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LA TÉCNICA DEL QUÉ PASARÍA

 La técnica del qué pasaría

La técnica de la flecha descendente le ayuda a localizar las creencias contraproducentes que lo hacen vulnerable a la ansiedad, a la depresión y a los problemas en sus relaciones con las demás personas. La técnica del «Qué pasaría si» le ayuda a desvelar una fantasía terrorífica que desencadena su ansiedad. Cuando usted plante cara a esa fantasía, podrá derrotar sus miedos para siempre.

Kristin era una mujer divorciada que vivía en Filadelfia con sus dos hijos, de 9 y 11 años. Procedía de una familia destacada y se dedicaba con interés a las actividades caritativas. Sin embargo, hacía años que padecía agorafobia y no podía salir de su casa a no ser que fuera acompañada por sus hijos o por un amigo de confianza.

Le pedí que cumplimentara un registro diario de estado de ánimo (RDEA) para enterarme de qué era lo que temía tanto. 

El suceso trastornador de su RDEA era, simplemente, pensar en ir andando sola a la tienda

Se sentía deprimida, angustiada, culpable, humillada, deficiente, sola, avergonzada, desanimada y frustrada

Se decía a sí misma: «Si voy andando a la tienda yo sola, podría pasarme algo terrible».

Esta técnica es semejante a la de la flecha descendente, pero va dirigida concretamente a la ansiedad. Usted traza una flecha descendente bajo un pensamiento negativo de su registro diario de estado de ánimo y se formula preguntas tales como: «¿Y si esto fuera verdad?», «¿Qué es lo peor que podía pasar?», «¿Qué es lo que más temo?». Le vendrá a la cabeza una fantasía nueva. Escríbala debajo de la flecha y trace otra flecha por debajo del nuevo texto. Siga formulándose preguntas del mismo tipo: «¿Y si sucediera esto?», «¿Qué es lo que más temo?». Si repite el proceso varias veces, le conducirá hasta la fantasía nuclear que está desencadenando sus miedos.

Pedí a Kristin que trazara una flecha descendente bajo su pensamiento negativo y le dije: «Supongamos que decidieses ir andando a la tienda tú sola. ¿Qué es lo peor que podría pasarte? ¿Qué es lo que más temes?».

Kristin dijo: «Podría caérseme el pañuelo en la acera sin que me diera cuenta de que lo había perdido». Yo le pedí que escribiera este pensamiento debajo de la flecha y que trazara otra por debajo del pensamiento. Nuestra conversación prosiguió de esta manera:

DAVID: Supongamos que pasara eso. Se te cae el pañuelo, camino de la tienda. ¿Qué pasaría entonces?

¿Qué es lo que más temes?

KRISTIN: Bueno, podría cometerse un crimen terrible en el mismo lugar donde yo perdí mi pañuelo. Podrían asesinar a alguien allí.

DAVID: De acuerdo; escribe eso, pues, bajo la flecha y traza otra bajo el nuevo escrito. Ahora, supongamos que pasara eso. Dejas caer el pañuelo en la acera y se comete un asesinato en ese mismo punto. ¿Qué pasa entonces? ¿Qué es lo que más temes?

KRISTIN: La policía podría encontrar mi pañuelo en el lugar del crimen y localizarme por él. Podrían usar muestras de ADN, por ejemplo.

DAVID: Bueno. Escribe eso y traza otra flecha por debajo. Ahora, vamos a suponer que la policía encuentra tu pañuelo. ¿Qué pasa entonces?

KRISTIN: Y bien, podrían llegar a la conclusión de que la asesina he sido yo y detenerme. No tendría coartada, ya que iba sola.

DAVID: De acuerdo; supongamos que la policía te detiene y te interroga y que no tienes coartada. ¿Qué pasaría si sucediera eso? ¿Qué es lo que más temes ahora?

KRISTIN: Podrían llevarme a juicio y condenarme por asesinato.

DAVID: ¿Y después?

KRISTIN: Después me encerrarían en la cárcel para el resto de mi vida.

DAVID: Está claro que a nadie le gustaría pasarse el resto de su vida preso. Pero ¿qué significaría eso para ti? ¿Qué tiene la cárcel para darte tanto miedo?

Kristin exclamó entonces: «Mis hijos tendrían que criarse solos, sin su madre. Yo no estaría allí, a su lado». Se echó a llorar y pareció que habíamos tocado un punto sensible.

Cuando Kristin hubo llorado a gusto, le pedí que me hablase más de aquel miedo. Naturalmente, a ninguna madre le gustaría verse en la cárcel y separada de sus hijos, pero aquellas circunstancias parecían tremendamente improbables. ¿Por qué se preocupaba tanto Kristin de sus hijos?

Kristin me explicó que Tom, su hijo de 11 años, había estado causando problemas en la escuela. Además, varios vecinos se habían quejado de que alguien había estado rompiendo ventanas por la noche. Algunos días más tarde, la policía había pillado a Tom tirando piedras a las ventanas de los vecinos y había amenazado con enviarle a un centro de menores si no cambiaba. Kristin había recibido también informes de la escuela según los cuales Tom iba muy atrasado en los estudios y tenía peleas. Estaba enfadada con Tom, pero no se atrevía a hacer valer su autoridad.

Había intentado imponerle disciplina a base de amor y de lógica, pero estas estrategias no habían dado resultado. También se sentía frustrada porque su ex marido mimaba mucho a los niños y no le apoyaba en sus esfuerzos por imponerles disciplina. Sin embargo, Kristin no había expresado estos sentimientos en voz alta porque ella era una persona muy amable y no quería provocar problemas.

Parece que detrás de los miedos de Kristin se esconden algunas emociones. En su fantasía, la condenan por un delito que no ha cometido. Pero, en su fuero interno, en realidad teme que Tom se esté convirtiendo en un delincuente. Tiene ira, pero se siente culpable porque cree que todo es por su culpa, y por eso, en sus fantasías, es ella la que termina en la cárcel. Al mismo tiempo, castiga a Tom porque éste tiene que criarse sin su madre. Los psicoanalistas llaman a esto «la solución masoquista». Dicho de otro modo, usted puede castigar a alguien con tal de que se castigue a sí mismo todavía más.

Cuando Kristin esconde bajo la alfombra sus sentimientos de ira, éstos vuelven a salir, disfrazados de fantasías temibles. Uno puede intentar hacer caso omiso de su ira, pero ésta vuelve a salir siempre de manera indirecta. La ansiedad es casi siempre la expresión simbólica de cómo se siente uno por dentro.

Kristin y yo hablamos de cómo podía imponer disciplina a Tom de manera firme pero cariñosa.

Ella estaba deseosa de aprenderlo porque era consciente de que su amabilidad no estaba dando resultado. También le enseñé cómo podía comunicarse de manera más práctica con su ex marido para que los dos pudieran dejar de pelearse y empezaran a trabajar juntos y en equipo. Las habilidades de Kristin para el trato interpersonal y su confianza en sí misma aumentaron considerablemente.

El profesor de Tom envió una nota a Kristin informándole de que las notas y la conducta del chico habían mejorado notablemente, y algunos meses más tarde lo eligieron delegado de su clase.

Si bien habíamos resuelto algunos de los problemas que rondaban por debajo de la superficie,

Kristin seguía teniendo miedo de salir sola de casa. Tarde o temprano tendría que plantar cara a ese miedo. Yo la animé a que un sábado por la mañana saliera sola de su casa y se sentara en un banco de un parque que estaba a varias manzanas de su casa. Le dije que se quedara sentada en el banco hasta que la ansiedad se le pasara o mejorara notablemente, aunque tardase una hora o más. Le dije que podía llevarse un cuaderno e ir anotando cada pocos minutos la intensidad de su ansiedad en una escala del 0% (ninguna ansiedad) al 100% (pánico puro). También podría anotar cualquier pensamiento o fantasía temible que tuviera. Esta técnica se llama «autoseguimiento».

Kristin dijo que la tarea le parecía terrorífica, pero accedió a probarla porque estaba determinada a superar su agorafobia. Le dije que si la ansiedad empezaba a abrumarla, podía distraerse concentrándose intensamente en algo que captase toda su atención. Kristin dijo que se llevaría su cubo de Rubik por si le hacía falta.

Llegó por fin el gran día. Kristin se obligó a ir andando hasta el parque y a sentarse en un banco. Su ansiedad subió al 90% y la inundaban las fantasías de que la detenían y la metían en la cárcel. Pero se quedó allí sentada y se forzó a soportar la ansiedad durante casi veinte minutos.

De pronto, vio a un policía que estaba a unos quince metros de ella. La ansiedad le subió al 100% y tuvo un impulso casi irresistible de echar a correr hacia su casa. Pero recordó su promesa de no marcharse, por muy angustiada que estuviera, de modo que se puso a mirarse los pies, intentando pasar desapercibida. Veía al agente por el rabillo del ojo y deseaba desesperadamente que se marchara.

En vez de ello, el policía se volvió y empezó a caminar despacio hacia ella. ¡Terror puro! Kristin sacó su cubo de Rubik y se puso a juguetear con él. Pero el policía se acercaba cada vez más. De pronto, vio dos zapatos negros en la acera, ante ella, y comprendió que el agente la miraba fijamente, esperando algo.

Kristin comprendió que la habían pillado. Dejó el cubo de Rubik en su regazo y levantó las manos al frente para que el policía le pudiera poner las esposas. Pero cuando levantó la vista vio que era el agente O’Reilly, un viejo policía irlandés al que conocía desde que era niña. El policía le dedicó una sonrisa amable y le dijo: «¡Buenos días, Kristin! Bonito día. ¡Me alegro mucho de que salga!».

Los temores de Kristin se desvanecieron en un instante. Pasó unos minutos charlando con entusiasmo con el agente O’Reilly y después paseó durante varias horas por el centro de Filadelfia, haciendo compras y todas las demás cosas que llevaba años sin poder hacer. Dijo que durante todo ese tiempo no sintió el menor atisbo de ansiedad. Jamás volvió a sufrir agorafobia.

En la recuperación de Kristin intervinieron cinco técnicas:

En primer lugar, desvelamos la fantasía que se encontraba en la raíz de sus miedos empleando la técnica del «Qué pasaría si». Al

mismo tiempo, pusimos de manifiesto la frustración y la ira que habían estado alimentando sus miedos. Ésta fue la técnica de las emociones ocultas. Por fin, combinamos la inundación, que es un tipo de exposición intensa, con el autoseguimiento y la distracción para que ella pudiera afrontar el monstruo que más temía.

La técnica del «Qué pasaría si» le ayudará a desvelar la fantasía que ha estado desencadenando sus miedos, pero no bastará sólo con entenderla. En última instancia tendrá que afrontar su miedo, tal como hizo Kristin. El tipo de exposición al miedo que emplee usted dependerá de la naturaleza de sus miedos. En la tercera parte hablaremos de muchas técnicas de exposición innovadoras.

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