DISFUNCIONES DE LA INTIMIDAD
Muchos adultos que albergan en su interior frustraciones infantiles se mueven entre el miedo al abandono y el temor a quedar entrampados.
Algunos están permanentemente aislados por su miedo a ser agobiados por otra persona. Otros se niegan a dejar uniones nocivas por su terror a estar solos. La mayoría fluctúa entre los dos extremos...
Por ejemplo, un hombre posee su propio sistema para relacionarse. Es consiste en enamorarse locamente de una mujer. Una vez que logra intimar empieza a distanciarse de ella, para lo cual reúne, poco a poco; una "lista de errores". Esos errores generalmente son pequeñas alteraciones de la conducta o del carácter. De esta manera, propicia pequeñas riñas alrededor de esas alteraciones. Su compañera, por lo común, se enoja, se aleja uno o dos días. Luego se reúnen y hacen el amor apasionadamente, experimentando profunda intimidad. Esta situación perdura hasta
que él se siente otra vez abrumado e inicia otra pelea para provocar el distanciamiento.
Una mujer de cuarenta y seis años, no ha salido con ningún hombre en quince años. Su "verdadero amor" falleció en un accidente automovilístico. Ella afirma que cuando él murió, prometió no tocar nunca más a otro hombre por lealtad a su novio. En realidad, sólo fue su novia durante tres meses. En su vida adulta nunca se ha acostado con ningún hombre. Su única experiencia sexual la vivió en su infancia, cuando su padrastro abusó de ella durante cinco años. Ha erigido paredes de acero alrededor de la niña herida que posee en su interior. Utiliza el recuerdo de su novio muerto como defensa para no intimar con nadie.
Otra mujer que ha estado casada durante treinta años, sin involucrarse sentimentalmente. Su esposo es un adicto al sexo. Y ella sabe de seis aventuras que él ha tenido (en una de esas ocasiones, ella lo atrapó en la cama con su amante). Seguía casada, porque decía que lo "amaba". Esta mujer confunde la dependencia con el amor. Su padre la abandonó cuando tenía dos años y ella nunca volvió a verlo. Su "dependencia disfrazada de amor" nace de su profundo temor de ser abandonada.
En todos los casos mencionados, el problema básico es el niño lastimado que yace en el interior. Este niño interno afecta la intimidad en las relaciones porque no conoce su identidad auténtica. El mayor daño que se le puede infligir a un niño es rechazar esta identidad. Cuando uno de los padres no le confirma a su hijo sus sentimientos, necesidades y deseos, está rechazando la identidad auténtica del niño. Así, se establece una identidad falsa.
Para creer que lo aman, el niño lastimado se comporta como piensa que debe hacerlo. Con los años, esta identidad falsa se desarrolla y se refuerza por las necesidades del sistema familiar y por los papeles del sexo en la cultura. Gradualmente, la identidad falsa toma el lugar de la persona.
Esta olvida que esa identidad falsa es una adaptación y se comporta como si no fuera ella quien dirige su vida.
Es imposible intimar con alguien que no conoce su identidad.
¿Cómo compartir algo con alguien, si uno no sabe realmente quién es? ¿Cómo puede alguien conocernos, si ni nosotros mismos nos conocemos?
Una manera de formar una identidad es reconocer sus límites.
'Como las fronteras de un país, nuestros límites físicos nos protegen y nos señalan cuando alguien está demasiado cerca o intenta acercarse de una manera 'inadecuada. Nuestros límites sexuales nos mantienen a salvo y a gusto... (Las personas con límites sexuales débiles con frecuencia practican el sexo con quienes no desean.) Nuestros límites emocionales nos dicen dónde terminan nuestras emociones y dónde comienzan las de los demás. Nos dicen cuándo nuestros sentimientos son propios y cuándo son ajenos. También tenemos límites intelectuales y espirituales, que determinan nuestras creencias y nuestros valores.
Cuando se lastima a un niño mediante abuso o descuido, se violan sus límites, y él se vuelve temeroso de ser abandonado o rechazado.
Cuando una persona sabe quién es, no siente este temor. Sin tener límites firmes, no podemos saber dónde acabamos nosotros y dónde comienzan los demás. Tenemos
problemas- para decir que no y para saber lo que deseamos, que son acciones cruciales para establecer una intimidad.
Una disfunción en ese sentido posibilita grandemente una disfunción sexual. Los niños que se desarrollan en familias afectadas quedan dañados en su desarrollo sexual. Dicho daño lo provocan los débiles modelos sexuales en la familia, la decepción de uno de los padres por el sexo del niño, el desprecio hacia él, las actitudes humillantes y el descuido de las necesidades de las que depende su desarrollo.
Por ejemplo, el padre de una chica nunca estaba en casa. Su adicción al trabajo se había adueñado de su vida. Su ausencia hizo que creara un padre de fantasía. Actualmente se halla en su tercer matrimonio. Debido a que sus ideas acerca de los hombres son irreales, ningún hombre ha satisfecho sus esperanzas.
En otro caso, un niño veía cómo su padre atacaba verbalmente a su madre; pero ella siempre lo soportaba. Ya adulto, no sabía cómo intimar con las mujeres. Tendía a escoger compañeras pasivas y quejosas, por las que rápidamente perdía el interés porque las despreciaba, como le ocurría con su madre. Sus experiencias sexuales más satisfactorias las obtenía cuando se masturbaba y soñaba con mujeres en abyectas situaciones sexuales.
Muchos niños saben que al nacer causaron una decepción a sus padres: papá deseaba un varón y nació una niña; mamá quería una nena y dio a luz un varoncito. El niño llega a sentirse avergonzado de su sexo, lo cual más adelante puede provocar una actitud sexual sumisa.
Los niños víctimas de desprecio y humillación paternos a menudo adoptan conductas sexuales sadomasoquistas. La madre de un niño, una víctima de incesto que no recibió atención profesional, nunca pudo deshacerse de la ira motivada por ese
abuso. El niño se identificó con ella y absorbió su rabia contra los hombres. Posteriormente se convirtió en un ser morboso. Es dueño de una extensa colección de libros y videos pornográficos, y se excita al imaginarse despreciado y humillado por una mujer dominante del tipo de su madre.
Los niños requieren una orientación adecuada para dominar cada etapa de su desarrollo. Sí el niño no puede satisfacer las necesidades propias de su edad, quedará detenido en esa etapa.
Los niños que no satisfacen las necesidades de su infancia pueden adquirir fijación en el sexo oral. Los niños que han visto frustrado su desarrollo cuando empezaron a caminar suelen sentirse fascinados por los glúteos. Esa fascinación por una parte
genital se llama "objetivación sexual" y reduce a las demás personas a objetos sexuales.
La objetivación sexual es el azote de la verdadera intimidad. Ésta requiere de dos personas sanas que se valoren mutuamente como individuos. Muchas parejas codependientes se involucran en relaciones sexuales intensamente objetivadas y morbosas. Es la única forma en que el niño herido que llevan dentro de sí se sienta enlazado.
Bibliografía
Bradshaw, J. (s.f.). Volver a casa.
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