DIFICULTADES EN LA INTERVENCIÓN DEL TRAUMA
INTRODUCCIÓN
Y OBJETIVOS
En la terapia EMDR
encontraremos muchos tipos de trauma, pero para llegar a la fase de
reprocesamiento y que la persona pueda hacer frente a todo lo que le ha pasado,
necesitaremos trabajar previamente en la fase 2, la cual a veces
es corta y otras, muy larga.
En este tema,
pretendemos que el alumnado consiga:
·
Conocer las áreas más comunes en las que
se pueden encontrar dificultades para la intervención en trauma.
·
Saber intervenir en las dificultades de
forma ágil.
·
Tener estrategias para la regulación
(hipo e hiper).
·
Identificar y poder trabajas con las
defensas.
·
Reconocer los traumas t.
·
Tener un modelo de intervención
práctico.
·
Reconocer la sintomatología para poder
intervenir.
REGULACIÓN
·
John Bowlby (1969) afirmó que las
perturbaciones en las relaciones de apego primarias podrían dar lugar a
inseguridad emocional y posteriores perturbaciones en el desarrollo de
relaciones significativas.
¿Cuál es la importancia del vínculo
afectivo?
·
El apego describe la necesidad básica
que experimenta todo niño de buscar, establecer y mantener cierto grado de
contacto físico y cercanía con las figuras vinculares (madre, padre,
cuidador, abuelos, etc.).
·
Es un mecanismo innato que
se activa en situaciones percibidas como distresantes o peligrosas. Por
ejemplo: un niño, al escuchar un ruido fuerte, se asusta y abraza a su figura
de apego.
·
·
Figura 1. Apego seguro infantil.
·
Si sentimos amenaza, buscaremos la seguridad
que nos da estar cerca de nuestra figura de apego; si no, podremos dedicarnos a
explorar el ambiente.
La ventana de tolerancia
·
·
Figura 2. Ventana de tolerancia o de
resiliencia. Fuente: Boom, Steele, y Van Der Hart (2014).
Hay muchas situaciones críticas cuya salida no es hacia una normalidad,
sino hacia una «normalidad de alto estrés» que se sitúa en el último tercio
de la ventana. El efecto de una trayectoria de crisis múltiples con salidas
a un estrés alto ha sido bien descrita por Terr (1991) en términos de consecuencias serias en el funcionamiento psicológico.
Esto incluye:
·
Medidas significativas de protección del self: negación, represión, disociación, autoanestesia y autohipnosis,
identificación con el agresor, autoagresión.
·
Cambios profundos de carácter (especialmente en menores de cinco años): ausencia de sentimientos,
rabia y tristeza. Diagnosticados como trastornos de conducta, déficit de
atención, depresión y trastornos disociativos.
·
Frecuentemente se relaciona con experiencias
tempranas en la niñez de abuso y negligencia por parte de las figuras de
apego (apego traumático) (Terr, 1991).
La regulación emocional es una parte imprescindible para
poder estar bien. Sin embargo, muchas personas tienden a experimentar
demasiado o muy poco en diferentes áreas de la vida:
·
Sentir cada pequeño dolor o cambio en el
cuerpo (demasiado) o no sentirlo cuando se han hecho daño (muy poco).
·
Pensar demasiado y ser incapaces de
parar los pensamientos o no ser capaz de pensar en absoluto y quedarse en
blanco.
·
Ser muy sensible a los cambios que hay
alrededor o no prestar nada de atención al entorno.
Sentir demasiado o muy poco indica dificultades con la regulación de
la activación fisiológica. El nivel de activación indica lo
física y emocionalmente receptivo o reactivo que estamos. Por ejemplo, podemos
dejar de estar regulados cuando reaccionamos a estímulos que son especialmente
emocionales o estresantes como aprender una nueva habilidad difícil, discutir
con otra persona, conducir en atascos, tener un sentimiento desagradable o
recordar algo doloroso.
Con el fin de funcionar lo mejor posible, todos necesitamos un nivel de activación óptima, según lo que necesitemos para
la situación actual. Nuestros pacientes tendrán que aprender a experimentar lo
«suficiente» en lugar de demasiado o muy poco. A esta activación óptima se le
llama ventana de tolerancia.
Es el rango de intensidad emocional que
es tolerable para cada persona, dentro del cual se puede aprender y tener una
sensación interna de seguridad.
Cuando estamos fuera de nuestra ventana de tolerancia, experimentamos
demasiada activación (hiperactivación), o no la suficiente (hipoactivación).
Algunas veces, la ventana de tolerancia puede ser demasiado pequeña, de
forma que podemos agobiarnos rápidamente y sentirnos fuera de control. En
este caso, la tarea será ir ampliando cada vez más la ventana de tolerancia
hasta que sea suficiente para afrontar la vida diaria.
Cuando se ha estado crónicamente abrumado, estresado, etc., nuestra
habilidad para regular la activación fisiológica queda alterada.
Autorregulación y regulación
relacional
Nos regulamos utilizando una mezcla de regulación
relacional (regulación interactiva, con el otro) y de autorregulación
(regulación interna) (Schore, 2003).
Como hemos visto anteriormente, es en la primera infancia donde los
cuidadores primarios ayudan a calmar a los bebés o a los niños pequeños,
atendiendo sus necesidades emocionales, físicas y consolándolos. Esto sienta
las bases tanto para que seamos capaces de regularnos a nosotros mismos
(tranquilizándonos, frenándonos para reflexionar, practicando ejercicios para
calmarnos o haciendo cosas que nos hacen sentir mejor) como para crecer y
desarrollarnos.
Algunas personas tienen dificultades para confiar en los demás para
cualquier tipo de ayuda, es decir, no utilizan la regulación relacional, mientras a otras les es difícil confiar en sí mismas, es decir, no
utilizan la autorregulación. Ambos grupos tienen una desventaja
significativa, puesto que todos tenemos situaciones en las que una de las
formas de regularse no es suficiente o apropiada.
Si aprendemos a no juzgar las emociones y otras experiencias internas,
pudiendo reflexionar sobre ellas sin evitarlas, nuestra ventana de tolerancia
aumentará, tendremos más tolerancia para una gama
más amplia de intensidad en las experiencias.
A continuación, exploraremos algunos de los problemas y soluciones para
cuando se experimenta demasiado o muy poco.
Experimentar demasiado:
hiperactivación
A veces, algunas personas se sienten tan sensibles e irritables que es muy
fácil que se desborden y abrumen en la vida diaria. Una vez desbordados
(agitados, ansiosos, asustados, enfadados…), les puede resultar muy difícil
calmarse.
El tiempo parece pasar más lento, como si fueran a estar así siempre y no
pudieran recordar cómo es estar tranquilos. Esto aumenta el malestar y
necesitan parar la intensidad lo que está sintiendo utilizando recursos desadaptativos para conseguirlo (beber alcohol,
tomar drogas, autolesionarse físicamente, meterse en peleas, decir cosas de las
que luego se arrepienten o aislarse de los demás). Después, pueden no
entender por qué se sentían tan terriblemente mal ni lo que ha pasado, esto
pasa a veces cuando se ha desencadenado una parte disociada.
Recursos que ayudan al experimentar
demasiado
·
Distraerse temporalmente con actividades sanas.
·
Expresar las emociones de forma
adaptativa.
·
Hacer ejercicios de enraizamiento que ayuden a mantenerse en el presente.
·
Respirar profundamente y descansar.
·
Hacer alguna actividad física como
pasear o correr.
·
Ver una película agradable.
·
Leer un libro.
·
Escuchar música tranquila.
·
Hacer algo agradable o divertido.
·
Llamar a un amigo y quedar juntos.
·
Hacer una actividad que requiera
concentración (un crucigrama, un juego, dibujar, colorear…).
·
Recordar o leer que todas las
experiencias, por desagradables o intensas que sean, tienen un principio y un
final.
·
Observar qué estaba ocurriendo cuando
empezó a sentirse desbordado.
Experimentar muy poco:
hipoactivación
A través de la evitación y la insensibilización, a veces se experimenta
bastante poco, a esto se le llama hipoactivación. Tendemos a la
hipoactivación cuando nos estresamos.
Algunas personas pueden ser
incapaces de oír o responder a quienes están hablando con ellas, se bloquean al
sentirse abrumados, evitan pensar sobre algo doloroso o desagradable, se
sienten entumecidas e indiferentes. Puede que hayan etiquetado ciertos
sentimientos o experiencias como «malos» y de esa forma los evitan.
Son apropiadas muchas de las intervenciones utilizadas para la
hiperactivación mencionada anteriormente.
Recursos para afrontar el experimentar muy
poco:
·
Activarse física y mentalmente (levantarse, moverse). Evitar el quedarse cada vez más quieto.
·
Sentirse seguro fijándonos en el
presente.
·
Hacer una actividad física breve para
aumentar el ritmo cardiaco y el nivel de energía (hacer flexiones o
correr).
·
Observar el entorno utilizando los cinco
sentidos, por ejemplo, nombrando en voz alta las cosas que se
observan para enraizarse en el presente.
·
Estimular la mente para conseguir que el
cerebro esté más activo, contar hacia atrás desde 100, de tres
en tres, de cinco en cinco, salir fuera y contar árboles o coches.
·
Movernos muy poco a poco: un dedo, guiñar los ojos o mover la nariz.
·
Si se siente frío o como si se estuviera
congelando (una experiencia común en la hipoactivación), darse un baño o ducha
caliente.
·
Si se siente entumecimiento físico,
observar en qué lugar del cuerpo sí puede sentir, por ejemplo, tocar el brazo
suavemente mientras dice: «estoy tocando mi brazo».
DEFENSAS
Para desenvolvernos de forma adaptativa en la vida diaria, necesitamos
darnos cuenta de todo lo que puede ser una amenaza (física, social y
relacional) para nosotros y aprender a defendernos.
Para ello nuestra mente tiene defensas, encargadas de prevenir y
defendernos de las amenazas que hay a nuestro alrededor. En el momento en el
que se crearon, fueron muy necesarias y es gracias a eso que sobrevivimos, ya
que tienen un valor adaptativo muy importante, se automatizan para no tener que
estar pensando qué hacer ante situaciones de peligro, ya que es vital
actuar rápido para la supervivencia. Sin embargo, a veces no resultan
útiles, ya que esas amenazas ya no existen. Es por ello que necesitamos entender
de qué quieren defendernos y por qué.
Estos mecanismos defensivos utilizan la energía disponible, por eso, un
síntoma común cuando hay estrés es el cansancio o el agotamiento. Hay
veces que como estos mecanismos no pueden hacer lo que necesitarían para
defendernos, desencadenan acciones sustitutivas (comer en exceso, jugar a
las máquinas, drogarse) que afectan a nuestro bienestar.
¿Cómo funcionan las defensas?
Las defensas pueden funcionar correctamente o no, pero para funcionar
necesitan vigilar el entorno e identificar si existe alguna amenaza alrededor
que requiera que nos preparemos para la defensa y, una vez identificada la
amenaza y evaluado el peligro, se tomarán dos acciones: huir de ella o hacerle
frente y luchar.
Muchas de las defensas se crearon en circunstancias externas que fueron una
amenaza y que hacía falta actuaciones inmediatas para protegernos.
El problema aparece cuando esas amenazas ya no están y nuestras defensas
siguen actuando indefinidamente, como si todo siguiera igual, sin darse cuenta
de que la situación ha cambiado.
¿Cómo se manifiestan las defensas?
Las defensas tienen muchas formas de mostrarse:
·
Huyendo cuando hay situaciones que
generan ansiedad (evitación).
·
Huyendo para no sentir emociones
negativas: comer compulsivamente, beber alcohol, tomar drogas…
·
Mediante hiperactivación fisiológica:
ponerse en alerta haciendo que los sentidos sean capaces de percibir cosas que
normalmente pasarían por alto.
·
Impidiéndonos concentrarnos en algo.
·
Produciendo amnesia.
·
Anestesiando nuestras emociones.
Se activan mediante disparadores, estímulos
que nuestro cerebro entiende que se parecen a situaciones, personas, lugares,
sensaciones o experiencias pasadas, pero que en la actualidad no suponen ningún
peligro.
La idea no es que las defensas desaparezcan, son muy necesarias y no
podemos vivir sin ellas, pero sí es importante que aprendan a seguir cumpliendo
su función de otra forma más adaptativa. Por ejemplo, si se tiene la
experiencia de que alguien pida algo por la calle (un boli) y, al dárselo, nos
agredió y robó, la próxima vez desarrollaremos mecanismos para que no vuelva a
suceder lo mismo (defensas):
·
Pensar que en realidad quiere hacerme
daño o robarme.
·
Tener cuidado.
·
Activar alertas fisiológicas.
Sin embargo, no todas las personas que nos piden alguna vez algo quieren
hacernos daño, esto es desadaptativo: si se
activan las defensas cada vez que nos piden la hora, nos pregunten algo por la
calle o nos piden prestado un boli, la defensa ya no es adaptativa y habrá perdido
su función.
Tipos de defensas
Represión
Freud llamó represión a la actividad mental que hace que un pensamiento,
un impulso o un recuerdo se mantengan al margen de la consciencia.
Esta defensa destierra parte del material de nuestra mente a un nivel
inconsciente, es decir, no accesible a la conciencia. Activamente tapa,
reprime, olvida y olvida que ha olvidado; no recordamos haber hecho este
proceso. A pesar de que permanece en la memoria subconsciente, no puede ser
fácilmente recuperado, ya que si lo hemos reprimido es porque nos resulta
demasiado doloroso o inaceptable.
Este mecanismo es comúnmente conocido como amnesia y
es lo que les ocurre a muchas personas que han sufrido un incidente del tipo
que sea, especialmente traumático, donde se han enfrentado con un dolor
extremo o peligro para sí mismo o los demás.
Por ejemplo: alguien que, tras un accidente de coche, es incapaz de
recordar los detalles a pesar de no haber recibido ningún golpe en la cabeza. Esta
defensa hace que nuestra memoria sea extremadamente selectiva con relación a lo
que debe o no debe recordar.
Aislamiento afectivo
Esta defensa no elimina de la memoria el hecho traumático o desagradable,
pero sí guarda los sentimientos que genera. La atención se concentra en los
hechos y anula todos los sentimientos negativos, desapareciendo de la atención
y pasando al inconsciente, pudiendo tener una versión suavizada de
esa experiencia.
Por ejemplo, una paciente que haya sufrido abusos sexuales y la primera vez
que lo cuenta en terapia, nos da detalles muy precisos sin mostrar ningún
sentimiento doloroso. Estas personas suelen decir «hace mucho que pasó», «lo
tengo totalmente asumido», cuando la realidad es que han aislado ese dolor del
resto de la mente, manteniéndolo oculto en el inconsciente para evitar ese
dolor.
Despersonalización
Esta defensa hace que se altere la percepción o
experiencia de uno mismo, de modo que se inhibe un sentimiento o sensación de
forma que la persona se siente separada del propio cuerpo o de los propios
procesos mentales, como si se tratara de un observador exterior al propio
individuo, no sintiendo emociones o sensaciones físicas. Muchas personas
relatan sentirse vacíos, como muertos en vida, desconectados de ellos mismos.
Por ejemplo, cuando estamos en un incendio e intentamos salvar a otra
persona, ponemos en riesgo nuestra vida de forma automática, sin sentir miedo o
dolor en el cuerpo, simplemente lo hacemos.
El trabajo emocional se hace imposible mientras la persona está separada de
sus emociones y sensaciones, por lo que tendremos que trabajar con esta defensa
para poder llegar al reprocesamiento.
Anulación retroactiva
Se produce cuando una persona se esfuerza en hacer como si pensamientos,
palabras, gestos o actos pasados no hubieran ocurrido. Se pretende
mentalmente borrar algo que ha sucedido y que es irreversible. No se trata
de una amnesia, sino de algo peor: de convencernos de que no ha pasado.
Por ejemplo, un padre que actuaba como si su hija siguiese con vida y a su
lado. No podía admitir que hubiera fallecido y que nunca fuera a volver, por
ello seguía preparando su mochila del colegio, no dejaba que nadie ocupara su
silla, leía todas las noches su cuento…
Desplazamiento
Actúa cuando un sentimiento conectado a una persona o circunstancia en
particular se desplaza hacia otra persona, habitualmente con ninguna o escasa
relación con el hecho desencadenante.
Por ejemplo, tener un mal día en el trabajo, que un compañero nos eche una
bronca y quedarnos bloqueados sin responder y, al llegar a casa, discutir con
nuestro hijo por cualquier cosa.
Fantasear
Inventarnos cosas puede satisfacernos al sustituir los problemas reales del
día a día.
Por ejemplo: que nuestra pareja nos deje y nosotros sigamos imaginando que va a
volver, sin contarle a nadie lo que ha pasado e imaginando el reencuentro como
algo maravilloso a partir del cual todo irá bien.
Racionalización
Es una de las estrategias más frecuentes, permite la negación de los
verdaderos motivos «tapando» los impulsos negativos con un manto de
racionalidad. Por ejemplo: una persona que no tiene amigos por su actitud
desagradable, pero se cree que es por «ser demasiado inteligente y no encajar
con gente normal».
En el reprocesamiento, al principio sobre todo, las defensas que más encontraremos serán
las somáticas. Al intentar reprocesar, la persona no podrá
conectar con las emociones ni las sensaciones físicas; de hecho, normalmente tampoco
vienen pensamientos ni imágenes y no es que no haya canales de memoria, es que
hay defensas. Las respuestas suelen ser: «No me viene nada», «estoy en
blanco»…, por lo que tendremos que prestar mucha atención al lenguaje no verbal
y al cuerpo, ya que entre el pensamiento, la emoción y el cuerpo, este último
es el que menos miente.
Disociación
La disociación es un mecanismo psicológico de defensa que se activa cuando nos
sentimos sometidos a alguna forma de violencia, física o emocional, siendo su
aspecto más nuclear la falta de integración de la
identidad.
Una personalidad bien integrada tiene una perspectiva de primera persona
del self, los otros y el mundo, una capacidad integrativa y
conductas adaptativas en el mundo. Incluye capacidades regulatorias y
reflexivas (Van der Hart, Nijenhuis, & Steel, 2004).
Cuando una persona tiene necesidades, carencias emocionales o ha sido
herida, humillada, asustada o avergonzada en algún momento de su pasado, muchas
veces, con la suficiente intensidad o en un momento en el que era vulnerable,
permanecen en ella partes que contienen las emociones, las sensaciones y los
recuerdos de esas experiencias.
En estos casos se desarrollan defensas internas para mantener estos
aspectos dolorosos fuera de la conciencia y así, proteger a estas partes
vulnerables y necesitadas para evitar el sufrimiento asociado con ellas.
Para detectar los síntomas disociativos, veremos algunos ejemplos:
·
Indicios de disociación: lapsos de memoria, pruebas de actos no recordados, despersonalización,
etc.
·
Síntomas más claros de disociación: sentir que tiene otra personalidad, actos controlados por otra persona,
lapsos de tiempo perdido fuera de la conciencia, alucinaciones auditivas,
sentir que «no soy yo»…
Uno de los síntomas que más nos encontramos y, como hemos visto, una
defensa psicológica, es la amnesia: cuando lo que se
reprime o se oculta en lo más profundo del inconsciente son los recuerdos, el
mecanismo que lo lleva a cabo es lo que denominamos amnesia. Por definición, es
la pérdida parcial o total de la memoria, puede deberse a causas
emocionales, orgánicas o a la combinación de ambas.
A veces la amnesia puede ayudarnos a sentirnos mejor al desarrollar una
barrera frente a un suceso desagradable, de forma que no afecte a nuestra
conciencia o a nuestros futuros comportamientos.
Trabajo con las partes disociadas
Desde el inicio del tratamiento, debemos tener en cuenta todos los estados
mentales del paciente. La fragmentación está ahí y es importante tener técnicas
que nos ayuden a reducirla. Cuando hablamos del trabajo con partes no nos
estamos refiriendo al extremo de mayor fragmentación de la personalidad (TID,
trastorno de identidad disociativo), sino también al manejo de estados mentales
o estados del ego (Watkins y Watkins, 1997).
Objetivos del trabajo con las partes
disociadas (González, 2010)
·
Establecer una buena alianza con todo el
sistema: «que todo tu interior pueda escucharme», «¿qué opina
esta parte de ti sobre lo que estamos diciendo?».
·
Desmontar las cogniciones que mantienen
las barreras entre estados de conciencia: «Esa parte no soy yo».
·
Cambiar discusión y lucha interna por
diálogo y cooperación: puede hacerse de moderador o ayudar al
paciente a buscar uno en una especie de «mesa redonda interna».
·
Establecer
sistemas de ayuda interna: nuestro modo de relacionarnos y
considerar todos los estados mentales del paciente como buenos y útiles
introduce un modelo de aceptación y cuidado. También ayuda enseñar a estos
estados mentales a reproducir este modelo.
·
Centrar la colaboración entre partes en conseguir objetivos en el mundo externo: las partes, además de aprender
a trabajar como un equipo, pueden aprender a colaborar para ayudar a solucionar
problemas cotidianos.
Múltiples diagnósticos
Los pacientes con disociación reciben comúnmente otros diagnósticos. Como
hemos visto, la dificultad del diagnóstico, la multiplicidad de síntomas y las
defensas dificultan el tratamiento.
Al estar presente tanto trauma, presentan un alto grado de comorbilidad con
otros trastornos asociados, como por ejemplo:
·
Trastornos de ansiedad.
·
Trastornos afectivos.
·
Adicciones.
·
TLP.
·
Trastornos psicóticos, esquizofrenia.
·
Trastornos por somatización y
somatomorfos.
PSICOSOMÁTICA
Cuando un problema emocional no se resuelve se puede convertir en un
problema físico, a eso lo llamamos somatizar.
Las enfermedades psicosomáticas son alteraciones de la
salud originadas o agravadas por problemas de ámbito psicológico.
Una persona sufre somatizaciones cuando presenta uno o más síntomas físicos
y, tras un examen médico, estos síntomas no pueden ser explicados por una causa
única física. Además, pese a que la persona pueda padecer una enfermedad, tales
síntomas y sus consecuencias son excesivos en comparación con lo que cabría
esperar.
La somatización está estrechamente relacionada con la traumatización y con
su mayor gravedad (Andreski, et al., 1998; Atlas, et al.,
1995; Dickinson, et al., 1999; Nijenhuis, 2004; Van der Kolk, et al., 2005). La
frecuencia de antecedentes traumáticos nos hace pensar en posibles síntomas
disociativos y con ello, un nuevo enfoque en el abordaje.
Cuando lo que ocurre en el entorno provoca emociones que nos producen
malestar, por ejemplo, el estrés, la activación de nuestro cerebro cambia, se
liberan las hormonas del estrés. Este debilita el sistema inmunológico,
especialmente si es sostenido en el tiempo, una persona expuesta al trauma
tiene un cerebro distinto, con estructuras cerebrales menos desarrolladas.
¿Cómo prevenir o abordar las enfermedades psicosomáticas?
Tendremos que enseñar a nuestros pacientes a gestionar el malestar
emocional, algunas propuestas pueden ser:
·
Trastornos de ansiedad.
·
Aprender a gestionar el estrés y las
emociones: ejercicios de respiración y relajación.
·
Descanso y horas de sueño.
·
Alimentación saludable.
·
Relaciones sociales, familiares y
laborales sanas.
·
Poner límites de manera asertiva.
·
Conectar lo que pasa con lo que siento y
cómo eso lo nota mi cuerpo.
·
Estrategias para sacar y regular el
malestar: escribir, dibujar…
Historia
del terapeuta
Sabemos que el autocuidado es muy importante, especialmente el nuestro como
terapeutas, ya que somos personas que cuidamos de otros y, para poder cuidar,
debemos estar bien.
Figura 3. Cuidarse.
Fuente: http://www.pastoraljuvenil.es/cuidarse/
Este aviso en los aviones es un buen ejemplo, si en caso de descompresión a
bordo hay un niño a tu lado, ¿le pones primero la mascarilla o te la pones tú?
La respuesta instintiva puede ser colocársela al niño primero, pero si no
tienes puesta tu mascarilla de oxígeno, sin oxígeno suplementario pierdes
capacidad de reacción, te vas debilitando rápidamente, te desmayas y no puedes
ayudar a nadie.
Nos relacionamos en consulta con personas que vienen con múltiples
problemas, síntomas y malestar y, como hemos visto, esto hace que tengamos
sentimientos y que nuestro cuerpo lo registre (por mucho que no queramos). Esta
profesión se enmarca en las profesiones expuestas al riesgo, sobre todo si nos
especializamos en trauma, ya que estamos en contacto con trauma vicario.
La transferencia y
contratransferencia se dan en todos los enfoques terapéuticos, pero con pacientes traumatizados
son especialmente importantes, por ello es esencial que antes y después de una
sesión con un paciente traumatizado, nos observemos y veamos si estamos
sintiendo algo en relación con nuestra propia historia. Así podremos
manejar mejor lo que surja durante la sesión, sabiendo si tiene que ver con el
paciente o si es nuestro. Si tiene que ver con nosotros, tendremos que llevarlo
a nuestra propia terapia para poder ver qué se me está conectando y trabajarlo
para que no interfiera en el tratamiento.
Si al empezar una sesión estamos descansados y de pronto en la sesión
sentimos un cansancio extremo ante el paciente (contratransferencia),
probablemente será algo que el paciente nos está haciendo sentir.
Si no estamos conectados con nosotros mismos, con nuestras emociones y no
trabajamos nuestra propia historia, no podremos hacer un buen trabajo
terapéutico porque se nos estará escapando un gran porcentaje de material muy
valioso.
Referencias bibliográficas
Boom, S, Steele, K. y Van Der Hart, O. (2014). Vivir con disociación traumática: entrenamiento de habilidades
para pacientes y terapeutas. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Bowlby, J. (1969). Attachment and Loos: Vol.1.
Attachment. London, UK: Penguin Books.
González, A (2010). Trastornos disociativos:
diagnóstico y tratamiento. (Madrid): Pléyades.
Fuster, A. y Pinillos, A. (2011). Guerreros de la mente.
Ed. Grijalbo
González, A. y Mosquera, D. (2012). EMDR y disociación: el abordaje
progresivo. Madrid: Ed Pléyades.
Schore, A. (2003). Affect dysregulation and
disorders of the self. Nueva York: W.W. Norton.
Comentarios
Publicar un comentario