1. Negación y rechazo de alimentos
Es normal que a lo largo de la infancia el niño manifieste tanto sus preferencias como su rechazo por ciertos sabores y alimentos o por alguna formas de preparación. Estas preferencias y rechazos suelen ir evolucionando con los años, pasando por diferentes texturas, gamas de alimentos, olores y sabores a lo largo de la primera infancia. El problema se presenta en aquellos niños que, a pesar de tener edad de comer todo tipo de alimentos y formas de preparación, se niegan a comer algunos, a comerlos si no están triturados, o se niegan a comer en algunos lugares determinados (por ejemplo, el comedor escolar), o no comen si no se dan determinadas circunstancias (como jugar o ver la TV mientras come).
En algunos casos el rechazo corresponde a preferencias reales por sabores o texturas (p.ej. el sabor de las alcachofas o la textura de la coliflor), que pueden ser eliminados de la dieta del niño, y sustituidos por otro tipo de alimentos, sin que afecte a sus necesidades nutricionales. Sin embargo, en muchos casos este rechazo afecta a una amplia gama de alimentos (verduras, carnes, pescados, etc.) que no pueden ser eliminados en su totalidad de la dieta del niño.
En los niños más pequeños la variedad de alimentos que normalmente ingieren suele limitarse a tres o cuatro tipos de alimentos. Sin embargo, y a pesar de esta limitación, la ingesta calórica total puede ser suficiente para el adecuado desarrollo físico y psicosocial del niño. Cuando estas limitaciones persisten con la edad, el patrón de ingesta selectiva puede llegar a suponer una alteración de la conducta alimentaria que necesita ser tratada.
Muchos de los rechazos selectivos son aprendidos mediante modelado. Por
ejemplo, si alguien de su familia no come nunca pescado porque no le gusta y se le sustituye por otro alimento, el niño puede aprender a pedir el mismo trato. En otros casos el rechazo se puede deber a experiencias negativas con dicho alimento (p.ej.: clavarse una espina) vividas en primera persona o biende forma vicaria (oír a alguien contar un episodio similar).
Uno de los rechazos más frecuentes es el de los alimentos sólidos, que normalmente aparece ante los primeros intentos de pasar de los purés a los alimentos sin triturar. Suele ser más frecuente en niños de bajo peso, aunque
habitualmente en los límites de la normalidad, y de escaso apetito, a los que no suele importarles pasar un tiempo sin comer. En estos casos es frecuente observar que el rechazo del niño (p.ej.: a masticar carne) es fruto de costumbres establecidas por la madre (p.ej.: triturar la carne en el puré) para conseguir que el niño coma más cantidad y más rápido; pero que una vez
instauradas resultan muy difíciles de erradicar. Este comportamiento normalmente se instaura y mantiene por las contingencias de reforzamiento. Así, inicialmente lo normal es que los padres, cuando comprueban que el niño ya tiene capacidad para masticar, vayan intentando introducir alimentos sólidos. Estos primeros intentos en muchos casos son aversivos para ambos: para el niño, porque le cuesta más esfuerzo o se atraganta; para la madre, porque tarda más tiempo en darle de comer, tiene que aguantar las protestas del niño
y además come menos cantidad, lo que evidentemente preocupa a la madre por la pérdida de peso del niño. Por eso, cuando se vuelve a dar al niño el
alimento triturado y éste no sólo lo acepta, sino que come rápidamente toda la cantidad, sin problemas ni protestas, este comportamiento queda reforzado negativamente (para ambos) y su mantenimiento asegurado.
Es raro que el niño se niegue totalmente a comer y cuando sucede suele ser una negativa transitoria. En algunas ocasiones, especialmente tras un proceso de enfermedad, es normal observar un período, más o menos largo, de disminución del apetito. Cuando en estas circunstancias se obliga a que el niño coma sin hambre, puede aprender que comer es una actividad desagradable, lo que producirá reacciones de evitación ante la comida (del Barrio, 2002). Lo que es más frecuente es que el niño se niegue a comer en determinadas circunstancias (p.ej.: si no se lo da la madre, si no ve mientras tanto los dibujos, etc.); nuevamente nos encontramos ante un problema que es mantenido por aprendizaje operante: la conducta de comer queda reforzada por la atención que recibe de la madre, o por la diversión que supone el juego o el programa de TV.
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