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INTERVENCIÓN INDIVIDUAL CON EMDR: TRAUMA EN NIÑOS, ADOLESCENTES Y ADULTOS

tEMA 5. INTERVENCIÓN INDIVIDUAL CON EMDR: TRAUMA EN NIÑOS, ADOLESCENTES Y ADULTOS

La terapia EMDR son las siglas de Eye Movement Desensibilization and Reprocessing (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares). Para intervenir en trauma de forma individual en niños, adolescentes y personas adultas con EMDR, es necesario conocer las diferencias en el tratamiento según la etapa evolutiva.

Para ello, partiremos de la base teórica del método: qué es, en qué se basa, cómo funciona, para qué sirve y cómo utilizarlo.

En este tema, pretendemos que el alumnado consiga:

·            Conocer y comprender el modelo EMDR.

·            Poder abordar cada caso de la mejor forma posible teniendo en cuenta la etapa evolutiva.

·            Reconocer los diferentes tipos de trauma: T y t.

·            Tener un modelo de intervención práctico.

TÉCNICA EMDR

EMDR son las siglas de Eye Movement Desensibilization and Reprocessing (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares), este método terapéutico fue descubierto en 1987 por la psicóloga norteamericana Francine Shapiro. Al salir a caminar un día, observó por casualidad que los movimientos oculares en ciertas condiciones podían reducir la intensidad de los pensamientos perturbadores. Inició una investigación (Shapiro, 1989) con sujetos traumatizados en la guerra de Vietnam y víctimas de abuso sexual para medir la eficacia de su método y descubrió que reducía de manera significativa los síntomas del TEPT (trastorno por estrés postraumático) en estos sujetos.

     EMDR se basa en la comprensión del efecto que tienen las experiencias vitales adversas y traumáticas sobre la patología y en el procesamiento de dichas experiencias a través de procedimientos estructurados que utilizan estimulación bilateral, incluyendo movimientos oculares (visual), tonos (auditiva) y toques (táctil), cambiando creencias autolimitantes, desensibilizando emociones y sensaciones negativas.

     Su aplicación se ha extendido a un amplio rango de problemas clínicos como TEPT, depresión, ansiedad, TOC, baja autoestima, fobia social, etc.

¿Qué hacemos en la terapia EMDR?

     Los recuerdos no procesados son el objetivo de la terapia EMDR, para que puedan ser digeridos y conectados con otros recuerdos, reorganizándolos y almacenándolos de forma adaptativa, lo que es útil se aprende y lo que no, se descarta, dejando de traer síntomas al presente.

     Para comprenderlo mejor, tenemos que basarnos en nuestro funcionamiento cerebral.

¿Cómo funciona el cerebro?

     Nuestras respuestas mentales están basadas en reacciones físicas como el resto del cuerpo, a veces nuestra mente responde de forma automática, como cuando alguien nos echa agua en los ojos, queramos o no, tenemos el reflejo de cerrarlos.

     Como ejemplo, lee el siguiente refrán y simplemente nota lo que te viene a la mente: «Ojos que no ven...» ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste el refrán anterior? Seguramente haga bastante tiempo. Las respuestas automáticas son geniales, pero no siempre son útiles.

     Vuelve a pensar en el refrán anterior: «Ojos que no ven...». Tu mente no evaluó el significado, simplemente respondió «... corazón que no siente», como si eso fuera cierto, pero no siempre la distancia o alejarse del dolor ayuda; el no ver algo no implica no sufrir por ello, de hecho, sabemos que no enfrentarnos a ciertas cosas que nos pasan y no hablar de ellas puede hacer que no logremos digerirlas y, en consecuencia, nos deje síntomas (somatización, evitación, rabia, tristeza, pensamientos negativos...).

Este tipo de frases generalmente no generan ningún tipo de perturbación, pero son los mismos procesos cerebrales los que intervienen en las respuestas automáticas de nuestra mente. Algunas experiencias tempranas pueden seguir afectando en el presente, activadas como respuestas automáticas, sin control consciente.

Cuando vivimos algo en el presente, la experiencia se almacena de forma física en redes neuronales de nuestro cerebro y la información se conecta a nuestras redes de memoria, para interpretar y poder dar sentido a lo que nos rodea, al mundo, convirtiéndose en la base de cómo nos sentimos, pensamos y actuamos en cada momento.

Recuerdos procesados y no procesados

La diferencia está en la forma en la que están almacenados en nuestro cerebro. Si están procesados, digeridos, reaccionamos de la forma que más nos conviene; si no están procesados, pueden causar que reaccionemos desproporcionadamente o que actuemos de forma dañina para nosotros mismos o los demás.

Si la experiencia no es traumática, nuestro cerebro podrá digerirla, procesarla, y se almacenará de forma adaptativa sacando un aprendizaje de ella.

Los recuerdos no procesados son experiencias negativas, traumáticas (humillaciones infantiles, fracasos, rechazos, discusiones, rupturas, muertes, enfermedades, accidentes, abusos, maltrato físico o emocional, guerras, desastres naturales...) que, al ser emocionalmente muy estresantes, pueden colapsar el sistema y hacer que el procesamiento de la información se altere, no pudiendo el cerebro digerir la información y llevarla a un estado de resolución por sí solo, quedando almacenada en el cerebro de forma física, aislada en el sistema nervioso, con las imágenes, emociones, pensamientos, sensaciones físicas y perturbación que se experimentaron cuando sucedieron, no pudiendo llevar a cabo el aprendizaje.

Es como si te gusta mucho el chocolate y decides hacer una tarta, si te comes un trozo no pasa nada, dos tampoco, tres puede costar y a partir del cuarto ya no podemos, nuestro estómago no está preparado, ¿qué pasa si decidimos comernos la tarta entera? Como mínimo tendremos algunos síntomas: pesadez, dolor de estómago, acidez, barriga suelta… y esto puede durar algunos días. Al cerebro le pasa igual, si algo sucede emocionalmente muy estresante, no puede digerirlo.

El modelo PAI de Shapiro (2001) postula que un incidente particularmente perturbador puede ser almacenado de una forma específica, indicando que está congelado en el tiempo en su propia red neural, incapaz de conectarse con otras redes de la memoria que guardan una información adaptativa. La autora plantea la hipótesis de que, mientras la información sea codificada de forma excitatoria, perturbadora y estado específica, existe la posibilidad de que las percepciones originales continúen siendo activadas por estímulos tanto internos como externos, dando lugar a reacciones emocionales, cognitivas y conductuales inadecuadas, así como a síntomas manifiestos (por ej., ansiedad, pesadillas, pensamientos intrusivos).

Por ejemplo, si casi me aplastan en un concierto, sentiré miedo, pánico, sensaciones físicas de peligro, ahogo, presión en el pecho, palpitaciones y pensamientos negativos del tipo «estoy en peligro, estoy atrapado, voy a morir». Si mi cerebro no logra digerir la experiencia, cuando vaya a sitios en los que mi cerebro entienda que está pasando lo mismo —un centro comercial o el metro (hay mucha gente, gente gritando o corriendo, ver caras de miedo, etc.)—, puede que conecte con la experiencia del concierto (conscientemente o no), active esas redes de memoria y vuelva a sentir, pensar o notar lo mismo; entonces es una experiencia no procesada, de esta forma el pasado sigue presente.

No tenemos que haber sufrido un gran trauma para desarrollar síntomas que duren años. A estos síntomas que no encajan con lo que está pasando en la actualidad, los llamamos disparadores o detonadores, porque un contacto similar a la experiencia pasada sin procesar puede hacer que conecte con esa red de memoria y hacer que se detone, active, dispare y, con ella, los síntomas (emociones, sensaciones físicas, creencias negativas…) que forman parte de ese recuerdo.

 

Cuando tenemos experiencias no procesadas, el cerebro no puede conectar la información con redes adaptativas y en el presente, si asocia que puede estar pasando lo mismo, activará la experiencia inicial automáticamente, al igual que cuando completa un refrán.

¿Por qué se guardan así las experiencias negativas?

Necesitamos que la información que supone algún riesgo o peligro se grabe bien para que podamos sobrevivir, no podemos almacenar toda la información que nos llega, por lo que solo guardaremos la importante. Un ejemplo muy simple: imaginemos la primera vez que un grupo de seres humanos tuvieron contacto con un león, pilló de imprevisto y atacó a muchos de ellos, desconocían cómo era de peligroso, por lo que la próxima vez que apareciese un león, el cerebro tenía que conectar rápidamente con la experiencia anterior para poner en marcha el sistema y pudieran correr para salvarse.

De la misma forma, necesitamos que la información que nos supone un riesgo se guarde de forma distinta, por supervivencia.

Cuando tenemos experiencias no procesadas, el cerebro no puede conectar la información con redes adaptativas y en el presente, si asocia que puede estar pasando lo mismo, activará la experiencia inicial automáticamente, al igual que cuando completa un refrán.

El sistema de procesamiento adaptativo

Todos tenemos en nuestro cerebro un mecanismo de autocuración: el sistema de procesamiento adaptativo de la información (PAI).

Su objetivo es coger cualquier tipo de confusión emocional y llevarla a un estado adaptativo, para ello, se quedará con la información útil que sirve para nuestra supervivencia y dejará a un lado el resto, dando lugar al aprendizaje.

Esto lo hace nuestro cerebro todo el tiempo, pero gran parte ocurre cuando dormimos, en la fase REM (Rapid Eye Movements) del sueño. Es en ella donde se dan los movimientos oculares rápidos de forma automática, parecen desobstruir el sistema nervioso y permitir que el cerebro, activando el PAI, alterne la activación de los hemisferios cerebrales (derecho e izquierdo) y procese la información.

¿Has escuchado alguna vez cuando tienes un problema eso de «consultarlo con la almohada»? Significa aprovechar el tiempo de descanso nocturno para que las alternativas se liberen de su carga emocional y poder tomar la decisión más adecuada. Es exactamente lo que nuestro cerebro hace: coge una experiencia perturbadora y la digiere, permitiendo un aprendizaje.

Desafortunadamente esto no siempre sucede así, a veces la carga emocional es tan grande que impide al PAI hacer las conexiones cerebrales internas necesarias, no consigue procesarla y, en lugar de dar lugar al aprendizaje, el recuerdo de la situación se guarda en el cerebro tal y como lo experimentaste: lo que viste, sentiste, la imagen, las emociones, las sensaciones físicas y los pensamientos se codifican en la memoria en su forma original, sin procesar.

El sistema PAI nos sirve para explicar los efectos del tratamiento, la rapidez con la que pueden obtenerse resultados clínicos, así como la coherencia de muchos de sus patrones de respuesta.

 

Trabajando adecuadamente, el sistema innato de procesamiento de la información «metaboliza» o «digiere» las nuevas experiencias. Las percepciones sensoriales entrantes son integradas y conectadas con la información correspondiente, que ya se encuentra previamente almacenada en las redes de la memoria, permitiendo que nuestras experiencias tengan sentido. Lo que es útil es aprendido, almacenado en las redes de la memoria acompañado de las emociones correspondientes y puesto a la disposición de la persona para que le sirva de guía en el futuro (Shapiro, 2001).

Fases de la técnica EMDR

El tratamiento cuenta con ocho fases. Un pequeño resumen de cada una ayudará a entender su función.

Fase 1: historia clínica y planificación del tratamiento

Hablaremos sobre:

·          El problema por el que se viene a consulta

·          La familia

·          Escuela

·          Profesión

·          Desarrollo, historial médico, psicológico y físico.

Buscaremos los distintos traumas (T y t). Nos servirán para comprender el desarrollo específico del problema y poder establecer el orden de los recuerdos a trabajar en función del objetivo que nos hayamos marcado.

Una vez completada esta fase trazaremos un plan de tratamiento.

Fase 2: preparación

Probablemente sea la fase más importante del tratamiento.

Prepara a la persona para asegurar que tiene los recursos necesarios para abordar el problema: estrategias de afrontamiento, audios de relajación, visualizaciones guiadas, etc.

En definitiva, autorregulación, formas de calmarnos y manejar pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales desagradables.

Explicaremos en qué consiste EMDR.

Fase 3: evaluación

Aclararemos el problema sobre el que vamos a trabajar (recuerdo T/t) escogiendo los siguientes elementos:

·            Imagen que lo representa: “¿Qué imagen representa la peor parte del recuerdo?”

·            Creencia negativa: “¿Qué palabras concuerdan mejor con la imagen y expresan una creencia negativa sobre ti mismo/a ahora?” / Si te fijas en la imagen, ¿qué te hace pensar negativamente sobre ti ahora)”

·            Creencia positiva: “Cuando piensas en la imagen, ¿qué te gustaría poder creer y sentir ahora sobre ti?”

·            VOC / Validez de la cognición positiva:

 “Cuando piensas en la imagen, ¿Cuánto de ciertas sientes (repetir creencia positiva) ahora?

En una escala de 1 a 7, donde 1 es completamente falso y 7 completamente cierto”.

(No es cuánto lo piensa, si no cuánto lo siente por dentro, la VOC debe estar entre 1 y 4 para ser válida, si puntúa 5 o más, deberemos buscar otra).

·            Emociones: “Cuando piensas en esta imagen y las palabras negativas (repetimos la CN), ¿qué emociones sientes ahora?”

·            SUD/Malestar en una escala de 0 a 10: “En una escala de 0 a 10, en la que 0 es ninguna perturbación o neutro y 10 lo peor que puedes imaginar, ¿cuánta perturbación / malestar sientes ahora?”

·            Dónde se localizan las sensaciones en el cuerpo: “¿Dónde sientes el malestar en tu cuerpo?”

Fase 4: desensibilización

En esta fase usaremos la estimulación bilateral para resolver el problema planteado y cualquier material relacionado. Cuando el evento escogido como diana y la información existente en los canales asociados hayan sido reprocesados, pasaremos a la quinta fase.

Sabremos cuándo continuar gracias a dos escalas:

·            La escala de unidades subjetivas de perturbación (SUD): nos ayuda a medir el nivel de perturbación o malestar de 0 a 10 con el problema (0 es nada o neutro y 10, el peor malestar posible).

·            La escala de validez de la creencia (VOC): nos ayuda a evaluar lo cerca que está la persona de su objetivo de 1 a 7 (1 es no lo siento nada cierto y 7, lo siento totalmente cierto por dentro).

·           Cuando la SUD llega a 0 y la VOC a 7 podremos pasar a la siguiente fase. Esta fase puede avanzar rápido o más lentamente, esto dependerá de lo que necesite cada persona para resolver la dificultad (normalmente, varias sesiones).

·           Es en esta fase cuando el cerebro comienza a reprocesar el trauma. La persona solo tendrá que observar lo que le viene a la mente, ya sean recuerdos, imágenes, pensamientos, reflexiones, emociones, sensaciones físicas...

·           Trae a tu mente esa peor imagen, esas palabras negativas (repetimos la CN), fíjate dónde estás sintiendo el malestar en tu cuerpo y observa”.

·           Haremos tandas de 28-30 movimientos de estimulación bilateral e iremos haciendo pausas en las que pediremos un poco de información sobre lo último que le haya llegado mediante la pregunta «¿qué te viene ahora?», después simplemente le diremos «sigue con eso» y el paciente simplemente seguirá observando lo que aparezca. Para esto utilizaremos la metáfora del tren, como si la persona viajara en un tren y simplemente observara el paisaje, dejándolo pasar.

·           Seguiremos haciendo esto una y otra vez hasta que acabe el canal de memoria, esto lo sabremos porque llegará información neutra («he recordado que tengo que hacer la compra») o positiva.

Entonces volveremos al recuerdo, de la forma en la que le llegue ahora (¡OJO! Nunca volvemos a la imagen) y evaluaremos de nuevo el malestar/SUD de 0 a 10 y localizándolo en el cuerpo. Partiendo de estos elementos y continuando con el reprocesamiento hasta que el malestar sea 0.

·           La forma en que cada persona realiza esta fase es diferente, puede que la imagen cambie o no, puede que salte a distintos momentos de su vida o que no aparezcan imágenes y lo viva todo a nivel emocional o físico. Suceda como suceda, es importante recordar que es exactamente la forma en que tiene que ser, su cerebro lo hará bien.

·           Es posible que la persona tenga reacciones emocionales o físicas perturbadoras, intensas (abreacciones); aunque afloren durante el tratamiento, no estamos alimentando nada nuevo, su mente se estará liberando de todas las emociones negativas, es simplemente un signo que indica que el material antiguo está abandonando el sistema nervioso, suele ser un signo de procesamiento. La recomendación es seguir con la estimulación bilateral hasta que esta reacción pase o sea más suave.

·           Para ello utilizaremos otra metáfora: cuando vamos por un túnel oscuro y queremos atravesarlo a toda velocidad, tenemos que mantener el pie sobre el acelerador; si lo quitamos, iremos más despacio, avanzando lentamente. En EMDR, la estimulación bilateral podrían ser el acelerador, es importante recordar que igualmente saldremos del túnel. Que no se tenga este tipo de reacción intensa no quiere decir que no se esté reprocesando, simplemente no está guardado así en el cerebro.

·           Todo lo que aparece es material antiguo grabado en las redes neuronales que se está reprocesando. La persona está en un entorno seguro y puede parar siempre que lo necesite mediante una señal de stop acordada.

Fase 5: instalación

·           Aquí reevaluaremos si la creencia positiva que elegimos en la fase 3 sigue siendo válida o hay otra que se sienta más cierta o encaje mejor. Para poder instalar la creencia positiva, necesitamos que el paciente la sienta cierta al menos un 5 en nuestra escala VOC de 1 a 7.

·           Pediremos que mantenga junta en su mente la creencia positiva con el recuerdo original tal y como esté ahora y haremos tandas de 28-30 movimientos de estimulación bilateral, haciendo pausas en las que preguntaremos por la escala de validez de la creencia (VOC) hasta que lo sienta totalmente cierto (VOC = 7). Entonces podremos pasar a la siguiente fase.

Fase 6: examen corporal

·           El paciente prestará atención al recuerdo original junto con la creencia positiva, a la vez que se le pide que realice un escáner en su cuerpo para ver si queda cualquier malestar, tensión residual, cualquier sensación que no tenga que estar ahí o por el contrario hay alguna sensación buena.

·           Si hay malestar corporal, haremos un par de tandas de 28-30 movimientos de estimulación bilateral sobre la sensación molesta para ver si desaparece, si sigue habiendo malestar volveremos a reprocesar desde la fase 4.

·           Si por el contrario el malestar desaparece, volveremos a hacer el escáner para comprobar que no hay malestar (recuerdo original + creencia positiva). Cuando el paciente siente que no hay ninguna sensación desagradable o incluso hay alguna sensación buena, le diremos “simplemente coge el recuerdo original, las palabras positivas y nota que no hay malestar, haremos una tanda de 10-12 movimientos de estimulación bilateral y si el paciente nos da buen feedback, pasaremos a la siguiente fase.

Fase 7: cierre

·           Hayamos llegado o no a cerrar el recuerdo y reprocesarlo por completo (fase 6), haremos un cierre formal de la sesión usando alguno de sus recursos para asegurarnos de que se siente bien antes de irse, en el momento presente.

·           También haremos preguntas tipo «¿qué te llevas de la sesión?, ¿qué has aprendido hoy?».

·           Le recordaremos que lo que hayamos trabajado se sigue reprocesando, aunque salga de la consulta, por eso pediremos que anote cualquier cambio entre sesiones. Por ejemplo, ¿está actuando de manera diferente frente al problema o sus disparadores? ¿Hay cambios en su estado de ánimo?

Fase 8: reevaluación

·           En la siguiente sesión de EMDR si nos quedamos en fase 4 y el SUD no llegó a 0 (procesamiento incompleto), reevaluaremos el recuerdo original (OJO: nunca volvemos a la imagen inicial) junto con los elementos: SUD/Malestar en una escala de 0 a 10 + sensaciones corporales y partiremos de ellos para continuar con el reprocesamiento desde la fase 4.

·           “Si vas al recuerdo que estuvimos trabajando la última sesión, ¿qué te viene ahora?” “En una escala de 0 a 10, donde 0 es ningún malestar o neutro y 10 el peor malestar posible,

¿cuánto estarías notando ahora?”

“¿Dónde sientes el malestar en tu cuerpo?”

“Coge lo que te ha llegado, nota el malestar y sigue mis dedos”.

Si en la fase anterior llegamos a procesar el recuerdo por completo (SUD=0 y VOC =7 + escáner ok), reevaluaremos el recuerdo original para ver si ha surgido algo nuevo sobre lo que se necesite trabajar, ¿sigue siendo SUD = 0 y VOC=7?.

Una vez comprobado que el SUD sigue siendo 0 y la VOC 7, el recuerdo estará reprocesado y podremos pasar al siguiente.

Diferencias entre T y t

·           Trauma proviene de una palabra griega que significa «herida». Su significado según la Real Academia Española (RAE) (S. f.):

«1. m. Choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente.
2. m. Emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.
3. m. Med. Lesión duradera producida por un agente mecánico, generalmente externo».

·           Como hemos visto anteriormente, el trauma se produce cuando los recursos internos y externos son insuficientes para hacer frente a una amenaza externa (Van der Kolk, 1989). Implica la experimentación, el ser testigo, la anticipación o el verse enfrentado a un evento o eventos que involucran amenaza real para la vida real o la posibilidad de lesiones graves o peligro para la integridad física de uno mismo u otros (American Psychiatric Association, 1994). Este concepto de trauma es paralelo al concepto de T mayúscula = T en EMDR.

Concepto de trauma en EMDR

«Muchos de nosotros pensamos que el trauma consiste en grandes acontecimientos que aparecen en las noticias. Veteranos de guerra, supervivientes de catástrofes naturales y ataques terroristas… Pero, de hecho, por definición, trauma es cualquier hecho que ha tenido un efecto negativo duradero.
Todos conocemos gente que ha perdido el trabajo, a sus seres queridos e incluso posesiones y como resultado, han sufrido verdaderamente. Cuando se pierde la paz del espíritu o si nunca se tuvo, puede haber serias consecuencias físicas y psicológicas, sea cual fuere la causa.
Al margen de los disparadores, las causas se encuentran generalmente en antiguas experiencias de vida. A esas experiencias, las llamamos traumas» (Shapiro, 2007).

Cuando en el acontecimiento traumático intervienen otros seres humanos y, sobre todo, cuando estos tienen una vinculación con el que lo sufre, la gravedad de las consecuencias será mayor. Los efectos desfavorables del maltrato y abandono en la regulación emocional de estos niños se transfiere también a la edad adulta (Young y Widom, 2014).

Los traumas t tienen que ver con experiencias de apego, muchas veces temprano, otros tipos de experiencias vitales perturbadoras y estresantes, como discusiones familiares, divorcio, humillaciones, falta de conexión… en las que la vida de la persona no corre peligro, pero sucede una y otra vez y deja una huella en la memoria.

 

Cada persona cuando nace tiene una carga genética con factores protectores y de vulnerabilidad, esto va a depender de la «herencia», pero también de cómo estaba su entorno, su familia, si la madre y el padre se encontraban bien o estaban estresados, si su llegada al mundo fue deseada o supuso algún problema, etc. Es a nivel familiar donde se van a desarrollar las características personales, y eso dependerá en mayor medida de la capacidad que tengan los padres (individualmente y como pareja) para cubrir las necesidades del niño y poder brindarle un apego seguro.

A lo largo del proceso de nuestro desarrollo, cuando nos vamos enfrentando con la realidad cotidiana, la frustración cuando no conseguimos algo, los riesgos y peligros (caídas, desregulación emocional, enfermedad, pobreza, personas fumadoras, etc.) podemos encontrarnos acompañados, sobreprotegidos o abandonados física o emocionalmente.

En los factores protectores tendríamos:

·            Factores individuales que se relacionan con las capacidades resilientes para afrontar distintas adversidades (factores personales).

·            Factores de protección ambientales en los que las personas se desenvuelven al interactuar con los individuos y modulan los efectos de un trauma (factores relacionales).

 

Rutter tomó el término «resiliencia» de la física y se refería a la capacidad que tiene un cuerpo de resistir, de ser fuerte y no deformarse. Adaptando este término al ser humano, resiliencia sería la capacidad de prevalecer, crecer, ser fuerte y hasta triunfar a pesar de las adversidades.

Ciertas características o condiciones personales y del entorno son capaces de neutralizar o moderar los efectos de la exposición al riesgo, siendo objeto de estudio el por qué algunas personas que crecen en situaciones adversas parecen vivir de forma saludable y productiva, mientras otras no parecen poder superar nunca las adversidades experimentadas durante los primeros años.

·           La resiliencia irá en función de los factores protectores con los que cuenta cada persona, mientras que la vulnerabilidad dependerá de los aspectos deficitarios personales y de su entorno.

El enfoque de la resiliencia surge a partir de los esfuerzos por entender las causas de la psicopatología; una serie de estudios demostraron que existía un grupo de infantes que no desarrollaban problemas psicológicos a pesar de las predicciones de los investigadores (Masten, 2001; Grotberg, 1999).

El primer paso fue asumir que estos niños se adaptaban positivamente debido a que eran «invulnerables» (Koupernik, en Rutter, 1991); es decir, podían resistir la adversidad. Por lo que se propuso el concepto de resiliencia en vez de invulnerabilidad, ya que la resiliencia puede ser promovida, mientras que la invulnerabilidad es considerada un rasgo intrínseco del individuo (Rutter, 1991).

Para Infante (2005), la resiliencia intenta entender cómo los niños, los sujetos adolescentes y las personas adultas son capaces de sobrevivir y superar adversidades a pesar de vivir en condiciones de pobreza, violencia intrafamiliar o a pesar de las consecuencias de una catástrofe natural (Luthar et al., 2000).

 

Uno de los factores de vulnerabilidad más presentes es el estrés, que puede traer como consecuencias:

 

·            Mayor fragilidad emocional.

·            Menor desempeño intelectual (áreas cerebrales menos desarrolladas).

·            Peor ejecución académica.

·            Apego inseguro.

·            Mayor probabilidad de patología mental.

De los factores protectores, Guedeney (1998) se centra en aquellos de la vida relacional que favorecen los comportamientos resilientes, tales como:

·            Una actitud parental competente.

·            Una buena relación con el padre o la madre.

·            El apoyo del entorno.

·            Una buena red de relaciones sociales informales.

·            La educación.

Por lo tanto, la resiliencia viene asociada a la presencia de factores protectores que amortiguan los efectos adversos de golpes físicos o emocionales, y estos factores se definen como aquellos recursos que pertenecen al niño, a su entorno o a la interacción entre ambos, y que amortiguan el impacto de los estresores, alterando o incluso revirtiendo la predicción de resultados negativos (Garmezy, 1991; Garmezy y Masten, 1994; Lazarus y Folkman, 1986).

Diferencias en el abordaje según la edad y el nivel de desarrollo

El desarrollo de nuestra intervención se adaptará teniendo en cuenta cada niño, su desarrollo madurativo (no cronológico) y su apego (recursos que posee para poder calmarse, a través de la autorregulación de los padres).

Estudios recientes indican que el establecimiento de un vínculo de apego seguro no solo constituye el fundamento para el posterior desarrollo afectivo, sino también para el desarrollo neuropsicológico.

Los niños son muy vulnerables a los acontecimientos traumáticos y algunos acontecimientos que para los adultos pueden ser comunes, ellos los pueden vivir como amenazantes (ser ridiculizado en el colegio, la muerte de un familiar, una imagen impactante de una película, atragantarse con una fruta…). La etapa madurativa y los recursos son determinantes en el impacto del trauma.

El trauma severo bloquea el hemisferio izquierdo en los niños, dificultando que puedan poner palabras a lo que sienten y necesitando ayuda de los adultos, quienes serán los que hagan la elaboración de lo que pasó y ayuden en su reprocesamiento. Por ello, es muy importante el concepto de contagio emocional, ya que los niños viven las emociones de los padres a través de las neuronas espejo.

Las neuronas espejo fueron descubiertas por el equipo del neurobiólogo Giacomo Rizzolatti (Gallese y col., 1996; Rizzolatti y col., 1996). Descubrieron que, al observar a alguien, se activan las neuronas que ponen en funcionamiento los mismos circuitos cerebrales de la persona que estamos observando, por lo que las neuronas espejo hacen que si la madre o el padre está tranquilo, el niño pueda integrar la calma, así que tendremos que trabajar primero con el adulto a cargo para luego poder trabajar con el niño.

Los episodios estresantes relacionados con la figura de apego pueden ser:

·            Breves y poco intensos (separaciones momentáneas). Estos no tendrán consecuencias evolutivas graves, son la forma natural en que el niño aprende a autorregular sus estados de ánimo al internalizar la predicción de que la figura de apego estará disponible y atenta (apego seguro).

·            Intensos y crónicos (maltrato o abandono), estos tienen consecuencias potencialmente tóxicas, ya que disparan un proceso neurobiológico nocivo para el desarrollo del sistema nervioso del niño (Botella y Corbella, 2006).

Un estrés no regulado puede alterar el sistema neuronal. Si el niño tiene una necesidad y no es cubierta, impedirá la regulación del estrés, quedando desregulado, no podrá calmarse ni aprenderá a autorregularse.

EMDR con niños y adolescentes siguen las mismas ocho fases que en los adultos, lo que cambia es el contenido de cada fase y la duración de las sesiones, adaptándolas según el nivel madurativo

Fase 1: historia clínica y planificación del tratamiento

Será proporcionada por los padres o cuidador principal.

Fase 2: preparación

Nos aseguraremos de que los niños y los adultos a cargo tengan recursos y capacidad de autorregulación.

Fase 3: evaluación

La evaluación del SUD la haremos con escalas adaptadas con las manos. Adaptaremos nuestro lenguaje su nivel de comprensión y vocabulario, es importante usar las mismas palabras. Psicoeducación de las emociones frente a cogniciones.

Si son pequeños, los padres/cuidadores estarán también en sesión. A veces es necesario reprocesar el recuerdo en el adulto primero.

Fase 4: desensibilización

Intervendremos con narrativa (Lovett, 1999), dibujo, caja de arena, personajes mágicos, cuentos, etc.

La historia/cuento será elaborada por los adultos a cargo, la utilizaremos para desensibilizar y reprocesar cada incidente y cada síntoma relacionado con el trauma. Constará de tres partes:

·            Inicio: se presenta a la familia el mundo del niño y su situación en casa en positivo. Elementos de apego que aportan seguridad (Bar-Sade, 2008).

·            Parte intermedia: se describe el hecho traumático con la información sensorial y motora, los pensamientos que pudo tener (CN) (elementos del recuerdo a trabajar recogidos en la fase 3) junto con información adicional que ayude a integrar lo sucedido.

·            Final: aportará una resolución apropiada y constructiva para la edad, facilitando el cierre con entretejidos educativos y la instalación de creencias positivas.

Antes de los 6-7 años siempre utilizaremos tapping en el reprocesamiento.

La fase 4 suele ser muy corta, ya que los canales de memoria son cortos. La estimulación bilateral también será menor: las tandas de estimulación bilateral serán como máximo la edad del niño cada vez.

Fase 5: instalación

Si no hemos obtenido la creencia positiva (CP) en la fase 3, podemos encontrar una que haya surgido durante el reprocesamiento y ayudar al niño para instalarla. Volveremos a las tandas de estimulación bilateral, que serán de máximo la edad del niño cada vez.

Fase 6: examen corporal

Con frecuencia resulta difícil mantener el recuerdo diana junto con la CP mientras escanean su cuerpo, podemos hacerlo manteniendo solo una de las dos opciones.

Fase 7: cierre

Acabaremos siempre dejando tiempo suficiente para que se puedan ir con algo positivo y quieran volver (jugar, relajación, dibujar…, algo agradable), hayamos acabado de reprocesar el recuerdo o no.

Fase 8: reevaluación

Es importante que los padres/cuidadores observen al niño entre sesiones para detectar los cambios. Preguntaremos si piensa en lo que pasó, cuánto le molesta/hace sentir mal ahora y seguiremos reprocesando o, en caso de haber finalizado la sesión anterior, pasaremos al siguiente recuerdo.

Conceptualización

Nuestro objetivo será tratar de conectar el pasado con el presente para comprender de dónde vienen los síntomas que están ahora en la vida de los pacientes, para ello tendremos que:

·            Recoger su historia.

·            Hacer la historia del trastorno o de los síntomas en forma de recuerdos episódicos.

·            Conectar la aparición del trastorno o sintomatología con el factor precipitante.

·            A su vez, conectarlo con los recuerdos fuente a través de la sensación, emoción o creencia negativa actual.

Análisis funcional

En la fase 1 (historia clínica) haremos un análisis funcional del problema o áreas problemáticas en la vida del paciente:

·            ¿Cuál es el problema por el que viene a consulta?

·            ¿Cómo se manifiesta actualmente? Síntomas y conducta.

·            ¿Qué áreas de su vida están afectadas?

·            ¿Cuándo se produce? Personas, lugares, etc.

·            ¿Qué le impide hacer?

·            ¿Cuándo es más frecuente?

·            ¿Cuándo es más intenso?

·            Personas y situaciones donde se intensifica.

Factor precipitante

·            ¿Cuándo empezó? Situarlo en su línea de vida.

·            ¿Qué estaba pasando en su vida en ese momento o alrededor de esos años? Cambios, accidentes, muertes, etc., buscamos los diferentes traumas T y t.

·            ¿Qué sensaciones, emociones y creencias se activan al recordar eso? Ver si son parecidas a las que se producen con los síntomas o trastorno actual.

·            ¿Dónde aprendió las cogniciones negativas? *T1

·            ¿Algunas de las creencias están asociadas a trauma transgeneracional? *T2

Línea de vida

Para hacer la línea de vida, recogeremos recuerdos positivos y negativos:

·            ¿Cómo fue el embarazo y el parto?

·            ¿Hubo abortos?

·            ¿Tiene más hermanos?, ¿cómo fueron los nacimientos?, ¿qué lugar ocupa en la familia?

o     Si es el mayor, el pequeño, si es hijo único, si sustituyó a algún aborto, si la madre ha tenido otros abortos antes…

·            ¿Recuerda duelos de la madre/padre? ¿Cómo reaccionaban ante la pérdida?

o     Traumas con la T mayúscula.

·            Historia de la relación de apego (0-3 años).

·            ¿Hubo separaciones involuntarias de la madre/padre/cuidador principal?

o     Enfermedad, muertes, hospitalizaciones, accidentes, diagnóstico de enfermedades…

·            ¿Cómo fue el jardín de infancia? ¿Hubo ansiedad de separación?

·            ¿Qué tipo de apego tiene el cuidador principal? Seguro, inseguro…

·            ¿Cómo fue el rendimiento escolar? ¿Hubo humillaciones? ¿Cómo fueron las relaciones con sus iguales y autoridad en la primaria, secundaria, etc.?

o     Ver si hubo hospitalizaciones, separación de los padres, relaciones con el sexo opuesto, pérdida de alguno de los padres, familiares cercanos, accidentes, etc.

·            ¿Cuál es el recuerdo que tiene de la madre cuando era pequeño? ¿Y del padre? ¿Cómo reaccionaban ante los hechos cotidianos y ante lo inesperado (accidente, perdidas)?

·            ¿Había refuerzo positivo?

o     Agradar, reforzar…

·            ¿Se le ocultó alguna vez información? ¿Hubo sobreprotección? ¿Se pudo hablar sobre ello?

o     Muertes de familiares, tabúes.

·            ¿Estuvo presente en alguna muerte en esta etapa?

·            ¿Ha habido abuso físico, sexual, emocional o psicológico?

o     Palizas, bofetadas, collejas en el colegio.

o     Por parte de un vecino, intrafamiliar, etc.

o     Gritos, descalificaciones.

o     Niño/a confesor de la madre o padre, adjudicarle tareas para lo que no está preparado.

·            ¿Cómo eran los modelos cuidadores principales?

o     Padre/madre ansiosos, obsesivos, controladores, muy rígidos, muy permisivos, severos, inaccesibles, rígidos, con dificultades en la autorregulación (emocional y comportamental).

·           Ver el esquema emocional y de autorregulación que aprendió en la infancia y dónde, en qué tipo de recuerdos está esa información.

·           Las expresiones faciales de los padres, el tipo de relación que tenían entre ellos y con ellos.

·           ¿Cuál era la escena típica en la mesa?

·           ¿Dónde y a través de qué recuerdos se configuraron los esquemas cognitivos disfuncionales que muestra en el presente?

·           Traumas por comisión u omisión (traumas t), negligencia, falta de cuidados, desprotección, abandonos…

·           ¿Cómo reaccionaban cada uno de los padres? Al hacer alguna travesura, ¿se le explicaba por qué no debía hacerlo, sin amplificar el estado emocional del hecho?

·           Ante un accidente doméstico (ej.: una caída, romper algo) ¿lo riñen, le pegan, en vez de consolarlo y preguntarle?

·           Al traer buenas notas, ¿se le decía «esta es tu obligación» o «tienes que traer mejores notas» en vez de reforzar los logros?

·           ¿Hay recuerdos en los que los padres sintonizaban, empatizaban con las emociones y expresiones del niño cuando este estaba en una dificultad o logro en la infancia?

Recogeremos y conectaremos los sucesos más significativos de las relaciones y reacciones del presente ante lo cotidiano e inesperado del pasado (de los 0 a 16 años). Recuerdos con la T mayúscula y factores de riesgo en la infancia (figura de apego (t)), conectados a la situación presente. *T3

Plan de tratamiento

Una vez conocidos los objetivos del paciente *T5, relacionando los recuerdos con los síntomas que presenta, el plan de tratamiento irá dirigido a:

·            Capacitar al paciente de recursos de autorregulación emocional (fase 2: instalación de recursos).

·            Psicoeducación con las partes emocionales (PE).

·            De los síntomas que presenta, ver cuál es el más invalidante. Empezar por el peor síntoma conectado a los recuerdos anteriores *T7.

·            Procesar los recuerdos, empezando por T cercana, si existe, y luego siguiendo la línea del tiempo en función de los objetivos del paciente y los síntomas que presenta: su relación con el síntoma que presenta y el factor precipitante *T6.

·            No reprocesaremos todos los recuerdos, solo los que están conectados con los síntomas actuales y, si hay muchos del mismo tipo, los agruparemos (primero, peor y último).

Cuando ya hayamos reprocesado el pasado, seguiremos con las situaciones en el presente que activan el síntoma como condicionamiento de segundo orden.

Y para seguir con el futuro

·            Hacemos protocolo de futuro sobre cada uno de los disparadores.

·            Sobre aquello que consiguen hacer en la realidad, se instala, sobre lo que no logran hacer o tienen un poco de ansiedad al hacerlo, lo trabajamos con el protocolo estándar.

·            Finalmente, podrán imaginar «un vídeo o película» de la próxima vez con la creencia positiva, sin tener perturbación.

·           Referencias bibliográficas

·           American Psychiatric Association. (1994). DSM-IV. Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4ª ed.). Washington, DC: American Psychiatric Association.

·           Real Academia Española. (S. f.). Trauma. En Diccionario de la lengua española (23.3a ed.). Recuperado de https://dle.rae.es/trauma?m=form

·           Shapiro, F. (2001). E.M.D.R. Desensibilización y reprocesamiento por medio de movimiento ocular. México: Editorial Pax México.

·           Shapiro, F. (2007). Una terapia Innovadora para superar la ansiedad, el estrés y el trauma. [S. l.]: SAPSI Editorial.

 


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