TEORÍA DE LA DISOCIACIÓN
ESTRUCTURAL
La teoría de la disociación
estructural relacionada con la traumatización incluye tres principios básicos:
1.
El
primero es que las personas crónicamente traumatizadas emprenden una gama de tendencias
de acción mentales y conductuales sustitutivas (Janet 1919/1925, 1928b).
Dichas tendencias de acción constituyen los esfuerzos de la víctima
traumatizada por adaptarse a su mundo interior y exterior, pero no guardan
proporción con la labor en cuestión. Así, toda parte disociativa de la
personalidad está dirigida, desde su limitada perspectiva, a alcanzar unos
objetivos adaptativos con los recursos inadecuados que tiene al alcance.
2.
En
segundo lugar, las limitaciones de las víctimas traumatizadas suelen
implicar una falta de habilidades de regulación, a veces una falta de
energía mental o física, y siempre una falta de eficiencia mental, una
capacidad insuficiente de utilizar la energía mental con el máximo provecho.
3.
En
tercer lugar, dichas deficiencias provocan y mantienen un grado mayor o
menor de disociación estructural de la personalidad, además de una serie de
síntomas relacionados.
Las ideas
respecto de las acciones de las víctimas traumatizadas se inspiran fuertemente
en la psicología de la acción de Janet (1919/1925, 1926a,
1928a, 1928b, 1934, 1938), y sirven de base teórica para la evaluación
clínica y el tratamiento de los pacientes crónicamente traumatizados. Sus
ideas sobre las acciones son de la máxima utilidad y pragmaticidad para comprender
la difícil situación de las víctimas de una traumatización.
Nuestra
capacidad de actuar coherentemente en presencia de diferentes estímulos
sensoriales, a menudo conflictivos, requiere un proceso de interrelación a lo
largo de numerosos niveles de organización en ausencia de ningún mapa de orden superior
que permita guiar el proceso. Este es el llamado problema de unificación...
La salud mental
se caracteriza por la elevada capacidad de integración, que unifica una amplia
gama de fenómenos psicobiológicos en una sola personalidad (Edelman &
Tononi, 2000; Fuster, 2003; Janet, 1889; Stuss & Knight, 2002). Cuando
las personas tienen el nivel mental (muy elevado) necesario para integrar
acontecimientos conmocionantes, no desarrollan una disociación estructural.
Cada uno de nosotros tenemos un límite respecto de lo que somos capaces de
integrar bajo un estrés extremo o prolongado.
Cuando los
principales organizadores de nuestra personalidad, tales como las tendencias
de acción y los sistemas de acción, están lo suficientemente integrados dentro
de ellos mismos y entre sí, nuestras acciones mentales y conductuales pueden
ser coordinadas y flexibles, permitiéndonos adaptarnos de formas complejas y
creativas. Y a su vez, estas tendencias de acción y sistemas de acción
determinan en gran medida lo que integraremos en un momento o una situación
dada y a lo largo del tiempo.
Sin embargo, a
veces el nivel mental de una persona es tan bajo que diversos
sistemas de acción (y tendencias de acción) se disocian unos de
otros dentro de la personalidad, junto con un sentido de la identidad
[of self, de sí mismo] limitado o bien más amplio organizado en torno a cada
constelación [de sistemas y tendencias]. Hasta cierto punto,
estos sistemas conscientes [self-conscious] asumen una vida
propia o bien estos sistemas de acción jamás fueron adecuadamente integrados
desde un principio en aquellas personas que han padecido abandono
emocional y maltrato tempranos y crónicos.
La integración es el
resultado de acciones de orden tanto inferior como superior.
La psicología janetiana de
la acción ayuda a comprender la integración normal
y sus limitaciones.
La integración implica dos
acciones mentales principales:
la síntesis y la consciencia (Janet, 1889, 1907, 1935a).
a)
En la síntesis percibimos,
vinculamos o unificamos y diferenciamos (los distintos componentes de) nuestras
experiencias (Edelman & Tononi, 2000; Fuster, 2003; Metzinger, 2003). Por
ejemplo, tenemos que diferenciar qué estímulos son relevantes e irrelevantes
para nuestros intereses actuales con el fin de funcionar adaptativamente. La
unificación de diferentes percepciones en un todo uniforme incluye acciones
mentales de orden inferior.Así, la unificación de los diferentes
componentes de la percepción visual tales como el color y la forma de un
objeto, así como de los resultados de la percepción visual, auditiva y
quinestésica, suele ser inconsciente y automática. Estas acciones de
orden inferior requieren niveles reducidos de energía y eficiencia mental.
Sin embargo, para dirigir el propio campo de atención a las indicaciones
verdaderamente importantes dentro de una situación compleja, y poder unificarlas
al tiempo que ignorando las indicaciones irrelevantes, tenemos que llevar a
cabo acciones mentales de orden superior conscientes, voluntarias y
complejas. Las acciones mentales de orden superior requieren niveles elevados
de energía y eficiencia mental. En razón de ello, las acciones
sintéticas se desarrollan a lo largo de un continuum de
complejidad.
b)
La consciencia [realization]
(Janet, 1903, 1928a, 1935a; Van der Hart et al., 1993; Steele et al., 2005)
incluye la adscripción de sentido [meaning], así como la creación de un sentido
[sense] continuo de la identidad a través del tiempo y la experiencia, lo que
incluye [la elaboración de] una narrativa autobiográfica o memoria episódica
coherente. Por regla general, la consciencia es una acción más compleja que
la síntesis. La síntesis puede tener lugar sin una consciencia plena, lo que
supone un problema muy común en las víctimas de experiencias traumáticas. Pero las
acciones sintéticas constituyen el fundamento de la consciencia y en razón
de ello no se pueden separar completamente de la misma.
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