Ir al contenido principal

APEGO DESORGANIZADO PARTE 2

 APEGO DESORGANIZADO PARTE 2

 

El 25 de junio de 1993, Steven fue a la casa de Ruth para llevar a Katie a su nuevo hogar. El más adecuado que encontró fue con la joven pareja formada por Karen y Ken Miller, quienes se habían convertido en padres de acogida hacía nueve meses. Habían tenido algunas acogidas cortas que aparentemente habían ido bien. No más había niños en la casa, y Karen pasaba casi todo el tiempo en ella. Trabajaba a media jornada en un negocio local y tenía cubiertos los cuidados diurnos. Estaban entusiasmados con acoger a Katie debido a su edad y a la probabilidad de que pudiera quedarse con ellos un tiempo. Cuando Steven habló con Karen, ella llegó a sugerir que podrían estar interesados en adoptar a Katie si fuera posible. Steven le informó de que el plan era que Katie finalmente pudiera volver a vivir con sus padres si eran capaces de cumplir con los términos del acuerdo.

 

Cuando Steven le dijo a Katie que se iba a mudar a la casa de Karen y Ken, lo primero que le preguntó la niña fue si podía llevarse los juguetes y la ropa que Ruth le había regalado. De la manera más reconfortante posible, Ruth le explicó a Katie las razones de la mudanza. Katie parecía indiferente a su explicación. No mostró ninguna emoción hasta más tarde, cuando pareció emocionarse por la mudanza y habló de ello como si fuera una aventura.

 

Durante el viaje a la casa de Karen y Ken, Katie no paraba de hablar de cosas sin importancia.Aprovechando una pausa que hizo para respirar, Steven le dijo:

 

—Estoy seguro de que te da pena tener que mudarte.

 

—No me da pena —respondió—. Esta casa será mejor porque has dicho que no hay más niños.

 

—Pero vas a echar de menos a Ruth y a Ray. Has vivido con ellos mucho tiempo. Quizás puedas visitarlos pasado un tiempo.

 

—No los echaré de menos. Ruth era mala conmigo. Esto será más divertido.

 

Cuando llegaron, Karen y Ken estaban esperando en el porche. Steven los presentó y Katie les dio a cada uno un abrazo y los llamó “mamá” y “papá”. Comenzó a hacer preguntas sobre la casa y se mostró encantada con la visita, a la que siguió un tentempié de galletas y leche. Inmediatamente ignoró a Steven y se puso a hablar con sus nuevos padres. Cuando Steven se marchaba, Katie no se fijó en él. Karen y Ken tampoco; estaban embelesados con esta encantadora niña.

 

Esa misma semana, Steven llamó a Karen para ver cómo estaba Katie.

 

—Es una niña buenísima. Estamos encantados de que esté aquí —dijo Karen—. De vez en cuando se enfada cuando le decimos que venga a cenar o que se prepare para ir a la cama, pero no es nada grave. Creo que le gusta estar aquí.

 

—Me alegro de que esté yendo tan bien —dijo Steven—. ¿Ha tenido algún problema con comer o acumular alimentos con frecuencia durante el día o con destruir cosas? —Ninguno en absoluto —dijo Karen—. Creo que tal vez Ruth fue un poco dura de más con ella con la comida. Le damos mucha comida y cosas de picar entre horas y no se lleva nada a su habitación por la noche.

 

—Bueno, pues me alegro de que hayáis empezado con tan buen pie.

 

—Quizás no debería decir esto, pero creo que Ruth no era la mejor opción para la niña. Katie me cuenta que le gritaban y la castigaban con frecuencia. Necesitaba más comprensión y paciencia de la que Ruth podía darle.

 

Steven defendió a Ruth y apuntó que los comportamientos de Katie habían sido muy difíciles. Más tarde compartió los comentarios de Karen con Barbara. Ambos coincidieron en que Karen estaba minimizando la responsabilidad de Katie por sus dificultades. Barbara expresó el temor de que Karen acabara enterándose por las malas de lo serios que parecían ser los problemas de Katie.

 

Durante las siguientes semanas, Karen continuó diciéndole a Steven lo bien que iban las cosas. Steven llamó a Jan, que le dijo que en terapia Katie se mostraba algo más resistente. De hecho, parecía que se quejaba de la terapia, y Karen le había preguntado si la terapia seguía siendo necesaria. Jan le sugirió que continuaran unos cuantos meses más y que luego lo reevaluaran.

 

El 4 de agosto, Steven pasó por casa de los Miller para darle a Katie su regalo de cumpleaños. Había una gran fiesta familiar, y Katie no tenía ningún interés ni en Steven ni en su regalo. Karen estaba disfrutando mucho de la fiesta, y Steven pensó que las cosas estaban yendo de maravilla. Conoció a la madre de Karen, Anne, que le habló con entusiasmo sobre Katie. En la conversación con Anne descubrió que Katie parecía estar mostrando algunos problemas de comportamiento que Karen no le había contado. Al día siguiente, Steven llamó a Karen para preguntarle sobre los problemas que su madre había insinuado.

 

—Bueno, mi madre se preocupa demasiado —dijo Karen—. Está claro que Katie no es perfecta, pero nos estamos manejando bien. Un día se hizo pis en el sofá y lo sintió mucho. Ha tenido algún que otro problema como ese, pero nada importante.

 

Steven comenzó a dudar sobre la nueva asignación de Katie, pero no estaba seguro de si había más problemas de los que Karen estaba dispuesta a reconocer. Había otros niños que demandaban su atención, así que no tenía más remedio que asumir que si Karen tenía problemas con Katie, se los contaría.

 

El 16 de septiembre de 1993, Steven decidió que ya era hora de ponerse al día con su papeleo, para lo que le resultaría de mucha ayuda pasar un día en la oficina con una gran taza de café y con la recepcionista, Molly, atendiendo sus llamadas.

 

A las 10:30, Molly le trajo una nota que no parecía que fuera a ser de ayuda con el papeleo: Jan estaba al teléfono y decía que era importante.

 

—Tenemos un problema, Steven —dijo Jan—. Katie está enfadada con Karen porque no le ha comprado chucherías en la tienda antes de la cita de hoy. Parece que ha decidido causar problemas a Karen por no comprárselas.

 

—¿Está diciendo mentiras porque no ha conseguido lo que quería? preguntó Steven.

 

—No creo que sean mentiras —dijo Jan—. Me ha contado que Karen la había atado a una silla porque no se sentaba durante un tiempo fuera. Tiene marcas en las muñecas que parecen de una cuerda. También me ha dicho que Karen la abofeteó y le arañó la cara. Tiene una marca de arañazo. Me ha dado más ejemplos que parecen reales. Luego me ha preguntado si yo iba a gritarle a Karen y a decirle que le diera chucherías. —¿Qué más ejemplos? —preguntó Steven.

 

—Dice que Karen la ha llamado zorra. Dice que la encerraron en un armario y también que Karen le metió la comida en la boca a la fuerza. Pero lo que me da miedo es que Katie se ha enfadado mucho al enterarse de que yo iba a llamarte. No quiere cambiar de casa. Dice que Karen es una madre genial porque siempre le compra cosas y la deja hacer lo que quiere. Sólo quiere chocolatinas.

 

Steven le dijo que iría enseguida y Jan le dijo que esperaría con Karen y Katie hasta que él llegara.

 

En la consulta de Jan, Steven pidió a la terapeuta que le contara a Karen lo que Katie había dicho. Mientras Jan hablaba, Karen se enfadó y se puso tensa. Se apresuró a decir que la niña se había hecho las marcas de cuerda accidentalmente mientras jugaba, pero que ella nunca la había atado. Mientras Jan continuaba dando un ejemplo tras otro, Karen se echó a llorar.

 

—¿Por qué nunca está satisfecha? —preguntó Karen finalmente—. Se lo damos todo, pero nada es lo suficientemente bueno para ella. Siempre quiere más. Y cuando finalmente digo que no, me grita y me dice que soy mala con ella. ¡Nunca está satisfecha conmigo!

 

—¿La abofeteaste y la arañaste? —preguntó Steven.

 

Sí, y también le he dado unos cachetes —respondió Karen—. A veces no puedo soportarlo. Siempre está enfadada conmigo. Solo hace lo que le pido si le doy algo. A veces me enfado tanto que solo quiero hacerle daño como me lo hace ella a mí. Ese día no pude soportarlo.

 

—Podías habernos pedido ayuda —dijo Steven en voz baja.

 

—Habríais pensado que era culpa mía. Creía que todo iba a mejorar. Creía que algún día se daría cuenta de lo mucho que la quiero. Solo quería que fuera feliz con nosotros. Odiaba que me dijera que no quería vivir conmigo. —Siento que esto haya sido tan difícil, Karen. Ojalá nos lo hubieras dicho antes. Quizás podríamos haber ayudado antes de llegar a este punto. Me temo que con todo lo que ha sucedido, tenemos que cambiar a Katie.

 

—¡No! —gritó Karen—. La quiero y no voy a volver a hacerle ninguna de esas cosas. Dadme otra oportunidad, por favor.

 

—Incluso aunque fueras capaz de controlar tu enfado con Katie y pedirnos ayuda, me temo que han pasado demasiadas cosas que Katie no podrá cambiar mientras viva en tu casa. No creo que sea justo para ninguna de las dos que la niña se quede contigo, Karen. Lo siento.

 

Jan estuvo de acuerdo con lo que dijo Steven y reconfortó a Karen. Luego llamó a Katie y le dijo que iba a mudarse.

 

—¡No! —gritó Katie—. Quiero quedarme con Karen. He mentido. No me ha hecho nada malo.

 

—Sí lo he hecho —dijo Karen—. No hace falta que mientas por mí. Me he equivocado yo, no tú.

 

—Quiero quedarme con Karen. Me compra cosas y me deja ver la tele. Me deja jugar más que Ruth —dijo Katie.

 

Mientras Karen lloraba, Katie la miró fijamente, pero no mostró ninguna emoción. Finalmente se fue con Steven sin problema, y en cuanto se subió al coche le dijo que quería ir a otra casa “como la de Karen”.

 

En la oficina, Steven le dio a Katie unas ceras y papel mientras iba a contarle la crisis a Kathleen. Ella apoyó su decisión de reasignar a Katie y comenzaron a buscarle un hogar. Kathleen recordó a una niña de acogida que había regresado recientemente a la custodia de sus padres y le preguntó a Betty si ese hogar de acogida sería apropiado para Katie.

 

—Susan Cummings es una buena madre de acogida, Steven. Por lo que has contado sobre Katie, creo que podría manejarla. Voy a llamarla —dijo Betty. A los diez minutos volvió y dijo que Susan aceptaba a Katie de inmediato y que podría plantearse tenerla por tiempo indefinido, pero que quería saber más sobre ella antes de decidir.

 

Steven respiró con algo más de calma mientras llevaba a Katie a casa de Karen para que recogiera sus cosas y se despidiera. Katie iba de camino a su tercer hogar de acogida.

 

COMENTARIO

 

La respuesta que tuvo Katie al mudarse de casa de Ruth a la de Karen no es inusual en niños que tienen dificultades para formar apegos seguros. Estos niños muestran poco dolor cuando se van de un hogar en el que han vivido meses o incluso años. Su falta de emoción parece reflejar la nula profundidad de las relaciones con sus padres de acogida o adoptivos. La función de sus padres de acogida es satisfacer sus necesidades inmediatas y concretas, por lo que son intercambiables. No se convierten en figuras de apego ni en fuente de disfrute e intereses intersubjetivos. Su valor parental viene determinado únicamente por el porcentaje de veces que gratifican los deseos del niño. Como estos niños nunca están satisfechos durante mucho tiempo, se sienten inevitablemente insatisfechos con sus actuales padres de acogida. Por lo general, están bastante dispuestos a mudarse a otra casa. En este momento, Katie todavía prefería vivir con Karen porque los beneficios (juguetes, comida, tele) superaban las desventajas (límites, enfados, recibir golpes).

 

Se podría especular que Katie estaba ocultando a los demás sus sentimientos de dolor. Podría estar fingiendo que sus sentimientos eran superficiales para minimizar el rechazo que sentía. Sin embargo, no creo que sea una explicación precisa de lo que ocurre en las vidas internas de los niños con características de trauma de desarrollo cuando se mudan a otro hogar. Puede que Katie sintiera cierta incomodidad por la incertidumbre sobre su próximo destino, pero lo más probable es que se distrajera de eso al igual que se distraía de cualquier emoción vulnerable. En realidad, Katie no había comenzado a confiar ni a identificarse ni con Ruth ni con Karen, ya que son procesos que habrían provocado sentimientos significativos de pérdida y abandono. Katie era una persona que se centraba casi exclusivamente en satisfacer sus propias necesidades, y para ella estas necesidades involucraban comida y objetos, no afecto y consueloConfiaba en sí misma, no en sus padres de acogida. Tenía muy poca empatía por los demás y no experimentaba a sus padres como personas separadas. Necesitaba ser “egoísta” porque estaba convencida de que ella era la única que podía satisfacer sus propias necesidades y porque su sentido del self estaba fragmentado, lleno de vacíos y cubierto de vergüenza. Gastó toda su energía psíquica tratando de encontrar tiritas que sostuvieran su self, que curaran sus heridas y que cubrieran su vacío. Pero las tiritas no podían sostener a una niña así; necesitaba una madre que la “abrazara” para que aprendiera a desarrollar su self de manera diferenciada e integrada. La seguridad de apego de Katie con una madre así sería el molde con el que darse forma a sí misma. La alegría y los intereses que pudieran surgir de un apego así eran requisitos previos para que abandonara sus preocupaciones “egoístas”.

 

Uno de los comentarios más tristes que he escuchado en boca de un niño lo hizo una niña de nueve años que había estado en su último hogar de acogida durante más de un año. Comenté que sus palabras y sus acciones me hacían pensar que le gustaba mudarse de casa cada tres meses. Pensó en mi comentario un momento y luego me preguntó esperanzada: “¿Puedo hacer eso?”. No supe qué decir. El deseo inmediato de Katie de llamar a Karen y a Ken “mamá” y “papá” tampoco es inusual. Estos comentarios no reflejan una respuesta emocional favorable hacia sus nuevos padres. Son más bien simples esfuerzos por establecer el control sobre estos nuevos cuidadores. Lo que está diciendo es: “Realmente me gustas mucho. Ahora tienes que ser amable conmigo y darme lo que quiero”. Lamentablemente, no sabe cómo “gustar” a alguien, pero sabe que los padres quieren pensar que son especiales para sus hijos, por lo que les dice que lo son. Katie (al igual que los niños reales a quienes representa) sobrevive tratando de manipular a los adultos en nuevas relaciones. Es capaz de ser encantadora, educada, amable y servicial cuando piensa que obtendrá algo de esos comportamientos. La mayoría de los adultos asumen que estos comportamientos, aunque al principio son superficiales, acabarán conduciendo a algo con un afecto recíproco más profundo. Entonces es probable que sean muy agradables, ya que no quieren poner en peligro el “buen comienzo”. Quieren “reforzar” las conductas apropiadas de su nuevo hijo. Karen esperó bastante tiempo alguna reciprocidad con las interacciones de Katie. Al ver que no llegaba a pesar de que “lo hacía todo por ella”, se enfureció al ver que Katie la rechazaba como madre. Lo que no sabía era que Katie nunca la había considerado como una madre. Para Katie, Karen era una adulta a quien tenía que controlar, no una madre.

 

Existe el peligro de que cuando el padre de acogida o adoptivo comience a observar la “manipulación”, responda con enfado al engaño. Los padres ven las acciones asociadas del niño como deshonestas e inmorales. Es crucial comprender que la utilización de la “manipulación” por parte de Katie se desarrolló como una habilidad de supervivencia necesaria porque nunca había experimentado que un adulto hiciera algo por ella a partir de las intenciones normales de cuidado de los padres. Era la responsable de satisfacer sus propias necesidades. Como no podía confiar en que sus padres lo hicieran de manera espontánea, tenía que desarrollar medios para inducirlos a hacerlo. El encanto, la manipulación y la intimidación son probablemente las mejores opciones disponibles. Estas defensas no deben esgrimirse contra el niño para provocar una vergüenza aún mayor y la necesidad de defensas aún más generalizadas.

 

Muchos hogares de acogida se parecen al de Karen, aunque hay más que se parecen al de Ruth. No está claro que estos padres tengan los motivos correctos para llevar a esos niños a su hogar. Los niños similares a Katie suelen provocar fuertes respuestas emocionales en los adultos que los cuidan. Los niños de acogida a menudo intentan recrear compulsivamente las situaciones de maltrato que experimentaron en su hogar original. También suelen manifestar arrebatos emocionales y de comportamiento extremos debido a su mala regulación del afecto, del autocontrol y de la autorreflexión. A menudo provocan respuestas emocionales que reflejan el desaliento de sus padres de acogida y el “bloqueo de los cuidados”, así como los problemas no resueltos de su propia infancia. Cuando los padres de acogida tienen problemas significativos no resueltos, acaban corriendo el riesgo de maltratar a los niños a su cuidado. Cuando eso ocurre, los graves problemas que tuvo el niño al llegar a su hogar empeoran debido al maltrato que posteriormente reciben de los adultos elegidos para darles seguridad.

 

Cuidar a niños con dificultades de trauma o apego es una tarea extremadamente difícil que ocupa las veinticuatro horas del día. Requiere un alto grado de madurez personal, autocontrol, empatía por el niño y capacidad para tolerar largos períodos de estrés. Requiere que estos padres de acogida manifiesten resolución en sus propias historias de apego. La buena crianza de acogida requiere que las agencias mantengan un alto nivel de detección, formación y apoyo. Incluso entonces sigue existiendo el riesgo de que un niño determinado sea demasiado difícil para los padres de acogida. Cuando eso ocurre, nuestra solución a la tragedia del maltrato y el abandono de los niños no ha hecho más que empeorar el problema. Debemos reducir estos fallos del sistema tanto como sea posible. Nuestro compromiso debe comenzar con la selección, formación y apoyo del padre de acogida individualmente. Sin un cuidador cualificado, el sistema general no podrá satisfacer las necesidades de un niño en concreto.

 

Bibliografía

Hughes, D. A. (s.f.). Construir los vínculos. Cómo despertar el amor en niños profundamente traumatizados.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA TÉCNICA DE LA FLECHA DESCENDENTE

  LA TÉCNICA DE LA FLECHA DESCENDENTE Puede localizar sus propias CCP por medio de la técnica de la flecha descendente : 1)     Seleccione un pensamiento negativo de su registro diario de estado de ánimo y trace bajo el mismo una flecha descendente. La flecha sirve de símbolo que representa preguntas como la siguiente: «Si este pensamiento fuera cierto, ¿me trastornaría? ¿Qué significaría para mí?». 2)     Cuando usted se haga estas preguntas, le vendrá a la mente un nuevo pensamiento negativo . Escríbalo justo debajo de la flecha dibuje otra flecha por debajo de él. Formúlese de nuevo los mismos tipos de preguntas. 3)     Si repite este proceso varias veces, generará una cadena de pensamientos negativos. 4)     Cuando usted repase estos pensamientos, podrá determinar con facilidad sus creencias contraproducentes. Ejemplo: Ante el pensamiento negativo «¿Y si suspendo el examen?». En primer lugar es bueno convertir las preguntas retóricas del tipo «Y si en afirmacio

PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN EN EL CONTROL DE LA IRA

  PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN EN EL CONTROL DE LA IRA Control de ira de Novaco (1975) ·          Mantener una orientación hacia la tarea antes que hacia la provocación y centrarse en uno mismo ayudará a disminuir el arousal de ira ante la provocación.En ocasiones, se percibe un incidente como un desafío o enfrentamiento, lo que lleva a la persona a tomar decisiones en una dirección agresiva o defensiva, mientras que si se tiende a focalizar la atención en la tarea a realizar y los objetivos en los que se está trabajando en ese momento, se tomarán decisiones que conseguirán resolver el problema. ·          Ante una provocación personal, una persona con alta autoestima tendrá una menor probabilidad de responder con ira que una persona con baja autoestima. Este hecho indica que un fortalecimiento de la autoestima también ayudará a evitar respuestas de ira, por lo que se recomienda el entrenamiento en autovaloraciones positivas por parte del paciente, y la generalización de las mismas

Manifestación de los mecanismos de defensa en los gráficos desde la perspectiva kleiniana

  Manifestación de los mecanismos de defensa en los gráficos desde la perspectiva kleiniana Mecanismo de defensa   En los gráficos la defensa se expresa en Identificaciones proyectivas Con características psicóticas ·        falta de organización y coherencia  en el dibujo; ·        alteraciones lógicas : fallas en la perspectiva (adelante-atrás, frente-perfil);  ·        los  objetos  aparecen  sin conexión  entre sí,  sucios ,  rotos , aislados;  ·        las  fallas en los límites mundo interno- mundo externo  se expresan en  líneas débiles  en el contorno de las figuras, con  espacios abiertos  o en el  énfasis de éstas , cuando predominan  mecanismos de control obsesivo  de la desorganización;  ·        las figuras humanas tienen aspecto  deshumanizado , vacío,  siniestro ,  grotesco ,  desproporción acentuada entre las partes, mezcla de frente y perfil;  ·        en el dibujo de la casa y del árbol se observa, frecuentemente, la  casa-techo  y la  casa-fachada, árb