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ORÍGENES DE LA DESCONFIANZA Y ABUSO

 

ORÍGENES DE LA DESCONFIANZA Y ABUSO

Todas las experiencias de abuso son violaciones de los límites. Los límites físicos, sexuales o psicológicos no fueron respetados. Alguien de tu familia que se suponía te iba a proteger te empezó a hacer daño deliberadamente y tú estabas indefenso. 


Los padres que tienen una relación conflictiva o que va a la deriva utilizan a los niños como un sustitutivo. El niño recibe la atención, pero luego la situación puede llegar a ser fuente de culpa.

La extensión del abuso puede variar. Algunas personas sufren un abuso sexual intenso, mientras que otras son objeto de frotamientos y toqueteos. Lo más importante es cómo te sientes ante esta situación. Si te sientes muy incómodo con los toqueteos, se trata casi de un abuso sexual.

Otra fuente de culpa más tardía es que el niño cree que permitió, estimuló o incluso disfrutó con el abuso. El abuso también puede provocar sentimientos sexuales que confunden al niño y le hacen sentir mal y avergonzado. Es importante que comprenda que no tuvo ninguna responsabilidad. Poco pudiste hacer. Mas bien se supone que es tu familia la que te debía proteger. El hecho de que nadie lo hiciera es muy doloroso para ti. Tu inocencia y tu confianza fueron aniquiladas. Además, el secreto es otro motivo de culpa y vergüenza.

El sentimiento de desamparo forma parte de casi todos los tipos de abuso. Uno de tus padres abusó de ti y el otro falló en prevenirlo o pararlo: ambos te defraudaron. Si hubiese sido un desconocido hubieras pedido ayuda y escaparías, pero en este caso toleraste el abuso porque se trataba de alguien a quien quieres y necesitabas la relación de esa persona. Quizá era la única relación que tuviste y sin esta te hubieras quedado solo. Para la mayoría de los niños mantener una relación abusiva, es mejor que no tener ninguna relación.

Las tres clases de abuso (físico, psicológico y sexual) implican la misma mezcla de amor y dolor. 

Ante un abuso continuado, el niño no se siente seguro. Los temas de seguridad centran su atención y no le permiten concentrarse en otras cosas. Siempre hay una parte de él que busca la amenaza. El sentimiento básico de seguridad que la mayoría de las personas dan por supuesto, simplemente no se da. 

En los casos de abuso, el abusador hace que el niño pierda su autoestima: culpa al niño y el niño acepta la culpa.

El abuso crea un poderoso sentimiento de inutilidad. Provoca que te avergüences de quién eres, te hace sentir que no mereces la pena y que no tienes el derecho de hacerte valer o defenderte. Si permitiste que te utilizaran y que se aprovecharan de ti, habrás sentido que el abuso fue lo que te merecías.

La última defensa que tiene el niño es psicológica. Cuando la realidad es demasiado terrible, existe la posibilidad del escape psicológico. En función de la gravedad de los abusos, puedes haber pasado épocas de tu infancia en un estado de disociación, sobre todo mientras el abuso se producía. Fue una respuesta adaptativa a tu niñez. Disociarse puede ser una forma de distanciarse de una situación emocional extrema para acabar con ella (p. ej., imaginarse mientras se está cometiendo el abuso que se está en un globo naranja viajando por el espacio). Proporciona un respiro para que uno pueda distanciarse del acontecimiento; así éste aparece como algo aislado en la vida. Esto te permitió relacionarte con el abusador en otras situaciones con relativa normalidad.

En situaciones donde el abuso es extremo, la disociación puede llevar a la formación de múltiples personalidades. Por ejemplo, los enfados desproporcionados son contraataques que le permiten afrontar sus expectativas de abuso de manera que algunas veces se comporte como el abusador. El niño imita la conducta del abusador para sentirse más poderoso (pegar a sus hermanos más pequeños, a los compañeros del colegio)

Uno de los contraataques más frecuentes de la trampa vital es abusar de alguien, de manera que se perpetúa la cadena. La víctima de abuso se convierte en abusador. No todos cuándo crecen se convierten en abusadores. No obstante, muchas de las víctimas del abuso que no se comportan de forma abusiva, han tenido fantasías de abusar o hacer daño a la gente.

Esporádicamente puedes humillar a los demás, ser un manipulador, insultar o divertirte viendo el sufrimiento de otras personas. Se trata de una parte sádica tuya; es una parte que puede parecer espantosa, que contraataca y que te convierte en aquello que te hacía daño. La crítica que da origen a la imperfección enmascara el abuso verbal cuando hay un propósito de hacer daño. La persona te humilla deliberadamente y te derrota. Cuando has estado bajo la influencia de una trampa vital de desconfianza y abuso aprendes a compensar tu propio abuso de la infancia, volviéndote el agresor. Es difícil superar esa situación sin cicatrices significativas. Hay padres que utilizan la frialdad y hacen sufrir a sus hijos. Un ejemplo es el de aquellos padres que siempre pegan al niño cuando es menor de cinco años, porque así no ha de preocuparse mucho de lo que el niño le dirá o de lo que los otros averiguarán.

Otra forma menos grave se da cuando el niño aprende a comportarse de forma abusiva y desconfiada. Es posible que el ejemplo proceda de un padre que no se comporte de manera muy ética y sea un manipulador en el trato con los amigos o en los negocios. También puede ser que los padres manipulen o minen tu confianza. Por lo tanto, aprendiste que toda la gente es así y esperas que la mayoría de las personas actúen de esta manera contigo.


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