alimentando
sus miedos. Ésta fue la técnica de las emociones ocultas. Por fin,
combinamos la inundación, que es un tipo de exposición intensa, con el autoseguimiento
y la distracción para que ella pudiera afrontar el monstruo que más
temía.
La
técnica del «Qué pasaría si» le ayudará a desvelar la fantasía que ha estado
desencadenando sus miedos, pero no bastará sólo con entenderla. En última
instancia tendrá que afrontar su miedo, tal como hizo Kristin. El tipo de
exposición al miedo que emplee usted dependerá de la naturaleza de sus miedos.
En la tercera parte hablaremos de muchas técnicas de exposición innovadoras.
Técnicas basadas en la
compasión
La
mayoría nos guiamos por un doble parámetro. Cuando nos sentimos trastornados,
nos criticamos sin piedad y nos hacemos trizas. Pero si estuviésemos hablando
con un amigo que tiene el mismo problema, seríamos mucho más amables y
objetivos. Cuando usted aplica la técnica del doble parámetro, opta por
renunciar a su doble parámetro y por tratar a todos los seres humanos, incluido
usted, con un mismo patrón que se basa en la verdad y en la compasión.
Esto
funciona de la siguiente manera. Cuando usted está angustiado o deprimido, lo
habitual será que la mente se le inunde de pensamientos negativos sobre usted
mismo y sobre su vida. Puede que se diga a sí mismo que no sirve para nada, que
lo ha echado todo a perder y que las cosas no
cambiarán
nunca. Pregúntese a sí mismo: «¿Cómo hablaría yo a un amigo querido que tuviera
un problema similar?», «¿Le diría cosas duras?», «Si no se las diría, ¿por qué
no?».
Puede
llegar a la conclusión de que no hablaría así a un amigo porque eso sería una
crueldad y porque, de entrada, esos pensamientos no son realistas. En tal caso,
pregúntese qué diría a su amigo.
Después,
pregúntese si estaría dispuesto a hablarse a sí mismo de esa manera compasiva.
Walter,
un terapeuta especializado en matrimonios y familias, explicó que llevaba
varios años luchando contra la ansiedad y la depresión porque Paul, el hombre
con el que había vivido durante ocho años, le había dejado por otro hombre.
Cuando Walter se enteró de que Paul y su nuevo amante se iban a ir a las islas
Hawai para celebrar allí el cumpleaños de Paul, Walter se sintió absolutamente destrozado.
Estaba tan humillado que ni siquiera había dicho a sus padres que Paul y él
habían roto. Se llevó la mano al pecho y dijo: «Siento un verdadero peso aquí.
Toda esta experiencia no me ha dejado más que una sensación de soledad y de
vacío. Yo tenía una vida muy organizada y previsible. De pronto, ya no la tengo
y me siento muy solo. Lo siento como una cosa universal y definitiva. Siento
como si este dolor fuera a durar para siempre, hasta el fin de los tiempos».
Por supuesto, es natural tener una sensación de pérdida cuando ya no estamos con
una persona a la que queremos mucho. Pero la mayor parte del dolor del
rechazo es consecuencia de nuestros pensamientos, y no del rechazo en sí. Y a
veces estos pensamientos están enormemente distorsionados y son muy dañinos.
Pregunté
a Walter lo que pensaba y lo que sentía acerca de la ruptura con Paul. ¿Qué se
estaba diciendo a sí mismo? Él dijo: «Me siento increíblemente culpable y
humillado y me parece que ha debido de ser culpa mía. Puede que me faltara
habilidad, atractivo o dinamismo. Puede que no supiera estar a su lado en lo
emocional. Tengo la sensación de que debo de haber hecho algo mal, pues de lo
contrario Paul no me habría abandonado. A veces siento que soy un farsante
absoluto. Aquí estoy yo, psicoterapeuta especializado en matrimonios y en familias,
y ni siquiera mi propia relación de pareja salió bien. Siento que soy un
fracasado, un fracasado total y absoluto».
Walter
se sentía triste, angustiado, culpable, sin valor, solitario, avergonzado,
desesperanzado, frustrado y airado. La mayoría de estos sentimientos eran
intensos. En su registro diario de estado de ánimo recogió estos cinco
pensamientos:
1. Nunca
volveré a tener una relación de pareja.
2. Debe
de ser imposible convivir conmigo o mantener una relación de pareja conmigo.
3. Debo
de tener algo malo.
4. Lo he
echado todo a perder y he tirado mi vida a la basura.
5.
Terminaré siendo un viejo gay solitario, gordo y canoso.
Creía
muy firmemente en todos estos pensamientos. Indique con una señal las
distorsiones que pueda encontrar en los pensamientos negativos de Walter:
1. Pensamiento todo o nada
2. Generalización excesiva
3. Filtro mental
4. Descartar lo positivo
5. Saltar a conclusiones
•
Lectura del pensamiento
•
Adivinación del porvenir
6. Magnificación o minimización
7. Razonamiento emocional
8. Afirmaciones del tipo «Debería»
9. Poner etiquetas
10. Inculpación
•
Autoinculpación
•
Inculpación de los demás
Solución
Como
puede ver en sus pensamientos se daban las diez distorsiones:
·
Se
está diciendo a sí mismo que su relación ha sido un fracaso completo y que él
tiene toda la culpa de la ruptura.
·
Walter
está generalizando desde el rechazo hasta todo su ser y se está diciendo que no
tiene valor, que no puede ser amado y que no es bueno. Por eso se siente tan
avergonzado y desesperanzado.
·
Walter
se está centrando en todas sus faltas y filtrando sus muchas cualidades
positivas.
·
Walter
se está infravalorando y está pasando por alto el hecho de que es una persona
calurosa, leal y compasiva.
·
Walter
practica la lectura del pensamiento cuando se dice que no volverá a mantener
una relación de pareja con amor y que acabará gordo y solo.
·
Está
maximizando su papel en el problema y minimizando el de Paul. Si bien su
disposición a examinar su papel en la ruptura es admirable, no está teniendo en
cuenta que una ruptura es cosa de dos.
·
Como
se siente culpable, da por supuesto que es verdaderamente
culpable de la ruptura.
·
Se
siente sin valor y por
eso llega a la conclusión de que es un verdadero fracasado.
·
Se
siente desesperanzado y
por eso se dice que está destinado a sentirse solo siempre.
·
Walter
se está diciendo que no debería tener ningún defecto ni falta. También cree, al
parecer, que, si es una pareja cariñosa y fiel, toda relación debería durar
para siempre.
·
Se
considera un farsante y un fracasado.
·
Se está
atribuyendo a sí mismo toda la culpa del fracaso de la relación, aunque no es
capaz de decir nada concreto que hiciera mal.
Puede
apreciar usted que la mayor parte de los sufrimientos de Walter son
consecuencia de la manera ilógica en que piensa acerca del rechazo. Podría
decirse, incluso, que Walter se está tratando con mucha más dureza que como lo
trató Paul. Yo pensé que la técnica del doble parámetro podía resultar útil
porque Walter parecía una persona cálida y compasiva. Le pregunté qué diría a un
amigo querido al que hubiera rechazado una persona con la que llevara viviendo
ocho años. Le pregunté: «¿Le dirías que debe de tener algo malo, que debe de
ser imposible convivir con él, que había echado su vida a perder y que la había
tirado a la basura para siempre?».
Walter
puso cara de consternación y dijo que jamás diría cosas así a un amigo.
Yo le propuse que realizásemos un ejercicio de representación de papeles, para
que él me pudiera enseñar lo que Walter diría a un amigo que se encontrase en
la misma situación. Pedí a Walter que se imaginara que tenía un buen amigo
llamado Kirk. Éste es casi un clon de Walter. También es psicoterapeuta
especializado en familias y en matrimonios, tiene su misma edad y los mismos
puntos fuertes y debilidades que Walter. Además, Kirk acaba de romper con su
novio, Jake, después de que llevaran ocho años viviendo juntos. Le dije a
Walter que yo representaría el papel de Kirk y que él podía representarse a sí
mismo. Nuestra conversación fue la siguiente:
KIRK (representado
por David): Walter, ¿puedo hablar contigo un momento?
WALTER:
¿Qué hay?
KIRK: No
sé si te habrás enterado, pero Jake y yo hemos roto hace cosa de un mes. Acabo
de enterarme de que se va a Hawai con su nuevo novio para celebrar allí su
cumpleaños. Estoy destrozado.
WALTER:
Siento mucho oír esto. Debes de sentirte terriblemente mal.
KIRK: Sí
que me siento terriblemente mal. Creo que he echado mi vida a perder para
siempre. Tengo la sensación de que debo de tener algo malo y me parece que no
volveré a tener jamás una relación de pareja. ¿No te parece razonable?
WALTER:
Me figuro que te llevaste un golpe muy duro cuando Jake te dejó, pero no estoy
seguro de entender lo que me estás diciendo. ¿Cómo has llegado a la conclusión
de que debes de tener algo malo o de que no volverás a tener nunca una relación
de pareja?
KIRK:
Siento que ha debido ser culpa mía porque me siento sin valor, culpable y
humillado. Siento que no soy bueno y que debo de tener algo de malo.
WALTER:
Me parece que te estás tratando con bastante dureza. ¿Hiciste algo que
molestara a Jake? ¿Qué crees que hiciste mal?
KIRK: En
realidad, no se me ocurre nada. Siento, simplemente, que ha debido de dejarme
porque yo no era lo bastante bueno. De lo contrario, ¿por qué iba a dejarme?
WALTER:
Es una lástima que Jake te dejara, y tienes todo mi afecto. Sé lo hundido que
se puede sentir uno así. Pero las personas dejan las relaciones personales por
todo tipo de motivos. Puede que estuviera aburrido. Puede que estuviera
enfadado. Puede que estuviera inquieto. Puede que tuviera ganas de sexo y lo
tentara alguien atractivo que hubiera conocido. La lista de posibilidades es
larga. Y aunque hubiera un conflicto de alguna clase entre vosotros dos, fue él
el que se marchó sin intentar resolverlo, y no tú.
KIRK:
Puede que eso sea cierto, pero la verdad es que me ha dejado, por el motivo que
sea, y tengo la sensación de que no voy a volver a tener nunca una relación de
pareja. Tengo la sensación de que mi vida se está acabando y de que ya no puedo
esperar más que soledad, humillación y tristeza durante el resto de mi vida.
WALTER:
¿Cómo has llegado a la conclusión de que no vas a volver a tener nunca más una
relación de pareja? Eso parece un poco extremista. ¿Habías tenido antes una
relación de pareja?
KIRK:
Bueno, sí, había tenido una que había durado ocho años. Y antes de ésa tuve
otras.
WALTER:
De manera que, según parece, has tenido muchas relaciones de pareja, entre
ellas una que duró ocho años. ¿No es así?
KIRK:
Sí, así es.
WALTER:
Entonces, me pregunto si tiene sentido que afirmes que no volverás a tener
nunca más una relación de pareja de ahora en adelante. A mí no me suena lógico
lo que dices.
KIRK:
¿Quieres decir que, en vista de que he tenido muchas relaciones de pareja en el
pasado, probablemente volveré a tener otra en el futuro, aunque ahora mismo me
sienta terriblemente mal?
WALTER:
¡Decididamente, sí!
KIRK: Y
¿lo dices sólo para consolarme o porque es verdad?
WALTER:
Lo digo porque es cierto. Sí que has tenido muchas relaciones de pareja
en tu vida, de modo que parece probabilísimo que tengas otra en el futuro.
DAVID (hablando
de nuevo en su propio nombre): Estoy muy de acuerdo con lo que dices,
Walter. ¿Sería verdad lo mismo para ti? Al fin y al cabo, tu amigo Kirk es
igual que tú.
WALTER:
¡Ah! Ya veo lo que quieres decir. Supongo que también tendría que ser verdad
para mí.
Adviértase
que cuando hicimos la representación de papeles, Walter empezó a alegar de
manera bastante persuasiva que su primer pensamiento negativo, «No volveré a
tener nunca una relación de pareja», no era muy realista. Parecía que la
técnica del doble parámetro funcionaba claramente con él, pero quise
asegurarme. Le pregunté si se le ocurría algún pensamiento positivo que pudiera
desmentir el primer pensamiento negativo de su registro diario de estado de
ánimo. El pensamiento positivo que presentó a Walter le parecía realista, y por
ello lo calificó con un 95% en la columna de «% creencia». Esto significa que
cumplía la condición necesaria para el cambio emocional. Además, la creencia de
Walter en el pensamiento negativo bajó del 95% al 15%. Esto significaba que el
pensamiento positivo también cumplía la condición suficiente para el cambio
emocional.
Éste
es el verdadero motivo por el que me siento tan mal y por eso estaré solo el
resto de mi vida:
·
No
existen pruebas reales de ello.
·
He
mantenido muchas relaciones de pareja en el pasado.
·
Ahora
tengo la sensación de que no volveré a tener una relación así porque estoy muy
dolido.
Pero estos
sentimientos se me pasarán con el tiempo y empezaré a conectar con otras
personas, como me ha sucedido siempre en el pasado.
¿Por qué se produjo
este cambio repentino?
En la
representación de papeles, Walter pudo pensar en el rechazo de una manera mucho
más realista y compasiva porque sentía que estaba hablando a un viejo amigo al
que habían rechazado. Pero, naturalmente, en realidad se estaba hablando a sí
mismo.
Quise
cerciorarme de que Walter estaba ganando verdaderamente la batalla contra la
parte autocrítica de su cerebro y por eso seguí adelante con la representación
de papeles de doble parámetro. Esta vez me centré en el segundo pensamiento
negativo de Walter: «Debe de ser imposible convivir conmigo o mantener una
relación de pareja conmigo».
KIRK (representado
por David): Walter, hay otro aspecto del que no te había hablado. Lo que tú
no entiendes es que es imposible convivir conmigo y es imposible mantener una
relación de pareja conmigo.
WALTER:
Caray, me sorprende que me digas eso porque te conozco desde hace mucho tiempo
y nunca me habías dado esa impresión. La verdad es que siempre has sido cálido
y abierto, y un amigo fiel. ¿Cómo es posible que hayas llegado a la conclusión
de que es imposible mantener una relación de pareja contigo?
KIRK:
Bueno, mi relación con Jake se ha deshecho. ¿No demuestra eso que es imposible
mantener una relación de pareja conmigo?
WALTER:
Con toda sinceridad, lo que estás diciendo no tiene mucho sentido. En primer
lugar, Jake también participaba en esa relación de pareja. El amor es cosa de
dos. Y en segundo lugar, sí que mantuviste una relación de pareja con él
con bastante éxito durante ocho años. Entonces, ¿cómo puedes decir que es
imposible convivir contigo?
KIRK:
Vamos a ver si te entiendo bien. ¿Me estás diciendo que yo mantuve una relación
de pareja con bastante éxito durante ocho años, por lo que no tiene mucho
sentido que diga que es imposible convivir conmigo o que es imposible mantener
una relación de pareja conmigo?
WALTER:
Lo has entendido. ¡Claro como el agua!
En aquel
momento, a Walter se le iluminó la cara como si se le hubiera encendido de
pronto una bombilla en el cerebro, y los dos nos echamos a reír. De pronto sus
pensamientos negativos le parecían absurdos, y su estado de ánimo experimentó
un cambio inmediato. Le pedí que escribiera un pensamiento positivo en su
registro diario de estado de ánimo, frente al segundo pensamiento negativo.
Escribió:
«Mantuve una relación de bastante éxito con Paul durante ocho años». En la
columna de «% creencia» calificó este pensamiento con un 100%.
A estas
alturas, ya no creía en absoluto en el segundo pensamiento negativo. Se puede
ver cómo desmintió Walter el resto de sus pensamientos negativos. Sus
respuestas al tercer pensamiento negativo, «Debo de tener algo malo»,
son interesantes. Se le ocurrieron tres pensamientos positivos y los creía
todos al 100%. Escribió: «Tengo bastantes cosas malas y las acepto. Pero
también tengo mucho que ofrecer». Este pensamiento positivo aplastó el
pensamiento negativo de tal modo que la creencia de Walter en éste cayó hasta
el 0%.
Cuando
usted trabaje con alguno de sus pensamientos negativos, tal vez verá esta misma
pauta. Quizás ataque el pensamiento desde cierto ángulo y esto le ayudará un
poco, pero usted no dejará de aferrarse al pensamiento negativo. Después, lo
atacará desde otro ángulo y su creencia en el pensamiento negativo caerá un
poco más. Más tarde, lo abordará desde un ángulo completamente distinto y de
pronto dejará de creer por completo en el pensamiento negativo. Naturalmente,
la meta no es sólo cambiar su manera de pensar, sino también cambiar su manera de
sentirse. Cuando Walter hubo desmentido todos sus pensamientos negativos, le
pedí que volviera a valorar cómo se sentía. ¿Se encontraba algo menos
trastornado? Su sentimiento de tristeza cayó del 80% al 20%. A mí me pareció
bien aquello. Walter tiene derecho a tener algunos sentimientos de tristeza,
pues acaba de sufrir una pérdida. Sus sentimientos de culpa, humillación y
ansiedad cayeron hasta el 10% y sus sentimientos de desesperanza cayeron hasta
el 5%. Los sentimientos de soledad, vergüenza, frustración e ira desaparecieron
por completo.
REGISTRO
DIARIO DE ESTADO DE ÁNIMO DE WALTER
Suceso
trastornador: Paul se
ha ido a Hawai para celebrar su cumpleaños con su nuevo amante.
Emociones
Triste, melancólico, deprimido, decaído,
infeliz 80% 20%
Angustiado, preocupado, con pánico, nervioso,
asustado 100% 10%
Culpable, con remordimientos, malo, avergonzado
100% 10%
Inferior, sin valor, inadecuado, deficiente,
incompetente 90% 5%
Solitario, no querido, no deseado, rechazado,
solo, abandonado 100% 0%
Turbado, tonto, humillado, apurado 100% 0%
Desesperanzado, desanimado, pesimista, descorazonado
60% 5%
Frustrado, atascado, chasqueado, derrotado 100%
0%
Airado, enfadado, resentido, molesto,
irritado, trastornado, furioso 50% 0%
Otras
(describir)
Pensamientos
negativos Pensamientos positivos. % antes; % después
La
técnica del doble patrón resultó eficaz para Walter porque era una persona
buena y compasiva. A cierto nivel, ya sabía el modo de derrotar los
pensamientos negativos que le estaban haciendo sentirse tan desgraciado. Yo me
limité a ponerle en contacto con la parte amorosa de su mente.
Si la
técnica del doble parámetro no hubiera resultado útil, habría probado con otras
técnicas.
La técnica del doble
parámetro es más dinámica con la representación de papeles, pero ésta
no es indispensable. Usted puede aplicar esta técnica con la misma facilidad
por su cuenta. Basta con
que se
pregunte: «¿Qué diría yo a un amigo querido que tuviera un problema
semejante?». Si descubre que tendría más compasión y objetividad al hablar a un
amigo, pregúntese si estaría dispuesto a hablarse a sí mismo de la misma
manera. Hasta puede escribir un diálogo semejante al que mantuve yo con Walter.
No hay
una técnica única que sea eficaz para todos, ni tampoco lo será la técnica del
doble parámetro. Si usted no tiene un doble parámetro, lo más probable es
que esta técnica fracase. Algunas personas son tan duras con los demás como lo
son consigo mismas. La técnica puede fracasar
también
si usted cree que sus principios elevados o sus autocríticas severas le
están ayudando. Algunos perfeccionistas me han dicho que quieren tener
un doble parámetro, ya que esperan mucho más de sí mismos que de los demás.
Cree que si se riñen y castigan a sí mismos cuando fracasan o cuando cometen
errores, esto los motivará para trabajar más y alcanzar más logros. Si el modo
de pensar autocrítico le está dando resultado, no hay motivo para cambiarlo.
Pero, en mi experiencia, los sentimientos de autoinculpación, de culpa y de
inadecuación no suelen ser muy motivadores y no me ayudan a aprender de mis
errores. Los sentimientos de humillación y de culpa no me impulsan más que a
ocultar mis fracasos, porque no soy capaz de afrontarlos. Cuando trabajo mejor
es cuando me siento feliz y relajado y me acepto a mí mismo.
Técnicas basadas en la
verdad
La
ansiedad, la preocupación y el pánico son consecuencia de creencias no
realistas.
Los
pensamientos que producen estos sentimientos siempre son distorsionados e
ilógicos, aunque den la impresión de ser absolutamente válidos. Cuando usted
aplica las técnicas basadas en la verdad, examina las pruebas de
sus pensamientos negativos o bien pone a prueba su validez por medio de
experimentos, tal como hacen los científicos. El descubrimiento de que sus
pensamientos negativos no son válidos puede resultar increíblemente
emocionante porque usted desarrollará una comprensión radicalmente nueva
de sí mismo y del mundo.
Aprenderá
cuatro técnicas que pueden ayudarle a desmentir los pensamientos que
hacen que esté angustiado o deprimido:
·
La
de examinar las pruebas
·
La
experimental
·
La
de la encuesta
·
La
de la reatribución
La idea
en que se basan estas técnicas es que «La verdad os hará libres». Este concepto
es la piedra angular de la terapia cognitiva.
Examinar las pruebas
En vez
de suponer que sus pensamientos negativos son ciertos, pregúntese a sí mismo:
«¿Qué pruebas hay de esta afirmación?», «¿Qué indican los hechos?».
Una
mujer llamada Emily, música profesional, tenía miedo a volar porque estaba
convencida de que habría un tumulto de pasajeros y ella moriría pisoteada en el
pasillo. Era consciente de que sus miedos parecían tontos, pero estaba convencida
de que aquello podía suceder de verdad.
Le
pregunté si había alguna prueba real que apoyara aquella creencia. ¿Cuántas
personas habían muerto aplastadas en un avión en el último año, que ella
supiera? No recordaba ni un solo caso.
¿Y en
toda la historia de la aviación? Volvió a reconocer que no recordaba que nadie
hubiera muerto aplastado por un tumulto en un avión.
Naturalmente,
las personas sí pueden morir aplastadas en un tumulto. Es una cosa rara,
pero no imposible. Se han dado casos, por ejemplo, en partidos de fútbol y en
conciertos de rock, cuando el público se ha descontrolado. Pero ¡morir
aplastado en un tumulto no es uno de los peligros más comunes de los viajes en
avión! Además, más de tres millones de personas vuelan todos los días. Cuando
Emily se lo pensó, tuvo que reconocer que la probabilidad de morir aplastada
por un tumulto en un avión era microscópica, cosa que ella no había tenido
nunca en cuenta.
Supongamos
que usted tiene miedo a volar porque cree que el avión puede encontrarse con
una turbulencia grave y estrellarse. ¿Cómo aplicaría usted la técnica de
examinar las pruebas para oponerse a esta creencia? Escriba aquí sus ideas
antes de seguir leyendo:
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Solución
Podría
documentarse por Internet para comprobar los datos. ¿Qué peligro tiene viajar
en avión? ¿Con cuánta frecuencia se estrellan los aviones? ¿Qué indican las
estadísticas?
Si usted
consulta el dato en la página web de la FAA, verá que el riesgo de morir en un
accidente de avión es pequeñísimo. Por ejemplo, usted tendría que volar todos
los días durante 22.000 años para correr un riesgo significativo de morir en un
accidente aéreo. En el año 2004 no murió una sola persona en un vuelo comercial
en Estados Unidos; sin embargo, murieron más de 40.000 personas en accidentes
de automóvil. Es un dato sorprendente si se tiene en cuenta que en aquel año hubo
más de quince millones de vuelos comerciales. ¡Los datos demuestran que los
viajes en vuelos comerciales son mucho más seguros que viajar en automóvil, en
yate privado o incluso en bicicleta!
Examinar las pruebas
puede resultar especialmente útil cuando su pensamiento negativo contiene la
distorsión llamada «Saltar a conclusiones». Como recordará, esta distorsión tiene dos formas comunes: la adivinación
del porvenir y la lectura del pensamiento.
·
La adivinación del
porvenir consiste en que usted hace predicciones temibles, no
justificadas por los hechos. Por ejemplo, si tiene miedo a volar, puede que se
diga a sí mismo que volar es peligrosísimo y que la probabilidad de estrellarse
es elevada.
·
La lectura del
pensamiento se da cuando usted realiza supuestos injustificados sobre
los sentimientos de las demás personas. Por ejemplo, si usted es tímido, puede suponer
que las demás personas no se sienten inseguras jamás, y que si supieran lo
nervioso que se siente usted, le despreciarían y le tomarían por raro.
También
puede resultar útil examinar las pruebas para el razonamiento emocional.
Cuando usted está trastornado, puede sentir algo de manera tan fuerte que cree
que es cierto. Cuando está angustiado, se dice a sí mismo: «Me siento asustado,
de modo que debo de estar verdaderamente en peligro». Cuando está
deprimido, puede decirse: «Me siento fracasado, de modo que debo de serlo
de verdad» o bien: «Me siento desesperanzado, de modo que no debo de tener
esperanzas de verdad». El razonamiento emocional puede ser muy engañoso
porque sus sentimientos son consecuencia de sus pensamientos, no de la
realidad. Si sus pensamientos están distorsionados, sus sentimientos
serán tan engañosos como las imágenes distorsionadas que se ven en los espejos
convexos.
Sus
sentimientos le pueden engañar. ¿Ha jugado alguna vez a las máquinas
tragaperras en un casino? Cuando metía su moneda en la máquina, quizá se decía
a sí mismo: «Ésta es mi moneda de la suerte. Sé que me va a tocar el
premio especial de 1 millón de dólares. ¡Lo noto en los huesos!».
Después,
tiró de la palanca y vio girar los tambores con gran expectación. Y ¿qué pasó?
¿Le tocó el premio especial de 1 millón de dólares? Pues eso es lo que quiero
decir cuando afirmo que los sentimientos no siempre reflejan la verdad.
La técnica experimental
Cuando
usted aplica la técnica experimental, realiza un verdadero experimento para poner
a prueba la validez de un pensamiento negativo o de una creencia
contraproducente, de manera muy semejante al modo en que un científico pone
a prueba una teoría para descubrir si es válida.
La
técnica experimental es la técnica más poderosa que se ha desarrollado nunca
para el tratamiento de la ansiedad. Estos experimentos requerían valor,
pero arrojaban unos beneficios enormes.
Existe
una diferencia sutil entre el ejercicio de examinar las pruebas y la técnica
experimental.
Cuando
usted practica el ejercicio de examinar las pruebas, analiza unos
datos que ya están a su alcance. Se parece mucho a buscar datos en una
biblioteca. Cuando practica la técnica experimental, pone a prueba sus
pensamientos negativos de una manera más dinámica y más dramática.
Voy a
ilustrar la diferencia entre estos dos planteamientos:
Una
profesora de secundaria llamada Kim tenía fobia a conducir, sobre todo al atravesar
puentes. No le gustaba tener que depender tanto de su marido y de sus amigos
para que la llevaran siempre que tenía que cruzar un puente. Además, se sentía
avergonzada de su fobia y tenía la sensación de que era débil o anormal.
El razonamiento emocional es una
de las distorsiones de los pensamientos de Kim, la cual razona a partir de
su manera de sentirse. Como se aprecia en su primer pensamiento negativo,
siente que, si cruza un puente conduciendo el coche, la ansiedad hará que le
suden las manos y que estén tan
resbalosas
que no será capaz de sujetar el volante. También siente que las piernas se le pondrán
tan flácidas que no será capaz de pisar el acelerador ni el freno; por lo
tanto, llega a la conclusión de que eso sucederá de verdad. Tiene la sensación
de que los puentes son peligrosos y de que pueden caerse en cualquier momento
y, por lo tanto, llega a la conclusión de que es verdad.
¿Cómo
puede aplicar Kim la técnica de examinar las pruebas para oponerse a estos pensamientos?
¿Qué demuestran los hechos? Anote aquí sus ideas antes de seguir leyendo:
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REGISTRO
DIARIO DE ESTADO DE ÁNIMO DE KIM
Suceso
trastornador: Pensar en
cruzar un puente conduciendo.
Emociones
Triste, melancólico, deprimido, decaído,
infeliz 35%
Angustiado, preocupado, con pánico, nervioso,
asustado 85%
Culpable, con remordimientos, malo, avergonzado
50%
Inferior, sin valor, inadecuado, deficiente,
incompetente 65%
Solitario, no querido, no deseado, rechazado,
solo, abandonado —
Turbado, tonto, humillado, apurado 95%
Desesperanzado, desanimado, pesimista, descorazonado
80%
Frustrado, atascado chasqueado, derrotado 100%
Airado, enfadado, resentido, molesto, irritado,
trastornado, furioso 50%
Otras
(describir) Atrapada
90%
% antes
% después
Pensamientos negativos
1. Tengo las manos demasiado sudadas y
débiles para sujetar el volante. 100%
2. Siento las piernas como si fueran de
gelatina. Las tengo tan débiles que no podré pisar el freno ni el acelerador.
100%
3. Estoy demasiado mareada para
concentrarme. 100%
4. Mataré a gente inocente. 100%
5. El puente es más inestable que yo
todavía, y lo más probable es que se hunda. 100%
6. ¿Qué me pasa? ¡Debería haber superado
esto ya! 100%
Solución
Kim
podía formularse preguntas como las siguientes:
• ¿Me
brota agua de las manos a raudales cuando estoy angustiada? ¿Suelo dejar caer
las cosas, como los vasos, por ejemplo, porque se me ponen resbalosas las
manos? ¿Se me han puesto alguna vez tan mojadas y resbalosas mientras conducía
que no pudiera mover el volante por mucho que lo intentara? ¿De qué está hecho
el volante? ¿Es de algún material muy resbaloso, como el plástico?
• ¿He
perdido alguna vez el control de un coche y he matado a gente inocente por no
ser capaz de mover el volante o de usar los frenos? ¿A cuántos he matado de
momento?
• ¿De
cuántos hundimientos de puentes me he enterado que se hayan producido en mi
región en el último año? ¿Y en todo Estados Unidos de cien años a esta parte?
¿Cuántos coches cruzan puentes todos los días? ¿A cuántos amigos o familiares
he perdido porque se hundiera un puente cuando ellos lo estaban atravesando?
Este
tipo de análisis puede ayudar a Kim a ver que está agrandando mucho el peligro
real que pueda existir, pero ella quizá siga creyendo en sus pensamientos
negativos porque se dice: «Me doy cuenta de que mis pensamientos no son
realistas del todo, pero todavía tengo la sensación de que el puente se
puede hundir». En este caso, quizá necesitemos una técnica más poderosa.
Aquí es donde entra en juego la técnica experimental. ¿Se le ocurre algún experimento
que pudiera hacer Kim para poner a prueba la validez de sus pensamientos
negativos? Anote aquí sus ideas antes de seguir leyendo:
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Solución
Kim
realizó muchos experimentos para poner a prueba sus pensamientos. Por ejemplo:
• Llevó
a su coche un cubo de agua y lo dejó en el asiento del pasajero delantero
cuando estaba aparcado en la calle. Metió las manos en el cubo y cogió el
volante para ver si podía moverlo. Descubrió con sorpresa que era capaz de
moverlo con facilidad aun teniendo las manos empapadas.
• Tenía
en el coche una servilleta de papel y la cogía de vez en cuando para ver cuánta
humedad absorbía de sus manos. Se sorprendió al ver que no parecía que tuviera
las manos nada húmedas ni sudadas. Seguían completamente secas a pesar de que
estaba bastante angustiada.
•
Mientras se sentía angustiada, probó a cambiar de carril varias veces para ver
si podía controlar el coche. Descubrió que no le costaba ningún trabajo cambiar
de carril.
• Puso a
prueba su creencia de que tenía las piernas demasiado flácidas y débiles para
usar el acelerador y el freno aumentando la velocidad en 10 km/h y reduciéndola
después en 10 km/h. Aquello también le resultó fácil.
• Puso a
prueba su creencia de que los puentes son frágiles y de que corren peligro de
hundirse entrando a pie en el puente del Golden Gate, que estaba cerca de su
casa, y dando saltos.
Dio
pisotones con todas sus fuerzas e intentó sacudir los tensores para ver si era
capaz de desestabilizar el puente. Se sorprendió al ver lo sólido y macizo que
era.
• Como
prueba final, cruzó el puente conduciendo su coche y descubrió con sorpresa que
seguía pareciendo perfectamente estable. ¡Además, Kim no mató a nadie ni perdió
el control del coche!
Kim dijo
que aquellos experimentos le habían dado miedo al principio, pero que pronto
habían empezado a parecerle divertidos y absurdos. Se daba cuenta de que sus
pensamientos negativos eran falsos de manera palpable y de que ella se había estado
engañando. Además, había dejado de huir, había plantado cara al monstruo que
más temía y había descubierto que el monstruo no tenía dientes.
La
técnica experimental no es una fórmula sencilla. Requiere cierta reflexión,
pues los miedos de cada persona son únicos. Los experimentos que realice usted
tendrán que estar cortados a la medida de sus pensamientos negativos.
La
técnica experimental puede resultar útil para la depresión y para la ansiedad,
pero donde brilla con luz propia es en el tratamiento de los ataques de
pánico.
Un ataque de
pánico es un episodio inesperado de terror abrumador que sobreviene de
pronto y que alcanza su culminación a los pocos minutos. Después, desaparece
con la misma rapidez con que llegó, dejándolo a usted confuso, humillado y
aterrorizado por el temor de que vuelvan a presentarse esas
sensaciones.
Durante
un ataque de pánico, usted puede decirse:
• «Tengo
un ataque al corazón».
• «Estoy
a punto de morir.»
• «No
puedo respirar bien. Me voy a ahogar.»
• «Estoy
a punto de desmayarme.»
• «Voy a
perder el control y me voy a volver loco.»
La
mayoría de las personas sufre muchos síntomas físicos de ansiedad
durante el ataque. Usted puede sentir:
•
Palpitaciones o pulso acelerado.
• Dolor
o presión en el pecho.
• Falta
de aliento.
• Mareo
o sensación de que todo le da vueltas.
•
Insensibilidad u hormigueos en los dedos.
• Un
nudo en la garganta.
•
Sensación de ahogo.
• Sudor
frío o sofocos.
•
Temblores.
•
Tensión muscular.
•
Sensación de que usted es irreal o de que lo es el mundo.
•
Náuseas, estómago revuelto o sensación de estar a punto de perder el control
del vientre.
La mayoría
de las personas que sufren ataques de pánicos están convencidas, al principio,
de que tienen una enfermedad física, como puede ser una enfermedad de corazón o
un tumor cerebral, pero nunca se les encuentra ningún mal físico que explique
los síntomas. Es posible que acudan corriendo a Urgencias en cada ataque y que
consulten a muchos médicos hasta que alguno pronuncia por fin el diagnóstico
correcto de ataques de pánico.
Los
ataques de pánico son consecuencia de la mala interpretación de síntomas
físicos inofensivos. La mayoría de nosotros tenemos de cuando en cuando
síntomas tales como mareo, presión en el pecho u hormigueo en los dedos, pero
no les prestamos gran atención y no tardan en desaparecer.
Sin
embargo, las personas proclives a los ataques de pánico se obsesionan por estos
síntomas y se dicen que está a punto de pasar algo catastrófico, pensamientos
que desencadenan un ataque de pánico.
Por
ejemplo, si usted se marea puede decirse que está a punto de tener un ataque de
apoplejía o un ataque de nervios. Si siente presión en el pecho, puede pensar
que está a punto de tener un infarto. Pero, de hecho, no está a punto de
tener un infarto, un ataque de nervios ni una apoplejía. Los ataques de pánico
son consecuencia de un engaño mental. Por eso es tan eficaz la técnica
experimental, aunque para aplicarla haga falta valor.
Terri
era una mujer feliz en su matrimonio que llevaba más de diez años sufriendo depresión grave
y ataques de pánico. Siempre le venían los ataques de pánico cuando
notaba mareos, dolores en el pecho u hormigueo en los dedos. Entonces se decía
a sí misma que se estaba ahogando y que
estaba a
punto de morir de un infarto masivo, y esos pensamientos le desencadenaban
sentimientos intensos de pánico. Tenía varios ataques declarados de pánico cada
semana y sufría intensamente. Sus puntuaciones en los test de depresión y de
ansiedad se salían de la tabla.
Terri
había acudido a un médico tras otro, entre ellos varios cardiólogos, pero
siempre le decían que tenía el corazón y los pulmones perfectamente. Todos los
médicos le aseguraban sucesivamente que estaba sana. Pero el efecto
tranquilizador sólo duraba hasta el ataque de ansiedad siguiente, algunos días
más tardes. Entonces se decía: «¡A lo mejor esta vez sí que es un infarto!».
Por fin,
uno de los médicos realizó el diagnóstico de trastorno de pánico y envió a
Terri a un psiquiatra. Desde entonces, había visitado a muchos psiquiatras, que
le habían recetado pastillas de todo tipo, pero nada le había ayudado. Su
marido y ella tenían cuatro hijos y querían tener uno más, pero el psiquiatra
de Terri le dijo que tendría que empezar por deshabituarse de todos los
medicamentos que le había recetado, pues podían provocar defectos en el recién
nacido. A Terri le aterrorizaba la idea de dejar de tomar los medicamentos a
pesar de que sabía que no le estaban ayudando.
REGISTRO
DIARIO DE ESTADO DE ÁNIMO DE TERRI
Suceso
trastornador: Observar
que tengo los dedos insensibles y que estoy mareada.
Emociones
Triste, melancólico, deprimido, decaído,
infeliz 100%
Angustiado, preocupado, con pánico, nervioso,
asustado 100%
Culpable, con remordimientos, malo, avergonzado
100%
Inferior, sin valor, inadecuado, deficiente,
incompetente 100%
Solitario, no querido, no deseado, rechazado,
solo, abandonado 0%
Turbado, tonto, humillado, apurado 100%
Desesperanzado, desanimado, pesimista, descorazonado
100%
Frustrado, atascado, chasqueado, derrotado 100%
Airado, enfadado, resentido, molesto,
irritado, trastornado, furioso 0%
Otras
(describir)
% antes
% después
Pensamientos
negativos Pensamientos positivos
Los tres
primeros pensamientos negativos conducen a sentimientos de vergüenza, depresión
e inferioridad.
1. No puedo respirar bien. 100%
2. Si me pongo de pie, me desmayaré. 100%
3. Estoy a punto de morirme. 100%
4. Me debe de pasar algo malo. 100%
5. No debería estar tan angustiada porque en mi vida
no pasa nada malo. 100%
6. Si alguien se enterara de mi depresión y
de mis ataques de pánico, me despreciaría y me tomaría por enferma mental. 100%
Terri se
está diciendo a sí misma que no debería tener esos problemas y que
cualquiera que se enterara de ellos la despreciaría y la tomaría por loca o por
una desagradecida, ya que la carrera profesional de su marido iba bien, sus
hijos estaban bien y no tenía en su vida verdaderos problemas aparte de su
depresión y su ansiedad.
Terri y
yo probamos bastantes técnicas que no dieron resultados, y ella seguía tan
deprimida y tan angustiada como siempre. En nuestra quinta sesión de terapia,
le pregunté si me permitiría que le indujera un ataque de pánico en mi consulta
para que yo pudiera enseñarle a desmentir sus pensamientos negativos usando la
técnica experimental. Le expliqué que este método era mucho más potente que los
que habíamos probado hasta entonces y que a mí me parecía que había llegado el momento
de sacar la artillería pesada.
Terri dijo
que la idea le parecía estupenda, pero después no se presentó a las dos
sesiones siguientes.
Llamó
cada semana para confirmarme que no lo dejaba y que le gustaba mucho trabajar conmigo,
pero que le aterrorizaba la idea de tener un ataque de pánico en mi consulta y
quería preguntarme si podíamos probar algún método menos terrorífico.
Le dije
que ella mandaba, en última instancia, y que yo no podía obligarle a hacer nada
contra su voluntad porque su confianza en mí era absolutamente fundamental para
nuestro éxito. Le expliqué que existían muchas otras técnicas que podíamos
probar, pero que si quería curarse, tarde o temprano tendría que plantar cara
al monstruo que más temía. Le hice ver que, al fin y al cabo, ya estaba
teniendo muchos ataques de pánico todas las semanas. Podría valer la pena que
tuviera uno bajo mi supervisión y entonces podríamos poner fin al problema. Le
recordé que mi consulta estaba cerca de Urgencias, de manera que la ayuda
estaría al alcance de la mano en caso de que la necesitara.
Terri
prometió que se lo pensaría. Unos días más tarde, volvió a llamar y dijo que,
aunque estaba completamente aterrorizada, había decidido ponerlo a prueba. Yo
le reservé una sesión doble para que tuviésemos bastante tiempo para trabajar
juntos.
Al
principio de la sesión le induje un ataque de pánico pidiéndole que respirara
hondo y tan deprisa como pudiera durante un par de minutos. Esto se llama hiperventilación.
Aumenta el contenido de oxígeno en la sangre y produce sensaciones físicas como
mareo y hormigueo en los dedos.
Si la
persona es proclive a los ataques de pánico, puede sentir de pronto la
sensación de estar al borde de la muerte.
Para
agudizar el efecto, le dije que se concentrara en los pensamientos negativos
que suele tener durante un ataque de pánico. Le dije: «Observa que empiezas a
sentir presión en el pecho, que tienes un hormigueo en los dedos y que sientes
que no puedes respirar hondo. Imagínate que los dedos y los labios se te ponen
azules porque no estás recibiendo suficiente aire en los pulmones.
Se te
cierra la tráquea, de forma que vamos a tener que llamar a una ambulancia. ¿Ves
la luz
roja giratoria de la ambulancia? Imagínate que los sanitarios te ponen en una
camilla y te
dan
oxígeno con una mascarilla, pero están asustados porque no da resultado.
Imagínate que el
pulso se
te vuelve cada vez más débil e irregular y que estás al borde de un infarto
agudo de
corazón».
En
efecto, estas afirmaciones le desencadenaron un ataque de pánico abrumador.
Terri se puso
a
sollozar y exclamó que le dolía el pecho y que sentía que estaba a punto de
morir.
—¿Por
qué te vas a morir? —le pregunté—. ¿Por falta de oxígeno en la sangre?
—Sí
—dijo ella—. Me siento mareada y tengo hormigueos en los dedos. No puedo
respirar
hondo.
El pecho me duele mucho. ¡Me siento muy mal y siempre me pasa esto!
Le
pregunté en qué medida creía que no podía respirar hondo y que estaba a punto
de morir, en
una
escala del 0% al 100%. Ella exclamó: «El 100%». Después, yo le dije: «Terri, si
de verdad no pudieras
respirar
ahora mismo, y si tuvieras un ataque cardíaco, dime una cosa que no podrías
hacer».
Terri
estaba tan perturbada que apenas era capaz de entender mi pregunta. Empezó a
sollozar y
me
suplicó que lo dejara. Parecía tan abrumada por el terror que estuve tentado de
dejarlo por un
sentimiento
de compasión, pero me pareció que aquello sería un gran error, pues reforzaría
su
creencia
ilógica de que corría un verdadero peligro. Terri habría llegado a esta
conclusión: «¡Hasta
mi
médico cree que estoy a punto de morir! Esta situación debe de ser peligrosa de
verdad».
Por otra
parte, Terri no estaba a punto de ahogarse ni de morirse. ¿Cómo podía
conseguir yo
que se
diera cuenta de que se estaba engañando? ¿Se le ocurre a usted algún
experimento que pudiera
llevar a
cabo Terri para poner a prueba su creencia de que no era capaz de respirar lo
bastante
hondo o
que estaba a punto de morir de un ataque al corazón? Anote aquí sus ideas antes
de seguir
leyendo:
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Solución
—Terri
—le dije—, si de verdad te estuvieras muriendo de un ataque al corazón y
si de verdad
te
estuvieras ahogando,
¿crees que serías capaz de hacer un ejercicio vigoroso?
Ella
dijo que sería imposible porque no podría absorber oxígeno. Dijo que incluso si
intentaba
ponerse
de pie «se desmayaría o algo así», y me suplicó que pusiera fin a aquello.
También dijo
que le
dolía tanto el pecho que sentía que estaba a punto de morirse.
—Veo que
esto te asusta mucho —dije yo—, pero quiero que aguantes. Quiero que ahora te
pongas
de pie para que veamos si estás o no a punto de desmayarte. Después, puedes
probar a hacer
algún
ejercicio violento, como correr, para que nos enteremos de si es verdad que no
puedes
respirar
o que estás a punto de morirte.
Esta
propuesta puede parecer arriesgada. ¿Y si Terri se desmayaba de verdad cuando
intentara
ponerse
de pie? Pero recordemos que la depresión y la ansiedad son consecuencia de
pensamientos
distorsionados.
Terri se está engañando a sí misma de manera muy profunda cuando se
dice que
está a punto de desmayarse o de morirse. ¿Sabe usted cuál es la causa
fisiológica del
desmayo?
El desmayo se produce cuando el corazón late más despacio y la presión arterial
cae.
A
consecuencia de ello, el corazón no es capaz de bombear sangre y oxígeno
suficiente al cerebro.
El
desmayo es un mecanismo de defensa: cuando la persona está tendida en el suelo,
el corazón
puede
bombear sangre al cerebro con mucha mayor facilidad porque no tiene que
bombearla
hacia
arriba. Pronto vuelve a fluir bastante sangre y oxígeno por el cerebro y la
persona
vuelve
en sí.
¿Corre
Terri algún peligro de caerse? ¿Se le ha desacelerado el ritmo cardíaco? ¿Le ha
bajado
la
presión arterial? ¿Tiene poco oxígeno en la sangre?
De
hecho, a Terri se le ha acelerado el corazón y la presión arterial le ha
subido, en vez de bajarle.
Además,
está respirando tan deprisa que tiene la sangre saturada de oxígeno. ¡Terri no
podría
desmayarse
aunque quisiera! El desmayo sería fisiológicamente imposible teniendo en cuenta
lo
deprisa
que le late el corazón.*
Terri se
levantó poco a poco… y no se desmayó. Yo la animé a que corriera para poner a
prueba
su
creencia de que sufría un ataque al corazón. Empezó a correr muy despacio,
diciendo que se
sentía
ridícula. Yo le dije que valdría la pena hacer una cosa ridícula si nos servía
para poner fin a
sus
sufrimientos de una vez por todas. Ella seguía dando vueltas a sus síntomas y
dijo:
—Noto un
hormigueo en los dedos. ¡Me siento rara! Siento que no puedo respirar hondo.
—Sigue
—dije yo—. ¿No puedes correr un poco más?
Terri
aceleró y empezó a correr con más energía. Al cabo de un par de minutos se
detuvo y dijo
que
estaba demasiado cansada para seguir y que todavía le costaba respirar hondo.
—¿Por
qué no pruebas a dar unos saltos? —dije.
Ella
dijo que no podía saltar porque estaba demasiado agotada.
—¿Por
qué no pruebas a dar unos cuantos saltos? —repetí.
Terri
empezó a dar saltos, a disgusto. No tardó en recobrar el aliento y siguió
saltando con entusiasmo.
Al cabo
de otro minuto, dijo:
—Me
pregunto si podría estar haciendo esto si tuviera un ataque al corazón…
—¡Bien
dicho! —dije—. ¿Es esto lo que se suele ver en las salas de Urgencia de los
hospitales?
¿Se
suele ver a los pacientes con infarto agudo, de pie junto a sus camillas, dando
saltos?
ATerri
le dio de pronto la risa, en vista de lo cual le dije:
—Sigue
saltando. ¡Estoy seguro de que vas a caer muerta en cualquier momento!
Entonces
empezó a soltar tales carcajadas que se doblaba de risa. Le pregunté en qué
medida
creía
ahora que estaba a punto de morir de un ataque al corazón.
—Mucho
menos —exclamó ella—. ¡La verdad es que ya me siento muchísimo mejor!
Era la
primera vez que Terri sentía algún alivio tras más de diez años de
sufrimientos. Con el permiso
de
Terri, he mostrado la grabación en vídeo de esa sesión en seminarios que he
dirigido en todo
el país.
Al principio de la grabación se ve a Terri sollozando, dominada por el pánico.
Seis minutos
más
tarde, está riéndose y completamente libre de todo sentimiento de ansiedad o de
depresión.
¿A qué
se debió esta transformación espectacular del estado de ánimo de Terri? ¿Por
qué se sintió
mucho
mejor de pronto? ¿Por qué desaparecieron sus sentimientos de pánico y de
depresión?
Terri se
sintió mejor desde el momento en que dijo: «Me pregunto si podría estar
haciendo esto
si
tuviera un ataque al corazón…». Entonces se dio cuenta, de pronto, de que sus pensamientos
dramáticos
no podían ser válidos de ninguna manera, y sus sentimientos de pánico y de
impotencia
desaparecieron.
Ésta es la idea básica de la terapia cognitiva: cuando usted cambia su manera
de pensar,
cambia su manera de sentirse.
Algunas
personas lo entienden mal y llegan a la conclusión de que fue el ejercicio lo
que curó
a Terri
y de que correr sería un buen tratamiento para la ansiedad y la depresión. Eso
sería entenderlo
todo al
revés. El ejercicio sí que puede tener efectos beneficiosos, físicos y
emocionales, pero
la
verdadera clave de la recuperación de Terri fue la técnica experimental.
Cuando
las personas se recuperan por primera vez, pueden atribuirlo a algún factor
externo,
quizás a
un cambio climático, a haber quedado con alguien para salir o a haber
encontrado traba-
* Las
personas que padecen ansiedad sí pueden desmayarse en algunas ocasiones. Por
ejemplo, las que padecen fobia
a la
sangre o a las agujas pueden desmayarse porque el ritmo cardíaco se reduce y la
tensión arterial cae cuando ven una
aguja o
sangre. Pero no tienen miedo al desmayo, sino a la aguja o a la sangre. El
problema es completamente distinto.
jo. No
siempre se dan cuenta de que su recuperación era consecuencia directa de las
técnicas que
aplicaban.
Esto es problemático, porque si usted no sabe lo que le ha ayudado y de qué
manera, será
susceptible
de sufrir recaídas. La próxima vez que esté angustiado o deprimido, volverá a
sentirse
igualmente
impotente y desconcertado. Por el contrario, si sabe exactamente por qué y cómo
superó
su depresión o su ansiedad, podrá volver a aplicar el mismo método cuando se
sienta trastornado
en
adelante. Así, no tendrá que sentir ansiedad o depresión nunca más.
Terri me
preguntó qué debía hacer si tenía un ataque de pánico en su casa, entre sesión
y sesión.
Yo le
expliqué que tendría que volver a saltar. Ella me preguntó:
—Pero ¿y
si tengo un ataque de pánico mientras conduzco?
—Entonces,
para el coche al lado de la carretera —dije— y sal para saltar.
Terri
insistió en que no podía hacer eso de ninguna manera porque podrían verla los
vecinos y
se
pensarían que estaba loca. Entonces, impulsivamente, salté de mi butaca, abrí
la puerta de la
consulta
y salí a la sala de espera. Terri, desde su sitio, no veía más que una parte de
la sala de espera,
pero
veía que yo estaba de pie en el centro de ésta. Entonces empecé a dar saltos y
a hacer
disparates,
gritando: «¡Estoy loco! ¡Estoy pirado! ¡Estoy dando saltos! ¡Bieeeen!».
Después,
volví a entrar en la consulta, cerré la puerta y me senté. Me volví hacia Terri
y le pregunté
con voz
muy seria:
—¿Qué te
ha parecido esto, Terri?
—Doctor
Burns, si usted ha tenido el valor de hacer el tonto delante de todos sus
pacientes, ¡eso
me da el
valor que necesito para hacer lo que tengo que hacer con tal de superar esto!
—dijo atónita.
¡Lo que
no sabía ella era que la sala de espera había estado completamente vacía en
esos momentos!
Aquella
sesión tuvo lugar en 1988. El verano pasado la llamé para pedirle permiso para
seguir
enseñando
la cinta de su sesión en mis seminarios. Ella dijo que ojalá todas las personas
con problemas
de
ansiedad de Estados Unidos tuvieran la oportunidad de verla. Todavía se sentía
estupendamente
y sólo
había tenido un ataque de pánico desde aquella sesión. Se le había pasado enseguida
cuando
se puso a saltar. Me dijo, muy orgullosa, que después de tener a su quinto
hijo, se
había
puesto a escribir y acababa de publicar su primera novela.
Muchos
psicoterapeutas podían haber supuesto que el caso de Terri iba a ser difícil,
ya que no
había
respondido a diversas medicaciones y había recibido mucha psicoterapia que no
resultó eficaz.
Sin
embargo, cuando encontramos la técnica que daba resultado para ella, se
recuperó en pocas
sesiones.
De hecho, estoy convencido de que si alguien hubiera enseñado a Terri a usar la
técnica
experimental
diez años antes, cuando sufrió su primer ataque de pánico, se habría recuperado
inmediatamente
y no habría sufrido tanto tiempo.
Ahora
que ya ha entendido cómo funciona la técnica experimental, voy a pedirle que
haga de
psiquiatra.
Una mujer de 71 años llamada June acudió a mi consulta de Filadelfia, pues
padecía
agorafobia
y ataques de pánico. June llevaba luchando contra estos problemas desde los 18
años y
la
habían tratado irregularmente con medicamentos y psicoterapia cincuenta y tres años.
Ya hemos
dicho
que la agorafobia es el miedo a estar solos fuera de casa por temor a sufrir un
ataque de pánico
sin que
haya nadie para ayudarnos. Algunas personas que padecen agorafobia acaban por
no
salir
nunca de sus casas, pues les da miedo salir sin contar con un acompañante de
confianza.
June
venía a las sesiones desde Nueva York, donde su marido tenía una farmacia.
Siempre la
acompañaba
una amiga íntima. June tenía mucha personalidad y era todo un personaje. Se
presentaba
vestida
con trajes formales y adornada con mucha bisutería. Me dijo que era una persona
verdaderamente
sociable.
Quería a la gente y la gente la quería a ella. Siempre era el centro de
atención
en las
fiestas, casi como si fuera una humorista actuando. Todo el mundo se divertía
mucho
con
ella. Pero no soportaba quedarse sola porque tenía miedo de volverse loca.
Aunque no se había
vuelto
loca nunca, solía tener la sensación de que estaba a punto de perder el juicio.
¿Corría
June algún peligro verdadero de perder el juicio? Las personas que sufren
ataques de
pánico
no se vuelven locas en realidad. Sólo se preocupan por el miedo a
volverse locas. Las personas
verdaderamente
psicóticas, como las que sufren esquizofrenia, no se preocupan por el miedo
a
volverse locas. Están
convencidas de que están completamente cuerdas y creen que el FBI
conspira
contra ellas o las espía con aparatos electrónicos secretos. Dicho de otra
manera, lo que
creen
es que todos los demás están locos. Así pues, sabemos que June no corre ningún
peligro de
perder
el juicio por el hecho mismo de que se preocupa constantemente por ello.
Pero
June cree que sus miedos son completamente realistas. ¿Qué experimento podría
hacer para
determinar
si está a punto de perder el juicio y de volverse loca? Anote aquí sus ideas
antes de
seguir
leyendo:
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Solución
Pregunté
a June qué pasaría si acababa por perder el juicio y se volvía loca allí mismo,
en mi
despacho.
¿Qué aspecto tendría aquello? Me dijo que probablemente se tendería en el
suelo, como
una
tortuga vuelta de espaldas, agitando los brazos y las piernas
desenfrenadamente. Diría cosas
inconexas,
chillaría y balbuciría incoherencias. Después, se levantaría y daría vueltas
sobre sí misma,
cantando
y bailando como un derviche en trance. Se daría de cabezazos en la pared,
gritando
a pleno
pulmón.
Yo le
dije:
—June,
llevas cincuenta y tres años temiendo esto. Vamos a descubrir si tus sueños son
realistas.
Quiero
que intentes llegar hasta allí.
Ella dio
muestras de consternación y me preguntó qué quería decir.
Le dije:
—June,
desde que tenías 18 años has estado pensando que podías perder la cabeza en cualquier
momento,
pero no lo has comprobado nunca. Quiero que intentes ahora mismo volverte loca.
Puedes
hacer
todas las cosas que has descrito. Puedes tenderte de espaldas en el suelo,
gritar y balbucir
incoherencias.
Prueba a ver si eres capaz de volverte loca intentándolo mucho. Así podremos
averiguar
de una vez por todas si tus miedos son realistas.
—¡De eso
nada, monada! —dijo June.
Debatimos
el asunto durante varios minutos. Yo insistí porque sabía que ella tenía
aguante y
que
confiaba en mí. Por fin, dijo:
—Doctor,
como veo que no voy a poder ganar esta discusión, he decidido seguir adelante y
probar,
pero con
una condición.
—¡Concedida!
—dije yo—. ¿Cuál es la condición?
—¡Que lo
haga usted primero! —dijo ella.
Entonces
me tendí de espaldas en la moqueta y empecé a agitar los brazos y las piernas
como un
loco
mientras gritaba cosas incoherentes. Después, me levanté y me puse a girar
sobre mí mismo
como un
derviche, cantando, chillando, moviendo las caderas y balbuciendo como un
demente. Me
di
cabezazos contra la pared de la consulta y grité: «¡Estoy majareta! ¡Me estoy
volviendo loco! ¡Tararí!».
De vez
en cuando miraba a June por el rabillo del ojo para ver cómo reaccionaba. Al
parecer, el
espectáculo
le estaba gustando.
Después
de un par de minutos, volví a sentarme en mi butaca y dije: «¡Te toca!».
June se
levantó de su sillón, se tendió con prudencia en la moqueta y se arregló
meticulosamente
el
vestido. Después, extendió débilmente el brazo y la pierna derechos primero, el
brazo y
la
pierna izquierdos después, y dijo con suavidad:
—Uuu,
uuu.
—Eso no
vale, June —dije yo—. Esto tienen que ser los Juegos Olímpicos de la psicosis.
Tienes
que
esforzarte al máximo. Pon en ello toda tu alma. Ve por el oro. ¡Sé que puedes
hacerlo!
Entonces,
June se aplicó. Empezó a rodar por el suelo, agitando desenfrenadamente los
brazos
y las
piernas y diciendo palabras sin sentido. Después, se levantó, recorrió la
consulta girando sobre
sí misma
y se puso a darse cabezazos, gritando a todo pulmón.
Tenía la
voz mucho más fuerte de lo que yo había esperado. De hecho, parecía una
cantante de
ópera en
plena forma. Pensé entonces que mi consulta no estaba insonorizada y me
pregunté qué
pensarían
mis colegas y mis pacientes de todos esos gritos y chillidos que sonaban en mi
consulta.
June
siguió así varios minutos hasta que por fin se quedó sin aliento y se sentó en
su sillón. Le
pregunté
entonces:
—June,
¿cómo te encuentras?
—Doctor
Burns —me dijo—, llevo cincuenta y tres años luchando por aferrarme a mi sano
juicio,
pensando
que podía volverme loca en cualquier momento. ¡Ahora acabo de descubrir que no
puedo
volverme loca por mucho
que lo intente! De hecho, jamás me había sentido tan controlada
como me
siento en este momento!
Le pedí
que realizara de nuevo los test de depresión y de ansiedad. Sus puntuaciones
fueron
de 0, lo
que indicaba que sus síntomas habían desaparecido por completo. De hecho, era
la primera
vez que
sentía alivio durante más de medio siglo. Aquélla había sido nuestra cuarta
sesión
de
terapia. Después volví a ver a June dos veces, y los miedos no le habían vuelto
a aparecer. Me
dijo que
la agorafobia le había desaparecido por completo y que podía ir sola donde
quisiera, de
modo que
dimos por terminado el tratamiento. Lamenté dejar de verla, pues había sido muy
divertido
trabajar
con ella.
Aunque
los métodos que apliqué con Terri y con June pueden parecer divertidos, no
quiero quitar
importancia
al terror que sentían estas mujeres al principio. Nunca es fácil afrontar
nuestros miedos,
sobre
todo si llevan atormentándonos años enteros o incluso decenios. Si usted no
quiere realizar experimentos
tan
extremos como los que practicaron Terri y June, puede poner a prueba sus
pensamientos
negativos
de maneras menos amenazadoras. Supongamos que cuando usted se marea, tiene
a veces
una sensación de pánico porque cree que está a punto de perder el juicio y se
va a volver loco.
Podría
inducirse un ataque de pánico a base de girar sobre sí mismo en una butaca
giratoria hasta
que esté
mareado. No obstante, podría optar por parar cuando sólo sienta pánico al 50%
en vez de seguir
adelante
hasta tener un ataque de pánico pleno. Acto seguido, puede probar a hacer algo
como
contar
hacia atrás desde 100 y de 7 en 7, en voz alta. Diría: «Cien, noventa y tres,
ochenta y seis, setenta
y nueve,
setenta y dos», y así sucesivamente. Puede parecer bastante difícil hacer esto
mientras
sienta
pánico, pero lo más probable es que descubra que es capaz de hacerlo.
Después,
podría probar a llamar a Información para pedir el teléfono de alguna persona y
tomar
nota del
mismo. También puede leer una frase de un libro e intentar resumirla en voz
alta. Aunque
quizá sienta
que está perdiendo el juicio y que se está volviendo loco, descubrirá que
es capaz de
hacer
estas cosas tan bien como siempre. Esto le demostrará que todavía puede
funcionar normalmente,
a pesar
de tener la sensación de que está a punto de perder el juicio. Naturalmente,
estos experimentos
sólo
darán resultado si usted cree que está a punto de volverse loco.
Desarrollé
esta técnica a finales de la década de 1970, pero sólo ha cobrado popularidad
en los
últimos
tiempos. Según los investigadores, aproximadamente un 80% de las personas que
sufren
ataques
de ansiedad se recupera después de cinco a diez sesiones de terapia por el
planteamiento
de la exposición
gradual que acabo de describir. Es un resultado notable si se tiene en cuenta
el
tiempo
que llevan sufriendo la mayoría de las personas con este problema y a cuanta
psicoterapia
se han
sometido sin resultado.
Sin
embargo, el planteamiento que apliqué con Terri y con June se llama
«inundación» porque
la
persona se inunda de una vez con la peor ansiedad posible. La inundación
produce resultados
más
rápidos que la exposición gradual. De hecho, a veces basta con una sola sesión.
Sin embargo,
para practicar
la inundación hace falta más valor. Tanto la inundación como la exposición
gradual
son
eficaces, así que usted puede elegir la que más le atraiga.
La
técnica de la encuesta
Los
investigadores suelen realizar encuestas para conocer las opiniones de la gente
sobre la política
o sobre
los productos de consumo. Usted puede aplicar el mismo planteamiento para poner
a
prueba
sus pensamientos y sus actitudes negativas. Una psicóloga llamada Deborah
sentía ansiedad
por
hablar en público, lo que le resultaba especialmente incómodo, dado que se
ganaba la vida
impartiendo
seminarios para los profesionales de la salud mental. Aunque lo hacía bastante
bien,
teniendo en cuenta sus miedos, se sentía una farsante porque pensaba que una
psicóloga debía
estar
bien.
Le
propuse que al comienzo de su siguiente presentación preguntara cuántos
psicólogos del público
sufrían
ansiedad al hablar en público. Se llevó una sorpresa y un gran alivio al ver
que dos
terceras
partes de los presentes levantaban la mano.
Usted
puede aplicar también la técnica de la encuesta para poner a prueba los
pensamientos negativos
que
desencadenan los sentimientos de depresión. Al comienzo de las reuniones de un
grupo
de
pacientes internos, en mi hospital, una mujer gravemente deprimida llamada
Diane anunció
que
había decidido suicidarse. Explicó que llevaba quince años tratándose de un
trastorno bipolar
de ciclo
rápido y que había tomado un medicamento tras otro, sin que nada la ayudara. De
hecho,
los
médicos le hacían tomar cinco medicamentos a la vez la mayor parte del tiempo
y, a pesar de
ello,
seguía sufriendo grandes cambios en su estado de ánimo. Aquélla era su octava
hospitalización.
El
trastorno bipolar de ciclo rápido es una de las formas más graves de enfermedad
maníacodepresiva
y puede
ser difícil de tratar. Los pacientes que padecen este trastorno atraviesan
ciclos
de
depresión o de manía que se alternan varias veces al año. A pesar de su lucha
contra la enfermedad,
Diane
estaba casada y tenía tres hijos. También se había establecido a tiempo
parcial, al
crear un
servicio de diseño de páginas web que recibía muchos clientes.
Le
pregunté si estaba decidida a suicidarse pasara lo que pasara o si estaba
dispuesta a recibir
ayuda.
Dijo que estaba deseosa de recibir ayuda, si era posible, y que si había
decidido suicidarse
era sólo
porque parecía la medida más lógica.
Diane se
sentía intensamente deprimida, angustiada, avergonzada, inadecuada,
desesperanzada,
frustrada
y airada, y anotó en su registro diario de estado de ánimo cuatro pensamientos
negativos
inquietantes:
1. Esta
j________ enfermedad me ha arruinado la vida.
2. No
tengo solución. No mejoraré nunca.
3. Soy
una carga para mi familia y para mis médicos.
4. Mis
padres, mi marido, mis hijos y mis médicos estarían mejor si yo estuviera
muerta.
Le
pregunté con qué pensamiento quería trabajar primero. Ella eligió el cuarto:
«Mis padres, mi
marido,
mis hijos y mis médicos estarían mejor si yo estuviera muerta». Después de
probar con varias
técnicas
que no dieron resultado, decidí probar la técnica de la encuesta. Dije: «Diane,
dices
que tu
familia y tus médicos estarían mejor si estuvieras muerta. Ya sé que esto puede
parecer grotesco,
pero
¿les has preguntado a ellos si quieren que te suicides?».
Diane
reconoció que no había debatido el tema con ellos, pero que parecía evidente
que era una
carga y
que estarían mejor sin ella. Yo le comenté que su marido iba a acudir aquel
mismo día para
mantener
una reunión familiar con la trabajadora social y que podía valer la pena
preguntárselo
a él, ya
que quizás ella estuviera saltando a unas conclusiones que no estaban
justificadas por los
hechos.
Dije que, dado que su familia no estaba presente en esta reunión de grupo, al
menos podía
preguntar
a los demás pacientes qué opinaban. ¿Creían ellos que sus padres, sus hijos y
su marido
estarían
mejor si ella se quitaba la vida?
Diane
protestó, alegando que lo más probable sería que las personas del grupo no
fueran sinceras
con
ella. Yo le propuse que preguntase a algunos su opinión y que después ella y yo
les haríamos
diversas
preguntas para determinar si eran sinceros o si se estaban limitando a decirle
lo que
quería
oír.
Diane se
dirigió a la joven que estaba sentada a mi lado y le dijo:
—Martha,
¿crees que mi familia estaría mejor si yo me suicidara?
—Debes
de estar loca, Diane. No sabes lo que dices. Mi hermano menor se suicidó hace
cinco
años.
Estaba en el dormitorio contiguo al mío. Oí un disparo y me lo encontré con una
pistola a su
lado y
con un tiro en la cabeza.
Martha,
sollozando, contó lo destrozados que se sentían todavía sus padres y ella.
—¿Que si
mi hermano pequeño era una carga? Claro que lo era —añadió—. Llevaba deprimido
varios años
y a veces podía resultar inaguantable. ¿Que si queríamos que se matara? ¡Jamás!
Le
queríamos
y deseabamos que viviera. La carga de su depresión no era nada comparada
con la de
su
muerte. Pienso en él todos los días y siempre se me parte el corazón. No creo
que llegue a superarlo
nunca. Tu familia también te quiere y, si te
matases, se quedarían destrozados. Jamás superarían
tu
pérdida.
Yo
pregunté:
—Diane,
¿crees que Martha te está diciendo la verdad o que te está mintiendo?
Diane
dijo que parecía que Martha decía la verdad.
Observé
que una de las enfermeras presentes, llamada Erika, también tenía lágrimas en
los ojos.
—Diane,
¿por qué no se lo preguntas a Erika? —dije.
Diane se
dirigió a ella y le preguntó:
—¿Qué
opinas? ¿Crees que debo suicidarme? ¿Estaría mejor mi familia si yo estuviera
muerta?
Erika se
echó a llorar y contó el suicidio de su hijo, hacía veinte años. Dijo que el
sentimiento
insoportable
de dolor no se había aliviado nunca, que pensaba en él constantemente y que
daría
cualquier
cosa por volver a tener a su hijo.
Diane
pidió su opinión a diversos miembros del grupo, uno tras otro. Todos dijeron lo
mismo.
Muchos
tenían amigos o familiares que se habían suicidado. Todos describieron
sentimientos intensos
de
culpa, de vergüenza y de pérdida. Algunos agradecieron a Diane que hubiera sido
tan
abierta
y le dijeron que les había hecho más fácil hablar de sus propios sentimientos
de desesperanza
y de
falta de valor.
Pregunté
a Diane en qué medida creía ahora en el pensamiento negativo: «Mis padres, mi
marido,
mis
hijos y mis médicos estarían mejor si yo estuviera muerta». Ella dijo que su
creencia en
él había
caído al 0%. De hecho, le parecía que era una idea tan irracional que no tenía
idea de cómo
había
podido creérsela en un primer momento. Preguntó cómo podría hablar de sus otros
pensamientos
negativos,
sobre todo el de «Esta j_____ enfermedad me ha arruinado la vida» y el de
«Soy una
carga para mi familia y para mis médicos».
Le dije
que ella y yo podíamos representar los papeles de las dos voces que debatían
dentro de
su
cabeza. Ella representaría el papel de sus pensamientos negativos, atacándome,
y yo representaría
el papel
de sus pensamientos positivos. Esta técnica se llama externalización de voces y
aprenderá
más acerca de ella en el capítulo 15. El diálogo transcurrió así:
PENSAMIENTOS
NEGATIVOS (representados por Diane): Tienes que afrontar los hechos,
Diane. Esta j_____
enfermedad
te ha arruinado la vida.
PENSAMIENTOS
POSITIVOS (representados por David): Eso parece un caso de pensamiento
todo o nada. No
cabe
duda de que esta enfermedad ha sido una verdadera lata, pero he conseguido
muchas cosas a pesar
de ella.
He sido buena esposa y buena madre, y he criado a tres hijos maravillosos que
me quieren
mucho.
También he tenido éxito con mi empresa de diseño de páginas web a pesar de mis
alteraciones
del
estado de ánimo. Estoy orgullosa de lo que he conseguido.
PENSAMIENTOS
NEGATIVOS: Bueno, eso puede ser verdad, pero has estado hospitalizada ocho
veces en los
últimos
quince años. Eso demuestra que eres una carga para tus padres, para tu marido,
para tus hijos
y para
tus médicos.
PENSAMIENTOS
POSITIVOS: Tienes razón en eso, ¿sabes? Es cierto que tengo una enfermedad
maníaco-depresiva,
y a
veces sí que soy una carga. Pero ¿sabes una cosa? Yo no tengo esta enfermedad
por voluntad
propia,
de modo que si Dios quiere que yo sea una carga, que así sea. Lo aceptaré. ¡Y
voy a ser
la mejor
carga posible!
Esta
respuesta hizo sonreír a Diane, que preguntó:
—¿Estás
diciendo que no importa ser una carga?
—¡Decididamente!
—respondí—. Y ése es tu destino ahora mismo; acéptalo. Desde luego que
no es
culpa tuya. Tu problema no es el hecho de que seas una carga, sino el hecho de
que no dejas
de
reñirte y castigarte a ti misma, ni de decirte que no deberías ser una carga.
La verdad es que todos
somos
una carga a veces. Es propio del ser humano.
Diane
dijo que se le había encendido una bombilla. No había considerado nunca la idea
de que
podía
limitarse a aceptar sin más el hecho de que tenía una enfermedad
maníaco-depresiva y que a
veces
tenía derecho a ser una carga. ¡Paradójicamente, desde el momento en que Diane
aceptó que
era una
carga, dejó de serlo!
A mí
también me pareció interesante el hecho de que la enfermedad maníaco-depresiva
no era
la verdadera
causa del sufrimiento de Diane. Si bien se considera que este trastorno es de
carácter
biológico,
el sufrimiento de Diane era consecuencia, en realidad, de sus pensamientos
negativos
distorsionados.
Cuando Diane desmintió esos pensamientos, su depresión se desvaneció.
La
técnica de la encuesta es un buen método para probarlo cuando en sus
pensamientos negativos
interviene
la lectura del pensamiento, es decir, cuando salta a conclusiones sobre lo que
piensan
o
sienten las demás personas acerca de usted. Entonces, usted puede sentirse
angustiado o deprimido
y dar
por supuesto que la otra persona está verdaderamente molesta con usted.
Naturalmente, a
veces sí
que existe un verdadero conflicto y quizá deba hablar con la otra persona para
despejar el
ambiente.
Pero otras veces el problema sólo existe en su cabeza. En vez de hacer
suposiciones sobre
cómo
piensa y cómo se siente la otra persona, puede preguntárselo y enterarse. Esta
técnica, a
pesar de
lo sencilla que parece, puede resultar notablemente útil en algunas ocasiones.
La
reatribución
La
autoinculpación y el razonamiento emocional son dos de las distorsiones
cognitivas más comunes
y más
dolorosas. Cuando usted está deprimido y angustiado, puede culparse a sí mismo
de
problemas
de los que en realidad no es responsable. Sin embargo, se dice a sí mismo: «Me
siento
culpable;
por lo tanto, debo de tener la culpa». A veces, el problema no es tanto que
usted tenga
la
culpa, sino que se está culpando a sí mismo. Al aplicar la reatribución, usted
identifica todos los
factores
que contribuyeron a un problema para poder desarrollar una perspectiva más
realista. Después,
puede
concentrarse en resolver el problema en vez de agotar toda su energía en
reñirse y castigarse
a sí
mismo y en hacerse desgraciado.
Un joven
llamado Jason tenía problemas con la timidez. Aunque era apuesto y atractivo,
se quedaba
paralizado
cuando se encontraba cerca de mujeres interesantes. Un sábado por la mañana
estaba
en la
cola del supermercado y vio que la cajera era una mujer atractiva. Le pareció
que le sonreía.
Jason se
dijo que estaría estupendo coquetear con ella cuando le llegara el turno. Pero
se
sentía
tan incómodo que no hizo otra cosa que mirar nerviosamente el mostrador
mientras pagaba,
sin
decirle ni una sola palabra y sin mirarla a los ojos siquiera. Salió de la
tienda sintiéndose frustrado
y
humillado. Después me dijo que ese tipo de cosas le pasaban constantemente.
Cuando
Jason estaba en la cola, pensó: «Si intento coquetear con ella, lo más probable
es que
me dé un
corte. Eso demostraría que soy un fracasado». En este pensamiento se contiene
casi el
conjunto
completo de las diez distorsiones cognitivas, pero es un ejemplo clásico de
autoinculpación,
porque
Jason se dispone a hacerse trizas si la mujer no reacciona positivamente a sus
intentos
de
coquetear con ella. ¿Cómo puede aplicar Jason la reatribución para replantearse
este pensamiento?
Voy a ser
un poco más concreto. Jason se está diciendo a sí mismo que si intenta
coquetear con
ella
y le da un corte, eso demostrará que él es un fracasado. ¿Se le ocurren a usted algunos otros
motivos
por los que una joven que está en la caja de un supermercado podría no
responder con entusiasmo
a un
cliente que coquetea con ella? Anote varias explicaciones posibles antes de
seguir leyendo:
1.
____________________________________________________________________________________
2.
____________________________________________________________________________________
3.
____________________________________________________________________________________
4.
____________________________________________________________________________________
5.
____________________________________________________________________________________
Solución
Existen
muchas explicaciones posibles. Por ejemplo:
• Puede
que esté casada.
• Puede
que tenga novio
• Puede
que sea lesbiana.
• Puede
que esté de mal humor.
• Es
posible que los clientes intenten coquetear con ella constantemente y a ella le
resulte una molestia.
• Es posible
que haya una cola larga de clientes que esperan turno ante la caja.
• Puede
que las normas de la empresa le prohíban entablar conversación con los
clientes.
• Puede
que sea tímida o se sienta insegura.
• Quizá
Jason no sea su tipo. Es posible que prefiera a los hombres de un aspecto
determinado o mayores.
• Puede
que Jason parezca incómodo o muy necesitado de cariño.
Además,
es posible que Jason no domine bien el arte del coqueteo. Esto tampoco querría
decir que es «un fracasado»; lo único que quiere decir es que le falta
experiencia y necesita algo más de práctica.
El
objetivo de la reatribución no es racionalizar los fracasos, sino poner las
cosas en una perspectiva más realista.
Una mujer llamada Clarisse, que había roto con un hombre con el que había estado
saliendo varias semanas, se quedó angustiada y deprimida, pues se decía a sí
misma: «Todo ha sido culpa mía. Siempre me pasa esto. Siempre estaré
sola». Después de mantener una conversación sincera con una amiga,
Clarisse empezó a pensar en su problema de manera distinta. Se decía:
«No ha sido culpa mía, después de todo. ¡Paul es un desgraciado total! ¡Yo me
merezco a alguien mejor!».
Esta
aplicación de la reatribución es errónea, pues lo único que ha hecho Clarisse
ha sido trasladar del esquema mental del «Yo no soy buena» al de «Tú no eres
bueno». En vez de culparse a sí misma, culpa al hombre que rompió con ella.
Ahora se sentirá airada y resentida, en vez de angustiada y culpable.
Más que
culpar a Paul o a sí misma, Clarisse podría procurar detectar los motivos por
los que su relación de pareja se acabó para poder aprender de la situación y
madurar. ¿Es que elige a hombres interesantes pero narcisistas? ¿Se aferra a
ellos demasiado y demasiado pronto, ahuyentándolos por su necesidad de cariño?
¿Le fue infiel con otro hombre? ¿Le resultaba difícil prestar atención a Paul o
se ponía a la defensiva cuando él la criticaba o cuando intentaba hablar con
ella de las dificultades de su relación? ¿Tenían valores o intereses
diferentes? ¿Tendrá que aceptar, sin más, el hecho de que no había una química
adecuada entre los dos? Este tipo de información puede ayudarle a tener mejores
relaciones de pareja en el futuro.
En este
capítulo, el lector ha aprendido cuatro técnicas basadas en la verdad que pueden
ayudarle a vencer los pensamientos que desencadenan la depresión y la ansiedad:
la
técnica de examinar las pruebas,
la
técnica experimental,
la
técnica de la encuesta y
la reatribución.
Algunas
personas han preguntado si deben probar una sola técnica basada en la verdad y
pasar a otro tipo de técnica si ésta no funciona. No necesariamente.
Por
ejemplo, la técnica de examinar las pruebas no sirvió a Terri. Si bien ella
reconocía que no había ninguna prueba tangible de que estuviera a punto de
ahogarse o de morir de un ataque cardíaco, seguía creyéndolo de manera
visceral. Cuando aplicó la técnica experimental y se puso a saltar, se dio
cuenta de pronto de que sus pensamientos negativos eran completamente absurdos.
En aquel momento, su ansiedad y su depresión se desvanecieron.
En suma,
¡cuantas más técnicas pruebe, antes encontrará la que le da resultado!
Probablemente
haya advertido usted que, cuando está angustiado o deprimido, tiene tendencia a
criticarse a sí mismo en términos extremos. Puede que se diga que es un
fracasado o que se empeñe en que no debería sentirse tan angustiado y tan
inseguro. Si examina los términos que utiliza, casi siempre verá que está
pensando en sí mismo de manera dura e ilógica. Las técnicas lógicas y semánticas pueden
ayudarle a cambiar esos mensajes negativos de manera que pueda empezar a
hablarse a sí mismo de una manera más compasiva y realista.
Pensar en términos
matizados
El
pensamiento todo o nada puede provocar ansiedad por la actuación porque usted
piensa que toda su actuación tiene que ser fabulosa, pues de lo contrario no
valdría nada. Esta manera de pensar no tiene mucho de realista, ya que en la
mayoría de los casos su actuación estaría en algún lugar entre los dos
extremos. Puede reducir mucho la presión si opta por evaluarse a sí mismo en
términos matizados o grises, en vez de verlo todo o blanco o negro.
Cuando
yo estaba empezando a estudiar la terapia cognitiva, impartí un seminario con
un colega,
el
doctor Aaron Beck, en la reunión anual de la Asociación para el Progreso de la
Terapia Conductista.
El
seminario no estuvo mal, pero tampoco fue tan bien como esperaba. El doctor
Beck me
notó
molesto y me preguntó qué me pasaba. Por entonces, yo todavía era muy
perfeccionista. Le dije
que me
sentía desanimado porque me parecía que nuestro seminario había sido inferior a
la media
en
cuanto a resultados.
Él me
dijo: «Bueno, David, ¡podemos agradecérselo a nuestra buena suerte! Recuerda
que
la media
es el punto medio. Por definición, la mitad de nuestras presentaciones serán
inferiores a la
media y
la mitad serán superiores. Así que es una suerte que nos hayamos quitado de en
medio ésta.
¡Podemos
esperar que la próxima será estupenda!». Esto representó un alivio enorme para
mí,
pues
empecé a comprender que no tenía la obligación de ser perfecto constantemente y
que siempre
se
podría mejorar.
En el
capítulo anterior leyó usted el caso de un joven llamado Jason que tuvo que
debatirse con
sus
sentimientos de timidez cuando vio a una mujer atractiva en la caja del supermercado.
Aunque
le
pareció que le sonreía, se sentía tan incómodo y nervioso que salió del
supermercado sin haberle
dicho
nada y sin haberle devuelto siquiera la sonrisa. En la página 152 se puede ver
el registro diario
de
estado de ánimo de Jason. El suceso trastornador fue «Estar en la cola del
supermercado».
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