Escala 8B: Autopunitivo
El prototipo de personalidad Autopunitivo deriva en gran parte de una inversión de la polaridad placer-dolor. Estos adolescentes interpretan los acontecimientos y establecen las relaciones de una manera que no solamente está reñida con la función tan profundamente arraigada de esta polaridad (la supervivencia) sino que además es contraria a las asociaciones que estas emociones adquieren, habitualmente a través del aprendizaje.
Para el adolescente Auto- punitivo, el dolor puede haberse convertido en algo preferible al placer y ser pasivamente aceptado, cuando no estimulado, en las relaciones íntimas. Esto es frecuentemente intensificado por una resuelta abnegación y aceptación de la culpa y puede agravarse mediante actos que generan dificultades y pensamientos que exageran los infortunios pasados y anticipen otros para el futuro.
Al relacionarse con los otros de manera obsequiosa y sacrificada, estos adolescentes permiten o incluso provocan que los otros los exploten (de manera semejante a los tipos de personalidad autodestructivos del DSM). Al centrar la atención sobre sus peores características, muchos de ellos sostienen que merecen ser avergonzados y humillados.
Para integrar su dolor y su angustia, estos adolescentes suelen recordar sus pasados infortunios repetida y activamente y, por otra parte, transforman lo que podrían ser circunstancias afortunadas en problemáticas. Suelen actuar sin asomo de presunción y quitándose importancia, con lo cual frecuentemente intensifican sus dificultades y se colocan en una posición interior o servil.
Los antecedentes del prototipo de personalidad Autopunitivo han sido tema de múltiples especulaciones durante décadas, principalmente en las publicaciones psicoanalíticas sobre masoquismo. El papel de las anomalías biológicas es un terreno de especulación que no puede ser totalmente descartado pero que exige cierta credulidad. Menos cuestionables son las hipótesis referidas al desarrollo o al aprendizaje social. Por ejemplo, en virtud de una asociación circunstancial, los elementos que normalmente evocan dolor y placer pueden muy bien alterares o conectarse entre sí. De este modo, entre los adolescentes que devienen autopunitivos, el dolor de la brutalidad física o la angustia del abuso verbal pueden haber estado seguidos de forma repetida por el cariño y la intimidad, lo que lleva a la asunción aprendida de que la pro- vocación es necesariamente un precursor de la aceptación y la ternura final. En una secuencia más complicada, la absolución de la culpa puede haber sido lograda con éxito mediante la degradación de sí mismo. Cuando estas formas de actuación se repiten a lo largo del tiempo dentro de un patrón de abnegación y servilismo pueden provocar «ruinosas» consecuencias negativas.
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