ERRORES EN LA INTERVENCIÓN EN TRAUMA
Igual de importante que tener formación para hacer las cosas de la mejor
forma posible es saber qué no hay que hacer, nos será más sencillo si conocemos
los principales errores que debemos evitar a la hora de intervenir en trauma.
En este tema, pretendemos que el alumnado consiga:
·
Conocer y comprender los errores más comunes en la intervención en trauma.
·
Conocer las dificultades más frecuentes en el modelo EMDR.
·
Poder abordar cada caso de la mejor forma posible teniendo en cuenta
los problemas habituales.
·
Intervenir en trauma de una forma segura para paciente y terapeuta.
·
Tener un modelo de intervención práctico.
Ritmos pacientes terapeuta
En la terapia tendremos que adecuarnos al ritmo que lleve la persona que
está en consulta. Para nosotros puede ser un buen momento para procesar un
trauma, pero si la persona no se siente preparada o no quiere, no podremos
hacerlo.
Si nos adelantamos a los ritmos y queremos solucionar rápido, podemos
acabar activando más defensas de las necesarias e impidiendo crear un vínculo
seguro.
Como ya hemos visto, el modelo EMDR cuenta con ocho fases.
Si no seguimos el ritmo que marca el paciente, podemos encontrar problemas
en cada una de ellas (Shapiro, 2001 y 2013):
Fase 1: historia clínica y planificación
del tratamiento
·
Falta de información o información insuficiente: no hablar sobre el problema por el que
se viene a consulta, la familia, escuela, profesión, desarrollo, historial
médico, psicológico y físico.
·
No buscar los distintos traumas T ni, especialmente, los traumas t.
Esto nos creará problemas a la hora de realizar nuestro plan de
tratamiento.
Fase 2: preparación
No asegurarnos de que la persona tiene los recursos necesarios para abordar el problema (estrategias
de afrontamiento, audios de relajación, visualizaciones guiadas, etc.), en
definitiva, autorregulación, formas de calmarnos y manejar pensamientos,
sentimientos y sensaciones corporales desagradables.
Si la persona no tiene los suficientes recursos, se desregulará en la
sesión y entre sesiones, esto implica hiper e hipoactivación (fuera de su
ventana de tolerancia), no pudiendo reprocesar ni digerir, esto lo que hace es
colocar a la persona en una reexperimentación del trauma, que lo vuelva a vivir
y, más que ayudar, podemos retraumatizar a la persona.
No poder instalar sensaciones agradables ni nada bueno
(defensas).
No dedicar tiempo suficiente a la explicación del modelo EMDR. Esto no permite su comprensión
y, en personas que ya de por sí están alerta y les cuesta tener confianza en
los demás, es un error.
Nosotros como terapeutas tenemos que ser la base segura de
nuestros pacientes, por lo que tener suficiente información, resolver las
dudas, dedicar tiempo suficiente, darles la información para que la puedan
revisar, crear un espacio seguro y un buen vínculo son ingredientes necesarios
para poder trabajar con EMDR.
Fase 3: evaluación
No aclarar el problema sobre el que vamos a trabajar (recuerdo T
/ t), ir saltando de uno a otro según se encuentre la persona o cambien los
síntomas.
No poder acceder a los elementos que componen el recuerdo
traumático
(peor imagen, creencia negativa y positiva, emociones, SUD, localizar las
sensaciones en el cuerpo), entre otras cosas por la presencia de
disociación.
Fase 4:
desensibilización
No baja el SUD (perturbación) a 0: esto tiene que ver con la
activación de defensas y creencias limitantes y significa que hemos ido
demasiado deprisa: «no me llega nada», «no sé si lo estoy haciendo bien», «esto
no me funciona». También puede que, como hemos dicho, la persona esté fuera
de su ventana de tolerancia (bostezos, cansancio, mucha emoción que no baja
ni cambia…).
Si el SUD no es igual a 0, no podremos pasar a la siguiente
fase.
Fase 5: instalación
La creencia que elegimos en la fase 3 ha dejado de ser válida y
no encontramos ninguna que encaje. Tiene que ver con creencias limitantes, con
que sigue habiendo malestar para alguna parte (por lo tanto, el SUD no es igual
a 0 realmente), con problemas de disociación o con patrones de autocuidado
deficitarios (problemas para instalar cosas buenas y agradables, no
merecerlas…).
No sube la VOC (escala de validez de la creencia) a 7. Si la VOC
no es igual 7, no podremos pasar a la siguiente fase.
Fase 6: examen
corporal
En el cuerpo queda tensión residual una y otra vez, volviendo a
reprocesar el recuerdo desde la fase 4 constantemente. Tiene que ver con
material somático no específico del recuerdo, normalmente es alguna parte
disociada que no está de acuerdo con que no haya malestar o con creencias
desadaptativas «si dejo de tener malestar, dejaré de recordar», «merezco
sufrir», etc.
Fase 7: cierre
Hayamos llegado o no a cerrar el recuerdo y reprocesarlo por
completo (fase 6), cuando intentamos hacer un cierre formal de la sesión usando
alguno de los recursos del paciente, se desregula (hiperactivación) porque no
detecta sus propias señales al salirse de ventana de tolerancia o nosotros no
lo hemos detectado. Quiere seguir reprocesando (no es suficiente, no lo he
hecho bien, no he avanzado…).
Se desregula entre sesiones y no consigue regularse o recurre a
nosotros para hacerlo (fallos en la fase 2).
Fase 8: reevaluación
En la siguiente sesión de EMDR, surge una y otra vez algo nuevo
sobre lo que se necesita trabajar, el SUD deja de ser 0 o la VOC deja de ser 7,
por lo que el recuerdo no puede ser cerrado.
Esto tiene que ver con la activación de defensas, creencias
limitantes que necesitan ser trabajadas antes o disociación.
Atención: que en esta fase surja algo nuevo sobre lo que hay que
trabajar puede ser normal, lo que aquí explicamos es que esto suceda de forma
reiterada, cada vez que «cierra» un recuerdo, este vuelve a abrirse.
Fallos en la
evaluación
En las fases
más iniciales de la terapia, a veces pasamos por alto
necesidades elementales que necesariamente tendrían que estar presentes si
queremos hacer EMDR.
Tenemos que trabajar con el cerebro y para ello es fundamental
que tenga los nutrientes adecuados, entre otras cosas porque va a hacer un
trabajo que normalmente ocurre cuando duerme en la fase REM, y eso consume
energía, por ello tendremos que revisar cosas básicas como el sueño, la
alimentación, el ejercicio, en resumen, el autocuidado.
El sueño
Muchos de nuestros pacientes tienen problemas a la hora de
dormir, no tienen sensación de haber descansado o su sueño no es reparador, les
cuesta quedarse dormidos, se despiertan en múltiples ocasiones o muy temprano
por la mañana, tienen los horarios cambiados, etc.
Para ello tendremos que darles psicoeducación sobre el sueño:
el descanso es un factor importante para poder estar bien; durante las
diferentes fases del sueño, los tejidos del cuerpo crecen y se reparan y la
energía del cuerpo se restaura. Por ello, dormir lo suficiente es
fundamental.
Intentaremos que vayan subiendo las horas de descanso hasta
llegar a 8 horas (esto es lo ideal), así conseguiremos mejoras en la memoria,
el sistema inmune se fortalecerá (así no enfermamos), la inflamación en
el cuerpo se reduce, la concentración y capacidad mental mejora, aumentará la
energía y mejorará el humor (Morgenthaler et al., 2006).
Dada la importancia que tiene el descanso
para poder estar bien, daremos pautas de higiene del sueño:
·
La cama es únicamente para dormir, evitaremos realizar otras actividades de día como ver la televisión o
comer.
·
Ajustar los ritmos circadianos: lo habitual es que durante la tarde-noche notemos somnolencia (oscuridad)
y por la mañana seamos incapaces de continuar el sueño, ya que la luz es un
factor que influye. Después de dormir unas 8 horas podemos notar somnolencia,
si descansamos a medio día (lo que llamamos siesta), nunca debería superar los
15-20 minutos y, además, no debe producirse una vez pasadas 12 horas del sueño
previo para facilitar el descanso nocturno.
·
No tomar sustancias excitantes a partir de mediodía: café, coca-cola, té, tabaco…
·
Tomar cenas ligeras y esperar 1 o 2 horas para acostarse.
·
No hacer ejercicio al menos dos horas antes de irnos a dormir, ya que activa el organismo.
·
Mantener horarios de sueño regulares, acostarse y levantarse siempre a la
misma hora.
·
Si no se consigue conciliar el sueño en unos 15 minutos, salir de la cama y
relajarse en otro lugar para
volver cuando aparezca el sueño.
·
No hiperactivar el cerebro al menos una hora antes de ir a dormir: evitar pantallas (televisión, móvil…)
ni realizar tareas que impliquen actividad mental (leer, ver la tele, usar
ordenador, etc.).
·
Procurar tener una temperatura adecuada, evitar ruidos, usar colores
relajantes, una cama cómoda, etc.
·
Darnos un baño o una ducha antes de dormir.
·
Tomar algo caliente antes de ir a dormir (leche o té sin teína).
·
Hacer alguna técnica de relajación antes de dormir: mindfulness,
respiración abdominal, escuchar música relajante…
La
alimentación
¿Se alimentan bien nuestros pacientes?
Puede parecer algo muy básico, pero muchos de ellos no se alimentan de forma
adecuada, de hecho muchas veces ni siquiera comen, se saltan comidas, comen
cualquier cosa que tengan por casa, viven de precocinados…
Ya sabemos la importancia que tiene la
alimentación en nuestra salud, pero además si queremos reprocesar recuerdos,
gastaremos más energía y nuestro cerebro necesita tener nutrientes para poder
hacerlo de forma adecuada. Es como si compramos una planta muy bonita pero no
le echamos agua ni abono, no le da luz… simplemente no puede crecer, por muy
bonita que sea la maceta en la que la coloquemos.
Los últimos avances científico muestran la
necesidad de conexión entre los diferentes sistemas de nuestro cuerpo para
poder curar patologías y mejorar la salud. En este sentido, nuestro ritmo de
vida y la nutrición afecta a nuestro bienestar y nuestra salud.
La Psiconeuroinmunología (PNI) clínica
aúna los mecanismos y las herramientas necesarias para, basados en un profundo
conocimiento científico, plantear exitosas estrategias de intervención basadas
en el estilo de vida de las personas.
Revisar los patrones de alimentación de
nuestros pacientes para que se alimenten de forma sana y variada es
imprescindible, entre otras cosas porque hay cambios conductuales que no
podrán llevar a cabo hasta que esto suceda porque no tendrán energía, entre
otras cosas hacer actividad física.
El ejercicio físico
Sabemos la importancia que tiene hacer
ejercicio para nuestra salud, pero además ayuda a liberarnos del estrés,
mejora la memoria, favorecer el sueño profundo y, en general, mejora nuestro
estado de ánimo, esto sucede porque liberamos serotonina, dopamina y endorfinas,
hormonas que nos hacen sentir bienestar, convirtiéndose en un ansiolítico y
antidepresivo natural.
Treinta minutos de ejercicio moderado,
como un paseo rápido, tres días a la semana, es suficiente para generar
beneficios en nuestra salud. Incluso si se tiene poco tiempo, se puede dividir
esos 30 minutos en intervalos.
Lo ideal es ir aumentando de forma
progresiva y hacer algo que nos guste (nadar, pasear, monta en bici…). El
ejercicio físico además nos ayuda a conciliar el sueño.
El
autocuidado
Como hemos comentado en
anteriores temas, aprender a cuidarnos es algo fundamental y no todos hemos
aprendido a hacerlo de la misma forma.
Hay personas que se
sienten mal, tristes o culpables cuando hacen alguna actividad positiva porque consideran
que “están perdiendo el tiempo” o “no se lo merecen”. Por ello tendremos que
revisar los patrones de cuidado recibidos en la infancia para ver cómo aprendió
a cuidarse, ya que nos cuidamos según nos cuidaron.
Ejemplos típicos que nos encontramos en
consulta:
a) «Si no
hago todo lo que tengo que hacer, no puedo descansar». Son personas que aprendieron a partir de la frase «lo primero es lo
primero» y eso tiene que ver con las obligaciones, los «debería» y los
«tendría», alejándose bastante de los «me gustaría» o «lo que quiero». En la
vida diaria encontramos muchas cosas dentro de lo que tenemos que hacer como
obligación, pero ¿qué sucede si todas las obligaciones hay que hacerlas antes
de poder disfrutar o descansar? Si para descansar tengo que merecérmelo,
esto es un problema, entre otras cosas porque siempre encontraremos algo que
tenemos que hacer y, además, nunca será suficientes para merecer descansar o
disfrutar.
b) «No
merezco cosas buenas». Personas que no sienten como beneficioso lo que les hacen sentir bien,
simplemente porque no se las merecen o no se las han ganado.
c) «Hasta
que no acabe esto no hago pis/no como/no duermo». Personas que han aprendido que las necesidades básicas son algo que hay que
ganarse. «Comerás cuando recojas la habitación», «cuando acabes de estudiar, si
sigue haciendo sol, puedes jugar» son mensajes que interiorizamos y luego
funcionamos desde ellos como algo normalizado.
d) «Puedo
salir a dar un paseo si no me equivoco en nada en el trabajo». Personas que han aprendido desde el condicionamiento que, para conseguir
esto, tienes que haber hecho aquello. Esto es un problema principalmente porque
lo que me hacen sentir bien no se equipara con las obligaciones o los debería,
estos se consideran más importantes y, por lo tanto, tienen mayor valor,
restando probabilidad a lo que quiero y me hace sentir bien.
La disociación
Otro de los posibles errores a la hora de
evaluar, como hemos ido resaltando a lo largo de los temas, es no tener
herramientas que nos permitan detectar la presencia de disociación.
Entre estas herramientas estaría el no
tener formación (y por lo tanto al no conocerla, ni la vemos), no realizar
evaluación específica o no tener práctica.
La disociación es un mecanismo de defensa
y especialmente en el trauma, se dan situaciones en las cuales la mente “no
puede hacerse cargo” porque son demasiados estresantes emocionalmente.
Si no evaluamos bien la disociación,
podemos encontrarnos con que nuestros pacientes entiendan que algunos
recuerdos no procesados (experiencias negativas, traumáticas, como:
humillaciones infantiles, fracasos, rechazos, discusiones, rupturas, muertes,
enfermedades, accidentes, abusos, maltrato físico y/o emocional, guerras,
desastres naturales...) no les produzca perturbación ninguna porque “lo
tienen superado” o “no es importante” y nosotros no indaguemos más sobre ello
porque creamos que es así. Esto lo veremos en el lenguaje no verbal, la
persona puede mantener un discurso cognitivo ajeno a emoción y sensación
física, estará desconectada y por lo tanto, no podremos reprocesarlo porque no
accederemos, estará disociado.
Por ello es importante recoger e indagar
toda la información de la historia de la persona, haciendo una buena fase 1
para hacer un buen mapa y conceptualizar bien el caso y luego, poder ir
conectando poco a poco a la persona con su historia, sus emociones y sus
sensaciones físicas, aquellas que tuvo que disociar y no se pudo permitir
sentir porque en su momento eran demasiado dolorosas.
Los disparadores
A estos síntomas que no encajan con lo que está pasando en la actualidad,
los llamamos disparadores o detonadores, porque un contacto similar a la
experiencia pasada sin procesar puede hacer que conecte con esa red de memoria
y hacer que se detone, active, dispare y con ella, los síntomas (emociones,
sensaciones físicas, creencias negativas…) que forman parte de ese recuerdo.
Si no hacemos psicoeducación sobre ellos y les enseñamos la forma de poder
registrarlos, estaremos pasando por alto información importante, ya que los
disparadores nos muestran los eventos de nuestra historia que están sin
resolver.
Errores en la conceptualización
Hay ítems fundamentales por los que debemos guiarnos para poder hacer un
buen plan de tratamiento, en este sentido, algunos errores comunes serían:
·
Guiarnos por nuestros objetivos y no los del paciente.
·
No relacionar los recuerdos traumáticos con los síntomas que presenta.
·
No capacitar al paciente de recursos de autorregulación emocional (fase 2: instalación de
recursos).
·
No hacer psicoeducación con las partes emocionales (PEs).
·
No evaluar los síntomas actuales para ver cuál es el más invalidante.
·
No empezar por el peor síntoma conectado a los recuerdos anteriores.
·
A la hora de procesar los recuerdos, no empezar por T cercano al inicio
de los síntomas si existe.
·
Seguir el reprocesamiento de la línea de la vida en función de nuestros
objetivos y no los del paciente.
·
No incluir los recuerdos t porque la persona entienda que no son importantes o ya no le afectan.
·
Reprocesar todos los recuerdos, no solo los que están conectados con los
síntomas actuales.
·
No agrupar si hay recuerdos del mismo tipo (primero, peor y último).
·
Querer reprocesar todos los recuerdos pasados y no seguir con las
situaciones en el presente que activan el síntoma como condicionamiento de
segundo orden (disparadores).
·
No hacer sobre cada uno de los disparadores protocolo de futuro.
·
No instalar lo que van consiguiendo hacer en el día a día (avances).
Fallos en la vinculación
Cuando un paciente viene a consulta, se activa su sistema de apego y es
importante poder descubrir qué tipo de apego tiene (evitativo,
ansioso-preocupado, desorganizado…) porque nuestro plan de tratamiento tiene
que ser distinto pero sobre todo porque tendremos que relacionarnos con la
persona desde su estilo de apego. Por ejemplo si es evitativo, tendré que
mantener más distancia, dejar que sea la persona la que se acerque si quiere
dar dos besos, dejarle su espacio, hablarle de apego en etapas más avanzadas de
la terapia, empezar por los recuerdos con los que pueda conectar (los que estén
abiertos y pueda acceder a emoción y sensación), etc.
Los traumas “t” tienen que ver con experiencias
de apego, muchas veces temprano, otros tipos de experiencias vitales
perturbadoras y estresantes, como discusiones familiares, divorcio,
humillaciones, falta de conexión, en las que la vida de la persona no corre
peligro, pero sucede una y otra vez y deja una huella en la memoria
(Shapiro, 2001 y 2003).
Tendremos que investigar bien la historia de apego de nuestro paciente para
no cometer los mismos fallos en el apego que recibió. Por ejemplo, si sus
figuras de apego no daban importancia a sus necesidades y ahora en el presente
nos cuenta que a su pareja limpiando se le cayó un cuadro antiguo al que le
tenía mucho cariño y se desbordó llorando cuando lo vio roto, nos puede decir
“no entiendo por qué me puse así si es una tontería, es sólo un cuadro”, si no
tenemos en cuenta su apego, podemos entender que se ha calmado y reforzarle su
desconexión “bueno, puedes comprar otro igual si ese te gustaba”, cuando lo
ideal sería brindarle apego seguro, ver su necesidad y cubrirla en la medida de
lo posible “fíjate, dices que no sabes por qué te pusiste así, sin embargo
según me cuentas era un cuadro que tenía mucho valor para ti y se rompió, es
normal que te puedas sentir triste”.
Dentro de los problemas de apego que se
pueden dar en consulta, una dificultad puede venir a la hora de poner límites:
a)
No poder poner límites nosotros como terapeutas: persona que siempre llega tarde o no
acepta cuando se acaba el tiempo y no podemos confrontarla.
b)
El paciente no tolera los límites (es que había tráfico, no encontraba aparcamiento, se me olvidó la cita…) o
que se los salta (llamar a todas horas, conseguir nuestro teléfono
personal…).
Dentro del espacio terapéutico se darán situaciones para poder reparar el
apego, con el objetivo de establecer un vínculo de apego seguro. Supongamos un
paciente que nunca hace las tareas que le mandamos (soy un desastre, no hago
nada bien), es una buena oportunidad para hacer algo distinto de lo que
seguramente recibió y, en vez de reprochárselo (tienes que hacerlo porque así
no vas a conseguir mejorar), podemos recordarle que el espacio de terapia es
para lo que necesite y si no quiere o no puede traer las tareas es por algo
importante, no porque sea un desastre. Quizás podemos ayudarlo dando opciones,
acompañando su exploración desde una base segura «si quieres, podemos hacerlo
juntos o puedes quedarte un ratito en la sala de espera y luego me lo das».
c)
Todo lo que la persona pueda hacer o no en el espacio terapéutico está bien. Si hay algo dentro de esta que, cada
vez que recuerda la tarea, hace que rápidamente se le olvide, puede que sea una
defensa o que no pueda expresarnos (es demasiado doloroso y solo pensarlo me
desborda, quizás necesito ayuda), porque si supieran hacer esto, no tendrían
dificultades y no necesitarían acudir a nosotros.
d)
Es importante también evaluar los patrones familiares para
no repetirlos en consulta. Pongamos el caso de si tenía un padre muy protector que no «me dejaba
hacer nada porque le daba miedo y quería protegerme», nos cuidaremos de no
sobreproteger nosotros (le pedí el cuestionario dos veces y me dijo que no
había podido hacerlo, no le pregunto en tres semanas a ver si voy a
desbordarlo).
e)
Otro punto a destacar es cómo nos encontramos nosotros, si estamos
bien o no y si tenemos estrategias para autorregularnos tanto en consulta como
fuera de ella. Recordemos el concepto de contagio emocional, ya
que al igual que los niños viven las emociones a través de sus padres, nuestros
pacientes lo harán a través de nosotros como terapeutas, a través de sus
neuronas espejo.
Cuando estamos relacionándonos con un
paciente y este tiene una emoción, al observarnos se activan sus neuronas
espejo, que ponen en funcionamiento los mismos circuitos cerebrales que
nosotros tengamos, por lo que las neuronas espejo hacen que, si nosotros
estamos tranquilos, los pacientes puedan integrar la calma y poco a poco
aprendan a calmarse (insistimos en que esto se logra con ayuda de otro que esté
tranquilo). Si nosotros, cuando un paciente está desregulado, nos desregulamos
también, no podrá calmarse ni aprenderá a autorregularse.
Información insuficiente/ No
autosupervisión
Tener formación es importante. Cuando no sabemos de la existencia de algo,
simplemente no podemos verlo y se crean puntos ciegos, lo
que esté delante de nosotros no podemos verlo, al igual que cuando vamos
conduciendo.
Por ello es esencial supervisar los casos de nuestros pacientes, por si
hay algún punto ciego que no hemos podido ver.
Pongamos el caso de un terapeuta que tiene una familia que bebe cerveza de
forma habitual, para él este hecho no tiene nada patológico, beber es algo
social y normalizado. Al preguntar a uno de sus pacientes si consumía alcohol,
contestó «sí, cuando salgo, lo normal» y no indagó más. Supervisando el caso,
vimos este punto ciego y, al volver a preguntarle al paciente: «Me dijiste que
tu consumo de alcohol era lo normal, ¿qué es lo normal para ti?», este
respondió: «Una botella de ron, es lo único que consigue hacer que deje de
pensar».
Al igual que la supervisión, la terapia personal es
fundamental. No conocer y trabajar tu propia historia puede hacer que coloques
cosas tuyas en los pacientes.
Por ejemplo, si tenemos algún problema con el perfeccionismo y hacer las
cosas siempre bien, imaginemos que viene una paciente que en las sesiones aduce
que «esto que hacemos no funciona», «no sé si estás entendiendo bien mi caso»,
«yo creo que sería mejor haber hecho otra cosa». Si tenemos nuestra historia
trabajada, podremos ver que es parte de su síntoma y que es suyo, no tiene que
ver con nosotros. Sin embargo, ¿qué pasa si no es así? Si se conecta con
nuestra historia podemos empezar a sentirnos inseguros y dudar de si estaremos
llevando bien el caso, si lo estamos haciendo o mal o no servimos para ello.
Es muy importante que nos cuidemos si vemos que algo de la historia del
paciente se está conectando con la nuestra y no conseguimos manejarlo. Un buen autocuidado parte de poder
hacernos cargo de nosotros mismos, asumir que no podemos ayudar a todas las
personas y derivar a otro profesional.
En general, en las primeras etapas de intervención con trauma, a la vez que
nos vamos formando y supervisando, haciendo nuestra terapia y ganando
experiencia y seguridad, recomendamos ante todo prudencia,
empezar por T, casos sencillos sin patología grave o personas con mucha
estabilización.
Referencias bibliográficas
Shapiro, F. (2001). E.M.D.R. Desensibilización y
reprocesamiento por medio de movimiento ocular. México: Editorial
Pax México.
Shapiro, F. (2013). Supera tu pasado: tomar el
control de la vida con el EMDR. Barcelona: Kairós.
Morgenthaler, T., Kramer, M., Alessi, C. et al. (2006). Practice parameters
for the psychological and behavioural treatment of insomnia: an update. An American Academy of Sleep Medicine report Sleep, 29(11),
1415-1419.
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