MINDFULNESS: REACCIONAR-RESPONDER
En el mindfulness, reaccionar significa no darse cuenta de la decisión
que se ha tomado, pasar inmediatamente de una situación o unos
pensamientos difíciles a emprender una acción refleja, automática y habitual.
La reacción puede manifestarse como una discusión, en forma de gritos, con
pensamientos negativos repetitivos o mediante acciones muy diversas. Las
reacciones tienden a ser negativas porque no se le da a la parte inteligente del
cerebro el tiempo de funcionar como es debido.
Responder, en cambio, significa tomar una decisión consciente sobre los
pensamientos, las palabras y las acciones en cualquier circunstancia. Por
ejemplo, darte cuenta de que te estás juzgando como estúpido y dejarlo ir. Tomar conciencia de que te sientes triste y no luchar ni huir de esa emoción. O tomarse un momento para responder cuando un colega dice algo que te
molesta, en lugar de comenzar una discusión acalorada.
El mindfulness consiste en responder a los retos de la vida con inteligencia y autocompasión.
Pasar de la reacción habitual a la respuesta consciente ante las
dificultades de la vida no es fácil. No obstante, los principios y los cambios
de actitud necesarios no son tan difíciles como uno podría pensar. Con un
poco de paciencia y determinación, se puede aprender a dar pequeños pasos
hacia el mindfulness. Y eso es lo que se necesita: pequeños pasos. Ni más, ni
menos.
Responsabilidad personal: mantener el estrés bajo control
Tal vez creas que las responsabilidades solo pueden incrementar tu nivel
de estrés. La imagen prototípica de alguien muy estresado es la de una
persona que ha asumido demasiadas responsabilidades. Y puede que sea
cierto. A veces uno se carga con demasiado trabajo, más del que puede
asumir.
La responsabilidad personal, sin embargo, es otra cosa. Me refiero a ser
responsable de la propia respuesta ante el estrés. Si te limitas a dar la culpa
del estrés a las circunstancias externas, es posible que te sientas un poco
mejor a corto plazo, pero también que te estés poniendo en situación de
incrementar los niveles de estrés en el futuro por no emprender las acciones
adecuadas. Aunque en un primer momento asumir la responsabilidad del
propio estrés puede parecer una carga, en realidad se trata del primer paso
para reducir el estrés.
Uno puede ver los efectos de la falta de responsabilidad personal en sus
propios hábitos. Por ejemplo, supongamos que tienes el hábito de morderte
las uñas. Si crees que morderse las uñas forma parte de tu personalidad o se
debe a que tus padres también se las muerden, jamás podrás reducir o
eliminar ese hábito, aunque quieras. No tendrás ninguna posibilidad hasta que
pienses: «Soy responsable. Me muerdo las uñas y estoy decidido a dejar de
hacerlo». Lo mismo ocurre con la respuesta que uno da ante los factores
estresantes: hay que confiar en la propia capacidad interior para gestionarlos
mejor.
Existen algunas cosas que no se pueden controlar. Si, por ejemplo, te
enfrentas a un importante factor estresante, como una enfermedad grave o la
muerte de un ser querido, tus niveles de estrés se dispararán. No se puede
cambiar eso fácilmente. No obstante, sí se puede empezar a gestionar poco a
poco la respuesta que se da a ese estrés. Tienes que permitirte vivir el proceso
natural de duelo, tristeza e ira antes de aceptar la pérdida o el cambio de
circunstancias. El mindfulness ofrece el espacio para hacerlo. Puedes
aprender a gestionar el estrés con inteligencia, conciencia y autocompasión.
Asumir la responsabilidad del propio estrés no significa que uno deba
juzgarse o condenarse por sentirse estresado. Todo lo contrario. La
responsabilidad personal ofrece esperanza y modos de emplear el
mindfulness para identificar cuándo el nivel de estrés es alto, además de
permitir descubrir modos nuevos y eficaces de responder a ese estrés. El
mindfulness anima a ser amable con uno mismo, a tratarse como se trataría a
un amigo estresado.
Veamos algunas actitudes mindfulness para empezar a asumir el control
del estrés:
• Recuerda que siempre tienes elección.
Si no tienes elección respecto a la situación que te provoca estrés, sí puedes, al menos elegir la actitud que adoptas frente a él.
• Practicar la meditación mindfulness.
Verás cómo influyen tus pensamientos en tus sentimientos y tus sensaciones corporales, y viceversa. De ese modo comprobarás hasta qué punto el estrés es una
experiencia interna.
• Estar alerta ante los pensamientos del tipo «No tengo elección» o «No puedo hacer nada al respecto». Aléjate de esos pensamientos en lugar de darles cabida o creer que son ciertos.
Reflexión
Piensa en algún momento en el que te hayas sentido estresado, pero en
el que mantuvieras el control de la situación. ¿Cuál era tu actitud frente al
estrés? ¿Qué ocurre si aplicas esa actitud al estrés que sientes en la
situación actual?
Interpretación y estrés
Una gran parte del control de la respuesta al estrés consiste en controlar la
interpretación de los hechos.
No todo el mundo percibe los acontecimientos potencialmente estresantes
(un enfado del jefe, un hijo que llora, la bandeja de entrada llena de correos,
por citar solo unos cuantos) como tales. Ni siquiera una misma persona
reacciona siempre de la misma manera ante esos factores. Puedes interpretar
el enfado de tu jefe como «Hoy tiene un mal día»; el llanto de tu hijo, como
una fase pasajera («Lo superará»), y tu bandeja de correo, como «Así son las
cosas de la vida moderna. Lo miraré mañana por la mañana con más tiempo».
Es cierto que la aparición del estrés constituye una compleja interacción de diversos factores; sin embargo, también lo es que entre ellos la interpretación del elemento estresante es muy importante. Esa interpretación determina si la respuesta de estrés se ve comprometida, lo que puede dar lugar a un sentimiento de ansiedad o tensión. Veamos un ejemplo.
El otro día estaba viendo unos vídeos cómicos. En uno de ellos, alguien
ponía una serpiente de juguete (con movimiento incluido) en el suelo de un
vestíbulo. Cuando la propietaria de la casa, que ignoraba lo que estaba
ocurriendo, abría la puerta y veía la serpiente, daba un salto del susto. Sus
familiares se partían de risa y en cuestión de segundos, el miedo de la víctima
se convertía en risa al darse cuenta de que no era más que un juguete. Este
ejemplo, aparentemente estúpido, explica por qué algunas personas sufren
mucho estrés y otras no.
Cuando la mujer percibe por primera vez la imagen de una serpiente,
piensa que es real: «¡Oh, Dios mío, una serpiente!», o tal vez alguna palabra
más «fuerte». Con ese pensamiento, su respuesta de estrés se pone en
funcionamiento. En un segundo se liberan las hormonas del estrés para que su
corazón aumente el ritmo y los músculos se tensen.
Si la mujer continuase pensando que el juguete es una serpiente de
verdad, seguiría sintiéndose estresada y amenazada. Ocurre lo mismo con los
factores que te estresan a ti. Si los interpretas como una amenaza, continuarás
sintiéndote estresado.
Esta historia ilustra los tres pasos que producen la respuesta de estrés:
1. Percepción de la situación (ver algo que serpentea en el suelo).
2. Interpretación de la situación (pensamiento: «¡Es una serpiente!»).
3. Reacción a la situación (se pone en marcha la respuesta de estrés: el
corazón late más rápido, se da un salto provocado por el miedo, crece
la tensión).
El punto clave es que tu interpretación va antes de la sensación de estrés.
Interpretas una situación como una amenaza antes de que tu respuesta de estrés se ponga en marcha.
Si la persona que vio la serpiente trabajase en un zoo, en la sección de
serpientes, probablemente no se habría asustado lo más mínimo. En la
interpretación está la diferencia.
Las ilusiones ópticas constituyen un gran ejemplo de cómo interpreta el
cerebro lo que experimenta.
El factor estresante no es la causa directa del estrés. En realidad, el nivel
de estrés que se experimenta está relacionado con el grado de credibilidad
que se otorga a los pensamientos sobre el factor estresante. No es mi
intención restar importancia al sentimiento real de estrés que estás
experimentando. Tampoco digo que tu estresada vida sea el producto de tus
pensamientos. Pero la interpretación desempeña un papel fundamental.
Shakespeare llevó esta idea al extremo, como podemos ver en Hamlet:
Nada es bueno o malo, sino que es el pensamiento el que lo convierte en tal.
Ahora que ya sabes que la interpretación está en la raíz de tu estrés, tus
siguientes preguntas podrían ser:
«¿Por qué interpreto las situaciones así?
¿Por qué veo las cosas como amenazas y acabo estresándome innecesariamente?».
Lo cierto es que así es la naturaleza humana, y eso guarda una estrecha relación con la evolución de la especie.
LA TENDENCIA A LA NEGATIVIDAD: ESTAMOS PROGRAMADOS PARA CENTRARNOS
EN LO NEGATIVO
Si sucede que tiendes más al pesimismo que al optimismo, es porque el
cerebro está programado para que sea así. Es lo que le ocurre a la mayoría de
los humanos, y eso responde a una teoría conocida como tendencia a la
negatividad (la tendencia a prestar más atención y otorgar más peso a las
experiencias y la información negativas).
Se cree que la razón de este comportamiento es evolutiva. Pensemos en la
vida al principio de la historia de la humanidad. Probablemente, algunos
humanos se arriesgaban y recorrían la jungla en busca de comida. No les
preocupaba demasiado que el tigre de turno pudiese comérselos. Otros
humanos asumían riesgos mínimos. Se preocupaban más. Se estresaban con
mayor facilidad, y cualquier movimiento sospechoso en los arbustos les
impulsaba a echar a correr, movidos por su respuesta de estrés.
«Antes del mindfulness, nunca pensé que
mis pensamientos influyesen en mis
sentimientos. Y no sabía que podía tomar
distancia con respecto a mis
pensamientos. Simplemente, reaccionaba y
vivía con el piloto automático. Ahora sé
que tengo una elección. ¿¡Por qué no me
enseñaron esto en el colegio!?»
Probablemente, sentían más estrés y ansiedad. ¿Cuáles de esos humanos
tenían más probabilidades de sobrevivir y, por lo tanto, de tener
descendencia? Obviamente, los más precavidos. Los humanos que asumían
menos riesgos y recordaban los peligros que acechaban eran los que
sobrevivían. Gracias a ello, se reproducían y sus genes pasaban a la siguiente
generación.
Por esa razón, la mujer del ejemplo de
la serpiente salta del susto de manera casi
instantánea: su mente registra de inmediato
lo negativo, que es una serpiente, y
reacciona en consonancia. Se trata de un
mecanismo de supervivencia integrado en nuestro ser, conocido como
«respuesta de lucha o huida».
Los siguientes ejemplos pretenden demostrar la tendencia a centrarnos en
lo negativo por naturaleza:
• Tu coche no arranca por la mañana. Esa misma tarde les cuentas el
episodio a tus amigos. No mencionas que hacía un día estupendo, que
no has tenido ningún accidente o que tus colegas han sido muy
amables contigo hoy.
• En un restaurante, no te gusta el modo como te tratan los camareros.
No tienes en cuenta que la comida estaba buena, que las vistas del
lago eran preciosas o que tu salud era excelente ese día. Percibir los
aspectos positivos de la experiencia en el restaurante habría requerido
un esfuerzo consciente.
• Hoy te sientes solo y apático. Te centras en tu estado de ánimo y no en
que esta semana te irás al campo, en que ves a tus hijos felices o en
que tienes tiempo para dar un largo paseo si así lo decides.
• Es mucho más probable que elijas un periódico con un titular negativo
que uno con un titular positivo. Las malas noticias captan la atención
y venden más. Resulta interesante que no fuese así el 18 de abril de
1930, fecha en que la BBC anunció: «No hay nada que merezca ser
noticia». En su lugar, emitió música de piano. Esto sería impensable
en nuestros días, y nos da una idea de por qué los niveles de estrés
actuales son más altos que en el pasado: nos inunda una oleada
constante de noticias, en su mayoría negativas, disponibles en
televisión y en línea las veinticuatro horas del día.
Estos ejemplos estereotípicos demuestran lo fácil que resulta centrarse en
las experiencias negativas en lugar de hacerlo en las positivas. Y la atención
constante a lo negativo puede provocar una acumulación excesiva de estrés.
Lo que nos aporta la investigación: tres malas pasadas que te juega el cerebro
El neurocientífico Rick Hanson afirma que el cerebro nos juega tres
malas pasadas para asegurarse de que los niveles de estrés aumenten, lo
que no mejora la calidad de vida en la sociedad moderna:
• Sobrevalora las amenazas
• Subestima las oportunidades
• Subestima la propia capacidad para gestionar las oportunidades
Por lo general, estas tendencias incrementan los niveles de estrés
innecesariamente.
Puedes utilizar el mindfulness para gestionarlas:
• Estando presente cuando te sientes amenazado. Recuérdate que
debes pensar o anotar todo lo que va bien en ese momento. De ese
modo, positivizas las cosas.
• Tomando plena conciencia del riesgo real de asumir la oportunidad
que tienes delante. Por ejemplo, puede que te dé miedo subir a un
avión, pero en realidad es uno de los medios de transporte más
seguros.
• Percibiendo cuándo piensas «No puedo hacerlo» y preguntándote si realmente es cierto. ¿No podría ser que la tendencia a la negatividad estuviera haciendo de las suyas? Piensa en las veces que creíste que no podrías conseguir algo y, sin embargo, lo
lograste. Por ejemplo, si vas a una entrevista de trabajo, piensa en otras que te hayan ido bien.
AFRONTAR CON PLENA CONCIENCIA LAS INTERPRETACIONES
En definitiva, pues, el cerebro tiende a centrarse en lo negativo debido a
la tendencia a la negatividad. ¿Se puede hacer algo al respecto?
Cinco campos principales para trabajar además del mindfulness:
Pongamos que te resulta muy estresante verte atrapado en un atasco:
1. Saca los músculos de la atención para reinterpretar el factor
estresante.
El mindfulness entrena al cerebro para que este sea capaz
de trasladar la atención de un punto a otro, en lugar de centrarse
únicamente en las preocupaciones. Por ejemplo, en lugar de ver el
atasco como un factor que te hará llegar tarde, considéralo una
oportunidad para escuchar tu música favorita, para practicar la
respiración consciente o para escuchar un audiolibro. Para ello tienes
que tomar conciencia de que estás viendo la situación por su lado
negativo y desviar la atención, también conscientemente, hacia
resultados más positivos.
2. Practica la gratitud.
Piensa en todas las cosas que van bien en tu vida. Utiliza el mindfulness para tomar verdadera conciencia de aquello por lo que te sientes agradecido. Así, en un atasco podrías pensar en cinco cosas que van muy bien en tu vida y en las razones
por las que te hacen sentir bien. E incluso podrías enviar un mensaje
de texto o un correo, o realizar una llamada, cuando llegues a tu
destino con el fin de expresar tu agradecimiento a la persona en la que
hayas pensado. Expresar gratitud resulta todavía más potente que
pensar en ella.
3. Contempla la situación en su conjunto. Aunque el factor estresante
te provoque angustia en ese momento, ¿cambiará algo a la larga?
Siguiendo con el ejemplo del atasco: ¿de verdad tendrá importancia
dentro de una semana, de un mes, de un año? ¿Realmente es
importante considerado dentro del conjunto? Uno de los aspectos
fundamentales del mindfulness es la capacidad de dar un paso atrás y
poner las cosas en perspectiva. La mayoría de las cosas de la vida
nunca son tan malas como parecen; conviene recordarlo.
4. Sé amable contigo mismo en lugar de imponerte la perfección.
Si te pones el listón muy alto, te predispones al fracaso. Volviendo de
nuevo al ejemplo del atasco, piensa si siempre quieres llegar puntual a
todas partes. Puede que este sea tu objetivo, pero llegar siempre a
tiempo, el cien por cien de las veces, es imposible. El tratamiento del
perfeccionismo con mindfulness requiere que entiendas que cada
momento presente es tal como debe ser. Centrar tu atención en el
momento presente en lugar de intentar crear un futuro idealizado te
ayudará a deshacerte del perfeccionismo poco a poco. Otro consejo es
que intentes conseguir el 80 % de perfección en todo lo que hagas y
observes que el mundo no se acaba porque tus resultados no sean
perfectos.
5. Cuida tu lenguaje.
Toma conciencia del lenguaje que utilizas en tus
pensamientos. Palabras como «siempre», «nunca», «debería» y
«tengo que» son señales de que piensas de manera extrema, y eso
podría alimentar tu estrés. Distánciate de esos pensamientos y míralos
como eso, como pensamientos, en lugar de verlos como hechos. O
hazte preguntas del tipo: «¿Es eso verdad? ¿Siempre llego tarde?», o
«¿Por qué debería correr para llegar a tiempo y poner en peligro mi
seguridad y la de los demás conductores?».
Reflexión
Estas reflexiones te resultarán útiles siempre que te sientas superado
por el estrés. Pruébalas ahora mismo y aplícalas siempre que el estrés se
apodere de ti.
Piensa en algo que sea una fuente de estrés para ti en este momento; no
en la más importante, pero sí en una significativa. De este modo
aprenderás a interpretar los factores estresantes de manera distinta. Si
quieres, escríbelo en tu diario junto con las respuestas a estas preguntas:
1. ¿Qué te va bien ahora mismo? (Puede ser, simplemente, que tienes
un techo o comida para el día de hoy.)
2. ¿Cómo puedes ver el factor estresante de manera distinta? ¿Puedes
contemplarlo como un reto? Si es así, ¿ese reto tiene algún
beneficio?
3. ¿Ese factor estresante será una preocupación para ti dentro de unos
meses? ¿O en unos años?
4. ¿Te estás poniendo el listón muy alto? ¿Te ves capaz de
conformarte con el 80 % de perfección? Piensa en realizar alguna
tarea sin llegar a la perfección y practica el hecho de sentir la
emoción incómoda en lugar de actuar sobre ella. La emoción
pasará.
Recuerda: algunos factores estresantes parecen demasiado grandes para
este tipo de actitud. Si el factor estresante que te afecta es tu divorcio o la
enfermedad terminal de un ser querido, o tuya, la situación será, por
supuesto, muy complicada. En esas circunstancias, es importante que seas
amable contigo mismo y que te concedas espacio para el dolor, además de
mucho descanso. Tienes que buscar a alguien con la empatía suficiente para
escucharte y apoyarte. Y es posible que las minimeditaciones mindfulness te
ayuden a pasar mejor los días, momento a momento. Cambiar tu
interpretación no es lo adecuado cuando un factor estresante de gran
envergadura es muy reciente; con el tiempo, tal vez, podrás considerar este
enfoque.
Lo que nos aporta la investigación: crecimiento postraumático
Stephen Joseph es un psicólogo pionero de la Universidad de
Nottingham que lleva veinte años trabajando con gente que ha vivido una
experiencia traumática. Y ha descubierto algo increíble: para la mayoría de
las personas, ciertos hechos traumáticos —como enfermedades, divorcios,
atracos, lutos, accidentes, desastres naturales e, incluso, atentados
terroristas— pueden producir cambios positivos a largo plazo. En otras
palabras, los hechos traumáticos actúan como catalizadores del
crecimiento personal. Esto no significa que el trauma no provocase estrés,
dificultades, pesadillas y otras experiencias difíciles en su momento. Lo
que demuestra es que la experiencia puede conducir al crecimiento en
lugar de provocar un trastorno.
El libro de Joseph, What Doesn’t Kill Us: The New Psychology of
Post-Traumatic Growth, incluye una serie de ejemplos de personas que
han ganado en sabiduría tras un descalabro vital. Afirma que cientos de
estudios confirman que entre el 30 y el 70 % de las personas experimentan
cambios positivos después de un trauma. El crecimiento postraumático es
casi la norma. Los afectados afirman que sus relaciones ganan en
profundidad, que se sienten más maduros y más sabios, y que reordenan
las prioridades de sus vidas para dejar de considerar la posición y la
riqueza como lo más importante.
El crecimiento postraumático ofrece un excelente ejemplo de que
muchas personas reinterpretan los factores estresantes para reducir su
estrés e incrementar su resiliencia ante los futuros factores estresantes que
puedan surgir.
Bibliografía
Alidina, S. (s.f.). Vencer el estrés con Mindfulness. Paidós.
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