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terapia de pareja el drama edípico en la relación de pareja

 El drama edípico en la relación de pareja

La teoría de las relaciones objetales se ha ocupado primordialmente de cómo se interiorizan las primeras relaciones con los demás para luego reaparecer en la relación de pareja, pero también se presta atención a cómo los conflictos edípicos posteriores aparecen. En el mito griego original, los padres de Edipo ordenan a un sirviente matar a su hijo para salvarse ellos. Éste lo abandona a su suerte (GRIER, 2005). Un pastor lo encuentra y se apiada de él. Edipo se hace mayor y, siendo aún joven, mata a su padre, sin saber de quién se trata tal y como había anticipado el oráculo, y se casa con su madre. FREUD utiliza este mito como imagen para comprender la pasión que el joven siente por el progenitor del otro sexo y la envidia que el otro progenitor despierta en él por gozar de una relación sexual exclusiva con el progenitor adorado. En esencia, el conflicto de Edipo es un problema de ansiedad y angustia generadas por el triángulo, que para el niño tiene que ver con el hecho de estar excluido de la pareja parental o demasiado vinculado al padre o la madre (FISHER, 1999). El mito de Edipo indica lo complicado, y a veces devastador, que puede resultar pasar de ser dos a ser tres.

Evidentemente, uno de los principales cambios en la vida de la pareja es el nacimiento de los hijos. Una vez más, los diferentes tipos de angustia tienen su raíz en la inclusión y la exclusión. ¿El bebé se llevará todo el cariño de la madre, sin que quede lo más mínimo para el padre? ¿Habrá que mantenerlo distante para preservar la relación de pareja?

Cuando la madre ve que su marido sonríe embobado a su hijita, ¿siente que se le despierta la envidia? La llegada del hijo se relaciona inconscientemente con las primeras experiencias de cariño, odio, desengaño y rivalidad con los padres y los hermanos (FISHER, 1999; GRIER, 2005). El drama de Edipo es una tragedia sobre este espacio triangular, que obliga a la persona a afrontar la perturbación que conlleva el hecho de ser excluida de la pareja parental al tiempo que forma parte de otra pareja que excluye a la otra persona (FISHER, 1999).

Frank tenía cuatro hermanas y era el mayor de los cinco. Siempre tuvo la sensación de estar excluido y de pequeño le fue difícil hacer valer sus intereses. Su padre lo maltrataba físicamente y sólo pensaba en que despuntara en los deportes. Frank se enamoró de Doris, una chica cariñosa y atenta a la necesidad que Frank tenía de una relación estrecha, en la que sentía ser parte de algo. La relación fue sólida hasta la llegada del primer bebé, Jessica. A Doris le encantaba ser madre y dedicaba gran parte de su energía a ejercer de tal con su hija. Frank se sentía abatido y marginado en la familia. No sabía cómo unirse a la cohesionada díada de la madre y la hija, y no dejaba de sentirse excluido de esa relación. Tan devastador era ese sentimiento que estaba pensando en dejar el matrimonio.

Pero, en lugar de un hijo, la tercera parte puede ser una amistad importante, un interés intenso, una atención obsesiva al trabajo o una aventura amorosa. Como si de un hijo simbólico se tratara, puede ser un peligro para la cercanía, la intimidad y la exclusividad, y generar envidia, odio y celos (BALFOUR, 2005; GRIER, 2005). Estas experiencias estarán relacionadas con otras primigenias de rivalidad, amor y odio con los padres y hermanos. Son unas experiencias que pueden favorecer el avance de la pareja, o sentirse como una catástrofe, de modo muy similar a la historia de Edipo Rey (FISHER, 1999; GRIER, 2005).

Susan y Tony acudieron a la terapia para hacer frente al desequilibrio que había provocado en la pareja una infidelidad de Tony. Ésta se produjo en una única ocasión, y no existía ningún apego con aquella mujer. Tony estaba horrorizado por lo que había hecho y dispuesto a hacer cualquier cosa para reparar el daño que por su culpa había sufrido la relación de 20 años de matrimonio, sólida y afectuosa en la que ninguno de los dos había sido infiel al otro con anterioridad. A Susan le era extremadamente difícil entender lo ocurrido, y estaba decidida a abandonar el matrimonio como maniobra de defensa para evitar sentirse herida de nuevo. Durante unas cuantas sesiones, se analizó la experiencia que para Susan había supuesto esa violación del compromiso matrimonial. El terapeuta fue indagando en las experiencias de Susan en su familia de origen y salió a la luz que ésta tenía otra hermana menor que ella, la favorita de su madre. Su padre estaba fuera de casa muy a menudo, de modo que Susan no podía recurrir a él en busca de otro tipo de relación. De pequeña solía sentirse sola, pensaba que no “sabía hacerse querer” y que nadie “reparaba en ella”. Aunque se trataba de unas experiencias difíciles de procesar, ayudaron a Susan a comprender cuán devastador había sido para ella el engaño de su marido. Había proyectado en la relación de pareja un vínculo amoroso idealizado, una relación en la que ella era encantadora, querida y objeto de atención; y la única. La infidelidad quebró esta imagen y despertó viejos sentimientos de desesperación, odio y envidia. En la relación de pareja generalmente se produce también otra dinámica. Tiene que ver con la sensación de sus miembros de estar apresados entre el miedo al aislamiento y el miedo al abandono. Es una dinámica cuyo origen está en el proceso de resolución de la situación edípica: en qué medida es segura la cercanía con el padre o la madre, y si una proximidad excesiva puede hacer que éstos le controlen a uno: aislándole o absorbiéndole, si la relación es demasiado cercana. ¿Puede un progenitor acostumbrarse a moderar la relación amorosa con el otro? Estas amenazas, cuando están sin resolver, se repetirán después en la relación de pareja, y en la consulta pueden producir una gran desesperación y amenazar con la aniquilación (BALFOUR, 2005).

Gail y Max no se ponen de acuerdo sobre el grado de cercanía o distanciamiento que deben dar a su relación. A Max le gustaría pasar mucho más tiempo los dos solos, mientras que a Gail le entusiasma que cada uno cuente con sus amigos y tenga sus propias actividades. Gail se crió en el seno de una familia aglutinada, donde sus intentos de diferenciarse se miraban con recelo y una atención agobiante. Lo que para Max es una cercanía suficiente para satisfacer su necesidad de intimidad, a ella le supone un agobio.

La propia consulta, por supuesto, constituye un espacio triangular, formado por el terapeuta y la pareja. Esto puede suscitar fuertes sentimientos de inclusión, exclusión y envidia en cada una de las tres personas, también en el terapeuta, a medida que evolucionan las distintas configuraciones de la cercanía, la intimidad y la comprensión.


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