¿QUÉ SE ENTIENDE POR DISOCIACIÓN?
Para entender la disociación es útil entender primero un poco de su opuesto: la integración. En el contexto de los trastornos disociativos, la integración puede entenderse como la organización de todos los diferentes aspectos de la personalidad (incluido nuestro sentido del yo) en un todo unificado que funciona de un modo cohesionado.
Cada uno de nosotros nace con una tendencia natural a integrar nuestras experiencias en una historia completa y coherente y en un sentido estable de quienes somos. Nuestra capacidad de integración nos ayuda a distinguir el pasado del presente y a mantenernos en el presente, incluso cuando estamos recordando nuestro pasado o contemplando nuestro futuro. También nos ayuda a desarrollar nuestro sentido del yo. Cuanto más seguro y protegido es nuestro entorno emocional y físico cuando crecemos, más capaces somos de desarrollar y potenciar este potencial de integración.
Cada uno de nosotros desarrolla formas típicas y duraderas de pensar, sentir, actuar y percibir, que es lo que se llama en su conjunto nuestra personalidad. Nuestra personalidad se puede entender como:
· Estable y predecible: normalmente funcionamos de una forma coordinada para ajustarnos y adaptarnos a diferentes situaciones. Podemos ir de casa al trabajo y tranquilamente cambiar de pensamientos, sentimientos, tomar diferentes decisiones y cambiar de acción, pero nos sentimos como una misma persona.
· Flexible: para ser más eficaces en nuestra vida, siempre estamos sutilmente cambiando, ajustando, adaptando y reorganizando nuestra personalidad a medida que aprendemos y tenemos más experiencias.
El sentido del yo hace referencia a la capacidad que disponemos de aprender gradualmente a conectar nuestras experiencias de vida a lo largo del tiempo y de las diversas vivencias que tenemos con nuestro sentido del yo. En este sentido, podemos tener una percepción suficientemente clara de quiénes somos y somos capaces de situar estas experiencias en la “historia de nuestra vida” como una parte integral de nuestra autobiografía. Cada uno de nosotros posee un sentido del yo que constituye una parte de nuestra personalidad, que debe ser coherente a lo largo de nuestro desarrollo y a través de circunstancias diferentes: “Yo soy yo, soy yo mismo como niño, como adolescente, como adulto, como padre, como trabajador. Yo soy yo, yo mismo en circunstancias buenas, difíciles o abrumadoras.
Todas estas circunstancias y experiencias me pertenecen. Mis pensamientos, conducta, emociones, sensaciones y recuerdos –con independencia de que sean agradables o desagradables–, todos ellos me pertenecen”.
La disociación es la principal insuficiencia de la integración, que interfiere y cambia nuestro sentido del yo y nuestra personalidad. Nuestra capacidad de integración puede desequilibrarse de forma crónica si sufrimos un trauma. También puede verse perturbada o limitada cuando estamos extenuados, estresados o gravemente enfermos, pero en estos casos la perturbación es temporal. La traumatización infantil puede afectar nuestra capacidad de integrar nuestras experiencias en una narrativa de vida coherente y completa, porque la capacidad de integración de los niños es mucho más limitada que la de los adultos y se halla en proceso de desarrollo.
Por supuesto, no todas las insuficiencias de integración abocan a la disociación. Las insuficiencias de integración se producen en un continuum. La disociación conlleva una especie de apropiarse y despropiarse de la experiencia en paralelo: mientras que una parte de usted se apropia de la experiencia, la otra parte no lo hace. De este modo, las personas con trastornos disociativos no se sienten integradas, sino fragmentadas, porque tienen recuerdos, pensamientos, sentimientos, comportamientos, etc., que viven como ajenos y no característicos, como si no les pertenecieran. Su personalidad es incapaz de “cambiar de marcha” suavemente de un patrón de respuesta a otro; por el contrario, su sentido del yo y sus patrones duraderos de respuesta cambian de una situación a otra, y no son muy prácticos para adoptar nuevas formas de vivirlas.
Experimentan más de un sentido del yo y no viven estos “yoes” como pertenecientes (por completo) a una sola persona.
Estos sentidos divididos del yo y los patrones de respuesta se llaman partes disociadas de la personalidad. Es como si no hubiera suficientes enlaces o conexiones mentales entre un sentido del yo y otro, entre un cuadro de respuestas y otro. Por ejemplo, una persona con un trastorno disociativo tiene la experiencia de que algunos recuerdos dolorosos de su infancia no son suyos: “Yo no tuve esas malas experiencias; no soy esa pequeña niña. Ella está asustada, pero ese no es un miedo mío. Está desamparada pero no es mi desamparo”. Esta laguna del darse cuenta, esta experiencia de “no soy yo” constituye la esencia de los trastornos disociativos.
Las funciones de cada parte disociada de la personalidad o del yo pueden ir desde ser extremadamente limitados a ser más elaborados. Esto último es especialmente así en casos de trastorno de identidad disociativo (TID). La disociación adopta muchas formas. Muchos síntomas disociativos son comunes en personas con trastornos disociativos, pero cada individuo puede también tener su propia experiencia subjetiva y singular de disociación.
Bibliografía
Boon, S., Steele, K., & VAn Der Hart, O. (2015). Vivir con disociación traumática. Entrenamiento para pacientes y terapeutas. Desclée de Brouwer.
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