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Características de las personas con Trastorno de personalidad por necesidades emocionales

 Características de las personas con 

Trastorno de personalidad por necesidades emocionales

Las características de las personas con trastorno de la personalidad por necesidades emocionales se pueden distinguir en tres áreas: relaciones interpersonales, autoestima y estado anímico. 

1)   Relaciones interpersonales: 

· Tendencia a la exclusividad en las relaciones. Esto se da tanto en las relaciones de pareja como en las amistades de estas personas, sintiéndose más cómodas hablando con un único amigo que en un grupo numeroso de personas, en el que uno no tiene el suministro afectivo necesario y puede, paradójicamente, encontrarse más solo. Esta exclusividad, dentro ya de las relaciones de pareja, da a entender que más que cariño hay necesidad hacia el otro, implica una cierta falta de construcción personal. Sintetizando esta característica, podemos afirmar que la relación ideal del dependiente con su pareja sería en forma de “burbuja” que les aislara a ambos del entorno. Es preciso añadir que una cosa es la pretensión o el deseo del dependiente en este sentido, y otra bien distinta que la pareja esté por la labor de formar parte de esa “burbuja”. 

·       Prioridad. Esta característica ilustra a la perfección la similitud con otras adicciones, ya que en ambos fenómenos es el objeto de la adicción lo que se convierte en el centro de la existencia del individuo, y todo lo demás queda al margen. La pareja del dependiente emocional ocupa continuamente su pensamiento, sus sentimientos y su comportamiento, descuidándose así aspectos como trabajo, hijos, familia, amigos, aficiones personales, etc. La otra persona es siempre la máxima prioridad para el dependiente, haciendo éste cualquier cosa para mantener la relación. Esto no significa que necesariamente se desatiendan las otras responsabilidades, sino que el dependiente emocional tiene bastante claro que lo primero es la pareja.

·  Deseo de acceso constante hacia sus parejas. De igual forma que sucede en otras adicciones, y como consecuencia de las características anteriores, los dependientes quieren tener el mayor contacto posible con sus parejas. Así, están continuamente con ellas como si de una simbiosis se tratara, con la correspondiente reacción de agobio por parte de los compañeros. También quieren saber continuamente dónde están, qué hacen, les llaman una y otra vez al trabajo, les mandan mensajes de texto al móvil, etc., siempre y cuando la pareja se lo permita. Este deseo de acceso constante es muy superior al normal en cualquier pareja, y es todavía más llamativo cuando ésta es un auténtico desastre y un tormento para el individuo con trastorno de la personalidad por necesidades emocionales. 

·       Ilusión excesiva al principio de una relación o cuando conocen a una persona “interesante”. Esta ilusión tiene mucho de euforia y autoengaño, de la misma forma que cuando se da una ruptura pueden pensar que por ver de vez en cuando a su pareja no se van a volver a enganchar a ella. El autoengaño es también una constante en otras adicciones. 

·       Idealización del compañero. Como contrapartida a la baja autoestima del dependiente emocional, éste basa sus sentimientos hacia la pareja en su sobrevaloración. El dependiente admira a su pareja y la considera como grandiosa y especial, siendo esta idealización el fundamento de su necesidad patológica del compañero (exclusividad, deseo de acceso constante, prioridad). Es como si el dependiente se despreciara tanto que necesitara a otra persona para compensar su supuesto déficit, persona a la que, por asumir este rol de “salvadora afectiva”, admirará e idealizará incondicionalmente.

·       Subordinación en las relaciones de pareja. Es un medio para preservar la relación a toda costa, algo que los dependientes (por su baja autoestima y la idealización del compañero) hacen muy bien y que es atrayente para sus parejas por el suministro narcisista que les proporcionan. Las relaciones de pareja de los dependientes emocionales son marcadamente asimétricas, desequilibradas. Uno de sus componentes es el que domina claramente en la pareja y el otro (en este caso, el dependiente) sólo se preocupa del bienestar del compañero, de hacer lo que su pareja desee, de magnificar y alabar todo lo que hace, de ser el objeto de su desprecio narcisista e incluso a veces de su rabia, tanto psíquica como física. Muchos casos de malos tratos, aunque no todos, tienen a la dependencia emocional como motivo del mantenimiento de esas parejas. Hay que señalar que la subordinación y el desequilibrio existente en la pareja es en ocasiones motivo de consulta, sobre todo en casos de dependencia emocional que no son muy graves. 

Uno de los problemas más habituales con los que nos encontramos en la consulta es que estas personas, que ya de por sí tienen una autoestima muy baja, todavía la presentan más deteriorada por el efecto devastador de una relación de pareja patológica prolongada, que se encarga de incrementar el autorrechazo que puede sentir un dependiente emocional de por sí, hasta el punto de que quizá encuentren normal el hecho de que sus parejas les griten, humillen o ignoren. 

·       Las relaciones de pareja atenúan su necesidad, pero siguen sin ser felices. De todas maneras, tampoco esperan serlo porque su existencia es una sucesión de desengaños y no tienen el componente esencial del bienestar: quererse a sí mismos. Este componente, por otra parte, es fundamental para poder llevar a cabo relaciones de pareja sanas, equilibradas y mutuamente gratificantes. Esta sensación de tristeza y de vida torturada se manifiesta con claridad cuando nos damos cuenta de que, realmente, no echan de menos el afecto y el respeto que la pareja debería tenerles para así poder considerarla como tal. Esto es algo que resulta difícil de entender cuando tratamos con estas personas. 

·       Pánico ante la ruptura y gran posibilidad de padecer trastornos mentales en caso de que se produzca. De hecho, uno de los motivos principales de consulta de los dependientes emocionales es el padecimiento de una psicopatología (generalmente, un episodio depresivo mayor) tras una ruptura. Esta ruptura se puede producir con una persona que ha hecho la vida imposible o que incluso ha maltratado al dependiente emocional. En estos casos, el dependiente emocional no deja de recordarnos a un toxicómano en pleno “síndrome de abstinencia”; es más, son muy frecuentes la negación de dicha ruptura y los continuos intentos y exhortaciones para reanudar la relación, en línea con la exclusividad y el parasitismo ya comentado.

·       Es necesario añadir que esta tormenta emocional amaina milagrosamente si aparece otra persona que cubra las necesidades afectivas del dependiente, y puede suceder que la ruptura se produzca cuando se tiene ya otra relación. La diferencia con personas “normales” es que éstas suelen guardar un periodo que podríamos calificar como de duelo tras una ruptura amorosa, período en el que no se tienen muchas ganas de conocer a otra persona porque la anterior todavía ocupa un lugar privilegiado. 

·       El miedo a la ruptura es responsable del autoengaño que sufren estos individuos cuando piensan que su pareja puede cambiar, o que quizá son ellos los culpables de la situación por no ajustarse a sus deseos. Si hace falta manipular la realidad para que no se rompa la relación y con ell hay que negar lo evidente, pues se hace. 

·       Sucesión ininterrumpida de parejas. Del rasgo anterior se desprende que, en muchas ocasiones, los dependientes encadenan una relación tras otra, aunque no todas se ajustan necesariamente al modelo desequilibrado de pareja que es el que ellos desean. De hecho, pueden establecer “relaciones de transición” con personas hacia las que no tengan sentimientos fuertes, para así paliar su sufrimiento por la soledad y estar en mejor disposición de encontrar a otro individuo verdaderamente “interesante”. 

·       Presentan un miedo terrible a la soledad. Esto es la base de su comportamiento ante las rupturas, de su necesidad de otra persona, del apego y parasitismo que tienen hacia ella u otras personas, etc. Éste es el rasgo fundamental a nivel interpersonal de los dependientes emocionales. 

·       Necesitan excesivamente la aprobación de los demás. De hecho, sondeando en los antecedentes patológicos de estos pacientes aparecen en muchas ocasiones historia de trastornos de la alimentación (insatisfacción continua consigo mismos y búsqueda de determinados estándares físicos para obtener aceptación del entorno). Son personas que también dependen de la opinión de los otros, especialmente de los que son significativos. 

·       Presentan cierto déficit de habilidades sociales, como falta de asertividad. También destaca el egoísmo, fruto de la necesidad patológica que tienen hacia otras personas. La exclusividad y el agobio que pueden llevar a cabo también hacia amistades denota precisamente ese egoísmo. Pueden mantener a otra persona al teléfono durante mucho rato sin importarles, por ejemplo, que tengan visita o que deban marcharse por cualquier motivo. 

 

2) Autoestima: 

·       Autoestima y autoconcepto paupérrimos. No esperan ni echan a faltar el cariño de sus parejas porque tampoco lo sienten hacia sí mismos, y generalmente tampoco lo han tenido de sus personas más significativas a lo largo de sus vidas. Así como el miedo a la soledad es el rasgo distintivo a nivel interpersonal de los dependientes emocionales, la falta de autoestima es el fundamento de dicho rasgo. El autoconcepto es también nefasto por simple coherencia con la autoestima, aunque esto no ocurre siempre así pudiendo tener una idea de sí mismos más o menos ajustada a la realidad (se trata de personas que han tenido que arreglárselas por sí mismas muchas veces desde bien pequeñas, por lo que han tenido que “crecer rápido” y desarrollar una autonomía adecuada, algo que ha redundado en que ganen autoconfianza y capacidad para desenvolverse correctamente). 

   En algunos dependientes, puede darse el caso de que manifiesten su brutal falta de autoestima con su pérdida flagrante de dignidad en su relación de pareja, sin que, aparentemente, manifiesten problemas en la relación consigo mismos en otros contextos (trabajo, amigos, etc.) Esto sucede por dos motivos: pueden haber desarrollado una especie de “máscara” social, de apariencia por la que ante los otros se muestran de manera normal, como si estuvieran actuando y siempre teniendo en cuenta agradar a los demás; el segundo motivo es que hayan desarrollado una cierta desvinculación afectiva hacia los demás, que nunca será muy pronunciada en los casos puros de dependencia emocional (no así en la dependencia emocional dominante, forma mixta), y que mediante dicha desvinculación la autoestima no se resienta tanto. Hay que tener en cuenta que la autoestima depende de la vinculación afectiva siempre y cuando exista esa vinculación; si hay una separación emocional hacia los otros (por ejemplo, un dependiente emocional que ocupe un puesto importante en un trabajo y trate con desprecio a sus subordinados), la autoestima se tornará independiente y se incrementará por la actitud dominante e incluso egoísta, centrada en uno mismo, que se tendrá. No obstante, cuando vuelva a aparecer la vinculación afectiva –sobre todo, con la pareja, que es la principal destinataria de las necesidades afectivas-, la falta de cariño por parte del otro y el comportamiento sumiso e idealizador propiciarán una nueva oscilación de la relación consigo mismo del dependiente, esta vez a la baja. 

3) Estado de ánimo y comorbilidad: 

· Están tristes y preocupados. Tienen sensación de tristeza e infelicidad; el estado de ánimo es, por tanto, disfórico y con tendencia a las rumiaciones sobre posibles abandonos, sobre el futuro de la relación, el miedo a la soledad y qué podrían hacer para mitigarlo, etc. 

   Las comorbilidades más frecuentes son, por tanto, con trastornos depresivos y ansiosos del Eje I, e incluso con rasgos de otro trastorno del Eje II como los de evitación, esquizotípico o límite. 

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