Escala G: Discordancia familiar
La imagen que frecuentemente nos viene a la mente cuando se menciona la palabra adolescente es la de un chico enfadado pegando un portazo al salir por la puerta después de una nueva discusión con sus padres. La costumbre social de equiparar disentimiento y desobediencia con el periodo de la adolescencia está muy extendida, pero la verdadera naturaleza de este comportamiento y su significado están menos claros. El adolescente,
¿es realmente un rebelde?
Y si es así,
¿cuál es la índole de esta rebeldía?
Aún más, ¿qué papel juega la familia en la precipitación, exacerbación o mejoría del conflicto?
Finalmente, ¿cómo se resuelven estos problemas dentro de casa y fuera de ella?
La relación del adolescente con su familia junto con las percepciones de lo que debería ser, es el foco de la escala de Discordancia familiar. Esta escala evalúa los sentimientos y las percepciones del adolescente, no lo que es objetivamente real.
En muchos aspectos, la casa y la familia sirven como un anfiteatro exterior en el que la lucha interna entre dependencia e independencia se puede desarrollar de forma segura. Ambas inclinaciones son fuertemente positivas: por una parte, al autonomía y los privilegios de la madurez, y por la otra parte la seguridad y el sostén.
Ambas suponen un precio, la responsabilidad para la primera de ellas y la insuficiencia de uno mismo para la segunda.
Esta tarea evolutiva se ve también complicada porque la madurez requiere tanto de la independencia como de la capacidad de confiar y de relacionarse con los otros, incluvendo los padres. Cuando examinamos el comportamiento oposicionista del adolescente nos hallamos ante un fenómeno interesante, incluso aunque se ignore su contenido específico. Los adolescentes más jóvenes buscan afirmarse por sí mismos como individuos capaces de tomar sus propias decisiones. Perciben a sus padres como oponentes en esta lucha. No es una batalla por el contenido de un valor u otro sino más bien por el derecho a establecer sus propias expectativas.
Fl crecimiento del adolescente no se produce en el vacío. Los padres varían en su capacidad para tratar con estos cambios. Además, la adolescencia llega, con frecuencia, durante un periodo evolutivamente difícil para los padres, que pueden estar sintiendo una «pérdida de horizontes,» una conciencia de que es poco probable que la vida mejore de forma significativa. La mortalidad se hace más real cuando los padres del adolescente asumen el rol de hacerse cargo del cuidado de los propios padres, presenciando su deterioro y finalmente su muerte. Estas tensiones añadidas hacen, frecuentemente, que los padres se sientan asediados, acusados injustamente de defectos por sus hijos en un momento en que necesitan sostén y seguridad para sí mismos. En consecuencia, pueden parecer inflexibles o poco empáticos para escuchar las peticiones de sus hijos o pueden sentirse irritados por el comportamiento difícil del adolescente.
La resolución de estos conflictos adolescentes dependerá de la intensidad de su lucha interna y de las reacciones de los padres ante sus esfuerzos de autonomía.
Este proceso está presente en todos los adolescentes; con frecuencia, refleja no tanto la existencia de diferencias en valores y creencias (Offer, 1969) como una necesidad de separación y de lograr la independencia de todo aquello que se experimenta como incompatible con la mayor madurez.
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