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MODELO DE LA EMOCIÓN OCULTA

 

MODELO DE LA EMOCIÓN OCULTA

Esconder los problemas debajo de la alfombra

Traté en cierta ocasión a una joven llamada Alicia que sufría repetidos ataques de pánico en el

trabajo. Poco después de terminar la enseñanza secundaria, Alicia se casó y se puso a trabajar con

un hombre que estaba poniendo en marcha una empresa distribuidora de refrescos.

Parecía que los ataques de pánico de Alicia se producían siempre que su jefe pasaba cerca de su

mesa de trabajo. La invadía una sensación de náusea y tenía ganas de vomitar. Muchas veces tenía

que ir a la sala de descanso y acostarse un rato. A veces se ponía tan mal que tenía que volver a su

casa. Alicia consultó a varios médicos para descubrir cuál era el problema, pero todo parecía normal.

No parecía que sus síntomas tuvieran ninguna causa clínica.

Alicia tenía también ataques de pánico cuando estaba en su casa, sobre todo cuando su marido

estaba de viaje de trabajo. Tenía pánico y le llamaba por teléfono en estado de terror absoluto. Parecía

tan desesperada que a veces el marido había tenido que dejar el viaje y volver a su casa a toda

prisa para cuidar de ella. Alicia lo quería mucho y se sentía culpable por provocarle tantos problemas.

Aparte de sus ataques de pánico, Alicia parecía feliz y bien adaptada. Me dijo que todo lo demás

marchaba bien en su vida. Le encantaba su trabajo y admiraba a su jefe. Éste solía alabarla y

le decía que era una persona muy valiosa para la empresa.

Parecía que los ataques de pánico de Alicia salían de la nada, y yo no les veía ningún sentido.

¿Por qué sucedía esto? Trabajé con Alicia aplicando diversas técnicas de TCC. Estos métodos resultaron

útiles, pero sólo produjeron un alivio parcial. La ansiedad de Alicia mejoró, pero no desapareció.

En nuestra séptima sesión de terapia, Alicia me preguntó si las distorsiones cognitivas, tales como

el pensamiento todo o nada, podían aplicarse a los problemas familiares. Yo le pregunté qué

quería decir. Ella me explicó que, cuando era pequeña, sus padres le habían puesto la etiqueta de

«la hija buena». Siempre se esforzaba mucho por agradar a sus padres y profesores, sacaba sobresalientes

en todas las asignaturas, era una deportista destacada, se llevaba bien con todo el mundo

y la habían elegido delegada de su clase en sus dos últimos años de secundaria. Era independiente y

responsable, el tipo de persona en que se podía confiar que haría bien lo que se le encargaba.

Por el contrario, sus padres habían asignado a su hermana, Joanie, la etiqueta de «la hija mala».

Joanie era rebelde e indisciplinada. Solía volver tarde a casa y meterse en líos. Cuando Alicia pensó

en ello, dijo que aquellas etiquetas no eran muy realistas. Dijo que estaba claro que Joanie no

era «mala». También ella sacaba muy buenas notas y tenía muchos amigos. Ahora tenía un matrimonio

feliz y era una madre cariñosa, con dos niñas pequeñas muy hermosas.

Además, Alicia confesó que no siempre se sentía tan «buena» como creía todo el mundo. A

veces se sentía rebelde y también quería ser indisciplinada, como Joanie. Pero le parecía que no

podía rebelarse porque tenía que representar el papel de la buena hija. Dijo que aquellas etiquetas

engañaban mucho, porque en realidad su hermana y ella se parecían en muchos sentidos.

Pregunté a Alicia si creía que aquellas ideas acerca de la hija buena y la mala podían tener algo

que ver con sus ataques de pánico. Ella se detuvo a pensarlo y me confesó que en realidad no le

gustaba nada su trabajo, pero pensaba que no tenía derecho a sentirse así porque todo el mundo esperaba

de ella que fuera siempre muy responsable, como hija buena que era. Dijo que no quería pasarse

la vida vendiendo refrescos y que en realidad quería dejarlo, pero que temía desilusionar a su

marido, a su jefe y a sus padres.

Yo le dije: «Alicia, si tuviésemos una varita mágica y pudiésemos hacer realidad todos tus sueños,

¿qué querrías hacer?». Ella dijo que desde niña tenía la fantasía de diseñar ropa de mujer, pero

que no había tenido nunca el valor de perseguir su sueño. Ni siquiera sabía si era un sueño realista,

pero se moría de ganas de intentarlo.

Alicia dijo también que nunca había tenido tiempo para descansar y divertirse. Siempre se había

pasado las vacaciones de verano trabajando, hasta cuando estaba en el instituto, y nunca se había tomado

un tiempo libre simplemente para disfrutar de la vida porque tenía la sensación de que no le

estaba permitido.

Alicia decidió decir lo que sentía a su marido y a su jefe. Resultó que no se enfadaron en absoluto.

De hecho, la apoyaron. Dejó el trabajo y descansó durante un par de meses. Después quería

emprender la carrera profesional que había soñado siempre.

Los ataques de pánico de Alicia desaparecieron al instante, y ella dio por terminada la terapia.

Me escribió seis meses más tarde para contarme cuánto agradecía mi ayuda y para decirme que no

había vuelto a tener ningún otro ataque de pánico. Se había tomado sus primeras vacaciones verdaderas,

y el tiempo libre le había encantado. Después, había vivido la emoción de volver al trabajo.

Después de buscar un poco aquí y allá, había encontrado trabajo de aprendiza con una mujer

que diseñaba ropa deportiva para mujeres. Decía que se estaba cumpliendo el sueño de toda una vida

y que estaba disfrutando cada minuto de su nueva vida.

Advirtamos que el pánico de Alicia le servía de sustituto de la asertividad. Su pánico era su manera

de decir: «Algo marcha mal en mi vida. Este trabajo no es para mí». Pero, como temía reconocer

lo que sentía, lo obtenía de manera indirecta, representando el papel de enferma. Sus síntomas

de pánico y sus náuseas le permitían dejar de trabajar y volver a su casa. Pero nadie podía

enfadarse con ella, ya que parecía que estaba enferma de verdad.

Al principio me pareció que la recuperación espectacular de Alicia era un fenómeno aislado,

pero después empecé a ver esa misma pauta cada vez en más pacientes. No se limitaba a los pacientes

que tenían ataques de pánico, sino que se presentaba en todo tipo imaginable de ansiedad,

entre ellas la preocupación crónica, las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, la hipocondría y

la ansiedad por la actuación, por decir sólo unos pocos. Por fin me di cuenta de que aproximadamente

un 75% de mis pacientes con ansiedad escondían algún problema o sentimiento. Cuando sacábamos

a la luz el problema y lo abordábamos, la ansiedad casi siempre desaparecía, como en el

caso de Alicia.

La técnica de la emoción oculta

Esta técnica se basa en la idea de que cuando uno está angustiado, suele estar evitando algún problema o sentimiento,

porque no quiere molestar ni herir los sentimientos de nadie. Puede que usted esté enfadado con un amigo o que desee algo que cree que no debe desear. Al poco tiempo se siente angustiado, y ni siquiera es consciente del problema que desencadenó la ansiedad en un primer momento.

El problema que está pasando por alto suele ser algo increíblemente evidente que le está molestando ahora mismo. Es tan visible como un elefante a dos pasos, pero usted no se da cuenta de que está ahí.

La técnica de la emoción oculta parece muy sencilla, aunque no tanto como parece, ni mucho menos. Esto se debe a que usted, probablemente, no es consciente del problema que le está fastidiando cuando se siente angustiado.

Casi todas las personas a las que he tratado por ansiedad al principio me han dicho que todo iba muy bien, aparte de la condenada ansiedad. Para que el problema salga a la luz se necesita algo de tiempo y una buena labor de detective.

¿Por qué niegan u «olvidan» sus problemas las personas con tendencia a la ansiedad?

Creo que se debe a que la mayoría de las personas que padecen ansiedad son demasiado amables. Estoy convencido de que la amabilidad es la causa de casi toda la ansiedad. De hecho, si usted padece ansiedad, le apuesto diez contra uno a que es una persona muy amable. Su «amabilidad» es consecuencia de creencias contraproducentes como éstas:

Agradar a los demás: siente que tiene que agradar a todo el mundo, aun a costa de sus propias necesidades y sentimientos.

Fobia a la ira: siente que no se le permite estar airado, o quizá piense que la ira es peligrosa y que debe evitarse a toda costa. Cuando está irritado o molesto con alguien, se comporta con amabilidad, entierra sus sentimientos y se dice a sí mismo que no debería sentirse como se siente.

Fobia a los conflictos: evita los conflictos porque siente que debe llevarse bien siempre con todo el mundo.

Perfeccionismo emocional: cree que debe sentirse siempre feliz, alegre y optimista sobre su vida, su trabajo y los demás.

Emotofobia: «miedo a las emociones negativas». Usted cree que debe tener siempre controlados sus sentimientos y que no debe permitirse nunca sentirse angustiado, vulnerable, solo, celoso, molesto o incapaz de enfrentarse a ciertas circunstancias.

Todas estas creencias contraproducentes son distintas maneras de decir una misma cosa, a saber, que usted tiende a ser demasiado amable y que no siempre está en contacto con sus verdaderos sentimientos.

Cuando se siente trastornado, aparta automáticamente de su mente el problema. Al cabo de poco tiempo, está tan consumido por la ansiedad que se olvida del problema que le molestaba desde el primer momento.

Los investigadores no saben por qué las personas angustiadas tienen esta tendencia a no atender a los problemas. No es una mera cuestión de ingenuidad psicológica. Yo tengo bastantes conocimientos de psicología, pero a veces se me pasan por alto conflictos o problemas bastante evidentes que me están fastidiando.

 Si bien las personas proclives a la ansiedad suelen tener poca asertividad, éste no suele ser el problema, y el entrenamiento de la asertividad no corrige el problema. El problema es que ni siquiera saben cómo se sienten.

Cuando pregunto a las personas si hay algo que les está molestando, acostumbran a decirme que no. Me aseguran que aman a sus cónyuges, que se llevan bien con todos sus amigos y compañeros y que su trabajo les gusta... sólo que necesitan ayuda con la preocupación constante o los ataques de pánico. No están mintiendo. Sencillamente, no se dan cuenta del problema. No son capaces de detectarlo.

Al cabo de unas semanas, cuando sale a la luz el verdadero problema, dicen: «¡Ah, eso! Bueno, sí, eso me ha molestado siempre. Claro».

El problema puede ser consecuencia del funcionamiento de nuestros cerebros. Es casi como si existiera una parte del cerebro que conociera exactamente el problema, pero la parte consciente del cerebro no pudiera acceder a esa información.

Si usted siente ansiedad, vale la pena, decididamente, probar la técnica de la emoción oculta.

Consta de dos pasos:

1. El trabajo de detective: ésta es la parte más difícil. Tiene que discurrir e intentar determinar

qué es lo que le está molestando. Puede ser muy difícil hacer salir el problema a la atención

consciente. Quizá se diga a sí mismo que no tiene ningún problema salvo la propia ansiedad,

pero éste tarde o temprano sale a la luz. Habitualmente el problema es algo que le

está fastidiando en el aquí y ahora, y no algo que está enterrado en el pasado. Además, casi

siempre se tratará de algo bastante evidente, como por ejemplo que odia su trabajo, que está

enfadado con un amigo o que quiere hacer algo diferente con su vida. Generalmente no es

un problema psicológico profundo y complicado, como un complejo de Edipo.

2. La solución: cuando haya identificado el problema que le está fastidiando, tendrá que expresar

sus sentimientos y hacer algo al respecto. Una vez resuelto el problema, lo más frecuente

es que su ansiedad se reduzca o desaparezca.

Con el tiempo irá dominando mejor el arte de sintonizar con cómo se siente de verdad, pero

puede que mantenga siempre la tendencia a esconder sus sentimientos bajo la alfombra cuando está

alterado. Entonces, volverá a sentirse angustiado. Cuando se dé cuenta de lo que está pasando

de verdad, su ansiedad empezará a ser más bien un activo que un pasivo. En realidad, es el modo

que tiene su cuerpo de decirle: «Oye, estás alterado por algo. Resuélvelo».

Ahora quiero que haga usted de psiquiatra y que aplique la técnica de la emoción oculta para

ayudar a tres pacientes que han estado sufriendo ansiedad. Si bien es posible que usted sea muy diferente

a estos pacientes, estos ejercicios le harán mucho más fácil la aplicación de esta poderosa

técnica para superar los miedos que le acosan.

Recuerde que la técnica de la emoción oculta consta de dos pasos:

1. Identificar el problema o el sentimiento que le está fastidiando.

2. Expresar sus sentimientos y tomar medidas para resolver el problema.

La mujer que creía que estaba a punto de morirse

Empezaremos con una vieja conocida. Probablemente se acordará usted de Terri, la mujer que,

después de sufrir ataques de pánico implacables y depresión durante años, se recuperó cuando se

puso a hacer ejercicios de salto en mi consulta. Aunque se había recuperado por completo, yo sentía

curiosidad por saber por qué había surgido ese problema en un primer momento, de modo que

le pregunté por el primer ataque de pánico que tuvo, diez años atrás. ¿Qué le estaba pasando por

entonces?

Terri me explicó que su marido y ella acababan de llegar a Jamaica para gozar de unas merecidas

vacaciones. Esperaban el viaje con mucho interés y habían ahorrado durante casi un año para pagarlo.

Los padres de Terri habían accedido a quedarse con sus hijos durante sus vacaciones para que

ellos pudieran estar tranquilos sin los niños.

Terri y su marido estaban tan emocionados por irse de vacaciones que invitaron a otra pareja a

acompañarlos. Cuando aterrizaron en Jamaica, se subieron a un taxi y salieron camino del hotel.

Por el camino, Terri charlaba con la otra mujer de todas las cosas emocionantes que pensaban hacer.

En la conversación, la otra mujer dijo que agradecía mucho a Terri y a su marido su generosidad

por hacerse cargo de todos los gastos de las vacaciones: los billetes de avión, la comida, el hotel,

el taxi, e incluso las propinas. Aquello fue toda una sorpresa, porque Terri y su marido no eran

ricos y no se habían ofrecido nunca a pagar los gastos de la otra pareja.

Naturalmente, Terri era excepcionalmente «amable» y no quería trastornar a nadie, de modo

que no dijo nada. En vez de ello, empezó a hiperventilarse. No tardó en sentirse mareada y sin

aliento, y empezó a sufrir un dolor en el pecho. Sintió pánico y dijo: «¡Creo que estoy a punto de

morirme!».

El taxista los llevó a toda prisa a un centro clínico de urgencias, donde le administraron oxígeno.

Naturalmente, aquello era lo peor que podían hacer, porque Terri, al haber estado respirando

tan deprisa ya tenía demasiado oxígeno en la sangre. Sus síntomas se agravaron, y el médico le recomendó

que tomara el primer avión para volver a Estados Unidos y que pudieran tratarla en un

buen hospital.

El taxista los llevó otra vez al aeropuerto inmediatamente y todos tomaron el primer avión de

vuelta a Estados Unidos. Cuando llegaron a la sala de urgencias, a Terri ya se le había pasado el

ataque de pánico, pero sus vacaciones se habían echado a perder. Empezó a sufrir ataques de pánico

casi todas las semanas, e iba de médico en médico buscando curarse. Pronto empezó a desanimarse

y deprimirse, porque aquellos ataques terroríficos se volvían cada vez más frecuentes y parecía

que nadie podía ayudarla.

Ahora, quiero que usted aplique la técnica de la emoción oculta. Piense en lo que pasaba en el

taxi cuando a Terri le dio el primer ataque de pánico. ¿Qué mensaje proyectaban sus síntomas a la

otra mujer? ¿Cómo cree usted que se sentía Terri? Aunque no se le ocurre nada, quiero que pruebe

a decir algo. Cuando haya terminado, le comentaré lo que creo yo.

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Solución

Terri se sintió muy alterada cuando se enteró de que la otra pareja esperaba que su marido y

ella pagasen todas las vacaciones. Sin embargo, no verbalizó estos sentimientos y ni siquiera se

dio cuenta de lo molesta que se sentía porque era demasiado «amable» para eso. En su lugar, fueron

sus síntomas los que se encargaron de hablar. Terri decía indirectamente: «¡No voy a pagar!».

También decía: «Me ponéis enferma» y «¡Habéis echado a perder mis vacaciones, así que yo voy

a echar a perder las vuestras!». Pero al asumir el papel de enferma, podía hacerse la inocente y nadie

podía enfadarse con ella. Al fin y al cabo, parecía que estaba al borde de la muerte.

¡Ya se ve lo lista que puede ser nuestra ansiedad! Los síntomas de Terri ejercieron unos efectos

poderosos e inmediatos sobre las personas con las que estaba molesta.

¿Significa esto que estaba siendo agresiva-pasiva y manipulando a todos?

En absoluto.

La persona proclive a la ansiedad no se da cuenta de cómo se siente, por lo que los sentimientos que intenta pasar por alto se manifiestan de

manera indirecta, disfrazados de ansiedad. Algunas personas empiezan a preocuparse cuando están trastornadas. A otras les dan fobias. Algunas, como Terri, tienen ataques de pánico. Otras tienen síntomas obsesivos-compulsivos. Los científicos no saben por qué elige el cerebro una forma de ansiedad y no otra. Cuando usted tiene ansiedad, el síntoma extraño y preocupante puede tenerlo tan preocupado que llega a perder de vista por completo el problema que le estaba molestando al principio.

Terri me dijo que esta interpretación le parecía completamente lógica. Dijo que, volviendo la

vista atrás, todos sus ataques de pánico habían sido desencadenados, probablemente, por pensamientos

negativos. Parecía que le daban los ataques poco después de haber vivido una situación

conflictiva o haber tenido una discusión con alguien, como por ejemplo con sus hijos. Quería mucho

a sus hijos, pero éstos a veces se portaban mal y se metían en líos. Terri solía intentar razonar

con ellos en vez de imponerles su autoridad. Ellos seguían portándose mal, y entonces Terri empezaba

a hiperventilarse, lo que le desencadenaba un ataque de pánico. Esto le permitía proyectar

a sus hijos el mensaje: «Estáis matando a vuestra madre con vuestra mala conducta. ¡Será mejor

que lo dejéis ahora mismo!».

La ansiedad no llega casi nunca de manera inesperada, aunque siempre lo parece. Suele existir

algún problema o conflicto que estamos evitando, aunque no nos damos cuenta de ello por lo bien

que se nos da apartar automáticamente de la atención consciente nuestros sentimientos negativos.

La mujer que no podía dejar de preocuparse

Marci era una mujer de Florida de 71 años que llevaba más de cincuenta años sufriendo preocupación

crónica. Ninguno de los tratamientos que había recibido le habían servido de nada. Su

marido y ella acudieron a mi consulta durante varias semanas para participar en nuestro programa

de terapia intensiva.

Si bien el tema de la preocupación de Marci cambiaba de tanto en tanto, su pauta de preocupación

compulsiva era siempre la misma, y cuando empezaba a preocuparse por una cosa, ya no podía

dejarlo. Últimamente estaba preocupada por sus dos hijos, Tim y Freddy. Ambos estaban divorciados,

se habían vuelto a casar recientemente y se habían ido a vivir a California. A los dos les

gustaba ir de acampada, y siempre que Marci veía en la televisión reportajes sobre corrimientos de

tierras o terremotos en California, empezaba a preocuparse por ellos. A veces se imaginaba que habían

sufrido un terrible accidente o un terremoto mientras estaban de acampada. Se los imaginaba

atrapados bajo grandes rocas, con las piernas aplastadas, gritando de dolor mientras se iban desangrando

poco a poco.

Marci se preocupaba también por Ralph, su marido, de 78 años. Ralph jugaba al tenis todos los

días. Su médico le había hecho recientemente una revisión y dijo que todo estaba bien. A pesar de

todo, Marci se preocupaba por él constantemente y no sabía por qué. Por ejemplo, una noche,

mientras preparaba la cena, se imaginó que su marido sufría un infarto y se caía de repente al suelo.

En esta fantasía temible, ella llamaba al número de Urgencias, se arrodillaba a su lado y le presionaba

con fuerza el pecho intentando desesperadamente que el corazón siguiera latiendo, mientras

él se quedaba inconsciente y se moría. Estas fantasías le venían inesperadamente a la mente

todo el día.

¿Por qué pasaba esto?

Al aplicar la técnica de la emoción oculta, se intenta identificar algún sentimiento o conflicto escondido. ¿Tiene usted alguna teoría sobre la preocupación de Marci? ¿Por qué se imagina constantemente que su marido y sus hijos se mueren? ¿Qué es lo que desencadena

estos miedos? ¿Qué está pasando entre bastidores?

Recuerde que las personas «amables» suelen ser las que tienen problemas de ansiedad. ¿Qué nos dicen los síntomas de Marci acerca de lo que siente ella por dentro? Vuelva a hacer de detective y busque las pistas. He aquí algunas indicaciones.

• El problema o el sentimiento oculto está en el aquí y ahora. No se trata de un conflicto enterrado en el pasado.

• El problema oculto es de una evidencia increíble. Es tan visible como un elefante a dos pasos...sólo que usted no se da cuenta.

• El problema no es misterioso, como un complejo de Edipo o una lucha existencial sobre el sentido de la vida. Es un problema corriente con el que todos podemos identificarnos.

• La ansiedad suele ser una representación simbólica del conflicto o del problema que le está fastidiando. Es el modo que tiene el cerebro de comunicar indirectamente sus sentimientos reprimidos.

De hecho, la ansiedad se parece mucho a soñar despierto. Las personas angustiadas son como los

pintores y los poetas, que comunican los sentimientos de manera indirecta, por medio de imágenes

y metáforas. ¿Se acuerda de Alicia, la mujer que sentía pánico y náuseas cada vez que su jefe pasaba

cerca de su mesa? Sus síntomas no eran más que su manera de decir: «No quiero seguir aquí».

Pero ella era demasiado «amable» para reconocer que quería dejar el trabajo, y no quería herir los

sentimientos de su jefe, de modo que le «mostraba» cómo se sentía por medio de sus síntomas.

¿Qué nos están diciendo los miedos de Marci? ¿Qué es lo que le está molestando? Anote sus

ideas a continuación. Si no lo sabe, ponga lo que se le ocurra. Le ruego que no siga leyendo hasta

que no haya anotado al menos una posibilidad.

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Solución

Puede que usted haya supuesto que Marci tiene miedo a quedarse sola o a que la abandonen,

porque en sus fantasías acaban muriendo su marido y sus hijos. La suposición es muy buena, aunque

está un poco desviada. Cuando usted aplica la técnica de la emoción oculta, puede hacer al

principio algunas suposiciones equivocadas; no importa. Cuando trabajo con mis pacientes, les

pregunto: «¿Puede ser esto?» o «¿Puede ser esto otro?». Mis suposiciones no son válidas en muchos

casos, pero tarde o temprano los pacientes terminan por «recordar» de pronto lo que les está

molestando, y entonces comprendemos la ansiedad desde una perspectiva completamente distinta.

Cuando usted piense en lo que está desencadenando su propia ansiedad, lo más probable es que

tampoco dé en el blanco a la primera. Pero si mantiene una amplitud de miras, lo más habitual es

que termine por ver el problema o el sentimiento oculto.

Por si todavía no tiene claro qué es lo que está molestando a Marci, le daré unas cuantas pistas.

Plantéese las siguientes preguntas:

• ¿Qué les sucede al marido y a los hijos de Marci en sus fantasías?

• ¿Quién crea estas fantasías?

• ¿Qué nos dicen estas fantasías acerca de cómo se puede estar sintiendo Marci? ¿Qué tipos de

sentimientos pueden desencadenar este tipo de fantasías?

Advierta que en las fantasías de Marci, sus hijos mueren de manera lenta y terrible. Así pues,

en cierto modo, Marci los está matando una y otra vez. ¿Qué sentimiento puede albergar esto? ¡Si

usted ha anotado que siente ira no expresada hacia sus hijos, ha ganado el premio Sigmund Freud!

Tuve mi primera reunión con Marci la tarde en que su marido y ella llegaron a Filadelfia. Cuando

me describió sus preocupaciones sobre su marido y sus hijos, le pregunté si podría ser que albergara

hacia ellos algunos sentimientos negativos que no hubiera expresado. Le hice ver que se

dedicaba a matarlos todos los días en sus fantasías y me preguntaba si podía sentirse molesta o incluso

llena de ira hacia ellos.

Marci me explicó que quería mucho a sus dos hijos, pero que no le gustaban las mujeres con las

que se habían casado los dos hacía poco tiempo. Sin embargo, no quería dar la imagen de bruja ni

de suegra odiosa, de modo que se había limitado a guardarse sus sentimientos y a fingir que todo

era perfecto. Pero los sentimientos le corroían por dentro.

Le pregunté si sentía también ira hacia su marido, ya que le estaba matando en sus fantasías.

¿Habían discutido o reñido recientemente? Marci me dijo que su marido y ella jamás discutían ni

reñían. De hecho, no se habían alzado la voz ni una sola vez en más de cincuenta años de matrimonio.

No podía creerme lo que estaba oyendo.

—¿Me estás diciendo que no te has sentido molesta ni airada con tu marido ni una sola vez?

—le pregunté.

—Yo no he dicho eso, doctor —respondió ella—. Lo que he dicho es que jamás hemos discutido

ni alzado la voz. ¡No he dicho que no me haya sentido enfadada con él!

Me explicó a continuación que cuando era niña no había visto jamás que sus padres estuvieran

en desacuerdo por nada y que le habían enseñado que las personas que se querían de verdad no debían

reñir ni discutir jamás. Marci confesó que se sentía molesta muchas veces con su marido, pero

que le parecía que no debía expresar esos sentimientos, y por eso se los guardaba.

Sin embargo, la ira es un sentimiento que siempre se acaba expresando, de una manera o de

otra. Podemos intentar no hacerle caso, pero entonces se limitará a salir de manera indirecta. La ira

de Marci se disfrazaba de preocupación constante por el temor de que sus hijos y su marido pudieran

morirse. Pero en sus fantasías su muerte era siempre consecuencia de algo que estaba fuera

de su control, como un terremoto o un ataque al corazón. De esa manera, Marci puede matarlos sin

abandonar su papel de esposa y madre amante e inocente. ¡No es necesario que se fije en que es

ella la que está produciendo las fantasías y organizando las muertes!

Es fundamental que detecte con exactitud la causa oculta de su ansiedad, aunque en general esto

no conduce de por sí a la curación. Para sentirse mejor tendrá que expresar sus sentimientos o

resolver el problema que le está molestando. Marci y yo hablamos de cómo podría expresar sus

sentimientos con amor y con tacto para que pudiera ser más abierta y sincera con sus hijos y su marido

sin parecer hostil ni crítica, sin asustarlos. Practicamos estas habilidades por medio de la representación

de papeles, y ella lo hacía bien.

Después de la sesión, Marci volvió a su hotel y decidió llamar a sus dos hijos y decirles lo que

sentía últimamente. Me contó que había tenido las mejores conversaciones de su vida con ellos, y

su preocupación acerca de sus hijos desapareció.

A la mañana siguiente, Marci se presentó con su marido y me preguntó si éste podía participar

en la sesión con nosotros. Me dijo que a los dos les vendría bien, probablemente, algo de formación

en la comunicación. Yo apliqué un método de terapia conyugal que se llama ejercicio del minuto. Este ejercicio permite a las parejas expresar sus pensamientos negativos y escucharse mutuamente de manera cariñosa, sin pasar a la defensiva. A Marci y a su marido les gustó el ejercicio.

Al poco rato se estaban comunicando unos sentimientos íntimos que no habían puesto en común

jamás. Lloraron y se abrazaron y dijeron que se sentían más unidos que nunca. Al final de la sesión,

Marci dijo que todas sus preocupaciones se habían desvanecido y que por fin se sentía completamente

libre de ansiedad por primera vez en más de cincuenta años.

Yo dije a Marci que la buena noticia era que por fin estaba curada de su preocupación crónica

y que lo más probable era que la preocupación le volviera una y otra vez durante el resto de su vida.

Esta motivación era aún mejor. ¿Por qué? ¿Qué significa que Marci tenga ansiedad? Apunte

aquí sus ideas antes de seguir leyendo.

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Solución

La mayoría de la gente cree que la ansiedad es mala. Yo no lo veo así. Nadie puede sentirse

feliz constantemente. A todos nos toca nuestra parte de disgustos y desilusiones de vez en cuando.

Tarde o temprano, Marci se sentirá alterada, y entonces lo más probable es que esconda los

problemas bajo la alfombra y vuelva a preocuparse de nuevo. Aunque probablemente dominará

mejor el arte de reconocer y expresar sus sentimientos negativos, tales como la ira, es posible

que no alcance nunca el punto en que sea capaz de hacerlo con regularidad y en tiempo real.

La tendencia a esconder los sentimientos negativos es automática en algunas personas. Lo hacen

antes de haberse dado cuenta de lo que les pasa.

Pero Marci ya no tendrá que volver a inquietarse por eso. ¿Por qué? Porque siempre que empiece

a preocuparse, la preocupación no será más que el modo que tendrá su cuerpo de decirle que

está trastornada o enfadada con alguien. Cuando detecte el problema y exprese sus sentimientos,

la preocupación desaparecerá de nuevo. Vista desde esta perspectiva, la preocupación de Marci es

en realidad un activo, pues su ansiedad es una señal que indica que existe un problema que debe

abordar.

La técnica de la emoción oculta quizá parezca sencilla, pero puede ser todo un desafío. No

siempre es fácil sintonizar con el problema o con el sentimiento que le está fastidiando. Normalmente

hace falta bastante insistencia hasta que el problema que ha estado ocultando salta a la atención

consciente. Hasta ese momento, quizá crea que esta técnica no tiene aplicación para usted.

Mantenga la amplitud de miras y piense en las personas que conoce y en las actividades que realiza.

Pregúntese a sí mismo: «¿Me está molestando algo que he estado dejando de lado?», «¿Estoy

enfadado con alguien?», «¿Estoy trastornado por algo?».

El sentimiento o el problema oculto saldrá a la luz tarde o temprano. Cuando eso suceda, usted

comprenderá su ansiedad de una manera radicalmente diferente y contará con una herramienta poderosa

para vencerla.

El patólogo que tenía miedo a los cadáveres

Ahora que ha practicado usted un par de ejercicios para aprender a encontrar las emociones

ocultas, voy a presentarle un caso algo más difícil. En cierta ocasión traté a un médico residente

del Departamento de Patología, llamado Corey, que acudió a mi consulta para tratarse un trastorno

obsesivo-compulsivo, problema que había sufrido a temporadas desde la infancia. Los síntomas

se le habían agravado últimamente y ponían en peligro su carrera profesional. Corey explicó que

hacía unas semanas, al hacer una autopsia, había saltado un trocito de la columna vertebral del cadáver

y se le había metido en el ojo. Se la quitó enseguida, y no parecía que tuviera ninguna lesión

en el ojo, pero empezó a preocuparse temiendo haber contraído la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob,

que es una forma de demencia contagiosa y terrible. Es la versión humana del mal de las vacas

locas, y todos los que la contraen mueren en un plazo de seis meses.

Corey sabía racionalmente que el hombre al que estaba haciendo la autopsia había muerto de un

infarto y no tenía la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Sin embargo, la ansiedad le abrumaba, y desarrolló

una fobia a la contaminación, además de una lentitud compulsiva. Empezó a ponerse dos

batas y dos pares de guantes para cada autopsia, y se cercioraba meticulosamente de que no le quedara

expuesto ni un centímetro de piel. ¡Hasta había empezado a ponerse un casco espacial como los

de la NASA para protegerse la cara! Tardaba más de una hora en vestirse para cada autopsia.

Corey también empezó a dedicar cada vez más tiempo a sus autopsias para «asegurarse de que

lo hacía bien». Al poco tiempo, iba a paso de tortuga y no podía terminar ninguna de sus autopsias,

ni siquiera tras horas y horas de esfuerzo intenso. Empezaban a acumularse en el depósito los cadáveres

con la autopsia a medio hacer, y los demás residentes de patología se quejaban de que no

podían hacer sus autopsias porque no había sitio.

Cuando pregunté a Corey si había algo que lo molestara, él insistió en que todo iba bien. Me explicó

que tenía un matrimonio feliz y que se llevaba muy bien con todos los demás residentes de

su programa. Además, me dijo que ya sabía desde niño que iba a ser patólogo. Decía que todo en su

vida era estupendo, aparte de sus síntomas, pero temía tener que abandonar el programa de formación

si no podía hacer algo para cambiar su situación.

Los síntomas de Corey pueden parecer extraños, pero se trata de un caso clásico de TOC. Ahora

llega el momento de la labor de detectives. ¿Hay algo que esté fastidiando a Corey y que no nos

esté diciendo? ¿Le cree usted cuando dice que no hay problemas en su vida? ¿O está intentando decirnos

algo? ¿Qué sentimiento o problema oculto puede estar sufriendo Corey? Escriba aquí lo que

le parezca más probable.

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Solución

Naturalmente, Corey es el único que puede decirnos con exactitud lo que está pasando. Nosotros

sólo podemos hacer conjeturas más o menos fundadas. Pero si usted sigue a oscuras, pregúntese

lo siguiente:

• ¿Parece que a Corey le gusta su trabajo?

• ¿Tiene en realidad sentimientos positivos hacia los demás residentes de su programa? ¿Qué

repercusiones tienen sobre ellos sus síntomas obsesivos-compulsivos?

Corey y yo aplicamos diversas técnicas de TCC, con éxito sólo parcial. Al cabo de cinco o seis

sesiones, su ansiedad había mejorado en un 50%, pero él seguía sufriendo. Cada vez que lo veía,

le preguntaba si había algún problema que no me hubiera contado. ¿Había algo que le estuviera

fastidiando? Él siempre insistía en que todo iba bien, a excepción del TOC.

Al principio de la octava sesión, las cosas tomaron un giro inesperado. Corey me enseñó un

anuncio de una publicación médica local. Al parecer, un hospital universitario cercano necesitaba

un residente de Urgencias para dentro de unos meses. Corey parecía emocionado.

—¿Por qué estás tan emocionado, Corey? Me habías dicho que siempre habías querido ser patólogo

—le dije.

—No —respondió él—. Mi padre siempre quiso que yo fuera patólogo. Si quiere que le diga la

verdad, odio la patología. Siempre he querido ser médico de Urgencias.

Después reconoció otra cosa. Él era judío, pero trabajaba en un hospital cristiano fundamentalista.

Tenía la sensación de que entre el personal había un antisemitismo sutil. Por ejemplo, a veces

le parecía que salía mal parado en la distribución de los turnos y las rotaciones, aunque él siempre

lo aceptaba todo con educación para que sus colegas y sus supervisores no se molestaran ni lo

tacharan de problemático.

De pronto, los síntomas de Corey tenían pleno sentido. Su fobia a la contaminación y su lentitud

obsesiva eran su manera de decir: «No soporto hacer autopsias a cadáveres. ¡No quiero pasarme la

vida haciendo esto! Al mismo tiempo, hacía difícil la vida a todos los demás residentes del programa,

y se desquitaba de ellos indirectamente representando el papel de víctima inocente del TOC.

Naturalmente, Corey tendrá que expresar los sentimientos que ha estado ocultando y hacer algo

respecto a su problema. Después de la sesión, se fue en su coche hasta el hospital que había publicado

el anuncio y presentó una solicitud para el puesto. Tenía unas credenciales excelentes, y el

director del programa lo aceptó allí mismo. Después, volvió a su hospital y fue a ver al director de

formación de residentes. Corey le explicó que dimitiría a finales de junio porque había decidido

que la patología no era para él. También le explicó sus inquietudes sobre los prejuicios religiosos

que había encontrado. Los dos mantuvieron una buena conversación sincera, y Corey se sintió

aliviado.

Cuando vi a Corey a la semana siguiente, estaba jubiloso. Me explicó que había perdido todos

sus miedos a la contaminación y que se había puesto al día con sus autopsias. Dijo que, de hecho,

era capaz de hacer las autopsias más deprisa que ningún otro residente del programa. Estaba ilusionado

con sus nuevos planes profesionales y se sentía capaz de poner fin a la terapia.

A mí me encanta la técnica de la emoción oculta, no sólo porque es una herramienta poderosa

para el tratamiento, sino también porque hace comprensible la ansiedad, de tal manera que ésta deja

de parecer extraña, rara o misteriosa.

La ansiedad no es una cosa que aparezca de la nada, sin

motivo alguno. Por el contrario, se forma en un contexto humano. El verdadero miedo que está detrás

de la ansiedad es el miedo a nuestras propias emociones y sentimientos.

 Cuando usted aplique esta técnica con éxito, no sólo superará su ansiedad, sino que llegará a comprender de manera mucho

más profunda quién es usted y lo que significa ser un ser humano.

 

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