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TERAPIA GESTALT: EL SÍ MISMO

 TERAPIA GESTALT: EL SÍ MISMO

Prestarle atención a la experiencia corporal, la propia o la de los demás, puede ser importante para resolver los problemas de la vida diaria: enfrentarse a la tensión, establecer relaciones, entender sentimientos. E incluso, la experiencia corporal tiene relevancia para problemas aún más profundos del sí mismo, como la confusión de identidad, los conflictos emocionales o el sentido de fragmentación. Por lo regular, consideramos al “cuerpo” como algo distinto del “sí mismo” y, por lo tanto, irrelevante para el “yo” que está luchando con los problemas de vivir una vida plena y significativa.

Las personas que sienten el tipo de malestar que las impulsa a buscar ayuda tienen a menudo la intención de deshacerse de alguna experiencia corporal desagradable. Quieren aliviarse de los latidos acelerados del corazón y de las dificultades para respirar que acompañan a la ansiedad. Quieren que desaparezcan los ataques de cólera y las sensaciones de terror. Que les quiten la molestia de los músculos tensos y de los dolores de cabeza constantes.

Además de las molestias y síntomas corporales, a menudo los pacientes no están a gusto con su existencia como seres físicos. Tal vez piensen que son feos o inadecuados. Quizá encuentren que prestar atención a su experiencia corporal haga que se sientan “mal”, por ser algo demasiado sexual o animal. Vivir la experiencia de sus cuerpos quizá haya estado asociado con dolor, enfermedad o violación, de tal forma que éstos se han convertido en algo que hay que evitar. De modo que pedirle al inicio que presten atención a este aspecto de la experiencia parece contrario a los problemas por los cuales buscan ayuda.

La mayoría de los terapeutas también enfocan la terapia desde esta posición disociada, aunque por razones ligeramente distintas. Las teorías y métodos que se nos enseñan centran la atención del cambio en constructos mentales: conflictos, cogniciones, lazos de interacción y estructuras mentales. Los fenómenos corporales se consideran sólo como síntomas que deben diagnosticarse, conductas a modificar, comunicaciones que hay que comprender o como símbolos de procesos subyacentes.

Añádase a esto el grado de contacto del terapeuta con su propia experiencia corporal. Con frecuencia sentimos, al igual que nuestros pacientes, el mismo descontento con nuestra experiencia corporal. Somos producto de sistemas educativos y programas de adiestramiento en los que el intelecto es visto como la única herramienta de relevancia para tratar con los problemas humanos. Esto es evidente en el contexto del trabajo del terapeuta: sentarse inmóvil durante horas, respirar apenas, escuchar y responder desde el intelecto.

Sin embargo, el contexto psicoterapéutico no es el único factor que arruina el vínculo entre cuerpo y sí mismo. Nuestro lenguaje estimula la distinción entre cuerpo y “yo”. No tenemos una palabra sencilla que nos permita decir “yo-cuerpo”.

Cuando mucho podríamos decir “mi cuerpo” de manera muy similar a decir “mi coche”, implicando que el cuerpo de uno es una propiedad, pero no ciertamente uno mismo. Nuestro lenguaje apoya la noción de que nuestro cuerpo es un objeto:

algo que me sucede, más que “algo por lo que estoy sucediendo”.

Dada esta experiencia por lo general disociativa del cuerpo, no es de extrañar que las sugerencias para considerar el cuerpo de uno como uno mismo y la experiencia corporal como experiencia propia sean recibidas con consternación.

LA EXPERIENCIA CORPORAL COMO EXPERIENCIA DEL SÍ MISMO

     Experimento para dirigir la atención hacia su propia experiencia corporal y el vínculo entre su sentido del sí mismo y sensación corporal.

Así, sentado donde está, sin alterar de manera intencional su postura o posición corporal, comience a prestar atención a su experiencia corporal. ¿Cuáles son sus primeras sensaciones? ¿Qué tensiones siente? ¿Dónde? ¿Cómo está respirando? ¿Aprisa, con lentitud, profundo? ¿Cuál es su postura? ¿Se “mantiene erguido” o permite que la silla lo sostenga? ¿Está acurrucado o relajado, derecho o rígido? ¿Cómo afecta esta postura a su respiración?

Hasta aquí, ya ha comenzado el proceso de prestarle atención a su experiencia corporal. Muchas personas me dicen que no sienten nada cuando se concentran por primera vez en su cuerpo. Si es igual para usted, entonces esta falta de sensación es en sí una aseveración importante respecto a su sentido del “sí mismo”. Pero la mayoría de las personas suelen tener alguna sensación de sus procesos corporales; si presta atención a su cuerpo con suficiente paciencia, los detalles se harán más completos y más ricos.

Al seguir prestando atención a su experiencia corporal, haga declaraciones, en silencio o en voz alta, comenzando, por ejemplo, con: “Ahora noto que mi respiración se siente forzada y superficial”. “Ahora noto calor en mi estómago”. Tome su tiempo. Permita que las declaraciones le ayuden a enfocarse sobre su experiencia corporal en este momento.

Quizá note que algunas sensaciones resaltan más que otras. Tal vez esté más consciente de su respiración o de su postura, o de la tensión en su cuello o piernas.

En términos gestálticos, estas sensaciones son figuras que resaltan contra el fondo general de su experiencia corporal. Una figura, algo relevante en su consciencia, comienza a atraer la atención y a ganar energía si tiene importancia para su sí mismo.

Ahora trate de cambiar el “yo noto . . .” por “yo estoy . . .”, de modo que experimente el conectar su “yo” con su experiencia corporal.

Por ejemplo, cambie “Yo noto tensión en mis hombros” por “Yo estoy tensando mis hombros”.

Cambie “Yo noto debilidad en mis brazos” por “Yo estoy debilitando mis brazos”.

Repita esto cinco o seis veces más.

¿Qué sucede cuando cambia al uso del término “yo” en relación con su experiencia corporal?

Algunas personas protestan por la implicación de propiedad: “Yo no tenso mis hombros, están así nada más”. Si sintió este impulso de protestar, entonces yo preguntaría:

¿Quién está tensando su hombro si no usted?

La tensión es algo que usted se hace a sí mismo en respuesta a algo. Pero quizá no viva la experiencia de su tensión con suficiente claridad para sentir que es usted el que la está produciendo.

Regresemos al experimento corporal para ver si podemos dar un sentido aún más pleno del “yo” a su proceso corporal.

Concentre su atención en las dos o tres sensaciones de tensión que resalten más para usted.

Tomándolas de una en una,

¿cómo describiría el carácter de esta tensión?

¿Se siente que comprime?

¿Qué agarra?

¿Qué aprieta?

 ¿Qué ata?

¿Tirante?

Quizá le ayude a exagerar conscientemente la tensión para tener un sentido más claro del carácter de la misma.

Usando las palabras que describen el carácter de las tensiones (pueden ser diferentes tensiones)

Experimento adicional.

Suponga, para fines de nuestro experimento, que su cuerpo es su “sí mismo”.

Si, por ejemplo, el carácter de una de las tensiones en las cuales se ha concentrado era de “comprensión”, use esa palabra para hacer una declaración de dos elementos sobre usted mismo: “Yo me estoy comprimiendo y ésta es mi experiencia”, o “yo me estoy conteniendo, y ésta es mi existencia”.

Repita las declaraciones un par de veces para apreciar plenamente el significado que tienen para usted. Sienta el impacto de considerar su estado corporal para describir su estado existencial.

Si ha estado haciendo el experimento y no leyéndolo, simplemente, una o dos de sus declaraciones quizá se hayan vuelto significativas para usted. Quizá pudo expresar algo en forma directa, lo que antes sólo había experimentado vagamente. Tal vez haya vivido la experiencia del “clic” de reconocimiento entre su experiencia física y su sentido de la vida presente o de alguna situación pasada.

O quizá le fue difícil encontrar algo significativo dentro de su experiencia corporal. Se detuvo a mitad del experimento o no notó “nada” sobre su cuerpo o sólo sintió sensaciones “triviales”. En el contexto del experimento yo le pediría que hiciera declaraciones sobre sus molestias del mismo modo que le pedí que las hiciera sobre su experiencia corporal:

“No me siento cómodo prestándole atención a mi cuerpo, y ésta es mi existencia.”

“No siento mucho de mí mismo, y ésta es mi existencia.”

“Mi cuerpo es trivial para mí, y ésta es mi existencia.”

Su resistencia, incomodidad o sentido de falta de significado es, de igual manera, una declaración de su relación con el sí mismo corporal como cualquier otra.

LA CORPORIFICACIÓN

     El experimento proporciona la base empírica de una premisa fundamental del enfoque gestáltico para la terapia corporal: el sí mismo o “yo” es tanto corporal como mental. Existimos, amamos, trabajamos y satisfacemos nuestras necesidades siempre cambiantes a través de nuestro ser físico y de nuestras interacciones con el mundo. La experiencia del cuerpo es experiencia del sí mismo, igual que el pensamiento, la imaginación y las ideas.

Cuando hacemos de nuestra experiencia corporal un “eso” en vez de un “yo”, nos hacemos menos de lo que somos. Nos disminuimos. Mientras más hemos separado nuestra identidad de la propia experiencia corporal, más cosas “parecen sucedernos”. Nos sentimos fuera de control, disociados, fragmentados.

Perdemos contacto con el fundamento de la experiencia humana: nuestra realidad corpórea.

Por supuesto esta es una descripción común de las dificultades que estamos llamados a tratar como terapeutas que no son muy distintas de los padecimientos de nuestra sociedad a la que en general encontramos fragmentada, separada de nuestros sentimientos, desensibilizada y fuera de control. ¿Podría este fenómeno social tener raíces en nuestra relación con nuestro cuerpo?

Nuestro ser corporal es intrínseco a la relación con nuestro mundo y forma una base para el contacto con nuestro entorno tanto físico como especialmente humano, de modo que podamos satisfacer nuestras necesidades y crecer. Trabajar con personas mientras corporifican su sí mismo nos ayuda, como terapeutas, a concretar ciertas nociones abstractas del sí mismo, la experiencia y el ser, y aumenta nuestra apreciación de la persona como un todo.

EL SÍ MISMO COMO INTEGRADOR DE LA EXPERIENCIA

     El concepto del sí mismo es complejo y confuso en la literatura de la terapia Gestalt, pero medular para esta orientación. La complejidad de la noción es atribuible a su situación como una parte evasiva y efímera del organismo, y la confusión resulta del uso del término en diversas formas.

     La terapia Gestalt ve al sí mismo:

·         No como una cosa o una estructura estática, sino como un proceso fluido.

·         No es un conjunto congelado de características (“yo soy esto y sólo esto”). En la salud, el sí mismo es variado y flexible en sus capacidades y cualidades, dependiendo de las exigencias particulares del organismo y del entorno.

·         No tiene naturaleza propia excepto en contacto o en relación con el entorno. Se ha descrito como el sistema de contactos o interacciones con el entorno. En este sentido, se puede considerar al sí mismo como el integrador de la experiencia.

·         Tiene disponibles las llamadas funciones de contacto, esto es, acciones y capacidades especializadas. Desde este punto de vista sería acertado, decir que el sí mismo no es otra cosa que el sistema de funciones de contacto. El sí mismo y las funciones de contacto son una y la misma cosa para la perspectiva Gestalt. El

·         Se ha descrito como un “sistema de excitación, orientación, manipulación y varias identificaciones y alineaciones . . .” (Perls et al., 1951). Estas categorías generales de las funciones de contacto describen las formas básicas en que interactuamos con el entorno para adaptarnos a sus cambios y satisfacer nuestras necesidades.

o   A través de la excitación sentimos nuestras necesidades.

o   A través de la orientación nos organizamos para cumplir con estas necesidades en relación con el entorno.

o   Por medio de la manipulación actuamos en servicio de nuestras necesidades.

o   Mediante la identificación incluimos en nuestro organismo (hacemos parte del “yo”) lo que puede ser asimilado

o   A través de la alineación rechazamos (hacemos “no-yo”) lo que es ajeno a nuestra naturaleza y no puede ser asimilado.

El funcionamiento pleno y adaptativo depende de que las funciones de contacto estén totalmente disponibles al organismo para cumplir con los requisitos cambiantes de interacción con el entorno. Cuando las funciones de contacto no están disponibles para la consciencia, el organismo ya no puede adaptarse con fluidez a su mundo. Aquellos aspectos del funcionamiento de uno que están negados, es decir, no experimentados como parte del sí mismo, no están plenamente disponibles para el contacto con el entorno. Mientras más limitadas sean las capacidades de uno para el contacto, más fragmentada, desorganizada y sujeta a resistencia se vuelve la propia experiencia del sí mismo y del entorno.

En este sentido, la mala salud psicológica está relacionada con la pérdida de estas funciones cuando nos separamos de nuestroser corporal.

Cuestiones importantes en el aprendizaje de la Terapia Gestalt:

Comprender cómo aquello que es intrínsecamente una parte del sí mismo, el cuerpo, es enajenado y tratado como si no lo fuera, así como la postura clínica para aliviar esta escisión.

Descripción teórica y clínica de la naturaleza corporal de las funciones de contacto de excitación (sensación), orientación (formación de figuras

y movilización), manipulación (acción), identificación (contacto) y alienación (retraimiento y asimilación).

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