Escala F: Insensibilidad social
Desde muy temprano, la familia inculca a los niños los valores relativos al comportamiento adecuado. Esto se logra a través de una combinación de advertencias, elogios y modelado implícito. En ausencia de estos esfuerzos tempranos, y algunas veces a pesar de ellos, algunos niños pueden carecer de o rehusar aceptar estas creencias como propias. El grado en que se desvían de estos principios afectará a sus vidas y a su comportamiento interpersonal.
¿Qué sentimientos tiene una persona que se desvía por estos cauces?
¿Cómo se expresa la insensibilidad interpersonal y qué comportamiento se puede esperar de esa persona?
Aún más, ¿qué impacto producirá este individuo en los otros y qué reacciones evocará como consecuencia?
La escala de Insensibilidad social se centra sobre estos temas.
La característica más destacada del comportamiento de este tipo de personas es una indiferencia generalizada hacia los sentimientos y reacciones de los otros.
Esto es diferente de la hostilidad abierta; antes bien, lo que muestra es una despreocupada indiferencia ante la presencia de la incomodidad o el dolor de los otros. Con frecuencia esta persona, poco compasiva y aparentemente inconmovible ante la necesidad de reciprocidad en las relaciones sociales, puede elegir el aislamiento, la apatía o la insensibilidad. Se trata de un individuo que puede evitar las limitaciones ordinarias v adoptar activamente puntos de vista que son contrarios a los derechos de los otros. La mavoría de las veces se observa o bien una disminución de la vida interpersonal o bien un deseo de tratar sin ningún miramiento a aquellos que se cruzan en su camino. Para estos individuos es simplemente más fácil no preocuparse que modificar su comportamiento.
Aunque la intensidad de estos sentimientos se extiende a lo largo de un continuo, la distribución no es en absoluto normal. Más bien, la inmensa mayoría de los adolescentes desea, como sus padres, como mínimo alabar de boquilla, si no se adhieren realmente a ellas, las creencias que incluyen el respeto por los derechos de los otros. No obstante, algunos individuos, pue- den sobrepasar esta posición asumiendo una actitud bastante más violenta que tenga graves consecuencias para la familia, la escuela y la sociedad. Ahora bien, este panorama aislado y negativo crea una situación en la que el adolescente permanece virtualmente impasible ante los incentivos para que mejore su adaptación social.
¿Con cuánta frecuencia los psicólogos que han entrevistado adolescentes que han tenido problemas con las normas, se han quedado simplemente asombrados por su indiferencia absoluta ante el dolor de los otros cuando los ven revolverse en su silla, de forma insolente, esperando que se acabe la «lección», en cuyo momento quitarán importancia a todo el incidente como irrelevante?
La frustración que experimentan los clínicos se deriva de la incapacidad de entrar en contacto con estos adolescentes, de despertar esos sentimientos que son necesarios para estimular el cambio. En este caso no se trata de una cuestión evolutiva en el sentido de que todos los adolescentes deban pasar por esta fase para lograr una mayor madurez. Antes bien, el tema adquiere su significación en virtud de la necesidad que tiene la sociedad de influir en estos individuos para que desarrollen la conciencia de que su comportamiento es destructivo para los otros y, a la vez, tiene también consecuencias para ellos mismos.
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