CONDUCTAS ADICTIVAS/COMPULSIVAS
El niño herido que subyace en nosotros es causa importante de una conducta adictiva.
Un hombre se con un padre alcohólico que lo abandonó física y emocionalmente cuando era un niño. Sentía que no valía nada, porque él nunca estuvo presente y yo no tuvo un modelo de conducta para seguir; nunca se vinculó con él, nunca experimentó lo que era ser amado y apreciado por un hombre.
Por lo tanto, nunca se amó, a sí mismo verdaderamente como hombre.
En su adolescencia me relacionaba con otros muchachos que no tenían padre. Tomaba bebidas alcohólicas y se divertía con prostitutas para demostrar su hombría. De los quince a los treinta años, bebió y también consumió drogas. A partir de ahí dejó de tomar y de consumir drogas. No obstante, conservó su conducta adictiva. Fumaba, trabajaba y comía compulsivamente.
Tiene un hermano y una hermana que no son alcohólicos. Ha pasado veinticinco años trabajando con alcohólicos y drogadictos. Este lapso incluye quince años de trabajo con adolescentes adictos a las drogas. Nunca conoció a una persona adicta exclusivamente a sustancias químicas, pese al hecho de que algunas de éstas provocan adicción rápidamente.
Fue testigo de cómo los adolescentes se envician con el crack en sólo dos meses. El actor común que siempre encontró en ellos fue el niño herido que llevaban dentro de sí mismos. Es la inevitable raíz de toda conducta compulsiva adictiva. Lo comprobó cuando dejó de ser un adicto a la bebida. Comía, trabajaba y fumaba compulsivamente debido a las necesidades insaciables del niño herido que vivía en mi interior.
Para un niño, el abandono es mortal. A fin de conseguir mis dos necesidades de supervivencia básicas (mis padres están bien y soy importante), se convirtió en esposo emocional de su madre y en el padre de su hermano menor. Ayudarla a ella y a los demás le hacía sentir bien. Le hicieron creer que su padre lo quería pero que estaba muy enfermo para demostrarlo y que su madre era una santa. Con eso escondió la sensación de no valer lo suficiente para que sus padres le dedicaran algo de tiempo (vergüenza recurrente). Todo ello lo logró con percepciones escondidas, sentimientos reprimidos y falsas creencias, que se convirtieron en el filtro con el que interpretaba todas las experiencias de su vida. Ese primitivo sentido de adaptación le permitió sobrevivir su niñez, pero fue un filtro muy débil para su supervivencia adulta.
Si advertimos que nuestro niño herido está detrás de la conducta compulsiva/adictiva, podemos analizar la adicción en un contexto mucho más amplio. Una adicción tiene una relación patológica con cualquier forma de alteración del humor que tenga consecuencias perjudiciales para la vida. Las adicciones a todo lo que se pueda ingerir son las que más dramáticamente alteran el humor. El alcohol, las drogas y los alimentos tienen un inherente potencial químico que provoca la alteración del humor.
Pero existen diversas maneras en que los sentimientos pueden ser trastornados. Adicciones a la actividad, al conocimiento, a los sentimientos y también de la adicción a los objetos.
Las conductas adictivas incluyen el trabajo, ir de compras, el juego, el sexo y los rituales religiosos. De hecho, cualquier actividad puede utilizarse para alterar los sentimientos. Las actividades alteran los sentimientos porque distraen.
Las actividades cognoscitivas son una manera poderosa de evitar los sentimientos. Pensar puede ser una manera de eludirlos.
Todas las adicciones tienen un componente racional que se llama obsesión.
Los sentimientos mismos pueden ser adictivos. La ira disfraza el dolor y vergüenza. En estado de rabia se siente fuerte y poderoso, más que vulnerable e impotente.
Probablemente todo el mundo conoce a alguien adicto al miedo.
Los adictos al miedo tienden a ver catástrofes y desastres por todas partes.
Siempre están preocupados y vuelven locas a todas las personas.
Algunos son adictos a la tristeza y/o a las penas. No parecen sentirse tristes; son tristes. Para un adicto a la tristeza, ésta se convierte en su propia forma de ser.
Las personas que más me atemorizan son los adictos a la alegría. Son los niños buenos obligados a sonreír y estar alegres. Es como si la sonrisa se hubiera congelado en su rostro. Los adictos a la alegría nunca ven nada mal. Sonríen mientras le dicen a usted que su madre falleció.
Los objetos también pueden crear adicciones. El dinero es la "cosa" más común. Sin embargo, cualquier objeto puede convertirse en una preocupación y, por lo tanto, en una fuente de alteración del humor.
En el fondo de la mayoría de las adicciones -no importa qué factores genéticos intervengan-, se encuentra el niño herido de la infancia, quien constantemente anhela la satisfacción de sus necesidades. No se requiere estar mucho tiempo junto a un adicto para observar esa conducta en él.
Bibliografía
Bradshaw, J. (s.f.). Volver a casa.
Comentarios
Publicar un comentario